Cuando Chávez quiso hacer sonar el escarmiento

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Infolatam: Información y Análisis de América Latina
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miércoles, 11 de noviembre de 2009
EL ANÁLISIS DE INFOLATAM
Carlos Malamud
Cuando Chávez quiso hacer sonar el
escarmiento
Infolatam
Madrid, 10 de noviembre de 2009
(Especial para Infolatam).- "... Ante la incertidumbre que provocan las expresiones altisonantes y
desmedidas de Chávez no es de extrañar la preocupación de Colombia. El gobierno de Uribe ha
manifestado su deseo de resolver las cosas a través del diálogo, pero no habría que descartar
alguna aventura bélica por parte de sus vecinos.
Es verdad lo que señalan muchos analistas de que una guerra entre ambos países es ridícula, sería
impensable y todo lo demás, pero también es verdad aquello de que a las armas las carga el diablo
y los tontos las disparan".
C
uando la primera presidencia de Juan Perón estaba a punto de finalizar, y desde el poder se utilizaban
métodos abiertamente represivos contra la oposición, el presidente argentino escribió en las páginas de un
periódico: "El pueblo debe saber que si se altera el orden, si hay atentado o asesinato, su reacción ha de
dirigirse sobre los verdaderos culpables y dar un escarmiento que, por ejemplar, se recuerde por varios
siglos". Desde entonces la frase de hacer tronar el escarmiento tiene claras resonancias de violencia
política en Argentina.
La intervención de Hugo Chávez en su programa semanal "Aló presidente", del pasado domingo 8 de noviembre, tuvo
características semejantes. La brutalidad con la que el caudillo bolivariano aludió a un probable enfrentamiento bélico con Colombia
no dejó indiferente a nadie. Se puede coincidir o no con las palabras del comandante Chávez, pero quedó claro que no se anda con
medias tintas. Si a comienzos del siglo XXI el entonces embajador de Estados Unidos en Caracas, John Maisto, decía que había
que atender a lo que Chávez hacía y no a lo que Chávez decía, hoy sabemos que esto no es así y que muchas de sus bravatas
terminan convirtiéndose en dolores de cabeza para más de uno.
De ahí la necesidad de atender a los actos y también a las palabras de Chávez. Y éstas, precisamente, fueron bastante
inamistosas, comenzando por aquello de que sí Estados Unidos ataca militarmente a Venezuela utilizando a Colombia y las bases
disponibles en ese país comenzaría la "guerra de los 100 años, y esa guerra se extendería por todo el continente". Y esto sería así
porque "Venezuela no está sola, tenemos un grupo grande de amigos en este mundo... Que nadie crea que una guerra contra este
país será sólo contra Venezuela".
En su estilo habitual y pese a que no le gusta en absoluto que nadie se inmiscuya en lo que el llama los asuntos internos de
Venezuela, que son casi todos, no hizo lo propio con Colombia. Su falta de respeto fue absoluta: "El gobierno de Colombia no está
en Bogotá, ahora está en Estados Unidos... Colombia se entregó. No el pueblo de Colombia, el gobierno y la oligarquía colombiana.
Se entregaron sin vergüenza y sin máscaras". No podía ser de otro modo, ya que en su opinión Uribe y sus seguidores son "simples
lacayos del imperialismo".
Qué debe hacer Venezuela en este contexto. Pues, con la intención de "defender esta patria sagrada que se llama Venezuela" hay
que prepararse para la guerra, a la vez que se debe ayudar al pueblo con el mismo objetivo.
La cuestión de fondo es por qué hizo Chávez sus declaraciones en este momento. Como siempre no hay respuestas sencillas, ya
que hay argumentos relacionados con la difícil coyuntura interna que atraviesa el país y otros relacionados con el flanco exterior.
Internamente no es la primera vez que Chávez agita el banderín del nacionalismo y del antiimperialismo ante grandes dificultades.
El victimismo sirve para aglutinar a sus bases detrás de su liderazgo y también para reducir el nivel de las críticas y el umbral del
descontento.
Las restricciones energéticas y de agua, unidas a crecientes dificultades económicas (la inflación no da tregua) y de abastecimiento
han incrementado el malestar popular. Tras una década en el poder, el discurso de echar las culpas al pasado y a sus predecesores
cada vez tiene menor audiencia. Para colmo, en septiembre de 2010 se convocarán unas elecciones parlamentarias decisivas para
sus planes de reelección.
Externamente hay que mostrar a sus aliados, especialmente a los más leales, a los que han adherido al ALBA (Alianza bolivariana
para los pueblos de nuestra América), que no se ha perdido la iniciativa. Los hechos, sin embargo, muestran otra cosa. La evolución
de la crisis hondureña puede arrojar un desenlace contrario a sus intereses.
El diferendo con Colombia, que esperaba resolver después de la reunión de Unasur y de su Consejo Sudamericano de Defensa,
sigue igual y los colombianos no sólo no se han movido un ápice de sus posiciones iniciales, sino que ni siquiera fueron condenados
por sus pares continentales. Todavía la vieja idea de la soberanía nacional y de la no injerencia pesa demasiado en América Latina,
pese a la retórica de los discursos integracionistas.
Ante tal situación, ante la incertidumbre que provocan las expresiones altisonantes y desmedidas de Chávez no es de extrañar la
preocupación de Colombia. El gobierno de Uribe ha manifestado su deseo de resolver las cosas a través del diálogo, pero no habría
que descartar alguna aventura bélica por parte de sus vecinos.
Es verdad lo que señalan muchos analistas de que una guerra entre ambos países es ridícula, sería impensable y todo lo demás,
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11/11/2009
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pero también es verdad aquello de que a las armas las carga el diablo y los tontos las disparan. Cuando un conflicto comienza a
escalar a veces resulta muy difícil volver para atrás y, en este sentido, la actitud del gobierno venezolano es, cuanto menos,
altamente irresponsable.
Se dice que es la ocasión de que actúen los organismos regionales como Unasur o el Consejo Sudamericano de Defensa. Lula dijo
que mediaría en el conflicto si ambos gobiernos lo solicitan. Sin embargo, hasta ahora, su gobierno ha sido demasiado
condescendiente con las posturas bolivarianas. Es hora de que Brasil se haga oír, tanto da si es potencia o no lo es, tanto da si
quiere ejercer el liderazgo regional o no.
Si las cosas siguen como hasta ahora y Venezuela persiste en su actitud provocativa y amenazante las fracturas regionales
aumentarán y la división hará naufragar cualquier proyecto de integración sudamericana. De prosperar la retórica guerrera, al
menos durante muchos años, los campos de América Latina quedarán yermos por la sal derramada sobre ellos. Y éste será el
legado que el sucesor de Bolívar dejará para la posteridad.
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