Sociedad Civil Conflicto Bejarano ENSANCHANDO EL CENTRO: EL PAPEL DE LA SOCIEDAD CIVIL EN EL PROCESO DE PAZ1 Jesús Antonio Bejarano INTRODUCCIÓN Es fácil constatar, en la última década, la presencia cada vez más visible de tres temas cuya relación está por examinarse; de un lado la cuestión de la sociedad civil como uno de los ejes de la reflexión política, de otro lado, la resolución política de conflictos como una creciente preocupación del sistema internacional por la preservación de la paz y finalmente, en especial en algunos países de América Latina, (México y Colombia), el surgimiento de un conjunto de prácticas de la sociedad civil en la resolución pacífica de los conflictos armados internos. Sería igualmente fácil constatar que pese a la abundancia de literatura sobre la sociedad civil tanto en la sociología como en la ciencia Política, pese a la proliferación de estudios e instituciones académicas dedicadas a la resolución pacífica de conflictos, y pese a la creciente presencia de prácticas y acciones de la sociedad civil en la resolución de conflictos, no haya prácticamente trabajos analíticos que propongan una reflexión sobre la relación entre sociedad civil y resolución de conflictos2 . Parece imponerse pues la conclusión de que entre los múltiples referentes de acción que la teoría política le coloca a la sociedad civil, no está contemplada la cuestión de la resolución de conflictos, y al propio tiempo que la irenología, como suele llamarse el campo de estudio de la construcción de la paz3 no parece contemplar entre los diferentes medios para solucionar conflictos, algún papel destacado para la sociedad civil. Quizás, por ello, las crecientes prácticas de la sociedad 1 Tomado de: Monsalve Solórzano, Alfonso y Domínguez Gómez, Eduardo (editores). Colombia. Democracia y Paz. Medellín, Universidad de Antioquia-Universidad Pontificia Bolivariana-Instituto de Filosofía del CSIC, 1999. 2 Tal ausencia es visible y fácilmente explicable en la literatura teórica, pero sorprendente en el caso colombiano. Bastaría observar las referencias de un catálogo detallado como Fescol-CEREC, “Convivencia y paz”. Catálogo bibliográfico 1980-1998, ediciones Fescol, Cerec, Cámara Colombiana del Libro. Bogotá, 1998, para darse cuenta de la escasez de reflexiones sobre el tema. Si se examinan, por ejemplo, las ponencias presentadas en los diferentes encuentros y foros sobre la paz, es más que visible la nula presencia de consideraciones analíticas sobre la relación entre sociedad civil y resolución del conflicto. Es cierto que abundan descripciones de las prácticas de acción e intentos para definir en el marco de esas prácticas, lo que se entiende por sociedad civil. Véase, por ejemplo, Bermúdez Susy, editora, “Estrategias y experiencias para la construcción de la paz. Educación para la paz”. Departamento de Historia, Universidad de los Andes, 1996. -Bermúdez Susy, editora, “Estrategias y experiencias para la construcción de la paz; participación ciudadana, sociedad civil, educación cívica y gobernabilidad democrática”. Departamento de Historia, Universidad de los Andes, Bogotá, 1996. -Compañía de Jesús, “La Paz una construcción colectiva”. Programa para la paz, Compañía de Jesús, Bogotá, 1996. -Fundación Social. “Taller de trabajo, iniciativas de la sociedad civil para la negociación del conflicto armado 1995”. Bogotá, 1995. -García Edy, editor. “Voces peregrinas: Los ciudadanos como constructores de paz”. CINEP-Internacional Alec. Bogotá, 1996. -Lacayo Francisco José. “Hacia una cultura de la paz”, en Sanín Javier, Díaz Alberto y Borda Ernesto. “Memorias primera conferencia americana de paz y tratamiento de conflictos”. Santafé de Bogotá, Colombia, 1997. -Kerubin, María Eugenia. “Tesis para una pedagogía de la convivencia”, en: Memorias primera conferencia iberoamericana. Y muy especialmente, Fundación Social-CINEP, voces de paz, “Propuestas de hombres y mujeres”. Colombia 1994-1996. Bogotá, 1996. Sin embargo, esos trabajos o bien son puramente descriptivos de experiencias y/o propuestas de acción o cuando son de naturaleza más analítica, se centran, como veremos, en la educación para la paz y la convivencia. La pregunta a la que remitimos no es sobre qué hace la sociedad civil sino qué debería hacer, lo que supone hacer explícita, en el plano teórico, la relación entre sociedad civil y solución de conflictos. 3 Véase Vicenç Fisas Introducción al estudio de la paz y los conflictos. Ed. Leina, Barcelona, 1987. 1 Sociedad Civil Conflicto Bejarano civil en la resolución de conflictos no cuentan, ni desde la ciencia política ni desde la irenología, con un cuadro de reflexión teórica que sustente y guíe esas prácticas. Tal constatación hace evidente el vacío analítico que existe entre el concepto de sociedad civil y la teoría de la resolución pacífica del conflicto, lo que suscita una primera consideración. Ese vacío, en efecto, no parece expresar más que un fenómeno exactamente inverso: la discontinuidad en las maneras de pensar la relación entre la civilidad y la guerra. En un trabajo reciente, John Keane llama la atención sobre la renuencia de la teoría democrática a considerar el problema de la violencia y advierte en el seno de la teoría política contemporánea la escasez de reflexiones, sobre las causas, efectos e implicaciones ético-políticas de la violencia, no obstante la proliferación de teorías sobre la misma4. La reflexión de los cientistas políticos que se ocupan de la cuestión de la sociedad civil, se ha venido quedando atrás de los acontecimientos de numerosos estudios de casos de guerras, guerras civiles y conflictos, que son objeto ahora del nuevo campo de la polemología (el estudio de los conflictos) o, en nuestro caso, de la violentología. Keane, al advertir la falta de mención a la violencia en la obra notable de Ernest Gellner sobre la sociedad civil5 como sintomática de este divorcio, lo atribuye al prejuicio de una concepción sobre la marcha de la civilización. La civilización, en efecto, fue normalmente entendida como un proyecto encargado de resolver el siempre permanente problema de descargar, desactivar y sublimar la violencia; la incivilidad (las costumbres bárbaras y ruines) fue siempre el enemigo permanente de la sociedad civil. En esa concepción, el itinerario hacia la civilización se ve como una lenta pero regular eliminación de la violencia en los asuntos humanos como característica del proceso civilizador. Así, según Keane, la premisa que funciona imperceptiblemente en las teorizaciones recientes sobre la sociedad civil, parece resultar excluyente, en un sentido analítico, de un fenómeno como la violencia también característica de la modernidad, exclusión cuya permanencia en fin sirve "para distraer nuestra atención (la de los cientistas políticos) sobre tres factores básicos del largo siglo de violencia que ahora se acerca a su fin: la persistencia crónica de la violencia en el seno de todas las sociedades civiles existentes, la permanente posibilidad (no desvinculada de otros fenómenos) de que las sociedades civiles pueden y de hecho retornan a sociedades inciviles y el crecimiento a largo plazo (de nuevo vinculado a otros fenómenos diferentes a la violencia de la guerra) por primera vez a cualquier escala, de una nueva política de civilidad , con el objetivo de difundir y reducir la incidencia de fenómenos dispares como el asesinato, el genocidio, la guerra nuclear, la violencia de instituciones disciplinarias, la crueldad en los animales, el abuso de menores y la pena capital"6. No sorprende pues, que así como la guerra no ha sido pensada desde lo político, la sociedad civil no sea pensada desde la guerra o desde su correlato, la solución pacífica de los conflictos; no sorprende tampoco que en esa nueva política de la civilidad, la sociedad civil, que es llamada a tantas y tan dispares tareas, no sea llamada desde la Irenología sino a cambiar las estructuras políticas que posibilitan la guerra, al menos sí a incidir, en los términos en que puede políticamente negociarse la paz. Más bien, esa convocatoria a la sociedad civil suele reducirse a condenar la violencia como una manifestación de incivilidad, o a movilizarla en favor de modificar las conductas de los agentes 4 5 6 Keane, John. “El largo siglo de la violencia”. Revista Debates, No. 61. Valencia, España, Otoño de1997. Gellner Ernest. Condiciones de la Libertad, la sociedad civil y sus rivales. Paidós, Barcelona, 1996. Keane, Op. Cit. P. 45. 2 Sociedad Civil Conflicto Bejarano violentos. Así, la categoría más novedosa de la ciencia política, la sociedad civil, acaba siendo opacada en el terreno analítico cuando se habla de la solución negociada del conflicto, para reducirla al más modesto papel de gestora de la educación para la paz, es decir, al fortalecimiento de la civilidad. Esa reducción comporta, además, que el programa básico de la sociedad civil respecto de la paz sea promover la educación en valores, aumentar en los individuos la conciencia de la necesidad de la paz y en fin trabajar sobre las relaciones entre investigación, educación y acción para la paz 7. Los objetivos de este programa suelen ser, por lo demás, amplios: identificar las causas sociales que generan violencia, conocer los factores que contribuyen a la paz, identificar los obstáculos que la dificultan, conocer los diferentes métodos y técnicas de resolución no violenta de conflictos aplicados a los más variados ámbitos de la vida social, promover en fin las diferentes organizaciones que, local, nacional o internacionalmente trabajan en la paz y el desarrollo. Se trata, en síntesis, de que, en ese enfoque desde la civilidad, el papel de la sociedad civil en la resolución del conflicto no parece concernir a la negociación como tal, sino a promover una cultura de paz en todas las esferas de la vida social. De esa perspectiva se desprende el paradigma de que la búsqueda de la paz no sea, para muchos de los promotores de las acciones de la sociedad civil, el resultado de algún acuerdo entre contendientes, sino la consecuencia de la construcción de un ambiente social de tolerancia, de respeto al distinto, "al otro", que propende por opacar el lenguaje agresivo de las partes para favorecer una cultura crítica que analice los problemas con objetividad. Ese paradigma, es obvio, tiene subyacente una definición de paz en tanto que situación de armonía social y no en tanto que superación de la guerra, lo que limita la acción de la sociedad civil a la creación de condiciones de convivencia al margen de las posibilidades de una paz negociada8. Reducida a ese programa de pedagogía por la paz, la sociedad civil acaba en todo caso siendo autoexcluida de la participación directa en los espacios políticos que conciernen a la resolución de conflictos, autoexcluida de la posibilidad de incidir directamente en la creación de condiciones que posibiliten la negociación y, más aún, acaba siendo autoexcluida de participar en los términos mismos en que puede definirse la negociación para superar el conflicto armado. Naturalmente, quienes entre nosotros promueven las acciones de la sociedad civil, apenas se percatan de que, reducida al papel que hemos descrito, queda también limitada a una modesta eficacia para modificar la dinámica de la guerra misma. Es cierto que esos promotores reclaman con razón como un triunfo de las acciones de la sociedad civil, que la guerra haya perdido legitimidad, que haya crecido en todos los sectores de la sociedad la presión por la solución pacífica y negociada al conflicto armado, que se haya sensibilizado a la población sobre la atrocidad y la barbarie, que haya crecido la solidaridad internacional y el reconocimiento mundial a la voluntad de paz y respeto 7 Véase especialmente R. Jares Xesús. Educación para la paz -su teoría y práctica. Madrid, Editorial Popular; 1991. También Vicenç Fisas. Cultura de Paz y Gestión de Conflictos. Icaria-Unesco, Barcelona, 1998. Y la contribución de Atehortúa, Adolfo León. “Apuntes acerca de la educación y la investigación para la paz”. Revista Politeia. No. 22. Universidad Nacional, 1998. 8 Botero Uribe, Darío. “El Círculo dantesco: una teoría de la violencia”. Politeia. No. 22. Universidad Nacional, 1998. p. 33. 3 Sociedad Civil Conflicto Bejarano a los derechos humanos por parte de la mayoría de los colombianos9, en fin, que se hayan reivindicado los valores de la civilidad por sobre los de la violencia. Poco parece importar, frente a esa enumeración de logros más bien simbólicos pero nada desdeñables de esa cultura de paz, que la violencia siga creciendo, que el conflicto se haya escalado y degradado, que la guerrilla haya desatendido en la práctica las invocaciones de paz de la sociedad civil y que de cara a esas manifestaciones, los actores de la guerra hayan puesto oídos sordos a tales llamamientos. Habría, entonces, que volver a reflexionar sobre las condiciones de eficacia de la acción de la sociedad civil: ¿Cómo orientar esa acción para modificar la dinámica del conflicto? ¿Cómo hacer para incidir en la reducción de su intensidad, para controlar su degradación? y de manera más ambiciosa, ¿qué es lo que puede hacerse para propiciar los términos de una negociación? ¿Cómo hacer para modificar y desentrabar las condiciones iniciales? ¿Cómo influir en la orientación del contenido de los acuerdos? Aunque parezca duro decirlo, pensar el papel de la sociedad civil en la resolución del conflicto, implica pensar no sólo su papel en el proceso de paz desde los valores de la civilidad, sino pensar las posibilidades de la paz desde las condiciones de la guerra, que es como en efecto se enfoca en la teoría de la resolución de conflictos. Si se quiere incidir en la voluntad de paz de las partes comprometidas en la guerra, hay necesidad de tener una idea aproximada de qué es lo que esperan de la confrontación, de explorar cómo valoran lo que han conseguido hasta ahora, de repensar las formas de contribuir a modificar en términos de distintas alternativas de solución pacífica, las expectativas que cada uno tiene sobre la confrontación10. Es cierto que en el último año algunas organizaciones de la sociedad civil han intentado incidir en procesos de mediación y de buenos oficios, otros sectores han unido fuerzas para proponer a los agentes del conflicto una posición de la sociedad civil, un lenguaje y un esbozo de agenda de negociación, conservando una "neutralidad activa" sin comprometerse aparentemente con los objetivos ni posiciones de ninguno de ellos. Sin embargo, esas iniciativas, atrapadas entre los discursos voluntaristas de la paz y la inmediatez de los acontecimientos, dejan de lado preguntas centrales en esa tarea: ¿qué significa para cada una de las partes, negociar en un momento como este? ¿qué percepción tiene la guerrilla de la actual situación de confrontación? ¿cómo modificar las condiciones básicas de "inmadurez" del conflicto para iniciar una negociación exitosa del conflicto armado colombiano? Estas son preguntas que la sociedad civil no puede soslayar si quiere una acción eficaz no sólo en función de una cultura de paz, sino de una mayor iniciativa para incidir en las condiciones y términos de una resolución pacífica negociada del conflicto11. 9 Véase Mandato ciudadano por la Paz, La Vida y la Libertad. "Después de los millones de votos por la paz qué ha sucedido? "Boletín informativo, Bogotá, abril de 1998. Comisón de conciliación "Memorias del primer foro Nacional convocado por la comisión de conciliación hacia una política nacional permanente de paz". Santafé de Bogotá, Septiembre 11 al 12 de 1997. 10 Castillo, María Del Pilar; Salazar, Boris. "Es tiempo de negociar? "Materiales Cidse, Universidad del Valle. Cali (sin publicar). Agradezco a los autores el acceso a estos y a otros trabajos que se citarán más adelante. 11 Castillo, María Del Pilar; Salazar, Boris “Qué ocurre cuando el resultado está lejos: "violencia y teoría de juegos". Cuadernos de Economía, Vol. 27 No. 28. Bogotá 1998. P. 95-116. 