UNIVERSIDAD DE CHILE FACULTAD DE DERECHO DEPARTAMENTO DE DERECHO PRIVADO TEORÍA DE LA IMPREVISIÓN Memoria para optar al grado de Licenciada en Ciencias Jurídicas y Sociales BÁRBARA URREJOLA SCOLARI Profesor Guía: Claudia Schmidt Hott Santiago, Chile 2003 TABLA DE CONTENIDO Página INTRODUCCIÓN 1 CAPÍTULO 1 NOCIONES PRELIMINARES, PLANTEAMIENTO, TERMINOLOGÍA Y CONCEPTO 5 1.1. Nociones preliminares 5 1.2. Planteamiento 12 1.3. Terminología 19 1.3.1. Cláusula rebus sic stantibus 19 1.3.2. Riesgo imprevisible 21 1.3.3. Sopravvenienza contrattuale 21 1.3.4. Teoría de las obligaciones impracticables 22 1.3.5. Excesiva onerosidad 22 1.3.6. Lesión sobreviniente o laesio superveniens 23 1.3.7. Teoría de la imprevisión 24 1.4. Concepto 26 ii CAPÍTULO 2 ORÍGENES Y DESARROLLO HISTÓRICO 29 2.1. Derecho Romano 29 2.2. Edad Media 33 2.2.1. Los canonistas 33 2.2.2. Glosadores y post- glosadores 35 2.3. Siglo XVI hasta principios del siglo XIX 38 CAPÍTULO 3 FUNDAMENTOS 49 3.1. Importancia 49 3.2. Criterios de clasificación 51 3.3. Fundamentos extrínsecos 54 3.3.1. Fundamentos extrínsecos basados en la moral 54 a) Teoría de Ripert 54 b) Teoría de Voirin 56 3.3.2. Fundamentos extrínsecos basados en la buena fe 3.4. Fundamentos intrínsecos 3.4.1. La voluntad 57 67 67 a) Teoría de la presuposición de Winscheid 67 b) Teoría de la voluntad marginal de Osti 72 c) Teoría de la base del negocio de Oertmann 75 iii d) Teoría del deber del esfuerzo de Hartmann 81 e) Teoría de la causa: concepción moderna 84 3.4.2. Teorías afines a la voluntad o de la voluntad más o menos presunta 3.4.3. Teoría de la equivalencia de las prestaciones 3.5. Posiciones intermedias 3.5.1. Teoría de la situación extracontractual de Bruzin 87 90 94 94 3.5.2. Doctrina italiana del estado de hecho condicionado por la ley 3.6. Otras posiciones 3.6.1. Teoría del álea normal del contrato 97 99 99 3.6.2. Fundamento basado en la atenuación de la noción de caso fortuito y fuerza mayor 101 3.6.3. Cláusula rebus sic stantibus 103 3.7. Nuestra opinión 105 CAPÍTULO 4 REQUISITOS Y SOLUCIONES 4.1. Requisitos 106 106 4.1.1. Que se trate de un contrato bilateral, oneroso conmutativo, de ejecución diferida o de tracto sucesivo 107 a) Que se trate de un contrato bilateral 107 iv b) Que se trate de un contrato oneroso 109 c) Que se trate de un contrato conmutativo 111 d) Que se trate de un contrato de ejecución diferida o de tracto sucesivo 116 4.1.2. Que sobrevenga un acontecimiento imprevisible al momento de celebrar el contrato 119 4.1.3. El acontecimiento debe ser independiente de la voluntad de las partes 123 4.1.4. El acontecimiento, sin hacer material y absolutamente imposible la ejecución de la obligación, debe dificultarla en forma considerable, haciéndola excesivamente onerosa 125 4.1.5. El acontecimiento debe afectar a toda una categoría de contratantes 129 4.1.6. Caso típico de hecho extraordinario e imprevisible, que ocasiona excesiva onerosidad: la inflación monetaria 4.2. Soluciones 132 137 4.2.1. Soluciones preventivas 140 4.2.2. Soluciones a posteriori 145 a) Soluciones legislativas 145 b) Solución judicial 149 v b.1) Resolución del contrato 151 b.2) Suspensión del contrato 155 b.3) Revisión del contrato 157 4.2.3. Nuestra opinión 160 CAPÍTULO 5 DIFERENCIAS ENTRE LA TEORÍA DE LA IMPREVISIÓN Y OTRAS INSTITUCIONES JURÍDICAS SIMILARES 161 5.1. Diferencias con la lesión 161 5.2. Diferencias con el enriquecimiento sin causa 165 5.3. Diferencias con el error 167 5.4. Diferencias con la condición 169 5.5. Diferencias con el estado de necesidad 171 5.6. Diferencias con el caso fortuito o fuerza mayor 173 5.7. Conclusión 179 CAPÍTULO 6 LA TEORÍA DE LA IMPREVISIÓN EN EL DERECHO CHILENO 180 6.1. Doctrina 180 6.2. Legislación 189 6.2.1. Principio pacta sunt servanda 189 6.2.2 Teoría de la imprevisión en el código civil chileno 193 vi a) Normas adversas 193 b) Normas favorables 194 c) Normas generales 199 6.3. Jurisprudencia 208 6.3.1. Jurisprudencia judicial 208 6.3.2. Jurisprudencia arbitral 218 6.4. Derecho proyectado 232 CAPÍTULO 7 LA TEORÍA DE LA IMPREVISIÓN EN EL DERECHO COMPARADO 252 7.1. Derecho peruano 252 7.2. Derecho italiano 256 7.3. Derecho argentino 264 7.4. Cuadros resúmenes 270 7.4.1. Derecho peruano 270 7.4.2. Derecho italiano 271 7.4.3. Derecho argentino 272 7.4.4. Derecho proyectado chileno 273 CONCLUSIONES 275 BIBLIOGRAFÍA 280 vii INTRODUCCIÓN En nuestra memoria de prueba, trataremos un tema que consideramos de gran importancia para el desarrollo de la ciencia jurídica, principalmente en el ámbito del Derecho Civil. Se trata de la Teoría de la Imprevisión, problemática que ha sido tratada y desarrollada básicamente por la doctrina, pero que no ha seguido igual evolución en nuestra legislación, ni mucho menos en nuestra jurisprudencia ( al menos en la jurisprudencia judicial). A través de esta institución, se pone en cuestionamiento el rol del contrato, principalmente su fuerza obligatoria, y la posibilidad de modificarlo a consecuencia de circunstancias extraordinarias e imprevisibles, que hacen para una de las partes excesivamente onerosa su prestación. A lo largo de nuestro estudio, trataremos de resolver las principales interrogantes que surgen al plantearse este complejo tema, a saber: ¿es posible obtener una modificación del contrato que es ley para las partes?; de ser afirmativa la respuesta, ¿qué requisitos se exigen para que tal modificación proceda, y para considerar a un determinado acontecimiento como 1 extraordinario e imprevisible?; ¿cuál será el criterio para determinar si una obligación se ha tornado excesivamente onerosa?, ¿qué se entiende por tal?; ¿cuáles son las soluciones o efectos que siguen a tal modificación?, etc.. Con el objeto de hacer un estudio general y esquemático de este tema, precisando aquellos tópicos que nos merecen especial atención, y tratar de dar respuesta a la mayor parte de las interrogantes planteadas, dividimos nuestro trabajo de la siguiente manera: En el primer capítulo, trataremos aquellas nociones preliminares, que nos permitan ubicarnos dentro del campo de estudio, es decir, en la teoría de las obligaciones; plantearemos el problema a resolver a lo largo de nuestro análisis y, nos referiremos a las terminologías y conceptos que se han dado a través del tiempo para nuestra teoría. En el segundo capítulo, haremos una reseña histórica de la teoría de la imprevisión, para ver cuál ha sido su evolución, desde el Derecho Romano a nuestros días. En el tercer capítulo, nos referiremos a los fundamentos que se han planteado para dar acogida a esta teoría; este es un tema que causa gran controversia, puesto que, a pesar que la mayoría de los autores coincidan en la 2 necesidad de dar aplicación a la teoría de la imprevisión, son numerosos los argumentos que se dan para fundamentarlo, no existiendo coincidencia al respecto. En el capítulo cuarto, nos referiremos a los requisitos y presupuestos exigidos para dar aplicación a la teoría de la imprevisión, y a las soluciones y efectos que se han planteado, como consecuencia de dicha aplicación. En el capítulo quinto, consideramos importante tratar las diferencias que existen entre la teoría de la imprevisión y otras instituciones jurídicas, que pueden parecer muy similares, similitud que ha llevado, muchas veces, a confundirlas y considerarlas como una sola; para así lograr revelar la independencia de la teoría en estudio respecto a las demás instituciones comparadas. Como uno de los principales y más interesantes temas de nuestro estudio, el capítulo sexto tratará la teoría de la imprevisión en el Derecho Chileno. Veremos las distintas posiciones de la doctrina, el tratamiento de la teoría en nuestra legislación y la recepción que esta teoría ha tenido en la jurisprudencia, judicial y arbitral. Dentro de este mismo capítulo, tal vez como el principal aporte de nuestra memoria, por lo reciente de su información, trataremos el Proyecto de 3 Ley sobre Revisión Judicial de los Contratos Civiles y Mercantiles, que se encuentra en tramitación en el Congreso Nacional, su contenido, la historia de la ley y su estado actual. Finalmente, en el capítulo séptimo, haremos un breve análisis de la teoría de la imprevisión en el Derecho comparado, centrándonos en las legislaciones peruana, italiana y argentina. 4 CONCLUSIONES Al concluir este trabajo, podemos señalar que la teoría de la imprevisión surgió como una necesidad de remediar las injusticias que puede acarrear la inmutabilidad del contrato, consagrada en nuestra legislación a través del principio de la ley del contrato o “pacta sunt servanda”, en virtud del cual el contrato es ley para las partes, de manera que no puede ser invalidado, sino por mutuo acuerdo de los contratantes, o por las causales específicamente consagradas en la ley. Este principio, que garantiza la seguridad jurídica, se encuentra frente a una realidad que, por el contrario, es dinámica y cambiante, y que impide anticipar y prever todo los acontecimientos que pueden ocurrir. Así, puede suceder que, como consecuencia de circunstancias extraordinarias e imprevisibles al momento de celebrarse el contrato, ajenas a la voluntad de las partes, y que se presenten mientras esté pendiente su ejecución, se rompa el equilibrio de las prestaciones, de manera que el cumplimiento de la obligación, sin ser imposible, se torne excesivamente oneroso para una parte, y excesivamente beneficioso para la otra. 275 Es, en este sentido, que la importancia de esta teoría es fundamental, pues su aplicación permite restituir el equilibrio que debe existir en toda relación contractual, haciendo primar la equidad, y evitando así los abusos de aquella parte que es económicamente más fuerte. No en vano, la teoría de la imprevisión tiene su origen en el antiguo Derecho Romano, lo que pone de manifiesto que con ella se busca satisfacer necesidades de índole social, moral y humanitarias, que han estado presentes a través de todos los tiempos. Establecida la importancia de la teoría en estudio, y la necesidad de que ésta sea aplicada, nos encontramos con el problema relativo a su fundamento. No existe un consenso entre los autores a este respecto, por lo que se han dado innumerables argumentaciones. Creemos que todas son válidas y constituyen un gran avance en el estudio de esta materia, pues cada una de ellas se centra en aspectos distintos abarcados por la teoría de la imprevisión; sin perjuicio de considerar que, la verdadera fundamentación, se encuentra fuera de la relación jurídica misma, y que radica en un principio superior, que inspira a los demás principios, como son la buena fe y la equidad. Este principio superior en el que debemos buscar la fundamentación de nuestra teoría es la Justicia. 276 En cuanto al ámbito de aplicación y los requisitos de esta teoría, también nos encontramos con una diversidad de criterios en la doctrina, pero, prácticamente en forma unánime, es posible concluir que debemos estar en presencia de un contrato unilateral o bilateral, oneroso, conmutativo, y de ejecución diferida o de tracto sucesivo; que debe sobrevenir un acontecimiento imprevisible al momento de celebrar el contrato, característica que se debe determinar en atención a la diligencia inicial exigida a los contratantes, a la intención que ellos tuvieron al momento de celebrar el contrato, y a la naturaleza de éste; que este acontecimiento sea independiente de la voluntad de las partes, es decir, que no se haya producido por dolo o culpa de alguna de ellas; además, que el acontecimiento, sin hacer imposible la ejecución de la obligación, la haga excesivamente onerosa, entendiendo por tal, aquella que excede las contingencias normales que pueden afectar la vida del contrato; y, finalmente, es necesario que este acontecimiento afecte a toda una categoría de contratantes, es decir, debe ser general. Con respecto a los efectos de nuestra teoría, vimos las distintas soluciones que se han planteado, tanto en la doctrina como en otras legislaciones. A nuestro parecer, la mejor solución es aquella que las partes acuerden en forma extrajudicial; en caso que esto no se logre, creemos que es el Juez quien debe resolver el conflicto, actuando principalmente como mediador y, en subsidio, procediendo a la revisión del contrato, con el objeto de 277 modificarlo, restableciendo el equilibrio entre las prestaciones de las partes, y sólo en caso de no ser posible mantener vigente el contrato, declarar su terminación. Otra conclusión importante que podemos extraer de nuestro trabajo, es la independencia de la teoría de la imprevisión. Analizadas las diferencias y similitudes con otras instituciones jurídicas, pudimos darnos cuenta que se trata de una institución distinta e independiente de las demás, a pesar de compartir ciertas características y de participar en algunos elementos con cada una de ellas. Esto permite establecer con más fuerza que no es posible señalar que, el fundamento de esta teoría, sea la aplicación de algunas de estas instituciones analizadas, como por ejemplo, la lesión, o el caso fortuito. Como tema principal, analizamos la teoría de la imprevisión en el Derecho chileno. Si bien es cierto que nuestra legislación no contempla una norma expresa y general que dé aplicación a la teoría de la imprevisión, es posible concluir que en nuestro Derecho es factible hacerlo, en base a una serie de principios contenidos en normas más generales, como la ejecución de buena fe de los contratos, y el principio, consagrado constitucionalmente, de inexcusabilidad de los tribunales. Es así como lo ha entendido la jurisprudencia arbitral y una parte importante de la doctrina. 278 Sin embargo, este no ha sido el criterio imperante en nuestros Tribunales de Justicia, quienes se han manifestado contrarios a darle aplicación, realizando una interpretación exegética, con un estricto apego a las normas jurídicas. Frente a esta actitud adoptada por nuestra jurisprudencia judicial, concordamos con la opinión de Picart1, quien sostiene que, “es necesario a veces saber desorganizar brutalmente el juego detestable de las injusticias, revestidas del disfraz de las leyes, que han cesado de estar en concordancia con el tiempo; es necesario saber salir de la legalidad para entrar en el Derecho, pues si no la legalidad en lugar de salvaguardar, mata”. Pero el Proyecto de Ley sobre Revisión Judicial de los Contratos Civiles y Mercantiles, que se encuentra actualmente en el Senado, y que consagra expresamente esta teoría, delimitando su campo de aplicación, requisitos y soluciones, nos abre una luz de esperanza para cambiar este criterio. Por medio de este proyecto, es posible adecuar nuestro Derecho, al igual que las legislaciones más modernas, a los nuevos acontecimientos que se vayan presentando, de manera que se concilie el principio de la seguridad jurídica con la equidad, la buena fe y la justicia. 1 Picart, cit. por Sanhueza, Carmen Gloria: ob. cit., pág. 127. 279 CAPÍTULO 1: NOCIONES PRELIMINARES, PLANTEAMIENTO, TERMINOLOGÍA Y CONCEPTO. 1.1 Nociones preliminares Para comenzar a desarrollar el complejo tema de la Teoría de la Imprevisión es necesario revisar, de manera general, el contexto en que ésta se encuentra situada dentro del Derecho Civil, especialmente la Teoría de las Obligaciones. Las personas están sujetas a necesidades que deben satisfacer y, por lo tanto, deben relacionarse con otras personas, a fin de obtener los bienes o servicios requeridos para lograr dicho objetivo. Estas relaciones entre individuos se materializan en vínculos que el derecho debe amparar y sancionar. Como consecuencia de estos vínculos, una persona se encuentra en la necesidad jurídica de dar, hacer o no hacer alguna cosa respecto de otra, por lo que estamos frente al concepto de obligación. La obligación puede definirse como “un vínculo jurídico entre personas determinadas, en virtud del cual una de ellas se coloca en la necesidad de 5 efectuar a la otra una prestación que puede consistir en dar una cosa, hacer o no hacer algo”1. La obligación, por tanto, es un vínculo de derecho que supone la presencia de dos personas, un sujeto activo (acreedor) que tiene la facultad de exigir una prestación y un sujeto pasivo (deudor) que se encuentra en la necesidad de ejecutarla; y supone, además, la existencia de un objeto debido, es decir, la prestación (dar, hacer o no hacer algo). De este modo, la obligación no sólo tiene una utilidad y finalidad individual, si no que tiene una finalidad social, que se alcanza a través de estas interrelaciones entre los individuos como medio para lograr satisfacer sus necesidades. Dentro de las características de la obligación, resulta interesante destacar las siguientes: excepcionalidad y temporalidad. Esto significa, en primer lugar, que lo normal no es que una persona se encuentre obligada a otra y, en segundo lugar, que la obligación está destinada a cumplirse, por lo que durará lo que tarde en ser cumplida o en extinguirse por algún otro modo establecido en la ley. Una vez creado este vínculo jurídico, lo normal será que el deudor cumpla voluntariamente. Sin embargo, puede suceder que el deudor no cumpla, o cumpla de manera inexacta, ejecutando la prestación de manera 1 Abeliuk, René: “Las obligaciones”, Editorial Jurídica de Chile, 1993, Tomo I, pág. 29. 6 imperfecta o retardando su cumplimiento y, en este caso, el deudor continuará obligado, sometiéndose además a la sanción prevista por la ley. La ley, que ampara la obligación, dota al acreedor de facultades a fin de conseguir las ventajas que la obligación debía naturalmente aportarle, llamadas efectos de las obligaciones. Los efectos de la obligación han sido definidos por Arturo Alessandri como el “conjunto de derechos que la ley confiere al acreedor para exigir al deudor el cumplimiento exacto, íntegro y oportuno de la obligación, cuando éste no la cumple en todo o parte o está en mora de cumplirla”2. Este conjunto de derechos que asisten al acreedor consisten en: - exigir el cumplimiento de la obligación por naturaleza; - exigir el cumplimiento de la obligación por equivalencia; - ejercer derechos auxiliares, tendientes a conseguir que el patrimonio del deudor se mantenga en condiciones de afrontar las obligaciones que contrajo ( por ejemplo, solicitar la separación de patrimonios, ejercer ciertas acciones del deudor, etc..). Para exigir al deudor el cumplimiento de la obligación por naturaleza, se faculta al acreedor para obtener la ejecución forzada de la obligación. En caso que no pueda obtenerse este cumplimiento, puede exigirse por equivalencia, a 2 Cit. por De la Maza, Lorenzo: “La teoría de la imprevisión”, Revista de Derecho y Jurisprudencia, Tomo XXX, 1933, pág. 78. 7 través de la indemnización de perjuicios, que puede definirse como “una cantidad de dinero que representa el beneficio que el acreedor habría obtenido del cumplimiento íntegro y oportuno de la obligación”3. De esta manera, el acreedor puede obtener una satisfacción o ventaja equivalente a la que le habría reportado el objeto de la obligación. Requisito indispensable para que se de lugar a la indemnización de perjuicios es el incumplimiento de la obligación. El incumplimiento es “un hecho negativo que se da cuando el contenido de la obligación no se realiza de acuerdo a lo estipulado en el contrato y a lo establecido en las normas que rigen el pago, constituyendo la insatisfacción del interés del acreedor”4. Este incumplimiento consiste en la conducta del deudor, positiva o negativa, que vulnera la relación obligatoria; ya sea la inejecución, cumplimiento imperfecto de la obligación o el no cumplir la obligación en forma oportuna. En el primer caso, la indemnización de perjuicios viene a reemplazar la ventaja que le habría reportado al acreedor el cumplimiento de la obligación por naturaleza; la indemnización va a compensar el pago, por lo que estamos frente a la indemnización de perjuicios compensatoria. En el caso de retardo o mora en el cumplimiento de la obligación, se indemniza la ventaja que le habría 3 Meza Barros, Ramón: “De las obligaciones”, Editorial Jurídica de Chile, 1997, pág. 233. Villafuerte P., Fernando: “El incumplimiento de las obligaciones” [ <www.ferjus.bizland.com/monos.htm>, [ consulta: 11 Octubre 2002 ], pág. 1. 4 en línea], 8 reportado al acreedor el cumplimiento oportuno de la obligación, y se habla de indemnización moratoria. Un segundo requisito, necesario para que el acreedor pueda exigir una indemnización de perjuicios, consiste en que el deudor esté en mora de cumplir la obligación, es decir, que haya “un retardo en el cumplimiento de la obligación, imputable al deudor, que persiste después de la interpelación del acreedor”5. Como tercer requisito, se señala que la infracción debe causar un perjuicio al acreedor, puesto que la indemnización de perjuicios se fundamenta en el desequilibrio patrimonial. Si el incumplimiento no provoca un daño, el acreedor carece de interés para ejercer la acción. Este daño se traduce en una disminución real y efectiva del patrimonio (daño emergente) y en la pérdida de una ventaja (lucro cesante). Finalmente, como cuarto requisito, la infracción de la obligación debe ser imputable al deudor, es decir, debe tratarse de un incumplimiento voluntario. Este incumplimiento voluntario puede deberse a dos razones: que el deudor eluda maliciosamente el cumplimiento, lo que configura el dolo del deudor, o 5 Meza Barros, Ramón: ob. cit., pág.262. 9 que el incumplimiento sea a causa de la negligencia o descuido del deudor, lo que configura la culpa. Sin embargo, puede suceder que el deudor incumpla sin que haya mediado culpa o dolo de su parte, y que el incumplimiento se deba a hechos ajenos a la voluntad del deudor, cuando proviene de caso fortuito o fuerza mayor. En términos generales, se llama caso fortuito o fuerza mayor a “todo hecho imprevisto, ajeno a la voluntad del deudor, que hace imposible el cumplimiento de la obligación”6. El principal efecto del caso fortuito o fuerza mayor es eximir al deudor de responsabilidad por el incumplimiento de la obligación, cesando así la facultad del acreedor para exigir el cumplimiento. No ahondaremos más en este tema, por cuanto será tratado a propósito de los fundamentos de la teoría de la imprevisión y de la relación de ésta con otros institutos jurídicos. Existen otros casos en que el incumplimiento no se debe a culpa o dolo del deudor, es decir, no se trata de un incumplimiento voluntario, pero tampoco 6 De la Maza, Lorenzo: ob. cit., pág. 80. 10 se debe a caso fortuito o fuerza mayor, y es aquí donde se plantea el tema de la imprevisión propiamente dicha o de la excesiva onerosidad sobreviniente. 11 1.2 Planteamiento “El contrato es un acto jurídico bilateral o convención que crea obligaciones. Se atribuye a los contratantes un poder soberano para engendrar obligaciones. La voluntad de las partes es a la vez fuente de las obligaciones contractuales y medida de dichas obligaciones. El querer o intención de las partes domina, así, la formación, génesis o nacimiento del contrato y también sus efectos o consecuencias”7. Cuando las partes contratan, convienen las condiciones que contiene la obligación contraída, a través de cláusulas esenciales, naturales o accidentales. De esta manera “proyectan hacia el futuro el cumplimiento respectivo (si no es de ejecución instantánea), y previenen todo posible accidente, determinando en qué sentido se alterarán sus efectos por consecuencia de éste”8. Las partes contratantes previenen situaciones de ordinaria ocurrencia y quedarán a resguardo de ellas, pero sólo en la medida que sean capaces de prevenirlas. Es por esto que los contratantes asumen un riesgo determinado, propio del tipo de contratación que se trata. “Quien asume un riesgo se expone a las consecuencias del mismo, más no por esto asume sobre sí las 7 López Santa María, Jorge: “Los contratos, parte general”, Editorial Jurídica de Chile, 1998, Tomo I, pág.15. 8 Rivas Guzmán, Ramón: “Teoría de la excesiva onerosidad sobreviniente e imprevisible”, Memoria de Prueba, Universidad de Chile, Facultad de Derecho, Santiago, 19.., pág.12. 12 consecuencias de aquellos hechos no previstos ni previsibles que vengan a turbar el normal desenvolvimiento del riesgo..”9. Cuando los contratantes no son capaces de prever todas las situaciones que puedan presentarse a futuro, no implica que queden desamparados, puesto que es la ley la llamada a resolver los problemas que puedan sucitarse. “No ocurre, sin embargo, esto en términos absolutos, porque aún perduran situaciones no previstas en los textos legales o en los códigos, las más de las veces por no tener una elaboración jurídica suficiente, o porque resolverlo en la ley da lugar a inconvenientes prácticos que, sin ello, tal vez podría resolver el órgano jurisdiccional apoyándose en los principios que de los propios textos legales emanen”10. Así, hay casos de lagunas en la ley, puesto que ésta no ofrece solución a problemas nuevos, como los que plantean los supuestos de imprevisión, pero el Derecho en sí siempre tiene una solución satisfactoria. La teoría de la imprevisión tiende, precisamente, a llenar esas lagunas. 9 Terraza Martorell, Juan: “Resolución de los contratos por excesiva onerosidad o imposibilidad en su ejecución”, Editorial Bosch, Barcelona, 1951, pág. 33. 10 Rivas Guzmán, Ramón: ob. cit., pág. 12. 13 Nos encontramos, entonces, en condiciones de empezar a abordar la problemática de la imprevisión. Para la Real Academia de la Lengua, Imprevisión es la falta de previsión, y previsión es el conocimiento o juicio de lo futuro. La imprevisión es la falta de conocimiento o juicio de lo futuro. Es importante hacer una distinción entre lo imprevisto y lo imprevisible. Lo imprevisto es lo que no ha sido conocido con anticipación, y lo imprevisible es lo que no ha podido ser conocido con anterioridad. Rodríguez Grez explica la diferencia señalando que “la previsibilidad consiste en la posibilidad racional de prever un hecho, de anticiparse a su realización o desencadenamiento”. “La previsión, por el contrario, consiste en el establecimiento de un hecho concreto, positivo y real, esto es, que el deudor se representó el daño que causaría su incumplimiento. En otras palabras, se trata de saber si al momento de celebrarse el contrato hubo de parte del deudor una reflexión que lo llevó a representarse las consecuencias dañosas de su conducta o si ello no sucedió”11. 11 Rodríguez Grez, Pablo: “La obligación como deber de conducta típica”, Universidad de Chile, 1992, pág. 95. Facultad de Derecho 14 En el caso de lo imprevisto, es claro que la circunstancia es previsible, pero las partes no han sido diligentes. En el caso de lo imprevisible, la falta de previsión se debe a la imposibilidad, por lo que es independiente del cuidado que los contratantes hayan podido emplear. La problemática fundamental presentada por la teoría de la imprevisión se plantea cuando, “con motivo de hechos o circunstancias imprevisibles, extraordinarias y graves, se alteren de tal forma las condiciones que sirvieron de base a la contratación, que la prestación debida, sin que se torne imposible absolutamente, se transforme en excesiva e injustamente onerosa para una de las partes. En este caso, ¿es aplicable con el mismo rigor el principio de la inmutabilidad de las obligaciones contractuales?”12. Lorenzo de la Maza plantea el problema señalando que “alteradas las relaciones económicas y sociales que ...se traducen en vínculos jurídicos o más propiamente en obligaciones; perturbadas la condiciones normales de la vida colectiva, el Derecho que para asegurar el buen funcionamiento de éstas y resguardar la seguridad de aquéllas, dio carácter inalterable a la obligación, le dio fuerza obligatoria, ¿no exigirá también que se modifique de acuerdo con las circunstancias, en vez de permanecer inalterable? ¿no permitirá esta modificación, cuyo objeto sería restablecer la primitiva armonía entre la obligación y las relaciones o necesidades que la produjeron? ¿no impedirá que 12 Dörr Zegers, Juan Carlos: “Notas acerca de la teoría de la imprevisión”, Revista Chilena de Derecho, vol.12, 1988, pág.253. 15 el acreedor ejercite libremente los derechos que para situaciones normales le ha dado la ley, cuando su ejercicio pueda perjudicar exorbitantemente al deudor y no convenir al interés social?”13. Zaki formula de esta forma el problema: “un contrato que debía ser normalmente ejecutado en las condiciones fijadas, a consecuencia de circunstancias imprevistas, se va a transformar para el deudor en una causa de ruina, mientras que el derecho del acreedor se va a tornar, por el juego de los acontecimientos, excesivamente acrecido. ¿El ejercicio de este derecho no será la consagración de una suprema injusticia?”.14 Nosotros podemos plantear el problema señalando, en primer término, que nuestro Código Civil, inspirado en un principio individualista, consagra el principio de la ley del contrato o “pacta sunt servanda”, disponiendo que “todo contrato legalmente celebrado es una ley para los contratantes, y no puede ser invalidado sino por su consentimiento mutuo o por causas legales”. Sin embargo, puede suceder que, como consecuencia de circunstancias imprevistas e imprevisibles al momento de celebrar el contrato, ajenas a la voluntad de las partes, y que se presenten mientras esté pendiente su ejecución, se rompa el equilibrio de las prestaciones, de manera que el cumplimiento de la obligación para el deudor, sin ser imposible, se torne excesivamente oneroso y, para la otra parte, se torne excesivamente 13 14 Cit. por De la Maza, Lorenzo: ob. cit., pág. 85. Cit. por De la Maza, Lorenzo: ob. cit., pág. 87. 16 beneficioso. Frente a esta situación, ¿es justo aplicar la ley del contrato? ¿ puede el juez revisar los términos del contrato y adecuarlos a las nuevas circunstancias?. “Si bien pudiera pensarse que la imprevisión va contra el llamado principio de la seguridad, no es menos cierto que cobijarse en él cuando se provoca la ruina de ciertos deudores, es ir contra los principios básicos de justicia”15. Para Juan Terraza Martorell, aplicar la teoría de la imprevisión no implica oponerse al principio de seguridad jurídica, sino más bien, este quedaría reforzado, en la medida que incitaría a los contratantes a concluir negocios poco aptos para una contratación normal, sabiendo que en caso de perturbaciones extraordinarias y no previstas, podrían modificarlos y adecuarlos a las nuevas circunstancias. Al respecto, el autor cita a Veniamin, quien señala que “ampararnos bajo la regla de la estabilidad de los contratos para tolerar la ejecución de las obligaciones que entrañan la ruina de los deudores, favorecer con ello las quiebras y pérdidas de crédito, destruir las unidades que componen la organización económica, y romper la cadena de las actividades económicas solidarias, no es precisamente rendir un homenaje a las necesidades de seguridad económica. Desde que la estabilidad de los 15 Baltra, Sergio: “De la resolución de los contratos por excesiva onerosidad”, Memoria de Prueba, Universidad de Chile, Facultad de Derecho, Santiago, 1961, pág. 13. 17 contratos resulta nociva para el desarrollo económico por arruinar a los factores de su realización, el principio exige correctivos”16. “La razón que justifica la existencia de esta teoría, es la necesidad de remediar la situación de un contratante a quien los acontecimientos ponen en una situación angustiosa, en una situación que dados sus medios le será imposible soportar. Su finalidad consiste en remediar la injusticia, la inmoralidad y la inconveniencia de que uno de los contratantes se arruine, mientras el otro obtiene inesperados y exorbitantes beneficios”17. 16 17 Cit. por Terraza Martorell, Juan: ob. cit., pág. 132. De la Maza, Lorenzo: ob. cit., pág. 92. 18 1.3 Terminología Esta materia, a lo largo del tiempo, ha recibido distintas denominaciones, no existiendo un criterio uniforme al respecto. A continuación analizaremos las terminologías que han sido más utilizadas. 1.3.1 Cláusula Rebus Sic Stantibus Esta es la denominación más antigua, y es utilizada por la doctrina alemana, brasileña y por algunos autores italianos. Tiene su origen en el trabajo de los post-glosadores, quienes la formulaban de la siguiente manera: “Contractus qui habent tractus successivus vel dependencia de futuro rebus sic stantibus intelliguntur”18. Dicha expresión significa “que los contratos de tracto sucesivo y que dependen de futuro se entienden celebrados por las partes en la inteligencia que permanezcan las cosas en el mismo estado”19. 18 Diez Picazo, Luis: “Fundamentos de derecho civil patrimonial”, Editorial Civitas, Madrid, pág. 874. Sanhueza, Carmen Gloria: “Teoría de la imprevisión”, Memoria de Prueba, Universidad de Chile, Facultad de Derecho, Santiago, 1984, pág.1. 19 19 Según Roca Sastre “consiste en suponer que en todo contrato existe la cláusula tácita de que las partes sólo se consideran obligadas en tanto subsista el statu quo del momento de prestar su consentimiento”20. Para Kaufmann, la cláusula rebus sic stantibus se formula así: “en todos los contratos se sobreentiende que existe una cláusula, de acuerdo con la cual la subsistencia de la relación contractual depende de la subsistencia de determinadas circunstancias existentes en el momento de la conclusión del contrato, que están debidamente presupuestas por las partes y cuya variación no era previsible”21. Con esta denominación se busca resaltar la llamada voluntad presunta de las partes en la contratación, sin embargo, ha sido criticada por resultar vaga y poco concreta, puesto que señala que los contratos de tracto sucesivo se entienden concertados mientras se mantengan las circunstancias, pero no se señala qué circunstancias son las que se deben mantener ni qué efectos causa un cambio en ellas. Por otra parte se ha dicho que “no tiene razón de ser la denominación, porque no se trata de que se justifique aquella revisión en virtud de esta 20 Cit. por Fueyo Laneri, Fernando: “Algo sobre la teoría de la imprevisión”, Revista de Derecho y Jurisprudencia, Tomo LI, 1954, pág. 93. 21 Diez Picazo, Luis: ob. cit., pág. 874. 20 cláusula, sino que constituye un principio de carácter genérico que, a su vez, necesita justificación y fundamentación”22. 1.3.2 Riesgo Imprevisible Esta terminología es utilizada por Badenes Gasset, quien titula su obra sobre este tema de esa forma, definiéndo esta teoría como “los mecanismos correctivos o fórmulas ideadas para evitar los abusos que supondría mantener inflexiblemente la obligación contraída por el deudor, cuando circunstancias extraordinarias que no pueden razonablemente preverse, gangrenan el acto jurídico, convirtiendo la obligación en excesivamente onerosa”23. Se refieren a ella otros autores como Altamira, Sanchez Jiménez, Hauriou, etc.. Con esta denominación se resalta el elemento imprevisible que afecta al acontecimiento, añadiendo el vocablo riesgo como idea de contingencia. 1.3.3 Sopravvenienza Contrattuale Se empleó esta denominación en Italia, con anterioridad al Código Civil de 1942, y ha sido sostenida por algunos autores como Osti y Milano. 22 Heredia y Castaño, José Beltrán: “Cumplimiento de las obligaciones”, Editorial Revista de Derecho Privado, Madrid, 1956, pág.336. 23 Cit. por Rivas Guzmán, Ramón: ob. cit., pág. 25. 21 1.3.4 Teoría de las Obligaciones Impracticables Los norteamericanos han utilizado esta terminología, considerando que las obligaciones impracticables, en su cumplimiento, se asimilan a las imposibles de ejecutar y que, por tanto, son inexigibles. 1.3.5 Excesiva Onerosidad En este caso se alude al efecto que causa el acontecimiento imprevisible, y que es tornar excesivamente onerosa la obligación. Esta terminología es la utilizada en el Código Civil italiano de 1942, específicamente en el artículo 1467. Es utilizada también por autores como Perrin, Campio, etc.. Entre nosotros, por Sergio Baltra y María Constanza Letelier, quien agrega la expresión sobreviniente. Coustasse e Iturra la define como “aquélla que trata de justificar la facultad que tiene el deudor de pedir la resolución o la revisión del contrato cuando –por acontecimientos extraordinarios e imprevisibles, relativos a las convenciones que se cumplen en el tiempo- la prestación de éste ha llegado a convertirse en excesivamente onerosa, ocasionando un desequilibrio considerable entre las prestaciones recíprocas de las partes”24. 24 Cit. por Rivas Guzmán, Ramón: ob. cit., pág. 25. 22 Diez Picazo señala que esta denominación tiene evidentes ventajas frente a la doctrina de la cláusula rebus sic stantibus o a la teoría de la imprevisión, por cuanto con ella se produce una objetivización. Sin embargo, la considera aún insuficiente, puesto que deja casos sin resolver, como son aquellos en que, producto de las circunstancias extraordinarias e imprevisibles, se hace inalcanzable la finalidad del contrato, aún cuando no implique un desequilibrio económico entre las partes. Señala además que las circunstancias sobrevenidas, para que incidan en la vida del contrato, deben cumplir con requisitos adicionales, no siendo suficiente la excesiva onerosidad. 1.3.6 Lesión Sobreviniente o Laesio Superveniens Este término ha sido utilizado por Giuseppe Pugliese y por Bernardo Windscheid. Osvaldo Cardini la considera como la terminología más acertada, pero considerando a la lesión en el concepto moderno, como una lesión subjetiva, distinta a la lesión objetiva basada en la equivalencia de las prestaciones. Señala que no es otra cosa que “ese hecho jurídico complejo que aparece bajo el rasgo incisivo de una excesiva, anormal e imprevisible onerosidad sobreviniente que, en los actos jurídicos (de tracto sucesivo) altera el estado, supuesto o presupuesto de hecho (fatispecie, Tatbestand) que constituyera la premisa lógica de las partes en él intervinientes, y que, obrando como una 23 presuposición o condición no desarrollada debe entenderse implícita (tácitamente, sub intelligenda) en todo acto jurídico que, afectado por ese hecho o secuela de hechos, extraordinario y razonablemente imprevisible, permite su revisión, su rescisión o anulación (con o sin indemnización en su caso)”25. 1.3.7 Teoría de la Imprevisión Esta es la denominación que han consagrado los autores más modernos, y es utilizada por la doctrina y la jurisprudencia francesa. Entre nuestros autores, ha sido utilizada por Lorenzo de la Maza y por Fernando Fueyo. Tiene su orígen en la jurisprudencia administrativa del Consejo de Estado francés, específicamente en el arret del 30 de Mayo de 1916 a favor de la Compañía de Gas Burdeos, donde “se declaró que la economía del contrato queda trastornada cuando el alza del precio del carbón es tal que sobrepasa los límites extremos de los aumentos que han podido ser contemplados por las partes en el momento del otorgamiento del contrato”26. Con ella se resalta el elemento imprevisible que afecta al acontecimiento extraordinario que sobreviene, y ha recibido críticas por considerarse poco 25 26 Cardini, Osvaldo: “Lesión sobreviniente”, Editorial Abeledo-Perrot, Buenos Aires, 1959, pág. 27. Diez Picazo, Luis: ob. cit., pág. 875. 24 objetiva, puesto que se trata de fundamentar en las reglas de la autonomía de la voluntad. Esta será la denominación que nosotros emplearemos, por considerar que alude a un elemento que constituye la base fundamental del problema que esta teoría plantea, el de “imprevisión”. Es requisito primordial que los acontecimientos extraordinarios, que alteran las circunstancias bajo las cuales se contrató, sean imprevisibles, es decir, que las partes, en el momento de formarse el contrato, no hayan tenido ni hayan podido tener conocimiento de ellos; y, por esto, si bien, como señala Lorenzo de la Maza, debió llamarse más propiamente “teoría de lo imprevisible”, consideramos que es la denominación más acertada. 25 1.4 Concepto La Teoría de la Imprevisión ha sido definida por los diferentes autores de forma más o menos semejante. Lorenzo de la Maza la define como “la doctrina jurídica (conjunto de principios de derecho debidamente fundados) que sostiene que el juez puede intervenir a petición de cualquiera de las partes, en la ejecución de la obligación, con el objeto de atenuar sus efectos, cuando, a consecuencia de acontecimientos imprevisibles para las partes en el momento de formarse el vínculo jurídico, ajenos a su voluntad y que producen perturbaciones graves con relación a toda una categoría de contratantes, la ejecución de la obligación se hace más difícil o más onerosa, y siempre que aquél llegue a formarse la convicción de que siendo previsibles estas perturbaciones, las partes no se habrían obligado en las condiciones fijadas”. Continúa señalando que se trata de una “teoría, tanto porque es un conjunto de principios que forman una concepción completa, con sus fundamentos, la determinación de su rol, la fijación de sus límites y de sus efectos, cuanto porque permanece aún en el campo de la teoría, es decir, no ha sido todavía unánimemente aceptada por la jurisprudencia, ni aplicada en 26 forma constante, uniforme y general, ni consagrada permanentemente por una regla amplia en la legislación positiva”. “ De la imprevisión, porque su base es la noción de imprevisión, es decir, la falta de conocimiento o noticias que las partes tienen al formarse la obligación, de los acontecimientos posteriores que modificarán sustancialmente las condiciones generales de vida bajo las cuales se obligan”27. Juan Terraza Martorell señala que “la Teoría de la Imprevisión es aquella que admite la revisión de un contrato (resolución o modificación) cuando las condiciones de ejecución se encuentran notablemente alteradas, por circunstancias que las partes no pudieron racionalmente prever en el momento de la conclusión”28. Para Jorge López Santa María, la teoría de la imprevisión “estudia los supuestos bajo los cuales los jueces estarán autorizados para prescindir de la aplicación del contrato al pie de la letra, y el estudio de las soluciones posibles al desajuste producido. Estas soluciones son fundamentalmente dos: la revisión judicial de los contratos y la resolución por excesiva onerosidad sobrevenida”29. 27 De la Maza, Lorenzo: ob. cit., pág. 93. Terraza Martorell, Juan: ob. cit., pág. 131. 29 López Santa María, Jorge: ob. cit., pág. 213. 