Iglesia de San Agustín en Barcelona

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IGLESIA DE SAN AGUSTÍN
Y ESCUELA DE LA VIRTUD
La Iglesia de San Agustín se comenzó a
construir el año 1728 y fue bendecida en
1750. El templo presenta un vasto pórtico, con
seis grandes columnas y cinco arcos que a él
dan ingreso. Sobre la clave del arco del medio
se ostenta de relieve el escudo de las armas
reales en señal de haber sido costeada la obra
por el rey. Las columnas descansan sobre
pedestales y se hallan un tercio empotradas.
El santuario consta de una sola gran nave.
Todos los adornos de carpintería plateresca
que decoraban esta iglesia, incluso el altar
mayor, el órgano y el coro, desaparecieron a
fuerza de llamas en la famosa noche del
25 de julio de 1835 en que también,
entre otros, fue incendiado el convento
de “San José”. Gracias a los esfuerzos
del obispo D. Pedro Martínez de San
Martín, apoyado por la reina María
Cristina de Borbón, pudo restaurarse y
abrirse al culto público la víspera de
San Agustín en 1839. Este templo
reconstruido es el
que Francisco
utilizará como sede de la “Escuela de la
Virtud”.
En abril de 1851, de regreso de
su exilio francés, pasando por Gerona unos días, llegó a Barcelona el mes de mayo. La
situación socio-religiosa de la ciudad era compleja. Por su situación geográfica
(próxima a Francia) le llegaban ideas revolucionarias y antirreligiosas de Francia. A
esto se unía una masa proletaria (mayoría de la población) descontenta por la conducta
injusta de los empresarios. Todo esto producía síntomas de desorden y de alejamiento
de la Iglesia. Además no cesaban las luchas sangrientas entre liberales y carlistas,
enconándose los ánimos y creando un ambiente desfavorable a la Iglesia, partidaria,
para muchos, del carlismo y contraria al progreso. Ante esta situación el obispo de
Barcelona, José Domingo Costa y Borrás se propuso desarrollar un programa de
reevangelización, sobre todo a la masa obrera, haciendo frente a los errores que se
propagaban. Los medios que utilizó fueron: evangelización oral y escrita, prensa,
misiones populares y cartas pastorales. El 13 de mayo de 1851 el obispo concede al
P.Palau las más amplias facultades ministeriales y lo nombra director de ejercicios del
Seminario. El P. Palau habitó en el colegio episcopal hasta febrero de 1852.
En Mayo de 1851 el P. Palau se retira al Montsant, en la ermita de San
Bartolomé, para cerciorarse de la voluntad de Dios sobre su vocación. Desde aquí
escribe a sus dirigidas en Lérida. En este retiro resuelve entregarse a la predicación y
se pone bajo las órdenes de Costa y Borrás, quien lo compromete en su plan de
reevangelización de Barcelona. Bajo las órdenes del obispo, Francisco atendió
apostólicamente las nuevas barriadas formadas alrededor de Barcelona por
emigrantes llegados a Barcelona en busca de trabajo, en condiciones de pobreza y
abandonados espiritual y culturalmente. (ej. Barrios de Pueblo Nuevo y Taulat. Hoy
complejos industriales anexionados a Barcelona). Francisco pidió al Obispo la
construcción de capillas en esos lugares (ej. Nuestra Señora del Pilar en la zona de
Gracia). Predicó (sermones, triduos, novenas, etc.) en las grandes iglesias de la ciudad
(San Agustín, Nuestra Señora de Gracia, Belén, San José, en las Carmelitas
Descalzas, etc.). Ante una sociedad en cambio, “en una época en la que el vicio
pretende vestirse de las insignias reales de la virtud”, ve la necesidad de buscar
nuevas formas de evangelizar a los adultos para lo que traza un nuevo plan de
predicación y enseñanza del Evangelio: La Escuela de la Virtud, la cual se inaugura
como obra diocesana el 16 de noviembre de 1851 en la Iglesia de San Agustín.
Para la Escuela de la Virtud solicitó la ayuda de sacerdotes y seglares y la
solidaridad de otras asociaciones (para el pendón, imagen de la Reina da las Virtudes,
bancos, etc.). Pidió ayuda económica a párrocos a través de una suscripción de 4 reales
por trimestre. Incluyó colegios católicos y los invitó a bordar un pendón con una virtud
y a presentarse con una representación de
alumnos en procesiones organizadas por la
Escuela de la Virtud. Invitó a la Escuela a través
de volantes, utilizando los mismos medios de los
enemigos de la Iglesia. Organizó una junta
directiva formada por cuatro sacerdotes y
cuatro seglares.
