Trauma duelo y discapacidad

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TRAUMA, DUELO Y DISCAPACIDAD
Las discapacidades motoras y neurológicas constituyen
para el sujeto experiencias de pérdidas de profunda
implicancia subjetiva, a veces con características traumáticas,
y cuya elaboración constituye un proceso doloroso y complejo.
1. EL HECHO DISCAPACITANTE
Muchas son las causas que pueden provocar un violento y
profundo giro en la vida de un sujeto. Un accidente automovilístico,
una mala caída, una afección cerebrovascular, son solo algunas de las
causas de secuelas discapacitantes motoras que pueden ocasionar
parálisis funcionales de distintas magnitudes, muchas de ellas
permanentes.
Cuando un hecho así irrumpe en la vida de una persona,
adquiere en muchos casos características traumáticas, generando una
profunda conmoción en la vida afectiva y social del sujeto y también
de su familia.
Por otra parte, es necesario considerar el contexto en el que se
desarrollan estas primeras fases de la enfermedad. Habitualmente la
gravedad del suceso hace necesaria una internación en Unidades de
Cuidados Intensivos (UCI), donde el paciente es sometido a una serie
de prácticas quirúrgicas que en sí mismas ocasionan un fuerte
impacto emocional.
Tanto el paciente, si está lúcido, como su familia, va tomando
noticia del riesgo de vida que deben enfrentar. Para el sujeto el temor
puede incrementarse hasta el pánico, con el peligro consecuente de
una profunda desestructuración psíquica.
Al respecto el Dr.Carlos Del Boscoi lo describe así:
“El ingreso al área crítica suele confrontar al paciente con un
ambiente extraño e incomprensible. Frecuentemente un equipo
asistencial muy dinámico y distante, manipula aparatos y tecnologías
sofisticadas en un medio con luces y sonidos nuevos y
desconcertantes. Es habitual que el nivel de lucidez esté deprimido y
en ese escenario de “ciencia-ficción” el enfermo suele malinterpretar
y distorsionar lo que está ocurriendo con él, generándose ansiedad,
inquietud y agitación. La preocupación principal del equipo asistencial
es el sostén fisiológico y vital por encima de necesidades
emocionales, es frecuente que transcurra un período de tiempo
significativo antes de establecerse una verdadera comunicación por
1
encima de algunos formalismos. En UCI suele perderse la noción de
tiempo, las luces están encendidas día y noche, los procedimientos se
suceden a cualquier hora, las comidas regulares suelen ser
eliminadas y las visitas de los familiares están muy restringidas.”
No resulta difícil imaginar que este estado de cosas poco ayuda
al sujeto en su intento por recomponer su equilibrio psíquico. El paso
a Terapia intermedia está signado en general por una mejora del
estado clínico. Hasta entonces se sabe que se debate entre la vida y
la muerte, y en ciertos casos la incertidumbre y el temor pueden dar
paso al pánico.
Como ya hemos señalado en otro trabajoii, en este momento la
preocupación esta puesta en el “daño”, es decir, en el diagnóstico, y
recién con el posterior tratamiento de rehabilitación el centro de
interés será el “pronóstico”; o, siguiendo con la clasificación
propuesta por la OMS, en la discapacidad y la minusvalía.
El diagnóstico, entonces, “circunscribe la desgracia”iii,
nombrándola de un modo técnico que supone la existencia de un
saber médico al respecto, y con ello una esperanza de curación.
Podemos conjeturar que este momento constituye uno de los
primeros pasos en el trabajo de ligazón, es decir, de la tramitación de
lo traumático. A partir de aquí comenzará con distintas características
el trabajo de duelo.
Cabe aclarar que desde el punto de vista psíquico un
acontecimiento, por grave que sea, no se constituye por sí en
traumático, sino en tanto el sujeto se ve imposibilitado de tramitarlo
por las vías habituales, como son por ejemplo los mecanismos de
defensa.
