ADICIÓN. N o se distingue con bastante claridad en este capítulo la diferencia que debe establecerse entre los árboles de monte ó silvestres, y los frutales ó cultivados. E l autor parece que habla solo de los últimos; y en nuestro entender convendría fijar tan importante punto, estableciendo la distinción de ambas clases con relación á la esrension que se les da á unos plantíos y á lo limitado de los otros. Los primeros deben ocupar dilatados terrenos, porquesus aplicaciones, usos y calidad lo exigen; y á los segundos, reducidos por necesidad á menores espacios, se les señalan terrenos mas pingües, y se les aplican cuidados mas prolijos. Por consecuencia de tal principio, cuando se trata de multiplicar en grande los plantíos de árboles, se ha de reparar menos en la calidad y esposicion de la tierra que en su situación ó sea el paraje á que se les destina. Es indudable que en un terreno estenso deberán hallarse calidades distintas y fondos diversos mas ó menos útiles para la vejetacion; pero esto, aunque dicho asi parece que obligada á variar infinito de plantas adaptándolas según sus calidades á distintas tierras, y por consiguiente á mezclar muchas especies en un d e marcado recinto, no se verifica regularmente en la práctica, porque ni las tierras ni las esposiciones varían tanto que obliguen al cultivador á mezclarlas á cada paso. Todos saben que los árboles son los mas á propósito para aprovechar los terrenos inútiles ó menos favorables para otras producciones; de aqui es que ni las tierras arcillosas ni las arenosas son absolutamente despreciables para el arbolado, antes tal vez son estas las únicas plantas que pueden mejorar y efectivamente mejoran su calidad. La arcilla y la arena, y a se presenten en la superficie ó ya ,se encuentren á dos, tres ó cuatro pies de profundidad, siempre recibirán beneficio con tales plantaciones: i . ° mezclándose la tierra de la,capa ó lecho superior con la mas inmediata al tiempo de hacer los hoyos y darles las labores necesarias: 2.° con el enlaze é introducción del crecido número de raizes que taladrando el terreno en todas direcciones contribuyen á mejorarlo; y 3-° prodigiosa multitud de hojas, plantas é insectos qué nacen, crecen, mueren y se pudren en la superficie; y aunque es cierto que esta primera capa de tierra vejetal pocas veces es tan profunda que baste á sustentar un árbol frondoso no puede negarse que contribuye por lo menos á mejorar la que se sigue. E l autor al principio de este capítulo dice que la tierra que con los calores se resquiebra en el estío es mala, porque por aquellos resquebrajos entra y penetra el calor d las raizes y las seca. Es cierto que asi se verifica en las tierras gredosas y arcilloc o n I a