El primer curso de la Escuela se realizó
del 16 de noviembre de 1851 al 20 de diciembre
de 1852 y el segundo curso del 25 de diciembre
de 1852 al 17 de diciembre de 1853. Los cursos
duraban un año repartido en 52 clases (52
domingos) de 1 a 2 horas de duración. Las
conferencias comenzaban todos los domingos a
las 18:00 hrs. El tema era sobre una virtud y los
vicios que se oponen a ella por exceso y por
defecto. Se daba en forma de catecismo. El
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domingo anterior se les entregaba la lección del siguiente domingo para podérselas
preguntar llegado el día. Asistieron alrededor de 500 personas, llegando en ocasiones
a 2000 personas, siendo la mayoría jóvenes.
En este Templo de San Agustín se expuso por primera vez la imagen de Nuestra
Señora de las Virtudes, patrona de la institución, hecha de encargo para el P.Palau
expresamente, y seguramente también bajo su inspiración, temática al menos.
En el primer curso el orden de cada función los domingos era el siguiente:
Comenzaba con un canto o rezo de toda la asamblea al Espíritu Santo (Introducción CV
p.275). Después un coro de niños recitaba de memoria la lección. El P. Palau explicaba
el tema entablando un animado diálogo con los asistentes. Luego se alababa a Dios con
el canto o recitación de los salmos 83 y 116 (relectura del salmo 83 hecha por
Francisco) (Introducción CV p. 278). Se pronunciaba un discurso moral análogo a las
materias tratadas y se hacía un acto formal de aceptación de la virtud estudiada y una
protesta formal contra los vicios opuestos a ella.
En el segundo curso se introdujeron modificaciones, entre otras, se dividió en
dos secciones; se agregó la explicación de un punto de apologética sobre temas y
problemas religiosos de la más palpitante actualidad en sus implicaciones con los
errores del ateísmo, racionalismo, agnosticismo, socialismo y comunismo. Al final de
cada curso se tenían exámenes generales.
Las lecciones utilizadas compendiaban la doctrina de Santo Tomás sobre el
tema. El P. Palau introduce una innovación a lo presentado por Santo Tomás en su
tratado sobre las virtudes, introduciendo una lección sobre “la Iglesia de Dios”.
En el periódico “El Áncora” el 6 de marzo de 1852 escribía “...Nuestro
Catecismo le describe (al cristiano) la ciudad santa, los senderos y carreteras que
guían a ella, los precipicios y despeñaderos en los que podría caer; le enseña por fin
todo aquello que debe saber para no extraviarse del camino de la perfección”.
Es interesante leer la carta del 18 de octubre de 1853 a José Domingo Costa Y
Borrás, Obispo de Barcelona, donde expresa el objetivo que lo llevó a crear la Escuela
de la Virtud, los problemas prácticos que después de dos años de funcionamiento se
han ido viendo y solicita la posibilidad de elevar la Escuela a Sociedad religiosa.
“Exmo. e Ilmo. Señor
1.
El Pbro. D. Francisco Palau a V.E.I. con respeto expone lo que sigue: Cada
época tiene sus necesidades a cuyo remedio se dirigen las instituciones, y a este objeto
mira lo que llaman Escuela de la Virtud. Antes que se formalicen en asociación religiosa
los ejercicios que ésta todos los domingos practica en la parroquial de S. Agustín, preciso
es sepamos si motivos especiales lo exigen. Así lo hemos creído, pero como toca al obispo
juzgar de estas materias, deber mío es insinuarlo a la ilustración de V.S.I. para que
decida con conocimiento de causa.
2.
Se han presentado en estos últimos siglos en el campo contra Israel unos hombres
titulados filósofos racionalistas, ilustrados, quienes no osando combatir a cuerpo y brazo
descubierto, han trocado los términos, y con escándalo de la lógica han calificado de
bueno a lo malo, y a lo malo de bueno; han pintado el vicio como una virtud y a ésta
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como un vicio. Con esto, introducida la confusión en este mundo ideal, han hecho
devorar a los incautos el veneno y han logrado seducir la multitud; y mientras se le
permita combatir a Dios, a la religión, a la Iglesia, a los prelados, el dogma, la moral y
las virtudes en nombre de estos mismos sagrados objetos, tales escuelas no pueden menos
de ser funestas y fatales para el pueblo fiel e incauto. En frente de estas escuelas
antisociales y anticatólicas ábranse otras cuya misión se dirige a denominar el bien y el
mal, la virtud y el vicio por sus propios términos; escuelas que dando la definición
verdadera de la virtud y describiendo el vicio por sus propiedades destructoras, desarme
al enemigo.