28 27 Podríamos definir la teoría de la imprevisión diciendo que es la doctrina jurídica que plantea la posibilidad de que el juez pueda revisar los términos del contrato, con objeto de modificarlo o dejarlo sin efecto, cuando, a consecuencia de acontecimientos extraordinarios, imprevistos e imprevisibles, se alteran de tal forma las condiciones existentes al momento de celebrarse, que la obligación, sin ser imposible de cumplir, se torna excesivamente onerosa y, de esta forma, restablecer el equilibrio de las prestaciones, haciendo imperar la justicia. 28 CAPÍTULO 2: ORÍGENES Y DESARROLLO HISTÓRICO 2.1 Derecho Romano En la época del Derecho Romano, según opinión mayoritaria de los autores, no existió una teoría general de la imprevisión, como se conoce hoy en día. La norma imperante era el principio de respeto a los contratos, dándoles fuerza de ley respecto de quienes han intervenido en su celebración legal. Sin embargo, sí se encuentran casos aislados en que se hace una aplicación práctica de esta teoría. Los jurisconsultos romanos más relevantes que se refirieron a la teoría en estudio fueron Africano y Paulo. Para este último, lo que interesa de los contratos es el momento de su conclusión, y no el de la ejecución. Africano señala en su obra “De solutionibus et liberationibus” lo siguiente: “Tacite enin inessa haec conventio stipulationi videtur si en eadem causa maneat”, que significa que “existía una cláusula tácita según la cual la obligación se ejecuta si permanece la misma situación que existía en el momento de la conclusión del contrato”30. 30 Cit. por Dörr Z., Juan Carlos: ob. cit., pág. 254. 29 Los filósofos romanos también se preocuparon de esta teoría, y llegaron a afirmar que no es posible obligar a nadie a cumplir lo pactado si han cambiado las circunstancias existentes al momento de contratar. Cicerón, en su obra “De officiis”, afirma “él se presenta según las circunstancias donde las cosas que parecen más dignas de un hombre justo, los principios que son los fundamentos de la justicia, desde luego el de no perjudicar a nadie obran en vista del interés común.. cuando los tiempos cambian la aplicación de esas reglas, él debe cambiar y no es más el mismo. Podemos tener un hecho, una promesa o una convención tal, que la ejecución sería perjudicial a aquel a quien se ha prometido u obligado. No es necesario, pues, mantener la promesa que será funesta a quien la recibió y si un compromiso causa más perjuicios que ventajas para aquellos que han sido vinculados..”31. Luego, señala ciertos casos de aplicación práctica: “el abogado que ha prometido su asistencia para una causa, no está obligado a mantener la promesa, si durante aquel tiempo se enferma gravemente su hijo”. “Luego, alguna vez no hay que hacer promesas ni siempre se han de devolver los préstamos; por ejemplo: si se ha depositado una espada, ésta no deberá ser devuelta al deponente que se ha vuelto loco, ni deberá ser devuelto el dinero depositado, a quien ahora hace la guerra contra su patria;...... El dar la palabra, 31 Cit. por Cardini, Eugenio: ob. cit., pág. 39. 30 el cumplir lo prometido, el entregar los préstamos una vez cambiada la utilidad se convierten en cosas no honestas”32. Séneca, en su obra “De beneficiis”, señala en términos generales: “Tan pronto como quebrante mi palabra entonces seré tachado de inconstante, siempre que quedando todas las cosas de la misma manera que cuando di mi palabra, no la mantenga. Por el contrario todo lo que cambia, me da la libertad de consultar de nuevo y me desliga de la palabra dada.... Todas las cosas deben quedar igual como estaban al dar la palabra para que cumplas la palabra prometida; si por ejemplo, yo te prometo mi asistencia legal y después resulta que la acción que tú quieres intentar es dirigida contra mi padre; si yo prometo acompañar a alguien en un viaje y posteriormente llega la noticia que los ladrones hacen inseguro el camino; si yo prometo asistirte, pero en tanto se enferma mi hijo o mi mujer es objeto de los dolores del parto, en todos estos casos el officium no me obliga a mantener la palabra que he dado”33. Es claro que el Derecho Romano no formuló una teoría de la imprevisión en los términos que hoy conocemos; las aplicaciones y proposiciones planteadas son de contenido moral y no jurídico. Pero no cabe duda que, a partir de estas formulaciones, se desarrolló posteriormente el movimiento intelectual que dio nacimiento a la doctrina jurídica de esta teoría. 32 33 Cit. por Terraza M., Juan: ob. cit., pág. 68. Cit. por Terraza M., Juan: ob. cit., pág. 69. 31 Lo que los romanos plantearon como un postulado moral, en el sentido que la existencia de una promesa, o de una obligación, debe subordinarse a la existencia de determinadas circunstancias al momento de su conclusión, posteriormente fue elevado a principio jurídico, lo que demuestra la enorme influencia que este período tuvo en el origen y desarrollo de la teoría en cuestión. 32 2.2 Edad Media 2.2.1 Los Canonistas El origen de la teoría de la imprevisión como tal, se encuentra propiamente en la obra de los canonistas. Ellos recibieron la influencia de los conceptos morales formulados por los romanos. En general, los canonistas condenaban el enriquecimiento de uno de los contratantes a expensas del otro, por considerarlo contrario a la moral cristiana. No sólo limitaron esta condena a la lesión contemporánea al contrato, sino que la extendieron a la que resultaba de un cambio posterior de las circunstancias. Es por esto que consideraban que, en todo contrato, va envuelta la cláusula rebus sic stantibus, por la cual, las partes implícitamente consienten en cumplir sus obligaciones mientras se mantengan las condiciones de hecho existentes al momento de contratar. Las primeras fuentes canónicas en que aparecen indicios de la teoría de la imprevisión son las Decretales de Graciano, que es una colección razonada de cánones conciliares, en que se extractan obras de los Santos Padres de la Iglesia, y de los comentarios del Liber Diurnus y del Corpus Juris. 33 “Graciano supone diversas hipótesis en las que no hay duplicidad ni mentira si no se mantiene la palabra empeñada “cuando sobrevienen acontecimientos imprevistos que dificultan la ejecución” (Cánon 14-C XXII, 2ª parte)”34. Es importante la opinión de Santo Tomás de Aquino, pues su doctrina informa las decisiones de los Tribunales Eclesiásticos. En su obra “Summa Theológica”, II parte, II sección, Questio CXIII, Santo Tomás se cuestiona si toda mentira es pecado, respondiendo de la siguiente manera: “aquel que promete hacer alguna cosa, si tiene la intención de hacer lo que promete, no miente porque no habla contrariamente a lo que piensa. Si después no hace lo que había prometido, entonces parece obrar sin fidelidad por aquello de que cambia de voluntad. Sin embargo, puede ser excusado por dos razones: en primer lugar si lo que ha prometido es manifiestamente ilícito; en ese caso él ha pecado prometiendo y hace bien a cambiar de designio; también si han cambiado las condiciones de las personas y de los negocios. Es así que el Apóstol no mintió cuando no fue a Corinto donde se prometió ir como se dice en el 2º cap. de la Epístola a los Corintios, y eso a causa de los impedimentos sobrevinientes”35. 34 35 Cardini, Eugenio: ob. cit., pág. 40. Cit. por Cardini, Eugenio: ob. cit., pág. 40. 34 2.2.2 Glosadores y Post Glosadores Los glosadores, primeros comentadores del Derecho Romano, no se ocuparon de la teoría de la imprevisión, salvo casos excepcionales. Como ejemplos de casos aislados, podemos citar a Juan de Andrea y a Bartolomeo di Brescia, quienes en sus obras contemplan situaciones en que una parte deja de estar obligada a otra, frente a cambios en las circunstancias imperantes al momento de contratar. Bartolomeo di Brescia señala en un texto citado por Osti: “el cánon cesa de ser debido si una creciente del río arrastra el molino, solución que se basa en el principio “quae de novo emergunt novo indigent auxilio”...., y otro caso en que se desliga al locatario del pago si las circunstancias se modificaron porque “quia tacita intelligitur inesse condictio-si in codem statu dura verit”36. Fue con los post- glosadores, durante los siglos XIV al XVI, que aparece en el dominio del Derecho, se desenvuelve y recibe aplicaciones prácticas, la teoría de la imprevisión, llegando casi a elaborarse una construcción jurídica. 36 Cit. por Cardini, Eugenio: ob. cit., pág. 41. 35 El principal exponente fue Bartolo. Para él y sus discipulos “era preciso suponer en todo contrato la cláusula rebus sic stantibus, o sea, era preciso suponer que las partes al celebrar el contrato tenían muy en cuenta las circunstancias, en forma que si éstas variaban ulteriormente, el contrato no debía ser mantenido en su primitivo ser”37. Bartolo señala el campo de aplicación de esta cláusula, y la entiende incorporada a la revocación, concebida en términos generales. Baldo de Ubaldis, discípulo de Bartolo, hace extensiva la aplicación de esta cláusula a las promesas, y es el primero que señala un texto del Digesto, en que se admite la resolubilidad de un contrato bilateral por incumplimiento de la contraprestación. A partir de este momento, la cláusula rebus sic stantibus va a ser aceptada definitivamente por la doctrina, encontrándose en todos los comentarios al Digesto y en todas las recopilaciones de los concilios. Yason del Mayo continúa extendiendo el campo de aplicación de la cláusula, ya no solamente a las revocaciones y promesas, sino, en general, a todos los actos de voluntad. En el mismo sentido se pronuncian, en Francia, Tartagui y su sucesor Tiraquellus, quien afirma: “esto, por cierto, es constante 37 De la Maza, Lorenzo: ob. cit., pág. 99. 36 en todos los actos y disposiciones a saber, que siempre se entiendan estando el asunto de la misma manera”38. Como consecuencia de los abusos que se cometieron en la aplicación de esta doctrina, surgió una reacción contra su mal uso, siendo parte de ella Andrés Alciatus, precursor de la Escuela Histórica del Derecho. Este autor comienza formulando el principio general del respeto al contrato, en que no cabe la cláusula rebus sic stantibus, puesto que la declaración de voluntad de las partes no admite modificación. Sin embargo, a continuación, da las excepciones al principio sentado, siendo la nº 4 “cuando sobreviene un acontecimiento imprevisto y que las partes no han podido entrever su eventualidad”39. 38 39 Cit. por Terraza M., Juan: ob. cit., pág. 74. Cit. por Cardini, Eugenio: ob. cit., pág. 42. 37 2.3 Siglo XVI hasta principios del siglo XIX Durante esta época, la teoría de la imprevisión es precisada y fundamentada por la doctrina y la jurisprudencia, siendo aplicada por tribunales italianos, franceses y españoles. La doctrina española, a partir de los textos romanos que permitían subsanar la lesión en la venta de los inmuebles a favor del vendedor, resolvió en el sentido que lo señalado en dichos textos no sería una norma particular, sino que se trataría de un principio aplicable a todos los contratos sinalagmáticos y para cada uno de los contratantes, indiferentemente. De esta manera, se consagró como principio universal el equilibrio de valor entre las contraprestaciones en los contratos sinalagmáticos. Inspirados en esta doctrina, en el año 1600, los tribunales españoles dictaron un interesante fallo, para resolver un conflicto entre la Universidad de Tartosa y la Cofradía de Pescadores de esa misma ciudad. Los antecedentes que se tuvieron en consideración fueron los siguientes: el año 1566, la Cofradía se comprometió a entregar a la Universidad, cada año, cierta cantidad de trigo y aceite, a cambio de derechos que ésta cedía a dicha Cofradía. Unos años después, la Cofradía estimó que se estaban lesionando sus derechos, puesto que, en virtud de nuevas 38 circunstancias, como era la disminución del valor adquisitivo de la moneda, subsistiéndo la obligación de entregar las cantidades pactadas de trigo y aceite, resultaban irrisorios los derechos que se le otorgaban como contraprestación. Por sentencia de 31 de Enero de 1600 y de 1º de Julio de 1601, el tribunal acogió la petición de la Cofradía, por considerar que los precios de víveres, herramientas, etc.., habían aumentado demasiado y, en consecuencia, dispuso la exoneración de ésta de entregar el trigo y el aceite, debiendo, en cambio, pagar el valor, computado al que tenían al momento de celebrar el contrato. Durante el siglo XVII continúa la labor de la doctrina y la jurisprudencia, avocándose de lleno al desarrollo de esta teoría. Entre los autores italianos, merecen especial mención los cardenales Mantica y De Luca, quienes establecen dos principios básicos que expone de esta forma Bruzin: “1) Por su naturaleza la cuestión de la imprevisión sólo puede tener aplicación en los contratos a término o de prestaciones sucesivas. 2) Debe limitarse a aquellos casos en que la ejecución plena suponga un perjuicio tal que constituya una flagrante injusticia”40. Se desprende, entonces, que en esta época se comenzaron a esbozar los requisitos fundamentales para que tenga aplicación la teoría de la imprevisión, a saber: que se trate de contratos que importen prestaciones 40 Cit. por Baltra, Sergio: ob. cit., pág. 18. 39 sucesivas o diferidas, mientras no estén íntegramente ejecutadas; y, que las nuevas circunstancias hagan muy onerosa o injusta la obligación. Durante la segunda mitad del siglo XVII, hasta fines del siglo XVIII, son los autores alemanes y holandeses de la escuela Culta los que realizan tentativas de elaboración técnica de la teoría de la cláusula rebus sic stantibus. Destacan los internacionalistas Hugo Grocio y Samuel Puffendorf. Ellos son contrarios a una aplicación general de esta teoría, señalando que debe interpretarse en forma restringida. Grocio, en su obra “De jure belli ac pacis”, señala que la cláusula tiene lugar “o por defecto originario de la voluntad o por acontecimientos que originan un desacuerdo con la voluntad; la primera hipótesis se realiza entre otras, por cesar las causas que plena y eficazmente movieron la voluntad. Pero hace una admisión mucho más amplia de la cláusula al desarrollar la otra hipótesis, afirmando que no es menester atenerse a la letra de los negocios, si el seguirla fuera según el concepto preferible, demasiado gravoso e insoportable, y afirma que el prestamista puede solicitar antes de tiempo la restitución de la cosa prestada si le sobreviene una urgente e imprevista necesidad...”41. Puffendorf, en su obra “De jure nature et gentium”, “también muestra desconfianza en extender el campo de aplicación de la teoría. Cita a Grocio y dice que la promesa no debe entenderse en principio con la cláusula 41 Terraza M., Juan: ob. cit., pág. 80. 40 sobreentendida rebus sic stantibus, porque es odiosa al anular el acto jurídico”42. En opinión de Bonnecase, tanto para Grocio como para Puffendorf, “la naturaleza de la relación contractual, el objetivo o finalidad psicológica del acto, hacen presumir que las circunstancias contemporáneas a la ejecución de él han sido tomadas en consideración, a lo menos inconscientemente por las partes. El contrato, la obligación, tienen siempre un enlace, una dependencia más o menos estrecha con el estado de cosas existente al celebrarse o contraerse”43. La primera tentativa de una construcción teórica completa de la cláusula rebus sic stantibus, es obra de Henri Cocceji. Se trata de una construcción completa, puesto que, con relación a la cláusula, trata todos los negocios y relaciones jurídicas, personales o reales, de derecho público o privado. Se caracteriza, además, por aceptar la aplicación de esta cláusula en forma extraordinariamente restringida, puesto que, en su opinión, sólo debe considerarse tácitamente comprendida en los casos en que viene expresamente dispuesto por la ley. 42 43 Cardini, Eugenio: ob. cit., pág. 45. Cit. por De la Maza, Lorenzo: ob. cit., pág. 100. 41 Posición contraria a la de Cocceji es la de Leyser, quien, en su obra “Meditationes ad Pandectas”, señala como regla general que “aquel que promete no es obligado al cumplimiento si acaeciera un tal cambio que no continúe ya más el estado que había al principio, y el que da la palabra lo hubiese previsto, no la hubiese hecho (la promesa)”44. Sin embargo, Leyser modera sus afirmaciones, exigiendo, para la procedencia de la cláusula rebus sic stantibus, determinados requisitos: 1. La modificación en las circunstancias debe ser tal que haga venir a menos la causa del consentimiento. 2. Que no haya habido culpa. 3. Que las circunstancias no se hayan previsto. Para Leyser, “el fundamento de la teoría se encontraba en la necesidad de interpretar la voluntad de las partes, de interpretar el contrato. Todo contrato debería interpretarse de modo que el deudor sólo permaneciera obligado rebus sic stantibus, pudiendo, por tanto, liberarse de sus obligaciones en virtud de esta cláusula implícita ante una alteración esencial de las circunstancias”45. Kopp sostiene una posición intermedia entre Cocceji y Leyser, señalando que la cláusula rebus sic stantibus está implícita en todos los negocios jurídicos, con excepción de los aleatorios, salvo pacto en contrario. Esta cláusula operaría cuando se frustra la causa final del negocio, 44 45 Cit. por Terraza M., Juan: ob. cit., pág. 81. Cit. por De la Maza, Lorenzo: ob. cit., pág. 101. 42 entendiendo por causa final, “aquella que mueve plena y eficazmente la voluntad ella sola”46. Eberhard sostiene una idea novedosa, al plantear que la cláusula operaría también en los negocios ya consumados, exigiendo que las circunstancias que hayan variado tengan el carácter de esenciales para la validez del contrato. Esta idea no es aceptada modernamente, pues la regla general, para que tenga aplicación la teoría de la imprevisión, es que se trate de un contrato cuya ejecución esté pendiente. La cláusula incide propiamente en los casos de inejecución de la prestación del deudor, puesto que, si ya se ha cumplido, habría un reconocimiento tácito de que el gravámen no era excesivo. El último autor alemán que se dedica a estudiar esta teoría durante el siglo XVIII es Weber. Recalca la importancia de que la circunstancia sobrevenida debe ser esencial para la naturaleza del contrato o por expresa convención de las partes, de manera que sin ella el contrato venga a menos. De esta forma se evitan los abusos en la aplicación de la cláusula rebus sic stantibus, puesto que, en su opinión, no puede ser suficiente el que sobrevenga una circunstancia que, de haber podido preverla uno de los contratantes, no se habría concluído el contrato. Señala que, de admitirse la resolución, en este 46 Cit. por Terraza M., Juan: ob. cit., pág. 19. 43 caso, ya nadie podría confiarse en una promesa. Por ejemplo: “si yo hubiese comprado un libro y después un amigo me lo regalase, yo debería estar autorizado a solicitar la rescisión de la venta”47. Así, vemos que, durante este período, fueron principalmente los autores españoles, alemanes e italianos quienes se preocuparon de estudiar y desarrollar la teoría de la imprevisión. Los autores contemporáneos franceses, como Domat y Pothier, no se preocupan de esta teoría ni aluden a ella, y eso explica que el Código de Napoleón, inspirado fundamentalmente en la obra de estos tratadistas, no haya tratado este tema. A fines del siglo XVIII hasta principios del siglo XIX, comienza un proceso en que la doctrina cada vez es menos favorable a la aplicación de la cláusula. Sin embargo, se producen algunas consagraciones legislativas de esta teoría. La primera, se encuentra en el Código Bávaro de 1756 (Código Maximiliano), que en su artículo 12 del título IV, cap. 15, estatuye: “Cuando...3º todos los vínculos incluyan tácitamente en sí la cláusula rebus sic stantibus, estos resultarán inválidos por el cambio de la cosa acordada en la obligación, siempre y cuando se realicen los siguientes requisitos: 1º que el cambio no sea 47 Cit. por Terraza M., Juan: ob. cit., pág. 83. 44 originado por mora o culpa aut facto debitoris; 2º que no sea fácil de prever; 3º que sea de tal naturaleza que si el deudor lo hubiese sabido antes según la opinión desinteresada y honesta de las personas inteligentes no se habría obligado, procediendo en estas circunstancias a considerar según la apreciación jurídica, si la obligación debe ser disuelta o solamente reducida en proporción del advenimiento”48. Una segunda consagración legal de la teoría se encuentra en el Código Civil Prusiano, siendo de importancia las siguientes normas: “Fuera del caso de una verdadera imposibilidad, no se podrá dejar incumplido un contrato por una alteración cualquiera de las circunstancias. Sin embargo, cuando se trate de una alteración imprevista que imposibilite la consecución del fin fundamental expresamente perseguido por ambas partes o que resulte de la naturaleza del contrato, podrá cada una de las partes prescindir de las prestaciones aún no cumplidas. Si la alteración de las circunstancias sólo afecta a la finalidad perseguida por una de las partes... esta parte podrá rescindir el contrato, pero indemnizando totalmente a la otra parte cuando la alteración se hubiese producido en su persona. Si por haberse alterado las circunstancias lo que se ha de entregar resulta ya inútil para los fines perseguidos por el acreedor, según lo pactado 48 Cit. por Terraza M., Juan: ob. cit., pág. 84. 45 éste podrá revocar el contrato, pero siempre indemnizando al deudor de todos los gastos y desembolsos hechos para su ejecución”49. Finalmente, el Código Civil Austríaco de 1812, si bien, a simple vista, parece que no ha consagrado la cláusula rebus sic stantibus, dispone en el artículo 901: “Si las partes han elevado a condición expresamente el motivo o fin de su acuerdo, éste será considerado al igual que cualquier otra condición. Fuera de esta hipótesis, las expresiones de esta naturaleza no ejercitan ninguna influencia sobre la validez de los contratos onerosos”50. A partir de este momento, principios del siglo XIX en adelante, el desarrollo de esta doctrina se interrumpe. En Francia, la teoría de la imprevisión es olvidada completamente, bajo la influencia de la doctrina de la autonomía de la voluntad. En los demás países de europa, la doctrina se torna cada vez más adversa a esta teoría. “Los principios de la Revolución francesa y la pretensión de los positivistas de que todo estaba previsto en la ley, unido al individualismo, que elevó a la categoría de dogma el principio de la libertad contractual o autonomía de la voluntad, hicieron que la imprevisión de sucesos futuros careciera de trascendencia jurídica, a no ser que se tratara de caso fortuito o 49 Cit. por Lluis, J., y Brusi, N. : “La llamada cláusula rebus sic stantibus como delimitadora del alcance del principio de que los pactos han de ser observados”, Instituto Editorial Reus, 1957, pág. 37. 50 Cit. por Terraza M., Juan: ob. cit., pág. 84. 46 fuerza mayor que imposibilitaran absolutamente la ejecución de las prestaciones libremente consentidas. La teoría de la imprevisión, para ellos, sólo arrancaba sus fundamentos en principios vagos de justicia y equidad”51. La teoría de la imprevisión va a resurgir con la Primera Guerra Mundial, el año 1914, y con las grandes crisis económicas que se produjeron, en que, producto de estas nuevas circunstancias, los juristas se dan cuenta que las normas no son lo suficientemente flexibles para adecuarse a estas realidades, y que es necesario adecuar el derecho a los hechos. No estimamos necesario tratar en este capítulo las diversas ordenanzas y leyes que se fueron dictando a partir de este momento, por cuanto algunas de ellas serán analizadas en el capítulo referente al derecho comparado. A través de esta síntesis histórica hemos podido apreciar que la teoría de la imprevisión es tan antigua como el Derecho Romano, ya que vió en él sus primeros indicios. Desde esos tiempos, ha surgido la necesidad de solucionar conflictos que se presentan por alteraciones en las circunstancias, en que un elemento imprevisible provoca excesiva onerosidad para una de las partes, de manera de remediar las injusticias que se generan. 51 Dörr Z., Juan Carlos: ob. cit., pág. 256. 47 Por medio de esta teoría se busca dar respuesta y satisfacer necesidades sociales, morales y humanitarias, que se presentan en todas las épocas, y es así como ésta ha estado presente en el desarrollo doctrinario, jurisprudencial y legislativo de todos los tiempos. 48 CAPÍTULO 3: FUNDAMENTOS 3.1 Importancia Como vimos en el capítulo introductorio, el problema de la teoría de la imprevisión consiste en determinar si es posible modificar los términos de un contrato, o resolverlo (según la solución que se adopte), cuando, a consecuencia de circunstancias graves e imprevisibles, la obligación de una de las partes, sin tornarse imposible de cumplir, sea excesivamente gravosa, de modo que se rompa el equilibrio de las prestaciones. Prácticamente, no hay discusión respecto a la necesidad de dar aplicación a esta institución, de manera de remediar la injusticia que se genera producto de estas nuevas circunstancias. Sin embargo, al momento de darle aplicación, se producen discusiones relativas a diversos puntos y, dentro de ellos, nos encontramos con el problema del fundamento de la teoría de la imprevisión. Según la opinión de Geny, “el problema del fundamento consiste en determinar el expediente de lógica formal utilizado por el legislador para 49 convertir en norma jurídica el modo cómo debe ser resuelto el conflicto de intereses considerado”52. Para muchos, podría parecer innecesario buscar los fundamentos de una institución cuando hay acuerdo en que ésta debe ser aplicada; sin embargo, es necesario conocerlos, para poder solucionar los conflictos que se pueden generar con su aplicación. El problema de los fundamentos es especialmente importante en aquellas legislaciones que carecen de texto expreso que consagre la teoría de la imprevisión. Es necesario, o más bien, imprescindible, dar argumentos sólidos que justifiquen debidamente la institución, de manera de obtener un pronunciamiento a favor de ella, ya sea de parte de la jurisprudencia, de la doctrina o del legislador. 52 Cit. por Pino, Augusto: “La excesiva onerosidad de la prestación”, Editorial Bosch, Barcelona, 1959, pág. 115. 50 3.2 Criterios de clasificación Los diversos autores han adoptado distintas formas para clasificar los fundamentos. Sólo a modo de ejemplo, por la imposibilidad de indicar la totalidad de clasificaciones existentes, podemos señalar las siguientes: Heredia y Castaño53, clasifica los fundamentos distinguiendo entre: fundamentos basados en consideraciones de carácter concreto y fundamentos basados en consideraciones de carácter general. Dentro de los primeros, distingue entre fundamentos subjetivos (incluyendo la teoría de la presuposición, teoría de la base del negocio jurídico, teoría de la voluntad marginal, teorías basadas en el consentimiento y teoría del error) y; fundamentos objetivos ( entre los que incluye la teoría de la reciprocidad o equivalencia, teoría de la causa del contrato, teoría de la excesiva onerosidad y teoría de la cláusula rebus sic stantibus). Dentro de los fundamentos basados en principios de carácter general se encuentran la buena fe, la lesión contractual, el enriquecimiento injusto, el abuso del derecho y la equidad contractual. 53 Heredia y Castaño, José Beltrán: ob. cit., pág. 311 y sgts. 51 Para Jaime Lluis y Navas Brusi54, la clasificación debe atender a la naturaleza misma de las consideraciones en que se apoyan los fundamentos, por lo que distingue entre un fundamento humanístico y fundamentos jurídicos. Dentro de los fundamentos jurídicos, distingue entre los motivos fundados en teorías jurídicas generales ( teoría del abuso del derecho, doctrina de la causa, teoría del enriquecimiento injusto, la equidad, etc..), y los motivos fundados en teorías jurídicas especiales ( teoría de la presuposición, teoría de la base del negocio jurídico, etc..). Lorenzo de la Maza55, a su vez, señala que las doctrinas que sirven de fundamento a la teoría de la imprevisión, se pueden agrupar de la siguiente manera: - argumentos que buscan el fundamento de la imprevisión en los textos positivos de las leyes vigentes; - tentativa de justificar la imprevisión atenuando la noción de caso fortuito o fuerza mayor; - argumentos que ven en la teoría algo inherente a la noción misma de acto jurídico y especialmente de contrato; - argumentos que la consideran una manifestación de la influencia permanente de las nociones de moral y de derecho en el seno del derecho positivo, o teniendo en cuenta consideraciones económico-sociales. 54 55 Lluis, J., y Brusi, N.: ob. cit., pág. 6 y sgts. De la Maza, Lorenzo: ob. cit., pág. 102 y sgts. 52 Finalmente, señalaremos la clasificación realizada por Eugenio Cardini56, y que será la utilizada por nosotros, por considerar que adopta un criterio lo suficientemente amplio para situar dentro del sistema, al menos, la mayoría de los fundamentos que se han invocado; sin perjuicio que agregaremos algunos otros fundamentos, que no han sido citados por dicho autor. Cardini distingue entre: a) Fundamentos extrínsecos, que se fundan fuera de la relación jurídica; b) Fundamentos intrínsecos, que se fundan en la misma relación jurídica; c) Posiciones intermedias, entre las dos anteriores; d) Otras posiciones. 56 Cardini, Eugenio: ob. cit., pág. 193 y sgts. 53 3.3 Fundamentos extrínsecos 3.3.1 Fundamentos extrínsecos basados en la Moral a) Teoría de Ripert Ripert es el principal expositor que funda la teoría de la imprevisión en la moral y, al respecto, enuncia la siguiente regla: ”No debe el acreedor usar de sus derechos con excesivo rigor, pues ello constituiría una suprema injusticia”57. Para él, el fundamento debe buscarse fuera de la relación jurídica, pues el principio en cuestión no emana del contrato, si no que se dirige en contra de él. Señala además que esta es una teoría peligrosa, por lo que debe ser usada con extremo cuidado y rigurosidad, y cuando afecte a toda una categoría de deudores. Ripert critica las teorías que fundan la teoría de la imprevisión en la voluntad, señalando que “contratar es prever”, por lo que todo contrato involucra en cierta forma una seguridad. También critica las teorías objetivas de la equivalencia de las prestaciones. 57 Ripert, cit. por Sanhueza, Carmen Gloria: ob. cit., pág. 9. 54 Lo que destaca al planteamiento de Ripert, es el ser el primero que extiende la aplicación de esta teoría desde los contratos a todos los actos jurídicos en general, y el buscar un fundamento extrínseco y subjetivo tan interesante como es la moral. Sin embargo, la teoría de Ripert ha recibido numerosas críticas: En primer lugar, se critica su argumento de “contratar es prever”, puesto que no hace distinción entre el álea previsible e imprevisible del contrato. “Si bien es cierto que contratar es prever y que justamente se contrata en previsión de cierta álea inseparable de todo contrato, no es menos cierto que hay otra álea imprevisible que existe hasta en los contratos aleatorios y que escapa por hipótesis a toda previsión de los contratantes”58. Es justamente en esta álea imprevisible donde juega la teoría de la imprevisión. En segundo lugar, se critica esta teoría por ser la moral un fundamento demasiado vago, careciendo de precisión. 58 Cardini, Eugenio: ob. cit., pág. 194. 55 b) Teoría de Voirin Voirin es otro autor que funda la teoría de la imprevisión en la moral. Señala que la imprevisión es anterior a la guerra, por lo que juega en todas las épocas. Su principal mérito es distinguir claramente el álea previsible del álea imprevisible del contrato. Al respecto dice: “La técnica eliminará el factor psicológico, individual, y la investigación subjetiva de los previsto e imprevisto se convertirá en la determinación objetiva de lo previsible e imprevisible”59. Voirin destaca, aún más que Ripert, la asimilación de la moral al derecho, señalando que la moral que interesa al derecho es la media del pueblo. La teoría de Voirin ha sido objeto de las mismas críticas que la de Ripert, por lo que no consideramos necesario reproducirlas. 59 Cardini, Eugenio: ob. cit., pág. 196. 56 3.3.2 Fundamentos extrínsecos basados en la Buena Fe La Buena Fe es un principio general del Derecho, “que apunta a consagrar los valores más elevados de la escala axiológica: justicia, equidad, seguridad, solidaridad. No es un principio que se desprende, necesariamente, del sistema positivo consagrado en un ordenamiento dado, sino que se ubica fuera del mismo, por encima, iluminándolo, informándolo, integrándolo, posibilitando la averiguación del sentido y del alcance de las normas”60. Para Larenz, el principio de la buena fe “significa que cada uno debe guardar fidelidad a la palabra dada y no defraudar la confianza o abusar de ella, ya que ésta forma la base indispensable de todas las relaciones humanas; supone el conducirse como cabría esperar de cuantos con pensamiento honrado intervienen en el tráfico como contratantes o participando en él en virtud de otros vínculos jurídicos”61. “Cuando la ley habla de buena fe se refiere a un concepto y a un criterio valorativo que no está forjado por el derecho, sino que el derecho lo asume y recibe de la conciencia ética de la sociedad, para lo que está llamado a velar”62. 60 Mosset I., Jorge: “El principio de Buena Fe y las cláusulas contractuales abusivas”, I Convención Latinoamericana de Derecho, 1995, pág. 2. 61 Larenz, Karl: “Derecho de obligaciones”, Editorial Revista de Derecho Privado, Madrid, 1958, pág. 142. 62 Betti, cit. por Letelier, María Constanza: “Revisión contractual por excesiva onerosidad sobreviniente”, Memoria de Prueba, Universidad de Chile, Facultad de Derecho, Santiago, 1980, pág. 74. 57 Si bien es difícil formular un concepto general de Buena Fe, podemos seguir a Fueyo y señalar que “en la acepción más amplia, válida a todas las aplicaciones de la buena fe en el derecho, buena fe significa rectitud y honradez que conducen naturalmente a la confianza. (.....) La buena fe implica confianza, seguridad y honorabilidad basadas en ella, por lo que se refiere, sobre todo, a la palabra dada. La voz fe, fidelidad, quiere decir que cada una de las partes se entrega confiadamente en la conducta leal de la otra en el cumplimiento de sus obligaciones, fiando que ésta no la engañará”63. Como principio general del Derecho, la buena fe se considera como una unidad, sin embargo, es posible distinguir dos aspectos dentro de ella: buena fe objetiva, que se manifiesta como norma y; buena fe subjetiva, que se manifiesta como facultad. La buena fe subjetiva “es la creencia que, por efecto de un error excusable, tiene la persona de que su conducta no peca contra el Derecho”64. “Se refiere a la correcta situación del sujeto dentro de la relación jurídica, no al contenido o a los efectos de la relación misma. (....) Requiere este aspecto de la buena fe un estado de conciencia, consistente en la creencia de 63 Fueyo L., Fernando: “La ejecución de buena fe de los contratos como uno de los requisitos del pago”, Revista de Derecho y Jurisprudencia, Tomo LV, 1958, pág. 98. 64 Von Thur, cit. por López S., Jorge: ob. cit., pág. 392. 58 estar obrando bien, conforme a derecho y dentro de los límites de la juridicidad; no se requiere que la actitud del sujeto se encuadre realmente dentro de los límites legales, sino que, lo determinante, es la convicción del sujeto en el sentido de encontrarse actuando legítimamente, imprimiendo así corrección a su conducta, y derivando por lo tanto para él, la protección del derecho”65. El campo de aplicación propio de la buena fe subjetiva son los derechos reales, sin perjuicio que puede manifestarse en otros campos, como el derecho de las obligaciones. La buena fe objetiva, como dijimos anteriormente, se manifiesta como norma. En este carácter, la buena fe aparece “como un dato de ordenación natural que sirve para completar el ordenamiento haciendo a una norma flexible o corrigiéndola de un resultado que, de no aplicarse al principio, sería contrario a la equidad”66. La buena fe objetiva se presenta como norma dispositiva, es decir, prescribe la realización de una determinada conducta, conforme a un principio general del Derecho, que consiste en actuar en la vida jurídica en forma honrada, leal y justa. No tiene importancia la creencia del sujeto al momento de actuar, si no que actúe conforme a este principio general. 65 66 De los Mozos, cit. por Letelier, María Constanza: ob. cit., pág. 76. De los Mozos, cit. por Letelier, María Constanza: ob. cit., pág. 79. 59 El campo de aplicación propio de la buena fe objetiva es el derecho de las obligaciones, sin perjuicio de penetrar en otros campos, como el de los derechos reales, derecho de familia, etc.. “La regla o principio de la buena fe objetiva impone a los contratantes el deber de comportarse correcta y lealmente en sus relaciones mutuas, desde el inicio de los tratos preliminares y hasta momentos incluso ulteriores a la terminación del contrato”67. Para Betti68, la buena fe actúa durante todas las fases de la vida del contrato: en una fase precontractual, cuando las partes discuten las condiciones del mismo, en el sentido de imponer deberes de información y aclaración de una parte respecto de otra, para que sepan cuál es la real situación de cada una de ellas; después de la conclusión del contrato, cuando está sujeto a una condición, consistente en mantener una conducta leal y respetuosa frente a la legítima espera de la otra parte; después de la perfección del contrato, mediante una actitud de cooperación para lograr el interés de la otra parte; finalmente, debe valorarse el interés del acreedor, para saber si éste fue totalmente satisfecho o no, y en qué forma puede satisfacerse en caso que no se haya producido. 67 López S., Jorge: ob. cit., pág. 395. Cit. por Espert, Vicente: “La frustración del fin del contrato”, Editorial Tecnos, Madrid, 1968, pág. 123 y sgts. 68 60 Para Karl Larenz, “el principio de la buena fe desarrolla su fuerza en una triple dirección: En primer lugar, se dirige al deudor, con el mandato de cumplir su obligación, ateniéndose no sólo a la letra, sino también al espíritu de la relación obligatoria correspondiente (...) y en la forma que el acreedor puede razonablemente esperar de él. En segundo lugar, se dirige al acreedor, con el mandato de ejercitar el derecho que le corresponde, actuando según la confianza depositada por la otra parte y la consideración altruista que esta parte pueda pretender según la clase de vinculación especial existente. En tercer lugar, se dirige a todos los participantes en la relación jurídica en cuestión, con el mandato de conducirse como corresponda en general al sentido y finalidad de esta especial vinculación y a una conciencia honrada”69. Así, vemos que la buena fe es un principio que informa la contratación en todas sus etapas, determina la extensión del contrato, como cuestión de orden general, y afecta a ambas partes. Señala Luzzatto que “ la buena fe es el alma de los negocios, es aquella fuerza benéfica, que previene las dificultades, o bien las allana, que representa el equilibrio entre los intereses opuestos, que proviene de los mejores 69 Larenz, Karl: ob. cit., pág. 148. 61 sentimientos del espíritu humano, sentimientos que después se difunden y se refuerzan con el mismo principio de la buena fe”70. La buena fe “integra el negocio en todo aquello que la voluntad contractual no ha previsto o podido prever, dado la limitación de la mente humana para adivinar el a veces insólito acaecer de la vida (...). Y sirve para corregir el contenido del negocio, sobre todo en fase de cumplimiento, para atenuar las consecuencias de injusticia que podrían derivarse de un mantenimiento rígido de los términos en que fue celebrado, cuando acontecimientos posteriores e imprevistos aconsejan romper la rigidez de sus términos”71. La buena fe debe estar presente durante las conversaciones previas a la celebración del contrato, en la celebración misma y, principalmente , al momento de su ejecución. De esta forma, el acreedor puede exigir que la prestación no se cumpla de una forma en que quede por debajo de lo que la buena fe exige y, por otra parte, no puede exigir más cuando el deudor realice lo que la equidad y la buena fe le exijan. Es aquí donde encontramos a la buena fe como un fundamento de la teoría de la imprevisión, puesto que puede suceder que, producto de acontecimientos imprevisibles, las prestaciones de un contrato de tracto 70 71 Cit. por Fueyo, Fernando: ob. cit., pág. 99. De los Mozos, cit. por Espert, Vicente: ob. cit., pág. 125. 62 sucesivo o ejecución diferida se tornen excesivamente onerosas, de manera que su cumplimiento irrogue graves perjuicios a uno de los contratantes y un enriquecimiento excesivo al otro. Si aquel de los contratantes que resulta beneficiado con estos acontecimientos imprevistos exige a su contraparte el cumplimiento, incurre en una flagrante violación al principio de la buena fe. Al respecto, autores como Planiol y Ripert han sostenido que “si la buena fe impone no engañar al cocontratante, también obliga a no enriquecerse con sus perjuicios si, por circunstancias imprevistas, el contrato se convierte en algo muy distinto de lo que habían pretendido hacer ambas partes”72. La Buena fe operará como una norma supletoria, de manera de corregir las injusticias que se generen producto de exigir el cumplimiento de las obligaciones que se han tornado excesivamente onerosas para una de las partes, ya sea por vía de integración o interpretación del contrato. Con este fin, la buena fe “constituye un módulo o patrón, que solamente nos indica una orientación para la determinación última de lo que es y no es exigible en las circunstancias que ofrece el caso (....). Mediante este módulo o patrón se llega a un juicio valorativo, considerando en cada supuesto las circunstancias concurrentes, como las de momento y lugar, y otras”73. 72 73 Cit. por Letelier, María Constanza: ob. cit., pág. 34. Fueyo, Fernando: ob. cit., pág. 100. 