El PC había sufrido varios ataques subversivos. La

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LATERCERA Sábado 10 de mayo de 2014
dir el avance de los encapuchados, pues temían que llegaran hasta el escenario.
“Nos tomaron por sorpresa, pero decidimos contenerlos y no arrancar. Tampoco
íbamos a atacarlos a ellos. No les devolvimos las piedras y usamos nuestras banderas. Se nos sumó mucha gente, todos a cara
descubierta”, relata Rojas.
Brantes fue uno de los que intervino en la
pelea, al frente de la Casa Central de la Universidad Católica. En el bando contrario se
encontró con A.E.L. (prefieren no identificarlo), compañero del Aplicación con el que
mantenía desde hace tiempo una rivalidad
que pasó de ser política a personal. El grupo de encapuchados lanzó bombas de pintura y una molotov, dejando 13 heridos, antes de dispersarse hacia el poniente y atacar
un cajero automático.
E., un simpatizante “libertario” que vio la
gresca (prefiere no dar su nombre), asegura
que también hubo dos lesionados graves
por el otro lado. Según él, las JJ.CC. decidieron victimizarse: “Fue la respuesta a una
CUT pasiva. Hay una molestia transversal
de muchas organizaciones, no sólo de anarquistas, que entienden que esto no es una
conmemoración del Día del Trabajador,
sino de la llegada de un gobierno. El afán no
era iniciar una pelea con ellos, sino funar el
acto, pero ellos se pusieron en el camino”.
Brantes volvió a casa sin lesiones, pero
A.E.L. le prometió guerra. Durante el fin de
semana lo amenazó por Facebook y correo
electrónico, pero él no se dejó intimidar. El
lunes 5 de mayo, alrededor de las 16 horas,
A.E.L. lo interceptó cuando salía de clases.
Estaba acompañado de otros seis alumnos
del Aplicación. Primero trató de quemarlo
con un cigarro y luego empezó la golpiza,
que duró cerca de 10 minutos.
-Parece que no sabís pelear sin coligüe
-le habría dicho en medio de la paliza.
Brantes logró escapar al Metro y pidió
ayuda. Constató lesiones en el San Juan de
Dios y fue derivado a un maxilofacial del
Salvador. Los líderes de las JJ.CC. se enteraron un par de horas después. Con preocupación confirmaron que, después de años
de luchar contra el establishment, ahora
son parte de él y grupos más radicales los
ven como traidores. Que pese a ser protagonistas del movimiento social, la calle ha
cambiado.
Mecanismos de seguridad
-Eso de las brigadas de choque es muy
ochentero -dice la diputada y secretaria general de las JJ.CC., Karol Cariola. Pese a que
los ataques en contra del PC han aumentado en el último tiempo, ellos descartan estar conformando una suerte de ejército
para defenderse en la calle, aunque sí han
tomado algunos resguardos para enfrentar
a los grupos violentistas. “Yo me permito
dudar de que sean de extrema izquierda,
porque su forma de actuar es fascista”, acota Cariola.
Antes del ataque del 1 de mayo y la paliza
a Jorge Brantes, el PC había sufrido varias
amenazas de grupos subversivos. En los
últimos años, su sede ha sido atacada en
varias ocasiones y la animosidad parece
haber aumentado a partir de su inclusión
en la Nueva Mayoría, la coalición política
que devolvió a Michelle Bachelet a La Moneda. “Fue la gota que rebasó el vaso”, dice
E. “No se ve como un partido de comunistas. El problema son sus dirigentes, que
han negociado a puertas cerradas. Lo que
ha ocurrido es una respuesta a sus traiciones”, apunta.
El nuevo lugar de los comunistas dentro
del mapa callejero (acelerador de las reformas anunciadas por Bachelet) los ha obligado a tomar precauciones. Desde hace
tiempo que la coordinación se encarga de
que dentro de los manifestantes haya un
par de médicos, en caso de que alguien necesite atención. También se estila que sus
principales dirigentes, como Cariola o Camila Vallejo, cuenten con militantes que las
escoltan en las marchas. El 1 de mayo, de
hecho, fueron las bases quienes se ocuparon de la defensa del acto, pues la organización había pactado con Carabineros que la
intervención policial fuera sólo excepcional. La confianza de la CUT, según transmi-
tieron sus dirigentes a las autoridades policiales los días previos a la marcha, respondía a que también contaba con voluntarios
encargados específicamente de resguardar
la seguridad en determinados perímetros.
“Estaba dentro de lo conversado. Ellos
nos pidieron intervenir lo menos posible.
La CUT tiene un sistema de seguridad propio, con el cual aíslan a quienes llegan con
fines agresivos. El año pasado, nos acusaron de pasar a llevar los derechos humanos, así es que ahora les dimos espacio.
Sólo intervinimos para evitar el robo de un
banco”, sostiene el general Alejandro Olivares, jefe de Control y Orden Público de la
Zona Santiago.
La batalla campal de la Alameda se extendió por casi 40 minutos. Los heridos de uno
y otro lado terminaron en la misma posta,
compartiendo sala. El ataque fue justificado
en sitios de grupos anarquistas más violentos, pero condenado por movimientos de
pensamiento cercano al anarquismo, como
el Frente de Estudiantes Libertarios (FEL),
que actualmente ocupa la presidencia de la
Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile (Fech).
“Nosotros nos enfrentamos políticamente
al PC en diferentes escenarios y a veces eso
lleva a peleas puntuales, pero sabemos que
la violencia no contribuye a las necesidades
del movimiento social. La crítica debe enfocarse en el contenido, no en la forma”, argumenta la FEL Melissa Sepúlveda, líder de
la Fech.
De acuerdo con informaciones que manejan en las JJ.CC., la agresión del Día del Trabajador fue obra de un grupo organizado.
La Corriente Revolución Anarquista (CRA),
de una vertiente insurreccional, está entre
los sospechosos.
Paz Carmona, hija del diputado Lautaro
Carmona y subsecretaria de las JJ.CC., proyecta que la situación puede continuar.
“Hay un alto grado de anticomunismo. Habíamos enfrentado a los anarcos, pero
siempre a las manos nomás, en ningún
caso con este nivel de preparación, que es
lo que nos preocupa. Hemos recibido palos
de carabineros, pero nunca una molotov.
Estamos preocupados, pero no vamos a esconder la cabeza. Saldremos más preparados”, afirma.
Cambio de protocolo
El PC había sufrido varios
ataques subversivos. La
animosidad parece haber
aumentado a partir de su
inclusión en la Nueva
Mayoría.
La batalla campal de la
Alameda se extendió por
casi 40 minutos. Los heridos
de uno y otro lado
terminaron en la misma
posta.
Después del choque en la marcha de la
CUT, los encapuchados intentaron saquear
una sucursal del Banco Santander y fueron
interceptados por dos carabineros en moto.
Casi a la misma hora, en la manifestación
alternativa de la Plaza Brasil, otro grupo
atacaba brutalmente al teniente Felipe Vidal, quien finalmente tuvo que ser rescatado por civiles (ver página 6). A ojos de Carabineros, esta imagen y la defensa de las
JJ.CC. en la Alameda, dio cuenta de una
condena unánime a los encapuchados. “Es
novedoso el apoyo que recibimos de la ciudadanía para enfrentar a los agresores. Esto
demuestra la madurez que han tenido las
manifestaciones en estos dos años. La gente
no quiere más violencia”, señala el coronel
de Fuerzas Especiales, Oscar Salazar.
La calle también ha cambiado para
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