3.
Las virtudes son el ornato y riqueza del hombre espiritual, como lo son del
animal y carnal los bienes materiales. Una misión importante desempeñaban las órdenes
religiosas, y era enseñar y dirigir al pueblo fiel en el camino de la perfección, ya desde el
púlpito, ya desde el confesionario; arrancados del lado del obispo estos auxiliares,
imposibilitados por otras ocupaciones a suplir ni por sí ni por los párrocos esta alta
misión, su falta ha producido un efecto fatal y es la ignorancia sobre la verdadera
virtud, y ésta ha de dar por parte un hombre sensual y carnal. El pueblo será católico
porque se le predica la fe. Si se sostiene contra mil ataques, es todo cuanto puede hacer
la jerarquía eclesiástica por sí sola y esto a trueque de mil penalidades y sacrificios. El
pueblo será católico pero sensual y material, animal como dice el Apóstol, y esta
sensualidad pondrá en peligro hasta sus creencias. Si es que a este mal haya remedio
humano que pueda atajarle, eríjanse frente al panteísmo. Escuelas de Virtud donde no
de cualquier modo sino formalmente, y con toda solemnidad se forme al pueblo y se
edifique en la parte que tiene de racionalidad y de espiritualidad.
4.
La falta de maestros espirituales y de escuelas que los enseñen y formen ha de
producir otro mal grave en nuestro porvenir, y es que los fieles a Dios llevados de un
buen celo, caerán en mil ilusiones y supersticiones en sus prácticas piadosas. La mala
inteligencia sobre la verdadera virtud o la ignorancia sobre ella, engendra un fanatismo
tan perjudicial a la religión como la misma impiedad. ¡Este fanatismo cuánto no da que
sufrir a los prelados! y ¿no es un arma de que se sirven los incrédulos para quitar el
prestigio a la Religión? Ábranse, si es posible, en las capitales escuelas apologéticas
donde se enseñe la verdadera virtud, y éstas salvarán la parte escogida del pueblo fiel de
un derrumbadero en que tantos se precipitan.
5.
En tiempos bonancibles en que bastaba al pueblo proponer la verdad para que la
creyera y siguiera, no había necesidad de formalizar escuela apologética, pero ahora ya
ha oído los argumentos de los contrarios y le han forzado a discurrir sobre el bien y el
mal y, en este estado, tiene necesidad de escuelas apologéticas cuya forma sea no
precisamente proponer y explicar, sino probar por principios y rebatir errores. Esto es
Escuela.
6.
Las altas clases de la sociedad aprenden y estudian la Religión por impresos y en
éstos, a causa de la libertad de imprenta, la verdad va mezclada con mil errores. En estas
escuelas apologéticas acomódese la doctrina a su capacidad, sin defraudar a los
ignorantes de la parte que les debe la enseñanza religiosa, y en éstas tendrán ocasión de
oír de boca de sus pastores las verdades de la Religión.
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7.
Todos estos y otros motivos, junto a la necesidad que siempre hay de enseñar a los
fieles adultos la doctrina cristiana, fueron los que nos impulsaron a proponer a V.E.I. la
instalación de la Escuela de la Virtud en noviembre de 1851.
Por bello que sea el ideal, cuando del programa se pasa a la práctica, el tiempo
descubre muchas veces la inconveniencia o la irrealización de nuestros proyectos y
algunas veces la experiencia, la utilidad o necesidad de la empresa.
8.
Cuando se publicó el programa sobre la Escuela no podíamos formar juicio
acertado sobre ella; pero completados dos cursos ya, o dos años de conferencias, la
experiencia puede muy bien darnos consejo para decidir si conviene o no darle forma
estable y legal Lo que podemos atestar es que a pesar de funcionar todos los días
festivos y de estar los actos despojados de todos aquellos aparatos que suelen atraer el
concurso, cuales son música, cantos, luces, etc.; a pesar de estas reducidos los ejercicios a
dos horas de enseñanza, el auditorio ha sido siempre el mismo, siempre constante,
siempre extraordinario, atendido lo usual de las funciones. Esto y las repetidas
instancias de los alumnos nos han movido a redactar estatutos que acompañan, los que
expongo a la censura, examen y revisión de V.E.I.