63 Para el desarrollo de este juicio valorativo y la formulación de una conclusión no es posible aplicar un criterio subjetivo, sino que será necesario, según Larenz, “el pensamiento de un intérprete justo y equitativo, ajustándose la sentencia judicial a las exigencias generalmente vigentes de la justicia, al criterio reflejado en la conciencia jurídica del pueblo o en el sector social al que correspondan los participantes, en la medida que todo ello no se contradiga a las exigencias y al contenido objetivo de los valores representativos de fidelidad y confianza”74. La buena fe, dada como fundamento de la teoría de la imprevisión, ha sido expuesta por Wendt y Klenke75. Para Wendt la buena fe es una forma de seguridad en la aplicación del derecho a cada caso concreto. Para el doctor Alsina Atienza, la buena fe es el único fundamento posible de la teoría de la imprevisión. Sostiene que “el deudor estuvo en su derecho al entender obligarse con el alcance que atribuían a su declaración de voluntad esas circunstancias (las circunstancias ambientes que existían en el momento de contratar o las que previsiblemente podrían sobrevenir). El acreedor no lo estuvo en cambio si creyó en un alcance diverso por la sencilla razón que nadie contrata para arruinarse”. Y agrega “la voluntad presunta juega pues su papel en esta materia pero limitada o condicionada por la juiciosa apreciación de las circunstancias ambientales; más que voluntad presunta es voluntad aparente 74 75 Cit. por Fueyo, Fernando: ob. cit., pág. 100. Cit. por Cardini, Eugenio: ob. cit., pág. 197. 64 que induce a suponer un alcance aparente en las obligaciones contraídas. Quien interpreta torpemente el alcance de una declaración de la voluntad debe sufrir las consecuencias”76. Osti ha criticado la buena fe como fundamento de la teoría de la imprevisión, señalando que si éste es el único fundamento, implica reconocer que no es posible fundar esta teoría jurídicamente. Para este autor, el principio de la buena fe es un “derecho todavía amorfo, no explorado y no definido, pues no teniendo límites fijos y conocidos no es posible atribuírles relevancia jurídica”77. Esta crítica pierde fuerza a partir del concepto de buena fe dado por autores como Gorphe o Alsina, puesto que ésta adquiere precisión técnica, y carece de la vaguedad e imprecisión de los conceptos de los antiguos autores exponentes de esta fundamentación. Existen algunos códigos y fallos que han acogido la teoría de la imprevisión, aplicando como fundamento la buena fe. Así, por ejemplo, el Código Polaco de las Obligaciones, en su artículo 269, expresa: “Cuando, a consecuencia de acontecimientos excepcionales, tales como: guerra, pérdida total de cosechas y otros cataclismos naturales, la ejecución de la prestación pugnase con dificultades excesivas o amenazara a 76 77 Cit. por Cardini, Eugenio: ob. cit., pág. 199. Cit. por Rivas, Ramón: ob. cit., pág. 98. 65 una de las partes con una pérdida exorbitante, que las partes no han podido prever al concluirse el contrato, el tribunal puede, si lo juzga necesario, fijar el modo de ejecución, el monto de la prestación, o aun pronunciar la resolución de la convención, según los principios de la buena fe y después de haber tomado en consideración los intereses de las dos partes”78. Tribunales alemanes aplicaron la teoría de la imprevisión, en relación a obligaciones de entregar sumas de dinero desvalorizadas a consecuencia de crisis económicas. En Francia, el Comisario de Gobierno Chartenet, en el caso de “escape de gas de Burdeos”, dijo en su voto: “el contrato no puede aplicarse hoy estrictamente, literalmente; eso sería contrario al principio de que los contratos deben ejecutarse de buena fe”79. Durante la discusión de la Ley Faillot, el diputado Faillot dijo: “Parece difícil sostener que un negocio concluído en circunstancias normales al precio corriente con un álea limitada, sea ejecutado de buena fe si el comprador, aprovechando acontecimientos extraordinarios y pasajeros, exige la entrega en condiciones que le procuren una ganancia exorbitante o absolutamente imprevista y que arruinaría al vendedor”80. 78 Alsina A., Dalmiro: “El principio de la Buena fe en el proyecto de reforma de 1936”, Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires, 1942, pág. 44. 79 Cit. por Sanhueza, Carmen Gloria: ob. cit., pág. 13. 80 Cit. por Sanhueza, Carmen Gloria: ob. cit., pág. 13. 66 3.4 Fundamentos intrínsecos 3.4.1 La Voluntad a) Teoría de la Presuposición de Winscheid Esta teoría consiste “en negar una justa causa a los efectos jurídicos de una declaración de voluntad que se ha emitido bajo presuposición, por cuanto quien así lo hace emite esa declaración teniendo en cuenta las circunstancias existentes en esa época y suponiendo que han de mantenerse en el mismo estado. Los efectos de la declaración de voluntad se producirán aunque la presuposición resulte falsa, pero, en este caso, esos efectos carecerán de fundamento que justifique su existencia, ya que no guardarán armonía con la verdadera voluntad del declarante (......) La variación brusca, imprevisible y grave de ellas, autorizará para oponer la excepción que se atribuye como efecto a la presuposición”81. Winscheid formuló esta teoría a mediados del siglo XIX. Él formulaba que la voluntad puede manifestarse en forma condicional, expresando dicha condición, o bien, igualmente producir efectos jurídicos (la condición), sin que 81 De la Maza, Lorenzo: ob. cit., pág.112. 67 se haya expresado, pero en la medida que ésta sea inequívoca, y es lo que él llama presuposición. La presuposición puede ser definida como “toda expectativa o creencia de las partes sobre el negocio a realizarse, sin la cual quien emite una declaración no la habría formulado, es decir, está implícita una condición no desenvuelta por los contratantes”82. Es decir, la presuposición equivale a una condición no expresada al momento de contratar, una verdadera limitación a la voluntad, siendo requisito esencial el que sea conocida por la otra parte. En caso que esta expectativa o creencia que se tuvo al momento de contratar cambiara drásticamente, los efectos jurídicos del acto se producirán, pero carecerán de fundamento para justificar su existencia, puesto que no corresponden a la verdadera voluntad del contratante. En este caso, nace para él una excepción (exceptio doli), para negarse a aquello que se ha prometido, y una acción directa (condictio sine causa), para exigir la restitución de lo que se haya dado en virtud de un presupuesto falso. Se ha planteado como una dificultad de esta teoría el poder distinguir entre el presupuesto que consiste en el motivo que las partes tienen al momento de contratar, y que es determinante para ello, y aquellos motivos 82 Flah, L. y Smayevsky, M.: “Teoría de la imprevisión”, Editorial Depalma, Buenos Aires, 1989, pág. 18. 68 internos de cada contratante que, por regla general, carecen de efectos jurídicos. Frente a esto, Cogliolo ha señalado que se trataría de una dificultad teórica y no práctica. “Es teórica, porque en toda búsqueda conceptual la cuestión de los límites es siempre más difícil (....); no es práctica, porque las circunstancias concretas del caso humano hacen sentir cuál es aquel hecho que influye sobre ambos contratantes, determinando necesariamente su voluntad, y cuál es aquel otro u otros hechos que pertenecen a los motivos internos subjetivos e íntimos de uno de los contratantes”83. La teoría de la presuposición ha sido objeto de diversas críticas, destacándose la de Lenel. Lenel señala que “ admitir esta teoría sería acabar con la seguridad jurídica. Si tanto interesa un hecho al contratante bastaría con que lo ponga como condición en el contrato: por no hacerlo incurriría en temeridad. Lo contrario implicaría imponer a la otra parte una condición que no aceptó”84. Y continúa, “Los peligros de esta doctrina no se evitan ni se atenúan reconociendo sólo como jurídicamente eficaz, según hace Windscheid, aquella presuposición que sea notoria para la parte contraria (...). Un motivo no gana en eficacia porque la parte contraria lo conozca, ni aún por el hecho de que se le comunique expresamente, a menos que el declarante haga de él una 83 84 Terraza M., Juan: ob. cit., pág. 119. Cit. por Lluis, J. y Brusi, N.:ob. cit., pág. 26. 69 condición. En otro caso, el motivo, aunque comunicado, no pasa de ser simple motivo...”85. Lorenzo de la Maza considera que esta doctrina es poco aceptable. “En primer lugar, es una forma diversa de invocar la cláusula rebus sic stantibus y la podemos rechazar con las mismas razones que ésta. Enseguida, equivaldría a imponer a la otra parte una condición resolutoria que no ha aceptado. Además, se trata de dar fuerza y valor jurídico a los motivos que las partes tienen al contratar, y sabemos que el motivo que induce a contratar no influye en la eficacia del negocio jurídico que se celebra. Y no se puede sostener que el conocimiento que la otra parte tenía de la presuposición equivalga a su aceptación, porque un motivo no gana en eficacia por ser conocido de la otra parte, si no se estipula como condición”86. Para nosotros, esta teoría de la presuposición no es la más adecuada para fundamentar la teoría de la imprevisión. Consideramos que existen diferencias importantes entre la imprevisión y la presuposición, que hacen difícil poder invocarla como su fundamento. Siguiendo a Terraza Martorell, podemos señalar como diferencias las siguientes: 85 86 Cit. por Sanhueza, Carmen Gloria: ob. cit., pág. 15. De la Maza, Lorenzo: ob. cit., pág. 113. 70 - La presuposición se basa en un acontecimiento futuro, determinado y previsible, al cual el contratante subordina su obligación; en la imprevisión, en cambio, el acontecimiento es, precisamente, imprevisible. - La presuposición es una parte integrante de la voluntad contractual; mientras que, en el caso de la imprevisión, la voluntad de los contratantes es incondicionada y, como consecuencia de la alteración de las circunstancias, totalmente imprevisibles, se puede decir que si las partes lo hubiesen podido prever, no habrían contratado. - La presuposición se funda en una condición que no se ha expresado; la imprevisión se funda en una diferencia entre la realidad que los contratantes se representaron a futuro y la realidad efectiva, concreta. 71 b) Teoría de la Voluntad Marginal de Osti Osti desarrolla su teoría bajo la influencia de la teoría de Windscheid. Para él, el fundamento de la imprevisión es un problema de voluntad. “La cuestión no es que los contratantes hayan querido que el contrato no tenga efecto verificándose determinadas circunstancias sobrevinientes sino que hayan querido el contrato en relación a determinado estado de cosas y que sobreviniendo otras circunstancias no lo hubiesen querido”87. Para explicar su teoría, parte del análisis de la promesa, y señala que existen dos voluntades: la voluntad directa de obligarse, y la voluntad de ejecutar la prestación correspondiente, para la cual se exige un determinado estado de cosas. Es esta segunda voluntad, la llamada “voluntad marginal”. “En los negocios bilaterales el promitente se representa, junto con el sacrificio para actuar la promesa, las utilidades que obtendrá con la contraprestación, teniendo en cuenta las “virtualidades prácticas” del objeto de esa contraprestación objetivamente considerada y el destino que ese objeto pueda tener en su economía individual. La voluntad marginal, así entendida, no puede ser el objeto de la voluntad común necesaria para la formación del 87 Cardini, Eugenio: ob. cit., pág. 209. 72 consentimiento en los negocios bilaterales, porque se trata de una valoración subjetiva hecha en relación con la economía individual de cada contratante”88. Por lo tanto, podemos señalar que, la voluntad marginal de cada uno de los contratantes tiene el siguiente contenido: “a) la obtención efectiva de la contraprestación; b) la obtención efectiva de la contraprestación como entidad económica en relación al sujeto; y c) la ejecución de una prestación cuya realización en relación económica con el mismo sujeto corresponde a aquellos que se le representó al acto de prometer”89. Es por esto que, si se produce una excesiva onerosidad en la prestación, el contratante no podrá recibir la contraprestación con los mismos medios económicos que se representó al momento de celebrar el contrato, por lo que no se alcanzaría esta voluntad marginal. Esta teoría fue criticada por Pugliese. En primer lugar, considera que esta teoría parte del error de estimar que, para que el contrato permanezca en el tiempo y sea eficaz, es necesario que se 88 89 mantenga la misma voluntad inicial. El contrato es eficaz De Heredia y Castaño, José: ob. cit., pág. 317. Cardini, Eugenio: ob. cit., pág. 210. 73 independientemente que la voluntad inicial, necesaria para darle nacimiento, cambie, pues ésta se objetiviza y se impone como ley a los contratantes. En segundo término, señala que la “voluntad marginal” se confunde con los motivos internos, que sirven para determinar la voluntad inicial, pero que son absolutamente irrelevantes para el Derecho. 74 c) Teoría de la Base del Negocio de Oertmann La teoría de Oertmann se desarrolla a partir de la teoría de la presuposición. Él trata de superar las críticas que se hicieron a la teoría de Winscheid, diferenciando la presuposición de los simples motivos. La base del negocio, para Oertmann, “es la representación mental de una de las partes en el momento de la conclusión de un negocio jurídico, conocida en su totalidad y no rechazada por la otra parte, o la común representación de las diversas partes sobre la existencia o aparición de ciertas circunstancias, en las que se basa la voluntad negocial”90. “La base del negocio es lo que una de las partes piensa respecto de la existencia, subsistencia o aparición de ciertas circunstancias, siempre que se tome como tal base sobre la que reposa el negocio. No es un verdadero motivo; basta que tenga un significado negativo, en el sentido que sin ella no se habría tomado la resolución; el motivo sólo tiene valor para una de las partes, mientras que la base lo tiene para las dos. Las circunstancias que dan base al convenio deben ser notorias en la estructura externa del negocio; no es una condición, porque ésta supone una creencia que se duda coincida con la realidad, mientras que la creencia base del negocio corresponde a una convicción absoluta. 90 Cit. por Espert, Vicente: ob. cit., pág. 75. 75 Si lo que para una de las partes es la base no resulta cierto, podrá pedir la rescisión, pero dejando a la otra parte la posibilidad de mantenerlo en pie si se presta a introducir alteraciones que exige la equidad”91. Podemos notar la diferencia de la posición de Oertmann con lo expuesto por Winscheid. Para este último era suficiente, para que el contrato perdiera eficacia, la “presuposición” de una de las partes aunque no fuera conocida por la otra, con tal que hubiese podido conocerla. Para Oertmann, en cambio, es necesario que la “representación mental”, que constituye la base del negocio, sea común de ambas partes, o bien, si es unilateral, que sea conocida y no rechazada por la otra. Esta teoría fue objeto de críticas, destacándose las de Lenel. Oertmann señala que la base del negocio debe encontrarse en la estructura externa del negocio jurídico, pero no dice qué debe entenderse por esta estructura externa. Se dice, además, que esta teoría se basa en una ficción, que consiste en suponer que las partes se representaron mentalmente ciertas circunstancias que constituyen la base del negocio. “Si las partes no pensaron en la alteración o si, aunque pensasen, no lo expresaron, no llegando a ser una condición del 91 Heredia y Castaño, José: ob. cit., pág. 313. 76 contrato, es una pura ficción; admitirla como fundamento de rescisión supone tanto como acabar con toda idea de la seguridad necesaria para el comercio jurídico”92. A fin de superar las dificultades de la teoría de la base del negocio de Oertmann, surgen posturas de autores como Locher y Lehmann. Locher sostiene que la base del negocio “no está constituída por las representaciones de las partes, sino que por las circunstancias objetivas necesarias para que el contrato pueda alcanzar su finalidad, determinada por las partes y puesta de relieve en el mismo por la conducta de aquéllas conforme al contrato”93. Lehmann, por su parte, propone una teoría unitaria, en que se intenta fusionar la concepción subjetiva y la objetiva. Para él, “ha de buscarse y tenerse en cuenta si cada contratante, obrando de buena fe y en atención al fin del contrato, tiene que admitir que el contrato dependía de las circunstancias en cuestión o bien, actuando lealmente, tiene que admitir que al concluir el contrato la inseguridad de tales circunstancias se tomó en consideración”94. 92 Lenel, cit. por Heredia y Castaño, José: ob. cit., pág. 313. Larenz, cit. por Dörr, Juan Carlos: ob. cit., pág. 257. 94 Diez Picazo, Luis: ob. cit., pág. 878. 93 77 Pero quien desarrolla con mayor exactitud y precisión la teoría de la base del negocio como fundamento de la imprevisión, es Karl Larenz. Perfecciona el concepto “base del negocio” distinguiendo entre base subjetiva y base objetiva. La base subjetiva del negocio es “aquella común representación mental de los contratantes por la que ambos se han dejado guiar al fijar el contenido del contrato. La representación tiene que haber inducido a concluir el contrato no a una sino a ambas partes. Si la representación no se realiza, cada una de las partes ha incurrido en un error en los motivos, que se refiere a una situación de hecho por ambas partes admitida, o sea, a una presuposición común a ambas”95. Este es el sentido que emplean Winscheid y Oertmann en sus teorías; se trata de una base del negocio subjetiva, la que se refiere a un error en los motivos. “La imprevista desaparición de las circunstancias que configuran la base subjetiva del negocio, no determinan, pues, la desaparición de la base del negocio, por lo que la relación contractual puede subsistir como regulación dotada de sentido”96. 95 96 Larenz, cit. por Letelier, María Constanza: ob. cit., pág. 31. Letelier, María Constanza: ob. cit., pág. 31. 78 La base objetiva del negocio, en cambio, es “el conjunto de circunstancias y estado general de cosas cuya existencia o subsistencia es objetivamente necesaria para que el contrato, según el significado de las intenciones de ambos contratantes, pueda subsistir como regulación dotada de sentido”97. Esta base objetiva puede desaparecer en dos hipótesis: “1) Cuando la relación de equivalencia entre prestación y contraprestación, establecida en el contrato, se ha destruído de tal manera que ya no puede razonablemente hablarse de contraprestación (destrucción de la relación de equivalencia); 2) Cuando la común finalidad objetiva del contrato, expresada en su contenido, haya resultado definitivamente inalcanzable, aun cuando la prestación del deudor sea todavía posible (frustración de la finalidad)”98. La desaparición de la base del negocio “autorizaría a la parte perjudicada para negarse a cumplir su prestación, hasta que la otra parte consienta en el restablecimiento de la equivalencia. Si se rehusa al restablecimiento de la relación de equivalencia, el contratante afectado puede desistir del contrato, o rescindirlo sin sumisión o plazo alguno. 97 98 Larenz, cit. por Dörr, Juan Carlos: ob. cit., pág. 258. Diez P., Luis: ob. cit., pág. 879. 79 En cambio, si el contratante desfavorecido ya ha realizado su prestación y no ha recibido una contraprestación aceptable, dispone de una pretensión de enriquecimiento (sin causa) contra la otra parte”99. 99 Larenz, cit. por Letelier, María Constanza: ob. cit., pág. 32. 80 d) Teoría del Deber del Esfuerzo de Hartmann Para Hartmann100, es necesario distinguir, dentro del vínculo obligatorio, dos elementos: el debitum, es decir, el elemento personal (el deber de ejecutar la prestación), y la obligatio, es decir, el elemento patrimonial (la satisfacción del acreedor). Ambos elementos se encuentran en posición de medio a fin. Señala que el contenido del deber jurídico que nace de la obligación se sustancia, no en la prestación, no en un resultado final, sino que en un deber de esfuerzo, más o menos intenso, según el caso, para alcanzar la finalidad de la obligación. Lo importante es que el deudor cumpla con el deber de esfuerzo que para el caso concreto se le ha impuesto, de manera que el incumplimiento por circunstancias imprevistas, ajenas a su voluntad, no puede serle imputable si ha obrado de este modo. Frente a la posición de Hartmann, surge la crítica de Brecht101. Para él, las personas contratan para obtener de otros una finalidad, que no pueden obtener con su propia actividad. Así, lo que un contratante promete a otro es el 100 Giovene, Achille: “L’impossibilitá della prestazione e la sopravvenienza”, Ed. Cedam, Padova, 1941, pág. 57 y sgts. 101 Cit. por Giovene, Achille: ob. cit., pág. 57 y sgts. 81 resultado, pero el deber que se le impone no puede ser el resultado, pues es posible que por hechos externos éste no pueda cumplir. Por esto, el deudor debe hacerse cargo del deber de realizar la actividad necesaria para conseguir el resultado, pero sólo en la medida que sea posible realizarla; pasados estos límites, no es lógico hablar de un deber para obtener el resultado, ni es posible exigir su responsabilidad. Al deudor sólo se le puede exigir una diligencia media requerida para los negocios ordinarios y, cumpliendo con este deber contractual, no se le puede exigir más en razón del contrato, aun cuando no se haya alcanzado el fin de la obligación. Giovene102 también critica la teoría de Hartmann, señalando, entre otras cosas, que este autor le quita a la obligación uno de sus elementos fundamentales, la prestación. Hartmann conceptualiza la relación obligatoria sólo como una coacción a un comportamiento para obtener un determinado fin, como una mera obligación de diligencia, por lo que se hace prevalecer el vínculo, dejando de lado el objeto. Lo critica también por considerar que, lo errado de su teoría es la generalización, haberla extendido a todas las relaciones obligatorias, siendo que, en algunas obligaciones, lo debido es el resultado y en otras, un mero comportamiento. Cita, como ejemplo, la obligación de custodia, que puede 102 Giovene, Achille: ob. cit., pág. 57 y sgts. 82 dirigirse a un determinado resultado (conservación de la cosa), o satisfacerse en el deber de un determinado comportamiento, en la obligación de una determinada medida de diligencia, en relación a la finalidad de conservación. Esa teoría recibe, también, la crítica de Krückmann103, quien señala que, si se considera que la obligación no importa el resultado, sino el esfuerzo necesario para satisfacerla, podría considerarse que la obligación no ha sido satisfecha íntegramente si implicó para el deudor un esfuerzo menor del que se deducía de la obligación. Barassi104 rebate la objeción de Krückmann, señalando que el deber de esfuerzo se dirige a la consecución de un resultado; el esfuerzo es un medio, por lo que, si el fin se consiguió con un menor esfuerzo, se debe considerar cumplida la obligación. 103 104 Giovene, Achille: ob. cit., pág. 62 y sgts. Misma cita. 83 e) Teoría de la Causa: Concepción moderna Considerando la causa desde el punto de vista de la concepción moderna, podemos incluírla dentro de los fundamentos de la imprevisión que se basan en la voluntad. La teoría moderna de la causa postula que ésta comprende no sólo la voluntad de obligarse, sino también el fin de la voluntad de contratar. Parte del supuesto de que la causa constituye un requisito fundamental para el nacimiento y desarrollo del contrato. Esta doctrina, “ve en la causa no sólo el fin abstracto y permanente del contrato (móvil específico), sino la finalidad concreta perseguida por las partes e incorporada al acto jurídico como elemento determinante de la declaración de voluntad (móvil impulsivo y determinante)”105. Según Chironi, “la causa en el negocio jurídico es el fin, el intento respecto al cual la ley comprende y compone la voluntad declarada, esto es, el fin que la voluntad pretende conseguir según la ley”106. Para Roca Sastre, es “el porqué inmediato, jurídico y objetivo en virtud del cual una persona hace una declaración jurídica de voluntad”107. 105 Badenes Gasset, cit. por Baltra, Sergio:ob. cit., pág. 46. Cit. por Terraza M., Juan: ob. cit., pág. 8. 107 Cit. por Terraza M., Juan: ob. cit., pág. 9. 106 84 La causa debe intervenir al momento en que las partes celebran el contrato, y se debe mantener hasta la ejecución total de éste. La obligación existe y se mantiene en la medida que se sustente por su causa. La causa está compuesta por la equivalencia querida por las partes. “La noción de causa se presenta sancionando la necesidad de un equilibrio más o menos jurídico, entre la promesa de aquél que se obliga y la consideración de la ventaja material, o de la satisfacción moral, que forma el fin y la contrapartida de su obligación”108. Si la causa debe subsistir durante toda la vida del contrato, es preciso que se mantenga también la equivalencia de las prestaciones de las partes. En caso que se presenten acontecimientos imprevistos y extraordinarios, que hagan para una de las partes excesivamente onerosa la prestación, se rompe este equilibrio, y se produce un vicio o falta de causa en la obligación que este contratante debía cumplir. Pino lo explica señalando que “el defecto parcial de causa, tanto genético como funcional, es posible porque la ley acoge como principio general, para los contratos, con excepción de los aleatorios, el de la adecuación del sacrificio patrimonial en relación al sacrificio de la parte contraria, o a las previsiones, según la valorización de la conciencia social. Cuando esta adecuación falte, por razones y modos previstos por la ley, la 108 Terraza M., Juan: ob. cit., pág. 11. 85 causa está viciada; y la excesiva onerosidad sería precisamente un vicio funcional de la causa”109. Esta teoría se ha criticado, básicamente, por considerarse que se da un alcance demasiado amplio y genérico al concepto de causa, excediéndolo de sus límites tradicionales. Se ha señalado que, si la ley exige la causa, como un requisito esencial del contrato, éste no podría ser valorado después de la formación del contrato, y no sería posible que aparezca o no exista después que el acto jurídico ha producido efectos. 109 Pino, Augusto: ob. cit., pág.165. 86 3.4.2 Teorías afines a la voluntad o de la voluntad más o menos presunta Todas estas teorías están, en mayor o menor medida, inspiradas en la Teoría de la Presuposición de Winscheid. Señalaremos brevemente las más importantes. Manara, señala que “la voluntad contractual abarca sólo los riesgos ordinarios comunes, pero no el riesgo excepcional e imprevisible, que, como tal, no puede entrar en la formación de la voluntad contractual”110. Por lo tanto, la obligación que se le impone al deudor no puede exigirse frente a circunstancias imprevistas sobrevinientes, pues se estaría excediendo el límite de la voluntad de los contratantes. Dusi estima que “en los contratos de prestaciones continuadas la voluntad está determinada, en el momento de la conclusión, por las condiciones de hecho entonces existentes, que forman el “ambiente objetivo” en que aquella voluntad se desarrolla; por ello, si en una época posterior este ambiente se transforma, por un cambio no previsible, de tal modo que llegue a 110 Cit. por Heredia y Castaño, José: ob. cit., pág. 320. 87 estar en contradicción con la voluntad manifestada, entonces, al cesar esta voluntad debe también cesar el vínculo contractual creado por ella”111. Cogliolo fundamenta la teoría de la imprevisión en el consentimiento, y afirma que las condiciones son modalidades expresas del consentimiento; y agrega que el consentimiento está determinado por motivos internos de cada contratante, que normalmente no producen efectos jurídicos, pero señala que “entre el territorio de pactos expresos o tácitos de las condiciones del contrato y el territorio de los motivos internos hay una zona intermedia constituída por aquellos hechos objetivos externos que fueron el “substractum”, el presupuesto que elevó a voluntad jurídica de los contratantes el consentimiento”112. Renard sostiene, en forma demasiado extrema, que “cabe suponer en el acreedor una renuncia o transacción anticipada, cuando sobreviene el cambio imprevisible”113. Estas teorías de la voluntad presunta, a nuestro juicio, llegan muy lejos en su ficción, por lo que es pertinente recordar la crítica de Alsina que sostiene que “la voluntad de los contrayentes tiende a obtener la satisfacción de necesidades y se inspiran en su interés particular no concibiéndose así que 111 Cit. por Heredia y Castaño, José: ob. cit., pág. 319. Cit. por Cardini, Eugenio: ob. cit., pág. 213. 113 Cit. por Cardini, Eugenio: ob. cit., pág. 212. 112 88 teniendo intereses divergentes sus voluntades coincidan en el punto en que están en conflicto esos intereses, y menos que se presuma esa voluntad”114. 114 Cit. por Cardini, Eugenio: ob. cit., pág. 213. 89 3.4.3 Teoría de la Equivalencia de las Prestaciones En los contratos onerosos conmutativos, las prestaciones de las partes se miran como equivalentes al momento de contratar , y esta equivalencia debe mantenerse durante toda la vida del contrato. Quienes postulan esta doctrina como fundamento de la teoría de la imprevisión, dicen que “si el estado de cosas contemporáneo a la celebración del contrato cambia brusca e imprevisiblemente, produciendo un trastorno general, uno de los contratantes quedará en situación privilegiada a expensas del otro; uno de ellos dejará de percibir todas las ventajas que tuvo en vista y que lo movieron a celebrarlo, desapareciendo así el fundamento, el móvil que las partes tuvieron presentes al contratar. ¿No será justo, en este caso, revisar el contrato o librar a la parte lesionada?”115. Giorgi, sostiene que “al verificarse por efecto de todo cambio imprevisto una alteración permanente en el estado de hecho que produzca un desequilibrio en el vínculo creado, el contrato se hace resoluble, ya que se alteró la relación de correspectividad entre los contratantes. Por razones de equidad y justicia distributiva, debe restablecerse el equilibrio del contrato, 115 De la Maza, Lorenzo: ob. cit., pág. 109. 90 buscando la utilidad común que dio origen a la celebración y ejecución de éste. Esta es una tarea que le corresponde a la ley y para que la aplique el juez”116. Krückmann postula la teoría del equilibrio de intereses. Señala que es necesario que los intereses de las partes sean equitativos, y deben permanecer de este modo, según las circunstancias; considera injusto tener en cuenta sólo los intereses al momento del nacimiento de la obligación y no aquellos que acompañan a las modificaciones de las circunstancias. El hacer prevalecer equitativamente los intereses según las circunstancias, “se logra indemnizando a la parte lesionada en una rescisión por novedad en las circunstancias. También, en virtud del equilibrio de intereses, el deudor no puede renunciar a que el acreedor se preste a elevar proporcionalmente su contraprestación ante la nueva situación dineraria”117. Para Barsanti, en los contratos de tracto sucesivo está implícito el elemento de la equivalencia, y este equilibrio en las relaciones se debe exigir al momento de la celebración y al momento del cumplimiento de las prestaciones. Maury llega a afirmar que la “equivalencia económica de las prestaciones es la base del consentimiento: al contratar las partes han calculado la posibilidad de ganar o de perder basadas en el estado de cosas 116 117 Sanhueza, Carmen Gloria: ob. cit., pág. 27. Lluis J. y Navas B.: ob. cit., pág. 22. 91 existente y la equivalencia es así valuada por las partes de acuerdo a sus previsiones realizándose así lo que él llama equilibrio provisional”118. Se ha criticado su postura, por considerarse que es cierto que las partes calculan sus posibilidades de ganar, pero no las de perder, pues nadie contrata para perder. Además, existen muchos ejemplos en que las partes creen que han realizado un muy buen negocio, lo que demuestra que no existía equivalencia de prestaciones como base del consentimiento. Lenel considera que el “equilibrio de los intereses” es la teoría que sirve para solucionar el problema de alteración en las circunstancias, en los contratos conmutativos de ejecución diferida o de tracto sucesivo. Señala que “si bien el admitir la posibilidad de una rescisión de los contratos quebrante inevitablemente la confianza, sin la que no puede existir el comercio jurídico, estas fatales consecuencias se pueden atenuar permitiendo a la parte a quien se impone la restricción, la seguridad de que su confianza no ha de acarrearle ninguna pérdida positiva”119. A nuestro parecer, siguiendo a muchos autores, el equilibrio de las prestaciones, por sí solo, no basta para fundamentar la teoría de la imprevisión. Se puede plantear que la revisión de un contrato sea consecuencia de un 118 119 Cardini, Eugenio: ob. cit., pág. 215. Cit. por Heredia y Castaño, José: ob. cit., pág. 327. 92 desequilibrio en las prestaciones, producido por una alteración en las circunstancias, pero se fundamenta en nociones de justicia y equidad. Es más, son los propios sostenedores de esta teoría quienes recurren a otras instituciones, básicamente la moral y la justicia, para apoyarla. 93 3.5 Posiciones intermedias Se trata de una zona intermedia, entre los autores que fundan la imprevisión fuera de la relación jurídica, y aquellos que lo hacen dentro de ésta. 3.5.1 Teoría de la Situación Extracontractual de Bruzin Para Bruzin, la fuerza obligatoria del contrato resulta del consentimiento, es decir, del acuerdo de voluntades de las partes, por lo tanto, para saber cuál es la extensión de esta fuerza obligatoria, se debe apreciar la extensión del consentimiento. Pero este consentimiento debe ser considerado en relación al medio en que aparece, en relación al medio en que se produce y se desarrolla este acuerdo de voluntades. “Las partes se representan los efectos de derecho que sus voluntades pueden producir; pero sólo pueden representarse aquellos efectos que están en condiciones de concebir y atribuirles las consecuencias jurídicas y económicas que en el momento de concluirse el contrato están en la posibilidad de ser previstas por ellas. En consecuencia, las partes sólo han podido querer lo que dado el medio era posible concebir en ese momento, y el 94 acuerdo de voluntades, que existe respecto de lo previsible, no puede ser invocado cuando se realiza lo imprevisible”120. Bruzin distingue entre lo previsible y lo imprevisible y, para referirse a ello, habla de circunstancias contractuales y circunstancias extracontractuales. “Mientras nos encontremos en el dominio de lo previsible, las circunstancias tendrán carácter contractual y subsistirá la fuerza obligatoria del contrato, puesto que no ha sobrepasado el límite de extensión del acuerdo de voluntades que lo hizo nacer. Surgiendo acontecimientos imprevisibles, se excederán esos límites si se pretende que el contrato sea íntegramente ejecutado; las circunstancias presentarán un carácter extracontractual y el contrato no tendrá fuerza obligatoria en todo lo que exceda a lo querido por el acuerdo de voluntades que forman el consentimiento”121. La teoría de Bruzin fue criticada, entre otros, por Voirin, quien considera que es erróneo hablar de circunstancia o situación extracontractual, pues lo que existe es un hecho extracontractual, por tanto, una realidad, y no una situación extracontractual, que implica una ficción. Se ha criticado, además, por cuanto esta teoría sería contraria a la seguridad jurídica y al principio de fuerza obligatoria del contrato. Lo cierto es que las partes, al contratar, ante todo tienen presente el carácter irrevocable de 120 121 De la Maza, Lorenzo: ob. cit., pág. 110. De la Maza, Lorenzo: ob. cit., pág. 111. 95 sus obligaciones, y no se puede pasar a llevar estos principios haciendo prevalecer análisis arbitrarios respecto a la voluntad individual. 96 3.5.2 Doctrina italiana del Estado de Hecho condicionado por la ley Donato Lalanne sostiene esta teoría, inspirándose en los tratadistas italianos como Coviello, Mazzone, etc.. Para él, la voluntad resulta de una agregación compleja de motivos. Los motivos, a su vez, abarcan afectos y fines, que dependen de la naturaleza del sujeto que los expresa. Según la doctrina italiana, todo estos motivos, móviles, fines, causa, etc.., conforman un “estado de hecho” que está condicionado por la ley. “Los motivos, fines, etc. son elementos psicológicos de la voluntad que constituyendo la intención pura, interna del agente escapan en principio a la competencia del derecho. Cuando se exteriorizan constituyen condiciones particulares de la situación de hecho tendientes a la consecución de un fin práctico y se incorporan entonces, junto con la causa y envueltos y amparados por la ley en última instancia, a la situación de hecho122”. Esta doctrina postula que todo está condicionado por la ley, de acuerdo a la moderna doctrina que considera a la ley, en último término, como única fuente de obligaciones. Los hechos van a interesar al Derecho cuando la ley 122 Cardini, Eugenio: ob. cit., pág. 203. 97 les atribuya consecuencias jurídicas; la ley atribuye consecuencias jurídicas al hecho considerado objetivamente. La causa constituiría el nexo causal entre el hecho y la ley, que lo condiciona. Son elementos de la causa la voluntad de las partes, objetivada por la ley, y el objeto, entendido como contenido y como conducta recíproca de las partes. “Estaremos frente a un negocio jurídico si las consecuencias jurídicas que atribuye la ley a una situación de hecho tienen un fin práctico, de lo contrario, estaremos en presencia de un acto ilícito que obliga a la reparación del daño causado. Ahora bien, cuando circunstancias sobrevinientes han cambiado radicalmente el estado de hecho condicionado por la ley que en esta teoría se ha calificado de causa, entraría a jugar la teoría de la imprevisión”123. 123 Sanhueza, Carmen Gloria: ob. cit., pág. 32. 98 3.6 Otras Posiciones 3.6.1 Teoría del Álea Normal del Contrato Esta doctrina es formulada por Messineo, quien sostiene que en todo contrato con prestaciones recíprocas debe existir un equilibrio entre las partes, y distingue entre un álea normal y un álea anormal del contrato. “El álea normal a que está sujeto el mismo, lo constituyen las oscilaciones de valor producidas por las fluctuaciones regulares del mercado. Si por acontecimientos extraordinarios e imprevisibles, se rompe el equilibrio inicial, en términos tales que sobrepasen las variaciones normales del mercado, estamos en presencia de una anormalidad del álea y, por tanto, ante un caso de excesiva onerosidad”124. En este caso, Messineo sostiene que el contrato sería resoluble; no así cuando la excesiva onerosidad entra en el álea normal del contrato, o tratándose de contratos aleatorios. Tratándose de contratos con prestaciones de una sóla parte, en caso de presentarse un álea anormal, el remedio no es la resolución, sino una reducción de la prestación o modificar las modalidades de su ejecución. 124 Baltra, Sergio: ob. cit., pág. 47. 99 Para Messineo no existe un fundamento único para la teoría de la imprevisión, pues no existe tampoco un remedio único; pero, a pesar de esto, pareciera ser el álea anormal. 100 3.6.2 Fundamento basado en la atenuación de la noción de Caso Fortuito y Fuerza Mayor Esta doctrina plantea una noción de caso fortuito o fuerza mayor menos rígida, de manera de hacerla más extensa. Consiste en considerar que la imposibilidad que exime de responsabilidad al deudor no es sólo aquella absoluta y objetiva, sino también la subjetiva e, incluso, aquella relativa. Debemos recordar que el caso fortuito o fuerza mayor es aquel imprevisto que es imposible resistir. Un requisito necesario para que un hecho constituya caso fortuito o fuerza mayor consiste en que este hecho sea insuperable, haciendo absolutamente imposible el cumplimiento de la obligación (imposibilidad objetiva y absoluta). Los autores que formulan esta teoría, extienden la noción de caso fortuito, y consideran como imposibilidad liberadora de responsabilidad a aquella subjetiva, es decir, la imposibilidad que subsiste sólo para el obligado, pero que no impide que otros puedan cumplir con dicha obligación; y, además, la extienden a la imposibilidad relativa, es decir, a aquel impedimento que es posible vencer, pero que exige un esfuerzo y diligencia superior a lo que se pactó. 101 De esta manera, al deudor, a quien se le ha hecho más onerosa la obligación por acontecimientos sobrevinientes, se le considera como víctima de caso fortuito o fuerza mayor, quedando exonerado de responsabilidad. Esta doctrina es insostenible para la mayoría de los autores que la han estudiado, por estimar que se destruye el concepto verdadero de caso fortuito, que supone una imposibilidad absoluta en la ejecución. Por otra parte, atenta gravemente contra la seguridad en la contratación, pues dependerá de la situación personal del deudor, al momento que se le exige el cumplimiento, el que el contrato produzca o no sus efectos. 102 3.6.3 Cláusula Rebus Sic Stantibus Los sostenedores de esta teoría plantean que, en cada contrato, se considera implícita una cláusula rebus sic stantibus, en virtud de la cual, las partes sólo quedarían obligadas a sus prestaciones en tanto subsistan las condiciones existentes al momento de contratar, es decir, mientras las cosas permanezcan en el mismo estado. Se señala como fundamento de esta cláusula el que, “cuando se contrata, los sujetos obligados están en presencia de un ambiente objetivo en el cual su voluntad se desenvuelve y se concreta. Si posteriormente, por un cambio imprevisible aquel ambiente es transformado completamente hallándose en inconciliable contradicción con la voluntad manifestada, es preciso reconocer que la primitiva voluntad contractual ha venido a menos puesto que ha venido a menos el fin que la formó”125. El efecto de esta cláusula es el de eximir a las partes de ejecutar la prestación, cuando sobrevengan estas circunstancias que alteran el estado de cosas bajo el cual se celebró el contrato. 125 Terraza M., Juan: ob. cit., pág. 48. 