Carmen Párraga Pavón FASES DEL PROCESO DE DEPURACIÓN DEL PROFESORADO DE INSTITUTO Y TIPOS DE SANCIONES BASES LEGALES DE LA DEPURACIÓN FRANQUISTA Para poder ser “corregido, suspendido y destituido” el profesorado de instituto o cualquier otro funcionario docente, el régimen franquista creó una maquinaria depuradora compleja articulada por una normativa legal que, en principio, se caracterizó por dar prioridad, al igual que sucedió en el caso del Magisterio, a la depuración de carácter político, seguida de las cuestiones de tipo religioso o moral y aspectos relativos a la solvencia profesional, aunque a esto último apenas si se le prestó atención. Por otro lado, no existió una legislación represiva específica, sino que fue la misma para todos los funcionarios docentes. Desde el comienzo de la guerra se acometió una acción depuradora que, en un primer momento, se caracterizó por su simplicidad y rapidez de procedimiento, dado que sólo había una única sanción, la separación del servicio para aquellos profesores que de alguna forma se significaron durante la etapa republicana por ideas o por actuaciones contrarias a los principios inspiradores del nuevo régimen. Otro aspecto fue el otorgar a los Rectores de la Universidad poderes especiales para efectuar las depuraciones oportunas antes de comenzar el curso (1936). Además, ni siquiera se previó la posibilidad de defensa por parte del acusado, y los criterios sancionados eran poco claros. Para evitar el desorden, se inició una segunda fase en la política depuradora a raíz de la constitución de la Junta Técnica del Estado y la creación de la Comisión de Cultura y Enseñanza, organismo dependiente de la Junta anterior y cuya función principal era la de ratificar o modificar las sentencias emitidas por las Comisiones provinciales. El Decreto de 8 de noviembre de 1936 estableció el eje periférico de la política educativa depuradora con la creación de las cuatro Comisiones Depuradoras: A) Personal Universitario; B) Profesorado de las Escuelas de Ingenieros y Arquitectos; C) Docentes de Instituto, Escuelas Normales, de Comercio, de Artes y de Oficios, de Trabajo, Inspectores de Primera Enseñanza, Sección Administrativa y, en general, a todos los que dependieran de Instrucción Pública que no estuviesen incluidos en las demás; D) encargada del Magisterio. 1 Por lo que respecta a la Comisión C, se constituyó una en cada capital de provincia, con el gobernador civil como presidente, un profesor de Instituto, otro de Escuela Normal, uno de Escuela de Arte y Oficios o de Comercio y un vecino de la capital. En un principio, desde su constitución, se consideró que debían concluir sus trabajos en el plazo de un mes, aunque después se vio la necesidad de prorrogar dicho plazo. Las principales funciones de estas Comisiones eran: ‐ ‐ ‐ ‐ Reunir los informes precisos sobre las actuaciones políticas y de conducta profesional, social y particular del personal a depurar. Redactar el pliego de cargos. El interesado debe presentar el pliego de descargo en el improrrogable plazo de diez días. Proponer actuaciones como “Confirmación en el cargo”; “Traslado” para aquellos que simpatizaran con partidos nacionalistas; y “Separación definitiva del servicio” en el caso de haber militado en partidos del Frente Popular o en Sociedades Secretas. Más tarde, se autorizaron otras sanciones como “baja en el escalafón”, “inhabilitación para cargos directivos o de confianza”, “suspensión de empleo y sueldo”, o la “inhabilitación para la enseñanza”. Completado el expediente y formulada la propuesta de resolución del mismo, la Comisión elevaría toda esta documentación a la Comisión de Cultura y Enseñanza, la cual propondría a la Presidencia de la Junta Técnica la resolución tomada. Una vez constituido el primer gobierno franquista en 1938, los asuntos sobre depuración pasaron a depender del Ministerio de Educación Nacional. La acumulación de expedientes sin resolver comenzó a provocar cierta desorganización del sistema educativo. Por ello, la Orden de 11 de marzo