Después del Muro

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Suplemento especial
domingo 1° de noviembre de 2009
este ejemplar acompaña la edicion del diario clarin del domingo 1° de noviembre de 2009. Prohibida su venta por separado.
AP
Después del Muro
Cuando cayó la muralla que dividía Berlín, hace veinte años, la Guerra Fría tocó a
su fin y un cataclismo político redibujó el mapa europeo e impactó en el resto del
mundo. Aquí, la memoria de los protagonistas y los análisis de los expertos
Richard Sennett, Donald Sassoon, Emir Sader y Misha Glenny, entre otros.
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Clarin | DOMINGO 1 de noviembre de 2009
Despues del muro
El final de un sistema
que abrió las puertas
a un nuevo mundo
Por
Ricardo
Kirschbaum
Editor General
de Clarín
Staff
L
a caída del Muro fue el principio del fin de
la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, que ya estaba en sus estertores. Su desaparición ha tenido consecuencias políticas,
económicas y geográficas: un nuevo mapa
se ha dibujado en Europa. Otro mundo existe desde
entonces. El equilibrio del terror dio paso al actual desequilibrio que no es más justo ni menos cruel.
El Muro dividió Berlín el 13 de agosto de 1961 y
cayó el 9 de noviembre de 1989. Hace 20 años.
Ese hiato en la historia del siglo XX es analizado
en perspectiva en el suplemento especial que hoy se
distribuye con esta edición dominical de Clarín. El esfuerzo periodístico resume una de sus características
básicas: brindar una visión original a través de enviados a los lugares en los que se produjeron los hechos
para reportear a los protagonistas de esas jornadas
históricas. Y narrar, también, sus impresiones.
Berlín gestó y soportó con la fuerza de un huracán
lo mejor y lo peor del siglo XX. La bestialidad nazi
quiso hacerla capital de un imperio. El delirio fue
derrotado: las tropas soviéticas la tomaron a sangre
y fuego, sepultando la sinrazón de Hitler. La batalla
final convirtió la ciudad en montañas de escombros.
Muchas de las mujeres alemanas que vivían allí o se
habían refugiado, fueron violadas por los vencedores.
La partición original de Berlín en cuatro zonas –americana, francesa, británica y soviética– fue el prólogo
de lo que vendría: el sector occidental de la ciudad
quedó aislado, sostenido y alimentado por un puente
aéreo para evitar su caída en manos soviéticas.
Fue conformándose así la fisonomía, conducta y
cultura de una ciudad partida.
Siempre ha sido una paradoja insalvable para el
comunismo el levantamiento de una barrera material
para evitar que los habitantes de Berlín huyeran a
Occidente. Las razones invocadas entonces por sus
arquitectos fueron claramente insuficientes para esconder las falencias del socialismo real para encontrar
respuestas y fórmulas adecuadas hacia la construc-
ción de un sistema planificado. Las libertades quedaron embargadas bajo un férreo control político.
La ausencia de libertad en el sentido amplio, por
oposición, tuvo tanta presencia e influencia que los
logros educativos, científicos o deportivos que se
consiguieron en la entonces República Democrática Alemana, no sirvieron siquiera para amortiguar
esa sensación de mutilación que se había instalado
entre los habitantes de Berlín Este. Ya estaban sofocados por un enorme y eficiente sistema policial y
de espionaje a los ciudadanos. El alzamiento obrero
de junio de 1953 –antecedente del levantamiento
húngaro de 1956, de la Primavera de Praga o de los
astilleros de Gdansk, al final– fue un síntoma de un
estado de ánimo reactivo al sistema de la RDA, sostenido por Moscú. El Muro fue una muestra explícita
de debilidad, no de fortaleza. Fue el epítome de su
impotencia.
El archivo de Hohenschönhausen, la cárcel de la
policía política de la RDA, está colmado de historias
de individuos comunes, detenidos y torturados psicológicamente allí con un refinamiento y crueldad
que recuerda, otra vez, aquella frase de Voltaire: “La
tierra es un vasto teatro donde la misma tragedia se
representa bajo nombres diferentes”. Esa cárcel provoca estremecimiento y conmoción a quienes la visitan, como los temblores que despiertan los campos
de detención y exterminio en cualquier lugar y por
cualquier causa.
Se dirá que la historia no puede simplificarse brutalmente ni interpretarse sólo con la clave actual. Sin
embargo, esa cicatriz queloide, una huella irregular
de trazado de la pared cruzando la ciudad intensa,
es la Memoria permanente de aquel tiempo en que
se libraban las batallas de la Guerra Fría. El Muro de
Berlín fue su frontera más caliente. Su caída fue el
final de un sistema y lo decidió la gente. La unificación de la ciudad ocurrió hace 20 años y detonó una
explosión de alegría en los mismos sitios donde hubo
tantas lágrimas por demasiadas muertes inútiles.
Edición general: Silvia Fesquet. Producción y edición: Matilde Sánchez, Hinde Pomeraniec y Telma Luzzani. Colaboraron: Marcelo Moreno, Ana Laura Pérez, Néstor Restivo
y Carolina Brunstein. Edición fotográfica: Rodolfo Del Percio. Dirección de Arte: Gustavo LoValvo. Diseño: Jorge Casella. Infografía: Hugo Vassiliev.
DOMINGO 1 de noviembre de 2009 | Clarin
despues del muro
|03
Ocaso de una era
afp/image forum
bye bye. eL LIDER
sovietico Mijail
GORBACHOV BESA
A SU PAR ALEMAN
erich hONECKER
en el 40 y ultimo
aniversario de la
rda. Dias despues
renunciaria el
aleman y Un mes
mas tarde caeria
el muro.
La noche única que
transformó la historia
El 9 de noviembre de 1989 cayó el Muro de Berlín, símbolo de la lucha entre el capitalismo y el
socialismo en Europa. Ese acontecimiento, inesperado y vertiginoso, cambió para siempre el
destino de los alemanes y del resto del mundo, y alteró todos los parámetros de casi un siglo.
E
Por
Telma
Luzzani
l 9 de noviembre de 1989 el
mundo estaba en los umbrales de una intensa renovación
de sus valores, de sus creencias, de su fe, de las formas de comunicación, de su modelo político y de su
economía.
Había caído el Muro de Berlín, el
mayor símbolo de la confrontación Este-Oeste, es decir, de la guerra a muerte que durante 50 años sostuvieron sin
descanso las dos mayores potencias del
siglo XX –Estados Unidos y la Unión
Soviética–, en todos los campos y en
todo el planeta. ¿El objetivo? Pelear por
la hegemonía mundial: uno liderando
el capitalismo; el otro defendiendo los
ideales de una sociedad igualitaria donde los medios de producción fueran de
propiedad social y no privada.
Berlín fue, durante décadas, el escenario privilegiado de esa confrontación
ideológica. El derrumbe del Muro fue
entonces no sólo la señal inequívoca
de que el socialismo había fracasado
sino también de que el mundo bipolar
hasta entonces conocido desaparecía
para siempre. El proceso –muy veloz
y asombrosamente poco violento– duró apenas dos años, hasta el 26 de diciembre de 1991, día de la desaparición
formal de la Unión Soviética.
Los cambios habían empezado varios años antes. El ex presidente norteamericano, Ronald Reagan, conservador y belicista, había decidido poner fin
al empate de fuerzas o “equilibrio del
terror”, una receta perversa que funcionó, durante la Guerra Fría, como
una fórmula de paz. Norteamericanos
y soviéticos sabían que el poderío espacial y armamentístico de ambos era
de tal magnitud que el ataque de uno y
la respuesta del otro implicaban el aniquilamiento del planeta. Esta conciencia los llevó a una situación paradojal:
ambos tenían un poder extraordinario,
pero no podían usarlo.
En 1983, Reagan buscó modificar la
correlación de fuerzas con un megaprograma militarista basado en tres
acciones: plantar, en Europa, misiles
que apuntaban a Moscú; autorizar la
intervención militar para derrocar gobiernos socialistas en el Tercer Mundo
e impulsar la construcción de un complejo sistema de escudos espaciales
para repeler misiles, llamado popularmente “Guerra de las Galaxias”. Este
proyecto aunque delirante marcó, en
cierta forma, las limitaciones industriales y tecnológicas de los soviéticos.
Cuando Mijail Gorbachov llegó al poder en 1985 puso en marcha un amplio
programa de reestructuración política
y económica (glasnost y perestroika)
para democratizar el país y sacarlo del
atraso y del estancamiento económico.
Atento a los pedidos de una sociedad
que quería cambios, Gorbachov puso
fin al monopolio del poder del Partido;
liberó disidentes y, en política exterior,
abandonó la vieja aspiración soviética
de exportar la revolución al resto del
mundo y de intervenir en los países de
Europa del Este.
Fue la influencia de estos cambios
y los problemas internos del socialismo (y no la astucia occidental) lo que
determinó el derrumbe del Muro y de
la URSS. Tanto los alemanes como los
soviéticos y todos los socialistas de la
Europa Oriental sentían –para decirlo
con palabras de Gorbachov– “que el
modelo estaba moral y políticamente
agotado”. Querían elegir su propio
credo, poder viajar al exterior, tener
un régimen multipartidista y libertad
de expresión.
En ese marco, la “perestroika” asomaba como una vía rápida hacia esos
cambios. Así lo vivían miles de jóvenes
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Clarin | DOMINGO 1 de noviembre de 2009
despues del muro
Ocaso de una era
0°
30°
60°
Bloque de países socialistas
Mar de Kara
90°
0°
Mar de Barents
Mar Noruego
60°
Marde Barents
Eslovaquia
Berlín
Este
(RDA)
Eslovenia
60°
Mar del
Norte
Yugoslavia
BERLIN
Polonia Bielorrusia
Bulgaria
Albania
Mar
Mediterráneo
Ex
Yugoslavia
Mardel
Norte
Estonia
Letonia
Lituania
Alemania
Ucrania
Uzbekistán
Mar Negro
Georgia
Armenia
Azerbaiyán
Miembros
Se suma la
fundadores R. D. Alemana
1955
1956
Kirguistán
Mar
Turkmenistán
Caspio
Mar
Mediterráneo
30°
Independiente
Yugoslavia tiene
gobierno socialista
pero no firma el Pacto
Serbia
Kosovo
Macedonia
Mar
Mediterráneo
Rusia
Ucrania
Bulgaria
Albania
Tayikistán
Albania
Miembro
hasta 1968
Polonia Bielorrusia
Bosnia y Herz.
Montenegro
Estonia
Letonia
Lituania
Hungría
Rumania
Kazajistán
Moldavia
Paises miembros del Pacto de Varsovia
URSS
60°
Croacia
Rusia
Hungría
Rumania
90°
Rep. Checa
RDA
Rep. Dem.
Alemana
Rep. Fed.
Alemana
Checoslovaquia
Marde Kara
Ex
Checoslovaquia
MarNoruego
Muro de Berlín
Berlín
Oeste
(RFA)
30°
La Europa postsoviética
Kazajistán
Moldavia
MarNegro
Georgia
Armenia
Azerbaiyán
Unificación
Fragmentaciones
Alemania
(Cae el Muro
de Berlín),
1990
Se separan las
15 repúblicas que
integraban la URSS.
1992
Uzbekistán
Tayikistán
Mar Turkmenistán
Caspio
Checoslovaquia se divide
pacificamente en la
Rep. Checa y Eslovaquia,
1993
Yugoslavia
Se separan Eslovenia y Croacia, 1991.
Macedonia 1991 y, Bosnia y Herz. 1992.
Montenegro se separa de Serbia, 2006.
Kosovo se declara independiente, 2008.
Proyección: Lambert Cónica Conforme
alemanes orientales el 7 de octubre de
1989 cuando aclamaban “¡Gorbi, Gorbi!” al líder soviético que festejaba, en
un palco, junto a su par alemán, Erich
Honecker, el 40 aniversario de la fundación de la RDA.
El mensaje de Gorbachov sobre la libertad de cada país de elegir su propio
destino había sido atentamente escuchado por Polonia y Hungría.Varsovia
llamó a elecciones libres con la participación del opositor Solidaridad y Budapest abrió las fronteras con Austria.
Este último hecho fue fundamental
en la cadena de sucesos que culminó
con la caída del Muro. Aquel 1989
(alentados por George Bush padre,
que había asumido en enero y prometía ayuda a quienes “eligieran la
democracia”), cientos de alemanes
orientales pedían asilo diariamente en
la embajada de la República Federal
de Alemania en Budapest para luego
pasar desde allí a Occidente.
El éxodo masivo era un escándalo y
sólo terminó, o mejor dicho cambió de
dirección, cuando el 9 de noviembre
la RDA comunicó oficialmente que se
permitía viajar al extranjero “sin requisitos especiales”. Miles de alemanes se agolparon entonces a cada lado
del muro, brindaron con champán, se
abrazaron y bailaron formando una
cadena humana inolvidable.
Fue el principio del fin de la bipolaridad y de muchos sueños, dolores
y utopías. Aquel día empezó a morir
el mundo del pleno empleo, el de los
Estados protectores, el del ateísmo por
decreto, el de las dictaduras del proletariado y los experimentos colectivistas.
El concepto decimonónico de “progreso” quedó fuertemente cuestionado
y se desbarató el “equilibrio del terror”,
ya que EE.UU. emergía como única
potencia. El mundo conocido hasta
entonces había dejado de existir y eran
necesarias nuevas herramientas interpretativas, nuevas palabras y hasta otra
lógica que hiciera intelegible y expresara esa naciente etapa histórica.
Gradualmente, surgió un nuevo modelo con otros pesares y otros sueños.
A la revolución comunista le siguió la
restauración conservadora. De la mano
del “nuevo orden internacional” proclamado por George H. W. Bush llegaron
la flexibilidad laboral, las privatizaciones, el reverdecer de la religiosidad y
la búsqueda sin códigos del progreso
individual y del éxito.
En el plano militar, EE.UU., como
superpotencia vencedora, lejos de
propiciar el desarme mundial reorientó sus propios principios (y los de la
OTAN, la organización que incluye los
ejércitos de las potencias capitalistas)
hacia la “doctrina de agresión positiva”
y la “guerra preventiva” por la que el
Pentágono puede atacar en cualquier
momento y en cualquier lugar aquello
que represente una supuesta amenaza
contra la seguridad norteamericana.
En cuanto a los partidos políticos de
izquierda, ante el fracaso socialista,
entraron en perplejidad, abandonaron
sus banderas y buscaron sobrevivir
acercándose a la centroderecha.
Hoy la cultura partidaria y la representación política atraviesa –sobre todo
en Occidente– una de sus crisis más
profundas. En el plano económico, con
la globalización y las deslocalizaciones
de las grandes empresas, el mundo se
volvió ancho y ajeno. La ruleta financiera brilló por encima de la economía
real provocando otra crisis todavía no
resuelta.
Con Internet, el mundo postmuro
y postsoviético tomó conciencia de su
unidad y se intercomunicó como nunca antes. Hay mayor acceso a la democracia y a la libertad. Pero también se
convirtió en un mundo mucho más injusto, más peligroso y menos protector.
La actual crisis social es escandalosa.
Sólo basta una cifra: hoy hay mil millones de personas –una cada seis– que
padecen hambre en la Tierra.
El proceso de imposición del nuevo
modelo hegemónico norteamericano
atraviesa tres etapas más o menos diferenciadas.
La primera, de expansión del modelo
norteamericano de democracia representativa y economía de mercado en el
resto del planeta. La segunda, de consolidación de la influencia –sobre todo
a través del poderío militar– en las zonas que habían estado bajo influencia
soviética (Afganistán, Asia Central,
Kirguistán
HUGO VASILIEV | CLARIN
dos mundos.
el mapa de
Europa durante
la guerra fria
(izq.). A la
derecha, eurasia
despues del
deshielo.
Hora cero
Jueves, 9 de noviembre de
1989, 18.53 horas, Centro
de Prensa Internacional de
la RDA en Berlín Oriental. En
rueda de prensa televisada
en directo, el vocero oficial,
Günter Schabowski, saca un
papel del bolsillo y lee: “A
partir de ahora las solicitudes
para viajar al exterior de individuos privados pueden presentarse sin los requerimientos existentes previamente…
los permisos de viaje serán
otorgados a la brevedad.” La
sala se llena de murmullos.
Riccardo Ehrman, un periodista italiano, se levanta y
pregunta: “¿Cuándo entra en
vigor?”. “Según tengo entendido entran en vigor… de inmediato, sin demora”, titubea
Schabowski. Fue una imprecisión lingüística la que derribó
el Muro de Berlín. Hacia las
21.30 horas, los primeros
berlineses del Este ya están
en Berlín Occidental. En la
Puerta de Brandenburgo,
hasta entonces celosamente
custodiada, se abrazan las
dos Alemanias.
1945
1949
1961
1979
Posguerra. Termina la II Guerra
7 de octubre . En el sector
13 de agosto. Se levanta el
En tierra natal. En junio, pocos
Mundial y Alemania es la gran
perdedora. Los aliados triunfantes
fijan indemnizaciones y se dividen
el territorio alemán en dos y Berlín
en cuatro sectores bajo control
de Francia, Gran Bretaña, Estados
Unidos y la Unión Soviética.
soviético de Berlín, se funda la
República Democrática Alemana.
En un primer momento la URSS
no propuso que fuera socialista
dejando la puerta abierta a la
unificación. Wilhelm Pieck es el
primer presidente de la RDA.
Muro para evitar la emigración.
Unos 50.000 alemanes orientales
trabajaban en el Oeste. Entre
1949 y 1961 unos 3 millones de
personas abandonaron la RDA.
Muchos iban a Berlín desde
Polonia y Checoeslovaquia.
meses después de ser ungido Papa,
Karol Wojtyla se convierte en el
primer pontífice en pisar un país
comunista. Su visita, seguida por
multitudinarias manifestaciones,
marcó el inicio del proceso
democratizador en Polonia.
DOMINGO 1 de noviembre de 2009 | Clarin
despues del muro
|05
Entrevista Richard Sennett
Cáucaso, Europa Oriental). La tercera,
en curso, es la declinación del mundo
unipolar y la emergencia paulatina de
varias potencias intermedias –la más
importante, China– en la toma de decisiones mundiales.
El ex presidente Bill Clinton fue el
más eficiente ejecutor de la primera
etapa. Los organismos internacionales
como el FMI y el Banco Mundial (con
un combo que incluía préstamos y una
receta neoliberal de aplicación obligatoria) funcionaron como las herramientas más perfectas de presión y a
veces, según admitió el Premio Nobel
Joseph Stiglitz, de extorsión para que
el mundo se uniformara detrás de la
democracia y el neoliberalismo.
Rusia y casi todos los países ex socialistas de Europa, ansiosos de capitalismo, se reciclaron con celeridad. Los
gobiernos que no lo hicieron fueron
derrocados por levantamientos populares (Milosevic, 1997) o “revoluciones
de colores” (Shevardnadze, 2003) en
muchos casos por líderes opositores
financiados por Occidente.
A fines de los 90, un movimiento de
jóvenes de diversas ideologías conocidos como “antiglobalización” comenzó
a rechazar el neoliberalismo. Protestaban contra el pensamiento único impuesto por EE. UU., por la precariedad
laboral, la pobreza y la degradación del
medio ambiente. Gritaban sus reclamos en cada cumbre de los líderes más
poderosos del mundo, quienes empezaron a reunirse en castillos inexpugnables o en transatlánticos en altamar.
Todo cambió el 11 de Septiembre.
El segundo período abarca la presidencia de Bush Jr. y es netamente
militarista. Se difunde ampliamente
la noticia (posteriormente confirmada
como errónea) de que el poder bélico
de EE. UU. le permitía librar dos guerras simultáneas y salir victorioso en
ambas. Se producen las invasiones a
Afganistán (2001) e Irak (2003). Washington amplía su poder militar en
Oriente Medio y Asia. La OTAN cambia su doctrina de defensiva a ofensiva.
EE. UU. adopta la “doctrina de la guerra preventiva” e internamente recorta
la libertad de los derechos civiles de
sus ciudadanos.
La etapa de la declinación es consecuencia de estas decisiones de post
Guerra Fría. Las guerras (en las que
hubo prácticas ilegales como la tortura) minaron el liderazgo y credibilidad
de EE. UU. ante el mundo.
Las políticas económicas y la desregulación financiera sin control provocaron la actual crisis financiera y la
pérdida de su poder económico.
Hoy la Guerra Fría y sus actores han
quedado definitivamente atrás. Y el
mundo lentamente se prepara para
nuevos desafíos desconocidos. C
1983
1985
Guerra de las Galaxias.
Perestroika. En marzo,
Ronald Reagan relanza la carrera
armamentista desarrollando una
serie de escudos contra las armas
nucleares enemigas llamado
Iniciativa de Defensa Estratégica.
En este colosal desafío tecnológico,
la URSS va quedando rezagada.
