Datos Académicos: Alumno: Curso: Número:

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Datos Académicos:
• Alumno:
• Curso: 2º Bach. −A−
• Número: 6
• Asignatura: Latín
• Evaluación: Segunda (2ª)
• Tema: Julio César
Índice:
• La Liquidación Senatorial (78 − 69). La Formación De César .
• La Ascensión De César
• César Y Su Tiempo
• Del Regreso De Pompeyo Al Consulado De César ..
• Julio César, El Conquistador
• Dictadura Y ASesinato
• Bibliografía ...
• La Liquidación Senatorial (78−69). La Formación De César
Nacimiento y familia
Julio César (Caius Iulius Caesar) nació en Roma el día 13 de julio del año 101 a.C., aproximadamente. Fue
originario de una vieja familia patricia: la gens Iulia; y de legendaria nobleza de un linaje que se remontaba
hasta el hijo de Eneas, Yule (Iule). Su padre, que fue familia de cónsules, murió en el año 86 sin haber pasado
de pretor.
Aurelia, su madre, que pertenecía a la familia de los Aurelii Cottae, de cuya familia algunos se sucedieron en
el consulado, quedó viuda y madre de César cuando éste tenía ya la edad de quince años; además tenía otra
hija, la que sería abuela del futuro emperador Augusto, a quien educó junto con César teniendo siempre en
cuenta sus deberes del orden de su casa e instrucción de sus hijos: tueri domun et inservire liberis.
A diferencia de las demás gentes de la aristocracia romana, la de los Julios no se contentaba con remontar su
árbol geneañógico a uno de los patres que formaron el primer Senado de Rómulo −el primero de los reyes de
Roma−, sino que explicaba el origen de su nombre a partir nada menos que del de Iulus Ascanius, hijo del
troyano Eneas y <<héroe>> originario de los Julios. Según el relato mítico, sancionado por la autoridad
inapelable de Homero, eso quería decir que la gens Iulia descendía de la diosa Venus (la Afrodita griega).
A partir del matrimonio del entonces todo poderoso Mario, líder del partido popular, con una hermana del
padre de César, Julia, las cosas empezaron a cambiar. César padre llegó a ser pretor y su hermano y su
hermano Sexto alcanzó el consulado. Y así fue como entró esta familia en la nobilitas romana, aunque nunca
fue muy bien aceptada en ella por deberse su ingreso a Mario. De hecho, políticamente, Julio César estuvo
siempre del lado del partido popular, la bestia negra para la vieja oligarquía encabezada por esa nobilitas. Pero
esto no le impediría a César contar con apoyos en el medio nobiliario, gracias, sobre todo, a las relaciones de
su familia materna.
Educación
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César desarrolló gran fuerza física, aunque siempre disciplinada, y se formó como un hermoso muchacho de
ojos negros y expresivos de piel pálida y talla esbelta. Su madre vigiló las diversiones del adolescente, reguló
los juegos, con los que se hizo una especie de atleta resistente, atrevido, vigoroso y sobrio. Los profesores que
ella escogió para él tuvieron la oportunidad de enseñar a un alumno prodigio, aunque más adelante él mismo
completaría sus lecciones en Rodas y en Atenas.
César dominó las dos lenguas de la civilización romana y asimiló a fondo sus literaturas, de los cuales el
griego le gustaba tanto que hasta lo hablaba en la intimidad y lo tomó para decir en sus últimas horas de vida
la tremenda exclamación que lanzó a Bruto: <<¡Tú también, hijo mío!>>; y el latín lo aprendió a usar como
un verdadero virtuoso, cultivándolo hasta conseguir la verdadera posesión de un estilo magistral donde reflejó
su genio y que usó también para erigir la obra maestra de sus Comentarios, mayor y hermoso monumento del
aticismo romano.
Aurelia consiguió lo que quería al hacer de su hijo un hombre plenamente dotado para situarse en primera fila,
tanto en la paz como en la guerra. Ésta se interesó por la política, comprendiendo agudamente todos los
recursos de la misma. Ante algunas circunstancias graves, César le confiará sus proyectos y hará uso de sus
consejos e intervenciones.