4 Sociedad Civil Conflicto Bejarano Este trabajo aspira a proponer algunas líneas de reflexión sobre las relaciones que existen entre la sociedad civil definida en un sentido amplio y los procesos de paz, en la perspectiva de sugerir una aproximación que contribuya a ordenar los objetivos dispersos de sus prácticas, potenciar los alcances de su acción y proponer núcleos de concentración de esfuerzos para que esas acciones sean más coordinadas y tengan efectos más contundentes. La primera parte repasa, de manera sumaria, la noción de sociedad civil, sin ninguna pretensión teórica y sólo destacando, de entre la multitud de enfoques y temas, aquellos aspectos que parecen más pertinentes y relevantes para destacar la relación activa entre sociedad civil y solución pacífica de conflictos; la segunda parte recapitula algunas de las experiencias sobre el papel de la sociedad civil en procesos de paz, mostrando los resultados, las falencias y los vacíos para derivar de allí lecciones positivas. En la tercera parte, se propone un marco de análisis que acote y ordene los papeles de la sociedad civil, de forma que vaya más allá de los espacios de la convivencia y de la cultura de paz y que busque incidir en la manera de pensar la negociación, en las condiciones de inicio de la misma y, por supuesto, en los términos y contenidos en que han de definirse los acuerdos. I. SOBRE EL CONCEPTO DE SOCIEDAD CIVIL Una revisión reciente sobre el tema12 anota que pocos conceptos están hoy tan en boga entre los políticos, y aparecen tan a menudo en los medios de comunicación o en la literatura especializada, como el concepto de sociedad civil. Al mismo tiempo, pocos guardan también tales dosis de imprecisión e indefinición, característica ésta que al parecer es justamente la que le ha permitido a la "sociedad civil" tener una presencia tan destacada en las actuales consideraciones de la política. Esta "elasticidad semántica", que en todo caso renueva las formas de reflexionar sobre las relaciones entre el Estado y la Sociedad, hace que la idea de sociedad civil se haya convertido bien en un "valor refugio" según la expresión de Vallespin, en un momento de clara crisis de identidad de la política democrática, bien en una especie de “valija” (para seguir una expresión de Bobbio), según la cual la Sociedad civil no es otra cosa que un repertorio de todo lo que confusamente ha quedado suelto en calidad de residuo, después de la exigencia liberal de circunscribir el ámbito del Estado13. “Valor refugio” o “valija”, la sociedad civil se relaciona en todo caso con un conjunto de procesos cuya mención no puede omitirse aquí14; de un lado, la emergencia de la Sociedad civil como arena del debate político está asociada, primero y ante todo, a un renacimiento del movimiento social que tiene que ver con el final del mundo comunista y que describe especialmente durante las dos últimas décadas, una fuerza social (la sociedad civil) que va consiguiendo paso a paso quitarle espacios de 12 Vallespin, Fernando. "Sociedad civil y crisis de la política". En: Isegoría Revista de Filosofía Moral y Política. No. 13. Madrid, abril de 1996. 13 Bobbio, Norberto. "Estado, Gobierno y Sociedad por una teoría general de la política". Fondo de Cultura Económica, Breviarios de México, 1985. P. 42. 14 Dubiel, Helmut. “Metamorfosis de la sociedad civil, autolimitación y modernización reflexiva. Revista Debats. Editions Alfons el Magnanim, Valencia, España, 1995. P. 109 y ss. También Cohen, J.; Arato, A. (1993). Civil Society and Political Theory. Cambridge, McMillan; vers. Esp. Estado, burocracia y sociedad civil. Madrid, Alfaguara, 1978. Pérez-Díaz, V. (1993). The Return of Civil Society. Cambridge, Mass., Harvard University Press; vers. Esp. La primacía de la sociedad civil. Madrid, Alianza, 1993. Pérez-Díaz, V. (1995). “The Possibility of Civil Society: Traditions, Character and Challenges”. En: John Hall (ed). Civil Society. Theory, History, Comparison. Cambridge, Reino Unido; Polity Press; ver. Esp. En ASP. Research papers, 1(a) 1994. 5 Sociedad Civil Conflicto Bejarano maniobra autónomos al socialismo totalitario; en segundo lugar, el renacimiento del concepto tiene que ver con la desesperada búsqueda por parte de las izquierdas occidentales y postcomunistas, de un recambio de utopías programáticas para sustituir el proyecto de la conquista revolucionaria del Estado; en ese sentido, es el refugio para la supervivencia de una izquierda que todavía no articula su propio proyecto y que acomoda el concepto de sociedad civil a las más dispares reclamaciones y demandas; en tercer lugar, el concepto está en estrecha relación con la necesidad de ofrecer una nueva interpretación para la praxis de los movimientos sociales a menudo tan faltos de guías teóricas; una cuarta razón de la utilización reciente del concepto, la constituyen los diversos intentos de la filosofía especialmente anglosajona de fundamentar de nuevo el liberalismo político pensado como un liberalismo activista, es decir, un liberalismo que incluye en su definición propuestas sociopolíticas y culturales para compensar las injusticias distributivas que los conceptos de "sociedad" o de "ciudadano" no pueden resolver desde la filosofía política. Finalmente, y en quinto lugar, la explotación de la noción de "sociedad civil" tiene que ver con el hecho de que la retórica política busca nuevos conceptos, más comprehensivos, para describir la contraposición legitimadora entre democracia liberal y socialismo totalitario; así, el concepto de sociedad civil se refiere aquí al reclamo de perfectibilidad de las democracias liberales cuyas metas de igualdad, solidaridad y justicia no son ya alcanzables sólo por la vía del Estado. En este sentido, se arguye que sólo son verdaderamente democráticos los sistemas políticos que se fundamentan en una cultura política de la sociedad civil15. En definitiva, se trata de que el auge del concepto de sociedad civil, no remite tanto a lo que es sino a lo que hace. Ese auge, como advierte Dubiel, se debe no tanto a la idoneidad para resolver problemas analíticos de la teoría política, cuanto a su inherente idoneidad para condensar conceptualmente los cambios políticos de este período y que tienen como implicación fundamental, de un lado, que "la inteligencia de izquierda occidental debe entender que el modelo de la democracia liberal representa el marco de referencia para cualquier estrategia de política futura; al mismo tiempo, la inteligencia postcomunista de Europa Central debe comprender que este modelo y sus expresiones actuales necesitan una dura crítica"16 y, de otro lado, que desencantada del Estado, la sociedad civil busca espacios propios no estatales para alcanzar objetivos de igualdad, solidaridad y justicia que la vieja filosofía política encargó al Estado en tanto que contrato, encargo que parece naufragar en las dificultades de la gobernabilidad17. Otra lectura, no tan lejana de la que acaba de anotarse, sugiere que el concepto de sociedad civil expresa una diferenciación funcional propia de la modernidad, que renuncia a una única teoría sobre la "unidad de la sociedad" para admitir más bien que la sociedad se desdobla en diferentes ámbitos funcionales semiautónomos como economía, política, ciencia, religión, derecho, arte, deporte, etc. 15 John Keane. (1993). Democracia y sociedad civil. Mdrid, Alianza, 1993. Dubiel. Op. Cit. P. 116. 17 Cuando se consideran las cosas de esta manera, apenas es necesario argumentar sobre que lo que está ocurriendo es un desplazamiento de los límites entre Sociedad Civil y Estado hacia dentro del sistema político. Ese concepto de sociedad civil, mirado así, significa romper con la idea de la existencia de una frontera elaramente delimitada entre uno y otro ámbito (Estado y Sociedad), de modo que al diferenciarse la propia estructura interna del Estado, se consigue también una comprensión mucho más abierta de sus procesos interiores que permite matizar y reinterpretar en mayor profundidad la idea del Estado como bloque monolítico. Vallespin pag. 26. Una consideración en extremo aguda de estas cuestiones en Gidens, Anthony. Mas allá de la izquierda y la derecha. El futuro de las po1íticas radicales. Madrid, Ediciones cátedra, 1996. Véase también en esa misma dirección Walzer, M. “The Idea of Civil Society”, en Dissent Spring. 1991. P. 293-304. 16 6 Sociedad Civil Conflicto Bejarano Cada uno de estos sistemas parciales, configura un modo propio y específico de solucionar problemas en los cuales cabe, para cada uno de esos ámbitos, una definición y un papel de esa sociedad civil en tanto que espacios de solidaridades concretas. Esa noción, por lo tanto, remite a formas de organización social, a propósitos sociales parciales en el ámbito público o privado, a formas de democracia local y comunitaria, a determinadas orientaciones religiosas o civiles, etc.18 Así, la noción es elástica para acotarse en cada uno de esos ámbitos en vez de pretender constituirse conceptualmente, al estilo clásico de la filosofía política decimonónica, como una identidad omnicomprensiva que describe la unidad de la sociedad. De hecho, lo que esta diferenciación funcional hace desaparecer, es la idea de sociedad como totalidad, la que o bien ya no parece ser descrita por la política o por el proceso político, o bien porque la política tiene dificultades para capturar esa totalidad, o bien porque la unidad ya no puede ser garantizada desde el subsistema de la política, la cual por otra parte ya no puede ofrecer ninguna fórmula capaz de conseguir el consenso general sobre la unidad social, sino más bien tiene que reconocer la existencia y autonomía de consensos parciales sobre ámbitos parciales de esa sociedad19. En ese sentido, la sociedad civil sirve de espacio para identificar tanto las nuevas realidades políticas de las democracias como para definir las nuevas dimensiones y alcances de la política. En efecto, los ámbitos en que la noción de sociedad civil es pertinente para efectos de la política, se refieren siempre a construir o profundizar la estructura democrática en términos, no de sus valores formales, sino en términos de su eficacia para obtener fines colectivos, y a recuperar el espacio de lo público (el hogar público de Rawls) como no idéntico al Estado20. En esa perspectiva, el concepto de sociedad civil cubre de manera concreta desde las redes sociales, las formas de solidaridad y las relaciones informales de las estructuras de la sociedad civil, hasta las estructuras no estatales más formalizadas e institucionalizadas. Resulta pues pertinente aludir aquí a 18 Pérez Díaz, Víctor. "Sociedad civil: Una interpretación y una trayectoria". En: Isegoría Revista de Filosofía Moral y Política. No. 13. Madrid, abril de 1996. También Pérez Díaz, Víctor. "Sociedad civil, fin de siglo, esfera pública y conversación cívica". En Hordinadal (coordinador). El Mundo que viene. Madrid, Alianza Editorial, 1994. 19 Así, en una primera aproximación la sociedad civil puede delimitar su extensión solamente delimitando al mismo tiempo el ámbito del Estado, de modo que negativamente se entiende por sociedad civil la esfera de las relaciones sociales que no está regulada por el Estado entendido reflectivamente y casi siempre polémicamente como el conjunto de los aparatos que existen como grupo social organizado y ejercen el poder coactivo: en ese mismo sentido Gellner apunta que la sociedad civil consiste en un conjunto de diferentes instituciones no gubernamentales suficientemente fuertes como para contrarrestar al Estado, y aunque no impidan al Estado cumplir con su función de mantenedor de la paz y de árbitro de intereses fundamentales, puede no obstante evitar que domine y atomice el resto de la sociedad. Gellner Ernest. Op. Cit. P. 16. 20 Así, como advierte Arato, el concepto de sociedad civil ha cobrado especial relevancia en el ámbito de la teoría política de la democracia por su potencialidad analítica para el estudio de las transiciones desde regímenes a otros democráticos, así como para identificar nuevas esferas susceptibles de profundización democrática en el seno de las democracias realmente existentes. Véase Arato, Andrew. "Emergencia, deelive y reconstrucción del concepto de sociedad civil, pautas para análisis futuros”. Isegoría Revista de Filosofía Moral y Política. No, 13. Madrid, abril de 1996. Bendix, Reinhard. “State, Legitimation and ‘Civil Society’”, Telos 86 (Winter 1990-91): 143-152. También Berger, Peter L. And Neuhaus, Richard John. To Empower People: The Role of Mediating Structures in Public Policy (Wasington, DC: The American Enterprese Institute, 1977). Gray, John. “Totalitarianism, Refor and Civil Society”. Post Liberalism: Studies in Political Throught. (London: Routledge, 1993ª). Gray, John. “What is Living in Liberalism?”. Post Liberalism: Studies in Political Throught (London: Routledge, 1993b). 7 Sociedad Civil Conflicto Bejarano una diferencia propuesta por Arato, quien separa la sociedad civil como movimientos sociales, la sociedad civil como instituciones y organizaciones y, finalmente, la sociedad civil como redes sociales21. Podría finalmente hablarse, siguiendo a Rosenblum, más que de una sociedad civil, de tres sociedades civiles relativamente diferenciadas, una sociedad civil democrática, una sociedad civil mediática y una sociedad civil electiva. Según esa concepción, en la sociedad civil democrática las asociaciones secundarias son escuelas de virtud, como quiera que permiten a los ciudadanos tener un sentido de la eficacia política de sus acciones, de su capacidad para la deliberación pública y para propiciar una inclinación a deliberar en términos de la búsqueda del bien común, lo que refuerza el sentido de pertenencia al sistema democrático; en la sociedad civil mediática, la idea es justamente lo opuesto, orientar a la población hacia metas sociales no políticas que inculquen la civilidad, la sociabilidad y la responsabilidad para promover valores que permitan responder a una sociedad pluralista, liberal y democrática. En ese contexto, son sociedad civil las iglesias, los grupos de vecinos, las asociaciones culturales y étnicas que asumen responsabilidades para articular y dirigir esfuerzos hacia intereses específicos no políticos y, finalmente, la sociedad civil electiva, como aquella que propicia las condiciones para generar disposiciones liberales y profundiza en los individuos el uso moral del pluralismo, la tolerancia y la convivencia, disposiciones que refuerzan la vida en comunidad22. En síntesis, la noción de sociedad civil no se agota en la "civilidad" ni en la promoción de valores comunitarios sino que intercepta diversos ámbitos de la realidad política. Pese a las dificultades de su definición parece claro que pudieran identificarse un conjunto de funciones de la sociedad civil que aunque dispersas identifican sus prácticas: a) mediación política, b) contrabalance de poder respecto del Estado, c) vehículo de participación de los ciudadanos, d) promoción de la cohesión y la igualdad sociales, e) contribución al fortalecimiento del sentido de comunidad y de pertenencia democrática, f) promoción de la enseñanza, el aprendizaje y la socialización de normas y valores, g) estimulación a la pluralidad y la convivencia, h) promoción de la capacidad de acción de grupos sociales23. 21 Aunque en el terreno puramente metodológico, el análisis conceptual del concepto de sociedad civil, en tanto que red, permanece infestado de ambigüedades, es obvio de que aquí de lo que se trata es de que existen espacios públicos en las esferas diferenciadas de la sociedad, en donde tienen lugar procesos de comunicación social relevantes pero parciales. Así como hay comunicaciones en esferas especializadas, también hay en esferas públicas no especializadas y “no expertas” en las que la comunicación referida a problemas comunes puede tener lugar en ese espacio “de la sociedad civil”. Ese parece ser el caso de la pedagogía de la paz y la convivencia. 