“Se trató de una implosión”
Para el sociólogo, es errado pensar que EE.UU. ganó la Guerra Fría: “A
diferencia de China, el bloque soviético fue incapaz de recrearse”.
Por Matilde Sánchez
getty images
E
n los diez últimos años, el brillante sociólogo estadounidense
Richard Sennett estudió el giro
copernicano que el neoliberalismo impuso en el mundo del trabajo.
Sus magistrales estudios La corrosión
del carácter y El artesano analizan tanto
los grandes cambios gerenciales en el
mundo fabril, como la subjetividad del
obrero al ser reemplazado por autómatas electrónicos o jóvenes a un cuarto
de sueldo y sin memoria gremial. Sennett es profesor Emérito de la London
School of Economics. Esta fue la conversación telefónica con Clarín.
– Es una creencia extendida que la caída del bloque socialista desencadena la
globalización. Usted y otros estudiosos
separan los dos procesos.
– Es tentador tomar la caída del Muro
como metáfora perfecta de la globalización, pero es incorrecto. Se trata de dos
desarrollos. No se debe enfocar la caída y disolución del imperio comunista
como consecuencia del ímpetu capitalista; en rigor, está más ligado a un proceso europeo, no al capital financiero o
la irrupción de China en la economía.
Una de las sorpresas fue que el debate
nacional alemán no versó sobre la globalización, sino sobre la inclusión de
fuerzas del territorio oriental. Cuando
se disolvió la URSS, muchas de estas
economías soberanas pensaban que
podrían participar y beneficiarse del
sistema global. Muy pronto comprobaron que por largo tiempo serían sus
socios pobres.
– ¿Cuándo fecha usted el actual ciclo de
globalización?
– Mucho antes, en 1971 con la ruptura
del acuerdo Bretton-Woods, negociado
en 1944 y que regulaba el flujo comercial y financiero en el mundo occidental. Concluyó cuando unilateralmente
EE. UU. abandonó la convertibilidad de
su moneda y el patrón oro. El mercado
fue inundado de dinero, al comienzo
de Japón y países de Oriente Medio,
impacientes por invertir. Yo suscribo
la afirmación de Bennet Harrison sobre la dinámica que impusieron los
“capitales impacientes”, que son los
responsables de la crisis actual. Lo que
prima desde entonces es la búsqueda
de rentabilidad a cortísimo plazo.
– Entonces, la potencia del cambio se explica por ambos factores.
– Contra lo que se cree, EE. UU. se
Mijail Gorbachov asume como
secretario general del Partido
Comunista, máximo cargo en
la Unión Soviética. Con él llega
al Kremlin, por primera vez, un
dirigente de la generación que no
participó de la Revolución Rusa.
moscu. la nueva diversidad de los consumos en la avenida tsverkaya.
mantuvo muy expectante. Invirtieron
muy poco en el Este europeo, apenas
un 10 por ciento de las inversiones
en China en los últimos veinte años.
Buscaban una escala más grande para
sus inversiones. Hacia 1995 ya estaban
muy enfocados en China.
– ¿Qué significó esto en la marea de trabajadores comunistas sin empleo?
– Las libertades políticas trajeron la
inestabilidad; entonces empezaron a
hacer su balance de lo ganado y lo perdido. Esa es una de las ironías; ahora
tienen libertades pero algunos se enriquecieron demasiado mientras otros
se empobrecieron tanto. Y ocurrió lo
opuesto de lo que esperaba el proletariado; tanto en la pequeña empresa como en las universidades, perdieron el
trabajo. En efecto, existió una tragedia
generacional. Mi impresión personal
es que en los 90, la generación de transición tuvo una gran decepción retrospectiva del Este. El trauma será superado en las siguientes generaciones.
– ¿Cree que la reforma debía ser “nacional” y más gradual?
– Los procesos estaban sujetos al estado
de las empresas estatales. Muchas eran
obsoletas, con anticuados parques de
maquinaria y graves deficiencias en el
nivel gerencial. Uno de los problemas
comunes al campo socialista era una
pobre ética laboral, con gran alienación
hacia el propio oficio. Cuando visité
Weimar, en Alemania oriental, todo
exudaba abandono; ¿cuándo fue que
los alemanes comunistas se entregaron
a la desidia? Si hasta dejaron de poner
1986
Gorbachov se propone preservar el
socialismo, pero impulsar cambios
profundos que saquen al país de
la parálisis y el atraso industrial.
Promete una reestructuración
económica (perestroika) y una
cierta democratización política
(glasnost).
Chernobyl. Se produce la peor
catástrofe civil de la historia
soviética: explota un reactor de
la Central Nuclear de Chernobyl
liberando una radiactividad
equivalente a 500 veces la bomba
de Hiroshima. Las autoridades
tratan de ocultar todo.
plantas en los balcones... Los nuevos
gobiernos no hubieran podido resolver
problemas tan estructurales. La caída
de la URSS fue una implosión, una
decadencia interna: no fue derrotada
y eso nos llena de asombro. El imperio soviético no fue conquistado por el
capitalismo global.
– Usted entonces no cree que EE. UU.
ganó la Guerra Fría.
– Eso es una estupidez. En EE. UU. son
muy triunfalistas. En los 80 el presidente Ronald Reagan había aumentado
muchísimo la compra de armamentos;
se decía que su gasto militar indujo la
bancarrota soviética: pavadas. Muchos
de estos países no podían gerenciar su
propia transformación. Lo interesante es por qué los chinos, que también
tenían un comunismo estatal muy
rígido, no se hundieron. Dependió de
cualidades previas a la era comunista.
China siempre tuvo una estructura estatal disciplinada, un sistema educativo magistral y una base popular muy
entusiasta. Y también lo que en su
momento llamé “las tortugas chinas”,
una inmensa masa de emigrados en
el mundo entero que organizaron la
reinversión de su dinero otra vez en
el país. Culturalmente lo tuvieron todo
para despegar; aunque cayó la economía estatal maoísta, sobrevivió el partido y pudo movilizar rasgos culturales
profundos y perdurables. Las diferencias culturales, ese triunfo de la adaptación china, hicieron que un sistema
comunista se hundiera por su propia
corrupción y otro se recreara. C
06|
Clarin | DOMINGO 1 de noviembre de 2009
despues del muro
Después de las ruinas
JOHANNES EISELE /AFP
el nuevo reichstag,
reconstruccion del original
prusiano y la cupula del
ARQUITECTO norman foster.
Berlín, cicatrices y
posmodernidad
La ciudad alemana
muestra su talento
para procesar las
heridas de la
historia. Para
algunos, es la
primera capital
posnacional, más
allá de la soberanía
del estado y el
patriotismo.
R
Por
Matilde
Sánchez
Berlín,
enviada
especial
ecordaba la traza?, me preguntó el amigo alemán –yo
tenía los ojos cerrados y la
cara al sol y estábamos parados en la larga cicatriz de bronce que
marca el recorrido del Muro, que ahora podíamos pisotear y seguir como
paseantes funámbulos hasta completar su geometría. Durante mi estadía
–el invierno de 1984, mientras estudiaba allí por insistencia de Gabriela
Massuh–, cruzaba cada fin de semana
a Berlín Este por el lujo de sentirme
rica; era obligatorio cambiar una suma
de marcos fuertes pese a no tener en
qué gastar. De hecho, mi único souvenir fueron las obras completas de Rosa
Luxemburgo en tapa dura –más visionario habría sido comprar armas, que
era la primera exportación de Alemania Democrática. El cruce habilitaba
la distancia para ver las fallas del otro
lado y, al mismo tiempo, advertir las
propias paradojas. En suma, Berlín representaba la única posibilidad universal de criticar una misma ciudad con
los argumentos contrarios.
¿Qué recordaba yo de entonces?
Recordaba a los aparatchik, los funcionarios del partido, sentados en el señorial Hotel Adlon, cerca de la puerta
de Brandenburgo, y las patéticas veladas danzantes del Clärchen, de donde
los varones del Oeste se retiraban como cenicientas antes de medianoche
porque la Aduana interior cerraba su
arqueo. Del lado oriental se emergía
a una típica estructura ferroviaria y se
debía estampillar el pasaporte en un
cubículo policial apodado “palacio de
las lágrimas”. Y sabía uno que estaba
en una estación de Berlín Oeste por los
1987
1988
1989
29 de mayo. Un piloto de 19 años
Internas. La perestroika desata
20 de enero. Asume
de la RFA, Mathias Rust aterriza sin
permiso en la Plaza Roja, poniendo
en ridículo el “infalible” sistema
defensivo del espacio aéreo
soviético. Para no ser detectado
viajó a muy baja altura, casi
rozando los árboles.
luchas internas feroces. Unos
piden que los cambios sean
graduales. Otros, veloces. Entre
los últimos está Boris Yeltsin,
que pierde la pulseada ante los
moderados y es destituido como
jefe del Partido en Moscú.
grandes pósteres de cigarrillos cuyo logo incitaba al éxodo, “Go West!” Sin
embargo, nadie iba al Oeste, éramos
los mismos que regresábamos por la
noche. Pero el recuerdo más vivo era
el tránsito mismo entre las mitades
a la vez contiguas y blindadas, en esa
esquizofrenia, las viejas estaciones de
subte desafectadas por las que pasábamos a alta velocidad bajo suelo comunista, revestidas de fina mayólica e
iluminadas con bombitas mortecinas
y en las que al paso del tren, hojas de
diarios volaban retrocediendo en el túnel –arrojadas por los maquinistas, sin
duda, para los guardianes de la “tierra
de nadie”, a menos que este detalle sea
un falso recuerdo. Veíamos el presente
en su rápida fuga. “¡Berlín es otra vez
Berlín!”, tituló la prensa local el 10 de
noviembre de 1989. Se equivocaba.
Al abrir los ojos esa mañana y dar
un salto a la cicatriz, que también es
una bisagra entre mundos y lápida funeraria, veinte años más tarde, lo que
apareció fue una ciudad nueva que
supera la suma de sus mitades. Con
sus ruinas de la Segunda Guerra entregadas a la erosión de la nieve, Berlín
Oeste fue posmoderna antes de tiempo. La Berlín actual es, según algunos
autores, la primera capital posnacional
del mundo. A fin de alojar su doble pasado y sus idiosincrasias contrarias, y
sumar a sus inmigrantes de tan variadas culturas, debe pensarse a sí misma
neutral, soberana por sobre las fábulas
de patria que propone la nación.
Se sabe que la memoria está hecha
de recuerdos y olvido pero existe un registro sensorial propio de las ciudades,
que en Berlín encuentra un rompecabezas debido a sus pasados discontinuos. Quienes se quedaron aquí desde
los años 70 todavía hoy reconstruyen
con dificultad las ciudades gemelas. Sé
de algunos que siguen dando el rodeo
al que obligaba el Muro por simple hábito de la marcha; otros, a fuerza de
negarla por el tabú político impuesto
a la palabra (en el Este se lo llamaba
“barrera defensiva contra el fascismo”)
evocan los barrios al otro lado con coordenadas falaces, como “calles a las
que íbamos poco”. Muchos orientales
mantuvieron el centro en Alexanderplatz, donde antes se encontraba el demolido Palacio de la República, poco
frecuentado por los del Oeste. Sienten que la avenida Unter den Linden
y la Friedrichstrasse, donde después
de 1989 se establecieron las cadenas
de moda y las marcas suntuosas, les
fueron expropiadas por un consumo
inaccesible.
Por su parte, los occidentales cedieron el antiguo centro –el bulevar
elegante de Kurfürstendamm, la estación Zoo al final y la manzana del KaDeWe–la lujosa “Tienda de los Occidentales”, fundada en 1907 por el em-
George H.W. Bush la
presidencia de Estados Unidos.
Recibe el mando de Ronald
Reagan, quien impuso una férrea
política económica de libre mercado
capitalista, impulsada entre otros por el
Nobel de Economía, Milton Friedman.
DOMINGO 1 de noviembre de 2009 | Clarin
despues del muro
NOVIEMBRE, 89.
LA PUERTA DE
brandenburgo
en los dias de
fiesta, todavia
DETRaS DEL MURO
Y VISTA DESDE EL
sector OESTE.
presario judío Hermann Tietz. El trato
para ellos fue redondo: renunciaron al
antiguo centro a cambio de la ciudad
entera, incluído el río Spree, que era
propiedad comunista. Berlín unificada
resulta sobre todo fluida, grandiosa y
futurista, embellecida en los barrios de
buena edificación burguesa del siglo
XIX, irreconocible donde la caída de
la muralla dejó amplios corredores de
parque, ese lujo para una capital europea que es la zona baldía, y devolvió a
sus habitantes las dos orillas del río.
Historia de una ciudadela
El Muro no era una pared sino una
muralla doble de 155 kilómetros en forma de escudo heráldico, que rodeaba
doce de los veinte distritos berlineses,
con 302 torres de vigilancia y hectáreas
en la “franja de la muerte”, hechas de
tierra, pavimento y arena. A diferencia
de las murallas erigidas en el pasado, el
recurso defensivo -una cita del urbanismo medieval en la era de la televisión-,
no fue levantado por los que quedaron
adentro sino por los que la rodeaban.
En verdad, su intención no era la defensa sino el asedio. Materializaba el
bloqueo que las fuerzas soviéticas que
ocupaban el Este de Alemania tras la
caída del Reich, impusieron al sector
de Berlín a cargo de los estadounidenses y británicos entre 1948 y 1949, en
lo que puede considerarse la primera
15 de febrero. Las tropas
soviéticas (115.000 soldados)
abandonan Afganistán después de
9 años de ocupación. Apoyaban el
gobierno prosoviético del Partido
Democrático Popular combatido
a su vez por fundamentalistas
islámicos ayudados por EE.UU.
hostilidad de la Guerra Fría. En ese
año de penurias, el desabastecimiento
se sorteó con un puente aéreo. Cada
día los Douglas aliados descargaban
cuatro toneladas de víveres en el Oeste; antes de aterrizar en el aeropuerto
de Tempelhof, los pilotos tiraban golosinas y por eso se los llamó Rosinenbomber, los bombarderos de las pasas
de uvas. A su regreso a Berlín Este, en
1948, Bertolt Brecht describe en su
diario el zumbido permanente de los
Douglas en “las calles en ruinas totalmente mudas”. El puente aéreo fue tan
eficaz, sobre todo como propaganda en
los Estados Unidos, que los soviéticos
levantaron el bloqueo.
Pese a ser ya el paño donde los ex
aliados ahora pugnaban por la hegemonía europea, en los años 50 Berlín
sobrellevó en paz dos monedas y dos
sistemas políticos y existía el libre tránsito. Del lado Este hubo una revuelta
obrera en 1953, pero fue aplastada. El
13 de agosto de 1961 el sector soviético
estableció la partición en zigzag con
rollos de alambre de púa. Sesenta mil
berlineses se quedaron sin trabajo en
una noche. Las familias fueron separadas y ya no se pudo cruzar. La primera
pared de bloques de hormigón estuvo
lista en dos días y con ella la Guerra
Fría quedó declarada.
Aunque regida por Alemania Federal, cuya capital era Bonn, Berlín Oeste
26 de marzo. Primeras
quedaba en medio de un país extranjero. Se había convertido en el único
enclave capitalista en medio del bloque
comunista. En El vacío rememorado,
un ensayo excelente sobre Berlín, el estudioso Andreas Huyssen destaca que
en los mapas socialistas Berlín Oeste
aparecía calado, “el agujero del queso
realmente existente. Por su parte, los
mapas meteorológicos de la televisión
germanooccidental solían representar
a la RDA como una ausencia, un vacío
sin inscripciones alrededor de la ciudad de frontera, como el queso capitalista en medio del agujero realmente
existente”.
Dado que los berlineses originales
querían mudarse a Alemania Federal,
el gobierno alentó a quienes permanecieran mediante quitas de impuestos y
un régimen de vida que en verdad era
un primer mundo subsidiado. Berlín
Oeste quedó como un observatorio, el
corredor del espionaje y una vidriera
de propaganda. Ir de una Berlín a otra
significaba viajar al extranjero. Existían
solo dos retenes militares: Checkpoint
Charlie, para los extranjeros y diplomáticos y hoy invadido por las hordas de
turistas, y la mencionada estación de
subte, Friedrichstrasse. En las cervecerías del Europa Center, hoy decadente,
unos pocos turistas se detenían a ponderar la clepsidra de agua verde y por
la noche, los soldados norteamericanos
elecciones participativas en
la historia de la URSS. Los
conservadores fueron los grandes
derrotados, especialmente en
Lituania y las otras dos repúblicas
bálticas. En Moscú el destituido
Yeltsin obtuvo 89,44% de votos.
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se emborrachaban hasta caer noqueados. Pocos viajaban a Berlín para conocer..., no quedaba de camino. En la
primavera de 1984, una potente bomba
explotó en el cabaret LaBelle, donde el
show eran acrobáticos actos sexuales
en vivo en una red que colgaba sobre
los espectadores –me contaron que en
un tiempo trabajaba allí un personaje apodado Der Südamerikaner, quien
hacía su número con una careta que
recordaba a Tato Bores.
Para los extranjeros, sin embargo,
Berlín era las películas gloriosas sobre
el período de entreguerras, el cascarón de la serpiente y luego las afueras
arrasadas del bunker donde un hijo de
Bavaria, que por cierto siempre odio
Berlín, contemplaba la maqueta de su
arquitecto Albert Speer para la futura
gran capital hitleriana: Germania. Y el
sector Oeste fue el damero evocado en
innumerables películas de espionaje,
entre ellas la clásica El espía que llegó
del frío. Homenaje a ese cine de género –al suave masaje de penetración comercial que situó allí a sus salvadores y
villanos–, Jason Bourne plantó aquí la
primera venganza de su serie. Buena
parte de La supremacía de Bourne fue
rodada en el Studio Babelsberg, cerca
de Potsdam, en lo que fuera la todopoderosa Ufa, usina del cine expresionista en los años de Fritz Lang y Murnau,
una fábrica de cientos de películas al
que a partir del 33 se rindió a las producciones cinematográficas del ministro de Propaganda, Joseph Goebbels.
El “Muro de la Vergüenza” dividió
a la población entre Ossies –orientales– y Wessies. Se podía hacer poco
con él; el Oeste habilitó “la galería de
arte más larga del mundo”; los Ossies
solo podían negarlo o bien darse la
cabeza. Mientras el armamento germanooriental surtía los conflictos del
Tercer Mundo, el secretario del Partido
Comunista, Erich Honecker, levantaba
la torre de televisión de Alexanderplatz. Y a fines de los 70, algo impensable,
Nina Hagen emergió como emergente
de la escena rockera del Este. Con su
mezcla de ópera y punk –y una estética entre la jonkie desahuciada—, se
convirtió en un hit global incómodo.
Algunos escritores de la RDA fueron
editados al otro lado y pálidamente globalizados: Christa Wolf, Jurek Becker.
Pese a todo, el escritor Ingo Schultze
recordó en nuestra charla que “el régimen era más blando que en otros países del bloque; recibíamos a non gratos
exiliados del campo comunista”.
¿Con qué soñaban los camaradas?
La cadena televisiva ZDF perforaba el
Muro con su taladro publicitario. Soñaban con vestirse como los del otro
lado, tomar ricos helados y buen café,
ver el cine de Hollywood. También con
participar de los mundiales de fútbol.
El superclásico de Berlín Este eran
15 de mayo. Histórica cumbre en
Beijing entre el presidente de la Unión
Soviética, Mijail Gorbachov, y Deng
Xiaoping, el líder de la República Popular
China. Hacía 20 años que los dos colosos
comunistas estaban distanciados. China
realiza desde 1978, a su estilo, una
reforma económica.
08|
Clarin | DOMINGO 1 de noviembre de 2009
despues del muro
Después de las ruinas
el Dynamo, cuyo sponsor oficial era
el Ministerio de Defensa Estatal, y el
Unión. ¡El Dynamo ganó el campeonato diez años seguidos! En suma, tenían
el síndrome de la frontera; soñaban
con acceder a una moneda fuerte y un
pasaporte de libre tránsito adónde les
diera la gana.
La prohibición –“der Mauer im Kopf”,
el Muro en la cabeza, diría después el
escritor Peter Schneider– hizo que los
germanoorientales buscaran escapar
de su país de mil formas trágicas y
pintorescas: en canoa, alrededor de la
goma de respuesto, una madre infiltró
a su hijito en el chango del mercado.
Se estima que más de cien murieron
acribillados al intentar cruzar la frontera por Berlín. Chris Guefroy, el último,
murió desangrado en la noche del 5 de
febrero de 1989. La noche del Muro su
madre, Karin, concluía la mudanza a
su primer domicilio en el Oeste.
