Hablamos con... Doctor Manuel Fernández y Fernández, premio Santa Apolonia 2008 « La amistad y el apoyo de mis compañeros han tenido mucha influencia en mi trayectoria » 48 MAXILLARIS, septiembre 2009 El doctor Manuel Fernández y Fernández, periodoncista y cofundador de la Clínica Alpe, en Madrid, es el premio Santa Apolonia 2008. Para este médico estomatólogo, ex presidente de la SEPA y ex vicepresidente del Colegio de Dentistas de la I Región, el galardón otorgado por el Consejo General de Dentistas representa, además de una sorpresa, un reconocimiento de sus compañeros y discípulos por los muchos años que entregó a la odontología. M AXILLARIS. ¿Cómo reaccionó al saber que el Consejo General de Dentistas le otorgaba el premio Santa Apolonia? Doctor Fernández. Me llamó el doctor Sabino Ochandiano, presidente del Colegio de Dentistas de Madrid, para comunicármelo y me quedé muy sorprendido. En ese momento estaba en un homenaje de un muy íntimo amigo mío que había fallecido y mi primera reacción fue decirle al doctor Ochandiano que no quería premios. Soy una persona muy humilde y nunca me han gustado demasiado este tipo de cosas. Pero el doctor Ochandiano me explicó que la iniciativa había surgido del Colegio de Dentistas de Asturias, a la que también se había adherido el Colegio de la Primera Región, y finalmente accedí. M Otros profesionales de su misma generación también han recibido el premio Santa Apolonia. ¿Es una deuda que tiene la profesión con ustedes por lo que consiguieron en su momento? Doctor Fernández. Desde hace algún tiempo se está premiando a los doctores más veteranos, aunque este premio surgió como un aliciente para aquellos jóvenes profesionales que deseaban despuntar en la profesión. El premio Santa Apolonia significa el reconocimiento de los compañeros y de alguna forma valora nuestra trayectoria. Es muy satisfactorio recibirlo pero, en mi opinión, los profesionales ya retirados debemos saber pasar página y dejar el protagonismo a los que están ahora en ejercicio. No obstante, es cierto que los profesionales de mi generación abrimos nuevos caminos en la odontología española, éramos gente inquieta con ganas de mejorar y hacíamos lo que podíamos con los medios que teníamos. M ¿Usted ha sabido pasar página? Doctor Fernández. Desde que me jubilé hace seis años mi vida ha cambiado radicalmente. Ahora soy propietario de mi tiempo, que es uno de los bienes más preciados para los seres humanos. Cuando dejé de trabajar pensé en todas las cosas que siempre he querido hacer a lo largo de la vida y que por estar en la clínica no hacía, así que aquellos deseos los plasmé en un folio: tenía unos 40 planes. Al cabo de un mes, cogí de nuevo aquel folio y vi que sólo había llevado a cabo una de las cosas, así que comprobé que era fantástico porque le estaba dedicando mi tiempo, sin prisa, a lo que me apetecía realmente. Ahora decido lo que hago sobre la marcha, tengo total libertad: me gusta jugar al golf, visitar exposiciones, estar con mi familia, leer; es decir, llevo una vida más enfocada a lo cultural y lo social. M Tras la concesión del premio, ¿ha recibido la felicitación de los colegas de profesión?? Doctor Fernández. Me han llamado algunos compañeros y amigos, pero nunca he estado demasiado interesado por el campo más politizado de la profesión, así que la reacción tampoco ha sido demasiado grande. No obstante, sí me ha hecho ilusión recibir la felicitación de algunos compañeros de mi promoción, de profesionales con los que siempre he estado en contacto y muy especialmente de los doctores Andrés Pérez Fernández y Francisco Martos Molino, con quienes, hace ya muchos años, fundé la Clínica Alpe, en Madrid. Pese a haber nacido en Madrid y ejercer siempre en esta ciudad, he tenido la suerte de estar muy en contacto con diversas regiones de España. He tenido mucha comunicación con Asturias, a través de los doctores José Blanco-Moreno, José María Tejerina y Tomás Lombardía, que fue mi primer discípulo en la consulta. También he tenido mucho contacto con Valencia y Alicante. Las jornadas de la III Región siempre eran fantásticas; allí estaban los doctores José Monlleó, Pedro Domenecq y Ponce de León; y también he estado muy ligado a los compañeros de Navarra y País Vasco; tengo muy gratos recuerdos de los doctores Miguel Dutor y Luis Aguirre, entre otros. « Abrirse a nuevos conceptos médicos, odontológicos o incluso sociales siempre es positivo, hay que tener otras experiencias, no es bueno estar encerrado todos los días en el gabinete » MAXILLARIS, septiembre 2009 49 Hablamos con... M ¿Por qué se hizo estomatólogo? Doctor Fernández. Mi llegada al mundo de la