22 L. Rosenblum, Nancy. “Civl Societies Liberalism and Demoral Uses of Pluralism”. En: Social Research an International Quaterly of the Social Sciences. Vol. 61, No. 3, fall. 1994. P. 153 y ss. 23 Esta conceptualización, siguiendo a Thijn y Bernard implica también tener elaro lo que la sociedad civil no se supone que es: a) no es el disfraz del viejo sistema corporativo, no es un concepto de comunitarismo y moralista convertido en una nueva ideología colectiva, no es un instrumento en las manos de fundamentalistas que pretenden trazar líneas de demarcación en la sociedad, no es el espacio que reúne a una izquierda que fracasó y, en fin, es un concepto que no por elástico, pudiera considerarse como vacío de contenido y puramente retórico. Véase Ed Van Thijin and Amanda Bernard. “Report and Executive summary”. En: Bernard Amanda y Helmich. Society and International development. OCDE, North – south, centre, París. 1998. P. 18. 8 Sociedad Civil Conflicto Bejarano Subrayemos también como conclusión que el papel de la sociedad civil en un terreno general se refiere, en todo caso a los ámbitos propios de la construcción o profundización de la democracia. Desde esa perspectiva, estrictamente política, conviene establecer de antemano los terrenos básicos en que se pueden desenvolver las relaciones entre sociedad civil y negociación política del conflicto armado. En efecto, asumiendo que las negociaciones de paz se han de referir a contenidos políticos que incluyen desde la naturaleza del sistema político y de la organización política democrática hasta el diseño de instituciones políticas y las reglas electorales, es posible identificar un conjunto de áreas que se desprenden directamente del papel político de la sociedad civil24 y que se relacionan directamente con las condiciones, términos y contenidos de la negociación del conflicto armado. 1. El problema de la legitimidad democrática, es decir, las precondiciones legales y procedimentales de la política electoral y parlamentaria y la legitimidad derivada de los procesos más amplios de la esfera pública democrática, en la que participa una amplia red de asociaciones. A ello nos referimos antes al hablar de la democracia sustantiva y de la eficacia de la democracia para producir resultados de interés colectivo en términos, por ejemplo, de igualdad y justicia25, lo que como veremos, está en la base de la negociación del conflicto. 2. Los problemas del constitucionalismo. Puesto que se precisa explorar el posible papel de la sociedad civil en la elaboración de constituciones, en la estabilidad de las mismas y en el fomento de la "fidelidad constitucional" (el sentimiento de adherencia a las instituciones democráticas), ello implica considerar los canales para la participación de la sociedad civil en procesos constitucionales políticamente relevantes, de modo que sean también "constituciones de la sociedad civil" y no sólo definiciones exclusivamente originadas en los segmentos políticos26. 3. El problema de la maquinaria democrática; aunque la democracia representativa existe bajo formas diferentes, el hecho es que existen numerosas combinaciones posibles para definir la representación en las instituciones democráticas. La razón última para escoger combinaciones de las formas de representación proviene, en buena medida, de las aspiraciones expresadas por la sociedad civi127. 4. La relación entre sociedad civil y expresiones y niveles concretos de la sociedad política, lo que implica necesariamente identificar y precisar el efecto de diferentes modelos de gobierno local y de diferentes sistemas de partidos sobre la sociedad civi128. 24 Seguimos aquí a Arato, Op. Cit. P. 15 y ss. Hall, J. A. (Ed). (1995). Civil Society: Theory, History, Comparison. Polity Press, Cambridge. Held, D. (1993).”Democracy: From City-States to a Cosmopolitan Order?”. En: Helder, D. (ed). Prospect for Democracy. Policy Press, Cambridge. 26 Hall, J. P. (1995). “In Search of Civil Society”. En: J.P. Hall (ed). Civil Society: Theory, History, Comparison. Polity Press, Cambridge. 27 Adller Hellman, J. (1992).”New Social Movement and the Question of Autonomy”. En: Alvarez and Escobar (eds). The Making of Social Movement in Latin America. Westview Press, Boulder, Colorado. Foley, M. W. and B. Edwards (1996). “The Paradox of Civil Society”. Journal of Democracy .Vol 7 No. 3.July. Para una versión elásica de la representación, ver: Encielopedia Universal Ilustrada. Espasa-Calpe, 1912. 28 Crook, R y J. Manor (1994). “Enchancing Participation and Institucional Performance: Democratic Descentralisatión in South Asia and West Africa”. (mimeo) ESCOR, Overseas Development Administration. London. Blair, H. (1997c). “Spreading Power to th Periphery: An Assessment of Democratic LocalGovernance”. USAID, Center for 25 9 Sociedad Civil Conflicto Bejarano 5. El papel de los medios de comunicación como componentes esenciales de la sociedad civil, que orientan y son vehículo de expresión de todos aquellos interesados en una esfera pública democrática que se manifiesta como fenómeno de opinión pública. 6. Finalmente el problema de la globalización de la sociedad civil en cuanto concierne a su papel en la defensa y promoción de valores universales (frente a los cuales la sociedad civil es global por definición), lo que es especialmente cierto en el caso de las organizaciones dedicadas a cuestiones como, por ejemplo, el respeto a los derechos humanos y el derecho a la paz y que, en definitiva, remite a la relación entre sociedad civil nacional y comunidad internacional. II. LA SOCIEDAD Y LOS PROCESOS DE PAZ. REVISIÓN DE LA EXPERIENCIA En realidad, la sociedad civil aparece con fuerza sólo en forma reciente en los procesos de paz de segunda generación, es decir, aquellos que se han iniciado en los primeros años de la década de los noventa y que tienen como referencia particularmente los casos de Guatemala, Colombia y México29. En efecto, si se miran las negociaciones de Colombia, a fines de los años ochenta y comienzo de los noventa, aparece como un hecho característico en ellas la ausencia de la sociedad civil, como quiera que la negociación se redujo a acuerdos entre el gobierno y la insurgencia30. Por lo que hace a el Salvador las negociaciones gobierno-FLMN implicaron que las organizaciones que constituían el Debate nacional (la organización más prominente de la sociedad civil), no tuvieron la fuerza suficiente para incorporar sus demandas a la negociación y tuvieron más bien un papel relativamente débil31, en el caso de Guatemala, sólo a partir de la tercera ronda de negociaciones en 1994, se organizó una participación decisiva pero no vinculante con el proceso de negociación mediante la Asamblea de la Sociedad Civil, no obstante que las negociaciones habían empezado con diálogos presididos por la Comisión Nacional de Conciliación con algunos sectores de la sociedad civil, particularmente el CACIF que reunía a los principales gremios en ese país (en Otawa), con los partidos políticos (en España) y con los sectores populares (en México) y varias reuniones multisectoriales. En el caso de Guatemala, en efecto, el acuerdo de Oslo, firmado en 1990, establece Development Information and Evaluation. Wasington, DC. Blaney, D.L. y M.K. Pasha (1993). “Civil Society and Democracy in the Third World: Ambiguities and Historical Possibilities”. Studies in Comparative International Development. Vol. 28, No. 1. Spring. A propósito de “Tercer Mundo”, ver la obra de Arturo Escobar. La invención del tercer mundo. Construcción y deconstrucción de la idea de pobreza. Norma, Ed Vitral, 1998. 29 El salvador. es un caso intermedio en que la Sociedad Civil aparece en el escenario de la reconstrucción de la democracia pero cuyo papel relevante en la promoción de las negociaciones parece haber sido escaso. 30 Particularmente después de 1994, una modificación importante en el terreno de la paz e Colombia ha sido precisamente la activación del protagonismo de la Sociedad Civil. Camilo Castellanos. “De la no cooperación a la tercería social”. En: Politeia. No. 22. Universidad Nacional, 1998. P. 140-141. Enrique Flores. “Colombia, un país sin conciencia sobre los beneficios de la paz”. En: De la guerra a la paz. Experiencias latinoamericanas. Bogotá, CINEP, 1995. También Schennink, Ben. “Intervención de ONG en conflictos armados internos”. En: Sanín, Javier; Díaz, Alberto y Borda, Ernesto (compiladores). Memorias, primera conferencia americana de paz y tratamiento de conflictos. Santafé de Bogotá, Colombia, 1997. 31 Reyes Illescas, Miguel Angel. “Los complejos senderos de la paz: un análisis comparado de las negociaciones de paz en El Salvador, Guatemala y México. Panorama centroamericano”. Temas y documentos de debate 2. San José, Costa Rica, 1997. P. 113. 10 Sociedad Civil Conflicto Bejarano que se realice el proceso en dos grandes etapas, primero, un proceso de diálogo entre la URNG y diferentes sectores de la sociedad civil, partidos políticos, sectores empresariales, religiosos, académicos, populares, cooperativistas y otros sectores políticamente representativos, para luego iniciar la negociación directa entre representantes del gobierno y la URNG32. En el caso Colombiano, en la negociación con el M19, las relaciones entre los sectores de la sociedad civil, la organización insurgente y el gobierno, se construyeron a través de mesas de trabajo con resultados francamente precarios desde el punto de vista de la capacidad de incorporar temas a la agenda de negociación. En las negociaciones con otros grupos insurgentes, la Sociedad Civil no tuvo ninguna presencia. Así entonces, la primera generación de negociaciones, al menos en América Latina, parece caracterizada por una limitada participación social y popular y por una tendencia a reducir la negociación a discusiones entre delegaciones del gobierno y la comandancia guerrillera. Sin embargo, una segunda generación de negociaciones abre cada vez más el espacio para la participación, en distintas dimensiones, de la Sociedad Civil, en un clima caracterizado, de una parte, por el declive de los proyectos maximalistas de la izquierda y de la propia insurgencia, de otra parte, por la necesidad de ir recomponiendo y transformando la democracia en el curso del proceso de paz y, finalmente, por la demanda (a través de las movilizaciones en torno a la paz), de ampliación del significado de la política en el contexto de lo que Tenzer llama "la sociedad despolitizada"33. Por otra parte, México y Colombia parecen presenciar movilizaciones, especialmente desde 1995 en el cuadro de una familia de estrategias propiciadas de alguna manera por la comunidad internacional y que muchos entienden como la aparición de una "industria de resolución de conflictos"34. Esa familia de estrategias consistente en la prevención, gestión, solución y transformación de conflictos, apunta a llevar (o a mantener) el conflicto al plano político mediante acciones diplomáticas, buenos oficios de la sociedad civil y esfuerzos para el establecimiento de nuevas y positivas relaciones entre las partes35. México representa, sin duda el nivel más alto de movilización de la sociedad civil en el proceso de paz. En el caso mexicano, desde el 1 de enero de 1994, se han desarrollado ingentes actividades y movilizaciones civiles sin precedentes como forma de solidaridad con la causa indígena tanto a nivel local y nacional como internaciona136, lo que expresa, más que una demanda de paz, una inmensa demanda de democracia frente a un conflicto caracterizado por su bajísima intensidad militar. 32 En el caso de Guatemala, las reuniones entre los sectores de la sociedad civil y la URNG se realizaron a lo largo del año de 1990 y culminaron en el primer gran consenso nacional, la necesidad de buscar una solución política para el conflicto interno a través de un proceso de negociación. Véase Iripaz. Serie Cooperación y paz, cronología de los procesos de paz, Guatemala y El Salvador. Vol. 1 y 2. 33 Nicholas Tenzer. La sociedad despolitizada. Buenos Aires, Ed. Paidós, 1990. 34 Se trataría, según algunos, de un intento de las élites para luchar con las nuevas complejidades sociales reduciendo los niveles de la movilización popular, las demandas de solidaridad social y, en general, las manifestaciones de ingobernabilidad. Véase Bendaña, Alejandro. “Resolución de conflictos; empoderamiento y desempoderamiento social”. Ponencia presentada en el encuentro sobre conflictos y experiencias de intermediación en América Latina, retos para el siglo XXI. Barcelona, Mayo 27-29 de 1998. 35 Zartman, William. “Prevenir y producir conflictos, metas que todos los países pueden compartir”. En internet. 23-0798. Agenda de la política exterior de los Estados Unidos. 36 Así, por ejemplo, en septiembre de 1995, se acordó la participación de la sociedad civil y de los pueblos indígenas del país en los diálogos de San Andrés con el EZLN, se realizó la misión civil nacional e internacional para la paz digna en 11 Sociedad Civil Conflicto Bejarano Un estudio reciente sobre el papel jugado a lo largo de estos cuatro años por la sociedad civil Mexicana, de cara a la guerra y a la solución del conflicto, concluye con la familiar proposición de que sólo la presencia y representación de los directamente afectados por el conflicto en los procesos de diálogo y en los espacios donde se elaboran los acuerdos puede orientar soluciones duraderas y de fondo37. También subraya la necesidad de la mediación strictu-censu como espacio específico de la sociedad civil en apoyo a una solución negociada política e incluyente. En efecto, las intervenciones realizadas por las organizaciones civiles en apoyo a la Comisión Nacional de Intermediación (CONAI) y a la Comisión de Conciliación y Paz (COCOPA) han estado orientadas a priorizar, según un observador, el diálogo para la prevalencia de la lógica civil y política sobre la lógica militar y la fuerza y han comprendido un amplio abanico de acciones: caravanas de solidaridad con los afectados, misiones de observadores en momentos claves del conflicto, establecimiento de mediaciones comunitarias de reconciliación para contener las tensiones originadas en el interior de las comunidades o para amortiguar las divisiones gestadas por la lógica de la guerra, consulta ciudadana nacional para allanar el camino político, instalación de campamentos civiles de paz en lugares de alta intensidad del conflicto, definición de estrategias frente a conflictos concretos y de cara a problemas comunitarios en otras entidades del país, campañas pastorales de reconciliación comunitaria, invitación a organizaciones internacionales de derechos humanos para que conozcan lo que sucede en México, articulación de manifestaciones nacionales por la paz y el respeto a los acuerdos de san Andrés, cabildeo en las instancias internacionales que tienen mandato para la paz, los derechos humanos y los derechos de los pueblos indígenas con los que México tiene compromisos internacionales, movilizaciones multitudinarias en contra de las soluciones de fuerza y otras38. La mediación, por su parte, ha trabajado en las áreas de comunicación y difusión, apoyo y solidaridad a las comunidades afectadas por la guerra, derechos humanos, reconciliación comunitaria, investigación de la militarización en el país, generación de espacios civiles influyentes, apoyo al desarrollo social en las autonomías indígenas, cabildeo nacional e internacional, talleres, cursos y materiales de educación para la paz y reconciliación, colaboración, articulación y análisis conjunto con la Comisión Nacional de Intermediación, participación para reactivar la Comisión de seguimiento para la paz digna en Chiapas, etc. En resumen, la labor civil ha significado "ensanchar la franja de en medio", para buscar las vías negociadas y para imposibilitar, moralmente hablando, el uso de la fuerza; sin embargo, en el caso mexicano "el papel mediador en un sentido amplio y la Comisión Nacional de Intermediación en Chiapas, se creó la comisión de intermediación CNAI bajo la presidencia del obispo Samuel Ruiz; se creó la COCOPA (conciliación y paz) y la Misión Civil Nacional por la Paz (red de 50 ONGs presentes en 17 estados) así como otros grupos, como el grupo de creadores artistas intelectuales CAI, el Congreso Nacional Indígena y otros. Acosta, María Elaire y Raigadas, Rafael. “Memoria de la participación de la sociedad civil en la construcción del diálogo y la paz en Chiapas”. Encuentros sobre conflictos y experiencias de intermediación en América Latina, retos para el siglo XXI, Barcelona 27-29 de Mayo de 1998. 