La doble ciudad acogió diversos exilios. En el Este, cientos de comunistas
chilenos, entre ellos la presidenta Michelle Bachelet; en el Oeste residían
miles de iraníes e irakíes comunistas
exiliados de Saddam Hussein y Khomeini. También se exilió Osvaldo
Bayer, en el barrio bohemio de Kreuzberg. Fue con el fondo latinoamericano, el más grande de Europa –en
la Stadtbibliothek de Las alas del deseo— que David Viñas escribió Indios,
ejército y frontera. Y sobre ellos, al revés de los ángeles protectores de Wim
Wenders, la mirada todolectora de la
Stasi, la policía secreta de Honecker,
con sus aparatos de vapor para abrir y
cerrar cartas sin dejar rastro.
El secretario Honecker se opuso de
plano a la política de transparencia de
Mijail Gorbachov. Los agónicos festejos por los 40 años de la Alemania
comunista lo hicieron dimitir dos semanas antes de la caída del Muro y es
una chanza de la historia que la democracia le permitiera exiliarse en Chile
para escapar al juicio político por las
muertes rutinarias en la frontera.
Lo que cayó no fue hormigón sino
un dispositivo represivo que se había
vuelto fósil en la era de los satélites.
Esa noche reveló su anacronismo: los
autitos Trabant, emblema de la RDA,
pasaron al otro lado. Y fue una “demolición” carnavalesca en la que cada uno
quiso participar con su martillo. En su
erudito ensayo histórico, The ghosts of
Berlín, el inglés Brian Ladd cuenta que
una agencia estatal del Este comercializó secciones de muralla en un remate
en Montecarlo. Ni siquiera se perdonó el graffiti de Keith Haring, junto al
retén de Checkpoint Charlie. Si para
los extranjeros Berlín seguía siendo
sinónimo del gran territorio de ruinas
que dejaron los bombardeos aliados,
en las que Roberto Rossellini filmó
Alemania, año cero, existía ahora una
Leipzig,
por la
revuelta
pacífica
manifestacion.
en la iglesia de
san nicolas,
en leipzig,
RDA, donde
la protesta
comenzó.
Por Carolina Brunstein
Leipzig, enviada especial
E
l viento sopla frío por el
centro de Leipzig. Jueves,
tres de la tarde. Unas pocas personas susurran dentro de
la iglesia de San Nicolás, en una
esquina emblemática de la ciudad donde vivieron Wagner, Bach y Goethe y que quedó en el campo comunista
desde 1945. Aquí surgió en 1989 la “Revolución Pacífica”, el movimiento de protesta contra el régimen de la
RDA que se inició con reuniones religiosas y se extendió
en grandes manifestaciones que impulsaron la caída del
Muro de Berlín. En su libro Mi Siglo, el Premio Nobel
Günter Grass recuerda con un sarcasmo una visita a Leipzig en 1990, el día de las elecciones que ganó el conservador CDU, una dura derrota para los movimientos de
izquierda y de derechos civiles, gran motor de aquellas
protestas. “Al día siguiente encontramos ante la iglesia
de San Nicolás, de la que habían salido el otoño del año
anterior las manifestaciones de los lunes, en una valla
de chapa ondulada, una pegatina que (...) imitaba un letrero de calle. Leímos: ‘Plaza de los Estafados’. Y debajo,
en letra pequeña: ‘Los hijos de octubre os saludan. Sí,
seguimos existiendo’”.
A sus casi 70 años, Imtraut Hollitzer evoca las jornadas de 1989. De sonrisa tímida y voz suave, fue parte del
“comité popular” que organizó las marchas. “Entonces
no imaginábamos que lo que hacíamos sería tan importante”, cuenta mientras recorre las calles donde 20 años
atrás una multitud reclamaba una apertura al gobierno
comunista.
Comprometida con la memoria de lo que fue el régimen comunista alemán, Hollitzer ayudó a fundar el
museo de la Stasi (la policía secreta oficial de la RDA) en
esa ciudad ubicada unos 150 kilómetros al sur de Berlín.
Allí se exhiben, entre otros objetos, las cámaras y micrófonos que usaban sus agentes para espiar a los ciudadanos, las máquinas para abrir la correspondencia sin
dejar rastros y documentos rescatados de sus archivos
(aunque gran parte fue destruida tras la caída del Muro).
En su recorrido por la ciudad con periodistas de algunos
medios latinoamericanos, entre ellos Clarín, cuenta có-
gran imagen de reemplazo con estas
ruinas festivas.
Hormigón, cemento, Beton en alemán. El gobierno se confrontó con la
pregunta urbanística básica: qué tirar
abajo y qué dejar en pie. Se tomaron
decisiones políticas clave en momentos
en que el futuro no tenía mano única.
mo surgió y en qué culminó esa “revolución” que Grass
llamó “estafa”.
Hija de un pastor luterano, Hollitzer participaba cada
lunes desde 1982 de las “oraciones por la paz” en la iglesia de San Nicolás. “A las iglesias no entraba mucho el
Estado. Allí comenzaron a organizarse manifestaciones
pacifistas. Después de misa, al anochecer, salíamos a las
calles con velas. Sabíamos que era arriesgado. Cuando
iban nuestros hijos, jóvenes, esperábamos con miedo
por si no volvían a casa”, recuerda, y muestra fotos de
esas marchas que lleva ordenadas en una carpeta.
Las primeras fueron en mayo de 1989. “En otras iglesias comenzaron a hacerse cada semana sermones pacifistas –explica Hollitzer–. En septiembre ya eran multitudes. Cada vez más manifestantes y también más agentes
de la Stasi”, listos para arrestos masivos. El 7 de octubre
Berlín celebró con un desfile militar el 40° aniversario
de la RDA. En Leipzig, cientos de personas protestaron y
fueron reprimidas frente a la iglesia de San Nicolás. Dos
días después, el lunes, cuando se preparaba otra marcha,
“la Stasi fue a buscar a sus casas a gente que iba a participar. Fue la ‘operación aspiradora’”, cuenta Hollitzer.
Y revela con pesar: “Después de la oración tenía tanto
miedo que volví a casa. Quisiera poder decir que estuve
allí, pero no me animé”. Bajo sus pies, una placa entre
los adoquines recuerda el “9 oktober 1989”.
Esa noche fría de otoño unas 70.000 personas se reunieron en la enorme Plaza Karl Marx, a pocas cuadras
de la iglesia. “La policía había estimado que irían unos
25.000 manifestantes y se vio desbordada”, cuenta Hollitzer. Las fuerzas de la RDA se negaron a reprimir. Los
tanques se retiraron, pese a que el líder de la Alemania comunista, Erich Honecker, había amenazado con
imitar a los chinos, que meses antes habían disparado
contra miles de manifestantes de la Plaza Tiananmen.
Honecker debió renunciar nueve días después. C
En estos años, cada hito de la ciudad
anexada fue objeto de escrutinio. Así,
aunque se eliminaron emblemas de la
experiencia comunista, se dejaron las
águilas imperiales pintadas de oro.
Es ingenuo suponer que cuatro décadas de experiencia comunista, espacios
públicos y subjetividad al margen del
consumo se evaporan por el hecho de
demoler edificios. Los Ossies siguen
siendo menos prósperos. Primero, no
tuvieron capitalización por herencias.
Debido a su moneda chatarra, el ahorro no era una práctica extendida; quienes tuvieron algún dinero para canjear
por marcos fuertes mediante el uno a
1989
4 de junio. Tanques del Ejército
Popular de Liberación reprimen a
sangre y fuego a los manifestantes
que protestan contra el gobierno
chino en la plaza Tiananmen, de
Beijing. El número de víctimas
varía entre 400 y 2.600, según las
fuentes consultadas.
4 de junio. Se celebran las
primeras elecciones libres en
Polonia en las que son autorizados
los candidatos de oposición,
liderados por el sindicato
Solidaridad. Lech Walesa obtiene
una victoria aplastante y la
mayoría en el Parlamento.
15 de julio. El presidente
norteamericano George Bush
visita Polonia y Hungría, países del
bloque comunista del este. Días
después, se reúne con los otros
presidentes del G7 y prometen
ayuda para los países de Europa del
Este que quieran democratizarse.
DOMINGO 1 de noviembre de 2009 | Clarin
despues del muro
uno, en 1990, tiraron los malolientes
Trabant con motor a dos tiempos y se
compraron autos, equiparon sus casas,
mientras los Wessies que sí tenían ahorros (Alemania no tiene costumbre de
crédito bancario y por ello es la economía más sana de Europa) invirtieron
en el reino inmobiliario liberado por el
derrumbe. El barrio oriental de Prenzlauerberg es el nuevo Soho, al que se
mudaron familias jóvenes: ostenta la
tasa más alta de natalidad de Europa.
Berlín no se gana el pan con sudor.
La capital de la mayor potencia industrial europea no fabrica nada. Es centro de publicistas, márketing y diseño.
Checkpoint Charlie es un destino turístico y el gran proyecto de la “isla de
los museos”, junto al río, le devolverá
un imán poderoso. Sigue con el metro
cuadrado a unos 2.000 euros, el más
barato de Alemania, incluso en los pisos de la Karl-Marx Allee, que alguna
vez fue la avenida Stalin. Construida
en la era comunista para que las elites
calificadas conocieran el parqué de roble, hoy son quince cuadras homogéneas de bellísimas fachadas. Una vez
libres del hollín de los Trabbi, están entre las mejores muestras de arquitectura socialista de viviendas del mundo.
de Europa. Despide 1.000 trenes al día;
tiene 70 mil metros cuadrados repartidos en cinco pisos, ¡enteramente de
vidrio! Pero los alemanes dejaron de
ser máquinas bien cronometradas. En
septiembre los trenes tuvieron varios
días sin servicio debido a que el gobierno descubrió que no existía un plan
maestro de emergencias –por lo infrecuente, el caos menor se convirtió en
un escándalo. Y además, se comprobó
un error de cálculo cuando hace dos
años se desplomaron los aleros exteriores. Ahora hay juicios cuantiosos.
¿Qué parte de la experiencia?
Las dos poblaciones se han integrado
menos que las avenidas. Son los bessere Wessies (los mejores y sabelotodos)
y los jammere Ossies (los llorones). El
amigo berlinés me lleva a reconocer
El tabú del hormigón
¿Con qué material se llenaría el vacío?
Reconstruir la arquitectura prusiana
con espíritu arcaizante, tal como se
hizo con Nüremberg, era incompatible con un país que se modernizaba
después de un trauma que prolongó
hasta 1989 los castigos de la derrota
bélica. De pronto la ciudad fue una
mina de oro para las inversiones y los
arquitectos estrella. Se optó por una
renovación contemporánea, que privilegia el vidrio a la majestad perdurable
del cemento. En el Reichstag los dos
recursos se combinaron, con la cúpula
del arquitecto Norman Foster.
Con sus estructuras acristaladas,
Berlín da pruebas de que nunca volverá a embarcarse en un conflicto que
convertiría la nueva Berlín ya no en
escombros sino en una montaña de
astillas de vidrio templado. La capital
de Bismarck y la República de Weimar
es un hojaldre de eras políticas, pero la
nueva Berlín se escribe en superficies
de cristal líquido. Cada edificio se refleja en el vecino creando altas torres
de imágenes –superposición y transparencia en un laberinto de brillos.
Potsdamer Platz es el eje más controvertido. Donde corría el Muro ahora
hay túmulos de pasto que en invierno
la gente usa para tirarse de cola en trineo, y junto a esa miniatura alpina, las
oficinas recuerdan a Tokio.
La monumentalidad prusiana ha
mutado en alarde tecnológico. La nueva Hauptbahnhof, la estación central,
es el nudo ferroviario más importante
10 de septiembre. Hungría
abre su frontera con Austria y
permite el paso de unos 10 mil
alemanes de la RDA, la Alemania
socialista, que han encontrado así
una manera de burlar el Muro y
huirán a la Alemania capitalista.
Desde hacía varias semanas los
jardines de las embajadas de la
RFA en Budapest, Varsovia y Praga
se encuentran abarrotados de
alemanes socialistas que piden
asilo para poder luego pasar a
Occidente. Las autoridades de los
países socialistas de Europa del
este están desbordados.
los antiguos “barrios” inscriptos en el
cuerpo, pero sucede que la procedencia
se acentúa por las señas de las tribus
urbanas. Los Ossies se confunden con
los inmigrantes de los demás países
del ex comunistas, con lo cual se hace
el evidente retraso de una unificación
igualitaria. Los Wessies pasan, a los ojos
orientales, por fundamentalistas de lo
natural –no en vano fueron la vanguardia ecologista con su partido “verde”–
pero en rigor se atienen a las reglas del
consumo más depurado, que rechaza
los logos. Las Ossies cultivan cabezas
de teñidos y cortes radicales, mientras
los varones hacen gala de atributos
rocker, fechados en la modernización
contestataria de los jóvenes en la era
comunista. Generalizando, lo oriental
es visto como provinciano; lo occidental, como vidas corroídas por el hedo-
memorial de las
victimas judias.
diseñado por el
arquitecto Peter
Eisenman, detras
del parlamento.
AP Photo/Markus Schreiber
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nismo. Las distorsiones propias de la
ideología hacen que los más apegados
a la era comunista hoy sean conservadores –la aristocracia partidaria sigue
en las casonas de Pankow, donde también hay enclaves neonazis. Ambos
grupos cultivan lo que dio en llamarse
Ostalgie, o nostalgia del Este.
Otro de los rompecabezas es que,
al hacer la ciudad, los vecinos permanecen bastante indiferentes a las
huellas de la capital trágica de Hitler,
museificadas para agradar al turista.
Naturalizan el edificio de la Aviaciónde Hermann Goering, el centro de documentación Topografía del terror, y
el gran cementerio del escultor Peter
Eisenman. Siguen peleando por la renominación de las calles.
“La historia se repite, primero como
tragedia y luego como farsa”, escribió
Karl Marx, el prusiano asimilado de
origen judío. Los Trabant se conservan
en clave de parque temático. El Trabbisafari ofrece paseos en descapotables
pintados de leopardo y cebra. También
hay paseos aéreos en un auténtico Rosinenbomber. Y no falta el viaje en globo, como la famosa familia que se fugó
con éxito hacia el libre mercado. Quizá
la mayor paradoja sea la sobrevida del
Ampelmann, el hombrecito del semáforo. Siendo Berlín una de las primeras
capitales con luces de tránsito (lo relata
el vienés Joseph Roth en sus extraordinarias crónicas de los años 20), el Este
diseñó sus propios tipitos gordos y vigorosos, con sombrero. En 1990 Herr
Ampelmann comunista empezó a ser
desactivado y se convirtió en rehén
contra la unificación avasallante. Hubo campañas de solidaridad. Hoy está
en todos los souvenires; lo han adoptado algunos barrios y otras ciudades
alemanas.
Lo que Berlín no podrá recuperar
–su cantera dramática, su agujero
maestro– consta en las vitrinas del
Museo Judío, el zigzag construido
por Daniel Libeskind: la fulgurante
constelación de judíos de la diáspora que hizo de Alemania una usina
de intelectuales, la “judería” de las
calles Hintern y Grenadier, con sus
carteles en hebreo, los albergues de
Wiesenstrasse, donde se hacinaban 70
mil desplazados tras la Primera Guerra: la ciudad cosmopolita entregada
como parque de ruinas. Y filósofos
como Walter Benjamin, muerto en
1940, y Bertolt Brecht, quien a duras
penas mantuvo, según sus biógrafos,
su doble condición de aparatchik y disidente comunista. Y más acá, del lado del eclipse, quedan cuatro décadas
de escuela política y resistencia, redes
sociales y un espacio público donde se
perpetuó la austeridad de la posguerra, cuyo ejercicio hoy olvidado quizá
sea la reserva de supervivencia para la
Berlín de pasado mañana. C
7 de octubre. La RDA cumple sus
40 años de existencia. Gorbachov,
que participa de la celebración,
dice que cada país del bloque
socialista tiene derecho de adoptar
sus propias decisiones en asuntos
internos. Moscú afloja su histórico
control sobre Europa del este.
10|
Clarin | DOMINGO 1 de noviembre de 2009
despues del muro
La unificación
Anne ama a Lutz,
romance de dos barrios
Ella, típica alemana del Este. El, hijo de burgueses de Alemania occidental. Se
enamoraron pocos días después de la caída del Muro. Sus veinte años de pareja
reflejan el modo en que dos sociedades han ido confluyendo. Como para sus hijos,
para las nuevas generaciones esa historia se parece a un relato fantástico.
D
Por
Pascale
Hugues
ANDREAS SCHOELZEL
urante bastante tiempo,
creyó que ella se burlaba de
él. Lutz se sigue riendo aún
hoy: “Tenía en la cabeza
una idea formateada de las alemanas
del Este: tímidas, mal vestidas, paliduchas, con camperas de jean desteñidas,
permanentes tipo chucrut y un acento
regional para cortar con cuchillo. Anne
no respondía para nada a ese cliché.
Era muy linda, erótica, suelta y hablaba un alemán perfecto. Tardé mucho
en comprender que era del Este. Al
principio me pareció incluso que me
tomaba el pelo”.
Fue a comienzos de los años ‘90, en
un restaurante berlinés. Un amigo en
común había organizado el encuentro.
Anne acababa de terminar sus estudios y estaba buscando trabajo. Lutz
tenía muchos contactos y montones de
ideas. Recién había caído el Muro. Las
dos Alemanias estaban todavía muy
atareadas volviéndose a unir. Anne y
Lutz hablaron toda la noche. Flechazo.
“Al salir del restaurante, supe que había encontrado al hombre de mi vida”,
recuerda Anne. A las pocas semanas,
se convierten en amantes. Veinte años
después, siguen siendo inseparables.
Ella, sin embargo, se había jurado a sí misma no salir nunca con un
alemán occidental: “Los veía rígidos,
insípidos. Le tenían miedo a todo: a
fracasar en la vida, a quedarse sin plata. Me resultaban más extranjeros que
el padre de mi hijo mayor que es sudamericano. Pero Lutz era todo lo contrario. Era autónomo, abierto. Estaba
lleno de ideas, era divertido y pagó la
cuenta de todos. Era como nosotros,
en el Este, donde nadie tenía plata.
O sea que daba lo mismo pagar lo de
todos. Enseguida me sentí en confianza”. Lutz se ilumina: “Tenía el auto
indicado, es todo. Un Saab gris que
esperaba frente a la puerta del café. Y
flechazo este-oeste. Anne y lutz se conocieron en un bar a poco
de caer el muro. en esos dias, los jovenes de ambos lados pudieron
juntarse libremente.
deseaba una sola cosa: raptar a Anne e
ir a París, donde nunca había estado”.
Pasaron algunos años hasta que Lutz
la llevó por primera vez a la capital. Y
nunca podrá olvidar las lágrimas de su
mujer en el Pont-Neuf.
Anne y Lutz protagonizan una verdadera historia de amor inter-alemana.
Un amor que dura en un país donde
más de uno de cada tres matrimonios
termina en un divorcio y donde las
uniones Este-Oeste son aún más precarias que las otras. Muchas parejas se
armaron y se desarmaron en la euforia
de la caída del Muro. Las diferencias
culturales eran demasiado importan-
tes, la propaganda de la Guerra Fría
había hecho bien su trabajo.
Anne y Lutz supieron derribar el
muro íntimo que los separaba. Pese a
que sus biografías son diametralmente
opuestas. Anne, 47 años, viene de Turingia, el Land más al sur de la antigua
RDA. Una región cubierta de verde,
cuna de la cultura alemana. Nació en
1962, un año después de la construcción del Muro. Su padre era historiador-archivista, su madre trabajaba en
un hospital. En su casa, desconfiaban
del régimen, pero con una hostilidad
silenciosa. Anne realiza el recorrido
completo de una perfecta hija de la
1989
23 de octubre. Hungría
abandona el nombre de “República
Popular” y adopta una democracia
parlamentaria pluripartidista, con
separación de poderes y principios
de economía de mercado. A
diferencia de Polonia, las reformas
las impulsa el Partido Comunista.
9 de noviembre. Se anuncia
en una conferencia de prensa
transmitida por la TV, la resolución
del Consejo de Ministros por la
cual los ciudadanos de la RDA
pueden viajar al extranjero sin
requisitos especiales. Pocos
minutos después se difunde la
noticia de la apertura de la frontera
recibida en el mundo con enorme
sorpresa. Una avalancha humana
llega al Muro, que es derribado
desde la parte occidental. Las
colas de espera son hasta de
60 kilómetros. 4 millones de
alemanes orientales pasan a Berlín
Occidental los 4 primeros días.
Reciben una retribución monetaria
de 100 marcos. La mayoría se
fascina con las frutas tropicales
y la ropa deportiva. Unos 20.000
no regresan. Desde 1961 hasta
1989 pasaron 41.000 personas y
murieron más de 100.
República democrática alemana. Es
miembro de las juventudes comunistas, aprende ruso en la escuela… y, desde muy pequeñita, tiene un solo sueño
en la mente: irse al Oeste.