Política
Al morir su marido, Aurelia decidió, de acuerdo con los suyos, que convenía a la fortuna de su hijo el añadirse
al partido de los populares en su lucha contra la oligarquía senatorial.
Debido a algunas contingencias, su madre tenía gran urgencia por ver a su hijo casado −que en el año 84
acababa de ceñirse la toga pretexta− con Cosutia, hija de un caballero muy rico, cuyos orígenes plebeyos le
impedían casarse con un sacerdote de Júpiter. Y cuando aquella boda liberó a César de las inconveniencias de
pertenecer a los flámides de Júpiter, su madre consiguió que se divorciase y se uniese en nuevas nupcias a
Cornelia, hija de Cinna −por cuarta vez cónsul y heredero de los poderes de Mario, tío de César−, lo que
aventuraba un mejor porvenir y un hermoso partido, el cual se vendría de nuevo a bajo con la muerte de Cinna
en el 84 y el retomo de las riendas del Estado por Papirio Carbón. Y es en el 83 cuando llega Sila con sus
legiones a una península que se plegaría por la guerra civil al poder absoluto de su dictadura, como era Italia.
Desconfianza de Sila
Sila advertía que César tenía la hostilidad profunda de un verdadero adversario. El dictador ordenó a César
que rechazase a Cornelia, pero éste desobedeció rotundamente. Las súplicas de los Aurelii y de las Vestales
consiguieron aplacar la cólera de Sila y que este derogase las medidas fulminadas contra el rebelde, aunque
César desconfiaba de su perdón y, a pesar de todas las sugerencias de alejarse de él lo máximo posible, éste se
marchó a Asia, alistándose voluntariamente al servicio de su patria.
Fue en el año 78 cuando a César llega la noticia de la muerte de Sila y, habiendo hecho algunas proezas en
Asia, regresó a Roma para recoger en popularidad y en sufragios los frutos de su gloria
• La Ascensión De César
• César Y Su Tiempo
Habiéndose marchado Pompeyo, César aprovechó a dirigir los asuntos romanos y se dedicó de ahí en adelante
a manejar dichos asuntos y los que habían de venir; pero pronto se creó una revolución que parecía ser
inevitable debido a algunas condiciones en que se encontraba la República.
El genio de César ha consistido en comprender y sintetizar las aspiraciones de su tiempo. Sigue el instinto que
empuja a su pueblo a conservar la felicidad que estriba en la conservación del Imperio, y su propio instinto de
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gran señor que le empuja a mandar a los romanos. Más que el propio Sila, César está convencido de la
necesidad de cultivar la disciplina romana, que ha dominado al mundo, y la cultura helenística, de la que el
mundo está saturado; y sabrá, por un retorno revolucionario a los antiguos principios religiosos de la
democracia latina, mezclar a su total ambición el sostén indispensable de las afirmaciones místicas.
Los dones de César
Cuando César concibió estos planes tenía treinta años, sin que nadie sospechase nada de ello, trabajando
fácilmente debido a la disipación de su juventud, que le permitió enmascarar su verdadera naturaleza y
ambiciones. Sila seguía igual que anteriormente desconfiando del joven César e intentó poner a sus amigos en
guardia: <<Desconfiad de ese adolescente que se faja mal la cintura. Lleva consigo la disposición de muchos
Marios>>, aunque no le dio resultado. Sin embargo, César, ocultaba una resistencia física a toda prueba que
no comenzaría a flaquear hasta pasados los cincuenta años y cuyos fallos se atribuían entonces al <<mal
sagrado>> un talento en el uso de la palabra, una cultura universal y refinada, memoria <<napoleónica>> que
le permitía leer y escribir sin interrumpir sus audiencias o dictar hasta siete cartas a la vez; gran inteligencia,
prudencia exacta a su audacia, inflexible y ardiente energía, ejemplar fidelidad a las amistades e indulgencia
hacia los enemigos, habilidad bien cultivada, impulsos de generosidad natural y −a veces− ese respeto a la
vida humana que lleva a menudo a detener la venganza de los fuertes cuando éstos piensan que la muerte se
resuelve con el aniquilamiento sin atenuaciones y sin esperanza, aunque el mismo César era igual en este
último aspecto.