37 Raigadas, Rafael. “Esquemas y actores en los procesos de mediación, estrategia de la sociedad civil”. Encuentro sobre experiencias de intermediación en América Latina, retos para el siglo XXI. Barcelona, mayo 27-29 de 1998. (véase Raigadas. P. 12). 38 Raigadas, op.cit. p. 14. 12 Sociedad Civil Conflicto Bejarano sentido estricto, están hoy en su nivel más bajo de reconocimiento, mucho más en lo que respecta a la voluntad política gubernamental que al reconocimiento que el EZLN mantiene"39. Así mismo, a pesar de la constante acción civil de una parte de la sociedad por inventar acciones pacíficas y de inclusión, parece constatarse la falta de poder ciudadano para modificar la situación de entrabamiento de las soluciones pacíficas40. Un tal agotamiento de la sociedad civil como mediadora pareció constatarse también en Guatemala al tiempo de haber iniciado en firme las negociaciones de paz. De hecho, tanto en el caso mexicano como en el caso guatemalteco, el agotamiento del papel mediador de la sociedad civil parece ir sustituyéndose poco a poco por los reclamos de la mediación internacional. El caso colombiano parece orientarse en la misma dirección del caso mexicano. Se han multiplicado las comisiones, los talleres, los coloquios, los comités de búsqueda de la paz, se han creado 17 consejos departamentales de paz, además del Consejo Nacional de Paz, la Comisión Nacional de Conciliación, la Red de Solidaridad Ciudadana, los Empresarios por la paz, el grupo Destino Colombia, el grupo Boston, el grupo Houston, Comisión de Paz del Senado, Cámara y Asamblea, la Asamblea Permanente de la Sociedad Civil por la paz, en fin, innumerable sería el recuento de las acciones de la sociedad civil en términos de iniciativas, marchas, talleres, foros, discusiones, propuestas de todo tipo, que buscan principalmente procurar una solución política negociada del conflicto armado, buscar fórmulas para superar las dificultades que obstaculizan el encuentro de las partes en conflicto, promover el respeto y la garantía de los derechos humanos, propiciar la generación de una cultura de paz e impulsar y exigir que las partes en conflicto sujeten su conducta y sus acciones a las normas del derecho internacional humanitario. Incluso recientemente se han propuesto las bases y orientaciones de una política nacional permanente de paz por la vía de la comisión Nacional de Conciliación, bases cuyo contenido está caracterizado por la imprecisión y la ambigüedad. No es el caso entrar aquí a examinar los mensajes de cada una de estas organizaciones y grupos, baste subrayar que su eficacia en términos de la capacidad para frenar las manifestaciones de violencia y llevar a las partes a la mesa de negociación, está francamente en duda41. Esfuerzos similares a los ya señalados parecen haberse realizado en algunos países Africanos bajo un enfoque un poco diferente, sobre la base de que el involucramiento en un conflicto interno siempre atañe a las personas afectadas por el mismo42; según ese enfoque, cualquiera que esté afectado en un conflicto en cualquiera de sus fases, tiene derecho a involucrarse puesto que no es posible ningún cambio sostenible en la dinámica del conflicto sin el compromiso y el respaldo de amplios sectores de la población; como señala Jhonson, la estructura tradicional de la comunidad internacional para la gestión de los conflictos fue establecida para un tipo de confrontación diferente a las de ahora. En conflictos entre diversos Estados, los actores y los métodos para tratarlos correspondían a contactos bilaterales y multilaterales y se desplegaban y utilizaban los medios 39 Raigadas, op.cit. Véase Raigadas, op. Cit. 41 Hay, en efecto, una pregunta siempre presente: ¿Cuál es la eficacia de estos discursos, si lo niveles de violencia en lugar de disminuir se mantienen o aumentan? Véase El Tiempo, Septiembre 15 de 1998. Desde luego, no podemos saber qué hubiera pasado en ausencia de esas acciones de la sociedad civil. Es obvio, en todo caso, la baja sensibilidad de los actores armados a tales acciones, lo que sugiere un replanteo de las mismas. 42 Bernt Johnson. “¿Quién, cómo y cuándo prevenir los conflictos armados?”. Transcripción de la intervención de Bernt Johnson, Director de Life and Peace Institute Suecia, en la sección sobre prevención de conflictos, el 25 de Junio de 1996. Internet. Cip.Educa 27-07-98. 40 13 Sociedad Civil Conflicto Bejarano diplomáticos. En los conflictos en el interior de los Estados, sigue diciendo Jhonson, esa estrategia tiene un valor limitado. Acuerdos como los que ocurrieron en Somalia cuando la ONU intentó que se alcanzara un acuerdo de paz entre los "señores de la guerra", corre el riesgo de que el proceso de negociación fracase. Experiencias con prácticas como las que el Life and Peace Institute ha tenido en el cuerno de África, particularmente en su cooperación con la ONU en Somalia, ha implicado el establecimiento de un cierto conjunto de principios, como que la construcción de la paz y la democracia basadas en la comunidad es la clave para transformar los conflictos; en Etiopía y Sudáfrica además de Somalia se ha intentado desarrollar y aplicar estrategias similares y se están explorando en el caso de la antigua Yugoslavia, esas mismas modalidades con el propósito de apoyar el proceso de paz y reconciliación43. En todo caso, el balance de la participación de la sociedad civil en los procesos de paz parece haberse reducido o limitado, al menos en el caso latinoamericano, primero, a tratar de mantener la resolución del conflicto en el plano político, en tanto que las acciones particularmente están orientadas al marco general de la educación para la paz. Es obvio que en el caso colombiano, objetivos como movilizar a la sociedad civil por la causa de la paz, estimular los esfuerzos pedagógicos o culturales para fomentar la convivencia pacífica, apoyar y acompañar los procesos de defensa de derechos humanos y el derecho internaciona144, parecen replicar, con limitada eficacia, estrategias internacionales vinculadas a fortalecer las condiciones de convivencia más que a la solución política del conflicto armado como tal; sin embargo, parece haberse ido configurando a medias un cuadro de elementos que pudieran conducir a un nuevo paradigma para orientar las acciones de la sociedad civil. Esos elementos bien podrían especificarse y explicitarse para construir un programa de acción más eficaz. Volveremos sobre la posibilidad de la construcción de este paradigma más adelante. Por otra parte, la limitada eficacia de la sociedad civil para reducir la dinámica de la confrontación y para facilitar o propiciar las condiciones iniciales de la negociación sugieren que se requiere un norte explícito, unas orientaciones más precisas para su acción que conduzcan no sólo a la condena de la violencia, al llamado a las actitudes de tolerancia y a la vigencia de valores de civilidad que ambienten las posibilidades de una solución política, sino que en verdad ayuden a superar la costumbre de replicar, a veces en forma acrítica, procedimientos y principios ensayados por otros países, (asamblea civil por la paz, red de iniciativas para la paz, red de universidades para la paz, etc.) y que contribuyan a desprenderse de la tímida y poco propositiva actitud de buenos oficios en materia de mediación, actitud que no tiene más destino que agotarse. Se necesita entonces un cambio de enfoque hacia asuntos más medulares que tiendan a modificar la naturaleza del conflicto y que permitan incidir sobre los términos y contenidos de solución política del mismo. III. HACIA DIMENSIONES NUEVAS DEL PAPEL DE LA SOCIEDAD CIVIL 1) Ensanchar el centro 43 44 Véase Johnson. P. 3 Véase convocatoria nacional a la instalación de la Asamblea Permanente de la Sociedad Civil por la Paz. Bogotá, agosto de 1998. 14 Sociedad Civil Conflicto Bejarano Se ha sugerido ya que la reorientación de las acciones de la sociedad civil para alcanzar una mayor eficacia, supone orientar esas acciones deliberadamente hacia la solución pacífica del conflicto armado, es decir, buscando incidir en las condiciones de la negociación y en los términos de los acuerdos a alcanzar, papel éste cuya legitimidad y pertinencia están fuera de duda, habida cuenta de la definición y del espacio propio que ocupa la sociedad civil, como se exploró en la sección I. Se trata en una perspectiva amplia y general, de asignarle a la sociedad civil el papel de ensanchar el centro, alrededor del cual puedan converger los términos de una negociación política del conflicto armado. Desde esa perspectiva amplia será necesario, por una parte, reflexionar sobre las posibilidades de reconstruir o ahondar en los paradigmas que la propia acción de la sociedad civil ha venido erigiendo de manera incompleta alrededor de la búsqueda de la paz, de otra parte, buscar incidir de manera directa en las condiciones de madurez del conflicto en forma que sea posible la negociación y, finalmente, propiciar un enfoque de la misma para incidir en los términos de los acuerdos y en la naturaleza misma de la negociación45. Toda negociación de un conflicto armado comporta cuando menos cuatro elementos que conforman su estructura: de un lado, la naturaleza del problema que origina la disputa, o en los términos convencionales, el origen del conflicto, (en la mayor parte de los casos la militarización de la sociedad, el cierre de la democracia o la distribución de derechos o territorio), de otro lado, la relación entre las partes en términos de los grados de enemistad y hostilidad (y en consecuencia la necesidad y grados de la mediación o de la intervención de terceras partes), en tercer término, el carácter y contenidos de la agenda de negociación (aspectos sustantivos y acuerdos procedimentales) y finalmente las garantías de cumplimiento de los acuerdos (en las que por lo general es decisiva la participación de la comunidad internacional)46. Por lo que hemos discutido hasta aquí, es más o menos obvio que el papel de la sociedad civil respecto de la negociación como tal, en el caso Colombiano, se ha concentrado en la mediación o en los buenos oficios, es decir, en mejorar las relaciones entre las partes. Sin embargo, el papel decisivo parece estar más bien en los otros tres aspectos, esto es, en identificar y superar las incompatibilidades básicas que subyacen en el conflicto, en los contenidos de la agenda y en crear garantías desde la sociedad civil, para estabilizar los acuerdos una vez logrados. Las consideraciones que siguen intentan avanzar en algunos de esos elementos que debieran abordarse a través del debate público, para que la sociedad civil pueda tener un papel más eficaz en la resolución del conflicto. Aunque éste no es el lugar para desarrollar en detalle un conjunto de enunciados y principios que enmarcan de manera esencial la estructura de las negociaciones, serán necesarias unas breves 45 La realidad de referencia, para las reflexiones que siguen, es el caso colombiano, que está en el transfondo de las inquietudes expresadas aquí. También está presente el reconocimiento de la necesidad de superar el hasta ahora limitado marco de acción de la sociedad civil que se orienta a la condena de la violencia, al cambio de actitudes y valores de los ciudadanos y a algunos esfuerzos de mediación. Omitiremos aquí consideraciones sobre un tema relevante, las estrategias para la transformación de la naturaleza del conflicto, en la fase de consolidación del proceso de paz. Para consideraciones preliminares sobre el tema puede verse Jesús Antonio Bejarano Una Agenda para la Paz. Ed. Tercer Mundo, Bogotá. 1995. 46 Un tratamiento detallado de la estructura de la agenda, así como del concepto de incompatibilidad básica, a partir de las experiencias de El Salvador, Guatemala y Colombia, puede verse en Bejarano, Jesús Antonio. Una Agenda para la paz. Ediciones tercer Mundo, 1995. A su vez, la exploración de los niveles y componentes del proceso negociador se exploran en Bejarano, Jesús Antonio. "Las negociaciones de paz: Aspectos metodológicos ". Revista Políticas, Nos. 6 y 7. Universidad del Valle, 1997. 15 Sociedad Civil Conflicto Bejarano anotaciones sobre cuatro aspectos decisivos para la comprensión de las consideraciones que siguen. Estas consideraciones, como ya hemos advertido, conciernen, no al conjunto de dimensiones implicadas en una negociación, sino únicamente al papel de la sociedad civil: Estos aspectos son: la definición de paz, el concepto de proceso de paz, la naturaleza de la negociación y la naturaleza de los acuerdos. Norberto Bobbio, ha llamado la atención sobre dos conceptos de paz: la paz positiva y la paz negativa47; esta se refiere a una situación antitética de la situación de violencia, a un estado de armonía social que es el resultado de la evolución de las estructuras políticas así como de la vigencia de un marco institucional eficaz, lo que impide la presencia de condiciones que propicien el enfrentamiento; éste es el tipo de paz que naturalmente puede encontrarse en una democracia desarrollada o que puede encontrarse como resultado de un largo proceso de evolución de una cultura política. La paz positiva es aquella que se consigue mediante el establecimiento de acuerdos políticos entre sectores en conflicto, acuerdos negociados con los que se da término a las hostilidades y se norman sus relaciones futuras. Será obvio que la idea de paz que subyace en las reflexiones que siguen, es la de paz positiva. De ello se sigue que la organización política a la que aspiramos es aquella que resulte de los acuerdos de paz, en vez de pretender, como lo reclaman tantos analistas, una paz que resulte de una estructura política que debe construirse como condición previa para hacer posible la negociación. La paz no se entiende aquí, en efecto, como el resultado de una estructura política previa; por el contrario, la estructura política a que nos referimos es la que debe surgir de las negociaciones y de los acuerdos de paz. En segundo lugar, entenderemos el proceso de paz como un conjunto de acuerdos políticos conseguidos por la vía de la negociación del conflicto armado, acuerdos que van más allá de los aspectos puramente militares asociados a la desmovilización de los insurgentes. Esos acuerdos negociados deben conducir a un nuevo orden político, mediante la modificación de las reglas del juego para el ejercicio de la política, así como deben reconducir a la reconfiguración del poder político. Ese debe ser el objetivo central del proceso de paz, la construcción de una nueva comunidad política, si se quiere un nuevo orden democrático fundado sobre bases negociadas que permita avanzar en la equidad y la justicia. Será obvia la consideración sobre que las negociaciones adelantadas en Colombia en el pasado constituyeron una solución negociada, reducida a la finalización de las acciones insurgentes bajo una agenda sin ningún contenido político. En tercer lugar, la negociación que nos interesa es una negociación integrativa. Será necesario distinguir, en efecto, entre la negociación inclusiva, la negociación distributiva y la negociación integrativa. Una negociación inclusiva apunta a crear condiciones para que los insurgentes se inserten en el sistema mediante condiciones de favorabilidad política y otros aspectos de beneficio personal u organizacional, sin cambiar esencialmente la naturaleza de ese sistema (véanse, por ejemplo, las negociaciones del M19, EPL, etc.). Esta es una negociación que conduce a la cesación de las hostilidades y a la reincorporación de los insurgentes a la vida civil. Sería innecesario demostrar aquí la impertinencia de este enfoque para la actual negociación colombiana. La 47 Bobbio, Norberto. "Paz: El Problema de la definición". En Bobbio, Norberto. El filósofo y la política. Antología. Ediciones Fondo de Cultura Económica. México 1996. Galtung distingue igualmente los dos tipos de paz exactamente en el sentido inverso al de Bobbio. Véase Johan Galtung "Los fundamentos de los estudios sobre la paz". En: Presupuestos teóricos y éticos sobre la paz. Universidad de Granada, 1993. 