103 Esta teoría se critica, en primer lugar, por ser contradictoria, pues el considerar que existe esta cláusula implícita en todo contrato, supone haber previsto un futuro cambio de circunstancias, con lo que se destruye el requisito fundamental de la imprevisión. En segundo lugar, se estima que su aplicación es imposible, puesto que las cosas jamás permanecen en el mismo estado, ya que la realidad varía constantemente. Finalmente, esta doctrina es una ficción, y nada explica, pues de la misma manera en que se supone que las partes se obligan en el supuesto que se mantenga el mismo estado de cosas, se podría suponer que las partes asumen los riesgos que resulten de un eventual cambio de circunstancias. 104 3.7 Nuestra Opinión No resulta fácil inclinarse por alguna de las teorías que buscan fundamentar la teoría de la imprevisión; todas tienen algo de verdadero y, si bien, muchas de ellas no son por sí solas suficientes, es posible tomarlas en conjunto, ya que, a nuestro entender, no existe una fundamentación única. Sin embargo, creemos que la verdadera fundamentación hay que buscarla fuera de la relación jurídica misma, básicamente, en el principio superior de justicia, que inspira a todos los demás principios, como el de la buena fe, la equidad, etc.. 105 CAPÍTULO 4: REQUISITOS Y SOLUCIONES 4.1 Requisitos Como cuestión previa al análisis de los requisitos de la teoría de la imprevisión, es necesario señalar que, en lo referente a su campo de aplicación, por razones de extensión, nos referiremos solamente a las obligaciones contractuales. Esto, sin perjuicio de señalar que existe discusión doctrinaria respecto a la aplicación de este instituto a las obligaciones cuasicontractuales y legales. Respecto a las obligaciones que nacen de delitos y cuasidelitos, hay unanimidad en cuanto a que la teoría de la imprevisión no puede ser aplicada. Hecha esta aclaración, comenzaremos el análisis de los requisitos de la teoría en estudio. 106 4.1.1 Que se trate de un contrato bilateral, oneroso conmutativo, de ejecución diferida o de tracto sucesivo a) Que se trate de un contrato bilateral El contrato bilateral es aquel en que ambas partes contraen obligaciones, de manera que ambas son acreedoras y deudoras a la vez. Nuestro Código Civil, en su artículo 1439, lo define señalando que “el contrato es unilateral cuando una de las partes se obliga para con otra que no contrae obligación alguna; y bilateral, cuando las partes contratantes se obligan recíprocamente”. Para que opere la teoría de la imprevisión es preciso que se trate de un contrato bilateral, puesto que es en estos contratos “donde concurre precisamente ese enfrentamiento mutuo de dos personas en doble concepto de acreedor y deudor de prestaciones”126. De esta manera puede suceder que una de las prestaciones, siendo posible, se torne excesivamente onerosa, mientras que la otra continúa siendo posible y se mantiene en los términos inicialmente pactados. A propósito de este punto, señalaremos que, si bien uno de los requisitos para la aplicación de la teoría de la imprevisión es que se trate de un 126 Espert, Vicente: ob. cit, pág. 169. 107 contrato bilateral oneroso, no podemos desconocer la existencia de contratos que, siendo unilaterales, también son onerosos, como por ejemplo, el mutuo de dinero (se trata de un contrato unilateral, puesto que sólo el mutuario resulta obligado; pero reporta utilidad a ambas partes, pues el mutuario debe restituir el capital, más intereses, por lo que se trata de un contrato oneroso). Es por esto que se ha planteado la discusión respecto a la aplicación de la teoría de la imprevisión, tratándose de contratos unilaterales onerosos; es más, es posible encontrar legislaciones que lo han reconocido, haciéndola plenamente aplicable a esta hipótesis, como por ejemplo, el Código Civil peruano que, en su artículo 1442, se refiere a la excesiva onerosidad de los contratos en que una sola de las partes ha asumido obligaciones. 108 b) Que se trate de un contrato oneroso De acuerdo al artículo 1440 de nuestro Código Civil, “ el contrato es gratuito o de beneficencia cuando sólo tiene por objeto la utilidad de una de las partes, sufriendo la otra el gravamen; y oneroso, cuando tiene por objeto la utilidad de ambos contratantes, gravándose cada uno a beneficio de otro”. El criterio para determinar si un contrato es oneroso, o por el contrario, gratuito, radica en la utilidad; se trata de un criterio económico; será oneroso, en la medida que reporte utilidad o provecho para ambos contratantes. A diferencia del criterio para distinguir si un contrato es unilateral o bilateral, que es “eminentemente técnico-jurídico”127. El no tener claro esta distinción, a juicio de López Santa María128, “ha generado malentendidos , en especial al superponer la clasificación del artículo 1440 con la del artículo anterior, que distingue entre contratos unilaterales y bilaterales. De lo cual ha derivado el error consistente en asimilar el contrato gratuito al unilateral, y el contrato oneroso al bilateral”. Es requisito de la teoría de la imprevisión la onerosidad del contrato, puesto que tendrá aplicación “cuando la parte que aún puede realizar su prestación, y está dispuesta a realizarla, se encuentra ante la circunstancia inesperada de que su sacrificio económico ya no tiene interés para la otra 127 128 López S., Jorge: ob. cit., pág. 106. Misma cita. 109 parte. Esta parte, que ha perdido el interés, naturalmente se muestra resistente a realizar su propio sacrificio, ya que se impone un sacrificio que le va a reportar una ventaja en la que ya no tiene interés por una circunstancia inesperada y sobrevenida”129. Esta es la opinión mayoritaria de la doctrina, quienes, en forma prácticamente unánime, consideran que los contratos gratuitos se encuentran excluídos de la aplicación de la teoría de la imprevisión. De opinión contraria es Llambías, quien señala que “no se justifica que al deudor gratuito se lo trate peor que al deudor oneroso”130. 129 130 Espert, Vicente: ob. cit, pág. 172. Cit. por Sanhueza, Carmen Gloria: ob. cit., pág. 93. 110 c) Que se trate de un contrato conmutativo Los contratos onerosos pueden subclasificarse en conmutativos y aleatorios. De acuerdo al artículo 1441 de nuestro Código Civil, “el contrato oneroso es conmutativo, cuando cada una de las partes se obliga a dar o hacer una cosa que se mira como equivalente a lo que la otra parte debe dar o hacer a su vez; y si el equivalente consiste en una contingencia incierta de ganancia o pérdida, se llama aleatorio”. La diferencia entre uno y otro consiste en que, mientras en el contrato oneroso conmutativo la extensión de las prestaciones de cada parte queda determinada al momento de perfeccionarse el contrato, mirándose éstas como equivalentes, en el caso del contrato oneroso aleatorio, la extensión de las prestaciones dependen de un acontecimiento incierto de ganancia o pérdida, por lo que no se determina al momento del perfeccionamiento del contrato. Para que tenga aplicación la teoría de la imprevisión, el contrato ha de ser oneroso conmutativo, ya que en éstos “las partes han considerado que el sacrificio que deben realizar equivale a la ventaja que se va a recibir”131 y, como consecuencia de un hecho imprevisible, se va a ver alterada la extensión inicial de una de las prestaciones, de modo que el sacrificio que la parte 131 Letelier, María Constanza: ob. cit., pág. 46. 111 afectada debe realizar no se mirará como equivalente a la ventaja que obtendrá con la ejecución de la contraprestación. Es mayoritaria la opinión que en los contratos aleatorios no tiene aplicación la teoría de la imprevisión, pues se señala que en ellos no se presenta la equivalencia en las prestaciones132, por cuanto la utilidad que obtendrán las partes está sujeta a una contingencia, al azar; además, el carácter especulativo de estos contratos no permite que se den los otros requisitos exigidos por la imprevisión. Esta opinión ha sido sustentada por Augusto Pino, quien señala que “ a diferencia del contrato conmutativo, en el que hay un cambio entre dos prestaciones ciertas y determinadas, en el contrato aleatorio el cambio no se verifica entre prestación y contraprestación en el sentido acostumbrado, sino que se verifica entre la esperanza y la probabilidad de la otra parte (...). El riesgo del contrato aleatorio pertenece, por tanto, a la estructura del contrato de cambio ”133. 132 Al respecto, Pablo Rodríguez Grez, en su obra citada, pág.116, postula una opinión contraria, señalando que en los contratos “aleatorios las partes consideran equivalentes las prestaciones porque una de ellas o ambas consisten en una contingencia incierta de ganancia o pérdida, esto es, un álea. En los contratos conmutativos las prestaciones convenidas se miran como equivalentes al momento de celebrarse el contrato, aun cuando después, en el desarrollo o agotamiento de la relación contractual, ellas sufran un cambio en su valorización, lo cual puede suceder por causas sobrevinientes o por erróneas apreciaciones al contratar. En ambos casos, existe equivalencia de prestaciones porque el álea no es susceptible de evaluarse con exactitud de modo que, cualquiera que sea la contraprestación, no puede medirse su contenido o alcance pecuniario”. 133 Pino, Augusto: ob. cit., pág. 95. 112 Lorenzo de la Maza niega la aplicación de esta institución a los contratos aleatorios señalando que, si se “admite la teoría de la imprevisión en estos casos, sería destruir la esencia misma del contrato aleatorio, sería hacerlo desaparecer”134. En igual sentido se ha pronunciado Luis Rezzónico, quien señala que en tales actos “el deudor ha contado con el álea y ha asumido voluntariamente los riesgos de las contingencias excepcionales y se entiende que ha estipulado la contraprestación en atención a ese riesgo”135. Esta opinión mayoritaria es la que recoge el Código Civil italiano, que en su artículo 1469 dispone: “Le norme degli articoli precedenti si applicano ai contratti aleatori per loro natura (1879) o per volontá delle parti (1448, 1472)”. Es decir, las normas relacionadas a la excesiva onerosidad no se aplican a los contratos aleatorios, por su naturaleza o por voluntad de las partes. Dentro de la doctrina minoritaria encontramos a Eugenio Cardini136, quien sostiene que la distinción entre contratos conmutativos y aleatorios, sobre todo en relación con la aplicación de la teoría de la imprevisión, no tiene utilidad. Señala que “en las épocas en que es sensible la influencia de la crisis, trastornos, etc. (en las que juega por hipótesis la imprevisión) la distinción entre contratos aleatorios y conmutativos es cada vez más difícil. Es más, aún en 134 De la Maza, Lorenzo: ob. cit., pág. 126. Cit. por Rivas, Ramón: ob. cit., pág. 64. 136 Cardini, Eugenio: ob. cit., pág. 255 y sgts. 135 113 épocas normales esa distinción no es siempre fácil: supóngase el caso del obrero que se compromete a engarzar una piedra preciosa y delicada, otro: dos han apostado sobre dos caballos distintos y convienen en cambiar sus boletos, el caso de una liberalidad que no sería aleatoria pues mediando animus donandi el carácter variable de la prestación prometida sería secundario en el convenio... La ejemplificación puede multiplicarse, pero bastan los mencionados para evidenciar que la distinción entre contratos aleatorios y conmutativos es difícil en épocas normales. Y en las épocas en que juega la imprevisión la infiltración de los elementos aleatorios en un contrato conmutativo, con la misma compraventa, es tal que sólo para conservar terminologías tradicionales puede mantenerse ésta”. Hay casos, en la legislación comparada, en que se hace aplicable la teoría de la imprevisión a los contratos aleatorios. Así, por ejemplo, el Código Civil argentino, en su artículo 1198, inciso 2º, dispone lo siguiente: “En los contratos bilaterales conmutativos y en los unilaterales onerosos y conmutativos de ejecución diferida o continuada, si la prestación a cargo de una de las partes se tornara excesivamente onerosa, por acontecimientos extraordinarios e imprevisibles, la parte perjudicada podrá demandar la resolución del contrato. El mismo principio se aplicará a los contratos aleatorios cuando la excesiva onerosidad se produzca por causas extrañas al riesgo propio del contrato”. 114 Norma similar es la que establece el Código Civil peruano, en su artículo1441, al señalar que: “Las disposiciones contenidas en el artículo 1440 se aplican: 1. A los contratos conmutativos de ejecución inmediata, cuando la prestación a cargo de una de las partes ha sido diferida por causa no imputable a ella. 2. A los contratos aleatorios, cuando la excesiva onerosidad se produce por causas extrañas al riesgo propio del contrato”. 115 d) Que se trate de un contrato de ejecución diferida o de tracto sucesivo137 Doctrinariamente, se distingue entre los contratos de ejecución instantánea, de ejecución diferida y de tracto sucesivo. El contrato de ejecución instantánea “es aquel en que las obligaciones se contraen para cumplirse de inmediato y con ello se agota la relación contractual. Los hechos se suceden en el tiempo, pero de manera 137 Referente a este requisito, encontramos un fallo, citado por José Luis Amadeo, en su obra “La Teoría de la Imprevisión aplicada por la jurisprudencia”, Ediciones Leonardo Bruschi, 1981, Buenos Aires, pág. 38, que señala: “En principio, los contratos de ejecución inmediata o instantánea escapan, por definición, de la posibilidad de concebir una “onerosidad sobreviniente”, y ello por una razón de sentido común, por cuanto entre la celebración del contrato y su ejecución no existe normalmente el lapso durante el cual los acontecimientos extraordinarios e imprevisibles pueden sobrevenir; de ahí que la ley –y la doctrina uniforme- se refieran a los contratos “de ejecución diferida o continuada”, que suponen la presencia de un factor temporal dentro del cual pueden insertarse los fenómenos imprevistos o inesperados que alteren la “base del contrato”, o la “presuposición” de los contratantes. Ahora bien, las palabras de la ley no son un lecho de Procusto, que obligue a mutilar la realidad objetiva de los hechos que la norma ha querido mentar, de manera que la noción de “ejecución diferida o continuada”, suponga que solamente están alcanzadas por el sistema aquellas convenciones que originalmente sean calificadas de aquel modo. La institución tiende a proteger el equilibrio patrimonial de las prestaciones recíprocas contra la “sopravvenienza” de los acontecimientos imprevistos, teniendo en cuenta lo que las partes se han propuesto y querido al contratar, porque si el contrato es “una declaración de voluntad común destinada a reglar sus derechos” esa voluntad es la ley que debe perdurar durante todo el tiempo de la vida del vínculo (arts. 1137 y 1197 del Código Civil) de la manera y en la medida de su intención común, acordada y expresada en función de los móviles y expectativas que los llevaron a contratar. Si la ejecución se difiere o se dilata en el tiempo al margen de toda convención específica al respecto, y sin culpa imputable a alguna de las partes, el presupuesto jurídico de la excesiva onerosidad sobreviniente exactamente el mismo que si el lapso de ejecución hubiese sido convencionalmente diferido. Lo que la ley reputa relevante, en esencia, es el transcurso del tiempo durante el cual la “base del contrato” y el previsto “equilibrio de las prestaciones” puedan sufrir una alteración substancial que desnaturalice o frustre el acuerdo contractual. Y que ello provenga de la sobreviniencia de “acontecimientos extraordinarios e imprevisibles”. Basta, pues, que haya un interregno entre la concertación del contrato y el momento del cumplimiento, para que el cambio de circunstancias operado en ese lapso autorice a plantear la cuestión. No tiene porqué ser, necesariamente, un contrato de tracto sucesivo o de ejecución continuada; será suficiente que la prestación del deudor, o alguno de los efectos del compromiso, sean “diferidos”, se hagan exigibles después del acuerdo de voluntades pero no de inmediato, sino prorrogados o postergados en el tiempo” (Cla. CC, Bahía Blanca, 26-10-73, ED, 55-140). 116 ininterrumpida: se perfecciona el consentimiento, surge la obligación, se presta lo debido (se paga)”138. Ejemplo típico es la compraventa de cosa mueble. Los contratos de ejecución diferida son aquellos en que la prestación, “por su propia naturaleza, no puede ejecutarse en forma unitaria e instantáneamente, sino que a través del tiempo. De la misma manera, la prestación final se descompone en diversas subprestaciones que son diferentes entre sí y que, por lo mismo, deben ir ejecutándose en etapas también diferentes”139. Como ejemplo, podemos señalar el contratar los servicios de un abogado para la defensa de un juicio. El contrato de tracto sucesivo es aquel en que “la relación contractual se agota y se renueva por períodos continuos, pudiendo, cualquiera de los contratantes, ponerle término al fin del período natural”140. Como por ejemplo, el contrato de arrendamiento, contrato de trabajo, etc.. La teoría de la imprevisión supone que una de las prestaciones objeto del contrato estipulado, como consecuencia de un acontecimiento extraordinario e imprevisible, se convierte en excesivamente onerosa. Esta transformación de la prestación será posible en la medida que exista, entre la celebración del contrato y su ejecución, un lapso dentro del cual puedan ocurrir dichos acontecimientos. 138 Rodríguez, Pablo: ob. cit., pág. 119. Rodríguez, Pablo: ob. cit., pág. 132. 140 Rodríguez, Pablo: ob. cit., pág. 127. 139 117 Es por esto que sólo puede tener aplicación respecto de los contratos de ejecución diferida o de tracto sucesivo. “Un contrato ya totalmente consumado, cuando las prestaciones han sido ajustadas a lo pactado y recibidas por sus respectivos acreedores, no puede ser alterado por una circunstancia posterior sobrevenida”141. 141 Espert, Vicente: ob. cit., pág. 174. 118 4.1.2 Que sobrevenga un acontecimiento imprevisible al momento de celebrar el contrato Como ya se dijo en el capítulo primero, lo imprevisible es aquello que no ha podido ser conocido con anterioridad. La falta de previsión se debe a la imposibilidad, quedando absolutamente descartada la falta de cuidado o diligencia. Frente a la teoría de la imprevisión, es importante determinar cuándo un acontecimiento se puede o no considerar imprevisible para las partes de la relación contractual. Esta determinación es una cuestión de hecho que queda sometida a la valoración de los jueces de fondo, por lo que es fundamental establecer qué criterio es el que deben emplear en dicho cometido. Resulta imposible establecer una fórmula o una nómina de aquellos eventos imprevisibles. Podrían señalarse dos tipos de criterios para determinar si un acontecimiento es o no imprevisible: un criterio subjetivo y un criterio objetivo. El criterio subjetivo consistiría en apreciar el acontecimiento teniendo en cuenta al sujeto particular de la relación contractual, es decir, su mentalidad, nivel de educación, estado social, etc.., lo que a simple vista parece ser una solución justa, por cuanto se hace un estudio particular de cada caso. Sin 119 embargo, presenta graves inconvenientes, por ser realmente difícil de llevar a la práctica y por ampliar enormemente las facultades de apreciación de los jueces de fondo. “Ampliadas las facultades de los tribunales en lo referente a la apreciación de la imprevisibilidad del acontecimiento, al autorizárseles para tomar en cuenta sobre todo las condiciones personales del deudor, existirá el peligro cierto y fácil de caer en el campo de lo arbitrario y, por tanto, en la injusticia. Esta solución sólo aparentemente es la más justa”142. El criterio objetivo consiste en realizar una apreciación en abstracto, es decir, tomar en cuenta a un sujeto promedio, a un tipo medio de contratante. Aquí nos encontramos con una nueva dificultad, que consiste en determinar cuál es el tipo medio del contratante. Al respecto, se ha señalado que el criterio debe estar dado por el grado de diligencia que las partes del contrato han debido observar. La imposibilidad de prever “debería ser determinada con referencia a la diligencia del buen padre de familia o celoso administrador, esto es, del hombre de normal diligencia, que ejerza una actividad del mismo ramo que la del contratante que exige la resolución”143. 142 143 De la Maza, Lorenzo: ob. cit., pág. 89. De Martini, cit. por Pino Augusto: ob. cit., pág. 103. 120 En nuestra legislación, es posible llegar a esta conclusión a través del análisis del artículo 1547 del Código Civil, en relación con el artículo 44 del mismo cuerpo legal. De acuerdo a lo prescrito en dicho artículo 1547, el grado de diligencia que se exige a los contratantes depende de la naturaleza del contrato; así, tratándose de un contrato oneroso conmutativo (que es aquel al que es aplicable la teoría de la imprevisión), el deudor responde de culpa leve. La culpa leve, según lo dispuesto en el artículo 44 de nuestro Código Civil, “es la falta de aquella diligencia y cuidado que los hombres emplean ordinariamente en sus negocios propios (...). El que debe administrar un negocio como un buen padre de familia es responsable de esta especie de culpa”. Creemos que, para determinar si el acontecimiento es o no imprevisible, es necesario atender a la diligencia inicial, es decir, al momento de formación del contrato, y no podría ser otra que aquella que es exigible al hombre común, es decir, aquella que emplean los hombres ordinariamente en sus propios negocios. No sería posible “sostener que si el deudor contrae una obligación que le beneficia, deba prever más, en el momento de asumirla, y menos en el caso contrario, puesto que analizada con detención la situación propuesta, exige más bien una diligencia precontractual, y por consiguiente, no puede caer en 121 otra medida que la regla general inspiradora de nuestro Código. Además, la graduación de la responsabilidad y diligencia contractual, en el instituto que analizamos, (...), se excluye absolutamente, porque es ajena a él posibilidad alguna de culpa, ya que los hechos que lo determinan no dependerán jamás de la voluntad de las partes”144. Podemos concluir que “la diligencia engendra una medida de previsión y que ésta no puede ser otra que la de un buen padre de familia en un medio normal y atendida la naturaleza de la relación contractual”145. Así, la característica de imprevisible “ha de deducirse de la interpretación del contrato en concreto, en conformidad con la naturaleza del mismo y la intención de los contratantes, rehusando, al parecer, nociones absolutas que difícilmente podrían armonizarse en una ordenación justa con los variados matices a que da lugar la libertad de contratación”146. “Así se determina el concepto de imprevisión. Exigir más es suponer que el hombre medio, al cual va dirigido el derecho, es superdotado. Exigir menos es favorecer el descuido, la negligencia y el relajamiento del orden jurídico y social. Todo lo que va más allá del límite señalado es imprevisible. Todo lo que lo alcance es previsible”147. 144 Rivas, Ramón: ob. cit., pág. 28. Rivas, Ramón: ob. cit., pág. 30. 146 Mallol, cit. por Rivas, Ramón: ob. cit., pág. 31. 147 Rivas, Ramón: ob. cit., pág. 31. 145 122 4.1.3 El acontecimiento debe ser independiente de la voluntad de las partes Esto significa que el acontecimiento no debe haberse producido por culpa o dolo de alguno de los contratantes. Respecto a la teoría de la imprevisión, sólo podemos hacer referencia a la diligencia o cuidado, o falta de ésta, en la etapa de formación del contrato. A los contratantes se les exige una diligencia inicial, correspondiente al hombre medio, a fin de prever futuros riesgos, como lo vimos al analizar el requisito de la imprevisibilidad. Si, en forma culpable o dolosa, no han previsto aquello que es previsible, entonces deberán sufrir las consecuencias, y la obligación deberá cumplirse íntegramente. Sin embargo, no es posible pensar que el acontecimiento imprevisible, que hace excesivamente onerosa la obligación de una de las partes, pueda deberse a culpa o dolo de ella, puesto que la alteración sobreviniente debe ser de carácter general y no particular, como por ejemplo, una guerra, un proceso inflacionario, un terremoto, etc...; y habiendo empleado el debido cuidado, no fueron capaces de preverlo. Se ha señalado, además, que no basta que el acontecimiento sea independiente de la voluntad de las partes, sino que éstas no deben haber intervenido para agravar las consecuencias de dicho acontecimiento. 123 Parece también impensable que las partes puedan, por culpa o dolo de su parte, agravar un proceso general e imprevisible, como puede ser un proceso inflacionario. Lo que sí resulta indispensable, para que pueda tener aplicación la teoría de la imprevisión, es que la parte afectada por la excesiva onerosidad de su obligación, no se haya constituído en mora, es decir, que no se encuentre en retardo en el cumplimiento de la obligación, imputable a él, una vez interpelado por el acreedor. El efecto principal de la mora es el descargar responsabilidades, por una parte, y transferirlas a la otra parte. Así, el deudor que se encuentra en mora, se hace responsable del caso fortuito, es decir, de la imposibilidad absoluta en el cumplimiento, salvo las excepciones establecidas por la ley. El exigir que la parte afectada por el acontecimiento extraordinario e imprevisto no se encuentre en mora, para encontrarse dentro de los supuestos de la teoría de la imprevisión, es una aplicación de las reglas generales, pues si, como consecuencia de la mora, se hace responsable al deudor del caso fortuito, con mayor razón será responsable de una imposibilidad relativa en el cumplimiento de la obligación. 124 4.1.4 El acontecimiento, sin hacer material y absolutamente imposible la ejecución de la obligación, debe dificultarla en forma considerable, haciéndola excesivamente onerosa Es necesario que el hecho sobreviniente altere la obligación, agravándola. Pero no se trata de cualquier agravación, sino que, sin hacer absolutamente imposible el cumplimiento de la obligación, -caso en el cual estaríamos frente a un caso fortuito-, debe tornarla en excesivamente onerosa. Es así como surge la dificultad de determinar qué debe entenderse por excesiva onerosidad de la prestación. En primer lugar, es preciso aclarar qué se entiende por onerosidad, para luego determinar cuándo ésta es excesiva. Para llegar a una noción de onerosidad, se puede seguir dos caminos: adoptar un criterio subjetivo, valorando la onerosidad respecto al sujeto deudor o; adoptar un criterio objetivo, valorándola respecto a la contraprestación. “En el primer caso, la onerosidad se referiría al esfuerzo que debe realizar el sujeto para ejecutar la prestación debida, e indicaría, de este modo, carga; en el segundo caso aquella adquiriría un significado profundamente distinto, puesto que, debiendo ser valorada respecto a la contraprestación, 125 vendría a indicar el desequilibrio entre el valor de la prestación debida y el de la contraprestación”148. Ya se trate del sujeto, ya se trate de la contraprestación, debe existir una proporción. En el caso del sujeto, la proporción se constituye, por una parte, entre el sacrificio que implicaba ejecutar la prestación y el resultado que se pretendía obtener, originariamente y, por otra parte, el sacrificio que cuesta la ejecución misma y el resultado que se obtendría en realidad. En el caso de la contraprestación, la proporción se da entre la relación de la prestación con la contraprestación, en el origen, y esta misma relación, al momento de la ejecución. En general, la doctrina se ha inclinado por aceptar el criterio objetivo, valorando la onerosidad con respecto a la contraprestación. “Si se excluye que el concepto de onerosidad puede coincidir con el de difficultas, esto es, que la prestación deba valorarse respecto a la magnitud del sacrificio que soporte el deudor, el término de comparación debe buscarse en el ámbito de la misma relación. Sólo así pueden mantenerse criterios objetivos en la determinación de la onerosidad, en coherencia con todo el sistema jurídico, que induce a considerar irrelevantes, para la relación contractual, todo cambio subjetivo de la parte, y toda modificación de su capacidad económica”149. Por ser esta la opinión mayoritaria, a partir de este criterio, se analizará el problema de la excesiva onerosidad. 148 149 Pino, Augusto: ob. cit., pág. 23. Pino, Augusto: ob. cit., pág. 47. 126 Una vez aclarado el concepto de onerosidad, se debe establecer cuándo se entiende que ésta es excesiva. Podemos señalar que la obligación se transforma en excesivamente onerosa “cuando sobrepasa los límites normales o las contingencias que afectan la vida de la relación jurídica. Es decir, cuando excede a las variaciones producidas por eventos que entran con regularidad en la marcha normal del mercado. Es lo que los italianos han denominado álea normal del contrato y, Augusto Pino, el riesgo normal del contrato conmutativo”150. Cardini se refiere a este riesgo normal como álea previsible del contrato. “La prestación no puede considerarse excesivamente onerosa si el cambio de su valor no supera el álea normal. Si por tal álea o riesgo se entiende la órbita dentro de la que se verifican las oscilaciones de valor causadas por las fluctuaciones regulares y normales del mercado se comprende cómo no puede hablarse de riesgo normal en sentido abstracto, en cuanto que éste puede deducirse de la interpretación del contrato, buscando hasta qué punto deben sufrir las partes las consecuencias de tales fluctuaciones”151. El concepto de riesgo normal es relativo y “no puede fijarse con criterio matemático. Puede decirse, por el contrario, que es de una relatividad múltiple. Es ciertamente variable. (....) Varía necesariamente en relación con 150 151 Rivas, Ramón: ob. cit., pág. 41. Pino, Augusto: ob. cit., pág. 88. 127 las diversas clases de contratos, los objetos susceptibles de intervenir en ellos, y las condiciones generales del mercado”152. Es posible que los contratantes pacten el que uno de ellos asumirá un riesgo especial, en virtud del principio de autonomía de la voluntad. En este caso, estos riesgos se incorporan al riesgo normal o álea previsible del contrato, por lo tanto, la onerosidad se considerará excesiva cuando traspase los límites de esta álea pactada. Finalmente, el determinar cuál es el riesgo normal del contrato y en qué momento se transforma en excesivo, es una cuestión de hecho que corresponderá a los jueces de fondo. 152 Fueyo, Fernando: “La teoría de la imprevisión en el nuevo Código Civil italiano de 1942”, Revista de Derecho y Jurisprudencia, Tomo LI, 1954, pág. 135. 128 4.1.5 El acontecimiento debe afectar a toda una categoría de contratantes Es posible distinguir entre una onerosidad excesiva general y una particular. “La excesiva onerosidad es general cuando afecta a toda una categoría de contratantes, independientemente de las otras que puedan coexistir en el momento y que pueden resultar o no afectadas. Una crisis de los transportes puede ser universal, nacional o local, pero agravar, a la vez, la situación de todo el que se haya obligado a conducir personas o mercaderías de un lugar a otro comprendido en el radio en que la crisis se presenta, aunque pueda no perjudicar a otros tipos de relaciones jurídicas, como por ejemplo, a una compraventa destinada a cumplirse en la misma plaza”153. “A la vez, la excesiva onerosidad reviste carácter particular, cuando afecta a una relación jurídica o persona en especial, sin que esta situación aflictiva sea también común a toda otra relación de esa categoría o persona que se encuentre sujeta a satisfacer la misma prestación. Tal sería el caso del que, debiendo una determinada cantidad de objetos, ve agravada su obligación a cumplir por haber caído en insolvencia no culpable, como si, por ejemplo, algunos de los individuos del género debido, ya adquiridos para su posterior 153 Rivas, Ramón: ob. cit., pág. 43. 129 entrega, perecen por caso fortuito dejándole solamente lo indispensable para su subsistencia”154. Para que tenga aplicación la teoría de la imprevisión es necesario que, la excesiva onerosidad causada por el acontecimiento imprevisible, afecte a toda una categoría de contratantes, es decir, debe ser general. “No es posible contemplar la situación de un deudor determinado, aunque sea más justo en apariencia, desconociendo con este fin la fuerza obligatoria de los contratos, introduciendo la inseguridad en el seno de las relaciones económicas, atentando contra la estabilidad de las transacciones. No parece conveniente. La exigencia de este requisito es el único medio de asegurar el respeto que se debe a los contratos, al mismo tiempo que se cede a las exigencias de la justicia y de la moral; es el único medio de contemplar en forma integral las conveniencias económico-sociales”155. Es posible cuestionarse si el contratante particular, afectado por una excesiva onerosidad en su prestación, no sería merecedor de protección jurídica. Es evidente que sí merece tutela por parte del ordenamiento jurídico, sin embargo, es necesario hacer primar la seguridad contractual; de otro modo, se podría caer en extremos, haciendo aplicable esta teoría a cualquier deudor que 154 155 Rivas, Ramón: ob. cit., pág. 44. De la Maza, Lorenzo: ob. cit., pág. 91. 130 se encontrara en una situación aflictiva. Se trata, entonces, de revisar los intereses en juego, determinar cuál de éstos es más relevante y, en consecuencia, hacerlo primar. Por otra parte, como señala Lorenzo de la Maza, la mayoría de los casos en que el acontecimiento afecta a una persona en particular, “quedan comprendidos dentro de la normalidad, dentro de las contingencias ordinarias de la vida”156. Es más, no siempre el deudor afectado de manera particular quedará sin protección. El ordenamiento jurídico otorga otro tipo de alternativas, que pueden ser una solución para este tipo de contratantes, como por ejemplo, pedir créditos, solicitar la declaración de quiebra e invocar beneficio de competencia, etc... 156 De la Maza, Lorenzo: ob. cit., pág. 92. 131 4.1.6 Caso típico de hecho extraordinario e imprevisible, que ocasiona excesiva onerosidad: la inflación monetaria La inflación, según Marco Aurelio Risolía, “se asienta en la superabundancia de moneda y de crédito con relación a los bienes existentes. Corresponde a un aumento del circulante y a una elevación correlativa de los precios, por lo que, justamente, uno de los modos de combatirla es la contracción de los medios de pago, aunque a veces dicha contracción es imposible y, entonces, no hay más remedio que devaluar el signo monetario, o, en casos extremos, cambiar la antigua moneda por otra diferente. La depreciación, vale decir el envilecimiento, de hecho, de la moneda, conduce, pues, frecuentemente, a la desvalorización, o sea al envilecimiento legal y –en hipótesis catastróficas- a la quiebra del sistema monetario y a la sustitución del signo por otro, susceptible acaso de una evolución análoga”157. Nos interesa tratar la inflación en la medida que afecta las relaciones jurídicas, transformando su entidad patrimonial, por lo que no entraremos a un análisis económico o técnico de ella. Consideramos que el supuesto de inflación monetaria es un caso típico que justifica la aplicación de la teoría de la imprevisión, puesto que “en casos 157 Cit. por López S., Jorge: “Obligaciones y contratos frente a la inflación”, Editorial Jurídica de Chile, 1978, pág.15. 132 de fuerte depreciación monetaria no es justo que una parte obtenga unos lucros desmesurados basándose en unas circunstancias imprevisibles. (....) La desvalorización de una moneda no puede ser prevenida, porque no hay persona capacitada para analizar por sí sola todo el complejo mecanismo económico, ni, como es natural, conocer los rumbos de la política monetaria del Gobierno, ni saber qué circunstancia de orden externo puede actuar también en sentido favorable o desfavorable. La imposibilidad de previsión, así como la excepcionalidad del hecho, están más que desligados del tipo de ciudadano medio en cuanto a sus capacidades de cautela”158. Además de tratarse de un fenómeno imprevisible, ocasiona una onerosidad excesiva, puesto que se produce un desequilibrio en las prestaciones. “La inflación monetaria se caracteriza, desde luego, por la variación del poder adquisitivo del dinero y, como tal, toda obligación que se solucione con moneda de valor real inferior al pactado, importa un pago parcial, aunque nominalmente la obligación resulte satisfecha”159. Tratándose de una obligación dineraria que deba cumplirse en un momento posterior al de su nacimiento, con el paso del tiempo irá perdiendo valor adquisitivo, en mayor o menor medida, según la gravedad de la depreciación monetaria. Así, además del enriquecimiento que esta situación conlleva para el deudor, será favorable para él retardar el cumplimiento de su 158 Robles A., Alfredo: “La inflación ante el Derecho”, Revista de Derecho y Jurisprudencia, Tomo LI, 1954, pág.22 y sgts. 159 Rivas, Ramón: ob. cit., pág. 45 y sgts. 133 obligación, puesto que deberá pagar intereses como indemnización moratoria, lo que resultará irrisorio si la tasa de éstos es inferior al índice de precios del consumidor. Por esto, “no tiene sentido pedir la nulidad de un contrato bilateral que ya había sido cumplido, si el efecto retroactivo se traduce en que el demandante recobre la cantidad de dinero que pagara, ahora con un valor adquisitivo muy bajo, a cambio de restituir un cuerpo cierto valorizado por el transcurso del tiempo...”160. Frente a una crisis inflacionaria, que torna excesivamente onerosa una obligación, es de toda justicia que se realice un reajuste. Basándose en la teoría de la imprevisión, puede practicarse una corrección monetaria de origen jurisprudencial. “En efecto, al producirse en Alemania la tremenda crisis inflacionaria de los años 1920, los jueces de este país se encontraron con que el Código Civil carecía de norma expresa que les facultare para variar la suerte de los contratos en curso. Incluso, en la discusión del proyecto del B.G.B de 1900, la Segunda Comisión Revisora había descartado la teoría de la presuposición de Winscheid, antes parcialmente admitida por la Primera Comisión, a través del cual se les confería la facultad legal para revisar los contratos. Empero, los Tribunales alemanes decretaron con gran amplitud y en muchos casos la reajustabilidad de las obligaciones. Para ello se fundaron, ya en las ideas de 160 López S., Jorge: ob. cit., pág. 40. 134 Oertmann sobre la base del negocio, doctrina que después sería consolidada por Karl Larenz, ya, especialmente, en la idea de que el deudor debe cumplir sus obligaciones de buena fe”161. En Chile, también encontramos casos de corrección monetaria realizada por nuestros tribunales, a fin de paliar los nocivos efectos de un proceso inflacionario. “Ante la Judicatura del Trabajo de Santiago de Chile se demandó, en 1963, el cumplimiento forzado en naturaleza de la cláusula en que se pactara como remuneración “el 10% de la utilidad que produzca la parte agrícola de las haciendas”, cuya administración se había encomendado al demandante. En segunda instancia, confirmándose el fallo apelado, se declaró: 6º) Que, en la especie, se cobra un porcentaje del ingreso o utilidad de un negocio, obligación ésta que no cabe entender cumplida mediante una liquidación basada en cantidades pretéritas, que no representan el valor efectivo actual de la utilidad obtenida por el patrón. 8º) Que según el art. 1546 del Código Civil, los contratos deben ejecutarse de buena fe. 9º) Que, “en el supuesto de que asistiera al demandado el derecho a pagar su obligación con una cantidad de unidades monetarias numéricamente igual a la que arroja la liquidación de participación en cada uno de los años respectivos, constituiría típico abuso de ese derecho pretender prescindir del proceso de encarecimiento del costo de la 161 López S., Jorge: ob. cit., pág. 95. 135 vida, operado en el lapso en que retardó indebidamente el cumplimiento de la cláusula contractual pertinente”. 11º) Que los tribunales no pueden excusarse de ejercer su autoridad, ni aun a pretexto de falta de ley que resuelva la cuestión sometida a su decisión. 12º) Que, en la especie, el actor cobra la obligación y no una indemnización de perjuicios, por lo que es inaplicable el art. 1559 del Código Civil. De este modo se actualizó la obligación del empleador, reajustándose el monto de las utilidades percibidas años atrás, para entonces calcular equitativamente el porcentaje correspondiente al trabajador. La Corte Suprema, el 2 de abril de 1965, dejó a firme esta sentencia, al rechazar el recurso de queja de la parte demandada”162. 162 López S., Jorge: ob. cit., pág. 98. 136 4.2 Soluciones Una vez analizados los requisitos que deben presentarse, para encontrarnos ante un caso que amerita la aplicación de la teoría de la imprevisión, es necesario determinar cuáles serán las posibles soluciones o efectos jurídicos, a fin de remediar la injusticia ocasionada a causa de un acontecimiento imprevisible, que ha gravado a una de las partes, convirtiendo su obligación en excesivamente onerosa. Lorenzo de la Maza163 señala que, como principio general, “debe tenerse presente que la imprevisión supone el conflicto de las nociones de moral, justicia y de función económica social del contrato, con la puramente económica de seguridad, que exige el respeto absoluto de las condiciones estipuladas. Ambos elementos en conflicto son necesarios en la vida social y exigidos por las necesidades del progreso; no es pues posible, al dar completa satisfacción a uno, olvidar enteramente al otro. La solución que se adopte en este problema de los efectos jurídicos de la imprevisión deberá contemplar muy especialmente el principio general anotado, si no quiere llegar a exageraciones absurdas y a consecuencias inaceptables”. 