de 1938 creó una Oficina TécnicoAdministrativa de Depuración encargada de la tramitación de los expedientes, incidencias y recursos procedentes de las Comisiones Depuradoras. Además, se ocupó de la publicación de las resoluciones en los respectivos Boletines Oficiales de la Provincia, facilitando a los afectados el poder recurrir contra la resolución del expediente de depuración por primera vez. La urgente necesidad de depurar a los funcionarios públicos de los nuevos territorios conquistados provocó la publicación de la Ley de 10 de febrero de 1939. Así, se les obligó a que presentasen una declaración jurada en el plazo de ocho días en la que decían si habían prestado adhesión al Movimiento Nacional o a la República; los servicios acometidos; la pertenencia a partidos políticos, sindicatos, masonería…; personas que podían corroborar la veracidad de sus afirmaciones… además, se especificó que los funcionarios sujetos a investigación quedarían suspendidos de sus cargos hasta que se probara su readmisión. Terminada la guerra, las depuraciones continuaron con gran fuerza. Hubo que esperar al Decreto de 10 de noviembre de 1966 para que se declarase la extinción definitiva de las sanciones pendientes de cumplimiento derivadas de la legislación especial de responsabilidades políticas. Las posibles causas de sanción, tipificadas en los textos legales, demuestran que la finalidad de la depuración era fundamentalmente de carácter político, con la intención de prevenir a los institutos de las nuevas influencias ideológicas contrarias al régimen. FASES DEL PROCESO DE DEPURACIÓN 2 1. REQUISITORIA DE PRESENTACIÓN EN EL BOLETÍN OFICIAL DE LA PROVINCIA Y A DOMICILIO A través de una requisitoria firmada por el gobernador civil se obligaba a todo el profesorado a responder, en un plazo de diez días, a los cargos expuestos por la Comisión C. a partir de la Ley de 10 de febrero de 1939 se impuso la presentación de una declaración jurada sobre su actuación política durante el periodo republicano y guerra civil. Quienes no hacían acto de presencia en el plazo fijado recibían la requisitoria en su domicilio de manos de un policía. Y si después de esto tampoco daban señales de vida, eran sancionados con la separación definitiva de su cargo docente. No acudir a la requisitoria era considerado “crimen de guerra” y se aplicaba la sanción de carácter administrativo-laboral prevista en la todavía vigente Ley Moyano. Las causas por las que el profesorado no se presentó al requerimiento eran haber huido ante el temor de represalias; haber fallecido, en cuyo caso se procedía a la concesión de la pensión de viudedad, la cual, en algunos casos, también se otorgó a las viudas de profesores republicanos como un acto de caridad; o estar fuera del domicilio habitual por estar de vacaciones. Estos últimos, cuando volvían a su lugar de origen se encontraron con que se les había separado definitivamente de sus puestos, viéndose obligados a solicitar la revisión de sus expedientes aportando la documentación que justificase su ausencia. Si demostraban que no eran comunistas, masones y no habían tomado parte activa en el bando republicano, se les volvía a habilitar para la docencia, aunque imponiéndoles alguna sanción. 2. DECLARACIÓN JURADA Las Comisiones analizaban las respuestas emitidas por el profesorado en las Declaraciones Juradas, y confrontaban éstas con las informaciones recibidas desde otras instancias como la guardia civil, curas, comisiones de FETE y de la JONS, etc. sobre la actuación de éste. Queda claro que lo que interesaba a los depuradores era descubrir qué profesores y profesoras de instituto habían mostrado simpatía por los franquistas y quienes por los republicanos. Es por ello que el interrogatorio abordaba cuestiones como el tiempo de permanencia en territorio republicano, el grado de implicación en servicios políticos o profesionales, pertenencia a partidos políticos, si luchó en el ejército republicano, etc. Una de las preguntas más vejatorias fue la que instaba a la delación de compañeros y compañeras. Pero este tipo de actuación no fue muy frecuente y, en todo caso, hay que situarlas dentro del régimen de terror que se vivía en esos momentos. 