16 Sociedad Civil Conflicto Bejarano negociación distributiva, por su parte, es aquella que distribuye el poder entre las partes contendientes, bien sea en términos políticos o en términos territoriales (o ambos). Aunque no son pocos los que a lo mejor de buena fe propenden con cierto facilismo a la negociación distributiva, cabe señalar que este tipo de negociación constituye o bien una fractura de la unidad nacional o bien el inicio de un nuevo conflicto si la secesión o la distribución del poder se consigue como resultado de la fuerza. Esta negociación por supuesto, puede llegar a ocurrir sobre la base de una determinada correlación de fuerzas como sucede, por ejemplo, en las guerras de secesión, al costo de la unidad nacional, de la democracia y de la libertad que son, como se sabe, los límites últimos de lo no negociable por un Gobierno democrático. Aunque puede ser un escenario posible, no creemos que ese sea el futuro al que aspira o el tipo de paz por la que trabaja, la sociedad civil colombiana. Un tercer tipo de negociación es la negociación integrativa, que no distribuye poder o territorio entre un Gobierno (o más aún un establecimiento) y un movimiento insurgente, sino que reconfigura los espacios de poder a partir de la negociación y los acuerdos políticos preservando la unidad nacional, la democracia y la libertad. En este caso, no se trata de distribuirse el poder con la guerrilla, sino de discutir y negociar con la guerrilla los nuevos términos del poder (político y/o territorial) para una comunidad política en la que la guerra y la insurgencia sean innecesarias. Volveremos sobre la noción de comunidad política. Un cuarto aspecto que debemos señalar es el de la relación entre sociedad civil y acuerdos políticos. Si estamos hablando de una negociación integrativa que replantea las relaciones de poder y las reglas del juego para una nueva comunidad política, es por lo tanto evidente que la organización política que resulte no puede provenir de un acuerdo exclusivamente entre el gobierno y la guerrilla sin mediar un proceso de consenso con la Sociedad Civil sobre la naturaleza de esos acuerdos, la que finalmente es la que debe aceptar o no aceptar esas nuevas reglas del juego, puesto que debe regirse por ellas. Ese es el único tipo de acuerdo integrativo que puede aceptarse en una democracia, independientemente de la correlación de fuerzas. Por ello, a diferencia de los acuerdos de desmovilización, en los cuales se convienen los términos de la inclusión de la guerrilla al sistema sin preguntar a la sociedad por esos acuerdos, en una negociación integrativa, no es posible definir o redefinir la naturaleza del sistema político o la reconfiguración del poder sin un mecanismo de participación explícito en el que la sociedad civil esté presente en la definición y sanción de ese tipo de acuerdos. Por supuesto, en una sociedad política bien constituida, esa consulta se procesa por la vía de los partidos políticos y del congreso, pero es obvio que ese no es el caso de Colombia 48. Debe señalarse, por otra parte, que ese tipo de participación de la sociedad civil no tiene nada que ver con la manera como se configura la mesa de negociación, en la que pueden o no estar representantes 48 En un ensayo sugerente, Edwars shils hace ver que la esencia de la política democrática es un proceso de negociaciones entre distintas demandas, intereses, valores y formas de vida en un proceso de ajustes parciales sobre problemas separados y limitados, la mayoría de los cuales afectan secciones limitadas de la sociedad y no implican cuerpos coherentes que intenten expresar todo un conglomerado. En ese contexto se sitúan en las democracias desarrolladas, las acciones dela sociedad civil en aquellos ámbitos no cubiertos por los mecanismos de representación. Por el contrario, en sociedades donde esos mecanismos tienen un alcance limitado y no presuponen un consenso, no son suficientes para procesar demandas e intereses de carácter general y no son del todo aptos para procesar los consensos básicos para los cuales es necesaria una participación activa de la sociedad civil definida en un sentido amplio. Véase Edward shills: "Primordial, Personal, Sacred and civil ties”, British Journal of Sociology. Vol. VII, No. 2. 17 Sociedad Civil Conflicto Bejarano directos de la sociedad civil; aquí de lo que se trata es del procedimiento mediante el cual se consultan, se convienen, se acatan y se sancionan los acuerdos políticos. 2) Superar diferencias en las visiones del mundo Ya se ha señalado que en el caso colombiano, aunque reducido en su papel, la presencia y movilización creciente de la Sociedad Civil parecen haber ido configurando, así sea de manera incompleta una tendencia paradigmática sobre el carácter de su participación en la solución de conflictos armados. Se proponen aquí algunas consideraciones para articular ese paradigma. Deberá advertirse que no se trata aquí de recomendaciones "prácticas" y puntuales sobre acciones específicas, sino de proponer una concepción que oriente las acciones de la sociedad civi149. Comenzaremos por precisar dos elementos fundamentales constitutivos de ese paradigma, de un lado, la diferencia que existe entre "stasis" y "polemos" y, de otro, las tensiones que surgen alrededor del concepto de "amigo" y " enemigo". Roberto Toscano señala, en la misma línea de Keane, que nos encontramos en efecto desprovistos, en el plano analítico, de una cultura del conflicto puesta al día e interdisciplinar, que pueda ayudarnos a entenderlos y a actuar sobre ellos. Advierte también que para reconducir los conflictos no es sólo necesaria una clave interpretativa de sus causas sino también una vía para su recomposición50, si más que importar la reflexión sobre la cantidad de los conflictos y su multiplicidad de orígenes (lo que es del gusto de los violentólogos), importa examinar la cualidad de los mismos y la posibilidad real de que puedan ser transformados. En la República, Platón se refiere a la violencia organizada con dos términos diferentes, stasis o conflicto entre grupos que se reconocen recíprocamente como sujetos substancialmente afines, pero que tienen una contraposición de intereses, cuya solución se encuentra en una prueba de fuerza cruenta y pelemos, o guerra total contra quien se concibe como el otro, el bárbaro, el salvaje, el infiel, el infrahumano, el extranjero amenazador, el diferente; es apenas obvio que cuando se considera la guerra como polemos, allí no se reconocen por definición normas, ni límites y es más o menos inútil intentar el derecho humanitario o la misma resolución pacífica de los conflictos, si antes no se transforma esa guerra (polemos) en una guerra stasis. Sólo a partir de esa transformación pueden entonces determinarse autolimitaciones, reglas del juego, normas internacionalmente reconocidas, etc. El problema como advierte Toscano, es que hoy ese tipo de conflictos (stasis) es la excepción no la regla; la regla es la proliferación de guerras polemos51. 49 Se entenderá también que la palabra paradigma se define aquí en uno de los sentidos de Khun, es decir, como un modelo de solución de problemas analíticos. Véase Khun, Thomas. La estructura de las revoluciones científicas. FCE, México, 1970. 50 Toscano, Roberto. "De la guerra a las mil guerras". Revista Claves de Razón práctica, No 80. Madrid, marzo de 1998. 51 “A mí me parece, escribe Platón, que lo mismo que existen estos dos términos, guerra (Polemos) y lucha intestina (stasis), también hay dos aspectos diferentes en dos diferentes tipos de conflictos, y cuando hablo de estos dos elementos, me refiero al elemento familiar y afín y al extraño y extranjero. Cuando existe una enemistad con el familiar, se llama lucha intestina, cuando existe con el extranjero, guerra", según Platón, mientras que en el segundo caso es legítima la destrucción de los campos y casas del enemigo ineluyendo la eselavitud, en el primero los contendientes deben comportarse en el conflicto teniendo en cuenta que están destinados a reconciliarse y a no luchar entre ellos perpetuamente. La República, libro V, citado en Toscano, op. cit. 18 Sociedad Civil Conflicto Bejarano Por otra parte, para que sea posible esa recomposición de la Polemos a la Stasis se debe admitir la legitimidad de los conflictos, de los valores y de los intereses en juego, reafirmando siempre la ilegitimidad de los medios violentos para conseguir los objetivos tanto individuales como de grupo. Además, puesto que los contendientes han de convivir en el futuro, la esperanza de una solución que no provenga del temor o que no se reduzca al triunfo militar de una de las partes, es la primera condición para transformar la guerra polemos en la guerra stasis, es decir, la esperanza de una solución que lleve a ambos bandos a conducir la guerra presente en términos de un futuro de paz y convivencia y no en términos de un futuro de victoria. La segunda consideración se refiere a la figura del "otro" en la dimensión política, categoría ésta a la que suele aludirse equivocadamente como si "el otro" al que nos estamos refiriendo fuera el congénere que aunque diferente, necesita comprensión (comprender al otro, arguyen los despistados) y no a un contenido político que se le asigna en función de las categorías "amigo" o "enemigo". Digamos de una vez que la esperanza de la reconciliación depende en buena medida de lograr que la mayoría de los individuos lleguen a creer que los contenidos del orden social en que viven o van a vivir los contendientes se sustentan o se podrían sustentar en una validez universal compartida. Dos visiones del mundo o dos visiones del orden social enfrentados en términos del conflicto armado, no tienen ninguna posibilidad de resolución sino por la vía de la fuerza, a menos que se transformen en una única visión compartida que deje de ser un diferendo para admitir la diferencia52. De hecho, cuando se comparten o se considera que pudieran compartirse los contenidos del orden social, pueden surgir diferencias y puntos de convergencia entre amigos, que conviven en una unidad política, incluso aún si apelan a medios violentos que pueden tratarse mediante acuerdos, puesto que no está en disputa la naturaleza misma del orden social. Se trata pues de la noción de "enemigo justo" con quien se puede disputar. Por el contrario, el enemigo se convierte en un “enemigo absoluto” contra el que se ejerce una respuesta violenta, cuando la guerra se considera como una guerra justa (puesto que se trata de un enemigo injusto), de modo que los conflictos dominados por la noción de guerra justa, (y con ella la figura del enemigo absoluto), sólo pueden cesar con el exterminio o la rendición de uno de ellos. "En las ocasiones en las que se llega a un equilibrio trágico en donde ninguno de los rivales logre vencer al otro, es posible que cese la lucha, pero mientras persista la enemistad absoluta, la predisposición a combatir permanece latente y se actualiza cuando uno de los contrincantes llega a considerar que ha reunido los medios suficientes para someter al otro"53. Esa es, entre otras implicaciones, la inutilidad de la tesis del empate militar, de la que nos ocuparemos más adelante. 52 Una aplicación de la noción de diferendo propuesta por Lyotard al caso de la negociación de conflictos puede verse en Bejarano, Jesús Antonio. Negociación de conflictos aspectos metodológicos. Op. cit. 53 Serrano Gómez, Enrique. "Las figuras del otro, en la dimensión política” Revista de Filosofía Política R.I.F.P. No. 8. Madrid, diciembre de 1996. pag. 43. Véase También Bobbio, "La Paz. Definición". Op cit. Un tratamiento detallado de este asunto, apenas sí advertido por los "violentólogos" colombianos, en Walzer Michel. Just and Unjust Wars. A Moral Argument with Historical ilustrations. Basic Books, USA, 1992. 19 Sociedad Civil Conflicto Bejarano Así, lo que diferencia la guerra polemos de la política stasis es que hay una diferencia cualitativa y no sólo cuantitativa. Lo que define el conflicto, que puede encontrar una solución de carácter político, es que amigos y enemigos (justos) comparten o pudieran compartir una visión normativa más o menos amplia en la que se apoye un orden institucional común que puede ser el resultado de un acuerdo para superar una Stasis. La implicación de estos enunciados es que no solamente es necesario preservar la esperanza en una solución política que conduzca la guerra presente en términos de un futuro de convivencia para convertir la Polemos en Stasis, sino que es necesario también proponer la naturaleza de una solución que considere, en los términos mismos de esa solución, la conversión "del otro" en enemigo justo, es decir, una solución que apunte a la posibilidad de compartir una estructura institucional común; esa es la esencia de la negociación integrativa. Sobre esa perspectiva, es posible entonces reconstruir los paradigmas que han venido generándose a partir de las acciones de la sociedad civil. Esa reconstrucción necesita normalmente mucho más que palabras conciliatorias; requiere activar, poner en marcha, dinamizar, motivar, movilizar la energía social, no sólo a la condena de la violencia, o a la necesidad del diálogo, sino hacia la naturaleza de los acuerdos. Fisas ha señalado que "si asumimos que el conflicto es un proceso interactivo, una construcción social, una creación humana que puede ser moldeada y superada y que, por tanto, no discurre por senderos cerrados o estancos que la fatalidad hace inevitables, hemos de convenir también que las situaciones conflictivas son también depositarias de oportunidades y lógicamente de oportunidades positivas en la medida en que la situación del conflicto sea el detonante de procesos de conciencia, participación e implicación que transformen una situación inicial negativa en otra con mayor carga positiva"54. Quiere esto decir que hay que trabajar en la dirección de transformar el conflicto de modo que implique acciones y procesos que persigan cambiar las relaciones entre individuos y grupos. Esta aproximación además ayuda a las partes a aumentar la experiencia que se necesita para lograr cambios en la percepción de la situación, como se verá más adelante. 3) Ahondar el nuevo paradigma la sociedad civil y la construcción de la paz La reconstrucción del paradigma sobre el papel de la sociedad civil se pudiera guiar entonces en los siguientes términos55: a) Ir más allá de la condena de la violencia. Este cambio de propósito orienta la discusión en una dirección más útil y más eficaz porque nos situamos en el terreno de la realidad de los actores y no sólo en la afirmación de los principios de la civilidad. Eso posibilita una dinámica del proceso 54 Fisas, Vicenç. Cultura de paz y gestión de conflictos. Ed. Icaria-Unesco, Barcelona, 1998. Pag. 229. En la que sigue nos apoyamos en buena parte en Ayerber, Víctor. "Los cambios de paradigma en el trabajo por la paz en el país Vasco ". Grupo El Karry Movimiento Social por el Diálogo y el Acuerdo. En Revista Internacional de Filosofía Política, RIFP No. 8. Madrid, Diciembre de 1996. También en Letamendia, Francisco. "Sobre el conflicto vasco. Entre la violencia y el pacifismo: tres perspectivas sobre el caso vasco” Revista Internacional de Filosofía Política, No. 8. RIFE, Madrid, Diciembre de 1996. 