En este sentido algunos desarrollos teóricos conocidos en forma
genérica como accidentología han intentado explicaciones causalistas,
en donde todo accidente estaría “causado” por algún factor emocional
previo.
Más allá de ciertos casos particulares –suicidios, acting out,
etc.- la generalización que apunta a buscar en todo accidente una
causa previa tiende a “encajar” los fenómenos clínicos en un saber
cerrado en sí mismo, e incluso puede generar intervenciones que por
lo menos podemos calificar de poco afortunadas.
Cito a modo de ejemplo el caso de un paciente de 26 años que
conducía una camioneta por un camino de tierra poco transitado
cuando se le cruzó inesperadamente un caballo al que atropelló. El
2
animal se vino encima de la camioneta aplastando el techo y a su
conductor provocando una seria lesión medular.
Luego de ser atendido en el hospital zonal fue trasladado a un
prestigioso hospital de Buenos Aires en el que fue intervenido
quirúrgicamente para fijar las vértebras fracturadas y evitar en lo
posible una lesión completa de médula.
A pocas horas de salir de cirugía y recobrar el conocimiento, es
decir,
en menos de 48hs. de producido el accidente, de ser
trasladado a más de 1000 Km de distancia y ser intervenido
quirúrgicamente, el paciente es atendido en la sala de cuidados
intensivos por un psicoterapeuta quien en la primer entrevista suelta
su pregunta-intervención: ¿Ud. quiso suicidarse?
En nuestro caso suponer que porque tuvo un accidente hubo
una intención de suicidio no es más que eso, una suposición.
Evidentemente guiada por una teoría que determina una causa de
ese accidente, lo cual hace que la escucha esté viciada desde el inicio.
Aún así la pregunta, hecha por un terapeuta, tiene valor de
intervención que, por lo que es posible discernir, sólo apunta a
corroborar su marco teórico y en modo alguno a aliviar el dolor de un
sujeto probablemente en estado traumático.
De igual modo no es posible establecer que ciertos hechos en la
vida de un sujeto que nos parecen trágicos sean por ello
determinantes de un trauma psíquico.
El psicoanálisis en cambio, permite entender que el valor de
intencionalidad subjetiva inconsciente sólo es posible de ser
establecido mediante una construcción a posteriori, y en modo alguno
esto significa que en todos los casos haya habido efectivamente una
intencionalidad o causa inconsciente.
Por el contrario, el azar, lo fortuito forma parte de un saber-notodo (S) que el sujeto intentará recubrir mediante recursos diversos –
argumentaciones religiosas, de autocastigo, etc.-. La pregunta
recurrente en casos de este tipo
¿porqué a mí?
da cuenta
justamente de esta falta, a la que Lacan llamará encuentro con lo
real, o dicho en otros términos, el encuentro con la castración.
Los diferentes factores que hemos mencionado como causantes
de secuelas discapacitantes pueden afectar a personas de cualquier
edad, con frecuencia sanos y activos donde la posibilidad de “quedar
lisiados” no tiene cabida, les han resultado algo ajeno a lo que
pueden esperar.
3
El impacto que les provoque, así como las consecuencias
afectivas, sociales y aún económicas dependerá de su personalidad,
de la fortaleza de los vínculos más significativos, de su situación
económica, etc.
En muchos casos los mecanismos de defensa resultan efectivos
en su función de preservar al Yo de la angustia provocada por un
exceso de estímulos emocionales, ligados a un peligro real.
Con cierta frecuencia se observan mecanismos de negación,
donde el sujeto no admite la realidad que está viviendo,
preservándose de la angustia que le provoca. Otro mecanismo de
defensa observable en estos casos es el de regresión, manifiesto
como un retorno a formas de comportamiento infantiles,
dependientes y demandantes, correspondientes a etapas del
desarrollo anteriores.
En ocasiones se observa una forzada resignación, justificada en
creencias religiosas o filosóficas que actúan en el sentido de los
mecanismos de defensa.