163 De la Maza, Lorenzo: ob. cit., pág. 124 y sgts. 137 Podemos señalar, al comenzar el análisis de los efectos o soluciones, que, frente al cambio de circunstancias, la obligación de uno de los contratantes se ha tornado excesivamente gravosa, por lo que el otro contratante recibiría exorbitantes beneficios, de cumplirse el contrato en la forma pactada, puesto que su obligación, por el contrario, no ha sufrido alteración. Se trata entonces, de impedir que el acreedor reciba estas exorbitantes ventajas, producto de circunstancias que eran ajenas al momento de contratar y que, por lo tanto, no son consecuencia directa del contrato estipulado; por otra parte, se trata de impedir que el deudor se arruine, frente a estos acontecimientos. “No es posible dudar, teniendo en cuenta las consideraciones anteriores, que la imprevisión no debe acarrear jamás como consecuencia la completa exoneración del deudor. Ello sería tan injusto, tan deshonesto, tan contrario a la finalidad económico social del contrato, como la solución legal ordinaria (...). La finalidad de esta teoría es realizar el primitivo equilibrio contractual, reponer la situación de las partes en el estado que tenía al nacer el vínculo jurídico (...), sin perjuicio de contemplar los legítimos derechos de la parte no lesionada y los beneficios normales que éstos deben reportar”164. 164 De la Maza, Lorenzo: ob. cit., pág. 125. 138 Dentro de las distintas soluciones o efectos que se han señalado por la doctrina, es posible distinguir entre aquellas que operan en forma preventiva y aquellas que se dan una vez que se ha producido el evento. Analizaremos las primeras en términos generales, para centrarnos en las segundas, que son las de mayor relevancia, y respecto de las cuales se ha generado mayor debate a nivel doctrinario. 139 4.2.1 Soluciones Preventivas Dentro de los sistemas preventivos de solución, encontramos dos alternativas: la intervención del legislador en las relaciones contractuales, de modo que los contratos quedan de antemano sujetos a un ordenamiento que preve soluciones a los casos que puedan presentarse y; soluciones previstas por los propios contratantes, estipuladas en el contrato. Respecto a estas últimas, se ha señalado que no hay “nada más lógico y plausible que las partes contratantes, ateniéndose a la posible irrupción de circunstancias nuevas, modifiquen el tenor de sus obligaciones y establezcan un régimen de adaptación. Por eso, la mejor cláusula rebus sic stantibus, será la que efectivamente sea una cláusula”165. Podemos citar, a modo de ejemplo de soluciones preventivas dispuestas por los propios contratantes, las cláusulas de estabilización o de revisión. “Estas estipulaciones comprenden la forma en que habrá de reajustarse el contrato, mediante una liquidación simple, si por acontecimientos determinados, que en este caso las partes precisamente preven, las prestaciones llegan a convertirse en mayormente onerosas, en una medida que 165 Duhalde, cit. por Fueyo, Fernando: ob. cit., pág. 96. 140 igualmente las partes prefijan. De este modo, en consecuencia, queda resuelto de antemano cuándo habrá lugar a revisión y cómo operará ésta”166. Se trata, a través de estas cláusulas, de reemplazar el dinero por otros valores, como una forma de evitar que éste pierda su valor adquisitivo, manteniéndose su valor nominal. Para esto se han utilizado la cláusula oro, cláusula moneda extranjera, cláusula mercadería, cláusula de índice económico, etc... Si bien estas cláusulas de estabilización ayudan a restablecer el equilibrio originario de las prestaciones, igualmente han sido objeto de críticas, puesto que “sostener la obtención del resultado querido, siempre y en todo caso, equivaldría a convertir en previsible lo que por naturaleza del instituto es imprevisible y extraordinario, o bien, sería parecido a presumir de adivino al tiempo de establecer esas cláusulas accesorias. (....) No hay que olvidar, por otra parte, que como causa no está en juego en la institución de la imprevisión sólo la desvalorización de la moneda nacional y todo el tema de la inflación: las causas son más y no es posible atender sólo a una”167. Las cláusulas de readaptación son utilizadas, como otro tipo de soluciones preventivas de adaptación del contrato a las nuevas circunstancias, por 166 167 los propios contratantes, en mayor medida, en los contratos Fueyo, Fernando: ob. cit., pág. 97. Fueyo, Fernando: ob. cit., pág. 102. 141 internacionales, especialmente en los de suministro y de abastecimiento. Dentro de ellas destacan: “La government take clause, introducida por las grandes empresas distribuidoras de petróleo, que les permite trasladar a los compradores del crudo los aumentos de precio impuestos por los países productores. La first refusal clause, o cláusula de alineamiento sobre las ofertas de la competencia, por la cual el vendedor se compromete a bajar el precio del suministro, si bajan los precios practicados por sus competidores en el mercado. La cláusula del cliente más favorecido, por la cual el proveedor promete a su comprador proporcionarle los mismos beneficios que pudiere, en el futuro, acordarles a otros clientes. La cláusula de alza y de baja, por la cual las partes se obligan a revisar el contrato, modificando los términos financieros, en caso de aumento o de disminución del nivel de los salarios o del costo de las materias primas. La cláusula de fuerza mayor, destinada a garantizar la sobrevenida del contrato, aunque ocurra caso fortuito indicado. A fin de evitar la terminación del contrato a largo plazo, por imposibilidad de ejecución, convencionalmente se modifica el efecto normal de la fuerza mayor, que es la extinción de las obligaciones, estipulándose que si sobreviene la fuerza mayor se suspenderá por un determinado lapso el contrato, luego del cual recuperará vigencia sobre 142 nuevas bases, las que se negociaran por las partes contratantes durante el período de suspensión”168. Tal vez la cláusula de adaptación más interesante, sea la cláusula hardship. Esta cláusula “ hardship permite a cualquiera de las partes exigir una adaptación del contrato, si se produce un cambio en las circunstancias que las llevaron a vincularse, de modo que este cambio le ocasione un rigor (hardship) injusto a quien reclama la revisión convencional. Está destinada a provocar la renegociación del contrato, en virtud de la alteración de las circunstancias”169. Oppetit170, se ha preocupado principalmente de la cláusula hardship, y explica que “esta cláusula no anticipa ni establece la causa o causas particulares que podrán provocar el proceso de renegociación del contrato. Se emplea una fórmula general: basta el cambio de las circunstancias exteriores ( pues no dependen del control o manipulación de las partes) que los contratantes tuvieron en vista al obligarse, para que se inicie el procedimiento de adaptación del contrato. (....) Al estipularse la cláusula hardship, suele convenirse que no podrá ser invocada antes de cuatro años transcurridos desde la fecha del contrato. O que las adaptaciones no serán más de una cada dos años. 168 López S., Jorge: ob. cit., pág. 316. Cedras, Jean, cit. por López S., Jorge: ob. cit., pág. 316. 170 Cit. por López S., Jorge: ob. cit., pág. 317 y sgts. 169 143 La parte que estime que ha sido afectada por un hardship debe avisarlo al cocontratante, proporcionándole detalles sobre la naturaleza del cambio de las circunstancias, el impacto económico sufrido y sus proposiciones para remediar el problema. La contraparte tendrá un plazo breve para contestar. En caso que no se logre acuerdo, se recurre al árbitro. Este determinará si ha existido hardship. En caso negativo, el contrato sigue en vigor sin alteración alguna. En caso afirmativo, se pasa a las negociaciones, las que se desenvolverán de acuerdo al modus operandi y en los plazos que se hubiere estipulado”. 144 4.2.2 Soluciones a posteriori Son aquellas soluciones que es necesario dar, una vez que ha ocurrido el hecho imprevisible que ha transformado la obligación en excesivamente onerosa, no existiendo un método preventivo de solución. Encontramos básicamente dos tipos de soluciones: las soluciones legislativas y las judiciales. a) Soluciones Legislativas Las soluciones legislativas son una forma de evitar los efectos indeseados de la imprevisión, a través de la intervención del Estado, por medio de la dictación de Leyes de Emergencia. “Característica fundamental de esta legislación es que está destinada a situaciones especiales o parciales, y es transitoria. Frente a eventos de relieve, motivados por coyunturas extraordinarias e imprevisibles, el Estado, ente representativo de la Nación jurídicamente organizada (...), adopta actitudes que van en auxilio de aquellos a quienes afecta considerablemente la situación producida, dispensándoles protección jurídica. Y es en ejercicio de la potestad legislativa, que se dictan normas obligatorias tendientes a conjurar el evento, contrarrestándolo o aminorando 145 sus efectos, a la vez que afectando las relaciones contractuales válidamente celebradas”171. Existe una numerosa legislación de emergencia en los distintos países, que nace como consecuencia de diversos acontecimientos, como es el caso de España, cuya legislación de emergencia fue dictada para hacer frente a los trastornos causados por la guerra civil, finalizada el año 1936. En Chile, encontramos manifestaciones legislativas de este tipo, que no han tenido como origen alguna guerra. Así, por ejemplo, el 15 de Junio de 1932 se publicó en el Diario Oficial el Decreto Ley Nº 27, que “concede moratoria a comerciantes minoristas que giren con capital inferior a $200.000. La importancia de este Decreto Ley reside en haber aplicado la solución de moratoria de pagos, aunque a un campo restringido de las actividades, en un evento de trastornos económicos que afectaba a todo el país y en haber servido de antecedente o presagio del Decreto Ley Nº 48”172. El Decreto Ley Nº 48173, de 20 de Junio de 1932, concede facilidades de pago respecto de determinadas deudas contraídas. Este Decreto es muy interesante, particularmente la exposición de los motivos que lo fundamentan, y es por eso que nos permitimos reproducirlo, en parte: 171 Fueyo, Fernando: ob. cit., pág. 103. Fueyo, Fernando: ob. cit., pág. 105. 173 Cit. por Fueyo, Fernando: ob. cit., pág. 106. 172 146 “El largo período de crisis que agobia a las clases productoras y al comercio, como la intensidad que ha alcanzado este fenómeno en nuestro país, obliga al Gobierno a recurrir a disposiciones excepcionales para aminorar sus efectos. Se ha compenetrado el Gobierno de la necesidad de dictar una ley de facilidades de pago para compromisos vencidos, para evitar que siga produciéndose la innumerable cantidad de liquidaciones y quiebras de estos últimos tiempos, las que además de ocasionar graves perjuicios a los acreedores han sido causa de un aumento creciente del pauperismo y de la desocupación de elementos activos, que, con amparo oportuno pudieron haberse salvado del naufragio económico. Hay todavía razones de justicia y honestidad que inducen a dictar las medidas puestas en práctica por este Decreto Ley. La crisis mundial trajo una baja universal de precios; todos los países para conjurar los inconvenientes de una paralización de la máquina productora, porque los precios no eran remunerativos, se apresuraron a dictar medidas que paliaran en parte los efectos antes indicados”. Finalmente, podemos citar dentro de nuestra legislación, el contrato de obras públicas, contenido en el Reglamento Nº 1968 del Ministerio de Obras Públicas, publicado el 31 de Enero de 1953. Este reglamento contempla la posibilidad de “realizar bonificaciones al valor convenido para los precios 147 unitarios de las obras en relación con el aumento de los jornales, de los materiales de construcción, de los gastos generales variables, y de los derechos de Aduana, tarifas y leyes sociales”174. Este sistema de soluciones legislativas no ha estado exento de críticas. Respecto a la dictación de leyes de emergencia, Ripert175 ha señalado: “El contrato moderno, aparece, entonces, como la sumisión de las partes a un conjunto de reglas legales obligatorias, y aquél es dirigido por el legislador como la propia economía, como por vía de consecuencia natural. Las partes siguen siendo libres para contratar o no contratar; pero ésta es toda la libertad de que disponen, que, por lo demás, es más aparente que real, puesto que es preciso contratar para vivir. El legislador substituye el contrato libre del Código Civil por una modalidad que no es ni contractual ni legal; en la cual la voluntad no es necesaria sino para la sumisión de una de las partes a la situación impuesta por la ley”. 174 175 Fueyo, Fernando: ob. cit., pág. 106. Cit. por Fueyo, Fernando: ob. cit., pág. 104. 148 b) Solución Judicial Nos encontramos ante la necesidad de que sean los Tribunales de Justicia, los encargados de dar solución a los problemas planteados por la imprevisión. Frente a esta situación, se han propuesto diversas soluciones, siendo las principales, la resolución, la suspensión y la revisión judicial del contrato. Antes de adentrarnos en el análisis de cada una de estas posibles soluciones, creemos necesario referirnos a la función del Juez, a la misión que se les encomienda a los Tribunales en estos casos. Para José Puig176, “la verdadera misión que incumbe a los Tribunales en estos casos, indudablemente, es la de procurar que se logre un resultado equitativo y justo en una situación que no ha sido prevista en el contrato”. Continúa diciendo más adelante, “en este sentido ha de afirmarse que el juez o Tribunal ha de intervenir precisamente para determinar qué parte contratante debe soportar el riesgo sobrevenido e imprevisto. Y téngase muy en cuenta que el juzgador no deja de intervenir y de fundar un resultado con su decisión aunque se limite a dejar las cosas en el estado en que efectivamente se encuentran (....). No podrá afirmarse que el juez se limita a dejar las cosas 176 Puig B., José: “Fundamentos de Derecho Civil”, Tomo I, Vol. II, de “Derecho General de las Obligaciones”, Editorial Bosch, 1953-67, Barcelona, pág. 365 y sgts. 149 como estaban (que la pérdida se consolide en quien de momento ya la sufrió), pues precisamente para ello, esto es, para dejar las cosas como estaban, hace falta que el juez adopte una decisión en tal sentido. Lo significativo está en que el juez pudo decidir lo contrario y no lo hizo. Esto también es elegir, es decir, decidir entre varias posibilidades de solución”. Respecto a la labor que se le encomienda al Juez en casos de excesiva onerosidad en la prestación, existen autores que se han mostrado contrarios a dicha intervención. Entre ellos encontramos a José Beltrán de Heredia177, quien señala que una revisión contractual sólo puede ser posible en caso que la ley lo haya dispuesto de modo expreso; “su admisión es misión del legislador, no del juez ni de la doctrina, por el peligro que entraña para el comercio jurídico y para la seguridad del tráfico. Mientras tanto, no puede pasar de un deseo ideal, sin trascendencia positiva alguna”. En sentido contrario a esta posición, “la doctrina científica más moderna, como por ejemplo, Samir Tanacho, viene a mostrarse decididamente partidaria de la intervención judicial en la vida del contrato, afirmando que es éste uno de los problemas más graves de la teoría del contrato, pero que hay que tener en cuenta que el contrato no es más que un simple medio técnico al servicio de la moral, por lo que se muestra partidario de la intervención judicial en la ejecución del contrato cuando de una manera manifiesta las consecuencias de 177 Cit. por Espert, Vicente: ob. cit., pág. 254. 150 éste impliquen una evidente injusticia. El autor llega a considerar esta intervención judicial como una nueva fuente de Derecho que llama “obligación judicial” ”178. Dejamos así planteada la discusión, destacando que no existe una posición uniforme al respecto. A continuación, nos referiremos a cada una de las posibles soluciones que han sido propuestas por la doctrina, y recogidas por algunas legislaciones: b.1) La Resolución del Contrato Al hablar de resolución, no nos referimos a los efectos de la condición resolutoria cumplida, sino que se emplea el término resolución puesto que, las consecuencias jurídicas que producirá la aplicación de la teoría de la imprevisión, serán las mismas que las producidas por dicha condición resolutoria. El efecto propio de la resolución consiste en retrotraer a las partes al estado existente al momento de contratar, es decir, opera con efecto retroactivo, salvo tratándose de contratos de tracto sucesivo, puesto que, en 178 Espert, Vicente: ob. cit., pág. 255. 151 este caso, los efectos sólo operan hacia el futuro, tomando el nombre de terminación o resciliación179. Se reconoce como ventaja de esta solución, el que las partes quedan en condiciones de volver a contratar, teniendo en cuenta las nuevas circunstancias. Sin embargo, pareciera que la resolución no es del todo aceptable para la doctrina. “Si la solución fuera así, la teoría sería sólo un remedio a la mitad del problema, sería proteger a los acreedores o deudores perjudicados y trasladar ese perjuicio a los acreedores o deudores que no lo han sufrido. Resolver o terminar, en estos casos, configura la excesiva onerosidad para quien, teniendo interés en mantener la relación obligacional, porque los efectos vulnerantes no le han afectado, se ve de pronto desligado del contrato que pactó”180. De esta manera, no se cumple el principio general, que señalamos al inicio de este tema, en el sentido que los efectos de la imprevisión, en ningún caso, pueden implicar una exoneración al contratante afectado, olvidándose del otro contratante. 179 En nuestro Derecho, se entiende la Resciliación como un modo de extinguir las obligaciones de común acuerdo entre las partes contratantes; pero, para estos efectos, debemos entender el término Resciliación en el sentido que le asignan Colin y Capitant, que señalan: “cuando la resolución se aplica a los contratos sucesivos, tales como el arrendamiento, toma un nombre especial, el de resciliación, y presenta el carácter específico, que la diferencia de la resolución ordinaria, de no producir efecto retroactivo”. Cit. por De la Maza, Lorenzo: ob. cit., pág. 127. 180 Rivas, Ramón: ob. cit., pág. 86. 152 Se critica, además, el que los efectos de la resolución no toman en consideración la situación intermedia entre la celebración del contrato y la aparición de estas circunstancias imprevisibles, lapso en el cual se han producido efectos jurídicos, y habiéndose pactado y ejecutado en circunstancias normales, no parece justo desconocer su eficacia. A nuestro juicio, estas críticas no son del todo exactas, puesto que, como vimos al analizar los requisitos de la teoría de la imprevisión, para que ésta tenga aplicación, es necesario que se trate de un contrato de ejecución diferida o de tracto sucesivo, por lo tanto, la solución sería propiamente la terminación o resciliación, y los efectos no operarían con efecto retroactivo, si no sólo hacia el futuro. “El efecto propio de la imprevisión podría ser, entonces, el de dar facultades al juez para resciliar el contrato, o mejor dicho, para dejar sin efectos futuros a las obligaciones emanadas de ciertos contratos. Los tribunales estarían facultados para precisar hasta qué momento obliga la ejecución a las partes y desde qué instante quedan exoneradas, atendiendo a la fecha en que se produzcan los acontecimientos imprevisibles constitutivos de la imprevisión”181. 181 De la Maza, Lorenzo: ob. cit., pág. 127. 153 Esta solución, la resolución por excesiva onerosidad de la prestación, ha sido adoptada por el artículo 2º de la Ley Faillot; por el Código Civil italiano de 1942; por el Código Civil argentino, desde 1968; por el Código Civil alemán; entre otros. 154 b.2) La Suspensión del Contrato Se trata de otorgarle al deudor una dilación para el cumplimiento de la obligación, mientras subsistan las circunstancias que la transforman en excesivamente onerosa. Esta solución se propone para el caso de circunstancias o acontecimientos que presenten el carácter de temporales, es decir, que duren un breve tiempo. El problema surge al intentar determinar si los acontecimientos originarios de la imprevisión son transitorios, o no lo son, lo cual es realmente complejo, por lo que adoptar esta solución podría implicar una agravación de los problemas que se busca resolver. Por otra parte, se critica el que una suspensión en el cumplimiento de la obligación puede acarrear graves inconvenientes a los contratantes que no se han visto afectados con estos acontecimientos, puesto que deberán satisfacer sus necesidades por medio de contratos provisorios, en una situación de anormalidad y, probablemente, apremiados por el tiempo. 155 Según Bonnecase182, esta solución ha sido recogida por el Código Civil francés, puesto que, en su artículo 1244, “autoriza al juez para conceder prudencialmente plazos de gracia al deudor, atendida su situación personal”. 182 Cit. por De la Maza, Lorenzo: ob. cit., pág. 128. 156 b.3) La Revisión del Contrato Esta solución consiste en una modificación contractual, mediante una intervención del Juez, quien revisará los términos del contrato, y los adecuará a las nuevas condiciones y necesidades. Se recomienda adoptar esta solución en el evento que las partes no logren un acuerdo respecto a la adaptación de los términos del contrato, y para ello, el Juez deberá instar porque las partes lleguen a un avenimiento. Por lo difícil que esto se presenta, se ha planteado la necesidad de “buscar medios que sirvan de complemento a éste. Uno de ellos podría ser el de dar facultades al juez para obligar indirectamente a las partes a convenir en las nuevas condiciones del contrato, amenazándolas con la resolución. Pero, mejor sería dar facultades al juez para proceder directamente a la revisión a falta de un acuerdo de las partes, porque es preferible autorizarlo para revisar las condiciones del contrato que para resolverlo lisa y llanamente”183. Para Lorenzo de la Maza184, la mejor solución sería la revisión del contrato hecha por las partes, bajo amenaza de resciliación. De esta manera se evita dar amplias facultades al Juez, quien deberá instar por un avenimiento entre las partes, y se evita el peligro de llegar a una resolución del contrato. 183 184 Planiol y Ripert, cit. por De la Maza, Lorenzo: ob. cit., pág. 129. De la Maza, Lorenzo: ob. cit., pág. 130. 157 Contrario a esta solución, Lenel185, criticando un fallo del Tribunal Supremo Alemán, postula que “semejante solución parte de la premisa de que ambas partes coinciden en su voluntad de proseguir las relaciones contractuales, pero esto es sólo parcialmente cierto, puesto que cada una de ellas quiere un contrato distinto: una, el contrato primitivo, y la otra, un contrato nuevo con precio alterado. Reconocer al juez la facultad de imponer a las partes un contrato con precio intermedio sería echar por tierra todo el derecho contractual”. En igual sentido, Bustamante Alsina186 dice: “tratar los efectos de la imprevisión señala la necesidad de respetar el texto de la ley, pues la imprevisión es una subespecie del abuso del derecho específicamente regulada en la ley, de tal manera que no corresponde su aplicación sino en los casos, en las condiciones y, mediante el ejercicio de los respectivos derechos que excepcionalmente acuerda a las partes dicha norma legal. (...) Revisar un contrato es más grave que resolverlo, desde que comporta su modificación y ello requiere la voluntad coincidente de las partes”. Sin embargo, existen muchos partidarios de la revisión contractual como una solución al problema planteado por la imprevisión, dentro de los que se encuentran “J. Mosset Iturraspe, A. Morello, A. Alterini”187, etc. 185 Cit. por Baltra, Sergio: ob. cit., pág. 40. Cit. por Flah L. y Smayevsky M.: ob. cit., pág. 31. 187 Flah L. y Smayevsky M.: ob. cit. pág. 32. 186 158 Para Dahm188, en caso de imposibilidad económica para cumplir el contrato, “no debería procederse a la resolución del contrato, sino a su revisión para dejarlo subsanado a base de adaptarlo a las circunstancias que se presenten cambiadas. (...) Quizá procedería, en lugar del “todo o nada” de nuestras ideas tradicionales acerca de la eficacia del contrato, examinar si es justo y, además, socialmente conveniente conceder al deudor agobiado por las circunstancias imprevistas un aplazamiento o una reducción de la obligación de pago. Responde a una tradición jurídica que ha de ser superada considerar que semejantes resultados sólo pueden obtenerse a base de que las partes interesadas se pongan de acuerdo sobre el particular. Es absurdo que la autoridad estatal no pueda intervenir para dejar nuevamente configurada la relación contractual”. 188 Cit. por Puig B., José: ob. cit., pág. 370. 159 4.2.3 Nuestra Opinión Creemos, en primer lugar, que la mejor solución es la que pueden acordar las partes del contrato en forma extrajudicial, pues son ellas las que están en cabal conocimiento de su actual situación, y de la entidad de los perjuicios que las nuevas cirunstancias les han ocasionado. De esta manera, podrán adecuar los términos del contrato en atención a sus necesidades y sus actuales posibilidades. En caso que esto no sea posible, será el Juez el llamado a resolver el conflicto actuando, principalmente, como un mediador, interiorizándose del contrato, sus cláusulas, teniendo presente las condiciones en que éstas fueron pactadas, los cambios que se hayan producido, y las posibilidades actuales de cada contratante; de manera de proponer bases para que las partes puedan llegar a un acuerdo. Estimamos que la labor subsidiaria del Juez, si este acuerdo no se produce, debiera ser la revisión contractual, a fin que pueda modificar el contrato restableciendo el equilibrio entre las prestaciones de ambas partes, y sólo en caso que sea imposible mantener vigente el contrato, proceder a la terminación de éste, fijando las correspondientes indemnizaciones. 160 CAPÍTULO 5: DIFERENCIAS ENTRE LA TEORÍA DE LA IMPREVISIÓN Y OTRAS INSTITUCIONES JURÍDICAS SIMILARES En este capítulo nos referiremos a las relaciones existentes entre la Teoría de la Imprevisión y otras instituciones jurídicas que, a pesar de ser similares (lo que ha llevado a algunos autores a fundamentar la teoría en estudio como una aplicación de estas instituciones), presentan diferencias importantes, que nos permiten configurar a la teoría de la imprevisión como una figura totalmente independiente. 5.1 Diferencias con la Lesión La lesión puede ser definida, según Colin y Capitant189, como “el perjuicio que puede experimentar una persona cuando ejecuta ciertos actos jurídicos; resulta de la desigualdad existente entre la ventaja obtenida y el sacrificio hecho para obtenerla”. Demontés190, dice que “la lesión, en efecto, es el perjuicio que un contratante experimenta cuando, en un contrato conmutativo, no recibe de la otra parte un valor igual al de la prestación aportada por él”. 189 Cit. por Larraín, Bernardo: “La teoría de la lesión en el derecho comparado”, Revista de Derecho y Jurisprudencia, Tomo XXXV, 1938, pág. 34. 190 Misma cita. 161 Se ha señalado que son características propias de la lesión, y que no pueden faltar, el daño o perjuicio que se cause a uno de los contratantes, y el estado de inferioridad en que debe encontrarse el contratante lesionado respecto del otro. Es posible indicar como similitud entre la teoría de la imprevisión y la lesión el que “ambas son doctrinas modernas de “reductio ad aequitatem” de casos concretos del “dura lex””191, que tienen por objeto restaurar un equilibrio inicial entre las prestaciones. Existe una diferencia fundamental entre ellas, y consiste en que, en el caso de la imprevisión, ésta se aplica a contratos que en un comienzo contenían prestaciones equivalentes, pero que a raíz de circunstancias imprevisibles y extraordinarias se convierten en excesivamente onerosos para uno de los contratantes, rompiendo este equilibrio inicial; en cambio, la lesión está presente desde el momento en que se celebra el contrato, y subsiste al tiempo en que se demanda la rescisión del contrato. “El desequilibrio de las prestaciones está en la lesión en el germen del acto jurídico, mientras que en la imprevisión se atiende a esa desproporción en el momento del cumplimiento”192. 191 192 Cardini, Eugenio: ob. cit., pág. 229. Flah, L., y Smayevsky, M.: ob. cit., pág. 105. 162 Difieren también “porque mientras que en aquella ( la lesión) una de las partes aprovecha la inferioridad de la contraparte para (logrando ventajas patrimoniales que de otro modo no habría logrado) realizar el negocio jurídico, falta inicialmente esa “corrispettivitá” en los supuestos de invocabilidad de la teoría de la imprevisión, donde el acto jurídico, por hipótesis, se realizó en condiciones normales, hasta que sobreviene la “excesiva onerosidad” gangrenando, viciando ese acto y convirtiéndolo en la ruina para una de las partes y en un verdadero premio de lotería para la otra (...)”193. Como otra diferencia podemos decir que, para que sea aplicable la teoría de la imprevisión, no es posible que la prestación que, se ha convertido en excesivamente onerosa, se haya cumplido totalmente; mientras que es posible pedir la rescisión por lesión después que se haya cumplido la prestación que adolecía de este vicio. Finalmente, creemos interesante agregar la opinión de Terraza Martorell194 a este respecto, quien señala que “la igualdad de las prestaciones en el momento de la conclusión del contrato, y la persistencia de una determinada proporción entre las mismas por toda la vida del vínculo contractual, puede constituir materia de un idéntico principio jurídico: que la admisión del remedio de la lesión inicial y el de la lesión sobrevenida, tengan el 193 194 Cardini, Eugenio: ob. cit., pág. 17. Terraza, Juan: ob. cit., pág. 145. 163 mismo fundamento racional y representen el mismo vigor de asistencia y de ingerencia por parte del ordenamiento jurídico, sobre la voluntad contractual privada. Resulta innegable que desde el punto de vista de la génesis histórica la laesio superveniens representa una extensión del remedio de la lesión inicial a los contratos que tienen tracto sucesivo”. 164 5.2 Diferencias con el Enriquecimiento sin Causa Para Daniel Peñailillo195, al referirnos al enriquecimiento sin causa “debe tenerse siempre presente que estamos en presencia de un principio y, a lo menos en tesis, de una fuente de obligaciones”. A partir de esta diferenciación, es posible dar un concepto de este instituto: “En cuanto principio, consiste en que el derecho repudia el enriquecimiento a expensas de otro sin una causa que lo justifique. Y en cuanto fuente de obligaciones consiste en una atribución patrimonial sin una justificación que la explique, de modo que, constatado, se impone la obligación de restituir”196. El enriquecimiento sin causa encuentra su fundamento “en la equidad, que impone la necesidad de evitar que alguien se enriquezca indebidamente a costa de otro”197. La doctrina, en general, señala como elementos que configuran la estructura del enriquecimiento sin causa los siguientes: - Enriquecimiento de un sujeto; - Empobrecimiento de otro sujeto; 195 Peñailillo A., Daniel: “El enriquecimiento sin causa”, Revista de Derecho y Jurisprudencia, Tomo XCIII, Nº2, 1996, pág. 71 y sgts. 196 Peñailillo A., Daniel: ob. cit., pág. 72. 197 Borda, cit. por Peñailillo, Daniel: ob. cit., pág. 74. 165 - Relación de causalidad entre el enriquecimiento y el empobrecimiento; y - Ausencia de causa. Nos interesa, con objeto de poder diferenciar esta institución con la teoría de la imprevisión, el último de los elementos recién señalados, es decir, la ausencia de causa. En realidad, no se trata de una ausencia de causa propiamente tal, puesto que “en rigor, todo hecho tiene una causa. De lo que se trata es de exigir a todo enriquecimiento, o, más ampliamente, a toda atribución patrimonial, una causa jurídicamente justificante, que en Derecho sea aceptable”198. Entonces, el elemento consiste en que el enriquecimiento de uno y el empobrecimiento de otro no tenga justificación, que no tenga una causa que lo justifique. Es justamente este elemento, característico del enriquecimiento sin causa, el que lo distingue de la teoría de la imprevisión. En ambas instituciones existe un desequilibrio económico, pero, mientras en la primera no existe una causa que lo justifique, en la segunda el enriquecimiento que obtiene una parte encuentra su causa en el contrato199. 198 Peñailillo A., Daniel: ob. cit., pág. 78. Sin embargo, hay autores como Ramón Rivas, que en su ob. cit., pág. 103, consideran que “en realidad, es discutible porque se lo puede reconocer como causa justa de una prestación normal, pero no de aquélla exorbitante que emana de un accidente ajeno a la contratación”. 199 166 5.3 Diferencias con el Error El error es la falsa concepción que se tiene de la realidad; existe una disconformidad entre nuestras ideas y la realidad. “Es un defecto en la voluntad de uno ( o de ambos contratantes) en base del cual se puede obtener la anulación del contrato, siempre que dicho defecto reúna unas cualificaciones suficientemente agudas para que el derecho positivo considere que el contrato así formado no merece ser mantenido”200. “El error supone, entonces, conocimiento, pero supone también un concepto falso de lo conocido. La noción de imprevisión excluye el conocimiento de los hechos que autorizarán la atenuación de los efectos de la obligación, por haber variado imprevisiblemente las circunstancias”201. Por lo tanto, la primera diferencia entre ambas instituciones radica en que, el error, supone conocimiento por parte de los contratantes, pero este conocimiento no se adecua con la verdadera realidad, por lo que la voluntad que se manifiesta adolece de un vicio, que acarreará la nulidad del acto; mientras que, en la imprevisión, no existe conocimiento de los contratantes respecto de los acontecimientos que se presentarán a futuro, y que implicará que se produzca una variación de los efectos de la obligación. 200 201 Espert, Vicente: ob. cit., pág. 131. De la Maza, Lorenzo: ob. cit., pág. 94. 167 En segundo lugar, se diferencian en que el error “dice relación con hechos o calidades existentes al momento de contratar y no con accidentes futuros como es el caso de la excesiva onerosidad. Además, el error como vicio del consentimiento, produce nulidad relativa, en cambio la excesiva onerosidad sobreviniente no invalida los pactos, los resuelve, termina o modifica”202. Para Vicente Espert203, la diferencia esencial consiste en que “en el caso del error, aunque la anulación supone una pérdida de eficacia posterior en base de una demanda de quien sufrió el error, la causa de la ineficacia surgió coetáneamente a la formación de la voluntad contractual. Mientras que la doctrina de la frustración204 produce, una vez aplicada, la ineficacia por cambio de circunstancias posterior a la perfección del contrato, el cual goza de una vida perfecta, no claudicante, como en el caso del error, por todo el tiempo que corre entre la perfección y el acontecimiento que frustra la posibilidad de conseguir el fin del contrato”. 202 Rivas, Ramón: ob. cit., pág. 104. Espert, Vicente: ob. cit., pág. 136. 204 Cuando el autor habla de doctrina de la frustración, se está refiriendo a lo que nosotros hemos denominado teoría de la imprevisión. 203 168 5.4 Diferencias con la Condición La condición es un hecho futuro e incierto del que depende el nacimiento o extinción de un derecho. Se trata, entonces, de un hecho futuro, que puede suceder o no, pero que las partes son capaces de prever al momento de celebrar el contrato, pues la condición, por ser una modalidad, no se subentiende, sino que es necesario que las partes la estipulen expresamente, salvo las excepciones legales. Por el contrario, la imprevisión supone la ocurrencia de acontecimientos futuros, pero que las partes no han sido capaces de prever al momento de contratar. Mientras que la condición “es una modalidad del acto jurídico concomitante a su celebración (at initio), la imprevisión es sobreviniente a aquélla (...)”205. Otra diferencia, consiste en que la condición resolutoria acarrea la resolución del contrato, lo que significa que desaparece la obligación; mientras que en el caso de la imprevisión, se modifican los efectos de la obligación, atenuándolos, pero no necesariamente desaparece la obligación. 205 Cardini, Eugenio: ob. cit., pág. 16. 169 Por último, se diferencian en que “la condición puede operar, además, y de hecho opera, aunque la obligación haya sido ejecutada, y por eso se dice que tiene efecto retroactivo. La imprevisión (...), supone una obligación no ejecutada aún íntegramente, una obligación que importa prestaciones sucesivas o diferidas”206. 206 De la Maza, Lorenzo: ob. cit., pág. 94. 170 5.5 Diferencias con el Estado de Necesidad Planiol y Ripert207 definen el estado de necesidad, diciendo que “el perjuicio ha sido causado en estado de necesidad cuando es resultado de un acto indispensable para evitar un daño que es imposible evitar de otro modo, y sin que por otra parte concurran las condiciones de la legítima defensa”. Ernesto La Orden208, da una definición que es aplicable a todas las ramas del Derecho, y lo concibe como “aquella situación o coyuntura en que la voluntad del sujeto jurídico se ve impulsada, ante la amenaza de una lesión jurídicamente estimable, a una determinación jurídicamente lesiva”. René Abeliuk209, señala que “en materia contractual significaría que el deudor deja de cumplir para evitar otro mal mayor: no puede confundirse con el caso fortuito, porque no implica una imposibilidad absoluta como éste, sino un sacrificio para el deudor; éste pudo cumplir, pero a costa de un daño grave para él, lo que relaciona la institución con la teoría de la imprevisión”. Podríamos señalar, como principales diferencias entre el estado de necesidad y la imprevisión, a juicio de María Victoria Valencia210, las siguientes: 207 Cit. por Tocornal R., María Ester: “La voluntad y el temor en el negocio jurídico”, Editorial Jurídica de Chile, 1981, pág. 46. 208 Misma cita. 209 Abeliuk, René: ob. cit., pág. 695. 210 Cit. por Guzmán, María Pía: “Relaciones de la teoría de la imprevisión con el caso fortuito, el estado de necesidad y la lesión”, trabajo inédito. 171 a) ”Lo que se persigue con el reconocimiento del estado de necesidad, en este campo, no sería una revisión del contrato, sino una exoneración de responsabilidad”; b) Si bien es cierto que el estado de necesidad genera una excesiva onerosidad que dificulta gravemente el cumplimiento de la prestación por una de las partes, es también efectivo que para la otra parte en caso de cumplimiento podría no haber un enriquecimiento excesivo, sino sólo el que se tuvo en miras al contratar; c) Por último, el estado de necesidad tampoco requiere que afecte a toda una categoría de contratantes, sino a casos particulares, es decir, es una figura esencialmente subjetiva”. 172 5.6 Diferencias con el Caso Fortuito o Fuerza Mayor Bonnecase211 define el caso fortuito o fuerza mayor de la siguiente forma: “ se entiende por caso fortuito o fuerza mayor, una variedad de hecho jurídico de orden legal, material o puramente humano que pertenece más particularmente al derecho de las obligaciones, e impide sea la ejecución, sea el nacimiento de una obligación, en razón de la imposibilidad absoluta en la cual se ha encontrado sin su culpa el deudor o el que pasa por tal, de triunfar de la fuerza del acontecimiento constitutivo del susodicho hecho jurídico”. En nuestra legislación, se encuentra definido en el artículo 45 del Código Civil, que dice “se llama fuerza mayor o caso fortuito el imprevisto a que no es posible resistir (...)”. Los requisitos exigidos para que un hecho sea constitutivo de caso fortuito o fuerza mayor, son los siguientes: 1.- La inimputabilidad: “Consiste en que el suceso, que en tal carácter se invoca, no derive en modo alguno de la conducta culpable del deudor o agente, sea su culpa precedente o sea concomitante al hecho”212. 211 Cit. por De la Maza, Lorenzo: ob. cit., pág. 80. Coustasse A., e Iturra F.: “El caso fortuito ante el derecho civil”, Editorial Jurídica de Chile, 1958, pág. 86. 212 173 2.- La imprevisibilidad: Debe tratarse de un hecho imprevisto. Al igual que para el caso de la teoría de la imprevisión, “la imprevisibilidad predicable del caso fortuito no ha de entenderse en un sentido riguroso, absoluto (...), basta que escape el hecho a la habitual y prudente previsibilidad que suele ocurrir en ocasiones semejantes”213. 3.- La irresistibilidad o inevitabilidad: Debe tratarse de un acontecimiento que sea imposible de resistir. “El elemento irresistibilidad se refiere en forma más directa a la conducta del agente frente a un suceso en vías de ocurrir, inminente, o ya ocurrido, y consiste en defensas que se oponen al hecho imprevisto tendientes a evitar sus efectos dañosos”214. “Entrarán en la categoría de inevitables aquellos sucesos que, merced a la puesta en práctica de una diligencia cuidadosísima, extraordinaria, excedente de la que normalmente exige la obligación, pudieron ser eludidos; se trataría de precauciones exageradas, de evidente desproporción, que agostarían la contratación (...)”215. 4.- La imposibilidad absoluta de cumplimiento: Al reunirse todos los elementos mencionados anteriormente, nos encontramos en presencia de un caso fortuito; sin embargo, para que éste produzca el efecto de eximir la responsabilidad, es 213 Soto N., Francisco: “El caso fortuito y la fuerza mayor”, Ediciones Nauta, 1965, Barcelona, pág.31. Coustasse A., e Iturra F.: ob. cit., pág. 114. 215 Soto N., Francisco: ob. cit., pág. 33. 214 174 necesario que, para el deudor, se haga absolutamente imposible el cumplimiento de la obligación. Teniendo presente los elementos que configuran el caso fortuito, podemos analizar las diferencias con la teoría de la imprevisión216: 1.- En atención al elemento objetivo: En el caso fortuito, el acontecimiento irresistible debe hacer material y absolutamente imposible el cumplimiento de la obligación, por lo que se exige una imposibilidad absoluta; mientras que respecto de la imprevisión, debe tratarse de hechos que, sin hacer absolutamente imposible el cumplimiento de la obligación, la hagan excesivamente onerosa, la dificulten en forma considerable, por lo que se trata de una imposibilidad relativa. 2.