55 20 Sociedad Civil Conflicto Bejarano cuyos resultados no dependen sólo de los efectos de la movilización de la sociedad hacia las conductas bélicas de las partes enfrentadas56. En ello, por cierto la sociedad civil colombiana ha avanzado en la dirección correcta. b) La complejidad del conflicto y los múltiples ámbitos de confrontación demandan, más allá del diálogo, una revisión democrática del status actual del conflicto mismo en la perspectiva de su transformación; en efecto, es obvio que reducir el problema a la existencia de una minoría violenta que no acepta las reglas de la democracia formal, simplifica y distorsiona la naturaleza del conflicto. Más bien, la apuesta de orientar ese diálogo hacia una revisión del status actual implica que el diálogo no sea simplemente una respuesta a la acción violenta de la guerrilla o a la falta de eficacia del uso legítimo de la fuerza del Estado, sino una oportunidad para que el diálogo y la negociación política amplíen los espacios de consenso básico en torno al orden jurídico y político que debe regir las relaciones entre los contendientes y de los insurgentes con la sociedad. De hecho, definir ese status por la vía de la fuerza y de los hechos militares significa, en la situación actual, avocarse a un bloqueo interminable. Lo que es claro, más bien, es que la vía del uso de la fuerza por parte del Estado no ha constituido hasta hoy un factor desencadenante de la solución al conflicto y aunque condiciona su evolución (hacia el escalamiento) no determina su transformación como para permitir ser negociado. Otro tanto puede decirse del uso de la fuerza por parte de la guerrilla. Por otra parte, la valoración asimétrica de la realidad sociopolítica y militar de cada una de las dos fuerzas enfrentadas, Estado y guerrilla, impermeabilizan la relación mutua de manera que los argumentos políticos, éticos, morales, humanitarios o aún la misma movilización social, obtienen una nula receptividad, de los actores armados57. En esa perspectiva, es insuficiente apelar al ciudadano sólo para la movilización, la condena o la denuncia. La democracia otorga a la sociedad civil una función normativa que concierne de nuevo a la transformación del conflicto. Esa definición normativa se resume en esto: impulsar iniciativas democráticas que mediante procedimientos democráticos, propicien soluciones democráticas. c) Concentrar esfuerzos en la investigación de soluciones nuevas: en el caso colombiano, parece quedar claro que el conflicto no va a resolverse por el agotamiento de una de las partes, bajo los parámetros originales en los que se creó (exclusión política, represión, respuesta a la violencia inicial), sino a partir de nuevos estados y situaciones generadas por el curso del propio conflicto. Hay pues que reflexionar suficientemente sobre la distancia entre las condiciones originales y las de hoy. Es bueno que se defienda el diálogo como solución a un problema de naturaleza política que necesita soluciones políticas, es decir, dialogadas, negociadas y de consenso. Pero hay también y principalmente que reflexionar sobre en torno a qué hay que dialogar, cuál es hoy la naturaleza política de este conflicto y en qué banda de soluciones posibles se puede resolver esta situación. Aunque un esfuerzo importante es elaborar propuestas sobre el proceso de paz basadas en el diálogo, en los procedimientos y en las formas de mediación, faltan propuestas concretas de solución alrededor de los contenidos específicos sobre los que se puede dialogar y negociar, para ello es necesario encontrar formas de mayor consenso. Digámoslo en una palabra, los pasos a recorrer consisten en transitar desde una discusión sobre vías y procedimientos para la paz a un 56 57 Véase Walzer M. Op. Cit. Véase Bejarano, Jesús Antonio. Una agenda para la paz. Op. cit. 21 Sociedad Civil Conflicto Bejarano debate sobre propuestas y contenidos concretos de los términos de la solución; el consenso que nos falta no es el de la necesidad de la paz, sino el de los costos a pagar para conseguirla. d) El diálogo, la solución y el acuerdo deben referirse a la necesidad de que todos ganen en una nueva situación. Todos, quiere decir: gobierno, guerrilla y sociedad civil. Ello significa que la paz positiva, la paz conseguida mediante acuerdos que implican el diseño de un nuevo país, debe perseguir un mayor consenso que el actual y no uno menor (a uno menor conducen algunas iniciativas de cierta sociedad civil). Ello supone múltiples concesiones de todas partes que se admiten sólo si se consolidan múltiples beneficios para todos en el futuro, lo que por supuesto no se consigue ni con una negociación inclusiva, ni con una negociación distributiva, pero sí con una negociación integrativa. e) Otro elemento se refiere a abordar más abiertamente el debate violencia-no violencias58. El debate sobre la violencia como medio de acción política se aborda normalmente desde cuatro vertientes, ética, legitimidad, consecuencia o utilidad. Normalmente se insiste mucho más en todo lo relacionado con la ética, la legitimidad y las consecuencias que producen y no se da la relevancia debida al debate sobre su utilidad, que es el único que puede producir efectos sobre los contendientes. Detengámonos en eso. Una organización insurgente, que lo es justamente porque está dispuesta a hacer uso de la violencia o a legitimarla como medio de acción política y que entiende la violencia como respuesta a la violencia oficial, ha superado los dilemas que plantea la violencia desde la ética, la legitimidad y las consecuencias. La aceptación de la violencia se asienta para esa organización y para sus militantes, en la convicción de que es la respuesta a un agravio previo y superior. Esta percepción tiene pues un carácter justificador que la impermeabiliza frente a los llamados a la no violencia, o a los llamados a evitar consecuencias inevitables que afectan a terceros (exclusión de la sociedad civil de las consecuencias del conflicto). De hecho, si para la guerrilla la violencia es el recurso para oponerse a la violencia oficial, la violencia del Estado se entiende como la respuesta a la violencia insurgente; en esa perspectiva, es inútil el llamamiento a cesar la violencia puesto que se trata de respuesta contra respuesta, ambas justificadas desde las percepciones de los actores violentos. De lo que se trata entonces es de otro debate; el de la utilidad del recurso a la violencia. Este debate tiene dos caras, su utilidad en sí para los objetivos propuestos por los grupos insurgentes (o del Estado mismo) y su utilidad como expresión por la falta de otras alternativas; la cuestión es entonces: ¿el recurso a la violencia es un instrumento útil para el objetivo de una sociedad equitativa y justa? O más bien, tiene ese objetivo alternativas de solución no violenta, es decir, democrática? Debiera estar claro que hoy, a fines del siglo veinte, no es posible conseguir una sociedad justa mediante la lucha armada; más bien, ésta lleva a un aislamiento internacional casi total para quienes la ejercen. Hoy, el recurso a la fuerza, lejos de constituir un elemento aglutinante o movilizador, genera aislamiento político y hostilidad social hacia los medios y en ocasiones también hacia los fines; hoy, el uso de la violencia neutraliza y condiciona una buena parte del potencial de iniciativas sociales y políticas de una sociedad activa. 58 Argumentos in extenso en Gilbert, Paul. Terrorismo, Nacionalismo, Pacificación. Ediciones Cátedra, colección Teorema, Madrid, 1998. 22 Sociedad Civil Conflicto Bejarano Sin embargo, la violencia puede ser inútil para el propósito de una sociedad justa, pero si no se encuentra otra vía para ese objetivo, la violencia persistirá. El verdadero desafío político de la sociedad civil, la supremacía de los medios políticos no violentos, debe sustentarse demostrando que hay otras alternativas. Hablar de alternativas supone comprometerse en un proceso que señale con hechos concretos que existe una voluntad política real de impulsar soluciones democráticas y dialogadas a los problemas de la sociedad, que existe o se puede construir un consenso sobre los cambios necesarios, y que es posible revisar sin imposiciones y con procedimientos democráticos, el status actual del conflicto. No se trata de la voluntad política de negociar sino de la voluntad de cambiar políticamente. A ello dedicaremos las anotaciones que siguen. 4) Definir los términos de una nueva comunidad política Ya se ha señalado que en el curso de una negociación de naturaleza integrativa, las claves esenciales para esa negociación se refieren, en primer lugar, a conseguir que la insurgencia deje de considerarse como un todo cerrado que ejerce la violencia para reclamar justicia y democracia, para constituirse como parte de un todo, de naturaleza justa y democrática. Todo cuyo carácter a su vez debe redefinirse a través de las negociaciones. Ello supone identificar dos cuestiones: el acuerdo sobre qué y el acuerdo entre quiénes. Será claro, a esta altura, que el acuerdo deberá girar alrededor de la naturaleza de la nueva comunidad política en un amplio espacio de participación, consulta y consenso de la sociedad civil. Señalemos de antemano, siguiendo a Beiner59 que en las relaciones del individuo con el estado se pueden distinguir tres modelos no excluyentes de comunidad política: 1) La comunidad política nacionalista, en la cual las lealtades y alianzas que definen la nacionalidad son más básicas que cualquier relación de los grupos con el Estado, el cual es subsidiario de la idea de nacionalidad y los factores de identidad son culturales, étnicos, etc. 2) La comunidad política al servicio de la identidad individual, que corresponde al modelo clásico liberal, basada en la capacidad del individuo para trascender la identidad colectiva, capacidad garantizada por la organización (liberal) del Estado. 3) La comunidad política como una expresión de la "identidad cívica" que no es reductible a un conjunto de individuos ni a una unión de grupos constituyentes de identidad. De acuerdo con esta tercera concepción, existe la necesidad de que todos los ciudadanos se adapten a una cultura más amplia, pero esta cultura es cívico-nacional y no étnico-nacional. Aquella se refiere a lealtades políticas y no sociales e identifica la pertenencia a un Estado y no a la sociedad civil. Esta concepción ha sido resumida por Habermas en la noción de "patriotismo constitucional" en el sentido de pertenencia a un orden constitucional. En esa última perspectiva, es decir, la de considerar a la comunidad política como una expresión de identidad cívica, el consenso que debe buscarse en negociaciones propias de una sociedad democrática, como aquello a lo que aspiramos, se debe referir a los principios que guían los procedimientos que hacen posible dirimir y superar los conflictos políticos. No se trata de que exista una comunidad o identidad de creencias, sino de lograr un acuerdo sobre la validez y legitimidad de las leyes y reglas que hacen posible compaginar la pluralidad y la unidad del orden social al mismo 59 Ronald Beiner. "Liberalismo, nacionalismo, ciudadanía: tres modelos de comunidad política". En Revista Internacional de Filosofía Política, No. 10. Madrid, diciembre de 1997. 23 Sociedad Civil Conflicto Bejarano tiempo, es decir, compartir una dimensión normativa más o menos amplia en la que se apoye un orden institucional común60. Ello concierne, insistamos en ello, a un tema crucial: en qué términos puede construirse una nueva comunidad política a través de una negociación, que defina las reglas del juego y redefina los términos del poder, en vez de pretender que la sociedad civil diseñe un consenso imposible para una negociación que se oriente a redistribuir el poder entre el gobierno y una insurgencia que para ese propósito, debería justificar sus pretensiones de representatividad. Las vías para identificar los elementos de esa nueva comunidad son variadas, pero en todo caso, han de pasar por los espacios de la sociedad civil. Gilbert ha planteado lo que me parece es el papel de la sociedad civil correctamente definido, esto es, que el camino de la pacificación tiene que apuntar a diseñar un marco lógico que pueda servir de fondo conceptual común para un eventual diálogo negociador del Estado con los representantes de grupos insurgentes"61. Para la construcción de ese marco conceptual común, será necesario ante todo dilucidar si disponemos de estructuras conceptuales y de convivencia política que puedan ser compartidas por quienes en calidad de insurgentes no suscriben el modelo democrático en el sentido liberal, es decir, que no se sienten obligados por la aplicación de la regla de la mayoría o, que no se sienten interpretados por decisiones derivadas de los mecanismos de representación 62. Estas cuestiones no pueden definirse a partir de la regla de la mayoría. Por otra parte, aunque no está claro cuáles son las condiciones para que un grupo armado tenga carácter político y, por tanto, pueda reclamar derechos de otros en el terreno político, en todo caso como mínimo ese grupo ha de tener una concepción de la forma y la estructura de la comunidad política en tiempos de paz, ya sea en términos de restitución de una constitución antigua, ya de la introducción de una nueva y debe verse a sí mismo como el instrumento para la realización de esta concepción, concretada en un progreso o proyecto político que pone sobre la mesa de negociación, tenga o no fundamento su pretensión de representatividad. Se trata de que la insurgencia haga explícito en contra de qué está, sino a favor de qué está. De hecho la idea de las guerrillas acerca de cómo debería ser el Estado, desempeña un papel clave en su concepción de la situación dominante como injusta y, por tanto, destinada a chocar con resistencias insuperables si la sociedad civil no ensancha el espacio del medio en términos de una nueva cultura política capaz de transformar las concepciones de ambos contendientes hacia una concepción compartida63. 60 En esas circunstancias, lo esencial es definir consensualmente el contenido del nuevo orden constitucional y no el procedimiento constituyente en sí mismo. 61 De hecho, el diálogo así propuesto debe contemplar la posibilidad de que las partes del diálogo ni siquiera compartan un mismo ideal de comunidad política, situación de la cual surgirá por lo tanto una incompatibilidad básica. Véase Jesús Antonio Bejarano. Negociación de conflictos, aspectos de método. Op. Cit. 62 Gilbert, R (1987). “Just War: Theory and Application”. Journal of Applied Philosophy, 4. También Honderich, T (1989). Violence for Equality: Inquiries in Political Philosophy (3. ed. ), Londres, Routledge. 63 Murphy, J. G. (ed.) (1975). Civil Disobedience and Violence. Belmont, CA, Wadsworth; Phillips, R. (1984). War and justice. Norman, ok, University of Oklahoma Press. 