En 1985, Anne tiene 23 años y cruza el umbral. Se casa –para cumplir y
por la visa de salida– con un holandés
y termina sus estudios en Berlín Oeste. Sus padres se quedan en el Este. El
9 de noviembre de 1989, cuando se
fisura el Muro, Anne piensa que Alemania va a ser más alemana todavía.
Mientras ella mira abatida la pantalla
de televisión, Lutz está trepado en el
Muro frente a la puerta de Brandenburgo. Grita de alegría.
Hoy, la pareja vive en Zehlendorf
un barrio burgués y tranquilo en un
rincón de Berlín Oeste. A Anne no se
le pasa por la cabeza, ni siquiera después de todos estos años, volver a vivir
al otro lado de la capital. No la entusiasma ni siquiera Prenzlauer Berg, el
barrio de onda que tanto atrae a Lutz.
Sigue desconfiando un poco del Este.
Lutz, 53 años, es un auténtico renano, un hijo de Duisburgo en pleno
corazón de la región del Ruhr, pulmón
industrial de Alemania occidental. Sus
padres son pequeños empresarios conservadores. “¡Más alemán occidental
que yo, imposible!”, exclama. De buena
familia, criado en un medio burgués,
hizo sus estudios en la Universidad de
Cornell en los Estados Unidos y, en los
años ‘70, le tomó el gusto a la sedición.
A los 16 años, entró en un grupúsculo marxista. Das Kapital es su libro de
cabecera.
Ahí es donde surge un abismo que
los años de vida en común no han colmado. ¿Cómo puede alguien estar fascinado con el Partido Comunista? “En
el Oeste vivían en el paraíso, expone
Anne. ¿Por qué, entonces, querían hacer explotar ese sistema capitalista con
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Lo que el Muro se llevó
el que yo soñaba? Lo único que tenían
que hacer era cruzar el Muro e irse a
vivir a la RDA”. Lutz militó contra la
construcción de centrales atómicas,
cantó eslóganes contra el orden establecido. “Y nunca me pasó nada, dice.
Pude vivir plenamente mi rebeldía. En
el este, me habrían metido en la cárcel”. Anne tenía amigos en la cárcel.
“En la RDA, siempre había que cuidarse con lo que uno decía”.
Un estudio sociológico publicado a
comienzos de la década de 1990 atribuía a los alemanes del este un temperamento más latino. Tenían relaciones
sexuales con más frecuencia que los
alemanes del oeste, tenían más hijos
muy jóvenes. A veinte años de la caída
del Muro, la curva de natalidad en los
nuevos Länder cayó. “La sexualidad
es mucho más desenvuelta en el este,
explica Anne. No podíamos viajar. No
podíamos leer los libros que realmente
queríamos. O sea que teníamos más
tiempo para dedicar al sexo”.
Lutz inicia a su compañera en las
alegrías del capitalismo. “No sabía
que existía el vino seco”, reconoce ella.
“Nuestros vinos eran dulces”. Por primera vez, come langosta. Que dos países tan cercanos que compartieron la
misma historia durante tanto tiempo
hayan podido ser tan extraños entre sí,
le resulta fascinante. Todas esas diferencias pequeñas e irreductibles que
podrían acabar rápidamente aun con
parejas más tolerantes.
Por ejemplo, Anne tutea sistemáticamente. Su compañero es más reservado. Anne se maravilla de que se
puedan comprar rollos color para la
cámara de fotos. En la RDA, solamente había en blanco y negro. De golpe
se pone a hablar en ruso o a cantar La
Internacional a sus hijos por la noche.
Espontánea, detesta esa manera que
tienen en el oeste de prever todo con
semanas de anticipación: “Allá no teníamos teléfono. Cuando teníamos
ganas de ver a alguien, pasábamos por
la casa”. ¿Otros signos? Colecciona los
artículos de farmacia. “En el este, faltaba de todo. Cuando encontrábamos jabón, comprábamos una partida entera,
por si acaso”. Aún hoy, en los supermercados, se marea. No tira nada. Y
Lutz, que ama el orden, se desespera.
Los domingos, la pareja tiene un ritual: desayuno en familia con sus dos
hijos, de 18 y 12 años. Lutz adoptó al
mayor. El hijo que tienen en común
nació en 1997. Ambos suelen pedirles
a sus padres que les cuenten la noche
mágica del 9 de noviembre de 1989 y
su encuentro unos meses más tarde.
Para los dos chicos, el Muro y la división de Alemania, es la prehistoria. C
Copyright Pascale Hugues.
Traducción de Cristina Sardoy.
Viaje a un país extinguido
E
n las semanas previas a este aniversario, la Casa
de las Culturas del Mundo expone una muestra
fotográfica de la agencia OstKreutz, la única que
exhibe en Berlín imágenes originales de artistas germanoorientales. Esta exposición de la ex Alemania Democrática ofrece monografías sobre distintos temas cotidianos: los trabajadores mineros, el mundo del fútbol y las
producciones de moda de la revista Sibylle, que salía seis
veces al año y se agotaba el mismo día, pero no mostraba
ropa que se pudiera comprar, sino que era fabricada a
pedido de la redacción. Todos ellos germanoorientales,
los artistas cubrían la actualidad de los diarios oficiales.
Estas imágenes de Berlín Este en los 80 son del fotógrafo Harald Hauswald y fueron tomadas con una cámara
Leica. Al pie, los populares Trabbi (Trabant), cuya adjudicación podía demorar largos años.
Harald Hauswald/OSTKREUZ
Harald Hauswald/OSTKREUZ
Harald Hauswald/OSTKREUZ
postales de la rda. Arr. izq.: hora pico en el subte, 1986. Der.: tienda de prenzlauer berg, 1983. Abajo: parking, 1984
1989
1990
25 de diciembre. Rumania
11 de marzo. La república
derroca violentamente al
socialismo: el presidente y líder del
PC, Nicolae Ceausescu, y su mujer
fueron condenados a muerte por
un Tribunal militar en un juicio
sumario y ejecutados, entre otros
cargos, por genocidio.
socalista soviética de Lituania
proclama su independencia y
deja sin vigor la Constitución
soviética. Moscú no reconoce esa
decisión y Gorbachov bloquea
económicamente a la república. En
esta ocasión Lituania retrocede.
2 de agosto. Irak invade Kuwait.
La ONU acuerda sanciones a nivel
mundial. China y la URSS apoyan.
Por primera vez desde el fin de la
Segunda Guerra Mundial, Estados
Unidos y la Unión Soviética, ahora
sin intereses opuestos, acuerdan
en una decisión internacional.
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despues del muro
Album para recordar medio siglo
ROBERT LACKENBACH/ Getty Images
Curiosidad berlin este. Como miles durante décadas,
una mujer mira a través del Muro. A Este y Oeste, los sistemas
de vida de los alemanes despertaban el interés de unos y otros.
ap
decimo aniversario berlin. Una mujer
se asoma por un hueco de lo que quedó de los 155
kilómetros de Muro, tras la reunificación alemana.
afp/GERARD MALIE
11 de noviembre, 1989 berlin. En la mañana una multitud espera del lado
occidental el “desembarco” de los gendarmes de Este, donde acaba de abrirse un
boquete en el viejo Muro. “Ossies” y “Wessies” vuelven a verse las caras.
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Desde que el Muro fue levantado, en 1961, hasta este aniversario de su caída, miles
de fotografías dieron testimonio de la tragedia y la transformación europeas.
ap
Werner Mahler/OSTKREUZ
1961 CheckPoint Charlie. El famoso paso fronterizo, que sólo
Palacio de las lagrimas friedrichstrasse. En
usaban diplomáticos y extranjeros, unía el sector bajo poder soviético con
el que estaba en manos occidentales. Hoy, un hito turístico de Berlín.
noviembre de 1989, cuando la estación de trenes urbanos era todavía
la última antes de la frontera con Berlín Occidental.
AFP
Maurice Weiss/OSTKREUZ
9 de noviembre de 1989 berlin. Las vísperas de la caída del
Muro, con lágrimas dos alemanas del Este se acercan al paso de la calle
Bornholmer Strasse, uno de los siete pasos fronterizos de la RDA.
Archivo CLARIN
huida antes del paredon. Más de 100.000 ciudadanos de la
1961 divide y reinaras. Comienza la construcción de
RDA trataron de pasar la frontera interalemana o el Muro de Berlín
para huir: más de 100 fueron abatidos en la ciudad y miles, heridos.
la pared que atravesaría Berlín y que detendría la sangría
migratoria desde los países del Este hacia Occidente.
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Clarin | DOMINGO 1 de noviembre de 2009
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Entrevista Andrzej Wajda
Album para recordar medio siglo
luca turi/ap
afp
“Del comunismo sólo
extraño mi juventud”
A los 82 años, el premiado cineasta polaco recuerda cómo era vivir y filmar en
los tiempos de la República Popular y reflexiona sobre el presente de su país.
afp/iMAGE fORUM
Por Hinde Pomeraniec
S
represion Georgia. El 9 de abril de 1989, tanques
soviéticos frente al edificio de Gobierno reprimen las
manifestaciones independentistas y matan a 20 personas.
JOEL ROBINE ImageForum/AFP
agosto de 1991 puerto de bari, italia. Miles de exiliados económicos y políticos albaneses cruzan el
Adriático y piden refugio en Italia, inaccesible durante cinco décadas de comunismo. Primero bajo el liderazgo de
Enver Hoxha (entre el fin de la Segunda Guerra y 1985) y luego de Ramiz Alia que convocó a elecciones en 1992.
image forum/afp
WOJTEK DRUSZCZ/ImageForum/afp
u nombre es sinónimo de arte
y compromiso, y sus películas
fueron la gran advertencia al
mundo de que su país, Polonia, iba camino a la ruptura con el comunismo. En sintonía ideológica con
el sindicato Solidaridad, que desde los
astilleros de Gdansk se plantó frente
al gobierno a fines de los 70 con reclamos y movilizaciones impensadas años
antes, el cine de Andrzej Wajda –especialmente películas como El hombre
de mármol y El hombre de hierro–, fue
uno de los rostros visibles de la decadencia y el colapso comunista. Su pelea
con el pasado sigue: meses atrás logró
estrenar una de sus mayores ambiciones y una deuda histórica. En Katyn,
logró reproducir una tragedia que para
los polacos es grito ahogado, la matanza de 22 mil oficiales e intelectuales polacos –entre ellos, su padre– a manos
de los soviéticos, que siempre negaron
la masacre por la que, cínicamente,
acusaban a los nazis. Wajda tiene hoy
82 años y está recuperándose de una
cirugía, por lo cual esta entrevista se
realizó vía email y telefónicamente.
definicion. “la protesta es una responsabilidad de los artistas frente a la dictadura”.
biando y empecé a participar cuando
esta libertad empezó a mostrarse de
una forma desconocida para mí.
– Trascendió que impulsa un proyecto
para crear un Museo del Comunismo.
¿Extraña algo de esos tiempos?
– Algunos artistas en la Argentina opinan que las dictaduras pueden, a veces,
ser un motor para la creación artística.
¿Qué piensa de esta idea?
– La protesta es una responsabilidad
de los artistas frente a la dictadura,
porque se vuelve también una voz de
la sociedad oprimida, que deposita ahí
su sed y su esperanza. Esta complicidad contra la autoridad y la censura
a menudo da forma a una fantasía
particular y entonces el arte se vuelve
importante. El cine, por ejemplo, usa
más la imagen que los diálogos, sobre
los que recaen mayores controles en
períodos dictatoriales. Ese tipo de cine
fue el que hizo la escuela polaca de
finales de los años cincuenta.
sitio sarajevo. Rescate de un hombre herido de
bala por los serbios, el 8 de marzo de 1993, durante el
sitio a la capital de Bosnia-Herzegovina.
ALAIN-PIERRE HOVASSE/afp
gesto varsovia. En junio de 1979, Juan
Pablo II visita Polonia como Papa. Lo recibe el
cardenal Stefan Wyszynski y una gran multitud.
– ¿Sus películas se veían en Polonia?
¿Sufrió algún tipo de represión?
paz moscu. El 15 de octubre de 1991, se reúnen Mijail
final Bucarest. En la Navidad de 1989 es
Good bye, Lenin vilna, lituania. Medio siglo de
– Las películas que no superaban los
controles de la censura desaparecían
de cualquier tipo de circulación, por
lo que tampoco podían ser exhibidas
en el exterior. El hombre de mármol
tenía gente que la apoyaba incluso
dentro del partido, y hubo también
opositores fuera de él. De esa particular situación política dependía que
fuera presentada en las salas. Si Cenizas y diamantes no hubiera sido exhibida en festivales o candidata al Oscar,
mi vida hubiera sido otra. Yo tenía 30
años. Hay que ver a qué llama usted
represión. Hubo un período durante
el cual todos mis proyectos eran rechazados, hubiera podido emigrar.
Pero yo quería vivir en mi país.
Gorbachov y su par serbio, Slobodan Milosevic, por la guerra con
Croacia, la primera de las tres en la ex Yugoslavia.
ejecutado Nicolae Ceaucescu, el dictador rumano. Un
tribunal militar lo halló culpable de 60.000 asesinatos.
hegemonía política termina con la simbólica remoción de la
estatua del prócer del comunismo.
– Nunca fui subsidiado por la Repúbli-
ROMPRES/ImageForum
– ¿Recibía subsidios?
– ¿¡Extrañar!? ¿Qué? Sólo mi juventud
y a mis amigos que ya no están en
este mundo.
– ¿Qué diferencias percibe en el trato de
los rusos hacia los polacos, en relación
con la época de la Unión Soviética?
ca Popular Polaca. Mis películas produjeron millones de zlotys y cientos
de miles de dólares. Yo subsidiaba el
cine polaco, mientras era el peor pago
de los directores europeos.
– ¿Qué lectura hace hoy del movimiento
Solidaridad?
– Solidaridad fue lo más hermoso
que pudo sucederme, y sus fundadores fueron personas de gran visión y
corazón. Las complicaciones llegaron
después, cuando Solidaridad comenzó
a gobernar Polonia.
– ¿Cree que los polacos no le dan a Lech
Walesa el reconocimiento que merece?
– Walesa es y será un gran hombre
que ocupa un papel irreemplazable en
la historia de la libertad de los polacos.
Aquellos que no lo aprecian, y la mayoría son políticos de derecha, nunca
jugaron ningún rol o hicieron algo tan
pequeño que ni vale la pena recordarlos. Walesa, en cambio, permanecerá
en la historia para siempre.
– ¿Imaginaba al comienzo que Solidaridad podía ser el inicio del fin del comunismo en el Este de Europa?
– No. Entonces pensaba que era sólo
una etapa en la lucha por los derechos
y las libertades civiles en Polonia. Pero
me di cuenta de que algo estaba cam-
simbolo. Imagen
de la famosa
pelicula “El
hombre de
marmol”, (1977),
donde Wajda
cuestionaba a
traves del arte
y con agudeza
la cultura de
propaganda
del modelo
comunista.
– Polonia era una colonia de la URSS
gobernada por polacos designados por
Moscú. Hoy es un país libre y pertenece a Europa. Sigue siendo difícil regular nuestras relaciones con Rusia.
– ¿Qué balance hace a cuatro años del
ingreso de Polonia a la Unión Europea?
– Pensaba que el proceso de integración iba a ser más moderno y más
vivo. Tampoco tuve en cuenta que la
mayor parte de la sociedad polaca aún
piensa con las categorías del Estado
comunista y protector, y que se deja
convencer fácilmente por los extremistas de derecha y los delirios nacionalistas. Pero siempre fui un optimista
incurable, de otro modo me hubiera
costado mucho vivir la mayor parte de
mi vida bajo Hitler y Stalin.
– Pareciera que en su país hay tanto
rechazo por los nazis como por los comunistas, pese a las grandes diferencias
ideológicas entre unos y otros. ¿Es así?
– Es así, y tiene sus razones, porque
ambos sistemas totalitarios buscaban
controlar el mundo. La diferencia era
que Hitler consideraba personas sólo
a los alemanes, y Stalin podía mentir
diciendo que quería salvar el mundo
y darle justicia social. Pero ambos
asesinaron a millones de personas
mientras buscaban llevar adelante su
proyecto de un mundo feliz. C
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Clarin | DOMINGO 1 de noviembre de 2009
despues del muro
Polonia, la primera caída
Astilleros de Gdansk:
la gloria y la decadencia
En el mismo lugar donde se construían barcos para el bloque soviético, los trabajadores
alumbraron Solidaridad, la organización política y social que consiguió terminar con el
comunismo en Polonia. Hoy, ese ícono es también emblema de la crisis del capitalismo.
S
Por
Hinde
Pomeraniec
Gdansk, enviada
especial
tocznia, dice el cartel desvaído,
y se adivina que tras estas rejas
hay mucho más que un parque
temático de la era comunista,
como ironizan los desencantados. Stocznia quiere decir “astilleros” en polaco
y esas letras oxidadas en lo alto son algo
así como la carátula de este lugar, la cuna del sindicato Solidaridad (Solidarnosc)
que, liderado por el electricista católico
Lech Walesa, acertó a agrietar las bases
del comunismo europeo.
Los astilleros de Gdansk hoy son un
sitio natural de peregrinación para los
que hurgan en la historia de la Guerra
Fría y el colapso de la URSS. Pero aunque son emblema de los primeros pasos
del movimiento pacífico y popular que
sacó a millones a la calle para reclamar
la libre sindicalización y, más tarde, el
fin del comunismo, hoy el sitio célebre
por sus huelgas y manifestaciones populares se asemeja a un set de filmación abandonado, con construcciones
salpicadas de manchas de humedad y
vidrios rotos y fragmentos de navíos
enormes recostados sobre muelles aplicados al olvido. Fueron privatizados en
1997 y son propiedad de una empresa
ucraniana líder en acero, pero que considera inviable el negocio y exige asistencia estatal, algo que está vedado por
los parámetros de la Unión Europea a
la que Polonia pertenece desde 2004.
Gran parábola la de los astilleros, emblema de la muerte del comunismo y
hoy ícono de la crisis capitalista. Aquí,
al borde del Báltico, donde se construyeron cientos de barcos para el bloque
soviético cuando aún se llamaban Astilleros Lenin, en 1970 se llevó adelante
la primera gran huelga de trabajadores,
que terminó con varios muertos por la
represión y a quienes hoy rinde tributo
un enorme monumento de acero que
mira al cielo en la explanada, con tres
altas columnas coronadas por cruces y
en donde nunca faltan flores ni velas.
Wojciech Druszcz
También fue aquí donde en agosto de
1980 se desarrolló durante 18 días otra
huelga que concluyó con concesiones
inéditas por parte del gobierno comunista polaco. Liderados por Walesa, los
trabajadores consiguieron el reconocimiento de su organización, por fuera de
los límites del comunismo. Pero para
llegar a esto hubo antes un aliento fundamental, que fisuró la férrea determinación de la República Popular Polaca,
teledirigida desde Moscú.
Diversos historiadores confirman lo
que para los polacos es pura intuición
religiosa: fue la visita en 1979 de Juan
Pablo II –el obispo polaco nombrado
Papa el año anterior– la que logró reunir los esfuerzos dispersos de esta población profundamente católica. Lo que
no había logrado la política occidental
por diferentes clases de presiones, lo
pudo iniciar el Pontífice. El Papa animó con sus plegarias a sindicalistas
que acuñaron entre los barcos un movimiento social que prendió entre intelectuales y terminó en los gritos de los
10 millones de polacos que se afiliaron
a Solidaridad cuando les permitieron
hacerlo.
Al año siguiente de la gran huelga,
el primer ministro, general Wojciech
Jaruzelski, decretó la ley marcial y el
fulgor callejero fue apagado, mientras
las figuras del bloque comunista se regodeaban en la satisfacción miope de
que se hubiera puesto freno al “plan
coordinado de la contrarrevolución” y
a la “política imperialista de sabotaje
extendido a los países socialistas”. Las
milicias oficiales (ZOMO) se convirtieron para los polacos en pesadilla.
Siguieron años de silencio obligado y
resistencia clandestina, pero también de
creatividad política, intelectual y artística. En 1983, el comité noruego decidió
otorgarle el Nobel de la Paz a Walesa,
quien envió a su mujer a recibirlo. Como una daga incrustada en el corazón
1990
3 de octubre. Tras 41 años,
Alemania se unifica. Se termina
definitivamente la Segunda Guerra
Mundial: las cuatro potencias
ocupantes de Berlín (Francia, Gran
Bretaña y EE.UU., en Occidente y la
URSS, en Oriente) le devuelven la
soberanía plena a Alemania.
marcha. multitudinaria
manifestacion de
solidaridad por las calles
de varsovia. La fuerza de
esa organizacion se sintio
pronto en toda polonia.