- En atención a la naturaleza de los acontecimientos: “Reuniéndose los demás requisitos, basta un acontecimiento imprevisto para que exista caso fortuito o fuerza mayor. En cambio, interviene la noción de 216 Lily Flah y Miriam Smayevsky, en su ob. cit., pág. 149, citan jurisprudencia que destaca las diferencias de la imprevisión con el caso fortuito o fuerza mayor: “La imprevisión funciona como un derecho de una de las partes contratantes de un negocio jurídico bilateral conmutativo de ejecución diferida o continuada, a demandar su resolución si la prestación a su cargo se tornara excesivamente onerosa por acontecimientos extraordinarios e imprevisibles, mientras que el caso fortuito funciona como un dispositivo justificativo del incumplimiento del deudor (Rep. L.L., XXXVIII, 398, sum. 142)”; “No hay que confundir el caso fortuito con la teoría de la imprevisión consagrada en el art. 1198 del Cód. Civil, atento a que el caso fortuito significa un impedimento natural, una imposibilidad material, física, objetiva y absoluta, para cumplir la prestación debida, mientras que la imprevisión implica simplemente excesiva onerosidad (difficultas praestandi), o sea, dificultad en cumplir la prestación, lo que constituye una imposibilidad relativa, ya que la ejecución siempre es jurídicamente posible (Rep. L.L., XXXVIII, 297, sum. 129)”. 175 imprevisión, cuando se trata de acontecimientos más complejos, de un conjunto de hechos; y esto solo no basta; es necesario, fuera de la concurrencia de los demás requisitos, que produzcan, con relación a toda una categoría de contratantes, una alteración general y grave en las condiciones normales de la vida colectiva, en el desarrollo ordinario de los negocios, en las relaciones económicas y sociales”217. 3.- En atención al elemento subjetivo: Tratándose del caso fortuito o fuerza mayor, el elemento subjetivo lo constituye la ausencia de culpa o dolo por parte del deudor, debe ser un hecho ajeno a su voluntad; pero tratándose de la noción de imprevisión, no basta que se trate de un hecho ajeno a la voluntad del deudor, sino que además este hecho debe ser imprevisible para las partes contratantes. 4.- En atención al ámbito de aplicación: El caso fortuito recibe aplicación tratándose de todo tipo de obligaciones; la imprevisión, en cambio, se aplica tratándose de obligaciones contractuales, de ejecución diferida o de tracto sucesivo, discutiéndose su aplicación respecto de las obligaciones legales y cuasicontractuales, así como las derivadas de los contratos aleatorios. 217 De la Maza, Lorenzo: ob. cit., pág. 95. 176 5.- En atención a los efectos: “El efecto propio de la fuerza mayor es eximir de responsabilidad al deudor por la inejecución de la obligación, exonerándolo de la obligación de indemnizar los perjuicios que sufre el acreedor a consecuencia del incumplimiento. (...) En cambio, (...) la imprevisión sólo atenúa el rigor de los efectos de la obligación; su solo efecto es la revisión de las condiciones del vínculo jurídico, como regla general y, en algunos casos, suspender la ejecución de la obligación o provocar la resciliación del contrato”218. 6.- En atención a la intervención del Tribunal: Respecto al caso fortuito o fuerza mayor, la intervención del Juez consiste en determinar si se reúnen los requisitos necesarios para que el acontecimiento se configure como tal, y si el deudor se encuentra en situación de responder de este caso fortuito, ya sea porque así se haya convenido o por disposición de la ley. En caso de considerar que se trata de un caso fortuito, procede a declarar que el deudor se encuentra exento de responsabilidad. En el caso de la imprevisión, es más amplia la intervención del Tribunal. “Aquí no sólo se concreta a determinar si concurren los requisitos para que verdaderamente exista y sea aplicable la noción de imprevisión, sino que debe, también, determinar, atendiendo a las circunstancias generales que han originado su intervención y a las particulares de cada caso, si procede o no la 218 De la Maza, Lorenzo: ob. cit., pág. 96. 177 revisión de la obligación, si procede solamente una suspensión de la ejecución, o si procede la resciliación. Además, en ciertos casos, tendrá que actuar en lo referente a las indemnizaciones que se deban. En último término, la amplitud de su intervención depende de los efectos que se atribuyan a la teoría de la imprevisión”219. 219 De la Maza, Lorenzo: ob. cit., pág. 96. 178 5.7 Conclusión Analizadas las diferencias que se presentan entre la teoría de la imprevisión y otras instituciones jurídicas, podemos concluir que se trata de una institución distinta e independiente de las demás, que en ningún caso es asimilable a alguna de ellas, a pesar de compartir similitudes, participando en algunos elementos con cada una de las distintas figuras jurídicas estudiadas. “Es una institución con lineamientos propios y definidos que viene a solucionar no un vicio inicial (lesión, causa o error), ni tampoco uno sobreviniente, aunque imprevisible, si es absoluto (caso fortuito), sino por el contrario, el desequilibrio y la ruptura patrimonial producida cuando accidentes externos, ajenos al vínculo jurídico mismo, dificultan objetivamente el cumplimiento de las prestaciones”220. 220 Rivas, Ramón: ob. cit., pág. 104. 179 CAPÍTULO 6: LA TEORÍA DE LA IMPREVISIÓN EN EL DERECHO CHILENO 6.1 Doctrina Nuestros autores han adoptado distintas posturas frente al tema de la teoría de la imprevisión, y podemos resumir como posiciones generales y básicas, las siguientes: En primer lugar, se plantea la tesis de ser completamente inadmisible esta teoría en nuestro sistema, puesto que el principio pacta sunt servanda aparece como inmutable. No hay posibilidad de modificar un contrato, otorgándole facultades al Juez al respecto, y para ellos el único precepto que se debe tener en consideración es el artículo 1545 del Código Civil. Una segunda posición, considera que esta teoría es posible a nivel doctrinario, reuniéndose los requisitos exigidos; sin embargo, se hace imposible aplicarla a un caso concreto, puesto que el artículo 1545 del Código Civil lo impide. Quienes plantean esta tesis consideran que la única solución es una reforma legal, de manera que se autorice expresamente su aplicación. 180 En tercer lugar, se encuentran quienes consideran que la teoría de la imprevisión es perfectamente aplicable reuniéndose los requisitos que la configuran. Postulan que es el mismo artículo 1545 del Código Civil, junto con el 1546 del mismo cuerpo legal, correctamente aplicados, los que permiten readecuar el contrato a las nuevas circunstancias, no siendo necesaria una ley que expresamente lo autorice. Se apoyan en los principios generales de la contratación y del acto jurídico para fundar su tesis. Finalmente, podemos señalar una posición distinta a las anteriores. “Esta posición sostiene que la teoría de la imprevisión se ha sobredimensionado, sobre todo en función de la prueba de los hechos. Y que los fines perseguidos en la aplicación de ella se lograrían mediante el examen de la conducta típica que corresponde a cada contratante, según la naturaleza de la relación contractual de que se trate”221. Autor de esta posición es don Pablo Rodríguez Grez. Siendo éstas las tesis entre las que fluctúan las opiniones de los distintos autores nacionales, señalaremos las posiciones particulares de algunos de ellos. 221 Illanes R., Claudio, ponencia publicada en libro “Estudios sobre Reformas al Código Civil y al Código de Comercio”, Fundación Fernando Fueyo, Editorial Jurídica de Chile, 2000, pág. 185. 181 Para Ramón Meza Barros222, el artículo 1545 es un impedimento insalvable para la aplicación de la teoría de la imprevisión, por lo que señala que: “Las obligaciones derivadas del contrato, por lo tanto, de no mediar un acuerdo de las partes o circunstancias que, de conformidad con la ley, excusan de cumplirlas, deben ejecutarse íntegramente, pese al cambio de las condiciones en que se contrajeron. Para que la teoría de la imprevisión tenga cabida en nuestro derecho hará falta un expreso texto legal”. René Abeliuk M.223, señala que no es posible aplicar esta institución como un orden general, pero se manifiesta partidario de su introducción en nuestra legislación, “pero sujeta a estrictas condiciones, de manera de evitar que se convierta en un pretexto más para los deudores inescrupulosos, a fin de eludir o postergar su cumplimiento en largos pleitos”. Jorge López Santa María224, considera necesario legislar sobre el tema, sosteniendo que: “Si ha resultado que por un imprevisto irresistible una de las partes ha sufrido un grave deterioro en las expectativas económicas que el contrato le significaba, y ello no fue previsto ni querido por ella al contratar, resulta de toda equidad, devolver lo conmutativo al contrato procurando así mantener la equivalencia de las prestaciones cual tuvieron que querer las 222 Meza B., Ramón: ob. cit., pág. 253. Abeliuk, René: ob. cit., pág. 706. 224 Cit. por Sanhueza, Carmen Gloria: ob. cit., pág.104. 223 182 partes, salvo naturalmente que hubiesen concluído un contrato aleatorio, y esta devolución debe hacerse aún a expensas de sacrificar los términos de la fórmula empleada. Por lo demás, en nuestro país, dado el sistema subjetivo de interpretación que impera, la voluntad tenida al contratar prima sobre la expresión formal de ella”. Por su parte, Lorenzo de la Maza R.225 también es partidario de que esta teoría sea incorporada en nuestra legislación, y explica su postura de la siguiente manera: “El contrato no tiene por objeto asegurarse en contra de todas las variaciones posibles de las condiciones económicas. El contrato es el medio de realizar el cambio de las prestaciones y de los servicios que el hombre necesita para satisfacer sus necesidades. Esta es su finalidad económica y social. (...) Debe tenerse, además, presente, que el contrato sólo es respetable en cuanto tiene por finalidad permitir a los hombres procurarse los medios de satisfacer sus necesidades en forma honesta y justa. La ruina de uno y el enriquecimiento excesivo de otro de los contratantes se opone a esta finalidad económico-social del contrato y a la honestidad y justicia que en él deben imperar. Las conveniencias económico-sociales, la justicia y la moral ordenan, entonces, contemplar la situación del contratante víctima de las circunstancias. Para darles satisfacción se ha ideado la teoría de la imprevisión. Esta merece ser consagrada en nuestra legislación positiva”. 225 De la Maza, Lorenzo: ob. cit., pág. 151. 183 Fernando Fueyo L.226, se plantea la interrogante siguiente: “¿Podría encontrar cabida la teoría de la imprevisión por analogía iuris, fundándose en el sistema total del Código, particularmente en disposiciones sobre la buena fe en el cumplimiento de los contratos, la equidad natural y otros institutos que están consagrados?”. Él cree que la mayoría de los opinantes serán contrarios a esta idea, y que no sería posible tal pretensión, tomando en cuenta nuestra legislación vigente. Sin embargo, opina que “reconociendo las mayores probabilidades de rechazo de una demanda así concebida, creemos que sería del mayor interés intentar pronunciamientos de nuestros tribunales, reconocidamente eficientes e inspirados de un acendrado espíritu de justicia. Sobre todo a través de casos de flagrante y abierta onerosidad excesiva y concurriendo los demás requisitos, a fin de dejar a la decisión judicial la sola cuestión de fondo”. Finalmente, este autor se cuestiona respecto a si es aconsejable o no una reforma legal, de manera de añadir disposiciones que expresamente autoricen aplicar la teoría de la imprevisión; y sobre esto dice: “si pensamos en los resultados que pueden llegarse a producir con las múltiples demandas que se intentarían, en la inseguridad jurídica que esa legislación crearía frente a los pactos válidos en el espíritu voluble de los hombres y en la tendencia marcada y creciente que se observa en orden a substraerse al cumplimiento debido, si meditamos en todo ello, concluiremos que los riesgos de una legislación así 226 Fueyo L., Fernando: ob. cit., pág. 107 y 108. 184 son muy grandes y que el remedio puede resultar peor que la enfermedad. Creemos que, por ahora al menos, es preferible no dictar normas positivas de tan amplios efectos”. En opinión de Juan Carlos Dörr Z.227, “la teoría de la imprevisión no sólo es compatible con nuestro Código Civil, sino que coherente con sus disposiciones básicas en materia contractual. En otras palabras, la teoría de la imprevisión en su formulación moderna no necesita para su aplicación en Chile el que se consagre en forma expresa en el Código Civil, porque los jueces pueden aplicarla interpretando adecuadamente las normas pertinentes del Código Civil. Y esta aplicación, fundamentalmente, puede hacerse siguiendo cuatro órdenes, distintos de argumentaciones: el primero de ellos basado en la causa tal cual está consagrada en nuestro Código; el segundo, en la naturaleza del contrato bilateral oneroso y conmutativo que implica equivalencia en las prestaciones recíprocas; el tercero, el principio de la buena fe en la ejecución de los contratos y, por último, la integración por equidad”. Fernando Rozas V.228, concluye, respecto a la posibilidad de ser aplicada la teoría de la imprevisión en nuestro país, que esto es posible, “fundamentalmente en atención a la inexcusabilidad de los tribunales para resolver las cuestiones que se someten a su conocimiento, y a lo que dispone 227 228 Dörr Z., Juan Carlos: ob. cit., pág. 264. Rozas V., Fernando: “ La buena fe”, obra inédita, pág. 256. 185 el artículo 1546, que dice que los contratos deben ejecutarse de buena fe, y por consiguiente obligan no sólo a lo que en ellos se expresa, sino a todas las cosas que emanan precisamente de la naturaleza de la obligación o que por la ley o la costumbre pertenecen a ella. Estimamos que la cláusula “rebus sic stantibus” es subentendida por las partes”. Ramón Rivas G.229, es totalmente partidario de la aplicación de la teoría de la imprevisión, sin necesidad de dictar un texto legal expreso. Su opinión es la siguiente: “Nos parece indubitable la flexibilidad de nuestras normas positivas y, más bien, su clara y decidida orientación al bien común. Ello permite, en el derecho chileno, aplicar la teoría de la excesiva onerosidad sobreviniente e imprevisible, sin caer en la infracción de la ley y sin dar a los jueces más atribuciones que las que actualmente tienen. Quedará a su prudencia la grave responsabilidad de aceptar los casos verdaderamente relevantes (...), en forma de que no se produzca el caos, sino que se afiance la seguridad jurídica de todos por igual. Confiamos en ello. No parece necesaria entonces la dictación de un texto legal expreso, porque no es dictando leyes redundantes como se regla la vida de la comunidad, tan genuinamente organizada y en igual medida desvirtuada”. De todas maneras, por si no es posible el logro de su propósito, el autor propone una solución legislativa, que analizaremos más adelante. 229 Rivas, Ramón: ob. cit., pág. 138. 186 Por último, Pablo Rodríguez Grez, sostiene una opinión distinta a los autores anteriormente citados. Este autor parte de la hipótesis que “la obligación es un vínculo jurídico que impone a un sujeto pasivo el deber de desplegar una determinada conducta en relación a una prestación, en favor de un sujeto activo. La obligación, por lo tanto, es deber de conducta en función de la ejecución de cierta prestación que consistirá en dar, hacer o no hacer algo en favor de otra persona. El deudor, en consecuencia, al obligarse asume el compromiso jurídico de desarrollar una determinada conducta o, más precisamente, desplegar un comportamiento que razonablemente conduce a un fin, que consiste en dar, hacer o no hacer. Que la obligación, en cuanto deber de conducta, debe estar descrita o tipificada en la norma. Vale decir, el comportamiento que se exigirá al deudor debe hallarse definido en la fuente de la obligación. Para ello debe atenderse a lo que dispone el artículo 1547 del Código Civil, y conforme a lo en él prescrito, puede deducirse la responsabilidad que la ley impone al acreedor, en cuanto a la diligencia que éste debe observar respecto del deudor”230. A juicio de Pablo Rodríguez, no es necesaria la introducción de la teoría de la imprevisión en nuestra legislación. Postula “en síntesis, que la obligación es un deber de conducta; este deber está tipificado o descrito en la ley (tipicidad en sentido blando); la inejecución de la obligación, por cualquier causa que se produzca, hace presumir la responsabilidad del deudor, el cual 230 Illanes R., Claudio: ob. cit., pág. 196. 187 deberá liberarse probando que ha empleado la diligencia y el cuidado debidos; si sobrevienen hechos imprevistos, irresistibles, independientes de la voluntad de las partes que obstruyan u obstaculicen la ejecución de la obligación, la responsabilidad del deudor dependerá de si es posible superar este escollo con la diligencia debida o si ello escapa al deber de conducta a que se comprometió”231. “Entonces -dice el profesor Rodríguez-, lo que corresponde es atender a la diligencia debida conforme a los términos del contrato, de tal suerte que si un deudor se encuentra enfrentado a un hecho imprevisto, irresistible e independiente de la prestación en términos de no poder atajar sus efectos con la diligencia debida, quedaría eximido de responsabilidad, no por aplicación de la teoría de la imprevisión, sino de los principios que informan la responsabilidad civil en general”232. 231 232 Rodríguez G., Pablo: ob. cit., pág. 332. Illanes R., Claudio: ob. cit., pág. 197. 188 6.2 Legislación 6.2.1 Principio Pacta Sunt Servanda Nuestro Código Civil, en su artículo 1545 dispone que, “Todo contrato legalmente celebrado es una ley para los contratantes y no puede ser invalidado sino por su consentimiento mutuo o por causas legales”. Este es el principio de la ley del contrato o de la fuerza obligatoria del contrato para los intervinientes en él; por lo que el deudor no puede eximirse del cumplimiento literal de la obligación, salvo que exista un acuerdo mutuo con el acreedor, o alguna causal legal que haya existido al tiempo de la contratación. “Los fines que inspiraron la redacción de nuestro artículo 1545 fueron (...): resguardar la estabilidad de las transacciones; afianzar la seguridad de las relaciones económicas y garantizar el respeto a la buena fe que constituye el alma del comercio. En nuestra legislación, lo mismo que en la francesa, la estabilidad de los contratos es una de las bases del orden social”233. “Es lo que se llama el principio de la seguridad del contrato; si las partes no tuvieren la convicción de que los contratos se cumplirán en todos los eventos posibles y supieran, en cambio, que lo convenido está expuesto a toda 233 De la Maza, Lorenzo: ob. cit., pág. 146. 189 clase de alternativas legales y judiciales, se abstendrían de contratar con las consecuencias imaginables, o convertirían la negociación jurídica en un juego especulativo”234. Este principio tiene su origen en el aforismo latino “pacta sunt servanda”, que “no significa otra cosa que la inmutabilidad y cumplimiento de la obligación en sus términos originarios”235. Esto significa que el contrato es intangible, es decir, éste no puede ser modificado ni por el legislador ni por el juez. “Éstos, al igual que las partes, deben atenerse a la palabra dada, respetando fielmente las estipulaciones convenidas por los contratantes. Sin embargo, la intangibilidad del contrato no es absoluta”236. “Karl Larenz, uno de los más destacados juristas alemanes contemporáneos, a propósito de este tema ha dicho: “El que concluye un contrato asume un riesgo. Un contrato que en principio parecía ventajoso, puede resultar económicamente desfavorable para una de las partes, por una elevación de los precios o de los salarios, de los fletes o de los impuestos, a consecuencia de la repentina disminución de la demanda u otro suceso análogo. De este riesgo contractual, que pudiéramos llamar normal, no puede 234 Abeliuk M., René: ob. cit., pág. 101. Fueyo L., Fernando: ob. cit., pág. 89. 236 López S., Jorge: ob. cit., pág. 278. 235 190 dispensarse a nadie sino a costa de la desaparición de toda seguridad contractual”237. En nuestra legislación, producto de este principio de la fuerza obligatoria del contrato, el deudor debe cumplir íntegra y oportunamente las obligaciones, y el acreedor está dotado de una serie de facultades para exigir este cumplimiento, como vimos en nuestro primer capítulo. “Ahora, si entre la época en que se celebró el contrato y la época en que deben ser ejecutadas las obligaciones que de él emanan, sobreviene un acontecimiento imprevisible, ajeno a la voluntad de las partes, que provoca trastornos tales que exista la convicción de que si toda la categoría de contratantes a quienes afecta lo hubieran conocido, no habrían contratado en la forma en que lo hizo, y que sólo haga más onerosa o difícil la ejecución de esas obligaciones, sin hacerla imposible como la fuerza mayor, ¿qué consecuencias le atribuiría la legislación positiva y el Derecho chileno?”238. Esta es la pregunta que debemos tratar de responder; si, a pesar que nuestra legislación consagra el principio de la fuerza obligatoria de los contratos, resultaría aplicable la teoría de la imprevisión, que aún no está contemplada expresamente, y para eso analizaremos normas que parecen 237 238 López S., Jorge: ob. cit., pág. 293. De la Maza, Lorenzo: ob. cit., pág. 147. 191 acogerla, normas que parecen rechazarla y los principios generales que informan nuestro sistema jurídico. 192 6.2.2 Teoría de la Imprevisión en el Código Civil Chileno a) Normas adversas Dentro de la disposiciones adversas a la aplicación de la teoría de la imprevisión, encontramos el artículo 1983 inciso 1º, relativo al arrendamiento de predios rústicos, que señala: “El colono no tendrá derecho para pedir rebaja del precio o renta, alegando casos fortuitos extraordinarios, que han deteriorado o destruído la cosecha”. Otra norma contraria a la aplicación de esta teoría, es el artículo 2003 regla 1ª. Esta disposición regula el contrato de construcción a suma alzada, disponiendo lo siguiente: “Los contratos para construcción de edificios, celebrados con un empresario, que se encarga de toda la obra por un precio único prefijado, se sujetan además a las reglas siguientes: 1ª. El empresario no podrá pedir aumento de precio, a pretexto de haber encarecido los jornales o los materiales, o de haberse hecho agregaciones o modificaciones en el plan primitivo; salvo que se haya ajustado a un precio particular por dichas agregaciones o modificaciones”. 193 b) Normas favorables Al comenzar a señalar aquellas disposiciones que indican una posibilidad de aceptación de la teoría en estudio, diremos, en primer lugar, que se presenta una situación interesante respecto al artículo 2003 recientemente señalado, puesto que, si bien es cierto que por lo dispuesto en su regla 1ª, se cita como una norma que demuestra el rechazo de nuestro Código Civil a la aplicación de la teoría de la imprevisión, es precisamente su regla 2ª la disposición de este cuerpo legal que se presenta como la más partidaria a la aceptación de dicha teoría. La regla 2ª del artículo 2003 del Código Civil dispone: “Si circunstancias desconocidas, como un vicio oculto del suelo, ocasionaren costos que no pudieron preverse, deberá el empresario hacerse autorizar para ellos por el dueño; y si éste rehúsa, podrá ocurrir al juez para que decida si ha debido o no preverse el recargo de obra, y fije el aumento de precio que por esta razón corresponda”. A este respecto, Pablo Rodríguez señala que “si el vicio oculto –que puede ser un defecto del suelo u otro semejante- se previó o debió preverse, el empresario responde porque ello cae dentro de la diligencia, cuidado y actividad que le impone la ley. Pero si el vicio oculto no pudo preverse, es 194 posible reclamar una revisión del contrato, porque, con la diligencia y actividad de que responde el empresario, no es posible cubrir esta prestación extraordinaria”239. Por su parte, Claudio Illanes R.240, en una charla dictada en el Colegio de Abogados de Chile, el año 1996, respecto al contrato de construcción a suma alzada, concluyó lo siguiente: ”En resumen, el contrato de suma alzada de construcción tiene las características y propiedades que hemos señalado. Es un contrato que, obviamente, para que guarde coherencia con la motivación que lleva a las partes a celebrarlo, es natural y propio que cree muy pocos espacios de discusión del precio y de las obras encomendadas a ejecutar. Que el riesgo que asume el contratista es bastante grande. Que considera que está compensado por la seguridad que tiene de recibir un precio único que se supone bien estudiado y evaluada toda la situación de hecho. Y si se equivocó, mala suerte. Si subestimó la ejecución de la obra, no evaluó bien las características del terreno, o sacrificó a sabiendas beneficios y utilidades personales de la empresa, por adjudicarse la propuesta, es un problema que el contratista debe asumir directamente. Ahora, si en un contrato de esta naturaleza se produce una circunstancia grave, absolutamente imprevista e indispensable para la ejecución de la obra 239 Rodríguez G., Pablo: ob. cit., pág. 269. Illanes R., Claudio: “El contrato de construcción a suma alzada”, publicación del Colegio de Abogados de Chile, Septiembre de 1996, pág. 18. 240 195 es factible plantear la teoría de la imprevisión y corresponderá al juez de la causa apreciar el hecho. O sea, yo creo que se puede sostener hoy en día que el planteamiento del hecho imprevisto es viable. Sin embargo, no es de fácil solución y aceptación. Para su aceptación será indispensable que la configuración del imprevisto, su gravedad, el carácter extraordinario, cuenta con un apoyo técnico. Así será posible obtener la comprensión del juez para calificar el imprevisto, y pueda, entonces, argumentar en derecho que la readecuación del contrato no rompe ni infringe los principios que informan el pacta sunt servanda. Todo dependerá del caso en particular. Sin embargo, la importante conclusión es que es viable plantear el tema de la imprevisión en un contrato de construcción a suma alzada. Todo ello dentro de un cuadro racional, por cuanto tampoco resulta plausible que cualquier circunstancia altere los efectos del contrato. Ello sería atentar en contra de la certeza y seguridad contractual”. Otra norma de aceptación de nuestra teoría, es el artículo 332 del Código Civil, que dispone, en su inciso 1º: “Los alimentos que se deben por ley se entienden concedidos para toda la vida del alimentario, continuando las circunstancias que legitimaron la demanda”. Por lo tanto, en esta materia se reconoce la posibilidad de una modificación del fallo que fijó una pensión de alimentos, por variación en las 196 circunstancias que se tuvieron en cuenta al momento de fijarla, es decir, ante un cambio en la situación del alimentante o del alimentario. En materia de comodato, se reconoce también el cambio imprevisto de circunstancias, como un motivo que permite exigir anticipadamente la restitución de la cosa. Así, el artículo 2180 del Código Civil dispone lo siguiente: “El comodatario es obligado a restituir la cosa prestada en el tiempo convenido; o a falta de convención, después del uso para que ha sido prestada. Pero podrá exigirse la restitución aun antes del tiempo estipulado, en tres casos: 2º Si sobreviene al comodante una necesidad imprevista y urgente de la cosa ”. Otra norma que pareciera acoger la teoría en estudio, es el artículo 2227 del Código Civil, relativo al depósito, que señala: “La obligación de guardar la cosa dura hasta que el depositante la pida; pero el depositario podrá exigir que el depositante disponga de ella, cuando se cumpla el término estipulado para la duración del depósito, o cuando, aun sin cumplirse el término, peligre el depósito en su poder o le cause perjuicio”. En esta norma se plantea la posibilidad de eventos imprevisibles, que pongan en peligro el depósito, por lo que autoriza para exigir que el depositante disponga de la cosa, antes del término estipulado. 197 En materia del contrato de fianza, encontramos disposiciones que se refieren y regulan aspectos relativos al cambio de circunstancias. El artículo 2349 del Código Civil, dispone: “Siempre que el fiador dado por el deudor cayere en insolvencia, será obligado el deudor a prestar nueva fianza”. Por su parte, el artículo 2365 del mismo cuerpo legal señala: “Si el acreedor es omiso o negligente en la excusión, y el deudor cae entre tanto en insolvencia, no será responsable el fiador sino en lo que exceda al valor de los bienes que para la excusión hubiere señalado”. En el primer caso, la ley se refiere a un hecho sobreviniente, cual es, la insolvencia en que pueda caer el deudor; en el segundo caso, vemos que al fiador no se le puede exigir que responda por un hecho sobreviniente, si es que desplegó la conducta debida, impuesta por la ley. También es posible citar el artículo 2256 del Código Civil, que se refiere al secuestro. Esta norma dispone que: “Mientras no recaiga sentencia de adjudicación pasada en autoridad de cosa juzgada, no podrá el secuestre exonerarse de su cargo, sino por una necesidad imperiosa, de que dará aviso a los depositantes, si el secuestro fuere convencional, o al juez en el caso contrario, para que disponga su relevo”. La ley se refiere nuevamente al caso en que, por circunstancias imprevisibles, ajenas a la voluntad de las partes, sobrevenga una necesidad imperiosa, en este caso, de restituir la cosa. 198 c) Normas Generales Se ha planteado que es posible, a la luz de diversas disposiciones del Código Civil, que no se refieren expresamente al tema, aplicar la teoría de la imprevisión a través de otras figuras jurídicas. Un artículo de especial relevancia en esta materia, es el 1558 del Código Civil. Éste, en su inciso 1º, señala lo siguiente: “Si no se puede imputar dolo al deudor, sólo es responsable de los perjuicios que se previeron o pudieron preverse al tiempo del contrato; pero si hay dolo, es responsable de todos los perjuicios que fueron una consecuencia inmediata o directa de no haberse cumplido la obligación o de haberse demorado su cumplimiento”. Este artículo “es claramente indicativo de que la conducta que la ley impone al deudor y que el acreedor puede exigir de él, sólo alcanza a la consecución de los beneficios y utilidades que se previeron o pudieron preverse al momento de celebrar el contrato, de manera que el encarecimiento de la prestación o el aumento desorbitado de su onerosidad por causas sobrevinientes, imprevistas e irresistibles, ajenas a la voluntad del deudor, no pueden comprometer su responsabilidad”241. 241 Rodríguez G., Pablo: ob. cit., pág. 250. 199 Conforme a nuestro artículo 1546 del Código Civil, “los contratos deben ejecutarse de buena fe, y por consiguiente obligan no sólo a lo que en ellos se expresa, sino a todas las cosas que emanan precisamente de la naturaleza de la obligación, o que por la ley o la costumbre pertenecen a ella”. Esta norma de nuestro Código Civil, tiene su origen en dos artículos del Código Civil francés, el inciso 3º del artículo 1134 y el artículo 1135. Sin embargo, don Andrés Bello omitió, al elaborar dicho artículo 1546, la palabra “equidad”, que utilizaba el artículo francés. Para algunos, el no haberla incluído fue para evitar repeticiones, por cuanto, si se expresaba que los contratos deben ejecutarse de buena fe, no era posible agregar que, por consiguiente, obligan a lo que imponga la equidad, pero “no hay duda que el concepto de equidad está implícito en la norma de nuestro Código Civil”242. Debemos entender que un contrato se ejecuta de buena fe, cuando se realiza conforme a la intención de las partes. Esta buena fe en los contratantes, no sólo debe existir al momento de celebrarse el contrato, sino que también al momento de su cumplimiento. “Podemos decir que la buena fe, invocada por esta disposición, obliga a una de las partes a no exigir el cumplimiento exagerado de su obligación cuando, por circunstancias ajenas a su voluntad e imprevisibles al tiempo de 242 Dörr Z., Juan Carlos: ob. cit., pág. 268. 200 contratar, su ejecución impone la ruptura económica de las prestaciones o un sacrificio que exorbita lo objetivamente pactado”243. “Incide la buena fe en la ejecución de una obligación contractual cuando de ella pueda derivar un grave daño, injustificado, al deudor, en beneficio de un acreedor por acaecer circunstancias extraordinarias e imprevisibles para ambas partes al momento de la celebración del contrato”244. Para Lorenzo de la Maza, este artículo no puede ser citado como un argumento favorable para la aplicación de la teoría de la imprevisión, por cuanto considera que “la frase “los contratos deben ser ejecutados de buena fe” tiende a constreñir al deudor a que cumpla íntegramente la obligación, en toda la extensión que marca la buena fe, puesto que el artículo citado agrega a continuación:.... ”y por consiguiente obliga no sólo...”. La frase aquella no solamente no sirve para reducir la obligación, sino por el contrario le da mayor extensión y esta mayor extensión, el artículo 1546 la hace consecuencia de la buena fe, al decir: “y por consiguiente...”245. Esta crítica es rebatida por Ramón Rivas, quien sostiene que “el Código Civil en este artículo está hablando de un principio que, por su naturaleza, escapa a prescripciones rígidas o exactas. Al decir “y por consiguiente”, está 243 Rivas G., Ramón: ob. cit., pág. 124. Dörr Z., Juan Carlos: ob. cit., pág. 269. 245 De la Maza, Lorenzo: ob. cit., pág. 146. 244 201 sólo dando una pauta de un correcto proceder. Así también, al agregar “obligan no sólo”, no hay por qué entender que esta disposición está dirigida a aumentar la obligación de una de las partes solamente, sino también la de la otra, aún cuando el contrato sea unilateral, porque en éstos una debe cumplir, y la otra tiene a su vez la obligación de abstenerse de exigir el cumplimiento antes del plazo estipulado”246. Concordamos con la opinión favorable para la aplicación de esta norma como una justificación de la teoría de la imprevisión, por cuanto, no es posible ejecutar un contrato literalmente, de acuerdo a lo estipulado por las partes, si esta ejecución implica atentar contra el principio de la buena fe. “Si por acaecer circunstancias extraordinarias e imprevisibles para ambos contratantes el elemento sustentador del contrato o su base objetiva se ve de tal forma alterada en términos que, de haber sido previsibles esas circunstancias ninguno de los contratantes habrían consentido en el contrato, es evidentemente atentatorio contra la buena fe, “contra los mejores sentimientos del espíritu humano”, prevalerse del derecho a exigir la prestación que se ha tornado excesiva e injustificadamente onerosa para el otro contratante. Atentando la ejecución de una obligación al principio de la buena fe se atenta contra el contrato mismo y, en consecuencia, el deudor puede oponer la 246 Rivas G., Ramón: ob. cit., pág. 126. 202 excepción de contrato no cumplido. Porque, así como el contrato obliga a la ejecución de cada una de las obligaciones literalmente expresadas en el mismo y su incumplimiento por una de las partes legitima o cohonesta el incumplimiento del contrato, el incumplimiento a la obligación de actuar de buena fe autoriza al que es víctima de tal proceder para no cumplir con su obligación”247. Otra norma que es posible citar a este respecto, es el artículo 1467 del Código Civil, referente a la causa. Dicho artículo dispone: “ No puede haber obligación sin una causa real y lícita; pero no es necesario expresarla. La pura liberalidad o beneficencia es causa suficiente. Se entiende por causa el motivo que induce al acto o contrato; y por causa ilícita la prohibida por la ley, o contraria a las buenas costumbres o al orden público. Así la promesa de dar algo en pago de una deuda que no existe, carece de causa; y la promesa de dar algo en recompensa de un crimen o de un hecho inmoral, tiene una causa ilícita”. De acuerdo a la moderna doctrina de la causa248, podemos considerar este artículo como una justificación de la teoría en estudio, por cuanto “la causa que determina a cada parte a obligarse es la voluntad de obtener la ejecución de la prestación (...). La idea de la causa no interviene solamente en el 247 248 Dörr Z., Juan Carlos: ob. cit., pág. 269. Aquella ya referida , en el capítulo relativo los fundamentos de la Teoría de la Imprevisión. 203 momento de concertarse las voluntades. Su influencia se deja sentir hasta cuando el contrato ha sido puesto en completa ejecución”249. “Si la causa debe permanecer como tal durante el cumplimiento total del contrato bilateral y al momento de ese cumplimiento la causa de la obligación ha desaparecido por sobrevenir circunstancias extraordinarias o imprevisibles es indudable que el contrato se ve afectado por falta de causa. Si la causa es el motivo preponderante o el fin y la ejecución de la contraprestación es la causa de la obligación diferida, el desaparecimiento de tal motivo o la frustración del fin es la desaparición de la causa con las consecuencias que para tal situación preve nuestro Código Civil. (...) De conformidad con lo establecido en el número 1º del artículo 1467 no puede haber una obligación sin causa y ésta, según el inciso 2º del mismo artículo, es el motivo que induce a contratar. Desaparecida la causa de una obligación diferida por acaecer un riesgo imprevisible, con las características que la doctrina exige, la obligación y el contrato se transforman en nulos por falta de causa”250. En caso de no aceptarse ninguna de las normas anteriormente citadas, si concluimos que en nuestra legislación no están regulados los efectos de hechos extraordinarios e imprevisibles en las relaciones contractuales, nos encontramos entonces frente a una laguna legal. A fin de dar cabida a la teoría 249 250 Capitant, cit. por Dörr Z., Juan Carlos: ob. cit., pág. 265. Dörr Z., Juan Carlos: ob. cit., pág. 266. 204 de la imprevisión, existe aún otra posibilidad: ampararse en el espíritu general de la legislación y en la equidad natural, como una forma de integrar esta laguna de la ley. Los Tribunales de Justicia, de acuerdo al artículo 73 de la Constitución Política de la República, están obligados a fallar las contiendas entre partes, aun en ausencia de norma que resuelva el asunto sometido a su decisión. Es el llamado principio de Inexcusabilidad de los Tribunales. Dicho precepto constitucional, en su inciso 2º, dispone: “Reclamada su intervención en forma legal y en negocios de su competencia, no podrán excusarse de ejercer su autoridad, ni aun por falta de ley que resuelva la contienda o asunto sometido a su decisión. Idéntica norma es la que contiene el artículo 10 inciso 2º del Código Orgánico de Tribunales. Frente a este principio de inexcusabilidad, si no existe norma que resuelva el conflicto que las partes someten a la decisión de los Tribunales de Justicia, por circunstancias imprevisibles y extraordinarias que tornan excesivamente onerosa la prestación de una de las partes, el juez deberá integrar la laguna legal, asilándose en la equidad, en virtud de lo dispuesto en los artículos 170 Nº 5 del Código de Procedimiento Civil y en el artículo 24 del Código Civil. El artículo 170 del Código de Procedimiento Civil señala que: “ Las sentencias definitivas de primera o única instancia y las de segunda que 205 modifiquen o revoquen en su parte dispositiva las de otros tribunales, contendrán: 5º La enunciación de las leyes, y en su defecto de los principios de equidad, con arreglo a los cuales se pronuncia el fallo;”. El artículo 24 del Código Civil dice: “En los casos a que no pudieren aplicarse las reglas de interpretación precedentes, se interpretarán los pasajes obscuros o contradictorios del modo que más conforme parezca al espíritu general de la legislación y a la equidad natural”. En consecuencia, nuestra legislación obliga al Juez, en caso que no exista ley que resuelva el asunto sometido a su decisión, a integrar dicha laguna, conforme al espíritu general de la legislación y a la equidad. “Es espíritu general de la legislación y es también equidad, hoy por hoy, asegurar la circulación de los bienes, dar a cada uno lo que le es suyo, atribuir a las prestaciones la entidad patrimonial que les corresponde por los términos del pacto, de la ley, o de la resolución judicial, etc..“251. “Llamado el juez a integrar el vacío de nuestro Código Civil, es indudable que la apelación a la equidad deberá resolverse acudiendo el Tribunal a la teoría de la imprevisión según la doctrina moderna la acepta y, de ese modo, resolver el caso concreto conforme a la justicia, fin último del derecho”. 251 Rivas G., Ramón: ob. cit., pág. 116. 206 Podemos concluir entonces que, si bien nuestro Código Civil no consagra expresamente la teoría de la imprevisión, existen numerosas normas que la aplican a casos concretos, además de consagrarse varios preceptos de carácter general, en los cuales pueden apoyarse los Jueces para darle aplicación. 207 6.3 Jurisprudencia 6.3.1 Jurisprudencia Judicial Vimos anteriormente que no existe una norma general y expresa que admita la teoría de la imprevisión, sin embargo, sí existen distintos principios y preceptos generales que hacen que su aplicación sea perfectamente posible, y esto, sin caer en ningún tipo de infracción legal. “A la inversa, es perfectamente factible concluir que a través de una interpretación positiva y armónica que contribuya a hacer del Derecho una cosa viva y dinámica que luche por su constante y perfecta adaptación a la exigencia de la vida social, se atenúe el rigorismo del Derecho frente a circunstancias extraordinarias e imprevisibles que provoquen consecuencias de evidente injusticia, porque como bien señala el autor español Diez Picazo, “el derecho no es algo que venga ya dado si no que es algo que hay que buscar constantemente”252. Este no ha sido el criterio que ha primado en nuestros Tribunales de Justicia quienes, reiteradamente, se han pronunciado a favor de la 252 Sanhueza, Carmen Gloria: ob. cit., pág. 122. 