RESEÑA 11: CRISIS DE LA REPÚBLICA HANNAH ARENDT Crisis

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RESEÑA 11: CRISIS DE LA REPÚBLICA HANNAH ARENDT
Crisis de la República
Hannah Arendt
Editorial Taurus
234 Págs.
“Fiat justitia et pereat mundos” (hágase justicia aunque el mundo perezca). Esta reseña
representa en sí misma la tesis central del libro que expone la fuerte crisis de legitimidad que
se evidencia en Estados Unidos luego del caso de los “documentos del Pentágono” que
muestran la verdadera situación sobre la Guerra de Vietnam.
El libro invita poco a poco a reflexionar sobre la justicia, su funcionamiento, y las
instituciones gubernamentales que la ejecutan ¿es imperativo que el ciudadano cumpla con los
dictámenes de la ley, cuando los encargados de cumplir con este rol no lo hagan realmente?
Así, en su libro la Crisis de la República, publicado en por primera vez en 1969, Hannah
Arendt invita al lector a cuestionarse sobre la pertinencia de la ley con el posicionamiento de
las tiranías modernas.
Escrito en una época ideológicamente convulsa, donde dos bloques enfrentados fracturaron el
mundo, promoviendo la construcción de un nuevo mapa, el levantamiento de Estados
autoritarios, y revoluciones: “la ley” y su cumplimiento por parte de los individuos dentro del
régimen del sistema político comienza a ser cuestionada. En el caso específico de los Estados
Unidos, uno de los países que juega un papel protagónico durante el desarrollo y finalización
de la Guerra Fría, enfrentado a una ciudadanía dividida entre las leyes federales (las cuales
promueven la continuación de la Guerra) y unas estatales que ejercen control a veces en
yuxtaposición con las primeras, llevan a los estadounidenses al punto crítico de cuestionarse
si: ¿ha muerto la ley?
El surgimiento de movimientos sociales promotores de la desobediencia civil, pusieron de
manifiesto cierta falta de credibilidad en la ley, como síntoma de la “desintegración de los
sistemas políticos y una progresiva erosión de la autoridad gubernamental a causa de la
incapacidad del Gobierno para funcionar adecuadamente, de donde brotan las dudas de los
ciudadanos acerca de su credibilidad1”. En el caso específico de los Estados Unidos esta
condición o inestabilidad deviene en una amenaza latente para el sistema judicial de este país,
pues en este contexto se produce una diatriba para los juristas y pensadores (solucionadores
de problemas), pues la desobediencia civil condiciona el tratamiento del individuo objetor y al
gobierno ajusticiador a una dualidad moral-legalista a la hora de establecer un veredicto sobre
la suerte del objetor. ¿Es una persona que desobedece la ley un individuo objetivo para ser
castigado? ¿Tiene el objetor de conciencia el mismo status de un criminal?
Para contestar estas preguntas, Arendt recurre a tres exponentes claves de las teorías de la
desobediencia civil; Sócrates, Thoreau y M. Gandhi, para aclarar ante todo la condición del
desobediente civil, y su diferenciación con el que irrumpe la ley (el criminal común),
adentrándose en los orígenes mismos de esta condición que pone en jaque el concepto mismo
de justicia.
1
Arendt, Hannah. “Desobediencia civil” En: La Crisis de la República”. Madrid. Editorial Taurus, Quinta
Edición. P.p. 77.
Se empieza de este modo con una exposición de la disyuntiva que existe entre las decisiones o
pensamientos que se dan dentro de los ámbitos de la conciencia, y aquellos que son producto
del vivir en una sociedad específica, la cual supone una estructura de creencias,
conocimientos y comportamientos concreto. Se da así, por lo tanto “un matrimonio teórico
entre la moralidad y la legalidad, de la conciencia y la ley2”
La situación de un hombre que viola la ley para probar su constitucionalidad, es el ejemplo
clave de un acto de desobediencia civil, pero ¿qué pasa con aquel que la viola justificando su
accionar en una convicción moral? Los juristas justifican siempre al desobediente civil, bien
sea en el objetor de conciencia (condición moral) y el que prueba la constitucionalidad de
una ley. Sin embargo en primer lugar la desobediencia civil es un acto que se produce en
comunidad, no de forma individual.
En segundo lugar el estado de la conciencia de los ciudadanos que han decidido recurrir a la
desobediencia civil es subjetivo, bajo el supuesto de que hay una distinción entre el bien y el
mal y que se produce por una autorreflexión y la búsqueda del interés propio. Es a fin de
cuentas la fusión entre “el hombre bueno” y el “buen ciudadano” del cual habla Sócrates, y
escribe Aristóteles en Critón.
Los actos de desobediencia civil se hacen por lo tanto visibles y para todo público, no en la
clandestinidad. Ello indica que hay una pérdida de legitimidad pero no la evidencia de un
poder erosionado y de incompetencia gubernamental. “La desobediencia civil surge cuando
un número significativo de ciudadanos ha llegado a convencerse de que ya no funcionan los
canales normales de cambio y de que sus quejas no serán oídas o no darán lugar a acciones
ulteriores, o bien, por el contrario, de que el gobierno está a punto de cambiar…3”
Para aquellos amantes de la desobediencia civil este libro representa un referente
imprescindible, especialmente en lo que refiere a un concepto dual: moral y legalista que
contrapone a la conciencia y a la ley, para explicar el por qué y qué consecuencias ha tenido
las fracturas y perversiones de “la república” estadounidense.
2
Arendt, Hannah. “Desobediencia civil” En: La Crisis de la República”. Madrid. Editorial Taurus, Quinta
Edición. Pp. 60.
3
Arendt, Hannah. “Desobediencia civil” Pp. 82
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