1991
21 de noviembre. Concluye
formalmente la Guerra Fría ya que
las dos alianzas militares (la OTAN
dominada por EE.UU. y el Pacto
de Varsovia, por Moscú) firman
acuerdos para unificar, por primera
vez, criterios militares. El Pacto de
Varsovia se disolverá en 1991.
11 de enero. Los cambios en
Europa del Este despiertan deseos
separatistas en algunas de las
repúblicas que componen la Unión
Soviética. Gorbachov decide una
medida drástica para sofocar esa
tendencia y envía al Ejército Rojo a
Vilna, Lituania.
DOMINGO 1 de noviembre de 2009 | Clarin
despues del muro
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Entrevista Lech Walesa
de una ideología política que se propuso
el fin de la lucha de clases y llevar a los
trabajadores al poder, Solidaridad iba consolidándose para Occidente en una suerte
de símbolo universal de las aspiraciones
sociales. Si bien las películas de Andrzej
Wajda fijaban posición desde 1959 (Ver
entrevista pág. 15), fueron El hombre de
mármol (1977), con su profundo espíritu
iconoclasta, y más tarde El hombre de
hierro (1981), con su relato del origen de
Solidarnosc, las que convirtieron su obra
en el más poderoso instrumento de comunicación del movimiento, debido a su
alcance internacional.
En 1984, agentes del Ministerio del
Interior polaco secuestraron, torturaron
y asesinaron al capellán de Solidaridad,
el sacerdote Jerzy Popieluszko. Luego de
un multitudinario funeral, los restos del
cura fueron enterrados en una iglesia de
Zoliborz, distrito de Varsovia en donde
daba misa. El crimen no sólo convirtió
en mártir a Popieluszko sino que demonizó al régimen. De acuerdo con cifras
oficiales, unas cien personas fueron asesinadas en Polonia por el comunismo en
los años ochenta.
Entre 1985 y 1987, comienzan a aflojarse las riendas al compás de la perestroika y la glasnost imperantes en Moscú.
En 1988 se le permite a Walesa participar de un programa de TV, donde, pese
a que buscan mostrarlo como una persona sin educación y poco preparada,
consigue seducir a la población a base
de carisma e instinto político. En 1989
tiene lugar la llamada “mesa redonda”,
donde el gobierno comunista, la oposición democrática, la Iglesia católica
y observadores discuten lo que será la
transición. El 4 de junio de ese año, el
mismo día que el gobierno comunista
chino reprimía a muerte a cientos en
la plaza de Tiananmen, Polonia votaba
en elecciones libres los cargos del 35%
de la Cámara Baja y la totalidad del Senado. La oposición se llevó las bancas
y negoció un gobierno de convivencia,
con un presidente comunista y Tadeusz
Mazowiecki, de Solidaridad, como primer ministro. El 9 de noviembre cae el
Muro de Berlín.
En 1990, en nuevas elecciones, Lech
Walesa se convierte en presidente de
Polonia con el 70% de los votos. Con la
libertad de mercado como bandera, se
iniciaba un período en el que un arco de
transformaciones sacudirían Polonia y
el resto de la ex esfera soviética.
Huele a césped mojado y a mar; se
siente en la piel el frío húmedo de los
galpones. Nadie sabe a qué se destinarán finalmente estos terrenos y edificios;
por ahora alojan una gran muestra que
recrea los tiempos de gloria y alberga regularmente masivos megaconciertos, lo
cual sabe a poco en términos productivos. En un comercio del centro de esta
ciudad de cuento medieval, el dibujo de
un humorista y artista plástico arriesga
un futuro posible para los astilleros.
“Kebab”, se lee en lugar de Stocznia:
gruesa ironía imaginar este lugar como
un pintoresco restaurante étnico. C
12 de junio. Con 57,3% Boris
Yeltsin -el político enfrentado a
Gorbachov- gana las elecciones en
la Federación Rusa (entonces una
de las 15 repúblicas soviéticas).
Es elegido directamente por el
pueblo, una novedad en la URSS.
Yeltsin quiere menor poder para el
“Me hace feliz haber podido
convencer a Gorbachov”
El líder del movimiento que socavó al comunismo polaco cuenta detalles de
un imperdible encuentro con quien fue el último presidente de la ex URSS.
S. Skladanowski/Karta
nas. Y les estamos hablando a ustedes,
el resto del mundo: no queremos el comunismo, nunca lo quisimos”. Entonces
ahí empezamos a hacer propaganda y ya
no podían evitar hablar de nosotros. Si
nos hubieran matado, habría quedado
registrado en todo el mundo.
Por Hinde Pomeraniec
Gdansk, enviada especial
C
asi no hay movimiento en el
restaurante de Villa Corona,
un complejo de departamentos sobre el Mar Báltico. Lo
único que distrae el silencio es el ir y venir de una moza alta de cabello rubio, que
termina de acomodar una gran bandeja de
frutas y un servicio completo de té en una
mesa. Son los últimos días del verano europeo y llovizna sobre la arena tibia cuando
un escuadrón de ciclistas da por terminado
su ejercicio junto a un muro blanco que separa las construcciones de la playa junto al
mar. Un hombre de pelo blanco y kilos de
más abandona su bicicleta y se acerca sonriente. Luce calzas negras y campera blanca deportiva, de marca. Luego del saludo,
el ex presidente polaco y Nobel de la Paz
Lech Walesa pide a uno de sus colaboradores que nos saque una foto con su iPhone.
Sentado a la mesa, y luego de servirse el
té, muestra orgulloso cómo, apenas con un
juego de teclas, esa foto ya está subida a su
página de Internet.
– Eso fue en 1980...
– Sí, cuando los obligamos a reconocer,
por primera vez en su historia, una organización legal que no dependía del comunismo: Solidaridad. Después decretaron el
estado de sitio y disolvieron las organizaciones. Pero entonces le “destruimos los
dientes al oso comunista”. El oso seguía
existiendo pero ya no podía morder...
– ¿Qué hacía cuando cayó el Muro?
1980. walesa, en andas, luego
del acuerdo con el gobierno.
afp
– ¿Qué piensa de Gorbachov?
– Nos conocemos hace mucho, es un
buen tipo. Cuando se dio cuenta de que
las naciones se estaban levantando y de
que el comunismo se terminaba, trató de
rescatarlo con la glasnost y la perestroika.
Y todo le salió mal: perdió el comunismo,
perdió la URSS, perdió el Pacto de Varsovia. Pero justamente su derrota fue un
éxito: inclusive le dieron el Nobel porque
todo el mundo estaba contento con su
fracaso. Si él hubiera ganado, el comunismo seguiría.
– Si no hubiera existido Solidaridad y la lucha
en los astilleros aquí, en Gdansk, ¿cree que el
comunismo iba a terminar igualmente?
– Sí, pero hubiera durado 50 años más y
el final habría sido sangriento. Nosotros
lo hicimos más rápido y sin sangre.
– Hay una imagen famosa que lo muestra
saltando el muro del astillero, luego de haber sido expulsado de su lugar de trabajo.
¿Qué sintió en ese momento?
– Yo sabía que me buscaban. La gente que
estaba alrededor mío, mis compañeros me
alertaban y cada paso que daba lo hacía no
con miedo, pero sí muy atento. Tuve mucha suerte. Y Dios me ayudó mucho.
– ¿Cómo era ser católico durante el comunismo?
– La gente más poderosa no tenía problemas. Los más débiles, y que no integraban ninguna estructura comunista,
tenían que ocultarse. Algunos sacramentos había que hacerlos en la casa de una
abuela, por ejemplo.
– ¿Influyó en el resultado final el conocimiento internacional de lo que ocurría?
Pienso en Juan Pablo II o en el mismo Premio Nobel.
– Se necesitaron años para destruir el
comunismo. La sociedad polaca nunca
lo aceptó y desde el fin de la II Guerra
siempre hubo luchas. Primero combatimos con armas y perdimos. Después con
PCUS y economía de mercado.
Se autoriza la propiedad privada
del suelo y se suprimen los
monopolios estatales. En esta
elección se decidió también el
nombre de algunas ciudades:
Leningrado, por ejemplo, volvió a
llamarse San Petersburgo.
– Había una delegación alemana, de alto
nivel en Varsovia. El día anterior me encontré con ellos y dije: “Creo que el Muro
de Berlín en un rato revienta. ¿Qué van a
hacer?”. Y uno de ellos me dijo: “Señor,
van a crecer palmeras y cactus en Alemania antes de que eso suceda”. Y al día
siguiente el Muro se cayó y tuvieron que
interrumpir la visita y volver a Alemania.
No fueron tan inteligentes.
2009. viaja por el mundo y da
charlas sobre su experiencia.
huelgas, en la calle y también perdimos. Pero a través de estos errores nos
dimos cuenta de que teníamos que reunir las fuerzas. Pero los comunistas
también lo sabían y no nos dejaban
juntarnos. Y entonces un polaco se
convirtió en Papa. Y un año después
volvió a Polonia y nos unió. Ellos aún
tenían la fuerza, pero nosotros teníamos el apoyo de la gente. Y entonces
hice un pequeño show: organicé a los
trabajadores y en el sindicato junté a
todos, a los médicos, a los profesores.
Invité a los periodistas y cámaras del
mundo y dije: “Estas son todas las
profesiones. Son millones de perso-
– Y en el tiempo que va de la caída del comunismo en Polonia al colapso de la URSS
¿se vieron seguido?
– Nos encontramos varias veces y una de
esas veces le hice algunas preguntas. La
primera fue: “¿Tomamos un poco de vino?” (risas) Y después le pregunté: “¿Realmente creés que el comunismo se puede
reformar?” Entonces se enojó y terminó
la conversación. Me gusta Gorbachov, lo
quiero aunque me parece un poco naif,
pero estoy contento de haberlo convencido.
– ¿Cree que fue usted quien lo convenció?
– El quería reformar el comunismo y yo
dije “no vas a poder hacerlo”. Mi consejo
fue bueno, yo estoy del lado del éxito y él,
de la derrota, pero una derrota en buena
dirección. Por eso, si fracasás, no te preocupes: igual te pueden dar el Nobel. C
25 de junio. Eslovenia y Croacia
piden salir de la Federación
de Repúblicas Socialistas
de Yugoslavia, un mosaico
interétnico integrado además
por Serbia, Bosnia Herzegovina,
Kosovo, Montenegro, Macedonia
(territorios unificados
artificalmente por el mariscal
Josep Tito). Dos días después
estalla la guerra civil en Yugoslavia:
el ejército federal, dominado por
los serbios, invade los territorios
“separatistas”. Recién el 15 de
enero de 1992 se vislumbra un alto
el fuego permanente.
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Clarin | DOMINGO 1 de noviembre de 2009
despues del muro
La globalización del crimen
Enseguida llegaron
los rufianes eslavos...
El autor de “McMafia” cuenta, en este relato especial, cómo el flamante crimen
organizado en el bloque comunista se sirvió de la mano de obra represiva
desempleada para explotar las fabulosas vetas de un territorio virgen para los
negocios ilícitos, lo que convirtió a los hampones en parteros del capitalismo.
D
Por
Misha
Glenny
Periodista
británico, ex
corresponsal de la
BBC en Balcanes
y autor de varios
libros sobre
Europa Central.
Su último título es
“McMafia”.
espués de una larga jornada informando para la BBC
en diciembre de 1989, mi
productora radial y yo nos
dirigimos al bar del Hotel Yalta, en
la Plaza Wenceslas de Praga, para tomarnos un bien merecido trago. Casi
enseguida notamos que había una linda muchacha checa, en jeans y camisa
blancos, bailando sola. Para cuando
quisimos darnos cuenta, ya estaba
sentada a nuestro lado diciéndonos
que cualquiera de nosotros, o los dos,
podía acostarse con ella por 50 marcos
alemanes, o sea unos US$ 35 dólares.
Tras rechazar la oferta nos percatamos
de que el bar iba llenándose de chicas
de 16 a 20 años. Todas se ofrecían.
El incidente tuvo lugar a menos de
un mes de la caída del comunismo en
Checoslovaquia. Para los que conocíamos bien Praga, el shock fue enorme.
En la época del comunismo, la libertad
personal estaba restringida, pero también lo estaban la mayoría de las formas del crimen organizado. No había
distritos rojos y las pocas prostitutas
disponibles para los occidentales por
lo general eran mujeres que, por una
u otra razón, cooperaban con la policía
secreta. Los visitantes, que eran bastante incautos como para comprar sexo en
los países comunistas, solían recibir
luego fotos en posiciones comprometedoras con exigencias, no de dinero,
sino de colaboración en el espionaje.
La repentina afluencia de prostitutas
a todas las grandes ciudades de Europa
Oriental no fue lo único que puso en
evidencia que la liberación del comunismo tendría un costo. Poco después,
a comienzos de 1990, pasé varios días
recorriendo con un coche patrullero el
distrito obrero de Praga. La autoridad
del gobierno se estaba desmoronando:
traficantes independientes empezaban
a descubrir cómo era el funcionamien-
to de la economía de mercado, vendiendo y manejando favores sexuales;
y la policía constataba que las nuevas
circunstancias representaban una
enorme presión. “Todo está cambiando”, me dijo el oficial de policía, “hay
dinero nuevo y una nueva pobreza,
nuevas expectativas y cada vez son
menos los que respetan la autoridad
policial”. En los complejos habitacionales, los muchachos jóvenes caían en
una delincuencia de bajo nivel, robando autos y casas. Por primera vez se
conseguían fácilmente drogas.
Lo que se disolvió en 1989 no fue
sólo la ideología comunista: la conmoción también desencadenó un derrumbe muy significativo del Estado. La policía perdió su autoridad, al igual que
el sistema judicial. Después de décadas
de ver a la policía como parte del aparato estatal represor, muchos ciudadanos
del llano no se sentían muy dispuestos a cooperar con las fuerzas de la ley.
Esto se manifestó a nivel político: la
gente quería, no sólo una democracia
plural, sino también castigar a quienes
habían ayudado a mantener a flote la
dictadura de un solo partido mediante
la violencia y la intimidación: quería el
fin de la policía secreta.
Los dos lados del mostrador
Era algo muy comprensible pero implicaba algunas consecuencias que, pese
a ser involuntarias, resultaban perturbadoras. En todo el bloque oriental y
en la ex URSS, decenas de miles de policías fueron despedidos. Perdieron su
empleo efectivos de la policía secreta,
oficiales de contrainteligencia, comandos especiales, guardias fronterizos,
detectives de homicidios y agentes de
tránsito. Entre sus habilidades figuraban la vigilancia, el contrabando, el
establecimiento de redes clandestinas,
el soborno y el homicidio.
En Bulgaria, uno de los países comunistas más pequeños, fueron despedidos 14.000 policías secretos que en
1991 buscaban trabajo. La economía
se contraía a una velocidad alarmante
y como ya no podían conseguir empleo en el sector público, se pusieron
a buscar en el privado. Y tan luego allí
conocieron a los “oligarcas”, la nueva
estirpe de empresarios, hombres y
mujeres, que advirtieron que el control estatal de la economía se hallaba
en caída libre. Los oligarcas estaban
muy atareados confiscando activos a
precios regalados; al desaparecer la
autoridad estatal, había algunos negocios extraordinarios para hacer y hubo
empresarios que se las ingeniaron para obtener la propiedad de complejos
metalúrgicos enteros o derechos de
comercialización del petróleo por unos
pocos miles de dólares. Otro grupo
de empresarios empezó a comprar y
vender bienes de consumo a los que
la mayoría de los europeos del este
habían tenido el acceso vedado con el
comunismo.
Esta nueva comunidad empresaria
necesitaba proteger sus derechos en la
economía de mercado. Si un socio no
podía cumplir con su parte del contrato, ¿quién haría respetar los derechos
del empresario? ¿La policía y la justicia? No, no entendían nada sobre derecho contractual y economía de mercado. Artyom Tarasov, el primer millonario en dólares de la nueva Rusia, relató
lo que le había pasado al recurrir a un
general en la flamante unidad antimafia formada en Moscú cuando un socio
comercial no le pagó.
“No puedo capturarlo, Artyom Mihailovich”, dijo el general. “En primer
lugar, nadie nos pagó para hacerlo.” El
único consuelo que recibió Tarasov fue
de uno de los subordinados. “Pero si él
lo mata o lo secuestra a usted, lo perse-
guiremos”, acotó servicialmente.
Tarasov entendió el mensaje: bastaba un poco de sangre en la vereda para
que la policía interviniese. Pero ¿y las
facturas impagas? Si la policía, desesperada y en las últimas, se hubiera
puesto a investigar simples amenazas
en el deslumbrante circo que era Rusia
a comienzos de los 90, no habría tenido tiempo para ninguna otra cosa.
El líder soviético, Mijail Gorbachov,
había introducido una Ley de Cooperativas en 1988. Esta permitió que personajes como Tarasov crearan empresas
en Rusia por primera vez en sesenta
años. Los empresarios descubrieron
que en cuanto una empresa estaba
montada, funcionando y ganando dinero, atraía competencia. “Y los rivales
utilizaban todos los métodos posibles
para abrirse paso en tu mercado, incluida la violencia”, explicaba.
De modo que el Estado, que antes
había sido omnipotente, empezó a ceder su monopolio sobre la violencia a
los llamados “gruppirovki” o sea, pandillas callejeras. No obstante, lejos de
ser heraldos de la anarquía, estos grupos de hombres –veteranos afganos,
matones callejeros, expertos en artes
marciales, ex oficiales de la KGB, todos
aterradores– fueron las indispensables
parteras del capitalismo.
Empresarios como Tarasov evaluaron que los “gruppirovki” eran, de
hecho, organismos policiales privatizados. A diferencia de sus homólogos
estatales como el Ministerio del Interior (MVD) y la KGB, estas bandas
flexibles y autoorganizadas habían
captado intuitivamente que centelleaba la demanda para sus servicios de
“protección” o seguridad en la nueva
clase empresaria. En vez de pagarle
impuestos al Estado (que no tenía idea
de cómo gravar a la empresa privada
de pequeña escala), las empresas gus-
1991
31 de julio. Los presidentes
George Bush (padre) y Mijail
Gorbachov firman en Moscú el
Tratado START (Strategic Arms
Reduction Talks) sobre reducción
de armas atómicas. Por este
acuerdo, pactan la destrucción del
armamento estratégico.
8 de agosto. Un carguero con
10.000 albaneses llega a Bari, Italia.
Es el primer éxodo masivo de gente
que huye a Occidente no por temas
políticos sino económicos, algo
que luego será muy frecuente. Los
emigrados ya no serán recibidos
como “héroes”, como antes.
19 de agosto. Integrantes de la
línea dura del Partido Comunista
soviético consideran que
Gorbachov ha ido demasiado lejos
con los cambios y deciden dar un
golpe de Estado para recuperar el
poder. El presidente es “detenido”
en Crimea, donde se encontraba
de vacaciones. A Boris Yeltsin se le
presenta la gran oportunidad y no
la desdeña. Se pone a la cabeza de
la lucha por la recuperación de la
democracia y en tres días, el golpe
es desbaratado y los golpistas,
arrestados. Será la declinación final
para Gorbachov.
DOMINGO 1 de noviembre de 2009 | Clarin
despues del muro
|19
Georges Dekeerle/Getty Images
tosamente entregaron más del 10-30%
de su facturación a hampones locales
que, a cambio, garantizaban que pudieran seguir haciendo negocios, libres
de la violencia de los “gruppirovki” que
trabajaban para sus competidores. “Estamos dispuestos a trabajar con el fraude organizado porque cobra el 10%”,
señaló en ese momento un empresario
de Omsk, en el sur de Rusia central,
“Los Estados se llevan el 90% en impuestos y más todavía en multas”.
La violencia utilizada por estos variados hampones, o bien agencias de
orden público privatizadas, como les
gusta llamarlas a los sociólogos, no
era arbitraria. En ese momento los
informativos daban a entender que
Moscú y Kiev se hallaban en un estado
de anarquía total ya que el capitalismo
de gánsteres estimulaba tiroteos salvajes en las calles. Sin embargo, las
víctimas inocentes de la violencia eran
relativamente pocas ya que las armas y
la fuerza eran utilizadas para ejecutar
contratos o resolver disputas comerciales. De una manera muy extraña, era
todo muy ordenado.
El estilo de vida que acompañaba a
los gánsteres era, en cambio, excesivo:
Moscú se convirtió en una de las ciudades más escandalosas del mundo.
La nueva elite de oligarcas y sus socios
del crimen organizado se sumergieron
en un mar de champán y caviar. A dos
años del fin del comunismo, Moscú
ostentaba más Mercedes Benz 600 que
cualquier otra capital del mundo. Notorios clubes nocturnos como el Hungry
Duck alentaron a mujeres de toda Rusia a sumarse a sus juergas: algunas de
ellas terminaron como prostitutas de
gánsteres, otras fueron traficadas contra su voluntad a los Balcanes y Europa
Occidental como prostitutas.
