SACADA DEL POZO DE LA DESESPERACIÓN Un

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SACADA DEL POZO DE LA DESESPERACIÓN
Un testimonio de restauración de la vida homosexual
Por: Liliana Posso Bonilla
Si no fuera por las cosas que el Señor me ha enseñado sobre mi misma diría que nací
homosexual. Hoy sé que no es así. Nadie nace homosexual. Se nace Varón o hembra, tal como
dice la Palabra. Sin embargo, desde muy pequeña empecé a sentirme como niño, me gustaban los
juegos de niño, prefería la ropa de niño, y me gustaba en ocasiones orinar parada. Esto fue desde
temprano. Luego empecé a sentir cierto tipo de atracción hacía las niñas, me sentía fascinada por
algunas de ellas, sin embargo no había nada sexual en ello, era solo atracción y en ocasiones una
cierta fascinación.
Mi niñez fue normal aunque mi hogar era un tanto disfuncional. Un padre ausente y una madre
sumisa. Él era más bien indiferente con nosotros y solía ser violento con mi madre en términos
verbales. Lo cierto fue que desde muy temprano establecí muy dentro de mí un parámetro, no
quería ser como mi madre, no quería ser débil y que un hombre me gritará como él lo hacía con
ella. Con mi padre la relación también fue muy distante, no hubo nunca dialogo, él era profesor y
salía en las mañanas y regresaba en las noches cuando ya mis hermanos y yo dormíamos. Total
nunca recibí de él ninguna afirmación emocional, sólo nos proveía lo material. No quiero seguir
adelante sin aclarar que todo esto ya fue sanado en mi corazón y el Señor me mostró que mis
padres tampoco recibieron nada en sus hogares. Lo cual les impidió dar. Mi madre venía de un
hogar destruido y mi padre fue internado en una institución desde pequeño cuando murió mi
abuelo. Ellos nunca recibieron nada. Por eso tampoco supieron qué darme. Hoy sé que me han
amado y he visto también como Dios les ha restaurado. Sin embargo los niños captan diferente y
lo que yo capté fue un total desamor. Esto causó daño en mi vida emocional. De tal manera que
desde pequeña tomé la decisión inconsciente de no recibir él genero con que había nacido. Era
mejor ser hombre que ser mujer. Y a pesar del poco contacto que tuve con mi padre, tomé de su
identidad lo que pude: mi amor por la vida intelectual, el estudio, la vida docente y muchos otros
rasgos más intangibles.
Ya en la adolescencia esta atracción que sentía por las niñas renació, pero ahora se trataba no de
niñas, sino de mujeres, y muchas de ellas ya abiertas a la vida sexual. De tal manera que accedí a
un tipo de atracción que terminó en el sexo. En esta época yo había empezado una relación con
quien hoy es mi esposo, pero fue más fuerte la pulsión homosexual que mi atracción hacía él y lo
dejé cuando conocí a una chica con la que viví 3 años. En ese tiempo también ocasionalmente
tuve relación con otras mujeres. De tal manera que a mis 23 años ya había vivido todo el proceso
de aceptación de mi vida gay, y ya tenía una pareja estable. Me aceptaba como homosexual y
tenía una vida social en la que no ocultaba mi condición dentro de una comunidad reducida y a la
que pertenecían otras amigas y amigos homosexuales. Era profesora en una universidad de la
ciudad y vivía una doble vida. Porque finalmente no me gustaba que todo el mundo supiera que
compartía mi vida intima con otra mujer. Después de tres años de convivencia con mi amiga,
conocí al Señor. Mi experiencia fue algo sobrenatural, lo cual tendré ocasión de mencionar en
detalle en otro contexto. Lo cierto es que de una vez recibí al Espíritu Santo, y sobre todo una
profunda convicción de pecado. Le pregunté a Dios si mi relación estaba bien para él. Abrí la
Biblia y sin buscar, Dios me dio Romanos 1. Fue algo especial. De inmediato decidí cortar esta
relación. Fue muy doloroso. Solo Dios sabe lo que sentí. Porque mi vida estaba muy atada a la de
ella. Dependíamos mucho afectivamente la una de la otra y habíamos construido un mundo
íntimo propio que nos era agradable. Pero no era agradable a Dios, así que la arranqué de mi
corazón de un solo tirón. Y empecé mi nueva vida. Así como dejé al hombre que hoy es mi
esposo por el hecho de que fue más poderosa mi atracción homosexual, así la dejé a ella porque
fue más poderosa mi atracción a Dios. El amor de Dios ha sido más poderoso que cualquier otra
cosa para mí. ¡Su amor ha sido arrollador!