estomatología se produjo sin yo quererlo, ya que no tenía vocación de estomatólogo. Hice la carrera de Medicina y me gustaba mucho la cardiología, así que esa era mi meta. Pero mi suegro era dentista y en aquella época tenía una consulta que no podía atender como él quería, así que se me planteó la oportunidad de hacerme dentista y ponerme al frente de la clínica. Tuve bastante presión familiar y finalmente accedí; realmente fue de esas decisiones que se hacen por amor. Estudiar estomatología me costó muchísimo trabajo; además, pasar de la Facultad de Medicina a la Escuela de Estomatología, en aquella época, se concebía como un paso atrás. En las vacaciones de Navidad del primer año yo decidí abandonar la Escuela y así se lo comenté a mis compañeros, pero el doctor José Antonio Canut Brusola, que estaba en mi promoción, me lavó tanto el cerebro que me hizo prometer que en enero volvería a las clases. Así lo hice y, finalmente, terminé los estudios. M ¿Durante sus primeros años como estomatólogo compatibilizó el ejercicio privado en la clínica con la docencia. ¿Qué recuerdos tiene de aquella época? Doctor Fernández. A mí el mundo académico me atraía y durante el segundo año en la escuela me enteré de que había algunas vacantes en la cátedra del profesor doctor Isaac Sáez de la Calzada. Junto a mí, también se incorporaron a la cátedra mis compañeros los doctores Manuel Donado, Francisco Carrión y Domingo Molina; aquello fue en 1964. El doctor Sáez de la Calzada era una persona muy inteligente, un gran hombre, pero con unas ideas más conservadoras que las de los jóvenes recién llegados al departamento. Ya en aquella época yo tenía claro que lo que más me gustaba era la periodoncia y así se lo manifesté a él. Me costó mucho que me dejara hablar en las clases de enfermedad periodontal, pero poco a poco fue dejándome mayor libertad e incluso me permitió que diera clases sobre oclusión, que es la otra disciplina que más me ha atraído siempre. Estuve nueve años dando clases en la universidad, me gustaba el mundo académico, pero el esfuerzo físico y mental era tremendo. Mi jornada empezaba a las nueve de la mañana en la escuela, pasaba allí toda la mañana, y la tarde la dedicaba por completo a la consulta, así que para preparar las clases o los cursos sólo me quedaba la noche. Trabajaba más de 60 horas a la semana, por lo que llegó un momento que tuve que decidirme a abandonar las clases. Le dije al doctor Sáez de la Calzada que dejaba la docencia y que a partir de entonces sólo me dedicaría a la periodoncia; él me entendió e incluso me dio ánimos. Del mundo académico guardo muy buenos recuerdos, gracias a él pude conocer gente muy interesante que luego han sido importantes en mi vida. Precisamente en aquella época de profesor conocí a los hermanos doctores Juan Pedro Moreno, profesor de ortodoncia, y Enrique Moreno, cirujano, que me invitaron un día a ir al Hospital San Rafael, de Madrid, para hacer periodoncia y allí me quedé también durante cinco años. La Universidad me ha enriquecido mucho como profesional y como persona. Más tarde me invitó a volver a la docencia el doctor Miguel Lucas Tomás; lo intenté, pero ya no era compatible con la clínica. M ¿Cómo fueron sus inicios como periodoncista en exclusiva? Doctor Fernández. Desde que terminamos la especialidad de Estomatología, varios compañeros teníamos la necesidad de formarnos; por este motivo, surgieron varios grupos de estudio. Yo estaba integrado en uno formado por los doctores Felipe Landete, Manuel Donado, Juan Puertas, Andrés Pérez Fernández y Domingo Molina; estos compañeros han formado parte de mis mejores amigos. Posteriormente, la amistad con Lorenzo Portero, Pedro Badanelli y Arturo Martínez Berna, así como la de los compañeros de aquel grupo de estudios, contribuyó mucho a que yo me planteara la posibilidad de hacer periodoncia en exclusiva. Todos ellos me animaron y se encargaron de derivar pacientes a mi consulta para que yo les atendiera de patologías periodontales; sobre todo fue muy activo el doctor Badanelli. Siempre generoso, llegó un momento en el que le pedí que no me enviase tantos pacientes porque tenía muchísimo trabajo. M ¿Quiénes fueron sus referentes en el ejercicio de la odontología? Doctor Fernández. Tuve la suerte de conocer al doctor Manuel Fonseca, padre de la periodoncia en España, que era un hombre fantástico, afable, lleno de ternura; también conocí al doctor Ulpiano Arias, en el Hospital de La Princesa. Pero mi formación en periodoncia es básicamente autodidacta: la primera vez que vi hacer un colgajo de forma exquisita, yo ya llevaba varios años haciéndolos. En cambio, en oclusión sí hubo personas que me marcaron mucho, especialmente los doctores José Luis Echeverría y José Boniquet Alonso. Con el primero de ellos tuve siempre una comunicación muy fluida, era la época de las cartas, pero como soy un poco perezoso para escribir establecimos que nos comunicaríamos mediante grabaciones en cintas magnéticas; estuvimos muchos años así. Luego el doctor Echeverría me apoyó mucho para optar a la presidencia de la SEPA y él fue quien me brindó la oportunidad de hacer la Reunión Anual en Madrid, en el Hospital San Rafael. El doctor Fernández disfruta ahora de la familia, el deporte y la oferta cultural de Madrid. 