En resumen, se trata de acontecimientos en la vida del sujeto
que lo confrontan con la muerte, y demandan en consecuencia un
gran esfuerzo psíquico, que en algunos casos llega a exceder las
posibilidades del sujeto, adquiriendo entonces características de
trauma psíquico.
El presente trabajo se propone entonces articular la concepción
de trauma psíquico con la de duelo, desde la perspectiva clínica
particular del tratamiento de discapacitados motores y neurológicos.
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2. ACERCA DEL TRAUMA PSÍQUICO
El concepto de lo traumático fue tomado inicialmente de la
medicina, y, al menos en los trabajos de Freud, se mantuvo ligado en
cierta forma a lo somático.
El concepto de trauma responde en Freud a una concepción
económica en primer lugar, y tuvo un importante papel en sus
primeras concepciones acerca de la etiología de la Histeria.
Mas tarde, al determinar la etiología de las neurosis estableció
que el acontecimiento traumático por sí solo no era suficiente, sino
que debía sumarsele una disposición por fijación de la libido.
Si bien la teoría traumática de las neurosis fué perdiendo
protagonismo en la medida que se avanzaba en su complejidad, ha
quedado un capítulo abierto en relación a las neurosis traumáticas
(neurosis de accidente y sobre todo neurosis de guerra). Su interés al
respecto se pondría nuevamente de manifiesto en “Mas allá del
principio de placer”, y en “Inhibición, síntoma y angustia”.
Citaremos en primer lugar el primero de estos textos: “El
cuadro de la neurosis traumática se aproxima al de la histeria por
presentar en abundancia síntomas motores similares; pero lo
sobrepasa, por lo regular, en sus muy acusados indicios de
padecimiento subjetivo -que la asemejan a una hipocondría o una
melancolía- , así como en la evidencia de un debilitamiento y una
destrucción generales mucho mas vastos de las operaciones
anímicas.”1
Quizá nos sea lícito hablar de escisión del yo, allí donde el
sujeto no encuentra recursos para sostenerse ante el avasallamiento
del hecho traumático. La angustia, tan característica en estos
cuadros, habría sido entendida como reacción frente a la situación
traumática2. Se trataría, en definitiva de angustia de castración.
Tomemos provisoriamente
Laplanche y Pontalís:
la
definición
de
Trauma
de
“Acontecimiento de la vida del sujeto caracterizado por su
intensidad, la incapacidad del sujeto de responder a él
adecuadamente y el trastorno y los efectos patógenos duraderos que
provoca en la organización psíquica.
1
2
Freud, S. “Mas allá del principio del placer” Amorrortu. O.C. tomo XVIII, pag. 12.
Freud, S. “Inhibición, síntoma y angustia”
5
En términos económicos, el traumatismo se caracteriza por un
aflujo de excitaciones excesivo, en relación con la tolerancia del
sujeto y su capacidad de controlar y elaborar psíquicamente dichas
excitaciones.”iv
Los estudios realizados acerca de las llamadas Neurosis
Traumáticas, las Neurosis de Guerra, y más tarde las nuevas
conceptualizaciones psicoanalíticas acerca de la angustia, fueron
conformando el marco teórico necesario para comprender mejor el
traumatismo psíquico.
Se denomina Neurosis Traumática a aquello en la que los
síntomas aparecen consecutivamente a un choque emotivo (los
aflujos de excitaciones excesivas de la definición de Trauma),
generalmente ligado a una situación en la que el sujeto a sentido
amenazada su vida.
Se caracteriza por un alto monto de ansiedad, que puede
provocar gran agitación, estupor, confusión, etc. Tales reacciones del
sujeto constituyen intentos por ligar los montos de excitación y
descargarlos por abreacción. Este momento de fijación al trauma
puede estar acompañado de un estado de inhibición relativamente
general del sujeto.
Pueden observarse además estados de hiperexcitación maníaca,
manifiestos por una gran actividad psicomotriz, verborragia, etc.