9.
Suplicando tenga a bien manifestarnos si en sus sabias previsiones V.E.I. cree
oportuno elevar la Escuela de la Virtud en sociedad o congregación religiosa. En caso
afirmativo, si los estatutos redactados, y modificados en la parte que crea conveniente,
son de su pastoral aprobación.
Así lo espera del celo verdaderamente apostólico de V.E.I. (Cta 14)
Ante el éxito de la Escuela de la Virtud, el gobierno se asustó pues detrás
estaba el fantasma del carlismo. Los periódicos anticlericales repetían que el P.Palau
“desvía a la juventud” y lo acusaban de “jesuitismo”, de “loco”, de promover “el
fanatismo y la superstición”. Uno de los periódicos escribía: “En medio de lúgubres
ceremonias y extraños misterios, el curioso espectador no podrá menos de
comprender toda la influencia que ejerce sobre los espíritus reflexivos y timoratos de
los numerosos jóvenes afiliados a dicha institución”. En otra ocasión se leía de la
Escuela: “Esta sociedad que no es más que la resurrección de la Compañía de Jesús con
sus principios, tendencias y ambiciones”. Al entrar a la Iglesia se insultaba a los
alumnos.
Con la escusa de rumores, que según el gobernador civil habían llegado a él, de
que había quienes querían perturbar las funciones de la Escuela, puso guardias para
vigilar al P. Palau, quien, con cierta “ingenuidad”, lo agradeció públicamente en la
Escuela.
Los ataques contra el director de la Escuela de La Virtud fueron cada vez
mayores, tanto, que necesitaron buscar de qué acusarle para esto investigaron sus
pasos y utilizaron los grupos de hermanas que él dirigía para inventar toda clase de
calumnias. Él mismo lo tiene claro y así lo cuenta en una de sus cartas al obispo de
Lérida:
“Los enemigos han tendido redes a los pies de S.S.I. y han sorprendido su autoridad,
arrancándole la orden que ha expedido contra parte de mi familia, que ha siempre marchado
bajo mi dirección.
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2.
Desde que desplegó la Escuela de la Virtud su estandarte en esta capital, la
impiedad se conjuró para hacerla pedazos. Si tenemos enemigos, no faltan amigos que saben
sostenerla. Era como natural que yo fuese el blanco de todos los tiros. No quedó ni queda
piedra para revolver contra el Director de la Escuela. No olvidó el enemigo de que la
provincia de Lérida es mi país natal, sabía que yo había trabajado en esa parte, habían de
seguir mis pasos, y cortar la tierra a mis pies. ¿Bajo qué punto de vista pintarían mis
relaciones con esas mujeres, viudas y doncellas, contra las que S.S.I. ha fulminado un rayo
tan terrible?.” (Cta.10)
El 28 de abril de 1852, Costa y Borrás dirige una Exhortación pastoral a sus
diocesanos en defensa de la Escuela de la Virtud. También mantiene correspondencia
con los ministros de Gobernación, Gracia y Justicia; y con el Nuncio en Madrid sobre
la incorrecta actuación de las autoridades y del periódico “La Actualidad”. En octubre,
por real orden, se suprime dicho periódico.