208 intangibilidad de los contratos, negando la posibilidad de que los jueces puedan revisarlos o modificarlos. “En estricto rigor, nuestros tribunales ordinarios de justicia, cada vez que han creído ver una alteración o violación de lo dispuesto en el artículo 1545 del Código Civil, sistemáticamente la han rechazado restableciendo con todo su vigor la intangibilidad de los contratos. Pero, de otro lado, debe dejarse constancia que no se conoce un juicio que haya terminado en la Corte Suprema en el que derechamente se haya planteado la teoría de la imprevisión y que, en consecuencia, haya existido de nuestro más alto tribunal un categórico y definitivo rechazo. Las sentencias que se conocen, y que se han mencionado, se han referido más bien a materias comprendidas en la vinculación contractual respectiva y que alguna de las partes ha pretendido atenuar o justificar para no cumplir la obligación en la forma convenida, sin que se hayan formulado como tesis los principios que informan la teoría de la imprevisión”253. La sentencia clásica en esta materia es aquella pronunciada por la Corte Suprema el 10 de Enero de 1925254, en el juicio Augusto Galtier con Fisco. Dicho fallo, en sus considerandos 13º y 14º, expone lo siguiente: 253 254 Illanes R., Claudio: ob. cit., pág. 199. Gaceta de los Tribunales, primer semestre, año 1925, pág. 23 y sgts. 209 “13º. Que tal como lo ordena el artículo 1545 del Código Civil todo contrato legalmente celebrado es una ley para los contratantes y este precepto que consulta el efecto primordial de las obligaciones, da a la estipulación clara y precisa que hace a la forma de pago del precio de las obras del puerto de San Antonio la fuerza de una ley que por voluntad de las partes está sobre las disposiciones de la ley número 1054 invocada por el tribunal sentenciador, máxime si ésta, que sólo comprende las obligaciones que forzosamente deben solucionarse en moneda metálica, nada dice acerca de que sean contrarias al orden o a las conveniencias públicas las convenciones en que los particulares alteren o modifiquen las reglas de dicha ley simplemente permisiva; 14º. Que los Tribunales carecen de facultades para derogar o dejar sin cumplimiento la ley del contrato, ya sea por razón de equidad o bien de costumbre o reglamentos administrativos a que alude el fallo recurrido los que son absolutamente ajenos a las estipulaciones peculiares del conjunto de derechos y obligaciones que crea, por libre y espontánea voluntad de las partes, el contrato de construcción del puerto de San Antonio”. Lo importante de este fallo, entonces, es que nuestro más alto tribunal de justicia expresó que “ los tribunales carecen de facultad para derogar o dejar sin cumplimiento la ley del contrato, ya sea por razón de equidad o bien de costumbre o reglamentos administrativos”. 210 Es manifiesto que, a través de este fallo, “nuestra Corte Suprema no ha considerado que, en los supuestos de la excesiva onerosidad, alterar la ley del contrato importa dar cumplimiento a disposiciones expresas como las del artículo 1546 del Código Civil, artículo 10 inciso 2º del Código Orgánico de Tribunales, artículo 170 Nº 5 del Código de Procedimiento Civil, que sobre todo consagra la seguridad jurídica, porque ella misma no es un sofisma. La seguridad “como todo valor jurídico, es un valor bilateral” y, por consiguiente, se exige tanto para el acreedor como para el deudor, pues lo contrario sería dejar a una de las partes la “seguridad de su inseguridad”“255. Pero en nuestra historia jurisprudencial, encontramos un fallo de primera instancia, de fecha 28 de Noviembre de 1961256, que fue vanguardista en este aspecto, y que ordena el reajuste de una obligación dineraria, como consecuencia de un fenómeno inflacionario. Lamentablemente, fue revocado por la Corte de Apelaciones y por la Corte Suprema, al fallar un recurso de casación interpuesto al respecto. Se trata del caso de la viuda de Shirazawa y otros contra la Empresa de Ferrocarriles del Estado: El año 1942 se fijó, a favor de doña Berta Guzmán, viuda de Shirazawa, y de sus hijos Eliana y Carlos Shirazawa Guzmán, una renta vitalicia, por 255 256 Quinteros y Spota, cit. por Rivas, Ramón: ob. cit., pág. 130. Revista de Derecho y Jurisprudencia, Tomo 60, 2ª parte, sección primera, pág. 407 y sgts. 211 concepto de indemnización que les debía pagar la Empresa de Ferrocarriles del Estado, en calidad de viuda e hijos, respectivamente, de una víctima a quien se le causó la muerte en un accidente ferroviario, tratándose de un cuasidelito civil del que la empresa era responsable. La renta consistía en la suma de $500 para la viuda y de $400 para cada uno de los hijos. El año 1960, los beneficiarios demandaron el reajuste de las pensiones devengadas y de las futuras pues, producto de la desvalorización monetaria, el poder adquisitivo de las pensiones fijadas en 1942 era irrisorio y, en ningún caso, aseguraba la subsistencia de la familia. “Se daba pues, un caso típico de nuestra teoría; excesiva onerosidad para el acreedor que recibía realmente una parte de la deuda y, en este caso, irrisoria; los términos a que había llegado la desvalorización habían sido claramente imprevisibles; el evento vulnerante no fue generado culpablemente; y, finalmente, la obligación era de ejecución diferida”257. La empresa demandada se opuso a la demanda a través de una excepción de cosa juzgada, pues consideraba que los demandantes estaban pidiendo la modificación de una sentencia que se encontraba ejecutoriada, y que se reunían plenamente los requisitos de la triple identidad, es decir, que la causa de pedir, el objeto pedido y las partes, eran las mismas que en el primer fallo, que fijó el monto de la indemnización. 257 Rivas G., Ramón: ob. cit., pág. 131. 212 Respecto al tema que a nosotros nos interesa, debemos rescatar la decisión del tribunal de primera instancia, que acogió la demanda, autorizando el reajuste de la renta vitalicia. Los considerandos de mayor relevancia son los siguientes: “3º. Que el fundamento de la demanda de autos es el hecho de que esa indemnización tuvo por finalidad –lo que no se niega ni discute- proveer a la subsistencia del grupo familiar que quedó en el desamparo económico con el fallecimiento del jefe de hogar, finalidad que se ha visto afectada y burlada por la desvalorización monetaria constante. 4º. Que, teniendo en cuenta esa finalidad y la forma que se dio en el caso de que se trata a la prestación indemnizatoria –el suministro de una pensión periódica-, está fuera de toda duda que tal indemnización de perjuicios se ha ido desvirtuando año tras año en términos de que prácticamente ha dejado de ser tal; 8º. Que así sólo resta por ver si la acción instaurada es o no procedente en derecho. La empresa demandada ha dicho que esa acción no tiene asidero alguno en la legislación positiva nacional vigente. Es cierto. Pero ella ha importado promover una cuestión contenciosa que ha de decidirse aunque no exista una ley expresa que la resuelva. Pues semejante caso admite y se 213 contempla en nuestro ordenamiento jurídico desde que el legislador procesal prescribe que en toda sentencia definitiva debe contenerse la enunciación de las leyes, y en su defecto de los principios de equidad, con arreglo a los cuales se pronuncia el fallo ( artículo 170, Nº 5 del Código de Procedimiento Civil). Ahora bien, si la equidad sola puede fundamentar un fallo, el caso de autos es un ejemplo típico de aplicabilidad de ese predicamento. Pues no podría sancionarse, a pretexto de no haber al respecto ley positiva, la injusticia de que han resultado víctimas los demandantes al operarse la disminución del valor adquisitivo de las pensiones que obtuvieron por fallo judicial como reparación del daño que les irrogó la muerte, en un accidente, del jefe de la familia que formaban. El monto de la pensión vitalicia indemnizatoria que cobra actualmente la demandante doña Berta Guzmán –quinientos pesos al mesconstituye un sarcasmo. Si no puede responsabilizarse a los particulares del agudo proceso inflacionario ni de la falta de solución legislativa a sus desquiciadores efectos en la vida económica, pueden y deben los tribunales, como órganos destinados a dar aplicación al derecho, a otorgar protección jurídica, restablecer la normalidad en los casos que se someten a su veredicto y que, como el presente, tienen su sustentación en los principios de la equidad más elemental. Por último, ésta debe apreciarse también en relación con la situación de enriquecimiento sin causa que en el hecho está favoreciendo injustamente a la empresa demandada, pues, refiriendo esta reflexión a la pensión que está pagando a doña Berta Guzmán, el dinero que le entregan es 214 en la realidad sino una proporción ínfima de la cantidad que se fijó en la sentencia en relación con el valor de cambio del dinero en esa fecha, o, dicho de otro modo, la demandada, está conservando en su patrimonio casi todo ese valor, que, por el contrario, desembolsaría íntegro si no se hubiera producido el fenómeno de la depreciación monetaria”. Este caso llegó ante la Corte Suprema, la que confirmó el fallo revocatorio de la Corte de Apelaciones de Santiago, desestimando las pretensiones de la parte demandante. Esto, pues se señaló que la depreciación monetaria en nuestro Derecho no es fuente de obligaciones, de acuerdo a lo dispuesto en el artículo 1437 del Código Civil y, por tanto, no es posible modificar, por esta causal, una obligación que ha sido establecida anteriormente por sentencia judicial ejecutoriada. Se argumentó además que no eran aplicables al caso los artículos 1546 y 707 del Código Civil, relativos a la buena fe. El artículo 1546 se refiere a la ejecución de buena fe de los contratos y, en este caso, se trata de una obligación legal, declarada judicialmente, por lo que no existía pacto alguno que hiciera aplicable dicho artículo. Ramón Rivas258 critica los fallos de la Corte de Apelaciones y de la Corte Suprema, pues considera que se hizo una interpretación demasiado restrictiva 258 Rivas G., Ramón: ob. cit., pág. 130 y sgts. 215 del artículo 1437 de nuestro Código Civil y que, si bien, se trata de una norma de clausura, actualmente esta afirmación no sería tan exacta pues no se considera, por ejemplo, la declaración unilateral de voluntad, que “en nuestra realidad actual está operando con eficacia no discutida”. Postula que, aun cuando esta norma fuese taxativa, se complementa con los artículos 170 Nº 5 del Código de Procedimiento Civil, y el artículo 10 inciso 3º del Código Orgánico de Tribunales. Critica también el hecho de no haberse aplicado el artículo 1546 del Código Civil. “El dogmatismo jurídico no puede ser elevado a extremos. No puede negarse la aplicación de este precepto por el solo hecho de que su tenor haga referencia a los contratos, pues esto significaría suponer, lisa y llanamente, que las restantes relaciones obligacionales pueden ejecutarse de mala fe”. La enorme importancia del fallo dictado por el tribunal de primera instancia, a nuestro juicio, radica en que se demostró que es posible aplicar, en nuestra legislación, la teoría de la imprevisión, encontrando su fundamentación en los principios generales que la inspiran. Lamentablemente, esta “labor ha sido malograda, no ha tenido acogida, no se ha realizado, un vez más en Chile, la verdadera justicia y, lo que es más triste, no por culpa de los Códigos. No debemos desanimarnos todos los que tenemos un profundo respeto por nuestras instituciones. No está ajeno el día 216 en que, por la fuerza de las cosas, nuestros Tribunales Superiores adopten las soluciones modernas que garantizan eficazmente la estabilidad de aquéllas y hagan del derecho una cosa viva –y sólo la vida puede hacer del derecho algo viviente-. No será así una telaraña que sobrevuela sobre el quehacer comunitario”259. 259 Cossio, cit. por Rivas, Ramón: ob. cit., pág. 137. 217 6.3.2 Jurisprudencia Arbitral Nuestra jurisprudencia arbitral, a diferencia de la judicial recientemente examinada, se ha demostrado bastante favorable a acoger la teoría de la imprevisión. Son los jueces árbitros quienes, fundamentalmente, han dado aplicación práctica a nuestra institución, demostrando de esta forma que, sin ir en contra de la legislación vigente, es perfectamente posible dicha aplicación, a pesar de no existir norma expresa que la consagre. Son numerosos los fallos que se han referido y que han resuelto en base a la teoría de la imprevisión, acogiéndola. Dentro de ellos, mencionaremos el fallo dictado por el Juez árbitro Carlos Urenda Zegers, en el caso de Sociedad de Inversiones Mónaco Ltda. Se trata de un grupo de socios de dicha sociedad, que deciden someter a arbitraje ciertos conflictos que se suscitaron entre ellos y la sociedad. Los hechos son los siguientes: “Un grupo de accionistas de la sociedad anónima naviera Interoceangas S.A, en adelante NISA, compraron con fecha 20 de Enero de 1981 a la Empresa Nacional de Petróleo 18.750.000 acciones de NISA en el precio de US$ 2.500.000 al contado y el saldo en el plazo de cinco años con más un 218 interés variable semestralmente igual a la tasa LIBOR aumentada en 1 ¼% anual para operaciones en eurodólares a 180 días que publicara el Citibank, oficina de Londres”260. Para los efectos de realizar esta compraventa, los accionistas de NISA constituyeron la Sociedad de Inversiones Mónaco Limitada, constituída con este exclusivo objetivo. Para dejar aún más claramente consignados los motivos de su constitución, los socios otorgaron un instrumento privado, en el cual se dejó establecido “que la facultad del Consejo de Administración para fijar la oportunidad y monto de los aportes de capital de los socios, se ejercería exclusivamente en relación con las obligaciones de la sociedad para con ENAP de pagar las cuotas e intereses del saldo de precio pendientes por la compra de las acciones NISA”261. Uno de los accionistas de NISA, al momento de la compra, se reservó la opción de decidir si compraba o no las acciones que le correspondían proporcionalmente, equivalentes al 40% del total, opción de la que hizo uso; como consecuencia, compró a Sociedad Mónaco, con autorización de ENAP, 7.500.000 acciones, por lo que Mónaco quedó adeudando a ENAP un saldo de precio equivalente a US$ 3.900.000. “A fines de 1982, a raíz de haberse producido un grave menoscabo en las acciones compradas y debido a la alteración de la política cambiaria del 260 Sentencia dictada por el Juez árbitro Carlos Urenda Zegers, de fecha 13 de Noviembre de 1986, inédita, foja 1. 261 Misma cita, foja 2. 219 Gobierno, Mónaco planteó a ENAP la necesidad de modificar los términos pactados teniendo presente las nuevas, graves e imprevisibles circunstancias producidas”262. A juicio de la Sociedad Mónaco, las circunstancias imprevisibles consistían en que “las acciones adquiridas habían perdido una parte importante de su valor por haberse producido un grave menoscabo en el patrimonio de NISA como consecuencia de la grave crisis mundial que afectó la economía chilena con especial énfasis en la actividad naviera, en general, y del transporte marítimo, en particular; el cambio de la política de ENAP en cuanto a la licitación del transporte de gas (...), la disminución muy importante del valor de las naves pertenecientes a NISA (...), y que con posterioridad a la celebración del contrato, el Gobierno, que reiteradamente había asegurado la inalterabilidad del tipo de cambio, modificó violentamente la paridad cambiaria contrariando la política mantenida con anterioridad”263. Tras meses de negociaciones entre Sociedad Mónaco Ltda. y ENAP, se acordó un aumento en el plazo de pago y una disminución de los intereses. Sin embargo, este acuerdo no fue suficiente para solucionar el problema, pues la crisis se agudizó, ENAP nuevamente adjudicó el transporte de gas líquido a terceros, y el Gobierno alteró nuevamente la política cambiaria, con lo cual se verificaron tres nuevas devaluaciones. 262 263 Misma cita. Misma cita. 220 A juicio de los socios demandantes, “el cambio de las circunstancias (...), justifican modificar las estipulaciones convenidas con ENAP por cuanto su mantención implica no considerar el gravísimo menoscabo patrimonial de los bienes comprados y, extremando el problema, obligaría a pagar por las acciones ya fuertemente depreciadas un precio real sustancialmente mayor que el estipulado (...). Mónaco tendría que pagar 15 cuotas del saldo de precio cada una por el equivalente de US$ 276.511, esto es, mucho más de US$ 4.000.000 en circunstancias que las acciones no valían a la fecha de la interposición de la demanda más allá de la cuarta parte de lo ya pagado por ellos, de manera que cada cuota de nuevo pago significará agravar el enorme e imprevisto desequilibrio producido en la compraventa de las acciones”264. El Consejo de la Sociedad Mónaco pidió un nuevo aporte a los socios, de $52.125.000, para pagar la correspondiente cuota del saldo de precio de las acciones. Los socios (demandantes) manifestaron su oposición, por considerarlo improcedente, “ya que con su producto se pagarían cuotas de un precio inexistente e hicieron ver a la Sociedad su obligación de ejercer ante ENAP todos los derechos a fin que se establezca la circunstancia de haberse extinguido las obligaciones de pago del saldo de precio de las acciones, por falta de causa”265. 264 265 Misma cita, foja 3. Misma cita, foja 3 vta. 221 La cuestión que los demandantes someten a arbitraje es “si se mantiene la obligación de Mónaco de seguir pagando a ENAP las cuotas del saldo de precio de las acciones y, consecuencialmente, si es obligación de los socios continuar enterando un capital destinado única y exclusivamente a esos pagos, atendidas las circunstancias graves sobrevinientes y no previstas por las partes al contratar”266. Los demandantes hacen un análisis de la situación económica general del país al momento de celebrarse el contrato de compra de las acciones, comparándola con la situación al momento de la demanda, para determinar si efectivamente se produjeron o no alteraciones graves e imprevisibles, encontrándose pendiente el contrato con ENAP. Luego, se refieren a las facultades del árbitro arbitrador y acerca de los fundamentos de la teoría de la imprevisión, concluyendo que “concurrirían las dos causales que parte importante de la doctrina jurídica consideran que deben concurrir para que se pueda revisar, por imprevisión, los contratos de cumplimiento diferido: a) La desaparición de la base del negocio cuando se destruye la equivalencia de las prestaciones en un contrato conmutativo en términos tan graves que impidan hablar racionalmente de contraprestación; 266 Misma cita. 222 b) Que la común finalidad objetiva del contrato haya resultado inalcanzable aún cuando la prestación sea posible”267. Finalmente, expresan que ha desaparecido el objeto del contrato y, por lo tanto, la obligación de Mónaco de pagar y de los socios de aportar a la sociedad. La Sociedad Mónaco Ltda. contesta la demanda, coincidiendo prácticamente en la totalidad de los argumentos relacionados con el reajuste que experimentó el saldo de precio, considerado absolutamente imprevisible. Señalan en la contestación, que estos intereses fueron oportunamente representados por el Consejo, ante las más altas autoridades de ENAP, y que pese a todos los esfuerzos desplegados, sólo se obtuvo una renegociación de la deuda, en Octubre de 1983. Con fecha 16 de Septiembre de 1986, se le comunicó al Consejo, que el Directorio de ENAP no aceptaba revisar nuevamente las obligaciones de Mónaco. El Consejo de la Sociedad estima que, mientras no se acepte una revisión de los términos del contrato y una modificación de éste, es preciso seguir cumpliendo con la obligación del pago del saldo de precio de las acciones. 267 Misma cita, foja 5 vta. 223 El juez árbitro dictó sentencia con fecha 13 de Noviembre de 1986, acogiendo la demanda de los socios, en el sentido de suspender la obligación de ellos de seguir efectuando los aportes, hasta que se llegue a un acuerdo con ENAP o, en caso de no existir acuerdo, hasta que quede ejecutoriada la sentencia que resuelva la controversia. Dada la relevancia de este fallo, reproduciremos los considerandos que, a nuestro juicio, resultan más interesantes, a próposito de la materia en estudio: “Considerando Noveno.- Que la teoría de la imprevisión constituye, sin lugar a dudas, un principio de derecho que es conocido desde antiguo y aceptado hoy masivamente por la inmensa mayoría de la doctrina jurídica universal, al extremo de haber sido incorporada a diversos códigos civiles, como el italiano, suizo, portugués, noruego y argentino, principios que, además, han sido aceptados por los tribunales ordinarios de justicia, diríamos, de la unanimidad de los países que siguen nuestra misma tradición jurídica. El hecho que nuestra legislación expresiva del derecho privado nacional no contenga disposiciones concretas que se refieran a la influencia en los contratos de los sucesos imprevistos, futuros y graves que los afectan en su desarrollo; ni que nuestros tribunales de justicia hayan tenido la ocasión de pronunciarse sobre esta materia, no es óbice para que este tribunal arbitral 224 entre a pronunciarse sobre este particular, teniendo además presente la inexcusabilidad de la función jurisdiccional. Considerando Décimo Cuarto.- Que la aplicación de la teoría de la imprevisión en nuestro país es perfectamente compatible con la teoría de las obligaciones tal cual está desarrollada en el Código Civil. En efecto, si se estima que el fundamento de la imprevisión se encuentra en la desnaturalización de la relación de equivalencia de un contrato oneroso conmutativo -como parte de la doctrina lo considera-, la teoría de la imprevisión es procedente en razón de lo establecido por los artículos 1444 y 1546 del mismo Código en relación con los artículos 1440 y 1441 del mismo. (...) Por otra parte, en tanto se considere que el fundamento se encuentra en la buena fe o en la equidad, -que es, quizás, el fundamento que la doctrina más comunmente acepta- también es procedente a la luz de nuestra legislación la aplicación de esta teoría, tanto porque los contratos deben cumplirse de buena fe por todos los contratantes, quedando ellos obligados a dar ese cumplimiento “bona fide”, como porque en ausencia de una regulación expresa de esta teoría en el Código Civil, ningún juez puede excusar de resolver el problema que le sea planteado, debiendo recurrir, a falta de ley, a los principios de equidad. Es indudable que la doctrina o teoría de la imprevisión consagrada incluso en forma expresa en distintos códigos civiles de otros países con una misma tradición jurídica que la nuestra, constituyen 225 principios relevantes de equidad sobre los cuales puede el juez –especialmente un árbitro- basar su fallo. Considerando Vigésimo.- (...) El árbitro ha estimado de interés a este respecto, tener presente lo expresado por ENAP a don Rodolfo Turenne en Oficio Nº 2158 del 18 de Noviembre de 1983, agregado a los autos: “Las consideraciones que efectivamente se tomaron en cuenta para la repactación llevada a cabo en Agosto del presente año con Sociedad de Inversiones Mónaco fueron las siguientes: “El aumento del valor de la deuda expresada en moneda nacional como consecuencia de la devaluación y el consiguiente riesgo de no pago”. “La disposición del Gobierno de Chile en el sentido de fijar un tipo de cambio preferencial para los pagos de deudas en dólares contraídas por chilenos con instituciones financieras”. “El hecho de que Inversiones Mónaco, pese a ser una sociedad chilena constituída por socios chilenos, por ser deudor en dólares directo de una Empresa, no tuvo acceso al beneficio del dólar preferencial”. Esta renegociación, en consecuencia, no puede considerarse que haya compensado los efectos de la crisis en el desarrollo del contrato y ella no es óbice al derecho que pueda tener Mónaco de instar a una revisión seria del contrato, que leal y efectivamente signifique restablecer el equilibrio exigido por la ley entre las prestaciones de las partes en los contratos conmutativos, 226 equilibrio que manifiestamente no se produjo, por lo que se ha expresado, en el acuerdo anterior con ENAP. Considerando Vigésimo Primero.- Que el contratante que se ve afectado por imprevisión que trastoca profundamente la relación de equivalencia de un contrato, tiene determinados derechos que hacer valer ante su contraparte. En consecuencia, no está sujeto sólo a la buena voluntad o actitud graciosa del acreedor (...). Considerando Vigésimo Sexto.- Cualquier deudor que se encuentre en la situación en que está Mónaco frente a ENAP en la operación analizada “in extenso” en los considerandos precedentes de esta sentencia, tiene el legítimo derecho de proponer a su acreedor una solución equitativa al problema pendiente y, en el caso de no encontrar comprensión de su parte, tiene también el legítimo derecho de llevar el asunto a la decisión de los tribunales de justicia”268. Otra sentencia arbitral, que acogió la teoría de la imprevisión, fue la dictada por el Juez árbitro Claudio Illanes Ríos, en la controversia planteada entre la Sociedad Constructora La Aguada Limitada y EMOS S.A. 268 Misma cita, fojas 10 y sgts. 227 “EMOS llamó a una licitación pública para construir el abovedamiento del canal La Aguada. Eran –aproximadamente- 14 kilómetros y, naturalmente, EMOS S.A. como propietaria de la obra entregó todos los antecedentes técnicos, administrativos, plano, etc. Sugirió, además y esto es importante, el método constructivo. No lo impuso solo lo sugirió. Todos lo que se presentaron a la licitación formularon su propuesta económica en base a los antecedentes técnicos que EMOS entregó y, naturalmente, adoptaron el metodo constructivo sugerido. La licitación fue adjudicada a la Sociedad Constructora La Aguada Limitada, conformada por un consorcio de empresas con mucha experiencia en la materia. Al cabo de uno pocos kilómetros de excavación el contratista concluyó que no era posible aplicar el método constructivo señalado en la propuesta. Incluso hubo un derrumbe. Entonces vino una larga discusión entre las autoridades de EMOS y los representantes del consorcio constructor. El contratista cambió el método constructivo sin paralizar la obra. La continuó y terminó dentro de plazo. (...) Llegó un momento que las partes se pusieron de acuerdo en someter el asunto a arbitraje y al efecto se acordó que fuera un árbitro mixto, Arbitrador en la forma y de Derecho en el fondo (...). EMOS defendió el carácter de contrato a suma alzada y que bajo ningún aspecto, hipótesis y circunstancia podía modificarse el precio y que la situación producida era exclusivamente de cargo del contratista y que, por lo demás, se 228 insistió que EMOS había solamente sugerido el método constructivo y, en consecuencia, no obligaba al contratista. Se pidió informe de peritos. Hubo dos informes de destacadas personas, muy conocidas en la materia y opinaron que el acontecimiento producido era absolutamente imprevisto. Que hubo errores en los antecedentes técnicos que se habían tomado en cuenta para la licitación. Que el estudio de mecánica de suelo adolecía de un error básico relativo a los parámetros de suelo entre los existentes en el metro de Santiago y los existentes en el Zanjón de la Aguada. Que el cambio de método constructivo era absolutamente indispensable para poder ejecutar la obra. (...) Que cualquiera que se hubiera ganado la licitación tendría que haber hecho lo mismo. Si alguien al presentar su propuesta económica hubiera planteado otro método constructivo habría quedado fuera de la licitación, porque, indudablemente, su propuesta económica hubiera sido más cara (...)”269. Hubo un acuerdo entre las partes, en virtud del cual, se dividió el juicio en dos etapas: en la primera etapa se discutiría acerca de la procedencia del pago, por parte de EMOS a la empresa constructora, de las obras extraordinarias realizadas; en la segunda etapa, en caso de estimarse procedente el reembolso, se determinaría el volumen y costo. 269 Illanes R., Claudio: ob. cit., pág. 16 y sgts. 229 La sentencia acogió la demanda de la empresa constructora, y estableció la existencia de un hecho imprevisible, grave y extraordinario. Para adoptar esta decisión, se basó en el informe de perito y en la teoría de la imprevisión, dictaminando que Emos debía reembolsar y asumir el costo de las obras extraordinarias que fue necesario realizar como consecuencia del inevitable cambio de método constructivo. Contra este fallo, el único recurso posible era el de queja, el cual no se dedujo, por lo que la sentencia quedó ejecutoriada. Respecto del segundo fallo, que fijó el volumen y costo de las obras extraordinarias, se dedujo Recurso de Queja. La Corte Suprema, en fallo de 10 de Octubre de 1994, sólo acogió la queja respecto de un punto específico dentro de un item, rechazándolo íntegramente en el resto. Este fallo de la Corte Suprema se pronuncia derechamente respecto del tema de la imprevisión. “La sentencia hace incapié que se trata de una materia de carácter técnico con dos informes periciales, el último de los cuales, concretamente, consideró que las mayores obras no fueron previsibles, sin embargo, necesarias para la adecuada ejecución del contrato”270. El considerando trece de dicha sentencia expresa lo siguiente: “Que, en consecuencia, al ordenarse el mayor pago de las obras que debieron ejecutarse, obras que resultaban necesarias, y que no fueron previstas al 270 Illanes R., Claudio: ob. cit., pág. 17. 230 convenirse el precio por suma alzada, no se ha incurrido por parte del árbitro en falta o abuso, toda vez que sus conclusiones son adecuadas y guardan relación con los antecedentes aportados y en especial con las pruebas periciales”271. Este fallo fue dictado por los Ministros Bañados, Correa y Garrido, y los abogados integrantes Eugenio Valenzuela y Mario Verdugo y, como dijimos anteriormente, tiene la importancia de haberse pronunciado respecto de la teoría de la imprevisión en forma explícita, al referirse a las obras ejecutadas como necesarias y no previstas. 271 Cit. por Illanes, Claudio: ob. cit., pág. 17. 231 6.4 Derecho Proyectado Han existido varias propuestas de reforma a nuestra legislación, en atención a la necesidad de dar solución al problema planteado por la imprevisión, ya tantas veces mencionado en nuestro trabajo. Tal vez el primer texto de proyecto de reforma del Código Civil, en este aspecto, fue el planteado por Lorenzo de la Maza272, señalando lo siguiente: “De acuerdo con lo que hemos sostenido al respecto, nos parece aconsejable la siguiente disposición: Sobreviniendo acontecimientos imprevisibles e independientes de la voluntad de las partes que, como consecuencia de un trastorno grave de la normalidad, hagan exorbitantemente más onerosa o difícil la ejecución de las obligaciones emanadas de contratos sucesivos o a plazo, cualquiera de los contratantes podrá recurrir ante la justicia: 1º En caso de un trastorno temporal, solicitando que la ejecución de esas obligaciones sea suspendida; 272 De la Maza, Lorenzo: ob. cit., pág. 158. 232 2º En caso de alteraciones definitivas, solicitando la revisión de las condiciones del contrato, que se llevaría a efecto de común acuerdo o, en el evento de no producirse este acuerdo, la resciliación de él. El tribunal, conociendo breve y sumariamente de esta solicitud, pronunciará la suspensión o resciliación, en su caso, con indemnización de perjuicios, pero reduciendo el monto de éstos a la suma que en situaciones normales habrían alcanzado. Ramón Rivas Guzmán273, a pesar de considerar que no sería necesaria una modificación legislativa, por ser nuestras normas lo suficientemente flexibles para permitir la aplicación de la teoría de la imprevisión, propone una solución legislativa, para el caso que no se lograra lo por él señalado: “Artículo 1º.- Agrégase al artículo 45 del Código Civil el siguiente inciso: Con todo, si esta imposibilidad fuere relativa, se estará a lo dispuesto en el inciso final del artículo 1546 de este Código. Artículo 2º.- Reemplázase el artículo 1546 del Código Civil por el siguiente: Artículo 1546.- Cada uno es obligado a ejercer sus derechos y a ejecutar sus obligaciones según las reglas de la equidad y de la buena fe. 273 Rivas G., Ramón: ob. cit., pág. 138. 233 Por consiguiente, las relaciones obligacionales exigen, no sólo lo que en ellas se expresa sino además, todas las cosas que emanan precisamente de su naturaleza o que por la ley o la costumbre se entienden pertenecerles. La misma regla se aplica cuando, a consecuencia de accidentes excepcionales, imprevisibles y generales, se rompe la significación patrimonial objetiva de la obligación. En consecuencia, puede el juez, después de tomar en consideración los intereses de las partes, autorizar su modificación o terminación con una razonable indemnización. Artículo 3º.- Agrégase el siguiente número al artículo 680 del Código de Procedimiento Civil: 10.- A los juicios en que se ejercite el derecho que concede el inciso tercero del artículo 1546 del Código Civil. La Facultad de Derecho de la Universidad Gabriela Mistral, a través de su Comisión Permanente de Reformas Legales, elaboró un anteproyecto de ley sobre Revisión Judicial de los Contratos por Excesiva Onerosidad Sobreviniente, el año 1989, publicado en la Revista “Temas de Derecho”, en 1990, el que reproduciremos a continuación: “Artículo 1º.- En los contratos bilaterales conmutativos y en los unilaterales onerosos, de tracto sucesivo o de ejecución diferida, si la prestación correspondiente hubiere llegado a ser excesivamente gravosa por 234 acontecimientos extraordinarios e imprevisibles, que afectan a una categoría general de contratantes, la parte perjudicada podrá solicitar la revisión judicial del contrato. Artículo 2º.- La revisión judicial tiene por objeto modificar los términos del contrato, a fin de establecer el equilibrio de las prestaciones tenidas en consideración por las partes al momento de contratar. Artículo 3º.- Para deducir la acción del precedente artículo, la obligación que se pretende revisar tiene que encontrarse pendiente en todo o parte y el deudor no debe estar constituído en mora, debiendo acreditarse necesariamente la relación de causalidad entre el hecho imprevisible y la excesiva onerosidad que se alega. En todo caso, la acción deberá deducirse dentro de seis meses contados desde que sobrevino el hecho imprevisible. Si la obligación se encontrare pendiente sólo en parte, la revisión no podrá alcanzar sino a dicha parte. Artículo 4º.- La solicitud respectiva deberá cumplir con los requisitos previstos en el artículo 298 del Código de Procedimiento Civil. La caución a que este precepto se refiere garantizará el pago de los perjuicios que se puedan irrogar al demandado por el ejercicio abusivo de la acción concedida. 235 Artículo 5º.- Presentada la solicitud, el tribunal deberá llamar a comparendo de conciliación para más tardar dentro del quinto día. En caso de no producirse la conciliación por desacuerdo de las partes o por su inasistencia, se tendrá como demanda la presentación del actor y se le dará la tramitación del juicio sumario. Artículo 6º.- Si la solicitud de revisión se refiere a una obligación de dar o entregar, contestada la demanda y antes de practicarse cualquiera otra actuación, el juez, de oficio o a petición de parte, fijará una cantidad no disputada y su forma de pago. La resolución a que se refiere el inciso anterior es inapelable. Artículo 7º.- Si el actor no paga la cantidad referida en el artículo precedente, dentro del plazo que corresponda, el tribunal, de oficio o a petición de parte, lo declarará desistido y deberá condenar en costas al demandante, cesando cualquiera medida precautoria que se hubiere impetrado por éste. Artículo 8º.- En estos juicios la prueba se apreciará en conciencia. Artículo 9º.- De someterse estos asuntos a compromiso, el árbitro, cualquiera que sea su calidad, deberá sujetarse al procedimiento de la presente ley. 236 Artículo 10º.- Si se estipulase que no podrá intentarse la acción por excesiva onerosidad sobreviniente, no valdrá la estipulación. Artículo 11º.- Pueden intentar la acción a que se refiere esta ley el contratante afectado, sus herederos o cesionarios, siempre que la cesión se haya otorgado por escritura pública extendida con anterioridad a la fecha en que se produjo el hecho imprevisto”274. Este anteproyecto de ley tiene la enorme importancia de haber sido presentado como Moción Parlamentaria, ante la Cámara de Diputados de Chile, con fecha 07 de Marzo de 1991, por el Diputado señor Sergio Elgueta Barrientos y otros, como Proyecto de Ley que permite la Revisión Judicial de Contratos Civiles y Mercantiles, Boletín Nº 00309-07, al cual nos referiremos a continuación. El texto de este Proyecto de Ley275 es, de fondo, idéntico al anteproyecto recién citado, con algunas modificaciones, más bien de forma: “ Artículo 1º.- Los contratos civiles y mercantiles, bilaterales conmutativos y en los unilaterales onerosos, de tracto sucesivo o de ejecución diferida, podrán ser revisados judicialmente, si la prestación adeudada se hubiere convertido por acontecimientos extraordinarios e imprevisibles y ajenos a la voluntad de las 274 275 Revista Temas de Derecho, año V- Nº1, 1990, de la Universidad Gabriela Mistral. Misma cita. 237 partes, en excesivamente gravosa en su cumplimiento, a fin que el tribunal modifique las cláusulas respectivas, y proceda a restablecer la equivalencia de las prestaciones existentes al momento de contratar. Artículo 2º.- La acción de revisión judicial podrá ejercerla el contratante que cumpla o se allane a cumplir en forma y tiempo debidos, siempre que las obligaciones a revisar se hallen pendientes en todo o parte, que exista necesariamente relación de causa a efecto entre el hecho imprevisible y la excesiva onerosidad invocada, y que ella se entable dentro de los seis meses desde que sobrevino el hecho imprevisible descrito en el art. 1º. Artículo 3º.- La obligación cumplida en parte no dará derecho a la revisión, pero sí habrá lugar a ella en lo que está pendiente. Artículo 4º.- Si las partes acordaren la renuncia o la improcedencia de la acción de revisión en el contrato en la forma anticipada, no valdrá la estipulación. Artículo 5º.- El ejercicio de esta acción corresponderá al contratante perjudicado, a sus herederos, y a los cesionarios siempre que la cesión de los derechos se hubiere producido en escritura pública suscrita con antelación al día en que se produjo el hecho en que se funda. 238 Artículo 6º.- La acción prevista en esta ley se tramitará conforme al procedimiento sumario del Título XI del Libro III del Código de Procedimiento Civil, con excepción de lo dispuesto en el art. 681 inciso 1º de dicho Código, con las siguientes modificaciones: 1º.- La demanda deberá ser acompañada por los documentos y antecedentes que constituyen presunción grave del derecho que se reclama; 2º.- El comparendo será de conciliación y contestación. El tribunal podrá decretar la suspensión del cumplimiento de las obligaciones reuniéndose los requisitos del art. 298 del Código de Procedimiento Civil. 3º.- Contestada la demanda el tribunal de oficio o a petición de parte, podrá fijar una cantidad no disputada y su forma de pago, siempre que se trate de una obligación de dar o entregar. Esta resolución será inapelable. 4º.- Si el actor no solucionare la deuda señalada en el número anterior en su monto y forma ordenados, se le declarará desistido de la demanda, se le condenará en costas, cesando cualquiera medida precautoria decretada. 5º.- En estos juicios la prueba se apreciará en conciencia. 239 6º.- Si en definitiva la demanda fuere rechazada, el actor pagará las costas, debiendo fijar en la misma sentencia el tribunal una suma razonable a título de indemnización de perjuicios en favor del que obtuvo en el juicio”. En primer lugar, haremos una síntesis de la tramitación de dicho proyecto de ley, el que aún se encuentra en trámite en el Senado, para luego detallar su contenido y la discusión que éste ha generado. El Boletín Nº 00309-07 ha seguido los siguientes pasos276: Primer Trámite Constitucional, Cámara de Diputados Legislatura: 321 Extraordinaria Fecha: 14/03/1991 Sesión: 36 Ordinaria. Diligencia: Moción. Cuenta. Pasa a la Comisión de Constitución, Legislación y Justicia. Legislatura: 325 Extraordinaria Fecha: 22/10/1992 Sesión: 9 Ordinaria. 276 Proyecto de Ley sobre “Revisión Judicial de Contratos Civiles y Mercantiles”, [en linea] www.bcn.cl/pags/legislacion/fset_2.htlm, [consulta: 31 de Diciembre de 2002]. 240 Diligencia: Diputado Molina adhiere a la Moción. Legislatura: 328 Extraordinaria Fecha: 16/03/1994 Sesión: 1 Ordinaria. Diligencia: S.E el Presidente de la República incluye el proyecto en la legislación extraordinaria 328ª. Legislatura: 337 Extraordinaria Fecha: 25/03/1998 Sesión: 5 Ordinaria. Diligencia: Oficio 4-98 del 24-03-98 de la Comisión de Constitución, solicita eximir el proyecto de la obligación de archivo. La sala acuerda eximir el proyecto de obligación de archivo. Legislatura: 344 Ordinaria Fecha: 12/06/2001 Sesión: 4 Ordinaria. Diligencia: Cuenta. Primer informe de la Comisión de Constitución, Legislación y Justicia. Queda en Tabla. 241 Fecha: 03/07/2001 Sesión: 11 Ordinaria. Diligencia: Queda pendiente por falta de tiempo. Fecha: 04/07/2001 Sesión: 12 Ordinaria. Diligencia: Discusión general. Queda pendiente. Fecha: 10/07/2001 Sesión: 14 Ordinaria. Diligencia: Se aprueba en general. Vuelve a Comisión para segundo informe. Fecha: 07/08/2001 Sesión: 23 Ordinaria. Diligencia: Cuenta. Segundo informe de la Comisión de Constitución, Legislación y Justicia. Queda en Tabla. Legislatura: 345 Extraordinaria Fecha: 03/10/2001 Sesión: 3 Ordinaria. Diligencia: Se aprueba en particular. 242 Fecha: 04/10/2001 Sesión: 3 Ordinaria. Diligencia: Oficio Nº 3534 del 04-10-01 al Senado. Comunica aprobación de proyecto. Segundo Trámite Constitucional, Senado Legislatura: 345 Extraordinaria Fecha: 09/10/2001 Sesión: 5 Ordinaria. Diligencia: Cuenta. Oficio de la Cámara de Diputados. Pasa a la Comisión de Constitución, Legislación, Justicia y Reglamento. Como primer trámite, este Proyecto de Ley fue objeto de estudio en la Comisión de Constitución, Legislación y Justicia, de la Cámara de Diputados: En la Discusión en General, se coincidió con los argumentos y fundamentos expuestos en la moción, y se estimó que, si bien la situación parecía resuelta desde el punto de vista doctrinario, frente a la negativa jurisprudencial respecto a su aplicación, se hacía necesario legislar, para poder concretar los postulados de esta teoría. 