En otros casos se manifiestan estados regresivos vinculados, en
mi opinión, a lo que Piera Aulagnier vdefine como esquemas de
representación arcaicos. En este sentido es posible observar que en
los estados traumáticos con componentes confusionales significativos
un sujeto habla en su lengua materna, utilizando una estructura oral
sencilla, lo cual resulta notorio cuando esta no coincide con la lengua
de su uso comúnvi.
Si consideramos que en estos casos la función del Yo está
momentáneamente suspendida por el estado de semiconciencia, es
posible suponer que no se trataría de una regresión defensiva, sino
estructural, que nos lleva a considerar el efecto desestructurante al
punto en que la estructura misma de lenguaje se ve afectada, y de
esta manera lo inconsciente...
El afecto que caracteriza al estado traumático es la angustia
traumática, la cual
surge como reacción ante un peligro,
determinado por la ruptura de la barrera protectora que de ordinario
protege al psiquismo de magnitudes de excitación que no pueden ser
tramitadas, poniendo en marcha los distintos mecanismos de
defensa.
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Es la perturbación económica de grandes magnitudes la que
constituye el núcleo del peligro en la angustia traumática.
A su vez, “el incremento de las magnitudes de estímulo en
espera de ser tramitados, implica el peligro de desvalimiento
psíquico...” “En la situación traumática, frente a la cual se está
desvalido, coinciden el peligro externo y el interno, lo que Freud
llama peligro realista y exigencia pulsional.”vii
Freud señala entonces que el desvalimiento motor encuentra su
expresión en el desvalimiento psíquico, y el principio del placer queda
momentáneamente abolido, impidiendo al sujeto reaccionar como lo
haría habitualmente.
Se intentará entonces ligar psíquicamente los montos de
estímulo que irrumpieron violentamente y conducirlos así a su
tramitación. Tal tramitación constituye, como veremos más adelante,
el trabajo de duelo.
7
3. DEL TRAUMA AL DUELO
La experiencia clínica parece demostrar que entre el trauma y
el duelo existe una cierta articulación, y hasta un cierto orden de
continuidad en cuanto a la economía psíquica, que, expresados en
una fórmula sencilla podemos definir como la tramitación de
investiduras.
Si como hemos visto, el afecto que corresponde al trauma es la
angustia traumática, podemos señalar que el correspondiente al
duelo es el dolorviii .
El duelo es, en términos generales, la reacción frente a la
pérdida, pérdida “de una persona amada o de una abstracción que
haga sus veces, como la patria, la libertad, un ideal, etc.” ix
Equiparar pérdidas imaginariamente tan distintas no parece
tarea sencilla. Es necesario un esfuerzo de abstracción para
identificar el mecanismo común a la tramitación de todas ellas, lo
cual no significa que el esfuerzo que implica sea el mismo.
Vamos a sintetizar en 4 fases el trabajo de duelo:
1. El examen de realidad demuestra que el objeto amado se ha
perdido.
2. Pese a la resistencia natural a abandonar cualquier posición
libidinal, se comienza a desasir la libido anudada a recuerdos,
acontecimientos, acciones, en la que el objeto
perdido era
partícipe, en un lento trabajo “pieza por pieza”, como quien
desarma un delicado mecanismo.
3. El gran gasto de energía que implica este trabajo puede ocacionar
un momentáneo desinterés por el mundo que le rodea,
manifestándose apático y deprimido (lo que Freud denominaba
un “angostamiento del Yo”)
4. La libido que se va liberando de la investidura de objeto, vuelve al
Yo, permitiéndole, por así decir, “recomponerse”.
En el caso de las secuelas discapacitantes las pérdidas son de
variada índole, y por ello el proceso es sumamente complejo. No se
trata simplemente de pérdidas de funciones corporales, sinó de
perdidas que afectan la vida social, los ideales, los vínculos amorosos,
etc.