Así como el crimen organizado actuaba como partera necesaria para el
capitalismo en Europa Oriental, las
organizaciones de protección hacían
las veces de parlamento, policía, juez
y jurado –esto significaba que estaban
dispuestas a traficar cualquier bien o
servicio que diera dinero. Por eso no
comerciaban sólo alimentos, muebles,
metales y petróleo sino también caviar
ilegalmente obtenido, heroína y otras
drogas, armas y mujeres.
Viaje a Sudamérica
No hizo falta mucho para que otras
organizaciones mafiosas del mundo
apreciaran el valor de estos nuevos
mercados abiertos en Europa del Este,
mientras las redes rusas y europeas
del Este advertían que la cooperación
más allá de las fronteras podía resultar muy lucrativa. En 1992, el mayor
grupo del crimen organizado ruso, la
Hermandad Solntsevo, cuyo nombre
proviene de un distrito obrero al sudeste de Moscú, conoció a representantes
de los carteles de Cali y Medellín en
Aruba, en el Caribe. El encuentro fue
6 de septiembre. Gorbachov
reconoce la independencia de
las tres repúblicas soviéticas del
Báltico: Lituania, Letonia y Estonia.
Tras el golpe de Estado de agosto,
todas las repúblicas declararon,
unas tras otras, su soberanía. Las
bálticas fueron las primeras.
organizado por dos abogados italianos
residentes en Brasil y vinculados con la
mafia siciliana y la Camorra napolitana. El resultado fue una expansión significativa del tráfico de cocaína a Europa Occidental facilitado por la apertura
de rutas a través de los Balcanes.
Otra dimensión internacional clave que demuestra el poder creciente
de las redes criminales desarrolladas
en Europa del este es el tráfico de
armas. Al final de la Guerra Fría, todos los países europeo-orientales se
vieron con enormes remanentes de
armas, que iban de un sinfín de armas pequeñas y Kalashnikov hasta la
artillería más poderosa, armamentos
antiaéreos y hasta material nuclear. Al
ver que el apoyo estatal a los militares
disminuía en la mayoría de los países,
los soldados y los generales iniciaron
rápidamente una actividad comercial
para sostenerse, y vender sus stocks de
armas fue el más lucrativo de todos los
negocios (también usaron sus aviones
de transporte para trasladar enormes
cantidades de heroína desde Asia central y luego a Europa Occidental).
El puerto clave en la región fue
Odessa, en Ucrania. Los embarques de
armas recorrieron el mundo aunque
sus principales destinatarios se encon-
17 de septiembre. Se registra
el primer brote xenófobo en
Alemania: jóvenes de extrema
derecha o neonazis de la ex
RDA atacan a comerciantes
vietnamitas. En 2007, un estudio
indica que el 40% de los ex
alemanes orientales son racistas.
traban en la ex Yugoslavia y en Africa.
Este tráfico vio aparecer figuras notorias como “el mercader de la muerte”,
Victor Bout, arrestado recientemente
por la policía tailandesa a pedido de la
DEA de los Estados Unidos (hace poco
fue sobreseído y se le permitió volver a
Rusia, prueba de que la influencia estadounidense en sitios remotos no es
tan persuasiva como antes).
Los intocables
Donde mejor se ha descripto la vida de
estos personajes es en películas como
El Señor de la guerra, donde Nicolas
Cage interpreta a un convincente traficante de armas, o en Diamantes de
sangre, donde el personaje de Leonardo di Caprio expone cómo se vendían
armas europeas del este a cambio de
minerales africanos preciosos antes de
venderlos en los mercados de Amberes
o Nueva York.
El punto culminante para el gangsterismo en Europa del Este y la ex
Unión Soviética fue la década del 90
y en estos últimos años han surgido
allí estructuras políticas y sociales más
estables. Esto no significó en absoluto
el fin de la actividad criminal organizada, que a veces llega hasta los órganos
más altos del Estado. La corrupción
también continúa siendo endémica.
Pero curiosamente sigue tratándose
del crimen perpetrado por la elite. En
los Balcanes y en la ex Unión Soviética,
la mayoría de las ciudades y localidades
son los sitios más seguros del mundo
para la gente común. Incluso donde la
pobreza es endémica, como ocurre en
varios puntos de la ex Unión Soviética,
la región evitó la aparición de favelas
como en Brasil o de distritos segregados como en Sudáfrica.
En cuestión de cinco años o menos
el crimen organizado se incrustó en el
corazón mismo de las nuevas democracias de Europa Oriental y de Rusia.
En esta última, Vladimir Putin revirtió
efectivamente las estructuras políticas
y sociales en una década. Antes de asumir el poder, eran los oligarcas y el crimen organizado los que controlaban
el Estado. Ahora el Estado decide qué
delincuentes y qué oligarcas pueden
operar libremente y qué están autorizados a hacer. No quiere decir que el
crimen desapareció pero es poco probable que en un futuro cercano vuelva
a darse en la región un caos como el de
los años ’90. C
Copyright Misha Glenny
Traducción de Cristina Sardoy
6 de noviembre. El temido
servicio secreto soviético, la KGB,
deja de existir. Días después
Yeltsin, presidente de Rusia,
ilegaliza el Partido Comunista en
esa república. Sigue la batalla por
el poder entre él y Gorbachov,
presidente de toda la URSS.
trata de
mujeres. en
moscu, la
policia detiene
a mujeres que
ejercen la
prostitucion,
un delito que
se descontrolo
por la caida del
comunismo.
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Clarin | DOMINGO 1 de noviembre de 2009
despues del muro
Un nuevo mapa de Europa
Crisis del sueño imperial
La recesión actual y la guerra en Irak expusieron los límites de la UE y su dificultad para ofrecer
soluciones globales. La proliferación de Estados, la vigencia de los nacionalismos y la mutua
indiferencia cultural entorpecen los esfuerzos de coordinación política y económica.
P
Por
Donald
Sassoon
Profesor de
Historia Europea
Comparada de la
Universidad Queen
Mary de Londres y
autor de
“Mona Lisa:
Historia de la
pintura más
famosa del mundo”
y del monumental
“Cien años de
socialismo”.
arece imposible hablar de
Europa sin usar la palabra
“crisis”. Algunos lamentan
ese perpetuo estado de perplejidad porque sueñan con una Europa federal en la que se olviden las
antiguas diferencias y donde, una vez
descubierta su propia identidad, los europeos forjen su futuro unidos. Otros,
temerosos de una centralización, apegados a sus países y regiones, renuentes a permitir que los “extranjeros”
tengan voz y voto en los asuntos que
consideran propios, se regocijan ante
el constante desorden.
Cada vez son menos los que votan en
las elecciones europeas. Sólo el 43,5%
votó en 2009, la menor cantidad de la
historia por más que se habían incrementado las facultades del parlamento
europeo. Eso resulta aún más sorprendente cuando la concurrencia más baja
a las urnas se registra en los ex países
comunistas, donde nunca habían tenido lugar elecciones libres e imparciales
y donde, cabría suponer, las elecciones
habrían sido una oportunidad de celebrar su flamante libertad. Esa escasa
actividad electoral refleja la decepción
ante la nueva clase política que emergió en Europa central y oriental desde
1989. Es evidente que, tanto en los sectores oriental y occidental de Europa,
a menudo se considera que la UE es
un tema irrelevante para la población.
Para importar, la UE debería tener facultades mucho mayores que las que
posee en la actualidad. Sin embargo,
para adquirir más poder necesita la
buena voluntad de los europeos, con
lo que se establece un círculo vicioso.
El mayor fracaso se encuentra ante
nuestros ojos: la imposibilidad de hablar con una sola voz en los asuntos
económicos e internacionales.
La guerra de Irak constituyó una
instancia particularmente dramática
de la dificultad de establecer una posición europea común. En 2003, cuando
empezó la guerra, los dos países a los
que se considera el eje de la integración europea, Francia y Alemania, no
lograron reunir a la mayoría de los
países europeos en torno de su política
de no intervención. Paradójicamente,
fue un tema en el que coincidió una
clara mayoría de los europeos, aunque
no consiguieron tener impacto en sus
propios gobiernos. Poco después de
que George Bush anunció la “victoria”
(pírrica) en Irak, Europa reconoció, a
través de la ONU, la legitimidad de la
presencia estadounidense en Irak.
La mayoría de los gobiernos de los
estados europeos apoyó a los EE.UU.
Sólo unos pocos permanecieron neutrales y fueron aún menos los que die-
ron muestras de estar en desacuerdo.
Donald Rumsfeld, entonces secretario
de Defensa estadounidense, hizo bien
cuando en una actitud provocativa confeccionó una lista de los miembros de
la coalición europea que respaldaban
a Washington. Esa lista comprendió a
muchos miembros de lo que, de forma
peyorativa, llamó la “vieja” Europa –Dinamarca, Italia, los Países Bajos, Nodmitry lovetsky/ap
sincretismo pop. las tradicionales matriushkas, con la imagen de madonna,
durante uno de los conciertos que dio en moscu, en septiembre de 2006.
ruega, Gran Bretaña, Portugal y España–, así como a los que llamó “nueva”
Europa, virtualmente todo lo que había sido el bloque comunista: Albania,
Bosnia, Bulgaria, la República Checa,
Estonia, Letonia, Lituania, Macedonia, Polonia, Rumania, Eslovaquia,
Ucrania, Hungría y Moldavia. Buena
parte de ese respaldo a los EE.UU.,
por supuesto, fue simbólico. Por otro
lado, la mayoría lo pensó mejor desde
entonces, sobre todo cuando el caos de
la expedición a Irak se hizo evidente,
excepto para los más obstinados.
La crisis económica actual reveló la
completa incapacidad de la Unión Europea de presentar una solución global
para lo que es una crisis global. Exigir
ahora, como hacen muchos políticos,
una respuesta coordinada, no puede
disimular el apoyo que hasta hace muy
poco brindaban a la desregulación.
Entonces, sin embargo, el espíritu que
impulsaba la integración europea fue
siempre la Europa “de mercado” y no
la Europa “social”. La posición dominante que expresaron todos los conservadores y muchos izquierdistas decretó
que los principales obstáculos para el
crecimiento en Europa eran la rigidez
del mercado laboral y el exceso de provisiones sociales, y que la desregulación y la privatización garantizarían el
progreso económico y la estabilidad.
Era la versión europea del consenso
de Washington.
A pesar de los problemas, la UE pasó
de 6 a 27 miembros. Es el tipo de club
al que otros quieren incorporarse y del
que nadie quiere irse, una historia exitosa. Pero como suele suceder, la vida
es más complicada que en los cuentos
de hadas.
En la década de 1960, estar “en Europa” significaba estar del lado de la
prosperidad económica. Eso fue lo
que convenció a los británicos (apenas), los dinamarqueses y los irlandeses de que era mejor estar adentro que
afuera. Luego se sumaron los griegos,
los españoles y los portugueses porque Europa significaba democracia y
progreso. Luego el resto de los países
ricos (Suecia, Finlandia y Austria). Por
último llegó el turno de los ex países
comunistas que aspiraban al capitalismo. Aquí la historia se hace más com-
1991
11 de diciembre. Finalizan las
negociaciones por el Tratado de
Maastricht, en el que los países de
la Comunidad Europea acuerdan
formar la Unión Europea. El tratado
se firmará el 7 de febrero de 1992
y la UE nacerá el 1 de noviembre
de 1993.
21 a 26 de diciembre. La
situación económica en la URSS
se deteriora. Por la escasez de
alimentos, hay racionamiento de
comida en el área de Moscú por
primera vez desde la Segunda
Guerra Mundial. Mientras tanto
la guerra de Yeltsin por desplazar
a Gorbachov del poder no cesa
y disuelve el Tratado de la Unión
de 1922 por el que había nacido
la URSS. Esto fue visto como una
medida extrema para salvar al país
de un colapso económico y fue
muy apoyado por la población.
Gorbachov se convierte así en un
presidente sin país para gobernar.
El 8 de diciembre, Yeltsin había
convocado a las 15 repúblicas
que componían la URSS a unirse
en la Comunidad de Estados
Independientes (CEI). El 26
Gorbachov renuncia y se arría la
bandera roja del Kremlin.
DOMINGO 1 de noviembre de 2009 | Clarin
despues del muro
plicada. En los ex países comunistas,
“incorporarse a Europa” significaba
para muchos incorporarse a Occidente, y eso significaba los EE.UU., y eso,
a su vez, significaba incorporarse a la
OTAN. De ahí la paradoja: una institución pensada para frenar al comunismo (la OTAN) experimentó su expansión más importante tras la muerte del
comunismo. No hace falta decir que la
Rusia poscomunista interpretó esa expansión como una señal de que “Occidente” no sólo estaba contra el comunismo, sino también contra Rusia.
“Incorporarse a Europa” también
significaba para muchos en el este
abrazar el capitalismo, pero no en la
versión del estado de bienestar de Europa occidental, sino la versión más
“robusta” de Reagan, Thatcher y, más
recientemente, de George W. Bush. En
Hungría, Polonia y los demás países
de Europa central, los que trataban de
detener el avance hacia un capitalismo
de libre mercado a menudo eran considerados nostálgicos del comunismo.
Arbol para cada nido nacional
Aquí tenemos una paradoja más.
Cuando los EE.UU. eligen un presidente, Barack Obama, que prometió
adoptar un aspecto, si bien moderado,
del modelo social europeo, los países
del este y centro de Europa desmantelan muchos de los elementos del
estado de bienestar heredado del comunismo. De todos modos, en Europa
no quedan dictaduras (a menos que se
cuente a Bielorrusia), y eso deber ser
motivo de celebración. Pero es prematuro celebrar una unidad europea porque también el nacionalismo –y con
esto me refiero al nacionalismo de los
estados-nación– tuvo éxito. El total de
países europeos experimentó un notable aumento. En 1914 eran veintidós
estados. En 1945 llegaban a veintisiete.
En la actualidad son 42 estados-nación
(más, si se incluye a Turquía y las repúblicas caucásicas). Pueden ser más
si Bélgica se descompone y le sigue
una Escocia independiente. La UE proporciona un árbol cuyas dimensiones
permiten que todos puedan instalar su
nido nacional. En comparación, América Latina es un bastión de solidez en
el que prácticamente no hubo cambios
de fronteras en más de cien años.
Esa proliferación de estados, muchos
de ellos celosos de su nacionalidad, su
identidad, su historia, su bandera, su
himno nacional, su selección de fútbol,
hace que todo intento de coordinación
política y económica sea muy difícil.
Ahora la pequeña Irlanda bloquea el
Tratado de Lisboa (lo que se suponía
iba a ser la Constitución Europea).
Luego llega el turno del peculiar presidente de la República Checa (un fundamentalista de la libertad de mercado).
La crisis actual complicó el problema
de Europa porque algunos de los países más chicos sufrieron más que los
grandes. Por otra parte, un país grande
de Europa central como Polonia des-
cubrió que apenas controla su sistema
bancario, en un 80% extranjero.
Antes había un centro hegemónico,
los EE.UU., que supervisaba el sistema
financiero internacional e imponía su
voluntad. Los EE.UU. siguen siendo
una gran potencia militar y cultural,
pero no tienen la fuerza ni el prestigio
para hacer por el mundo lo que pudieron hacer por Occidente en los años
de la Guerra Fría. Es algo que Obama
entiende a la perfección.
La UE, el bloque comercial más
grande y próspero, no puede ser un
nuevo centro hegemónico. No puede
siquiera formular una política económica, impositiva, policial, exterior, de
seguridad y bienestar común.
La crisis económica actual nos brinda la oportunidad de examinar qué
podría constituir la identidad europea.
Antes, sin embargo, es necesario tener
muy clara una cosa: la identidad europea, al igual que la identidad alemana,
italiana o argentina, no es algo bueno
de por sí. Dado que con frecuencia se
considera que las identidades son algo
gen de modernidad que ofrecieron –y
siguen ofreciendo–, es difícil imaginar
que pueda construirse una identidad
europea fuerte sin una clara demarcación entre Europa y los EE.UU. No
estoy sugiriendo que la oposición a los
EE.UU. sea la base necesaria e inevitable para el desarrollo de una identidad
europea. En un mundo interdependiente, esa hostilidad no sirve.
¿Qué pasa con la cultura? ¿Existe la
cultura europea? Los europeos tienen
un patrimonio cultural común formado por su literatura, que recorrió Europa y llegó luego a buena parte del mundo. Esa cultura elevada es cada vez más
patrimonio común de una clase educada internacional. Pero incluso en esa
esfera prevalece el elemento nacional.
Dante se estudia en la mayor parte de
las escuelas italianas, pero no mucho
en las alemanas, francesas y británicas.
¿Cuánto saben los europeos de la alta
cultura de otros países? En 2008, el Ministerio de Cultura de Francia realizó
una encuesta interesante, si bien también alarmante, en Alemania, Francia
cia con el sector occidental. Durante el
comunismo, el disenso se suprimía,
pero también buena parte de lo que
en Occidente se llama literatura “popular”. Prevalecía lo que se consideraba cultura elevada. Así, en 1965, para
celebrar los 700 años del nacimiento
de Dante Alighieri, la radio húngara
adaptó en tres partes La Divina Comedia. En 1969 le siguió la Ilíada de
Homero. Tras la caída del comunismo,
la cultura “difícil” (vale decir, no Dan
Brown) tuvo que pelear para conservar
un lugar, igual que en Occidente.
Roberto Pfeil/AP
positivo, debemos tener presente que
éstas se conformaron en las sombras,
por oposición a otras. Formar una
identidad significa diferenciarse del
“otro”, de lo que sigue que debe borrarse, eliminarse, exterminarse o encerrarse al “otro”. Es posible tolerar “al
otro”, pero no se puede ser musulmán,
judío o italiano a menos que uno tenga
conciencia de que, al serlo, se diferencia de los que no lo son.
El compromiso con una identidad
europea conlleva el estigma del racismo. Históricamente, Europa no es sólo
el continente de la Declaración de los
Derechos del Hombre. Es también el
del colonialismo, del tráfico de esclavos, de Auschwitz y del Gulag. No podemos celebrar sólo las cosas buenas.
Dada la fuerza de los EE.UU. como
modelo positivo, y ante todo de la ima-
e Italia; alarmante porque el 63% de
los alemanes y el 70% por los franceses eran incapaces de recordar el nombre de algún protagonista de la historia
de Italia anterior a 1900. El 40% de los
italianos y el 32% de los alemanes no
podía nombrar protagonista alguno de
la historia de Francia anterior a 1900.
¡Pobre Napoleón! ¡Pobre Luis XIV!
Sólo el 32% de los italianos y el 29%
de los franceses habían oído hablar de
Hegel, y sólo el 46% de los alemanes
sabía quién era. A pesar de la fuerza
de los partidos comunistas de Francia
e Italia, sólo el 36% de los italianos y el
22% de los franceses sabía quién había
escrito Das Kapital.
No tenemos figuras similares en el
caso del ex bloque comunista, pero los
cambios que se produjeron en el mismo indican que existe una convergen-
Euro, minuto
uno. En Berlin,
poco antes de la
medianoche, Una
mujer abanica
los flamantes
billetes que
entraran en
vigencia con la
moneda comun,
el 1 de enero de
2002.
Barbie Doll por Homero
En Rusia, el público lector de Novy
Mir, el principal diario intelectual de
los años del comunismo, se desplomó,
mientras que la nueva Barbie Doll Magazine vendía millones de ejemplares
en 1996 y florecían las ediciones rusas
de Playboy, Elle y Cosmopolitan. Los
lectores de los ex países comunistas
no se limitaron a ponerse al día con la
literatura disidente que no se les había
permitido leer. También empezaron a
devorar, y con gran placer, lo que hasta
entonces se había calificado de “basura
degenerada estadounidense”.
Los europeos no consumen cultura
“europea”. Consumen su propia cultura y, además, cultura estadounidense.
Tomemos el caso de la música popular. A cada país le gustan sus propios
temas y cantantes y los temas y cantantes estadounidenses (más alguno que
otro británico o latinoamericano), pero
no les interesa la cultura de sus vecinos. Así, en la lista de los diez discos
más vendidos en 2002, en Italia sólo
había cuatro italianos, mientras que el
resto correspondía a británicos o estadounidenses. En abril de 2005, el disco
más vendido en Finlandia fue finés, en
Hungría fue húngaro, y en Francia fue
francés. Si se toman los libros o las películas, la historia es la misma.
Eso, por supuesto, no tiene nada de
malo, excepto que el objetivo de una
cultura común europea se aleja cada
vez más del horizonte.
Por otra parte, ¿hay que construir
una identidad europea? ¿Qué implicaría? El único modelo que tenemos para
ello es la construcción de la identidad
nacional. Eso nos retrotrae al siglo XIX,
cuando la Historia, que acababa de establecerse en la academia, empezaba a
cobrar importancia. Los historiadores,
que durante siglos habían sido lacayos
de los soberanos, cronistas de mentiras, adquirían ahora un papel “democrático” y, con ello, un mercado. Pero,
en todo caso, ¿qué es, en términos históricos, la experiencia común europea?