La política de César
César tenía ideas a las q servir en vez de alistarse en facciones o vengar rencores, y debían ser realizadas
escogiendo entre el imperio de la República romana y la propia República. Y cuando se anunciaba la guerra
civil, hizo volver a Italia dos de sus legiones que Pompeyo reclamaba para luchar contra los partos y que no
salieron de la península.
• Del Regreso De Pompeyo Al Consulado De César
Al morir Mitrídates, Roma comprendió que Pompeyo había conseguido su objetivos al completo y que tenía
la posibilidad de volver cuando quisiera, pero había que estar seguros de que esta posibilidad se llevase
realmente a cabo para que éste acabara con la República o de que se tratase de un nuevo plazo para la misma.
Y cada cual conformaba su actitud: los aristócratas deseaban desarmar al imperator; los amigos, empujarle a
la acción; César, a tomar el partido de Pompeyo, hasta se le agotasen las fuerzas al Senado y hasta que su
apoyo corriese el riesgo de perpetuar al imperator en un poder al cual él mismo aspiraba.
El día 1 de enero del 62, César toma la pretura y, en vez de ir a saludar a los cónsules, descendió del Foro y
citó a Cátulo por no haber terminado la reconstrucción del Capitolio en los plazos previamente prescritos, y
para castigar esa dilación solicitó la sustitución en la inscripción del santuario el nombre del príncipe del
Senado por el nombre glorioso del gran Pompeyo. El acusado fue a justificarse, pero César ni siquiera le
permitió el acceso a la tribuna y le humilló obligándole a hablar desde el pie de los Rostros
Por lo ocurrido al día siguiente con Q. Metelo Nepote y por el resto, a nadie se le ocurrió juzgar como inercia
o debilidad esta condescendencia altiva y calculada: César seguía siendo el guía de la opinión, el amo de la
calle, como bien se manifestó en su puño sobre aquellos de sus enemigos que no tuvieron energía para
anularlo durante su corta desgracia. El pretor impuso un ruidoso castigo a quienes levantaron algunos de los
falsos testimonios como el de Q. Curio, que se jactaba de haber oído a Catilina designar a César como uno de
sus parciales; o el de L. Vetio, que exhibió una carta de César a Catilina. Siendo esto así, César exige de los
Patres que no se pague a Q. Curio la prima que se le había asignado e hizo comparecer a L. Vetio ante el
pueblo y, al pie de los Rostros, le hace devolver la prima que ya había cobrado, quien se dejó encerrar en el
calabozo de la prisión para hurtarse de la venganza pública que tenía como condición.
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César ordenó, pues, que Novio Niger, culpado como cuestor de haber informado contra un magistrado
superior a él, fuese detenido.
Poco a poco, la autoridad de César va aumentando por la debilidad de los hombres y por la fuerza de los
acontecimientos, y por el temblor que se siente ante él.
• Julio César, El Conquistador
En los primeros de enero del año 49 a.C., el Senado Romano, contando con el respaldo de Pompeyo, entonces
cónsul único, aprobó quitarle al procónsul Julio César, líder del partido popular, el mando de las provincias
que le había sido otorgado anteriormente.
Éstas eran tres: la Galia Transalpina (la Provenza), la Galia Cisalpina, y el Ilírico. Durante ocho años de
continuas guerras, entre el 58 y el 51 a.C., César había ensanchado los dominios de Roma al norte de los
Alpes, conquistando el vasto territorio comprendido entre el Rin, el océano Atlántico y los Pirineos. Ahora,
sin embargo, y en virtud de la decisión senatorial, no sólo tenía que renunciar al gobierno de esas provincias,
sino que debía licenciar su ejército, con el que había llevado adelante sus victoriosas campañas.