Es por ello que el trabajo de duelo es paulatino, con marchas y
contramarchas, y de algún modo permanece ligado a la vida del
sujeto en forma relativamente permanente. No es posible establecer
entonces un momento en el que el duelo haya sido consumado, sinó
8
más bien etapas en que ello no le inhiba la realización de una vida
relativamente normal.
Veamos más de cerca este proceso. Al hablar de duelo, se nos
representa con mayor claridad la pérdida de personas amadas; sin
embargo el término se ha ido extendiendo para aplicarlo a pérdidas
de otro tenor, como las pérdidas evolutivas: la niñez, la adolescencia,
etc.
Sabemos, por otra parte que el yo propio es tomado como
objeto de amorx, investido de libido narcisistaxi; de manera que una
pérdida en el propio yo corporal es pasible de ser elaborada en los
términos generales del duelo.
Diferentes autores han establecido a su vez, que el Yo, en tanto
Yo corporal, es producto de una identificación imaginaria, por la cual
el sujeto asume una forma, o Gestaltxii
“Esta forma por lo demás debería mas bien designarse como
yo-ideal <moi, como construcción imaginaria>, si quisiéramos
hacerla entrar en un registro conocido, en el sentido de que será
también el tronco de las identificaciones secundarias, cuyas
funciones de normalización libidinal reconocemos bajo ese término.”xiii
La observación de Lacan en esta cita nos dá la dimención que
puede adquirir la pérdida, pues lo que estamos considerando es una
profunda alteración de la imagen en términos reales e ideales.
En su Seminario “Aún”, Lacan agregará: “ Lo importante es
que todo eso encaja lo suficiente para que el cuerpo subsista, si no
hay, como se dice, accidente interno o externo. Lo que quiere decir
que el cuerpo es tomado como se presenta ser, como un cuerpo
cerrado.”
¿Y cuando hay ese accidente? ,¿ que ocurre con lo que no
encaja?, ¿una falla en ese cuerpo cerrado se reconstruye?
Al respecto quisiera remitirme a la distinción que realiza F.
Doltó entre Esquema Corporal e Imagen Corporal xiv. Expresado en
forma muy simple, mientras el esquema corporal se refiere al sentido
somático del cuerpo, la Imagen corporal es propiamente la asumida
por el sujeto en los términos de la identificación. La mayor o menor
disrrupción entre una y otra constituye en algunos casos un idicador
de trastorno psíquico, como es el caso de las anorexia y la bulimia
(el verse, literalmente hablando, gorda siendo extremadamente
delgada, por ejemplo).
9
Dentro de los términos aceptados como no patológicos, es
común que entre una y otra exista cierta falta de coincidencia dada
por la trama de significaciones inconcientes del sujeto. En ello
reconocemos además, la operación del yo-ideal (moi), como tronco
identificatorio.
Las alteraciones radicales en el esquema corporal, producto de
las secuelas discapacitantes a las que hemos hecho referencia,
confrontan al sujeto con la difícil tarea de recomponer una imagen
corporal que pueda ser asumida por el sujeto, es decir, investida
libidinalmente, amada.
El examen de realidad que se establece como primer paso del
duelo, implica una constatación de las pérdidas, que en cualquier
caso es una constatación subjetiva, es decir, bajo el lente de la trama
de significaciones conscientes e inconscientes.
Pongamos un ejemplo sencillo: no tendrá la misma significación
la pérdida de funcionalidad en un brazo para un abogado que para un
pianista. Mientras que para el primero la discapacidad demandará
una readaptación funcional, pero no un impedimento absoluto, para
el segundo significará el abandono de su profesión o al menos una
resignación mucho mayor. A este valor relativo se refiere el término
“minusvalía”.
Se comprenderá que el costo afectivo será radicalmente
distinto, pues además de una fuente laboral se están poniendo en
juego las aspiraciones ideales, los proyectos de esa persona, y en
definitiva la imagen de sí.