Es la ausencia de un imperio unificador. Ningún imperio europeo desde
los romanos logró gobernar la totalidad
del continente durante mucho tiempo.
Ascendían. Caían. Países y regiones
seguían en constante flujo. C
1992
2 de enero. Rusia adopta en
forma drástica el capitalismo.
Decreta la liberalización de precios
y la privatización de la economía.
Cuba, que sigue bloqueada por
EE.UU. y ya no recibe ayuda
de Moscú, entra en una crisis
conocida como “período especial”.
2 de mayo. El ejército serbio
bombardea Sarajevo, capital de
Bosnia Herzegovina, y establece
oficialmente un bloqueo. La ciudad
no recibe alimentos ni medicinas.
No tiene agua, electricidad ni
calefacción. Combaten croatas,
serbios y bosnios entre sí.
|21
4 de noviembre. Con el 43,01%
de los votos, el demócrata Bill
Clinton gana la presidencia de
EE.UU. a Bush padre. Asume el
20 de enero de 1993. Clinton
intentará imponer la democracia
representativa y la economía de
mercado en todo el mundo.
Copyright Donald Sasoon
Traducción de Joaquín Ibarburu.
22|
Clarin | DOMINGO 1 de noviembre de 2009
despues del muro
Una memoria postsoviética
La nostalgia y su mejor
modo de empleo
A través del relato de las anuales visitas a su país de origen, la joven ensayista rusa,
radicada en los EEUU, desmenuza las trampas y los peligros políticos de construir
una fábula nacional dorada a partir de un pasado arrasado por la historia.
E
Por
Svetlana
Boym
Ensayista y artista,
autora de “El futuro
de la nostalgia”.
Enseña en Harvard.
Lleva el
blog: www.
svetlanaboym.com
n un diario ruso leí la historia
de un reciente retorno postcomunista. Tras la apertura
de las fronteras soviéticas,
un matrimonio de Alemania regresó para visitar la ciudad natal de sus
padres, Königsberg. Antiguo bastión
de caballeros medievales teutónicos,
Königsberg se había transformado en
Kaliningrado durante la posguerra, un
sitio ejemplar de la construcción estalinista. Una sola catedral gótica sin
cúpula, por la que la lluvia bañaba la
tumba de Emmanuel Kant, seguía en
pie en medio de las ruinas del pasado
prusiano de la ciudad. La pareja alemana dio vueltas por Kaliningrado sin reconocer demasiadas cosas hasta llegar
al río Pregolya, donde el perfume de
los dientes de león y el heno les trajo el
recuerdo de sus padres. El anciano se
arrodilló ante el río para lavarse la cara
con las aguas natales. Tras un aullido
de dolor, se alejó del Pregolya con la
piel ardiendo. “¡Pobre río!”, comenta
con sarcasmo el periodista ruso en su
crónica. “Imaginen cuánta basura y desechos habían sido arrojados en él...”
No es ésta sólo una fábula sobre el
hecho de que nunca nos bañamos en
el mismo río. Nos habla de las infinitas
tentaciones de la nostalgia, que no se
alejan pese a las alarmas, los castigos
físicos y las lecciones de la historia. El
periodista no siente compasión por
las lágrimas del alemán. La nostalgia
es individualista y fuente de desacuerdos. Mientras que la añoranza y el
sentimiento de pérdida pueden compartirse, no ocurre lo mismo con las
imágenes concretas del pasado que
uno elige en interés de una identidad.
La misma ciudad de Kaliningrado-Königsberg podría ser convertida en un
parque temático de ilusiones perdidas.
¿De qué sentía nostalgia la pareja; de
la antigua ciudad o de sus relatos in-
autorretrato doble, 1984; del duo de artistas rusos komar y
melamed. La leyenda dice “Arte socialista”.
fantiles? ¿Cómo se puede sentir nostalgia de un hogar que no se tuvo? El
hombre anhelaba un gesto ritual visto
en las películas. Soñaba con reparar la
añoranza a través de la pertenencia.
Utopía retroactiva
Por haber crecido en la URSS y emigrado a los Estados Unidos a comienzos de los 80, la nostalgia me persigue
y me perturba. Nostalgia (de nostos, regreso a casa, y algia, añoranza, pena)
significa echar en falta un hogar que
ya no existe o nunca existió. La nostalgia tiene un componente utópico, pero
no se dirige al futuro. A veces tampoco
se dirige al pasado sino a un costado.
El nostálgico se siente asfixiado dentro de los límites convencionales del
tiempo y el espacio. A primera vista,
la nostalgia es la añoranza de un lugar
pero, en realidad, supone suspirar por
otra época, la de nuestra infancia, por
los ritmos más lentos de nuestros sueños. En un sentido amplio, es rebelión
contra la idea moderna del tiempo, el
tiempo de la historia y el progreso.
El nostálgico desea borrar la historia
y convertirla en una mitología privada
o colectiva, revisitar aquel tiempo como si fuera un espacio. Sin embargo,
en cuanto tratamos de repararla con
la pertenencia, la aprehensión de la
pérdida con el redescubrimiento de
la identidad, a menudo nos alejamos
y ponemos fin al mutuo entendimiento. Algia, el añorar, es lo que compartimos, pero nostos, el regreso a casa,
es lo que nos divide. Es la promesa de
reconstruir el hogar ideal lo que está
en la base de muchas ideologías influyentes de hoy, tentándonos a renunciar
al pensamiento crítico para reunirnos
en lo sentimental. Analizaré la nostalgia como sentimiento histórico: como
resultado de una nueva comprensión
del tiempo y el espacio que hizo posible la división en “local” y “universal”.
La nostalgia no siempre tiene que ver
con el pasado. Puede ser prospectiva o
incluso virtual.
Durante mucho tiempo tuve prejuicios respecto de la nostalgia. Recuerdo
que, cuando recién había emigrado a
los Estados Unidos en 1981, la gente
me preguntaba: “¿Extraña?” Nunca
sabía bien qué contestar. “No, pero no
es lo que usted piensa”, solía decir. O
“Sí, pero no es lo que usted piensa”.
Llegué aquí como refugiada política
con dos valijas y 90 dólares. Tras una
inspección de seis horas en la frontera
soviética, se me dijo que lo más probable era que nunca pudiera volver a Rusia ni ver a mis padres. Tenía apenas
20 años y quería mirar hacia adelante,
no atrás. La nostalgia parecía una pérdida de tiempo y un lujo. Acababa de
aprender a contestar “bien” de manera
convincente a la pregunta “¿Cómo estás?”, en lugar de las tortuosas consideraciones rusas sobre los insoportables
tonos de gris de la vida.
Sin embargo, pronto me di cuenta
de que a todos esos extranjeros bienintencionados los decepcionaban mis
evasivas y habrían preferido oír un relato estremecedor de sangre en la nieve, como en el film Doctor Zhivago.
Los motivos de mi emigración son
complejos. Me resulta difícil hablar de
ellos sin convertir mi vida en un cuento
con moraleja o una parábola política.
Y no obstante, mi emigración fue política y participé en varias manifestaciones por los derechos humanos (en
general, marchando a la cola) e incluso
1993
1 de enero. Checoslovaquia
se divide pacíficamente en dos
nuevas repúblicas: Eslovaquia y
Checa. En 1989, ese país había
abandonado el socialismo y
adoptado el sistema liberal
burgués sin violencia, en lo que se
llamó la Revolución de terciopelo.
12 de febrero. Fin del apartheid,
sistema de segregación política,
económica, social y racial.
El gobierno sudafricano y el
Congreso Nacional Africano
acuerdan elecciones libres para
el año siguiente. Ganará Nelson
Mandela el 2 de mayo de 1994.
13 de septiembre. Yitzak
Rabin, presidente israelí, y
Yasser Arafat, de la Organización
para la Liberación de Palestina
(en representación del pueblo
palestino), firman la paz ante
Clinton, en Washington. Los duros
de ambas partes, la rechazan.
DOMINGO 1 de noviembre de 2009 | Clarin
despues del muro
le saqué la lengua al monitor de la KGB
en el sombrío 1980, durante los Juegos
Olímpicos de Moscú. Yo conseguí emigrar pero mis padres pasaron siete años
como refuseniks en Leningrado. A mi
padre lo despidieron de su puesto de
ingeniero y tuvo que dejar la presidencia de la asociación de cineclubes, que
era el hobby de su vida. En una reunión
pública de estilo judicial celebrada en
su fábrica, lo culparon de “criar una
hija que era una traidora a su patria”.
Después de eso, comenzó a trabajar
de portero y a aprender inglés. Mi concepción de lo político era entonces una
mezcla de rebeldía contra la coerción
y claustrofobia de la vida soviética (las
hipocresías diarias, las vigilancias, las
jerarquías no escritas que destruían lo
que quedaba de los ideales de justicia,
y el antisemitismo estatal) y un sueño
literario existencialista de liberación.
Esto último lo atribuyo al cineclub de
mi padre, al cineasta Michelangelo Antonioni y a mi escritor argentino predilecto de entonces, Julio Cortázar (traducido y considerado progresista pese
a sus desvíos, como el de haber sido
influido por “un escritor reaccionario,
Borges”, cito del prólogo soviético). Me
gustaba de ellos sobre todo la libertad
para llevar una doble vida y el lujo de
un alejamiento creativo que ese prólogo calificaba de “crítica marxista a la sociedad burguesa”, pero que para mí era
lujo cultural, y no deseaba remediar esa
forma de alejamiento, de vagabundear
por los senderos de lo maravilloso. Sólo
sentía nostalgia por las oportunidades
perdidas, no por los paraísos en la tierra o en cualquier otra parte.
Más tarde, cuando entrevisté a inmigrantes, sobre todo a quienes habían
emigrado en circunstancias personales
y políticas difíciles, advertí que para algunos la nostalgia era tabú: no querían
mirar atrás. Si había un duelo secreto,
era mejor no nombrarlo. Nombrar era
una especie de profanación, era convertir las luchas en algo kitsch, reducir
la pérdida a una frase efectista.
Amor por los detalles
La nostalgia poscomunista es una de
las últimas reacciones al nuevo ciclo
de modernización y globalización. A
la euforia de las revoluciones de terciopelo, el golpe de Estado fallido, la caída
del Muro, los monumentos derribados
y un breve romance con Occidente siguió un rebrote de la añoranza de llevar una vida más estable. A menudo
la nostalgia poscomunista no es local
ni global sino “glocal”. Depende de la
cultura comercial occidental (que llegó como globalismo) y a la vez intenta
cuestionarla.
La nostalgia restauradora está en la
base de los recientes movimientos de
recuperación nacional y religiosa. Presenta dos tipos de argumento: el retorno a los orígenes y la conspiración. La
nostalgia reflexiva no sigue un solo argumento sino que examina diferentes
formas de habitar numerosos lugares
al mismo tiempo. Ama los detalles, no
los símbolos. En el mejor de los casos, puede presentar un desafío ético
y creativo, no sólo un pretexto para la
melancolía de medianoche. Combina
la ironía con el afecto. La nostalgia
quizá sea inevitable, pero no debe ser
irreflexiva. Al pensar en la comunidad
imaginada, debemos distinguir entre
la “memoria nacional” y los “marcos
sociales” de la memoria individual. Los
estados naciones o los grupos étnicos
no deben ser vistos como únicos depositarios de la memoria. Los marcos
sociales de la memoria pueden basarse
en la experiencia urbana y en la experiencia de una generación en particular. La memoria individual y colectiva
es un reservorio de relatos y huellas,
aromas e imágenes. Los marcos sociales de la memoria constituyen hojas de
imperio ruso y sus “esferas de influencia” en los siglos XIX y XX, y por la
política exterior soviética extendida por
todo el mundo.
Regresé a Rusia en 1989, hace hoy
veinte años, y volví cada verano en los
siguientes diez años, colaborando con
revistas políticas y programas de televisión que intentaban tender puentes en
lugar de levantar murallas. El equivalente ruso de 1989 fue agosto de 1991,
un acontecimiento singular en la historia postsoviética en el que se produjo
una auténtica protesta política (no una
nacional) contra el golpe que pretendía
poner fin a las reformas de Gorbachov.
En aquel momento, la protesta que
surgió de la vigorosa cultura política
de la glasnost y la perestroika (vocablos
rusos internacionales de hace veinte
años) pareció haber detenido el golpe
y modificado el rumbo de la historia
GENTILEZA FUNDACIoN MARCH
de LA SERIE LURIKI,
1970-80; del
artista Boris
Mijailov. Fotos
blanco y negro
coloreadas.
Estas obras de
arte conceptual
durante la era
sovietica fueron
exhibidas en
la Fundacion
March, de
Madrid, en 2008.
ruta para los viajes y los desvíos individuales, no una “calle principal” de una
sola mano. La memoria nacional, en
cambio, traza relatos y huellas dentro
de una historia única con un clímax,
desenlace y olvido selectivo.
Me obsesiona el hecho de que 1989
se interprete de modo diferente en
2009 en Rusia y en Europa oriental/el
resto del mundo. En la opinión pública
oficial de Rusia, no hay motivo para el
festejo. El presidente/primer ministro
ruso Vladimir Putin destruía los archivos de la Stasi en momentos en que se
desmoronaba el Muro (en calidad de
teniente de la KGB) y más tarde calificó de “catástrofe” la caída del Muro
y el fin de la Unión Soviética. La religión política rusa hoy está empapada
de nostalgia restauradora –por el gran
rusa. Pero este acontecimiento se vio
opacado por los sucesos de 1993 y luego fue borrado por el siglo XXI. Esa
transformación de la opinión pública
no fue del todo espontánea y en parte
tuvo lugar con la ayuda de los así llamados “tecnólogos políticos”, quienes
comenzaron a moldear las noticias en
Rusia con el cierre de la mayoría de los
canales de TV no estatales. En 2001 los
protagonistas del hecho que habían
sido entrevistados diez años antes no
confiaban en sus propias palabras, no
recordaban bien lo sucedido, le restaban importancia como protesta política
y subestimaban su potencial para crear
un futuro democrático diferente.
Al pensar en los sueños pasados
sobre el futuro, recuerdo que, la primera vez que volví a mi ciudad natal,
Leningrado/San Petersburgo, recorrí
las plazas con juegos infantiles. Los
chicos del barrio jugaban montados
sobre pequeños Sputniks despintados
que habían aterrizado allí hace tres
décadas. Recordé que lo primero que
habíamos aprendido a dibujar en el
jardín de infantes en los 60 eran cohetes. Siempre los dibujábamos en
mitad del lanzamiento, ascendiendo
relucientes con una estela de fuego en
la cola. Los cohetes de la plaza se parecían a esos viejos dibujos, sólo que
se los usaba como tobogán, para descender, no para ascender, aunque esto
no arruinaba la diversión. Habían sido
fabricados en la eufórica era de la exploración espacial soviética, cuando el
futuro parecía brillante y la marcha del
progreso, triunfal. Acaso a falta de una
alternativa, los chicos seguían jugando
en esas ruinas futuristas de otra época
que parecían tan anticuadas. En las
plazas de los nuevos ricos, los juegos
han sido actualizados; flamantes cabañas de madera con elegantes torres de
estilo folclórico ruso reemplazaron a
los cohetes futuristas del pasado.
El siglo XX empezó con una utopía
futurista y terminó con nostalgia. La
preocupación por el futuro no está de
moda. Como contrapunto de nuestra
fascinación por el ciberespacio y la aldea global virtual, hay una epidemia
no menos global de nostalgia, la añoranza de una comunidad con memoria
colectiva. Los nostálgicos a menudo se
sienten obligados a decir qué es lo que
añoran: otra ciudad, otra época, una
vida mejor. La nostalgia impregna las
ideologías nacionales y la cultura popular de fines del siglo XX, en las que
con frecuencia se usan los avances tecnológicos y los efectos especiales para
recrear visiones idealizadas del pasado.
La globalización fomenta el apego local; la nostalgia reaparece como defensa ante nuestro acelerado ritmo de vida
y los cataclismos históricos.
En viajes posteriores a Rusia a lo
largo de los 90 –una década de Rusia
ahora recordada e interpretada de modo equivocado, durante la cual se abrieron muchas opciones de desarrollo–,
pude presenciar muchas representaciones experimentales interesantes de
la historia. Esa vigorosa cultura pública
de los 90 está casi olvidada. Pero eso
no tuvo que ser así y el futuro ruso no
estaba ni está predeterminado por el
relato nostálgico y el autoritarismo rusos, que a menudo pueden convertirse
en una profecía autocumplida. Creo en
la pluralidad interior de las culturas,
no en los muros impenetrables entre
ellas. Por eso, al conmemorar este aniversario de la caída del Muro de Berlín
y de mi regreso a Rusia, siento cierta
nostalgia, no por el pasado que fue sino por los futuros que pudieron haber
sido y por las muchas oportunidades
perdidas para nuestro presente. C
1994
4 de octubre. Con un guiño
permisivo de Occidente y el
Grupo de los 7, Yeltsin ordena
bombardear el Parlamento. Lo
había disuelto el 22 de septiembre
para llamar a elecciones
legislativas en diciembre y crear
un nuevo Congreso. Pero los
diputados se resistían. Con el
bombardeo los venció. Antes,
el 22 de marzo, había disuelto el
Soviet Supremo y en abril llamó
a un referéndum para modificar
la Constitución: la nueva será
Carta Magna y de carácter
presidencialista.
|23
15 de abril. Nace la Organización
Mundial de Comercio (OMC) en
reemplazo del GATT, acuerdo de
aranceles que regía desde 1945. En
consonancia con los intereses de
los países ricos, tuvo por objetivo
“liberar” los servicios, patentes y
estructuras estatales.
Copyright Svetlana Boym.
Traducción de Elisa Carnelli
24|
Clarin | DOMINGO 1 de noviembre de 2009
despues del muro
Los efectos en América Latina
Obligados a imaginar
“otra realidad posible”
La desaparición del bloque soviético neutralizó la utopía socialista e impuso un
estilo de vida único y sin valores altruistas. En repliegue y sin dirección, la
izquierda latinoamericana dejó de lado su histórico optimismo para concentrarse
en restañar una esfera pública dominada por el éxito individual y el mercado.
L
Por
Emir
Sader
Profesor de las
universidades
de San Pablo y
del Estado de
Rio de Janeiro.
Es secretario
ejecutivo de
CLACSO y
coordinador del
Laboratorio de
Políticas Públicas.
“El nuevo topo.
Los caminos
de la izquierda
latinoamericana”,
(Siglo XXI) es su
último libro.
afp
a caída del muro marca el cierre del período abierto por la
Revolución Bolchevique de
1917, la cual –para decirlo en
palabras del filósofo George Lukacs–
planteó el socialismo como un tema
de “actualidad histórica”. Las luchas
revolucionarias, aun en la periferia retrasada del sistema capitalista, tendrían
entonces el socialismo como objetivo.
El paso del capitalismo a su fase superior, el imperialismo –según el clásico
análisis de Lenin, confirmado por las
dos guerras mundiales, ambas interimperialistas– constituía una cadena
mundial que articulaba todas las sociedades. La Revolución Bolchevique se
explicaba en esa lógica y se veía como
posible “saltar etapas”, construir una
revolución anticapitalista dirigida por
el proletariado.
“Revolución socialista o caricatura
de revolución”, dijo décadas después
el Che Guevara sintetizando el significado de la actualidad de la revolución
socialista. Los grandes debates de la izquierda se daban entonces alrededor
de las estrategias etapistas o socialistas, reformistas o revolucionarias, parlamentarias o insurreccionales, pero
siempre en dirección al socialismo. El
tema del poder y la profundidad que
deberían tener las transformaciones
una vez alcanzado el objetivo, también
estaban en el centro de esa discusión.
El proceso chileno a comienzos de
los años 70 es un claro ejemplo. Se
discutían las vías de construcción del
socialismo, pero no el sistema en sí. Si
bien Salvador Allende triunfó con sólo
el 34% de los votos, puso en marcha
un programa radical que expropiaba
a las 150 corporaciones más grandes
instaladas en Chile. ¿Cómo destruir al
capitalismo y construir el socialismo
sin contar con la mayoría del país?
marcha antiglobalizacion. manifestantes agitan banderas en el foro
de porto alegre, contraparte del foro de davos, en enero de 2003
1989 y sus consecuencias inmediatas –el fin del campo socialista y de
la Unión Soviética– hicieron que el
mundo ingresara en un nuevo período histórico. Se terminó la etapa de la
bipolaridad y el socialismo desapareció
de la agenda mundial. A esto se sumó
la adhesión de China a la economía
de mercado; el giro de Cuba hacia
una situación de defensiva durante su
“período especial” y, en el campo de
la izquierda, a tener como prioridad la
lucha antineoliberal.