Su amor me ha sostenido. Pero el arrepentirme no hizo que dejara de ser homosexual. Era ya
cristiana y homosexual a la vez. Al principio fue muy duro, primero yo no quería decirle a nadie
de mi lucha y segundo, tampoco nadie podía ayudarme. Y esto lo corroboré cuando confesé mi
pecado, porque lastimosamente en mi iglesia nadie estaba capacitado para guiarme en el proceso.
No había literatura y los psicólogos no cristianos en su mayoría no veían cual era el problema:
Sencillamente se trataba, según ellos, de ayudarme a aceptar mi condición. Pero yo sabía que esto
no era lo que quería el Señor. Así que empecé a clamar a Dios por mi sanidad. Y ciertamente
empezó un proceso que a pesar de mis 14 años en el Señor aún hoy continua obrando y aunque ya
me siento muy libre de la atracción homosexual aún quedan residuos en mi vida emocional que
están en las manos de mi Señor. Digo residuos en mi vida emocional, porque una de las cosas que
Dios me enseñó es que el homosexualismo no es un problema de la sexualidad, es más bien un
problema de nuestra identidad. Y es esto precisamente lo que puede ser sanado en Cristo.
Al poco tiempo de ser cristiana me casé. Esto trajo una carga más a mi vida. Quería a mi esposo,
pero sexualmente no lograba acoplarme a él para disfrutar de la vida conyugal. Muchas noches
me apartaba a solas para llorar y desahogarme con Dios y me sentía muy infeliz. Pero Dios oyó
mis oraciones y empecé un proceso en donde Dios empezó a revelarme las causas de mi
desorientación. Me mostró como había en mí un vacío de género causado por la mala relación
con mi madre. No acepté su modelo como mujer y me acogí al de mi papá. También me mostró,
muchas veces en sueños, diversos asuntos relacionados con la vida homosexual. Entre ellos me
enseñé que mientras yo dormía, cómo la raíz del homosexualismo es la búsqueda de nuestra
identidad en otros de nuestro mismo sexo. Me suplió también algo fundamental, la posibilidad de
verle a él no sólo como Dios, sino también como Padre. Esto ha sido la parte primordial de mi
sanidad porque él me proveyó el amor paternal que nunca recibí, y muchas veces también en
sueños, ministró a mi alma para que yo pudiera verme como él me veía y a reafirmarme en mi
feminidad. Me ayudó a aceptar mi debilidad como una fortaleza en él. Muchas veces en mis
devocionales me reafirmó en mi identidad como su hija.
Por otra parte me dio un esposo que me ha sabido entender, y quien me ha visto como persona de
valor a pesar de todo. Él me ha reafirmado y sobre todo no ha utilizado mi pasado para atacarme
en mi carácter. Sencillamente me ha tratado siempre como una mujer normal. Hoy tengo dos
hijos que también me han ayudado a desarrollarme como persona y madre y tengo también dos
amigas sin trasfondo homosexual que me han ayudado a ser restaurada en las relaciones con
personas de mi mismo sexo en un ambiente de mucho amor y de pureza.
Mi pasado hoy es sólo eso, un pasado. He querido ser transparente con Dios y conmigo misma y
luchar por poder vivir en santidad total. Creo que el Señor sí lo quiere hacer así con nosotros. Él
quiere limpiarnos y él puede limpiarnos. Hoy puedo testificar que tengo una vida gozosa,
plenamente heterosexual, pero sobre todo plenamente mujer. Porque tal vez no tenga Dios para
todos el plan del matrimonio, ni podemos decir que la restauración plena el sea ser heterosexual.
Más bien la restauración plena es poder desarrollar la identidad que Cristo tiene planeada para
cada uno de nosotros. Esto no nos exime de cargar con nuestra naturaleza carnal, pero sí doy
testimonio de que nos limpia de vivir una sexualidad desorientada. Hoy día yo no lucho contra los
deseos homosexuales, porque se han ido, pero sí lucho con otros aspectos que en general tienen
que ver con el ser plenamente humana. Esto me hace igual de dependiente de Dios que cualquiera
que sinceramente acepte que a diario necesitamos ser redimidos por la sangre del Cordero y
renovados diariamente en su Palabra.
Actualmente sirvo al Señor como docente en una universidad cristiana, apoyo a mi esposo en el
pastoreo de una iglesia cristiana y también trabajo en mi país, Colombia, ayudando a
homosexuales a vencer en Cristo su desorientación sexual.
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