50 MAXILLARIS, septiembre 2009 Hablamos con... implantamos las reuniones en la nieve, se hacía todo con mucha pasión y también con mucho rigor. Había unos criterios muy estrictos para presentar comunicaciones y todo el mundo que asistía a ellas o a los cursos sabía que nosotros éramos muy serios a la hora de contar con los mejores profesionales y ofrecer una formación de calidad. Posteriormente, la SEPA se convirtió en una gran sociedad, se expandió y ya se perdió parte de la unión y la camaradería de entonces. Durante los últimos años en ejercicio ya no fui a las reuniones porque ya no encontraba la afectividad de otras épocas. Hace poco hubo una reunión de ex presidentes con motivo del 50 aniversario de la sociedad, y me hubiera gustado asistir, pero ya tenía un viaje organizado hacía tiempo y me fue imposible. El doctor Manuel Fernández pasó nueve años como docente en la Escuela de Estomatología. M ¿Cómo surgió la idea de crea la Clínica Alpe? Doctor Fernández. La Clínica Alpe ha sido una de las satisfacciones personales y profesionales más importantes que he tenido en mi vida. La amistad con los doctores Andrés Pérez Fernández y Francisco Martos, junto al interés por la periodoncia de los tres, hacía que nuestra comunicación fuerse permanente. Ellos también formaban parte de la Junta de la SEPA cuando fui elegido presidente en el año 76. Tanta relación entre nosotros nos hizo pensar en montar la Clínica Alpe, que se inauguró el 1 de octubre de 1980. En aquellos años 80 era un riesgo crear una clínica centrada, casi exclusivamente, en periodoncia, pero nosotros contábamos con la ventaja de que ya teníamos experiencia en nuestras respectivas consultas e, insisto, teníamos mucho apoyo de nuestros compañeros. M Usted formó parte de una Junta en el Colegio de Dentistas de la I Región, entre 1975 y 1979, y fue presidente de la SEPA los años 1976 y 1977. ¿Por qué este interés por estar al frente de las instancias profesionales? Doctor Fernández. En aquellos años éramos profesionales con mucha inquietud, nos preocupaba mucho la evolución de la profesión y cómo podíamos ayudarnos unos a otros. En el Colegio de Madrid, primero fue el doctor Ignacio Gallastegui Iturbe quien me invitó a formar parte de la comisión científica llevando el área de periodoncia. Posteriormente, el doctor Lorenzo Portero, amigo desde mi época universitaria, quiso optar a la presidencia del colegio madrileño y los amigos le apoyamos mucho. Cuando salió elegido, él me llamó un día para comunicarme que me había puesto como vicepresidente y que ya estaba aprobado. Me lo dijo a posteriori porque sabía que si me lo decía antes de aprobarse no lo aceptaría. En cuanto a la SEPA, hace 30 años era una sociedad muy distinta a la de ahora. En los años 70 había mucha unión, mucha confraternidad, teníamos jornadas de convivencia, 52 MAXILLARIS, septiembre 2009 M ¿Era sencillo en aquellos años 70 tener una comunicación fluida con periodoncistas extranjeros de fama internacional? Doctor Fernández. Abrirse a nuevos conceptos médicos, odontológicos o incluso sociales siempre es positivo, hay que tener otras experiencias, no es bueno estar encerrado todos los días en el gabinete. En la SEPA tuvimos la suerte de contar con la colaboración de doctores de gran renombre, como los profesores Raúl Caffesse y Fermín Carranza, ambos hispanoparlantes y con gran fama internacional. A los profesionales extranjeros llegábamos a través de intermediarios. Generalmente, los doctores españoles que hacían un máster fuera de España nos indicaban sus profesores y si alguno de ellos nos interesaba se le enviaba la invitación a través de este doctor-alumno. También es cierto que los españoles teníamos mucho interés en salir de España para ver qué se hacía en otros lugares. Cuando se organizó el primer Congreso de Odontología Latinoamericano (COLA), el doctor Lorenzo Portero me encargó la organización del viaje y fuimos más de 200 españoles. En Clínica Alpe siempre hemos formado a gente y hemos tenido alumnos brillantísimos, tales