3. PLIEGOS DE CARGOS Las Comisiones Depuradoras elaboran estos documentos. Los cargos más frecuentes eran los que relacionaban al profesorado con ideologías de izquierdas, mientras que el resto de acusaciones, salvo la de no presentarse al requerimiento, tuvieron poca incidencia. La acusación más frecuente era haber pertenecido a un sindicato o partido republicano de izquierdas, con especial incidencia en el caso de profesores, mientras que a las profesoras se les aplicó más el calificativo de “izquierdistas” debido a que la filiación de la mujer a los partidos y sindicatos era minoritaria. 3 Dicho calificativo se aplicó al profesorado por el hecho de haber sido visto en un mitin del partido socialista, izquierda republicana, colaborando en tareas humanitarias con el Frente Popular, comentando las ideas de Azaña…. Este fue uno de los cargos que debió provocar más desconcierto e indefensión, dado su ambigüedad. Además era frecuente asociar “izquierda” con “antirreligiosidad”, “inmoralidad” e incluso “incompetencia profesional”. Otro tipo de cargo menos frecuente era haber estado vinculado a las ILE, ser masón, haber ocupado cargos públicos con el gobierno republicano o defendido del nacionalismo. 4. PLIEGO DE DESCARGOS Estos pliegos mostraron la cara más dramática de la depuración y nos permiten comprender el daño económico, profesional, social, moral y psicológico que este proceso provocó en este colectivo. Un dato llamativo es que no existía más defensa que la ejercida por el propio imputado, con lo cual era esencial la aportación de pruebas que desvirtuaran las imputaciones y apoyaran la defensa, ya que se era culpable hasta que se demostrara lo contrario. Por desgracia, las Comisiones no solían cambiar lo manifestado en el pliego de Cargos. La casuística de los escritos presentados mostraba ciertos rasgos comunes: ‐ Se comenzaba negando los cargos y dando muestras de sorpresa, decepción e incluso indignación ante las acusaciones recibidas. ‐ Cuando los cargos eran evidentes, se les solía quitar importancia o darles una interpretación diferente. ‐ Hubo algún caso en el que se alegó enajenación mental para justificar los cambios experimentados en su comportamiento. ‐ Todos los pliegos de descargo concluían con proclamas de adhesión “Glorioso Movimiento Nacional, al Caudillo, la Cruzada”. 5. PROPUESTAS DE RESOLUCIÓN DE LAS COMISIONES La maquinaria legislativa no fue lo suficientemente precisa a la hora de determinar el tipo de sanción que le correspondía a cada cargo. La gravedad de la sanción dependió de factores como el grado de benevolencia o severidad de los miembros de la Comisión y simpatías o desavenencias entre la persona imputada y los citados miembros. Influían factores como las relaciones personales y sociales entre comisionados y depurados, la influencia de las personas que firmaban los avales favorables, momento en el que se produjo dicho proceso (durante la guerra la dureza sancionadora fue mayor). Una vez que dicha Comisión Depuradora C analizaba los escritos de descargos y la documentación adjuntada a los mismos, así como toda la información recabada, emitía un dictamen y propuesta de resolución del expediente que, enviaba al Ministerio de Educación Nacional para que la 4 Comisión Superior Dictaminadora de Expedientes de Depuración emitiera la resolución definitiva, la cual solía coincidir con la citada Comisión. Finalmente, si no se estaba de acuerdo con la resolución del ministerio, se podía recurrir ante el Juzgado Superior de Revisiones, cuyo juez emitía el veredicto final. Toda esta tramitación provocaba que el proceso durara varios años. La tipología sancionadora era muy diversa, predominó la arbitrariedad y la incongruencia a la hora de establecer las sanciones en función de los cargos. TIPOS DE SANCIÓN La sanción aplicada más frecuente es la “Separación del cuerpo con baja en