243 En la Discusión en Particular se analizó cada uno de los artículos del proyecto: Respecto al artículo 1º, se mantuvo el texto del proyecto como inciso primero, suprimiendo la palabra “adeudada” que sigue a “prestación”, para que no quedaran dudas que la acción compete a la parte perjudicada, y que no se atiende a su condición de acreedor o de deudor. Se agregó, además, un inciso segundo, relativo a la posibilidad de demandar, en subsidio de la revisión, la resolución del contrato. Respecto a los artículos 2º y 5º, por la relación existentes entre ambas normas, la comisión acordó refundirlas en una sola. El artículo 3º se aprobó en los mismos términos, por unanimidad. Respecto al artículo 4º, relativo a la irrenunciabilidad de la acción de revisión, se estimó que era necesario establecerlo en términos más amplios, de manera de evitar la renuncia anticipada de la acción, en un instrumento diverso al contrato. Respecto al artículo 6º, que pasa a ser 5º, se acordó tratar esta disposición separadamente, por números. 244 Se agregó como número 1º el no ser aplicable lo dispuesto en el inciso primero del artículo 681 del Código de Procedimiento Civil. El número 1º (pasó a ser 2º), se aprueba unánimemente, y sólo se suprime el artículo “los”, que antecede a la palabra “documentos”, pues se estima que con él se da una connotación restringida a la prueba documental. El número 2º (pasó a ser 3º) fue modificado, por estimarse innecesario hacer referencia al artículo 298 del Código de Procedimiento Civil, ya que el nuevo nº 2 de este artículo 6º establece la exigencia, para acoger a tramitación la demanda, de acompañar documentos y antecedentes que constituyan presunción grave del derecho que se reclama. El número 3º (pasó a ser 4º), fue aprobado, pero se redactó de diversa manera por razones de claridad en la norma. El número 4º (pasó a ser 5º), se aprobó en los mismos términos, por unanimidad. En cuanto al número 5º (pasó a ser 6º), la comisión estimó más apropiado que la prueba se apreciara según las reglas de la sana crítica, y no en conciencia. Respecto al número 6º (pasó a ser 7º), se acogió una observación del diputado señor Huenchumilla, en el sentido que parece excesivo condenar al actor, quien se sintió perjudicado, razón por la cual demandó, a indemnizar a quien no sufrió ningún perjuicio, por lo que sustituyó la palabra “debiendo” por “pudiendo”. 245 La Comisión dejó constancia de lo siguiente: - Que el proyecto no contiene disposiciones que tengan rango orgánico constitucional o que deban aprobarse con quórum calificado. - Que no hay artículos que sean competencia de la Comisión de Hacienda. - Que el proyecto no fue aprobado en general por unanimidad. - Que no hubo artículos o indicaciones rechazados por la comisión. De esta forma, el texto del proyecto que la comisión recomienda aprobar es el siguiente: “Artículo 1º.- Los contratos civiles y mercantiles, bilaterales conmutativos y unilaterales onerosos, de tracto sucesivo o de ejecución diferida, podrán ser revisados judicialmente si la prestación se hubiere convertido, por acontecimientos extraordinarios, imprevisibles y ajenos a la voluntad de las partes, en excesivamente gravosa de ser cumplida. En tal evento, el tribunal estará facultado para modificar las cláusulas respectivas, restableciendo la equivalencia de las prestaciones existentes al momento de contratar. En subsidio de la acción de revisión, podrá demandarse la resolución o la terminación, en su caso, del contrato. Sin embargo, la parte demandada podrá enervar la acción respectiva, allanándose en la contestación de la 246 demanda a aumentar su prestación o a que se reduzca la prestación de la contraparte. Si la acción no es enervada o si el desequilibrio no es remediado con el aumento o disminución de la prestación, el juez deberá declarar la resolución o terminación del contrato, la cual no operará con efecto retroactivo. Artículo 2º.- El ejercicio de las acciones a que se refiere el artículo anterior, corresponderá al contratante perjudicado por el hecho imprevisible que haga excesivamente oneroso el cumplimiento de su obligación, siempre que: 1º Las obligaciones emanadas del contrato se encuentren pendientes en todo o parte; 2º No se encuentre en mora; 3º Exista relación de causa a efecto entre el hecho imprevisible y la excesiva onerosidad invocada, y 4º Se las entable dentro del plazo de seis meses contado desde que sobrevino tal hecho. Del mismo modo, el ejercicio de estas acciones corresponderá a sus herederos y a los cesionarios, siempre que la cesión de derechos se hubiere verificado mediante escritura pública otorgada con antelación a la ocurrencia del hecho en que se fundan las acciones. 247 Artículo 3º.- La obligación cumplida en parte no dará derecho a la revisión, pero sí habrá lugar a ella en lo que esté pendiente. Artículo 4º.- Las acciones a que se refiere el artículo 1º son irrenunciables en forma anticipada. Artículo 5º.- Las acciones previstas en esta ley se tramitarán conforme al procedimiento sumario establecido en el Título XI del Libro III del Código de Procedimiento Civil, con las siguientes modificaciones: 1º No será aplicable lo dispuesto en el inciso primero del artículo 681. 2º La demanda deberá ser acompañada por documentos y antecedentes que constituyan presunción grave del derecho que se reclama. 3º El comparendo será de conciliación y contestación, pudiendo el tribunal, atendido el mérito de los antecedentes, decretar la suspensión del cumplimiento de las obligaciones de la parte perjudicada. 4º Una vez contestada la demanda, el tribunal, de oficio o a petición de parte y siempre que se trate de obligaciones de dar o entregar, podrá determinar el monto de la obligación sobre el que no hubiere disenso y establecer su forma de pago. La resolución que se dicte al respecto será inapelable. 5º Si el actor no solucionare la deuda señalada en el número anterior, en su monto y forma ordenados, se le declarará desistido de la demanda y se le condenará en costas, cesando cualquiera medida precautoria decretada. 248 6º En estos juicios la prueba se apreciará conforme a las reglas de la sana crítica. 7º Si en definitiva la demanda fuere rechazada, el actor pagará las costas, pudiendo el tribunal fijar en la misma sentencia una suma razonable a título de indemnización de perjuicios a favor del que obtuvo en el juicio”277. Este proyecto de ley se acordó finalmente, con fecha 6 de Junio de 2001, con la asistencia de los diputados Ignacio Walker Prieto (Presidente), señoras María Pía Guzmán Mena y Laura Soto González y señores Francisco Bartolucci Johnston, Juan Bustos Ramírez, Juan Antonio Coloma Correa, Alberto Espina Otero, Sergio Elgueta Barrientos, Francisco Huenchumilla Jaramillo y Enrique Krauss Rusque. Se designó como diputado informante al señor Sergio Elgueta Barrientos. Con fecha 12 de Junio de 2001, se realizó el informe de la Comisión de Constitución, Legislación y Justicia ante la Cámara de Diputados. En votación general del proyecto, éste fue aprobado con el siguiente resultado: por la afirmativa, 28 votos; por la negativa, 13 votos. Hubo 3 abstenciones. 277 Misma cita anterior. 249 El proyecto fue objeto de una indicación. El diputado Salvador Urrutia Cárdenas propuso agregar, como artículo 6º, el siguiente: “Artículo 6º.- A partir de seis meses de publicada esta ley, todos los contratos civiles y mercantiles bilaterales conmutativos y unilaterales onerosos, de tracto sucesivo o de ejecución diferida deberán contener una cláusula que explicite si ante acontecimientos extraordinarios imprevisibles y ajenos a la voluntad de las partes, se realizará una revisión del contrato vía mediación o arbitraje o según los términos de esta ley. Si se omitiere esta cláusula se entenderá que ambas partes prefieren la revisión judicial”. Vuelve el proyecto a la Comisión. En el segundo informe de la Comisión de Constitución, Legislación y Justicia, de fecha 31 de Julio de 2001, se dejó constancia que el proyecto no contiene disposiciones que tengan rango de ley orgánica constitucional o que deban aprobarse con quórum calificado, que no hubo disposiciones suprimidas, modificadas, ni nuevos artículos introducidos, y que ningún artículo debe ser conocido por la Comisión de Hacienda. La única indicación presentada al proyecto fue estimada innecesaria, por lo que se rechazó por unanimidad. Así, se mantuvo el proyecto de ley aprobado en general. 250 Se dio cuenta de este segundo informe de la Comisión, con fecha 7 de Agosto de 2001, y el proyecto fue aprobado, con el siguiente resultado: por la afirmativa, 41 votos; por la negativa, 7 votos. Hubo 1 abstención. De esta manera, la Cámara de Diputados aprobó el Proyecto de Ley que permite la Revisión de Contratos Civiles y Mercantiles, cuyo texto ha sido reproducido anteriormente, remitiéndolo al Senado. Con fecha 9 de Octubre de 2001, pasa a la Comisión de Constitución, Legislación, Justicia y Reglamento, y desde entonces, a la fecha, no ha tenido movimiento. 251 CAPÍTULO 7: LA TEORÍA DE LA IMPREVISIÓN EN EL DERECHO COMPARADO Dada la imposibilidad de analizar cada una de las legislaciones que la contemplan, nos centraremos en las que revisten mayor interés para nosotros, a saber: la legislación peruana, la italiana y la argentina. 7.1 Derecho Peruano En Perú se estudió el problema de la imprevisión mucho tiempo antes que se planeara la dictación del nuevo Código Civil, promulgado el 24 de Julio de 1984, que acoge esta teoría. El Ministro de Justicia a la época de la dictación del código, don Max Arias Schreiber Pezet, se refirió a las innovaciones hechas en materia de contratos, y al respecto señala: “Teniendo como antecedente remoto la teoría de la imprevisión (rebus sic stantibus) el proyecto admite la excesiva onerosidad de la prestación, facilitando el restablecimiento del equilibrio inicial de las prestaciones, roto por acontecimientos extraordinarios, imprevisibles e irresistibles”278. 278 Figueroa E., Hernán, cit. en Revista Temas de Derecho, Universidad Gabriela Mistral, año V, Nº1, 1990, pág. 35. 252 Dentro del nuevo Código Civil, esta materia está ubicada en el Título VII: Excesiva onerosidad de la prestación, en la sección primera: Contratos en general, del Libro VII, denominado Fuentes de las Obligaciones, en los artículos 1440 al 1446. Los requisitos exigidos por la legislación peruana para dar aplicación a la teoría de la imprevisión, son los siguientes: 1.- Debe tratarse de alguno de los siguientes contratos: - Contratos conmutativos de ejecución continuada, periódica o diferida (art. 1440). - Contratos conmutativos de ejecución inmediata, cuando la prestación a cargo de una de las partes ha sido diferida por causa no imputable a ella (art. 1441). - Contratos aleatorios, cuando la excesiva onerosidad se produce por causas extrañas al riesgo propio del contrato (art. 1441). - Contratos en que una sola de las partes hubiera asumido obligaciones (art. 1442). 2.- Que la prestación llegue a ser excesivamente onerosa por acontecimientos extraordinarios e imprevisibles. 253 3.- Que la ejecución de la prestación no se haya diferido por dolo o culpa de la parte perjudicada. El efecto escogido por esta legislación, es la posibilidad que la parte perjudicada solicite al juez que reduzca o aumente la contraprestación, es decir, se optó por mantener el contrato. Sólo de manera subsidiaria, se optó por la resolución del contrato. Así se contempla en los artículos 1440 y 1442, que disponen lo siguiente: “Artículo 1440.- En los contratos conmutativos de ejecución continuada, periódica o diferida, si la prestación llega a ser excesivamente onerosa por acontecimientos extraordinarios e imprevisibles, la parte perjudicada puede solicitar al juez que la reduzca o que aumente la contraprestación, a fin de que cese la excesiva onerosidad. Si ello no fuere posible por la naturaleza de la prestación, por las circunstancias o si lo solicitara el demandado, el juez decidirá la resolución del contrato. La resolución no se extiende a las prestaciones ejecutadas”.279 279 En relación a este artículo, la Tercera Sala Civil de la Corte Superior de Lima, en el caso “Ledesma Narváez, Marianella”, sentó la siguiente jurisprudencia, citada en el Código Civil peruano, año 2002, décima edición, actualizada por Manuel Muro R., y presentada por Fernando Vidal R. : “ La resolución de un contrato por excesiva onerosidad de la prestación presupone que ésta ha devenido así por acontecimientos extraordinarios e imprevisibles, por lo que la aplicación de un interés elevado al saldo de precio de un bien vendido no puede considerarse un acontecimiento extraordinario e imprevisible al no reunir los requisitos del artículo 1440 del Código Civil, por lo que deviene en improcedente la acción de resolución por excesiva onerosidad de la prestación”. 254 “Artículo 1442.- Cuando se trate de contratos en que una sola de las partes hubiera asumido obligaciones, le es privativo solicitar judicialmente la reducción de la prestación a fin que cese su excesiva onerosidad. Si no se puede reducir la prestación, rige lo dispuesto en el segundo párrafo del artículo 1440”. Se consagró, entonces, la necesidad de acudir a la vía judicial para ejercitar la acción por excesiva onerosidad de la prestación. Además se estableció, en forma expresa, la irrenunciabilidad y la caducidad de dicha acción. Al respecto, los artículos 1444, 1445 y 1446, disponen lo siguiente: “Artículo 1444.- Es nula la renuncia a la acción por excesiva onerosidad de la prestación”. “Artículo 1445.- La acción por excesiva onerosidad de la prestación caduca a los tres meses de producidos los acontecimientos extraordinarios e imprevisibles a que se refiere el artículo 1440”. “Artículo 1446.- El término inicial del plazo de caducidad a que se refiere el artículo 1445 corre a partir del momento en que hayan desaparecido los acontecimientos extraordinarios e imprevisibles”. 255 7.2 Derecho Italiano En Italia ha existido un gran desarrollo en esta materia. El resurgimiento de la teoría de la imprevisión se produjo con la Primera Guerra Mundial. Con fecha 27 de Mayo de 1915 se dictó el Decreto Hortenenziale, que considera “a la Guerra como motivo de exoneración del cumplimiento de las obligaciones contractuales, no sólo en el caso que hiciera imposible el referido cumplimiento, sino también, y en esto consiste la innovación para las situaciones en que la ejecución de la prestación resultare demasiado onerosa”280. Con igual fecha, se dictó el Decreto Luogotenenziale, decreto de emergencia, que en su artículo 1º dispuso “ que la guerra debe considerarse fuerza mayor no sólo cuando hace imposible el cumplimiento de la obligación, sino también cuando la vuelve demasiado onerosa”281. Se dictaron, además, numerosas leyes de emergencia, como las leyes de alquiler. Por ejemplo, “por decreto del 26 de Diciembre de 1916, el inquilino que cumplió sus compromisos podía exigir la prórroga del alquiler en idénticas condiciones durante toda la vigencia de la guerra y hasta dos meses después del cese de las hostilidades”282. 280 Díaz C., Mario, cit. por Sanhueza, Carmen Gloria: ob. cit., pág. 60. Cardini, Eugenio: ob. cit., pág. 78. 282 Cardini, Eugenio: ob. cit., pág. 80. 281 256 Se dictó la “Carta del Lavoro”, por el Consejo Fascista Italiano, que en el artículo 71 de las normas establece “que en casos de cambios sobrevinientes se permite la revisión de los contratos (de trabajo), en supuestos de cambio del número de obreros, etc.”283. De esta manera, constituyó una aplicación de la teoría de la imprevisión. Desde antiguo los tribunales hicieron aplicación, en múltiples oportunidades, de esta teoría, especialmente las Cortes de Apelaciones de Catania y Venecia, y las de Casación de Turín y Livorno. Uno de los casos más interesantes fue el resuelto por la Suprema Corte de Turín, el 16 de Agosto de 1916: “Era costumbre, en esa época, que la Municipalidad, dueña del inmueble que ocupaba un teatro, vendiera los palcos en vez de arrendarlos para cada representación. Estaban de moda entonces –a la fecha de venta de esos palcos- unas óperas especiales con grandes bailes y la Municipalidad solía insertar en los contratos una cláusula con los propietarios de los palcos en cuestión, otorgándoles el derecho de asistir por lo menos una vez por año a una de esas óperas. Las nuevas orientaciones artísticas por una parte, que repudiaban esos bailes anticuados y la circunstancia que por ese motivo ya no se escribieran esas óperas, planteó el caso que resolvió el alto tribunal de Turín, diciendo: Los 283 Cardini, Eugenio: ob. cit., pág. 81. 257 contratos bilaterales que tienen tracto sucesivo y dependencia de futuro, se entienden concluídos con la cláusula rebus sic stantibus. La imposibilidad de la ejecución y la excesiva gravosidad de la misma, sobrevenida por el cambio de las circunstancias de hecho, pueden inducir la resolución del contrato o por lo menos la modificación y reducción de sus consecuencias. (...) Y agrega el Alto Tribunal de Turín: Estas en substancia son las consideraciones independientemente de la aplicabilidad al caso de las reglas de equidad en que se funda la Corte... Es evidente que la razón de resolverlo así está en el “riconosciuto difetto di consenso o di volontá di obbligarsi in quelle sopravvenute imprevvidibili condizioni di cose che, se previste, avrebbero reso impossibile ogni accordo fra le parti” (reconocido defecto de consentimiento o de voluntad de obligarse en aquellas sobrevenidas imprevisibles condiciones de cosas que, si previstas, habrían vuelto imposible todo acuerdo entre las partes)”284. Es el nuevo Código Civil Italiano, de 1942, el que consagra expresamente esta teoría. El mensaje del proyecto del Código Civil italiano de 1942, dice: “Con el articulado previsto en este Código, se introduce de un modo expreso, y por vía de aplicación general, el principio de la implícita sujeción a la “Cláusula Rebus Sic Stantibus” en los contratos bilaterales; sobre la base del 284 Cardini, Eugenio: ob. cit., pág. 71. 258 derecho común, y por esto mismo en concordancia con una tradición jurídica puramente italiana, seguida hasta ahora por algunas legislaciones”285. Las disposiciones generales relativas a la excesiva onerosidad, están ubicadas en el título “De los Contratos en general”, que forma parte del Capítulo XVI, denominado “De la Resolución del Contrato”. La Sección Especial es la III, llamada “De la Excesiva Onerosidad”. Estas disposiciones están contenidas en los artículos 1467, 1468 y 1469, que disponen: “Art. 1467. Contratto con prestazioni corrispettive (Contratos con prestaciones recíprocas). Nei contratti a esecuzione continuata o periodica ovvero a esecuzione differita, se la prestazione di una delle parti é divenuta eccessivamente onerosa per il verificarsi di avvenimenti straordinari e imprevidibili, la parte che debe tale prestazione puó domandare la risoluzione del contrattto, con gli efetti stabiliti dall’art. 1458. La risoluzione non puó essere domandata se la sopravvenuta onerositá rientra nell’alea normale del contratto. La parte contro la quale é domandata la risoluzione puó evitarla offrendo di modificare equamente le condizioni del contratto. 285 Cit. por Fueyo L., Fernando: “La Teoría de la Imprevisión en el nuevo Código Civil Italiano de 1942”, ob. cit., pág. 122. 259 (En los contratos de ejecución continuada o periódica o de ejecución diferida, si la prestación de una de las partes hubiera llegado a ser excesivamente onerosa por acontecimientos extraordinarios e imprevisibles, la parte que deba tal prestación podrá demandar la resolución del contrato, con los efectos establecidos en el artículo 1458. La resolución no podrá ser demandada si la onerosidad sobrevenida entrara en el álea normal del contrato. La parte contra quien se hubiere demandado la resolución podrá evitarla ofreciendo modificar equitativamente las condiciones del contrato)”. “Art. 1458. Effetti della risoluzione (Efectos de la resolución). La risoluzione del contratto per inadempimento ha effetto retroattivo tra le parti, salvo il caso di contratti a esecuzione continuata o periodica, riguardo quali l’ effetto della risoluzione non si estende le prestazioni giá eseguite. La risoluzione, anche se é stata espressamente pattuita, non pregiudica i diritti acquistati dai terzi, salvi gli effetti della trascrizione della domanda di risoluzione. (La resolución del contrato por incumplimiento tiene efecto retroactivo entre las partes, salvo el caso de contratos de ejecución continuada o periódica, respecto de los cuales el efecto de la resolución no se extiende a las prestaciones ya efectuadas. 260 La resolución, auque se hubiese pactado expresamente, no perjudica los derechos adquiridos por los terceros, salvo los efectos de la transcripción de la demanda de resolución)”. “Art. 1468. Contratto con obbligazioni di una sola parte (Contratos con obligaciones de una sola de las partes). Nell’ ipotesi prevista dall’ articolo precedente, se si tratta di un contratto nel quale una sola delle parti ha assunto obbligazioni, questa puó chiedere una riduzione della sua prestazione ovvero una modificazione nelle modalitá di esecuzione, sufficienti per ricondurla ad equitá. (En la hipótesis prevista por el artículo precedente, si se tratara de un contrato en el que una sola de las partes hubiese asumido obligaciones, ésta podrá pedir una reducción de su prestación o bien una modificación en las modalidades de ejecución, suficientes para reducirlas a la equidad)”. “Art. 1469. Contratto aleatorio (Contrato aleatorio). Le norme degli articoli precedenti non si applicano ai contratti aleatori per loro natura o per volontá delle parti. (Las normas de los artículos precedentes no se aplican a los contratos aleatorios por su naturaleza o por voluntad de las partes)”. 261 En cuanto a los requisitos que exige la legislación italiana, para dar aplicación a la teoría de la imprevisión, podemos deducir los siguientes: 1.- Que se trate de un contrato de ejecución continuada o periódica o de ejecución diferida, ya sea bilateral o unilateral (art. 1467 y 1468). Respecto a este requisito, es importante señalar que se ha declarado aplicable la institución a todos los contratos de ejecución diferida, y no sólo a los de ejecución continuada o periódica. El Mensaje del Código discurre del siguiente modo : “La admisibilidad de la cláusula rebus sic stantibus no puede razonablemente depender de la naturaleza particular de la prestación, periódica o continuada; pues está en el carácter de diferido y no en el de periodicidad o de continuidad de la prestación, la razón de una tutela que tiende a evitar dañosas consecuencias económicas derivadas del rompimiento del equilibrio contractual querido por las partes. Este rompimiento puede ocurrir tanto cuando la prestación debe ser ejecutada en un término único como cuando debe ser cumplida en períodos o continuidad”286. 2.- Que la prestación de una de las partes llegue a ser excesivamente onerosa por acontecimientos extraordinarios e imprevisibles (art. 1467). 286 Cit. por Fueyo L., Fernando: ob. cit., pág. 127. 262 3.- Que la onerosidad sobrevenida no entre en el álea normal del contrato (art. 1467). 4.- Que no se trate de un contrato aleatorio (art. 1469). 5.- Que no se haya ejecutado la obligación (art. 1458). Respecto a los efectos o soluciones, a diferencia del Código Civil Peruano, que, como vimos, insta por la mantención de la obligación, el Código Civil Italiano adoptó la resolución del contrato, estableciendo la posibilidad de enervarla, ofreciendo el demandado modificar equitativamente las condiciones del contrato. Se trata más bien de una terminación del contrato, pues esta resolución no opera con efecto retroactivo, por tratarse de contratos de ejecución diferida o periódica. La resolución debe solicitarse judicialmente. Tratándose de contratos unilaterales, es decir, en que solamente una de las partes se haya obligada, se consagra la posibilidad de pedir la reducción de la prestación o bien una modificación en las modalidades de ejecución. 263 7.3 Derecho Argentino Argentina fue el primer país en América Latina en consagrar en la ley la teoría de la imprevisión, la que era aceptada tanto por la doctrina, como por la jurisprudencia. “En el Congreso de Derecho Civil celebrado en Córdoba en el mes de Octubre de 1961 se aprobó por abrumadora mayoría la recomendación de incorporar al Código Civil un artículo que dispusiera que en los contratos bilaterales conmutativos de ejecución diferida o continuada, si la prestación a cargo de una de las partes se tornara excesivamente onerosa, por acontecimientos extraordinarios e imprevistos, la afectada podría demandar la resolución del contrato”287. Con fecha 26 de Abril de 1968 se publicó la ley 17.711, que modificó el artículo 1198 del Código Civil, a fin de dar acogida a la teoría de la imprevisión. El texto de este artículo es el siguiente: “Artículo 1198.- Los contratos deben celebrarse, interpretarse y ejecutarse de buena fe y de acuerdo con lo que verosímilmente las partes entendieron o pudieron entender, obrando con cuidado y previsión. 287 Dörr Z., Juan Carlos: ob. cit., pág. 262. 264 En los contratos bilaterales conmutativos y en los unilaterales onerosos y conmutativos de ejecución diferida o continuada, si la prestación a cargo de una de las partes se tornara excesivamente onerosa, por acontecimientos extraordinarios e imprevisibles, la parte perjudicada podrá demandar la resolución del contrato. El mismo principio se aplicará a los contratos aleatorios cuando la excesiva onerosidad se produzca por causas extrañas al riesgo propio del contrato. En los contratos de ejecución continuada la resolución no alcanzará a los efectos ya cumplidos. No procederá la resolución, si el perjudicado hubiese obrado con culpa o estuviese en mora. La otra parte podrá impedir la resolución ofreciendo mejorar equitativamente los efectos del contrato”. En este artículo, al igual que en gran parte de las reformas introducidas en 1968, se ve la influencia del Código Civil Italiano de 1942. “La adopción de la teoría de la excesiva onerosidad sobreviniente (artículo 1198), refleja la similar norma italiana en el tema. Para ser exactos, la doctrina argentina considera que la solución argentina adoptada es mejor que la italiana ya que en el derecho argentino la teoría de la imprevisión se aplica también a los contratos aleatorios cuando la excesiva onerosidad se produzca por causas 265 extrañas al álea propia, mientras que el código italiano excluye de la teoría de la imprevisión los contratos aleatorios”288. Los requisitos exigidos por el artículo 1198 del Código Civil argentino, para dar aplicación a la teoría de la imprevisión, son los siguientes: 1.- Que se trate de alguno de los siguientes contratos: - Contrato bilateral conmutativo, de ejecución diferida o continuada. - Contrato unilateral oneroso y conmutativo, de ejecución diferida o continuada. - Contrato aleatorio, cuando la excesiva onerosidad se produzca por causas extrañas al riesgo propio del contrato. 2.- Que la prestación a cargo de una de las partes se torne excesivamente onerosa, por acontecimientos extraordinarios e imprevisibles. 3.- Que el perjudicado no haya obrado con culpa o se encuentre en mora. 4.- Que no se hayan cumplido los efectos del contrato. 288 Quinteros, cit. por Lerner, Pablo: “El Código Civil Italiano de 1942 y las Reformas al Código Civil Argentino”, Boletín Mexicano de Derecho Comparado, nueva serie, año XXXV, Núm. 103, 2002, pág.183. 266 Existen varias sentencias que han enumerado estos requisitos, pero la que lo ha hecho de manera más detallada señala lo siguiente: “Para la aplicación del artículo 1198 del Código Civil se requiere: 1) Existencia de un contrato bilateral conmutativo, unilateral oneroso y conmutativo y en algunos supuestos los aleatorios; 2) Que no se hayan cumplido los efectos del contrato alterado; 3) Que no medie culpa ni mora del afectado; 4) Que sobrevenga un acontecimiento extraordinario e imprevisible; 5) Que a raíz de ello la prestación asuma onerosidad anormal o excesiva; 6) Que haya lesión patrimonial y, finalmente; 7) Que consiguientemente el obligado experimente dificultad para cumplir la prestación, pero no imposibilidad (CNCCom., D, 15-11-77, LL, 1978-B-501)”289. A la parte perjudicada por un acontecimiento extraordinario e imprevisible, que torne excesivamente onerosa su prestación, se le consagra la posibilidad de demandar la resolución del contrato. Al igual que en la legislación italiana, el efecto escogido por esta legislación es la resolución del contrato. Se reconoce también, la posibilidad de impedir la resolución, en la medida que la otra parte, es decir, el demandado, ofrezca mejorar equitativamente los efectos del contrato. 289 Amadeo, José Luis: ob. cit., pág. 22. 267 Respecto a los efectos de la aplicación de la teoría de la imprevisión, la jurisprudencia se ha pronunciado en el siguiente sentido: “En cuanto a los efectos de la teoría de la imprevisión, el contrato queda en suspenso durante el trámite del juicio, y si la sentencia admite la rescisión y hubiere mediado allanamiento a la fijación de nuevas condiciones hasta el pronunciamiento judicial que se dicte, quedarán igualmente suspendidas las obligaciones originarias, las que serán restablecidas retroactivamente, si ello fuere posible, por la aludida sentencia y en las condiciones que ella fije (CNEsp., CyC, V.13-12-76, ED, 71-355)”290. También existen pronunciamientos jurisprudenciales respecto a los efectos ya cumplidos del contrato, que disponen lo siguiente: “Cuando el artículo 1198 del Código Civil veda que la revisión del contrato pueda alcanzar los efectos ya cumplidos del mismo, se está refiriendo a prestaciones que han sido recíprocamente cumplidas (Cciv., Com., Laboral y Minería Santa Rosa, 9-3-79, BJLP, 25-23)”291. “Conforme al texto del artículo 1198, tercera parte del Código Civil, los efectos de la resolución no se retrotraen al momento del contrato, sino que 290 291 Amadeo, José Luis: ob. cit., pág. 39. Amadeo, José Luis: ob. cit., pág. 86. 268 deben respetarse los efectos ya cumplidos. Adaptando esto a la particular situación del mutuo, debe entenderse que los efectos resolutorios se producen desde la demanda y no para atrás, pues hasta ese momento el contrato produjo efectos, entre otros el respeto a los plazos acordados, que deben considerarse firmes (C 2ª., CC y Minería, San Juan, 16-9-80, J.A. 1981-1148)”292. 292 Amadeo, José Luis: ob. cit., pág. 86. 269 7.4 Cuadros Resúmenes Con el objeto de hacer más fácil una comparación entre las distintas legislaciones analizadas, realizaremos un cuadro resumen de cada una de ellas, señalando esquemáticamente el ámbito de aplicación, requisitos y efectos de la teoría de la imprevisión. Incorporaremos, además, un cuadro resumen con nuestro proyecto de ley sobre Revisión de Contratos Civiles y Mercantiles, como una forma de poder compararlo con las legislaciones analizadas, que ya han incorporado esta teoría. 7.4.1 Derecho Peruano 1.- Ámbito de Aplicación: 1) Contratos aleatorios; 2) Contratos conmutativos de ejecución continuada, periódica o diferida; 3) Contratos conmutativos de ejecución inmediata, cuando la prestación se ha diferido por causa no imputable; 4) Contratos unilaterales. 270 2.- Requisitos: 1) Que las obligaciones no se hayan diferido por dolo o culpa de la parte perjudicada; 2) Que la prestación se torne excesivamente onerosa, por un acontecimiento extraordinario e imprevisible. 3.- Efectos: 1) Revisión judicial, en que se mantiene el contrato, decretando una reducción o aumento de la prestación; 2) En subsidio, resolución del contrato, no afectando las prestaciones ya cumplidas. 7.4.2 Derecho Italiano 1.- Ámbito de Aplicación: Contratos unilaterales y bilaterales, conmutativos, de tracto sucesivo o de ejecución diferida. 2.- Requisitos: 1) Que la prestación se torne excesivamente onerosa por un acontecimiento extraordinario e imprevisible; 2) Relación de causalidad; 271 3) Que no se haya ejecutado la obligación; 4) Diligencia media del deudor. 3.- Efectos: 1) Resolución del contrato (terminación); 2) Posibilidad de enervar la resolución, si el demandado ofrece modificar equitativamente las condiciones del contrato. 7.4.3 Derecho Argentino 1.- Ámbito de Aplicación: Contratos unilaterales y bilaterales, conmutativos y aleatorios, de ejecución diferida o continuada. 2.- Requisitos: 1) Que la prestación se torne excesivamente onerosa por un acontecimiento extraordinario e imprevisible; 2) Lesión patrimonial; 3) Dificultad para cumplir la prestación, pero no imposibilidad; 4) Que no se hayan cumplido los efectos del contrato; 5) Que no medie culpa ni mora del afectado. 272 3.- Efectos: 1) Resolución del contrato; 2) Se suspenden los efectos del contrato durante el juicio; 3) Posibilidad de mejorar equitativamente los efectos del contrato. 7.4.4 Derecho proyectado Chileno 1.- Ámbito de Aplicación: Contratos civiles y mercantiles, bilaterales conmutativos y unilaterales onerosos, de tracto sucesivo o de ejecución diferida. 2.- Requisitos: 1) Que la prestación se haya convertido en excesivamente gravosa de ser cumplida, por acontecimientos extraordinarios, imprevisibles y ajenos a la voluntad de las partes; 2) Que las obligaciones emanadas del contrato se encuentren pendientes en todo o en parte; 3) Que exista relación de causa a efecto entre el hecho imprevisible y la excesiva onerosidad. 273 3.- Efectos: 1) Revisión judicial del contrato, con el fin de modificar las cláusulas respectivas; 2) En subsidio, resolución o terminación del contrato; 3) Posibilidad de enervar la acción, allanándose el demandado a aumentar o disminuir la contraprestación. 274 BIBLIOGRAFÍA ABELIUK M. RENÉ. 1993. “Las obligaciones”. Editorial Jurídica de Chile. Santiago, Chile. ALESSANDRI R. ARTURO. 1940. “De los contratos”. Editorial Jurídica de Chile. Santiago, Chile. ALSINA A. DALMIRO. 1942. “El principio de la buena fe en el proyecto de reforma de 1936”. Sección publicaciones de Seminario de Ciencias Jurídicas y Sociales. Buenos Aires, Argentina. ALTERINI. ATILIO ANÍBAL. 1998. “Bases para armar la teoría general del contrato en el derecho moderno”. Revista La Ley. Buenos Aires, Argentina. AMADEO. JOSÉ LUIS. 1981. “Teoría de la imprevisión aplicada por la jurisprudencia”. Ediciones Leonardo Bruschi. Buenos Aires, Argentina. BALTRA M. SERGIO. 1961. “De la resolución de los contratos por excesiva onerosidad”. Memoria de Prueba, Universidad de Chile, Facultad de Derecho. Editorial Universitaria. Santiago, Chile. CARDINI. EUGENIO OSVALDO. 1937. “La teoría de la imprevisión”. Buenos Aires, Argentina. CARDINI. EUGENIO OSVALDO. 1961. “Lesión sobreviniente o teoría de la imprevisión”. Editorial Abeledo- Perrot. Buenos Aires, Argentina. 280 CASTELBLANCO K. MAURICIO. 1979. “Las obligaciones restitutorias del Código Civil y la inflación”. Editorial Jurídica de Chile, Alfabeta Impresores. Santiago, Chile. COUSTASSE. ALBERTO E ITURRA. FERNANDO. 1958. “El caso fortuito ante el derecho civil”. Editorial Jurídica de Chile. Santiago, Chile. DE COSSIO y CORRAL. ALFONSO. 1988. “Instituciones de Derecho Civil”. Editorial Civitas. Madrid, España. DE HEREDIA Y CASTAÑO. JOSÉ BELTRÁN. 1956. “Cumplimiento de las obligaciones”. Editorial Revista de Derecho Privado. Madrid, España. DE LA MAZA R. LORENZO. 1933. “La teoría de la imprevisión”. Revista de Derecho y Jurisprudencia, Tomo XXX. Santiago, Chile. DEMARCHI. GUADALUPE. “La lesión”. [ en línea], <www.monografías.com/trabajos6/lesi/lesi.shtmp>, [consulta: 5 de Diciembre de 2002]. DIEZ- PICAZO. LUIS. 1993. “Fundamentos de derecho civil patrimonial, las relaciones obligatorias”. Editorial Civitas. Madrid, España. DÖRR Z. JUAN CARLOS. 1988. “Notas acerca de la teoría de la imprevisión”. Revista Chilena de Derecho, volumen XII, Nº 2, Mayo- Agosto. Santiago, Chile. ESPERT S. VICENTE. 1968. “La frustración del fin del contrato”. Editorial Tecnos. Madrid, España. 281 FLAH L. Y SMAYEVSKY M. 1989. “Teoría de la imprevisión: aplicación y alcances, doctrina y jurisprudencia”. Editorial Depalma. Buenos Aires, Argentina. FUEYO L. FERNANDO. 1954. “Algo sobre la teoría de la imprevisión”. Revista de Derecho y Jurisprudencia, Tomo LI. Santiago, Chile. FUEYO L. FERNANDO. 1954. “La teoría de la imprevisión en el nuevo Código Civil italiano de 1942”. Revista de Derecho y Jurisprudencia, Tomo LI. Santiago, Chile. FUEYO L. FERNANDO. 1958. “La ejecución de buena fe de los contratos como uno de los requisitos del pago”. Revista de Derecho y Jurisprudencia, Tomo LV. Santiago, Chile. FUEYO L. FERNANDO. 1958-64. “Derecho Civil”. Editorial Roberts. Santiago, Chile. FUEYO L. FERNANDO. 1990. “Instituciones de derecho civil moderno”. Editorial Jurídica de Chile. Santiago, Chile. FUEYO L. FERNANDO. 1991. “Cumplimiento e incumplimiento de las obligaciones”. Editorial Jurídica de Chile. Santiago, Chile. FUNDACIÓN FERNANDO FUEYO L. 2000. “Estudios sobre reformas al Código Civil y al Código de Comercio”. Editorial Jurídica de Chile. Santiago, Chile. 282 GESCHE M. BERNARDO. 1971. “Jurisprudencia dinámica: la desvalorización monetaria y otros problemas en el derecho”. Editorial Jurídica de Chile. Santiago, Chile. GIOVENE. ACHILLE. 1941. “L’ impossibilitá della prestazione e la sopravvenienza (la dottrina della clausola rebus sic stantibus)”. Casa Editrice Dott. Antonio Milani. Padova, Italia. GUZMÁN. MARÍA PÍA. “Relaciones de la teoría de la imprevisión con el caso fortuito, el estado de necesidad y la lesión”. Trabajo inédito. HERNÁNDEZ G. ANTONIO. 1968. “Dictámenes”. Editorial Sucesores de Rivadeneira. Madrid, España. ILLANES R. CLAUDIO. 1996. “El contrato de construcción a suma alzada”. Charla dictada en el Colegio de Abogados, Junio de 1996. Publicada en Septiembre de 1996. Santiago, Chile. LAFAILLE. HÉCTOR. 1940. “Las causas de las obligaciones en el código civil y en la reforma”. Sección publicaciones de Seminario de Ciencias Jurídicas y Sociales. Buenos Aires, Argentina. LARENZ. KARL. 1958. “Derecho de las obligaciones”. Editorial Revista de Derecho Privado. Madrid, España. LARRAÍN V. BERNARDO. 1938. “La teoría de la lesión en el derecho comparado”. Revista de Derecho y Jurisprudencia, Tomo XXXV. Santiago, Chile. 283 LERNER. PABLO. 2002. “El Código Civil italiano de 1942 y la reforma al Código Civil argentino”. Boletín mexicano de derecho comparado, nueva serie, año XXXV, Nº 103, Enero- Abril. LETELIER C. MARÍA CONSTANZA. 1980. “La revisión contractual por excesiva onerosidad sobreviniente”. Memoria de Prueba, Universidad de Chile, Facultad de Derecho. Santiago, Chile. LÓPEZ S. JORGE. 1978. “Obligaciones y contratos frente a la inflación”. Editorial Jurídica de Chile. Santiago, Chile. LÓPEZ S. JORGE. 1998. “Los contratos, parte general”. Editorial Jurídica de Chile. Santiago, Chile. LLUIS. JAIME Y BRUSI. NAVAS. 1957. “La llamada cláusula rebus sic stantibus como delimitadora del alcance del principio de que los pactos han de ser observados”. Instituto Editorial Reus. Madrid, España. MELICH O. JOSÉ. 1999. “La interpretación de los contratos”. Revista de Derecho, Universidad Católica de Valparaíso, Tomo XX. Valparaíso, Chile. MELICH O. JOSÉ. 1999. “La revisión judicial del contrato por onerosidad excesiva”. Revista de Derecho, Universidad Católica de Valparaíso, Tomo XX. Valparaíso, Chile. MESSINEO. FRANCESCO. 1952. “Doctrina general del contrato”. Ediciones Jurídicas Europa- América. Buenos Aires, Argentina. 284 MESSINEO. FRANCESCO. 1954. “Manual de Derecho Civil y Comercial”. Ediciones Jurídicas Europa- América. Buenos Aires, Argentina. MEZA B. RAMÓN. 1997. “De las obligaciones”. Editorial Jurídica de Chile. Santiago, Chile. MONTALVA G. LUZ EMILIA. 1993. “Teoría de la Imprevisión en los contratos de obra pública (Decreto 1340/65) según los dictámenes de la Contraloría General de la República”. Memoria de Prueba, Pontificia Universidad Católica de Chile, Facultad de Derecho. Santiago, Chile. MORALES E. BALTAZAR. 1998. “Teoría de la Imprevisión”. Revista de Derecho, Universidad de Concepción, Nº 203, Enero-Junio. Concepción, Chile. MORIXE. HORACIO. 1929. “Contribución al estudio de la lesión”. Editorial La Facultad. Buenos Aires, Argentina. MOSSET I. JORGE. 1961. “Manual de Derecho Civil, Contratos”. Libro Edición Argentina. Buenos Aires, Argentina. MOSSET I. JORGE. 1995. “El principio de la Buena fe y las cláusulas contractuales abusivas”. Convención Latinoamericana de Derecho. Buenos Aires, Argentina. PARADA CESAR, MERINO FRANCISCO, SCHMIDT CLAUDIA, DOYHARCABAL SOLANGE, GUZMÁN MARÍA PÍA. 1990. “Proyecto de ley sobre revisión judicial de los contratos por excesiva onerosidad sobreviniente”. Revista Temas de Derecho, Universidad Gabriela Mistral, año V, Nº 1. Santiago, Chile. 285 PEÑAILILLO A. DANIEL. 1996. “El enriquecimiento sin causa. Principio de derecho y fuente de obligaciones”. Revista de Derecho y Jurisprudencia, Tomo XCIII, Nº 2. Santiago, Chile. PINO. AUGUSTO. 1959. “La excesiva onerosidad en la prestación”. Editorial Bosch. Barcelona, España. PROYECTO DE LEY SOBRE REVISIÓN JUDICIAL DE CONTRATOS CIVILES Y MERCANTILES. [en línea], < www.bcn.cl/pags/legislacion/f_setcont2.html>, [ consulta: 31 de Diciembre de 2002]. PUIG B. JOSÉ. 1967. “Fundamentos de Derecho Civil”. Editorial Bosch. Barcelona, España. RIVAS G. RAMÓN. “Teoría de la excesiva onerosidad sobreviniente e imprevisible”. Memoria de Prueba, Universidad de Chile, Facultad de Derecho. Santiago, Chile. ROBLES. ALFREDO. 1954. “La inflación ante el derecho”. Revista de Derecho y Jurisprudencia, Tomo LI. Santiago, Chile. RODRÍGUEZ G. PABLO. 1992. “La obligación como deber de conducta típica (la teoría de la imprevisión en Chile)”. Facultad de Derecho Universidad de Chile. Santiago, Chile. SANHUEZA D. CARMEN GLORIA Y DIAZ H. LEYLA. 1984. “Teoría de la Imprevisión”. Memoria de Prueba, Universidad de Chile, Facultad de Derecho. Santiago, Chile. 286 SOMARRIVA U. MANUEL. 1984. “Las obligaciones y los contratos ante la jurisprudencia”. Editorial Jurídica de Chile. Santiago, Chile. SOTO N. FRANCISCO. 1965. “El caso fortuito y la fuerza mayor, los riesgos en la contratación”. Ediciones Nauta. Barcelona, España. TERRAZA M. JUAN. 1951. “Modificación y resolución de los contratos por excesiva onerosidad o imposibilidad en su ejecución”. Editorial Bosch. Barcelona, España. TOCORNAL R. MARÍA ESTER. 1981. “La voluntad y el temor en el negocio jurídico”. Editorial Jurídica de Chile. Santiago, Chile. VILLAFUERTE P. FERNANDO. “El incumplimiento de las obligaciones”. [ en línea], < www.ferjus.bizland.com/monos.htm>, [consulta: 11 de Octubre de 2002]. 287 288