Entre los casos que hemos mencionado como origen de una
discapacidad hemos considerado aquellos que afectan en distitno
grado ciertas funciones cerebrales superiores –como los accidentes
cerebro vasculares-, ocacionando alteraciones del lenguaje (afasias) a
nivel de la expresión y aún de la comprensión. En estos casos a la
alteración física se suma una alteración neurológica , que resta
recursos al sujeto para su recuperación, a la vez que agrega un
nuevo estado de cosas en cuanto a las pérdidas.
Con frecuencia, el sujeto adoptará de buen grado cualquier
opción que relativice esas pérdidas, aliviando de este modo el peso
de la resignación que debe enfrentar. Así por ejemplo, la confianza
extrema en el avance tecnológico de la medicina alimentará
esperenzas de curas cuasimilagrosas, o también el recurrir a
prácticas esotéricas.
10
En cualquier caso, la discapacidad constituye una trama de
pérdidas que se presentifica hasta en el acto mas simple y cotidiano,
como el aseo, la alimentación o el vestirse, lo cual vueve particular el
desasimiento de la libido, dado que se trata nada menos que de libido
narcisista.
Si consideramos que el mismo exámen de realidad va
confrontando al sujeto con la dimención subjetiva de las pérdidas, y
que estas afectan en modo a veces radical la vida del sujeto, y no
sólo una moción libidinal de objeto, creo justificable denominar duelo
traumático, o bien, duelo melancólico a aquel donde el mismo
trabajo de duelo implica montos de energía psíquica tan elevados que
pueden ocacionar un trastorno psíquico como el de las llamadas
Neurosis Traumáticas, aunque en nuestro caso conforme más bien un
estadío de un trabajo de duelo particularmente complejo y doloroso.
Intentaré justificar tal denominación. En su trabajo “Duelo y
Melancolía”, freud establece los siguientes aspectos como
característicos de la Melancolía:
1) desazón profundamente dolida.
2) cancelación del interés por el mundo exterior.
3) pérdida de la capacidad de amar.
4) inhibición de toda productividad.
5) rebaja del sentimiento de sí (autorreproches,
autodenigraciones, expectativa de castigo)
Y luego agrega “... el duelo muestra los mismos razgos,
excepto uno; falta en él la perturbación del sentimiento de sí.
Pero en todo lo demás es lo mismo”
En los casos que estamos considerando, la obsevación clínica
permite suponer que se ha producido una identificación con el yo
ideal, es decir, a la persona amada y perdida.
Podemos considerar este hecho como una perturbación del
sentimiento de sí, al menos en el sentido en que la libido parece
haberse fijado a un componente del yo, tomando en este caso la
parte por el todo.
Aún así dicha perurbación no demuestra tener el carácter
perurbador que caracteriza a la melancolía, y en terminos generales
puede considerarse un estadío del duelo, en la línea que va del
trauma al duelo.
El abordaje terapéutico deberá apuntar entonces a vaciar de
significación los componentes ideales de tal fijación a fin de permitir
que la libido retome su destino de objeto.
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Decía en un principio que las discapacidades motoras y
neurológicas constituyen para el sujeto experiencias de pérdidas.
Intentaremos releer esta afirmación desde la persepectica propuesta.
Comencemos por distiguir lo que podemos denominar la
pérdida, de las pérdidas.
Remitimos la perdida, en singular, a
esta falta que constituye la castración y que es constitutiva de la
estructura psíquica de las neurosis y las perversiones.
Siguiendo este razonamiento la emergencia de la angustia
traumática podría ser la expresión subjetiva de la confrontación con
esta falta, ante la cual el sujeto se encuentra desvalido.
En estos estados la lógica que prima es la del todo o nada, y en
estos términos el sujeto es nada. La relación es al ser, como en el
primer tiempo del complejo de Edipo.
El pasaje del ser al tener implicaría entonces un pasaje de la
pérdida a las pérdidas, lo cual señala ya una forma de tramitación, es
decir de duelo.
Aparecerán entonces nuevos significantes que articulen el
discurso: lisisado, peralítico, cuadripléjico, etc., que en cierta forma
van recubriendo el agujero de la castración, lo van significando.