En 1853 continúan los ataque y el éxito de la Escuela es cada vez mayor. En este
tiempo de ataques, el P. Palau confiesa sentirse “contra corriente” y desea abandonar
el mundo:
“Hago lo que no tengo corazón de hacer...La esperanza me consuela. Espero que
Dios, viendo cuan contra corriente hago lo que Él me ordena, tendrá piedad de mí y tal vez
me sacará del mundo”. (Cta. 11)
No encontrando solución justificable a la problemática planteada por una huelga
obrera, se buscó un responsable y se escogió la Escuela de la Virtud y se optó por la
supresión de aquella “especie de catequesis obrera”. El 31 de marzo de 1854 La Rocha
decretaba la supresión y disolución de la Escuela de la Virtud. El domingo anterior a la
supresión de la Escuela, en pleno hervor huelguístico, en la Escuela se había tratado el
tema de la Eucaristía y se habían rezado las letanías lauretanas como rogativas por la
paz y tranquilidad ciudadana. El día 1 de abril el capitán pedía una lista de los afiliados
a la Escuela de la Virtud. (Leer Cartas 15, 16 y 17)
El domingo 2 de abril, fue dramático para el P.Palau. En aquellas horas tensas
ante el desconcierto por las drásticas medidas tomadas contra la Escuela, se dedicó a
redactar una memoria de la misma, dirigida al obispo de Barcelona, en contestación al
oficio por el que le comunicaba la orden de supresión (Cf. Cta 15, p.1023ss). En esta
defensa define lo que era la Escuela: “es el pueblo católico congregado en la Iglesia
parroquial de San Agustín, para oír la explicación de la doctrina cristiana acomodada a
la capacidad de todas las clases”(Cta 15,5 p.1024). También escribió a las autoridades
civiles en defensa de la Escuela de la Virtud (Cf. Cta 16, p.1026ss; Cta.17, p.1031ss) y
se presentó ante ellas sin obtener ningún resultado, sino por el contrario poner más
contra él al poder civil que calificó sus intervenciones de “calumniosas, denigrativas y
con tendencia a perturbar el orden público”. Además se le acusaba de desobedecer
volviendo a colocar el rótulo de la Escuela de la Virtud en la puerta de la Iglesia. Por
estas razones el 7 de abril de 1854, el capitán general, una vez recibido del alcalde el
escrito comprometedor, notificaba al obispo la decisión irrevocable de expulsar al
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P.Palau de Barcelona. La resolución tomada fue de “que dicho Presbítero pase
confinado a la isla de Ibiza”.
El día decretado para ejecutar el precipitado edicto de expulsión era el día 8.
Dicho día , el capitán general de Cataluña comunicaba al ministro de la Guerra que el
director de la Escuela de la Virtud había sido desterrado a la isla de Ibiza. El 9 de
abril partía en el vapor “El Mallorquín” de Barcelona y llegaba a Palma de Mallorca.
Juntamente, el barco llevaba el informe de La Rocha al capitán general de Baleares, en
el que se presentaba al desterrado como persona poco afecta a las autoridades y
perturbadora y peligrosa para la paz ciudadana. De una en otra autoridad de la Isla
fue pasando el informe del P.Palau que lo convertía en gigantesco molino de viento, en
un sujeto, objeto de miedo que había que sujetar bien, “cuidando de frustrar su
evasión de esa isla, caso de que lo intentara” (comunicado del gobernador civil al
alcalde de Ibiza).
Con esto comenzaba una nueva, dolorosa y fructífera etapa en la vida de
Francisco Palau. Él lo tiene muy claro, lo suyo es la contradicción, desde sus destierro
escribe:
“2.
Yo no veré en toda la vida sino persecuciones, pues mi espíritu escupe el mundo y
para conservar mis comodidades yo no torceré nunca el camino. Si me quedo aquí en Europa
los malos cristianos no me dejarán quieto ni en el desierto, ni en la ciudad; ni yo podré
aguantar a ellos ni ellos me tolerarán a mi.
3.
Mi destierro me ha dado ocasión de conocer que los males que yo ya temía son más
graves de lo que yo pensaba. La impiedad prevalece y el justo apenas tiene fuerza para hacer
su confesión de fe, porque ésta que en ciertas épocas ocasionaba el martirio, ahora es mirada
como un crimen de desacato a las autoridades. ¡Cuántos de esos desacatos cometieron los
mártires delante de los reyes y de los emperadores!
4.
Lo que se llaman virtudes religiosas y monásticas, como la pobreza, la penitencia
pública, etcétera, el mundo las ha desterrado y quien quiera practicarlas, quien quiera hacer
volver el tiempo de los frailes y anacoretas, será mártir de su vocación. El mal ha de
avanzar, ha de progresar, se ha de engordar y hará su curso sin que fuerza humana lo pueda
contrarrestar, y caerá por sí mismo cuando esté maduro, pero su marcha no nos exime del
deber de atacarlo.
5.
Yo no sueño otra cosa sino cruces, contradicciones y combates, ni quiero por
eso otro camino alguno que el de la cruz.”(Cta.18)
Francisco Palau confía que la contradicción es fruto de la virtud y que a la larga
los frutos que ahora se sienten amargos serán dulces. Es interesante leer la carta
dirigida el año 1854 desde su destierro a uno de sus colaboradores de la Escuela:
“1.