Dado el odio que hacia él sentían el Senado y la vieja oligarquía apiñada en torno a Pompeyo, la aceptación de
estas condiciones era no sólo el final de su fulgurante carrera, sino el de su vida y la de los suyos. Desde
finales del otoño del año 50, César se encontraba pasando el invierno en Ravena. Estando al mando de tropas,
no podía cruzar la frontera de Italia, que seguía el río Rubicón, sin infringir la ley, así que se había instalado
allí para seguir de cerca los tejemanejes políticos en Roma.
César hizo un último intento de llegar a un pacto a través de sus representantes en Roma, todos ellos tribunos
de la plebe. Se mostraba dispuesto a plegarse a las exigencias del Senado si Pompeyo renunciaba a su
gobierno de las dos provincias de Hispania (Citerior y Ulterior) y resignaba el mando de sus tropas. Pero éste
último se negó en redondo a tal acuerdo y los acontecimientos se precipitaron.
Fue el 7 de enero del 49 cuando el Senado declaró el estado de excepción mediante el procedimiento conocido
como senadoconsulto último. Los tribunos que habían intentado exponer y defender la posición de César, al
ver que su persona, a resultas del citado senadoconsulto, ya no era inviolable, huyeron de Roma y llegaron a
Ravena con la noticia. César entendió la medida del Senado como una declaración de guerra, así que el día 11
tomó la decisión de su vida.
Por la mañana del día 11 ordenó a la legión que previsoramente había hecho venir a Ravena que se adelantase
y tomase posiciones a la orilla del Rubicón. Al hacerse de noche, acompañado por sus amigos más fieles, se
dirigió hacia la frontera. Allí César se detuvo <<revolviendo en su ánimo muchas cosas>> . Podemos
encontrar relación con ello en cuanto esos momentos de vacilación; <<Todavía podemos retroceder, pero si
cruzamos este puentecillo, todo harán de decidirlo las armas>> .
Luego llegó el prodigio: un hombre de talla y hermosura extraordinarias cruzó el río a toque de trompeta
delante de ellos, como abriéndoles paso. Al alba del día siguiente, 12 de enero, dio la orden famosa:
<<Marchemos hacia donde nos llaman los signos de los dioses y la iniquidad de los enemigos. Iacta alea est
(La suerte está hechada)>>.
Sin embargo, al comienzo de sus Comentarios o Memorias sobre la guerra civil, César es extremadamente
cauto sobre este episodio: nada hay de vacilaciones ni de presagios. Pero sí nos informa de un hecho decisivo,
que se echa a faltar en las otras narraciones: su arenga a las tropas antes de ponerse en marcha. En ellas las
exhorta a <<defender de sus rivales el prestigio y la honra de su general, a cuyas órdenes por espacio de nueve
años habían servido con el mayor éxito en la República, librando muchísimas batallas favorables y pacificado
la Galia entera y Germania>>. La reacción de los soldados es una aclamación unánime. Y al frente de sus
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hombres César cruza el Rubicón. La dignidad y el mérito, pues, aparecen como las claves para entender la
trayectoria vital de César.
Tres fueron las provincias cuyo proconsulado fue concedido por el pueblo a César en el 59 a.C., al
finalizar su consulado, en virtud del pacto concluido por los triunviros: la Galia Transalpina, la Galia
Cisalpina y el Ilírico. El proconsulado estaba concebido como la coronación de la carrera política y, de
paso, como una manera bien vista de enriquecerse, una especie de compensación por los enormes gastos
que comportaba el sacar adelante una carrera política. Pero no era éste el principal objetivo de César
(aunque no lo descuidara en absoluto) cuando reclamó estas provincias. Lo que le interesaba realmente
era el territorio y los pueblos situados al norte y que aún estaban fuera del control de Roma: la <<Galia
melenuda>> (comata) como la llamaban los romanos, para distinguirla de la Galia togata o ya
romanizada. Ésa era la pieza que César perseguía por dos razones fundamentales: uno, igualar la gloria
militar de sus socios, y dos, forjarse un ejército potente y fiel, del que poder servirse llegado el
momento.