el escalafón”, la cual fue resolutiva en 329 de los casos; seguida de la “Inhabilitación para el desempeño de cargos directivos, de 2 a 5 años”, siendo ésta la resolución del Ministerio en 106 casos; y el “Traslado fuera de la Provincia e Inhabilitación para cargos…”, en 40 de los casos. En muchas Comunidades Autónomas hubo mayor porcentaje de docentes sancionados que sin sancionar. Otro dato a destacar es que el número de profesores depurados y sancionados fue mucho mayor al número de profesoras depuradas y sancionadas. La mayoría de los cargos presentados por las Comisiones C eran de carácter político, seguidos por los de índole moral y religioso. No existieron diferencias importantes en este particular entre profesores y profesoras. Posiblemente ello se debió a que las profesoras sólo suponían el 13% del total y a que la labor docente en un instituto era más de carácter instructivo que moral. Por el contrario, las maestras fueron significativamente más acusadas por cuestiones de tipo moral o religioso en comparación con los maestros. El estudio de los expedientes ha reflejado menor proporción de mujeres sancionadas con la “Separación”, pero, en cambio, se les castigó más con la “Inhabilitación para Cargos Directivos y de Confianza”, es decir, no se deseaba que las mujeres estuvieran al frente de los institutos y mucho menos que fueran un referente social y laboral para las mujeres. Por lo tanto, se aceptaba que siguieran como profesoras, pero en lugares poco visibles. Según la documentación aportada sobre las fases de depuración, he de decir que efectivamente los cargos que se alegaron atentaron contra la honra y la dignidad de las personas. El hecho de ser considerado un “peligro para la paz social” por el hecho de pertenecer a un partido de izquierda deja patente la falta de nobleza y transigencia que emana de un régimen dictatorial, como tampoco es de extrañar que el interrogatorio al inculpado incluyera cuestiones de índole moral, religioso y político. Imagino también que el hecho de tener que acudir a instancias como la guardia civil, el cura párroco, el director del centro donde se trabajaba, etc. suponía para el imputado un estrés y ansiedad añadidos al proceso. Sin embargo, más difícil y desesperanzador 5 aún sería para aquellas personas que, por las circunstancias que fueran, no tuvieran la posibilidad de encontrar ayuda en ninguno de ellos. Por otra parte, en mucho de los casos, los cargos que se exponían eran significativamente lastimosos para el inculpado debido a la ambigüedad de los mismos. Si somos mínimamente empáticos, es fácil entender que no es plato de buen gusto para nadie ser tachado de persona irrespetable, inconsciente, vicioso, inmoral e indecente, sin poder disponer de pruebas para demostrar el decoro, la rectitud e integridad moral (“Juro por mi honor que no soy jugador, que no me embriago, ni tengo vicio…mi abnegación por mi familia, el no haber dormido una sola noche fuera…”). Además, otra evidencia del pánico y presión del momento es el hecho de los soplos y chivatazos. Lejos de encubrir a los compañeros o conocidos, recurrían a estas prácticas viles, imagino que por diversos motivos: deseo de venganza personal, animadversión hacia la persona, tener una excusa más para dejar evidencia de la lealtad al franquismo, etc. Otro rasgo desgarrador era el margen de tiempo de diez días para presentar declaración jurada, plazo tan breve que en ocasiones el acusado perdía la oportunidad de defenderse, presumiéndose en ese caso que los cargos alegados eran ciertos y proponiéndose la separación definitiva del servicio. Lacerantes también eran las penas impuestas por haber pertenecido a la Masonería o al Comunismo, pues el acusado acababa en la cárcel, además de ser inhabilitado absoluta y perpetuamente para el desempeño de diversos cargos. En definitiva, fuera como fuese, es obvio que con todas estas medidas se pretendía amedrentar, reprimir e intimidar a las personas, lo cual no podía ser de otra manera al tratarse de un régimen totalitario. 6