24 Sociedad Civil Conflicto Bejarano Por otra parte, la idea de cómo debiera ser el Estado se enlaza inextricablemente con una concepción de la comunidad que la sostiene. La idea liberal busca un Estado que al menos defienda los derechos individuales y la igualdad política aunque ésto no limita necesariamente el papel del Estado al cumplimiento de tal obligación. La pretensión de revolución social requiere una concepción del Estado como servidor del bien común que deriva hacia concepciones comunitaristas. Es evidente que la cuestión, entonces, es que lo que da lugar a la violencia insurgente no es la idea de qué debería hacer el Estado, sino la idea mucho más compleja de cómo debería ser el Estado64. Es allí donde radica el nudo de la negociación política y donde debe situarse el espacio decisivo para un papel activo de la sociedad civil. Resumamos entonces la magnitud del problema: ¿cómo enfocar una negociación de naturaleza integrativa de la que resulte una nueva comunidad política definida mediante negociación con un grupo que no suscribe la regla de la mayoría y que además no es representativo en un sentido político? En esas condiciones, ¿cómo específicamente decidir mediante la negociación, no sólo de lo que debe hacer el Estado, sino de cómo debe ser el Estado? Por supuesto, propuestas alrededor de mecanismos como el plebiscito -en tanto que aplicación de la regla de la mayoría- para dirimir esas cuestiones pudieran ser atractivas para el grueso de la opinión pública. Pero esa sería la perspectiva liberal que argumentaría la inutilidad de la violencia, habida cuenta de la existencia de alternativas democráticas. Desde el lado de la insurgencia, porqué habría de aceptarse esa perspectiva si, en primer lugar, los votos de una minoría permanente aún bajo un esquema muy amplio de garantías, podrían no influir nunca en las decisiones, de modo que el voto democrático pudiera no satisfacer nunca a las minorías? Como bien lo plantea Gilbert, el alcance de la toma de decisiones democráticas mediante las reglas de la mayoría tiene la limitación lógica de que la legitimidad de un Estado particular, por ejemplo, para administrar un territorio dado, no es algo que pueda establecerse mediante el voto mayoritario de los miembros del Estado, pues lo que una mayoría no puede decidir es quién votará para decidir quiénes serán los miembros del Estado". A primera vista, arguye Gilbert, parece racional dejar que el pueblo decida, pero en realidad sería ridículo porque el pueblo no puede decidir mientras alguien no decida quién es el pueblo. Allí donde se discute quiénes son el pueblo como en Irlanda del Norte, ésto no puede resolverse mediante el procedimiento democrático normal; puesto que no hay medio democrático de resolver el problema de qué mayoría debería decidir"65. Es preciso entonces auscultar realmente alternativas democráticas, redefinir la naturaleza de la democracia y las normas y reglas que definen la naturaleza de las decisiones, lo que sólo puede hacerse de manera consensual entre insurgencia, (minoría) gobierno (mandato constitucional definido según la regla de la mayoría) y sociedad civil. Ese proceso de consenso caracteriza una nueva cultura política. Este punto es decisivo, porque una negociación política entre quienes tienen supuestos radicalmente diferentes acerca de la naturaleza del Estado o de lo que debería ser el Estado, no se pueden zanjar mediante argumentos racionales, sin que antes se haya creado un marco político sobre cuestiones de fundamentación constitucional. Así lo que debe transformarse para crear esa nueva cultura política es una cierta concepción que Gilbert resume adecuadamente "la incapacidad para apreciar la existencia de fundamento común en comunidades políticas en funcionamiento (aún deficiente) surge de un peligroso intelectualismo que busca los principios más en enunciados que en la práctica. Esto 64 65 Walzer, M. (1977). Just and Unjust Wars. Nueva York, Basic. Paul Gilbert. Terrorismo, nacionalismo, pacificación. Madrid, Ed. Cátedra, 1998. 25 Sociedad Civil Conflicto Bejarano es lo que en consecuencia lleva al desprecio de la negociación cuando los principios explícitos se oponen de manera radical. En particular se exige la aceptación de los principios liberales como condición para iniciar la negociación. Sin duda, en términos de la imposición de los derechos humanos, las motivaciones de esas exigencias son dignas de elogio, pero como he sugerido, suponer que los principios liberales son aquí la única salvaguardia o el único fundamento para el debate político racional, es mera doctrina y estas actitudes doctrinarias no estimulan el debate; en verdad fomentan una violencia política que se expone al peligro de violación cuando no directamente al peligro de negación de los derechos que a toda costa defienden"66. Trabajar por esa nueva cultura política en términos de ir conviniendo esa normatividad común, ensanchando el espacio del medio para hacer converger una idea común de lo que debería ser y lo que debería hacer el Estado, mediante intercambios de propuestas e iniciativas "no vinculantes" con la insurgencia, definir las características institucionales de un sistema de decisión democrático y con un tipo de representatividad aceptable para todos, ensanchar en fin el consenso gobierno, insurgencia, sociedad civil, sobre la naturaleza y contenidos de nuestra democracia, es una tarea que sólo puede acometer la sociedad civil desde su posición de neutralidad activa, en vez de ir presurosos en busca de un consenso para una negociación distributiva que resuelve transitoriamente el problema de la guerra, pero disuelve los fundamentos de la democracia de tal forma que acaba propiciando las condiciones para una nueva guerra. IV. TRANSFORMACIÓN DE LAS CONDICIONES DE INMADUREZ DEL CONFLICTO Sin duda, gran parte de las reflexiones sobre solución negociada de conflictos, surgidas tanto de la violentología colombiana como del ámbito académico internacional, parecen encontrar las justificaciones de la negociación a partir del enunciado del llamado empate militar; según esta tesis, ampliamente desarrollada en la literatura sobre la resolución de conflictos67, las condiciones que definen si un conflicto está maduro para ser negociado se refieren: 1) a la convicción de las panes contendientes de que en el corto o mediano plazo no pueden lograr una victoria militar; 2) el cálculo de cada una de ellas, de que pueden sacar más ventajas negociando que continuando la guerra o avanzando políticamente fuera de la mesa de negociación y 3) la existencia de un costo cada vez más alto para cualquiera de las partes que se oponga a buscar una solución negociada del conflicto68; siguiendo la tesis del empate militar, la más desprevenida pero rigurosa observación del desarrollo del conflicto colombiano implicaría, que tal empate militar no existe, que la insurgencia está convencida de que puede lograr una victoria militar y que aún si su propósito fuera la paz, seguiría acumulando ventajas y beneficios hasta un punto en que puedan lograr una negociación mucho más favorable a la que ocurriría en las circunstancias actuales. Por supuesto, no parece tampoco clara la 66 Gilbert. Op. Cit. Pag. 129. Mason, T. David and Patrick Fett. 1996. “How Civil Wars End: A Rational Choice Approach”. Journal of Conflict Resolution. 40 (December). Zartman, J. William. 1993. "The Unifinished Agenda: Negotiating Internal Conflicts". In : Stopping the Kil1ing: How Civil Wars End. Edited by Roy Licklider New York: New York University Press. Una aplicación al caso Colombiano en Valenzuela, Pedro. "Un marco analítico del proceso de determinación de conflictos violentos con aplicación al caso colombiano". Revista de América Latina, revista de ciencias sociales, Madrid, Junio de 1995, Véase también, Comisión de Conciliación Nacional y Revista Cambio 16. La paz sobre la mesa. 1998. 68 Una exposición detallada de esta tesis, por un experimentado negociador, en Moreno, Rafael. "Condiciones de posibilidad para la solución negociada de un conflicto armado. Ponencia presentada en encuentros sobre conflictos y experiencias de intermediación en América Latina. Barcelona, 27 y 29 de mayo de 1998. 67 26 Sociedad Civil Conflicto Bejarano existencia de un costo cada vez más alto que la guerrilla deba sufragar ahondando la confrontación69. En estas circunstancias, no son pocos los autores que en Colombia señalan que dejada la dinámica del conflicto a la pura correlación de fuerzas, no queda más que el escalamiento, habida cuenta que el conflicto no está aún maduro para ser resuelto por la vía de la negociación70. Por otra parte, de cara a esa conclusión las orientaciones de la movilización de la sociedad civil relievan su ineficacia al insistir en la condena de la violencia y en la necesidad del diálogo sin propiciar contenidos, puesto que no logran alterar o transformar en el plano de las condiciones estructurales, la dinámica de la guerra, ni acomodar la correlación de fuerzas a una situación mucho más favorable para la negociación. Cabe sin embargo, considerar otro enfoque. En efecto, la literatura reciente ha señalado otros modelos distintos al del empate, o del cansancio de guerra, para definir las condiciones de maduración para la negociación del conflicto y en las que cabe un papel relevante a la sociedad civil. Antes de detenernos en estos enfoques, pongamos las cosas en orden para aclarar las reales posibilidades y las vías a través de las cuales la sociedad civil pudiera acometer acciones más útiles. Un estudio reciente en el que se examinan 41 conflictos ocurridos entre 1940 y 1990, concluye que mientras el 55% de los conflictos entre Estados terminaron en acuerdos negociados, sólo el 20% de los conflictos armados internos ocurridos en ese período pudieron resolverse mediante negociaciones, la mayor parte de las cuales fueron exitosas gracias a las intervenciones de una tercera parte71. Por otra parte, según datos que anualmente recoge el departamento de investigación sobre paz y conflictos de la Universidad de Upsala, desde 1989 hasta 1996 se han identificado en el mundo l01 conflictos (nuevos o viejos). En ese período finalizaron un total de 66, de los cuales 19 (28.8%) fueron resultado de un acuerdo de paz, otros 23 (34.8%) finalizaron con la victoria de una de las partes y 24 (36.4%) por otras vías, acuerdos de cese al fuego entre las partes, secesión, etc. 72. Ello refleja que aún en conflictos largos, la solución negociada no es la única vía de solución y más bien las condiciones de negociación deben crearse y construirse (en vez de esperar que resulte de la 69 Una consideración crítica y en extremo útil para ponerle realismo al análisis de1 caso colombiano, en Castillo, María Del Pilar; y Salazar, Boris. “Qué ocurre cuando el resultado está lejos, violencia y teoría de juegos”. Cuadernos de Economía, Vol. 27 No. 28, Bogotá, 1998. Pág. 95-116. También Castillo, María Del Pilar y Salazar, Boris. "Racionalidad y conflicto: una revisión teórica". Documento de trabajo Universidad del Valle, sin publicar. Castillo, María Del Pilar y Salazar, Boris. "La sombra nacional del conflicto". Documento de trabajo Universidad del Valle, 1998. (sin publicar). 70 Rangel, Alfredo. Colombia, Guerra en el fin de siglo. Ed Tercer Mundo, Bogotá, 1998. También Bejarano, Jesús Antonio. Una agenda para la paz. Op. cit. 71 Barbara F. Walter "The critical Barrier to civil war settlement". International Organization, sl, 3 summer; M.I.T. Massachusets 1997. Agradezco al profesor Juan Tokatlian haberme llamado la atención sobre este trabajo. 72 Información y análisis relevantes pueden verse en Ikle, Fred C. 1991. Every War Must End. 2d ed. New York: Columbia University Press. Licklider; Roy. 1995. “The Consequences of Negociated Settlement in Civil Wars. 19451993”. American Political Science Review. 89:681-90. MIALL, HUGH, 1992. The Peacemakers: Peaceful Settlement of Disputes Since 1945. New York: St. Maitin's Press. 27 Sociedad Civil Conflicto Bejarano “voluntad” y de un supuesto "empate militar") si queremos que el conflicto finalice mediante el resultado de un acuerdo de paz73. Adicionalmente, de los conflictos examinados por Walter 17 (42%) experimentaron procesos formales e informales de negociación y 44% de esos casos experimentaron algún tipo de acuerdo. 94% de estos últimos acordaron un cese al fuego que se rompió la mayor parte de las veces así como fracasaron muchos de los procesos de paz que comenzaron con algún acuerdo. Ello indica que es decisivo distinguir entre las condiciones de inicio de la negociación (en lo que puede, según Walter, ser importante el empate militar) y las condiciones para finalizarla exitosamente, en lo cual es mucho más importante la intervención de una tercera parte que ofrezca garantías para el cumplimiento de los acuerdos, en especial lo referente a la desmovilización y el desarme74. Finalmente, al examinar los procesos de negociación de cerca de cincuenta conflictos de variada naturaleza, un estudio reciente identifica un patrón de escalonamiento hacia la negociación, que puede o no concluir exitosamente (patrón que coincide por lo demás con la experiencia colombiana), y que sumariamente puede describirse así75: 1) Cuando el conflicto se prolonga en el tiempo, los contendientes acaban interiorizando la imposibilidad de una victoria total, (con empate o sin él) lo que da lugar al discurso de la negociación (por parte del grupo armado) y del acuerdo dialogado (por el lado de las autoridades estatales), discursos que coexisten en todo caso con el discurso maximalista inicial sin que ello implique iniciar negociaciones. 2) El Estado pronto se da cuenta de la imposibilidad de vencer totalmente al grupo armado, y así al cabo de cierto tiempo, el Estado desciende un escalón y su objetivo de victoria se transforma en la disposición a un acuerdo dialogado con la insurgencia sobre la entrega de las armas a cambio de la solución de los problemas de sus presos y exiliados. En este escalón intermedio, el Estado no reconoce la existencia del conflicto en el sentido del status político para el grupo (status político significa la capacidad del grupo insurgente de negociar políticamente más allá del reconocimiento de sus acciones como delito político), de modo que se trata de un acuerdo sin contenidos políticos que los portavoces del Estado diferencian explícitamente de la negociación sobre el status político del grupo en cuestión; ello significa que el acuerdo no exige forzosamente modificar el marco político del estado, de suerte que el conflicto puede concluirse dando fin a la exclusión sociopolítica que generó en sus inicios la violencia como respuesta. Para lograr ese acuerdo, basta en ocasiones con incorporar a los líderes del grupo insurgente al sistema político. 73 Véase Vicenç Fisas. Pág. 49. De hecho, como anota Walter, la diferencia esencial entre las negociaciones entre Estados y las de conflictos armados internos, consiste en que en éstos las fuerzas insurgentes no mantienen un ejército armado e independiente una vez firmados los acuerdos. Sin embargo, las dificultades para garantizar el desarme y la defensa de los desarmados es la causa de que la mayoría de los procesos de negociación hayan fracasado. Véase Walter. Pag. 337. 75 Letamendia, Francisco. Juegos de espejos: conflictos nacionales centro – periferia. Editorial Trotta S.A. Madrid 1997. Cap. 15. 74 28 Sociedad Civil Conflicto Bejarano 3) Si esa estrategia fracasa (o funciona parcialmente) se desciende a otro escalón, en el que el programa estratégico de los insurgentes da paso a la negociación política y el grupo armado exige que el Estado lo reconozca como interlocutor legítimo; así la negociación legítima resulta ser un acuerdo entre partes que se reconocen recíprocamente como contendientes. En ese escalón, sin embargo, el grupo insurgente se otorga a sí mismo la exclusividad de esta negociación, la cual considera que es debida a la correlación de fuerzas, autoasignando a su concepción de la negociación la capacidad de representación de las demás fuerzas sociopolíticas. 4) Ello suscita por lo general otro escalón, el último, que es el de la participación del conjunto de fuerzas sociopolíticas en la negociación, escalón en el que se combinan el derecho a exigir el status político del grupo insurgente y la relación o falta de relación que desea tener con el Estado, conjuntamente con el surgimiento de "agendas representativas" surgidas de sectores de la sociedad civil. El paso a ese cuarto escalón, implica que iniciados los contactos, la persistencia en la pretensión de exclusividad del grupo armado y la negativa del gobierno a negociar cambio político alguno con el argumento de la no representatividad del grupo armado, impide en muchos casos la existencia de una gramática común que haga viable el acuerdo, lo que conduce a corto o mediano plazo a su fracaso, reanudándose así una violencia que había quedado interrumpida en el plano de la racionalidad instrumental, pero que no había sido desactivada en el de la dimensión identitaria de ambos bandos. Es ahí donde las presiones para que en ese escalón las negociaciones sean exitosas, sólo pueden venir de fuera, o bien del contexto internacional (como en los casos de Palestina, Sri Lanka, Kurdistán, Irlanda del Norte) o bien de un estado de opinión creado por movimientos sociales y personas que generen una cultura política nueva al margen de las dos partes, como parece evidenciarse en la segunda generación de negociaciones; el esfuerzo para la generación de esa nueva cultura política tiene por fuerza que orientarse en pro del cambio de las líneas de identidad del grupo radical. Como escribe Letamendia, "la transformación de un complejo que se configura como un contraestado y una contrasociedad, en otro nuevo que se propone hacer presión, (una presión compartida con otras fuerzas) sobre el Estado real para conseguir el cambio de la sociedad y el fin consiguiente de su autoconcepción como un todo en sí mismo, para pasar a concebirse como la parte de un todo"76, es la tarea en la que puede tener un papel decisivo la sociedad civil, más allá de su papel de mediadora para recorrer los escalones previos. Una vez entendido que la negociación no viene sola, ni resulta del llamado empate militar por sí mismo, y aclarando que las condiciones de inicio de la negociación no son equivalentes a las condiciones para su conclusión exitosa (si existiese) hay que volver a los términos de maduración del conflicto y al papel de la sociedad civil en ese proceso. Para ello, será necesario tener como referencia varios modelos que sirven como posibles marcos para definir las condiciones bajo las cuales las partes empezarían a considerar seriamente la posibilidad de un acuerdo negociado, o en palabras de William Zartman, las condiciones bajo las cuales los líderes pasan de una mentalidad de ganador a una mentalidad conciliadora77. No interesa aquí por lo demás el detalle de los modelos 76 77 Letamendia, F. Op. Cit. Pag. 358. Zartman, I. William. 