Como ya ha sido nombrado con antelación, en el año 52 a.C., tras el fallecimiento de Craso, Pompeyo fue
nombrado único cónsul. Este cargo, combinado con sus otros poderes, lo situó en una posición privilegiada.
Celoso de sus jóvenes rivales, decidió acabar con el poder de César, un objetivo que no podía realizar sin
antes quitarle el mando de las Galias. Para protegerse, César sugirió que él y Pompeyo renunciaran a sus
mandos simultáneamente, pero esto fue rechazado; incitado por Pompeyo, el Senado pidió a César que
renunciara a su mando y disolviera su ejército o sería considerado enemigo público. Los tribunos, que eran
agentes de César, vetaron esta moción, pero fueron expulsados del Senado. Entonces éste confió a Pompeyo la
seguridad del Estado. Sus fuerzas, muy superiores en número a las de César, estaban dispersas por todas las
provincias y sus tropas de la península Itálica no estaban preparadas para la guerra. A principios del año
49 a.C. César cruzó el Rubicón, un pequeño río que separaba su provincia gala cisalpina de Italia y se dirigió
rápidamente hacia el sur. Pompeyo huyó a Brundisium (la actual Brindisi) y desde allí a Grecia. En el periodo
de tres meses, César controló toda la península Itálica y sus fuerzas tomaron Hispania y el puerto clave de
Massilia (la actual Marsella, en Francia).
En Roma, César se convirtió en dictador hasta ser elegido cónsul en el 48 a.C. A principios de ese año llegó a
Grecia y destruyó las fuerzas de Pompeyo en Farsalia. Éste huyó a Egipto, donde fue asesinado. Cuando César
visitó Egipto, instaló a Cleopatra, hija del fallecido rey Tolomeo XII, como reina. En el 47 a.C. sometió a Asia
Menor y regresó a Roma como dictador. Aproximadamente en el 48 a.C. todas las fuerzas optimates habían
sido derrotadas y el mundo mediterráneo pacificado.
• Dictadura Y Asesinato
La base del poder de César era su posición de dictador `vitalicio'. Según la constitución tradicional
republicana este cargo sólo podía desempeñarse durante seis meses en una situación de gravedad extrema. Sin
embargo, esa regla se había roto incluso antes de César. Sila había gobernado como dictador durante varios
años y César siguió este precedente. También fue nombrado cónsul por diez años en el año 45 a.C. (en el
mismo año en que derrotó, en la península Ibérica, a los hijos de Pompeyo Magno en la batalla de Munda) y
recibió la inviolabilidad de los tribunos. Además obtuvo honores que incrementaron su prestigio. Vistió la
toga, la corona y el cetro de un general triunfante y usó el título de imperator. Es más, como sumo sacerdote,
fue jefe de la religión del Estado, pero sobre todo tenía el mando de todos los ejércitos, lo cual continuó
siendo la principal fuente de su poder.
César estableció un programa de reformas muy variado. En las provincias eliminó el corrupto sistema de
impuestos, patrocinó el establecimiento de colonias de veteranos y amplió la ciudadanía romana. En la
metrópoli reorganizó las asambleas e incrementó el número de senadores. Su reforma del calendario dio a
Roma un medio racional para registrar el tiempo.
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Sin embargo, varias familias senatoriales sentían que César amenazaba sus posiciones; el honor y los poderes
de César les hacían temer que éste quisiera ser rex (rey), un título que, como republicanos, odiaban. En el año
44 a.C., un grupo de senadores, entre ellos Cayo Casio y Marco Junio Bruto, conspiraron para llevar a cabo su
asesinato. En los idus (el 15) de marzo del 44 a.C., cuando César entró en el Senado, el grupo lo asesinó.
• Bibliografía
Carcopino, Jérôme. Julio César: El Proceso Clásico de la Concentración del Poder.
Madrid, 1974.
M. Marigorta , José Antonio. Artículo de Historia National Geographic, nº 2: Julio César, El Conquistador de
las Galias.
España, Febrero de 2004.
Según cita Plutarco
Según cita Suetonio.
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