De el “todo o nada”, a las “partes”, es posible recosntruir una
identidad, a veces con cierto costo:
Una paciente joven había sufrido un accidente cerebrovascular,
quedándole como secuela un brazo paralizado. Era, en su decir, el
brazo muerto. Pero además del brazo inmovilizado parcialmente,
también tenía dificultades en una pierna y una afasia que le
dificultava expresarse y realizar razonamientos de cierta complejidad.
Su falta sin embargo estaba circunscripta a su brazo muerto, el que
había sido escindido, inhabilitado en su función, motrizmente escasa
pero de algún modo útil.
Se produce así una ruptura de la identificación con el cuerpo,
identificación especular como ya hemos dicho.
Aún cuando describimos procesos y ejemplicamos con algunos
casos, es importante considerar a cada caso como único, particular
en su forma de tramitación.
El abordaje integral de los equipos interdisciplinarios de
Rehabilitación puede facilitar enormemente este proceso, ofreciendo
al sujeto una suerte de soporte, tanto funcional como afectivo, que
12
estructura desde el afuera lo que el sujeto no puede –al comienzopor sí, a la vez que colabora con él en la asunción de una posición
activa y progresivamente autónoma.
Lic. Horacio Navarre
Publicado en Revista “El Cisne” N° 93. Buenos Aires, Mayo 1998.
Del Bosco, Carlos “La relación médico-paciente en las unidades de cuidados
intensivos”
ii Perez, G., Scholand, C., Navarre, H. “Proceso de internación para tratamiento de
rehabilitación”. Inédito.
iii Op. Cit.
iv Laplanche, J y Pontalis, J. “Diccionario de Psicoanálisis” Ed. Paidós.
v Auglanier, Piera. “La violencia de la Interpretación”
vi Juan Gaviria es autor de un libro en el que relata su experiencia a partir de un
accidente que lo dejara parapléjico. Luego de haber estado en coma, relata que aún
en estado de seminconciencia comenzó a comunicarse con sus familiares en inglés,
lengua que practicaba con su madre y abuela de muy pequeño, y que luego dejó de
hablar.
vii Delgado, O. “Apuntes para una concepción del tauma en la obra de Sigmund
Freud”, en “La transferencia en la clínica psicoanalítica” de Delgado, O. Y
Goldemberg, M. Lugar Editorial.
viii Inhibición, sintoma y angustia (1926) XI. “Addenda” Pto. C: Angustia, dolor y duelo”
“El dolor es, por tanto, la genuina reacción frente a la pérdida del objeto; la angustia
lo es frente al peligro que esta pérdida conlleva, y en ulterior desplazamiento, al
peligro de la pérdida misma del objeto.
“A raiz del dolor corporal se genera una investidura elevada, que ha de llamarse
narcisista, del lugar doliente del cuerpo; esa investidura aumenta cada vez más y
ejerce sobre el yo un efecto de vaciamiento, por así decir.”
ix Freud, S. “Duelo y Melancolía”. Ed. Amorrortu, Tomo ...., pag. 124
x Freud, S. (Psic. de las Masas, Tomo XVIII, pag.106) “... discernimos que el objeto (de
amor) es tratado como el yo propio, y por tanto en el enamoramiento afluye al objeto
una medida mayor de libido narcisista.
xi Freud, S. (Introd. del narcisismo, Tomo XIV, pag 74) “... es un supuesto necesario que
no esté presente desde el comienzo en el individuo una unidad comparable al yo; el
yo tiene que ser desarrollado”
xii Al respecto de las connotaciones que este proceso adquiere en las personas con
discapacidad física puede remitirse a mi artículo publicado en Revista el Cisne Nro. 87,
de Noviembre de 1997.
xiii Lacan, J. “El estadío del espejo como formador...”, en ESCRITOS 1.
xiv Doltó, Francoise “La imagen inconsciente del cuerpo”. Ed. Paidós
i
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