Repliegues en la izquierda
Este nuevo período se caracterizó además por pasar de un ciclo largo expansivo del capitalismo a un ciclo largo
recesivo y por saltar de la hegemonía
de un modelo regulador (o keynesiano
o de bienestar social, como se lo quiera
llamar) a un modelo neoliberal, desre-
1994
1995
Diciembre. Al desintegrarse la
Genocidio. En julio, el ejército
URSS, Chechenia, una provincia
de Rusia (no eslava y musulmana)
declara su independencia de la
Federación Rusa. Yeltsin rechaza
esta pretensión y envía el ejército
para aplastar el movimiento en
Grozny, la capital chechena.
serbio junto con el grupo
paramilitar “Los escorpiones”
asesina a 8.000 bosnios en
Srebrenica, que había sido
declarada “segura” por la ONU.
La “limpieza étnica” tuvo como
blanco a los varones musulmanes
gulador. La combinación de esos tres
virajes –todos de carácter regresivo–
hicieron que la izquierda pasara de un
protagonismo esencial a una posición
de repliegue y pérdida de la iniciativa.
Su nueva cara apareció con el Foro
Social Mundial, en San Pablo, que levantó una consigna minimalista si se la
compara con las del socialismo: “Otro
mundo es posible”. No se menciona
qué mundo sería ése aunque se deduce que se trata de uno antineoliberal
aunque no necesariamente anticapitalista. En estas consignas la referencia
al capitalismo desaparece aunque se
hace referencia directa a la mercantilización del mundo –“Lo esencial no
tiene precio”–, característica central del
capitalismo en los análisis de Marx.
Con el Muro cayó también una determinada manera de interpretar el
mundo. En la era bipolar había dos in-
terpretaciones en disputa: una consideraba que la contradicción fundamental
en el tiempo contemporáneo era capitalismo o socialismo; la otra creía que
era democracia o totalitarismo. Con la
victoria del bloque occidental triunfó
también su versión del mundo y la democracia liberal pasó a ser sinónimo
de “democracia” mientras la economía
capitalista se volvió equivalente a “la
economía”.
El tamaño de la derrota y los retrocesos para la izquierda han sido enormes
y, al mismo tiempo, difíciles de mensurar concretamente. Basta decir que
la llamada globalización se ha erigido
en algunos de sus aspectos fundamentales sobre esos reveses. La incorporación al mercado mundial de territorios
que estaban parcial o totalmente sustraídos de esa órbita, como China, los
países del Este europeo o Rusia.
Las empresas estatales fueron masivamente transferidas al mercado mediante extensos y acelerados procesos
de privatización. Recursos naturales
como el agua fueron mercantilizados
y pasaron a manos privadas. Los derechos a la salud y la educación se transformaron en bienes negociables en el
mercado. Los Estados planificadores se
redujeron al mínimo. La apertura de
los mercados debilitó las soberanías
nacionales. La mayor parte de los trabajadores dejó de tener seguridad en
sus contratos de trabajo.
Víctimas privilegiadas de este nuevo
período fueron la clase trabajadora y el
movimiento sindical; el socialismo y
las fuerzas de izquierda; el Estado y los
partidos; la planificación económica y
las soluciones colectivas. El individualismo posesivo, el mercado, el egoísmo, el consumismo, los shopping-centers, el éxito individual, el modo de vida
norteamericano, las grandes marcas,
1996
bosnios pero asesinaron también
a niños y ancianos. Cientos de
bosnias fueron violadas. Ese año
termina la guerra con el Tratado de
Dayton. La ex Yugoslavia se dividió
en Bosnia Herzegovina, Croacia,
Kosovo, Macedonia, Montenegro,
Serbia y Eslovenia.
Triunfo talibán. En septiembre,
tras 9 años de luchas entre los
señores de la guerra, toman el
poder los talibán liderados por el
mullah Omar, e imponen la ley
islámica en Afganistán. Gobiernan
hasta 2001, cuando son atacados
por EE.UU. y la OTAN.
DOMINGO 1 de noviembre de 2009 | Clarin
despues del muro
|25
Economía
las empresas como símbolo del dinamismo económico, entre otros valores,
pasaron a constituir el nuevo modelo
hegemónico. El neoliberalismo se volvió dominante no sólo como política
de gobierno, sino como modelo, como
valores, como forma de vida.
En ese marco, ¿qué es lo que caracteriza a la izquierda del siglo XXI, la
posterior a la caída del Muro? Antes de
todo, ser antineoliberal. El neoliberalismo representa la forma más desarrollada de capitalismo pues promueve a
su nivel más alto la mercantilización,
la transformación de todo en mercancía, la conversión del mundo en un
lugar donde todo tenga precio, todo se
vende, todo se compra. Es el modelo
hegemónico que articula a todo el sistema económico, político e ideológico
de poder mundial. ¿Qué significa ser
antineoliberal?
No solamente oponerse y resistir a
las políticas neoliberales sino desmercantilizar, afirmar derechos contra la
competencia, construir la esfera pública en contra de la esfera mercantil. En
América Latina es donde la nueva izquierda posmuro de Berlín más se ha
desarrollado. Es aquí donde el neoliberalismo tuvo su cuna. Aquí los gobiernos de esa tendencia se multiplicaron
más y en forma más radical. Nuestra
región reaccionó frente a las graves
consecuencias de esas políticas eligiendo, desde 1998, el mayor número de
gobiernos progresistas de su historia.
Tienen diferencias en sus políticas, pero todos se caracterizan por dos rasgos
esenciales: elegir los procesos de integración regional por sobre el Tratado
de Libre Comercio con Estados Unidos
(ALCA) y dar prioridad a las políticas
sociales.
Esta nueva izquierda nacida de la
reacción al neoliberalismo tiene diferencias en su interior: están los relativamente moderados, como Brasil,
Argentina, Uruguay, Paraguay, El
Salvador, Nicaragua; y los más radicalizados, Cuba, Venezuela, Ecuador y
Bolivia. Pero todos se plantean la superación del neoliberalismo, algunos
para construir modelos posneoliberales, otros como vía para el socialismo
del siglo XXI. Se trata de una izquierda
que se dio cuenta de que no basta con
resistir, denunciar y protestar- tareas
de quien se opone a un mundo dominado por el poder de las armas, el
dinero y el monopolio de la palabra-,
sino también que hay que construir
el “otro mundo posible”, para lo cual
hay que disputar hegemonía, innovar
en proyectos y vías, lanzarse a recrear
la izquierda del siglo XXI para que los
reveses hayan sido tropezones y no caídas, y las lecciones sirvan para avanzar
en lugar de seguir llorando sobre los
muros caídos. C
Especulación financiera,
o el triunfo de la distorsión
Pese a los logros conseguidos en los 90, la región debe comprometerse
con la distribución de riqueza y corregir sus opciones de finanzas.
L
Por
Ricardo
Ffrench-Davis
Economista.
Profesor de la
Universidad de
Chile y Premio
Nacional de
Ciencias Sociales
y Humanidades
2005 en Chile.
Su último libro es
“Reformas para
América Latina
después del
fundamentalismo
neoliberal”.
afp
a caída del Muro fue un triunfo relevante de la lucha de
los demócratas por la libertad. Y llevó a hablar del “fin
de la historia”, con predominio de la
democracia y el mercado. Hoy, sabemos, estamos al medio de la historia,
enfrentados a los efectos de una crisis
financiera global, con crecimiento económico mediocre y excesiva desigualdad en Latinoamérica.
Para los centros de poder determinantes, el “triunfo del mercado” despejaba el camino para una versión extrema. Surgió el llamado Consenso de
Washington (CW) o neo-liberalismo.
La caída del Muro le dio fuerza adicional a la tendencia que, con diversas variantes, avanzaba veloz en la enseñanza económica en EE. UU. Lo que pudo
ser el triunfo de una versión de mercado en favor del desarrollo productivo,
con el eje en la equidad, se transformó
en un enfoque que privilegió la dimensión financiera sin regulaciones, focalizada en el corto plazo u overnight y
en ganancias especulativas. Hubo en
estos años un exceso del financierismo
en detrimento del productivismo.
América Latina obtuvo algunos
logros importantes. Derrotó la hiperinflación, con inflación moderada y
baja en la mayoría de los países desde
mitad de los ‘90. Muchos exhibieron
superávit fiscales primarios y una expansión de las exportaciones superior
al resto del mundo. Pero si se comprende bien el papel de la economía,
-proveer bienestar para la gente-, el
CW fracasó. La región requiere de un
vigoroso crecimiento, que además se
centre en los trabajadores y las pymes,
con progresivas mejoras en la distribución del ingreso.
En estos dos decenios, salvo excepciones, el PBI apenas subió 3,3%
promedio anual, con lo cual no logra
acortar distancias significativas. Y ese
crecimiento mediocre fue regresivo,
con salarios estancados y en situación
de gran precariedad. Por eso hemos
planteado con persistencia la urgente
necesidad de una “reforma de las reformas del CW”; para avanzar hacia
un crecimiento con equidad. Y deben
ser correcciones radicales.
pan y trabajo. un desempleado brasileño grita su protesta, durante las
manifestaciones en el foro social de porto alegre, en enero de 2001.
Por una parte, destaco el modo de
hacer macroeconomía. No tiene sustento decir que la región lo hizo muy
bien en la escala macro y falló al nivel
micro.
En ambas dimensiones se requieren
hondas correcciones. Tenemos tipos
de cambio muy inestables, negativos
para la inversión productiva; esa es
una falla macro. Y tuvimos una macroeconomía con muchos altibajos en
la demanda agregada, o capacidad de
gasto del conjunto de la economía; otra
falla macro. Graves altibajos tuvieron
lugar en estos 20 años. Si se grafica la
marcha de la demanda interna y el tipo
de cambio real parecen una “montaña
rusa”. Se trata de un ésimo escenario
para un emprendedor y para el empleo
1999
2004
2008
23 de noviembre. Multitudes
Ampliación de la UE. El 1 de
7 de agosto. Georgia intenta
de jóvenes de varios países e
ideologías se reúnen en Seattle
(EE.UU.) para manifestar contra
la cumbre de la OMC donde se da
cita el poder económico mundial.
Es la primera de una serie de
protestas contra la globalización.
mayo se incorporan República
Checa, Chipre (sólo la parte grecochipriota), Eslovaquia, Eslovenia,
Estonia, Hungría, Letonia, Lituania,
Malta y Polonia, ampliándose la
cantidad de miembros a los 27
países actuales.
de alta calidad.
Por otro lado, tenemos un mercado
de capitales muy intenso en inversión
financiera overnight, y uno muy débil
para quien invierte en equipos, maquinarias e innovación. En Corea, China,
EE. UU. y Europa se hicieron vigorosos segmentos de largo plazo y sistemas de garantías innovadoras.
La crisis global condujo a una revisión de paradigmas. El mundo, en su
institucionalidad económica internacional, y nuestros países, en sus estrategias nacionales, tienen la oportunidad de acentuar las correcciones que
ya se observan en algunos casos, para
cambiar el foco hacia economías más
eficaces en proveer más bienestar y
progresivamente más equitativas. C
la recuperación de la república
prorrusa de Osetia del Sur,
de un grupo étnico distinto, e
independizada de facto desde
1992, como consecuencia de la
desintegración de la URSS. Apoyan
a Osetia, Abjasia y Rusia.
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Clarin | DOMINGO 1 de noviembre de 2009
despues del muro
La Argentina en 1989
El país, ensimismado
Concentrado en su propia agenda de deudas con el pasado, inflación y marginalidad, el país
no estuvo en condiciones de sintonizar con las transformaciones que nacían en Europa.
H
Por
Beatriz
Sarlo
Ensayista
argentina;
fue profesora
de Literatura
Argentina en
la UBA. Es
autora de libros
sobre literatura
y estudios
culturales. El
último es “La
ciudad vista.
Mercancías y
cultura urbana”.
ay momentos en que un social, económica y política. O sea que tado. Todo sucedía en una atmósfera lita, demostraba ser en 1989 un país
país, o incluso un conti- el primer semestre de 1989 encontró oscura y angustiosa.
profundamente marginal, sustraído
nente, queda lejos del cau- a la Argentina vuelta hacia adentro.
En julio, Menem asumió por antici- de la gran escena política e ideológica,
ce por donde transcurre la Un país ensimismado, que se sentía pado como presidente. La hiperinfla- cultural y económica de la década sihistoria. A esa región distante no llega excepcional en sus desgracias, había ción persistió, pero el cambio de go- guiente. Ser marginal no siempre es
lo que Hegel llamó, contemplando a perdido toda posibilidad de prever el bierno, con la salida de un presidente un obstáculo para el cosmopolitismo;
Napoleón en Jena, el “alma del mun- futuro inmediato y, sobre todo, no le débil y la entrada de un presidente a pero puede serlo si la marginalidad se
do”. Una nación permanece ensimis- interesaba lo que estaba sucediendo en quien no se lo responsabilizaba de la potencia en situaciones extremas comada en sus conflictos, sus peculiari- otra parte.
crisis, produjo una especie de descom- mo las que se estaban viviendo aquí.
dades o su decadencia, mientras otras
Se olía la decadencia y la disgrega- presión. Sin embargo, el orden econó- No había inclinación ni disponibilidad
dan la impresión de seguir un impulso ción. En junio, los dos últimos minis- mico no se restableció de inmediato y ideológica para percibir los hechos de
que conduce al futuro. Sin embargo, tros de Economía de Alfonsín se su- la moneda siguió devaluándose.
Berlín como hechos contemporáneos
la grandiosa imagen de Hegel plantea cedieron, fracasando ambos vertiginoEn noviembre, cuando cae el Muro a la crisis local.
la dificultad de descubrir, en el corto samente. La hiperinflación había des- de Berlín, hace crisis el primer plan y
Las temporalidades y los espacios
plazo del presente, cuál es verdade- trozado la capacidad adquisitiva de los el primer gabinete económico del nue- se bifurcaban y el país no era contemramente la dirección de esa corriente salarios y, lo que es muchísimo más vo gobierno. El mercado se vacía de poráneo de esos hechos. Más que a la
principal, si es que ella existe.
grave, había pulverizado la existencia muchos productos y la hiperinflación caída del Muro, el imaginario remitía
El concepto mismo de historia uni- misma de moneda, valor y precio.
continúa su socavamiento devastador a la República de Weimar, si es que
versal queda en cuestión, porque no
En ese invierno del cono sur, comen- de los lazos sociales. En este marco, los quedaba lugar para alguna imagen hissiempre hay un solo tiempo, un úni- zaron los saqueos a pequeños negocios argentinos observan en sus aparatos de tórica. 1989 fue entonces un año sin
co presente, sino tiempos
otra promesa que la de un
diferentes en espacios difecambio de gobierno, que
dyn
rentes. Diversos presentes
despertó esperanzas luecoexisten y se ignoran. La
go defraudadas, el año en
temporalidad es un probleque la Argentina conoció
ma y no el método sencillo
la fuerza inexorable de
para ordenar los hechos. A
los lazos que la unían a
pesar de la globalización
los países marginales y
mediática, los hechos están
pequeños. Dos temporalocalizados y se experimenlidades: la caída del Muro
tan con la materialidad de lo
representó el capítulo final
próximo.
de los socialismos reales y
A comienzos de 1989, la
la emergencia de nuevas
Argentina se regía por un
configuraciones culturacalendario que no se acomles europeas, como si el
pasaba con el europeo. El
futuro hubiera dispuesto
año se inició con la toma
que su meridiano pasara
de La Tablada, un episodio
por el norte del mundo
guerrillero de arquitectura
y fijara allí su cenit. En
ideológica extremadamente
el sur, mientras el Muro
confusa, táctica disparatada
caía, también caían en pey objetivos inalcanzables.
dazos los fragmentos de
Realizando una torsión que
un imaginario que había
podría llamarse carnavalescolocado a la Argentina
ca si no hubiera producido
en un espacio imaginariamuertes, se fingió un copaamistades. el ex presidente carlos menem junto a su entonces par de los ee. uu., George Bush (padre).
mente contiguo a Europa.
miento militar golpista para
Los saqueos, en cambio,
evitar una insurrección sucolocaban al país en su
puestamente inminente. En el curso y mercaditos de los suburbios, un li- televisión la caída del Muro.
verdadera geografía latinoamericana.
de las horas, esta ficción cayó y el ejér- breto desconocido hasta entonces. Los
La capacidad colectiva para interesarEn 1989 se inaugura aquí el relato
cito se dedicó a reprimir salvajemente medios mostraban las imágenes de ve- se en aquello que sucedía en Alema- anti-utópico de la necesidad económia los atacantes civiles. Responsable cinos armados para proteger, desde los nia, cuya trascendencia era planetaria ca que gobierna con la ley férrea e indel diseño de toda la operación fue techos, sus negocios y propiedades. No tanto en términos políticos como ideo- visible de los mercados. Menem era el
Enrique Gorriarán Merlo, dirigente se trataba de vecinos prósperos, sino lógicos, estaba debilitada por la intensa hombre del momento y, contradicienguerrillero del Ejército Revolucionario de los pequeños comerciantes de los concentración en un proceso local que do todo sentido fraternal, la sociedad
del Pueblo y figura mítica de la lucha barrios pobres, que temían los asaltos destruía las bases mismas de la vida argentina decidió aceptar que para salarmada de inspiración trotskista. El y la violencia atribuida a quienes llega- cotidiana. Reconocer la trascendencia var una parte podía aceptarse el sacrifiataque al regimiento de La Tablada es ban desde las villas miserias y los para- de lo que sucedía en Berlín requería cio de otra. La democracia nunca pueuna especie de emblema tardío, fuera jes todavía más desesperados.
una forma de distanciamiento que de ser solamente realismo político. Sin
Es difícil pasar por alto la insegu- la mayoría no estaba en condiciones embargo, en los noventa el realismo
de época: el 23 de enero de 1989 giraba
hacia atrás, hacia los copamientos gue- ridad real y simbólica de un proceso de tomar: concentrada en su propia político fue el único rostro no sólo del
rrilleros de 1974 y 1975. A comienzos de esta naturaleza. Se vive en una disolución, la Argentina sólo podía régimen menemista sino de quienes
de 1989, la Argentina parecía atrapada realidad opaca que ha perdido los sig- mirar los sucesos europeos como algo tuvieron la suerte de no ingresar en el
en una telaraña de recurrencias y, más nos con los cuales se la conocía. Las remoto, quizás importante pero que creciente tumulto de los desocupados,
que mirar hacia el futuro, el país pare- consecuencias no sólo eran, previsi- no la tocaba. Por supuesto que, si se los marginales y los miserables.
blemente, que los pobres fueran cada revisa la prensa y las intervenciones
cía preso en los conflictos del pasado.
Tanto como en Alemania, en 1989
Pocos días más tarde, en la primera vez más numerosos, sino que vastos intelectuales, se encontrarán reper- se abrió una década, pero fue nuestra
semana de febrero, una corrida cam- sectores de capas medias no estuvie- cusiones similares a las publicadas década horrible. Tanto como en Alebiaria de magnitud insólita destruyó la ran en condiciones de saber si, ese en los diarios de todo el mundo. Pero mania, era difícil prever en Argentina
moneda que entonces se llamaba “aus- mismo día, se convertían en pobres. no me refiero aquí al dispositivo de in- las transformaciones gigantescas que
tral”. Si lo que sucedió después fue po- El dinero había dejado de ordenar los formaciones sino a las condiciones de definieron, aquí y allá, naciones dissible, lo fue porque la experiencia de la intercambios cotidianos. Y, en las lectura y de asimilación de los hechos. tintas e inesperadas, no inscriptas en
hiperinflación arrasó como un venda- economías capitalistas, la ausencia La Argentina, que siempre se pensó a el pasado sino anunciando, con signo
val funesto todas las formas de relación de dinero implica la ausencia de Es- sí misma como una nación cosmopo- diferente, el futuro. C
DOMINGO 1 de noviembre de 2009 | Clarin
despues del muro
|27
ap
1961. “el mayor proyecto de la posguerra”,
según lo llamó Andreas Huyssen. En agosto, en el cruce de
la Wildenbruchstrasse y la Heidelbergerstrasse, vecinos de
Berlín Oeste (a la derecha) observan perplejos a los obreros de
un barrio oriental levantar el Muro con bloques de concreto.
En una sola noche se alambró el perímetro completo. Y los 155
kilómetros que llegó a medir se completaron en apenas 3 días.
Desde el 45 había regido el libre tránsito entre ambos sectores.
AFP
huella PISARAS ESE RECUERDO. A intervalos
regulares, una simple
placa conmemora la traza de cemento
que separó las dos ciudades. A la
manera de un epitafio, en ella se lee:
“Muro de Berlín: 1961-1989”.
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