como los doctores Hipólito Fabra o Vicente Jiménez, pero también reconocíamos nuestras limitaciones y a algunos de los pretendientes les aconsejábamos que hicieran un máster en Estados Unidos, si se lo podían costear. M Usted se formó como médico estomatólogo y después eligió centrarse exclusivamente en la periodoncia. ¿Cree que existe mucha diferencia entre su formación y la que reciben los actuales odontólogos en el ámbito periodontal? Doctor Fernández. La medicina siempre me ha gustado mucho, particularmente me siento muy médico. Nuestra formación médica era buena, pero reconozco que la formación que obteníamos los estomatólogos en mi época, con sólo dos años, era muy pobre. Aunque no conozco en profundidad la enseñanza en odontología de hoy, tengo la sensación de que es mejor que la de mis tiempos. La tónica general que siguen los países nórdicos o Estados Unidos es tener la odontología diferenciada de la medicina, y luego muchos buscan la especialización en un campo u otro; cada vez se abordan parcelas más limitadas, pero esto permite que se expriman al máximo. Hablamos con... M ¿Especializarse en un área muy concreta permite estar abierto a lo que puedan aportar otros campos odontológicos o sanitarios? Doctor Fernández. Sí, en mi caso, además de la periodoncia, me interesó mucho la oclusión, es algo imprescincible, ya que un periodoncista que no sabe de oclusión directamente no es periodoncista. Cuando fui presidente de la SEPA dedicamos un simposio a la oclusión y allí intervinieron otorrinos, neurólogos, psiquiatras, rehabilitadoras, ortodoncistas, protesistas y periodoncistas. Todos teníamos algo interesante que aportar. A lo largo de mi trayectoria profesional también he tenido mucho contacto con cirujanos maxilofaciales, sobre todo a través del los hospitales madrileños 12 de Octubre, donde estaba como jefe del servicio de cirugía maxilofacial el doctor Ramón del Castillo, y La Princesa, con el doctor Alonso del Hoyo. Asimismo, he tratado con muchos traumatólogos, y ellos me han confesado la ventaja que teníamos los periodoncistas en cuanto a nuestra experiencia con la osteointegración. En este sentido, en mi opinión la gran revolución en regeneración fue la técnica del doctor Eduardo Anitua de concentrado de plaquetas, es fenomenal. M ¿Qué le ha quedado por hacer en el marco profesional? Doctor Fernández. Sobre todo me hubiese gustado ampliar más la línea de investigación. Pero en la universidad que yo conocí había poco dinero y muchas limitaciones. Participé en un equipo de investigación con los doctores Francisco Martos, Andrés Pérez y Manuel Perona, entre otros, sobre injertos libres de encía en perros. Lo hacíamos en Vitoria y me resultó muy gratificante porque además aprendí mucho de histología. Aquel trabajo nos valió el premio Fonseca de 1981. Pero hacer investigación desde una clínica privada es complicadísimo. Conseguimos algunos avances, sobre todo el doctor Andrés Pérez, en temas de cirugía, pero es difícil porque se requieren muchos medios. M A través de su hijo, el doctor Ricardo Fernández, se ha asegurado el relevo en la Clínica Alpe. ¿Ha transmitido a su familia el amor por la odontología? Doctor Fernández. Nunca he pretendido que mis hijos heredaran mi trabajo. Mi hijo Ricardo hizo Medicina y, tras terminar, vino a la consulta un verano, estuvo viendo cirugías e injertos y le gustó, por lo que se decidió a estudiar odontología. Mi hijo Manuel sí tenía más vocación pero acabó haciendo Derecho y mi hija Susana estudió psicología y ahora lleva la gerencia de la clínica. Aunque en mi casa hemos tenido mucho contacto con personas que se dedicaban al tema médico, yo he intentado transmitir más a mis hijos mis inquietudes culturales y deportivas, he tenido el placer de esquiar o jugar al golf con mis hijos y con mis nietos. Ahora cuando paso por la consulta, pocas veces trato de temas odontológicos. Más que a la profesión, echo de menos el ambiente de la clínica, a los compañeros; ahora ya sólo me centro en las relaciones humanas. La Clínica Alpe sigue abierta a cualquier profesional inquieto por la periodoncia y los implantes. El equipo formado por mi hijo, el doctor Ricardo Fernández, y los doctores Juan Arias, Gustavo Simonneau y Amaya Cerezo funciona muy bien y creo que es un referente de la periodoncia en nuestro país. Siempre estaré agradecido al doctor Juan Arias, formado con nosotros durante algunos años, que me permitió retirarme del trabajo sabiendo que lo debaja en buenas manos. « La Clínica Alpe ha sido una de las satisfacciones personales y profesionales más importantes que he tenido en mi vida » 54 MAXILLARIS, septiembre 2009