1989. Ripe for Resolution: Conflict and Intervention in África. Oxford: Oxford University Press. Para un análisis de estas condiciones véase Mitchcell, C.R. 1991. Classifying Conflict: Asymmettry and Resolution. In 29 Sociedad Civil Conflicto Bejarano sino la sugerencia de que hay alternativas distintas a las del empate militar y la identificación de líneas de acción para la sociedad civil en términos de esas alternativas. Mitchel, en efecto, ha recopilado y analizado los cuatro modelos más conocidos sobre condiciones de madurez de los conflictos, esto es, cuando los conflictos entran en una etapa en la que es posible conseguir un cambio de mentalidad de las partes para que los conflictos se desescalen, es decir, para que las partes, en vez de buscar la victoria persigan la conciliación 78. Mitchel hace énfasis en diferenciar el papel que juegan en esa desescalada los factores sistémicos estructurales y los relacionados con las normas de decisión, es decir, tanto las dimensiones objetivas de correlación de fuerzas políticas y militares como las subjetivas presentes en la madurez del conflicto. En su opinión, compartida por otros analistas, son tan importantes las percepciones y los factores decisionales de los dirigentes de ambas partes como las mismas condiciones estructurales, toda vez que en última instancia, serán siempre personas las que interpretarán las condiciones estructurales y sobre la base de sus percepciones decidirán si la situación está o no madura. Esa es una diferencia relevante con el modelo del empate militar, el cual remite básicamente a las condiciones estructurales, asumiendo que las decisiones racionales conciernen al cálculo costo-beneficio de carácter político-militar. En definitiva en los modelos examinados por Mitchel se analiza la desescalada del conflicto desde dos perspectivas, la sistémica y la de toma de decisiones. Esta última perspectiva se centra más en la percepción y en la modificación de la percepción de la situación por parte de los dirigentes de las partes en conflicto, y subraya la necesidad de examinar las razones por las cuales los líderes pudieran decidir, independientemente de la situación estructural, abandonar la orientación finalista de sus acciones para contemplar un cambio significativo en la estrategia79. Ello remite entonces a las condiciones de "madurez interna" definida como un conjunto de condiciones interiores de los contendientes que afectan la manera como los dirigentes evalúan las condiciones estructurales, lo que puede traducirse en una disposición para buscar una solución pacífica y en un movimiento hacia la resolución del conflicto80. El cuadro siguiente esquematiza las características de los modelos examinados. MODELOS DE "SITUACIONES DE MADUREZ" MODELO DE FACTORES OUE FACILITAN CAMBIOS DE POSICIÓN: 1. Estancamiento perjudicial (empate militar) Resolving Regional Conflicts: lnternational Perspective. Edited by L. William Zartman. The Annals of the American Academy or Political and Social Science 518. Modolski George. 1964. International Settlement of Internal War. In: International Aspect of Civil Strife. Edited by James Rosenau. Princeton: Princeton University Press. Pillar, Paul. 1983. Negotiating Peace: War Termination a Bargaining Process. Princeton University Press. 78 R. Mitchel, Christopher. "Evitando Daños, Reflexiones sobre la situación de madurez en un conflicto". Revista Iripaz, No. 15, Guatemala, 1997. 79 Castillo, María del Pilar y Salazar, Boris. “La sombra racional del conflicto....”. Op. cit. examinan en detalle la argumentación subyacente. 80 Ikle, Fred C. 1991. Every War Must End. 2d ed. New York. Columbia University Press. 30 Sociedad Civil Conflicto Bejarano Ninguna parte puede imaginar una solución positiva mientras sigan utilizando las mismas estrategias. Ausencia de beneficios, persistencia de gasto (causa desesperación, desgaste y frustración). Gradual agotamiento de los recursos sin que se logre una ventaja. Fracaso en obtener ventajas políticas o militares. Divisiones internas o pérdida de apoyo interno. 2. Catástrofe Mutua Inminente Modelo "precipicio". Amenaza a corto plazo para cada una de las partes que están estancadas. Súbitos e importantes cambios en los costes. Enfrentarse a catástrofes anticipadas y cercanas. Es necesario que ambas partes, no sólo una de ellas, se enfrenten a un desastre inevitable. Cada una de las partes tiene que darse cuenta de lo que va a suceder. 3. Trampa Los líderes se ven atrapados en una continua búsqueda de la "victoria", aunque los costes sean insoportables. Es un proceso irracional por el que los costes se transforman en inversiones para una victoria que sólo puede ser total. Cuanto mayor es el sufrimiento, mayor es la necesidad de seguir avanzando hacia la “victoria”, para así justificar los sacrificios. Súbitos incrementos en el nivel de los costes y de los daños. Abandono de aliados. Cuando las pérdidas del pasado ya no se consideran como inversiones, sino simplemente como algo del pasado. Cuando los líderes opinan que es necesario recortar pérdidas y minimizar los costos. Abandono de la mentalidad en la que el dolor y el sacrificio se convierten en razones para continuar en vez de abandonar. 4. Oportunidad tentadora Los líderes descubren una alternativa mucho mejor para lograr sus objetivos. 31 Sociedad Civil Conflicto Bejarano Aceptación de nuevas ideas, principios y conceptos. Equilibrio relativo entre las ventajas de los contendientes. Nivel de apoyo a los líderes conciliadores. Cambios en los apoyos exteriores. Hincapié en los nuevos beneficios. Presencia de terceras partes pacificadoras. Los líderes de ambas partes ven mayores recompensas a través de una solución negociada.81 Cada uno de esos modelos puede conducir a implicaciones diferentes respecto de las amenazas que surgen de la continuidad del conflicto y respecto a las oportunidades que brinda su solución negociada. Por ejemplo, en el modelo catástrofe mutua inminente (CMI), el argumento subyacente es que las partes en conflicto sólo considerarán la condición de madurez para la desescalada y para la resolución del conflicto cuando se vean enfrentadas conjuntamente a la percepción de algún tipo de catástrofe grave e inevitable. En este modelo, la desescalada surge de la alta probabilidad de un enorme aumento en los costos y/o de una reducción importante de la probabilidad de concluir la lucha mediante la victoria. Si sólo una de las partes se enfrenta a este tipo de catástrofe, la otra parte no tendría ningún incentivo para buscar un acuerdo, simplemente espera a que sus adversarios se arrojen al precipicio para luego ir a recoger sus despojos82. En el otro modelo, (el modelo trampa –T-), Mitchel encuentra que el análisis costo-beneficio de quienes toman las decisiones puede implicar, una vez evaluados los esfuerzos militares para escalar el conflicto, abandonar esas estrategias para considerar otras diferentes. Ello conlleva, por una parte, la concientización de las partes sobre posibles resultados y consecuencias adversas a largo plazo y de otra parte la disposición a contemplar y crear opciones distintas en los procesos internos de toma de decisiones83. En esas circunstancias las decisiones de los dirigentes se pueden orientar con cierta independencia de las condiciones estructurales, hacia el logro de recompensas potenciales si se explotan las oportunidades de la negociación. Puede surgir también algún acontecimiento importante que obliga 81 Fuente: Elaborado a partir de los comentarios de Ch. R. Mitchell en «Evitando daños. Reflexiones sobre la situación de madurez de un conflicto». Estudios Internaciones. No. 15. Guatemala, enero-junio 1997, pp. 7-27. Tomado de Vicenç Fisas. Cultura de Paz y Gestión de Conflictos. Icaria-Unesco, Barcelona, 1998. pp. 193. 82 Mitchel, página 11. Este parece haber sido el modelo impuesto en el proceso de Paz de Rodhesia, según el cual el advenimiento en el Reino Unido del Gobierno de la señora Tatcher dispuesto a reconocer el régimen de Muzeregua, concitó un conjunto de circunstancias nuevas Y potencialmente costosas para los líderes de Zimbawe. Catástrofes similares pudieran referirse a intervenciones externas o a que la renuencia a negociar pueda producir tal acumulación de energías de respuesta internas que impidan explotar las ganancias acumuladas, sometiendo el conflicto a un escalamiento con consecuencias impredecibles. 83 Holl, Jane. 1993. When War Doesn't Work. In: Stopping the Killing: How Civil Wars End. Edited by Roy Licklider. New York, New York University Press. 32 Sociedad Civil Conflicto Bejarano a quienes toman las decisiones, a una nueva revaluación de la situación. Por ejemplo, cuando las pérdidas del pasado ya no se consideran como inversiones para lograr el éxito sino que se convierten en un lastre, en razón, por ejemplo, de presiones externas o de amenaza de divisiones internas o cuando por diferentes razones la opinión de los dirigentes empieza a verse dominada por la necesidad de recortar las pérdidas y minimizar los costos, entonces cada una de las partes puede empezar a concebirse como salvadora de recursos en vez de buscadora de recompensas. En esas circunstancias, ¿qué factores pueden condicionar la capacidad de los dirigentes para explorar alternativas diferentes a la continuidad del conflicto? Es evidente que las instancias mediadoras pueden desempeñar un papel más activo contribuyendo a fomentar el desarrollo de circunstancias maduras (en vez de esperar simplemente a que estas circunstancias surjan por sí solas) como para modificar las condiciones estructurales. En ese contexto, ¿cómo se podría, desde la sociedad civil, ayudar a los adversarios a anticipar los probables costos futuros? ¿Cómo se podría ayudar a los dirigentes a desarrollar opciones viables? ¿Cómo se podría ayudar a los dirigentes a que se liberen de las presiones que les impiden buscar soluciones alternativas? ¿Cómo podría la sociedad civil diseñar un proceso en términos de propuestas alternativas que pueda ayudar a desarrollar una mentalidad conciliadora y a buscar una solución? Hay aquí una agenda de trabajo amplia que pudiera nutrirse en experiencias internacionales. Otro modelo, llamado por Mitchel "oportunidad tentadora", presenta un enfoque más optimista, al sugerir que una situación madura se puede presentar cuando los líderes de ambas partes descubren una alternativa mucho mejor para lograr sus objetivos, que la de seguir adelante con la confrontación. Es decir, cuando surgen o se crean opciones nuevas menos costosas y que ofrecen mayores beneficios que seguir con la violencia y la coacción mutua para buscar los mismos resultados. Este modelo hace más hincapié en los nuevos beneficios que en los costos existentes o anticipados en las respuestas violentas, de modo que puedan percibirse otras alternativas distintas a continuar la lucha aún con sacrificios que han de ser recompensados sólo con la victoria militar. Entre los factores favorables para crear en este modelo las condiciones de madurez, están la disponibilidad y la aceptación por cada una de las partes de nuevas ideas, principios y conceptos básicos. Entre las circunstancias que pueden ayudar en esa disponibilidad, pueden mencionarse el bloqueo y/o desaparición gradual de las opciones unilaterales de las partes implicadas, la existencia de canales útiles, incluso indispensables, a través de los que los adversarios puedan comunicarse y la existencia de espacios en los que pueda prosperar la informalidad y en los que, en última instancia, los nuevos principios puedan convertirse en acuerdos precisos. Será necesario enfatizar que en ese modelo las terceras partes mediadoras pueden desempeñar papeles decisivos, contribuyendo a crear circunstancias propicias para acelerar situaciones de madurez. Otros autores, sugieren dentro de la creación de circunstancias favorables, el surgimiento de un nuevo liderazgo en cada una de las partes, no tan comprometido con los objetivos y métodos vigentes, el estímulo por vía de la persuasión de un cambio en los objetivos perseguidos por parte de los adversarios, la disponibilidad de nuevos recursos tales como bienes materiales, e ideas creativas y la esperanza de oportunidades nuevas tanto personales como organizacionales y, finalmente, un cambio de prioridades en las cúpulas de uno o de los dos adversarios que puedan irse filtrando hacia 33 Sociedad Civil Conflicto Bejarano abajo para generar nuevos consensos básicos a través de los cuales puede construirse una solución negociada84. En definitiva, la oportunidad tentadora puede crearse a partir de tres ámbitos principales interrelacionados: factores que cambien la relación entre las partes, factores intrínsecos a las partes y factores externos al sistema. Lo que es importante es que los modelos existentes para caracterizar las condiciones de madurez dejan abiertas muchas más posibilidades que las que pueden surgir de los llamamientos a la buena voluntad o de interpretaciones equivocadas o reducidas sobre el llamado empate militar. No sabemos lo suficiente sobre cómo se inicia el final de un conflicto. Tampoco lo suficiente sobre las condiciones y factores que aseguran el éxito de las negociaciones 85. La revisión de estudios empíricos (efectos reales del empate militar, eficiencia de la mediación, capacidad de superar incompatibilidades, intensidad de los conflictos distributivos, disputas de identidad o territorio, etc.) puede ampliar el conocimiento sobre estas cuestiones, de modo que la sociedad civil pueda ofrecer mejores respuestas para crear las condiciones tanto del inicio como de conclusión exitosa para un proceso de resolución negociada del conflicto. Esta es una tarea que implica realismo y franqueza para evaluar el estado actual del conflicto y un proceso de deliberación pública imaginativa para identificar cursos de acción que superen el voluntarismo. 84 Mitche1. Op. Cit. Modelos de este tipo pueden apreciarse en el caso de Zimbawe donde nace la creencia compartida de que a través de un proceso de negociación seguido de elecciones podía obtenerse el poder más fácilmente que a través de métodos coactivos. En otros casos, el aliciente ha sido la expectativa en cl reparto del poder político que originalmente era la fuente de disputa. Este es, por ejemplo, el caso de Sudáfrica. En otros casos, como el del país Vasco en España, el reparto del poder político ha sido el resultado de negociaciones tendientes a implantar un sistema político descentralizado en el que cupieran diversos ganadores en el que todos ellos obtuvieran beneficios. 85 Véase entre otros Randle, Robert. The origins of Peace: A Study of Peacemaking and the Structure of Peace Settlements. 1973. New York: Free Press. Schelling, Thomas C. 1980. The Strategy of Conflict. Cambridge: Harvard University Press. Wagner, R. Harrison. 1993. The causes of Peace. In: Stopping the Killing: How Civil Wars End. Edited by Roy Licklider, New York: New York University Press. 34