Aprovechando esta ocasión, te envío no la palma de una gloriosa victoria obtenida
por la Escuela de la virtud, sino el fruto de ella, sus dátiles; pero son aún ásperos, no han
sazonado. Espera un poco, luego serán más dulces que la miel.
2.
Guarda esa hermosa rama, no la destroces ni repartas, espera su madurez. El Sr.
Juan Casases, el Sr. Agustín Mañá, el Sr. Francisco García, todos los filósofos, Casellas y
los compañeros de Ceperes que recitaron las lecciones, los que hacían y deshacían el aula y
todos los alumnos más decididos tienen su porción y te reclamarán sus derechos al fruto de
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la palma. Han sido fieles en los combates, que coman el fruto de sus victorias. Te van a
sitiar tu tienda y sus reclamaciones deben ser atendidas porque son justas.
¿Dónde está me dirás nuestra victoria? No veo sino destrozos de Escuela. No vemos
más que derrotas. Pero ¿no te he dicho que los dátiles eran ásperos? Gústalos y lo sabrás.
Un poco de paciencia, el tiempo los madurará.
3.
¿Es que la Escuela volverá a su orden? Sí, no se ha parado en su carrera. Ha seguido
su marcha. No lo entiendo. Óyeme y atiende.
Estábamos en semana de pasión y las autoridades militar, civil y municipal
necesitaban un sermón. La Escuela se ha encargado de hacerlo y este sermón tiene por tema:
el pueblo en lo espiritual y religioso ha de ser gobernado por Cristo y su Iglesia, por los
obispos sus legítimos pastores y demás ministros, y no por seculares, no por hombres legos,
no por las potestades de este mundo. Este sermón les ha gustado mucho, lo han transcrito
muchas veces, todas las oficinas lo han estudiado, oído y escuchado encantados y extasiados
al oírle predicar han remitido su contenido a Madrid. Allí han oído atentos lo que la
Escuela enseñaba y por más que los protestantes anglicanos crujan sus dientes y revienten
de furor y rabia, el sermón se ha predicado en el tiempo santo de cuaresma y ahora lo sentirá
un auditorio inmenso. La Escuela vive aún y predica, sigue su curso inmortal, como la
palabra de Dios es invulnerable.
4.
Los dátiles son ásperos. Estamos a media función. Y cuándo concluirá este sermón
yo no lo se. La Escuela suprimida hará un sermón eterno y si le cortan una rama en
Barcelona, producirá mil en otras partes. ¿Puede un lego suprimir la palabra de Dios, la
enseñanza del Evangelio y la explicación de sus doctrinas? ¡Horrible sacrilegio! ¿Quién ha
oído jamás esto sin estremecerse? ¡Escándalo inaudito! Antes que sea hecha toda astillas la
silla de San Pedro y la cátedra de Moisés, algo les ha de costar.
5.
Un “non” un ¡ay! de maldición eterna lanzado sobre ellos por el espíritu de Dios,
basta para disipar como humo todas sus esperanzas.
Pueden cortarnos la lengua, pero no quedará vulnerada nuestra libertad. Pueden
cortar las manos a un obispo, pero no perderá su báculo. Pueden matar el cuerpo, pero no
encarcelarán el Verbo de Dios.
Déjales, ningún mal pueden hacer a los que son fieles a Dios. Cuando los dátiles
sean sazonados da a cada uno su porción, que los coma la Escuela. Fruto es de la virtud, la
contradicción.
La palma os ofrece sus dátiles. ¡Gustadlos! Otra vez os dará una de sus ramas y
ojalá (nos) encontremos en la gloria trayéndola en las manos por símbolo de nuestro triunfo.
Salud a todos y recibe tú y todos de la escuela mil afectos de amor y mandad de este
su indigno director.” (Cta. 21)
(Respecto a lo sucedido con la parroquia de San Agustín en los años siguientes a
la Escuela de la Virtud, no he tenido acceso a esa información que tendré que buscar
para completar la historia de esta parroquia en relación con lo que hoy se conserva del
tiempo en que el P.Palau trabajó en ella. Sería interesante conocer, por ejemplo, si el
púlpito corresponde al que el padre utilizó para su predicación, y así otras cosas).
8
Púlpito desde el que quizá el Beato
Francisco Palau predicó.
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