Gestión de fronteras José María Román Director General de la Fundación Ciudadanía y Valores Los europeos nos conmovemos cada vez que hay una gran tragedia fuera de nuestro ámbito natural ya sea Filipinas, México, Birmania, Sudán, pero nos desconcertamos cuando ocurre entre nosotros: Lampedusa, Ceuta, Melilla. Decenas de muertos. Y no reaccionamos aquí con la compasión y solidaridad que manifestamos hacia los afectados lejanos, si no que nos consternamos e irritamos porque nos pasa a nosotros. Sobre todo porque muchas veces esas catástrofes lejanas son consecuencia de fenómenos naturales, pero aquí las causamos nosotros mismos. Y nos agita una dureza tremenda, para que no se repita, porque no queremos sentirnos culpables: la responsabilidad es de ellos, de los otros, de los que tratan de entrar de cualquier manera en nuestro territorio, muchas veces huyendo de situaciones que si las conociésemos, estaríamos apuntándonos a Cáritas, Cruz Roja, Intermón, etc. Pero no las queremos conocer. Lo que queremos es que no entren. Ni así, ni tantos. Es interesante saber dimensionar bien los problemas cuando hablamos de avalanchas de 300, 500 personas… Europa acogió 60.000 refugiados sirios (según algunas informaciones de prensa). Hay cientos de miles en Líbano, Jordania, Turquía… países que no están en mejores condiciones materiales de acogida y atención. Quizás si en mejores condiciones humanas, de humanidad… Pues bien, es urgente replantear algunos aspectos de la gestión de fronteras. El Ministro de Interior, y otros altos cargos del Ministerio, han dicho que van a proponer la reforma de la Ley de Extranjería para dar cobertura a la actuación de la Guardia Civil. Y que se van a pedir más medios a la UE. Se me ocurre con esto que debemos tener entonces varias ideas claras y establecer algunos criterios. Lo primero es tener claro de qué estamos hablando cuando lo hacemos sobre fronteras en Ceuta y Melilla y de la UE. El Acuerdo de Schengen en su artículo 2) del Reglamento define como «fronteras exteriores»: “las fronteras terrestres de los Estados miembros, incluidas las fronteras fluviales, lacustres y marítimas, así como los aeropuertos y puertos marítimos, fluviales y lacustres, siempre que no sean fronteras interiores”. Pero España negoció con la UE que esas fronteras quedasen al margen del Acuerdo Schengen y que siguiesen con un régimen especial dado la intensa y peculiar relación transfronteriza de Melilla y Ceuta con las provincias marroquíes limítrofres (Nador y Tetuán respectivamente) a esas ciudades. Por eso se estableció que la frontera de la UE se establecería en los puertos de conexión de esas ciudades con la península y, en su caso, con los demás estados miembros. Ceuta y Melilla son así dos ciudades españolas con un status especial. Así lo reconocía implícitamente el Secretario de Estado de Seguridad al afirmar, comentando los sucesos de la playa: "La Guardia Civil toma en ese momento, a través de la orden del jefe de dispositivo, la decisión de hacer lo que cada caso corresponda dentro de los principios de proporcionalidad, de oportunidad y congruencia, para disuadir la entrada de España" Por lo tanto aunque por su régimen especial, la frontera/aduana Schengen esté en los puertos/aeropuertos de esas dos ciudades autónomas, la valla de Ceuta y Melilla es frontera exterior de la UE y por lo tanto tendrá que tener en cuenta todos los criterios de la Unión en su gestión. ¿Qué criterios aplicar? Pues entiendo que como frontera exterior España tiene que aplicar los criterios de la UE para las fronteras exteriores. Y los propios criterios de nuestras leyes, fruto muy especialmente de la recepción del acervo comunitario en nuestro propio ordenamiento (que ha sido una de las causas que nos ha llevado a varias modificaciones de la legislación de Extranjería). Así La Unión Europea establece en el Considerando 7, del Reglamento de Schengen, que: “Los controles fronterizos deben realizarse de forma que se respete plenamente la dignidad humana. Deben llevarse a cabo de una forma profesional y respetuosa y ser proporcionados a los objetivos perseguidos” (Reglamento (CE) no 562/2006 del Parlamento Europeo y del Consejo de 15 de marzo de 2006). Y para conseguirlo también establece criterios para situaciones excepcionales, como la posibilidad de Flexibilización de las inspecciones fronterizas: “Podrán flexibilizarse las inspecciones en las fronteras exteriores cuando concurran circunstancias excepcionales e imprevistas. Se considerará que concurren circunstancias excepcionales e imprevistas cuando, por acontecimientos imprevisibles, la intensidad del tráfico sea tal que el tiempo de espera en el paso fronterizo resulte excesivo, a pesar de haberse agotado todos los medios humanos, materiales y de organización para evitarlo”. Es decir que la excepción va en la línea de favorecer la circulación de personas, en congruencia de la preeminencia del respeto a la dignidad humana. Y esa medida no requiere grandes tramitaciones: La decisión de flexibilizar las inspecciones será adoptada por el responsable de la guardia de fronteras del paso fronterizo. Habrá que trasladar en este caso, estos criterios a quien decidió efectuar disparos disuasorios contra los inmigrantes que se acercaban nadando, o a sus superiores que les establecen las pautas de comportamiento. El Secretario de Estado de Seguridad afirmó en su comparecencia que "después de recibir el informe de la Guardia Civil, después de leerlo y analizarlo, queda claro que en ningún momento se lanzaron pelotas de goma con los inmigrantes en el agua, que no hay relación de causa efecto entre las muertes y esa medida disuasoria que pretendía marcar la frontera sobre la línea de agua para evitar el acercamiento de los inmigrantes". "No hay relación de causa efecto". Efectivamente podríamos decir que ningún inmigrante falleció por impactos de bolas de goma (sería terrible, ni en tiempo de guerra se permite, por ejemplo, disparar a un paracaidista en su descenso…). Pero ¿no habrán fallecido como consecuencia de la “disuasión”?… me preocupa esto algo más. La ley española (Ley Orgánica 2/2009) dice en su preámbulo en relación con las expulsiones y la inmigración irregular que el objetivo de la ley es: “Aumentar la eficacia de la lucha contra la inmigración irregular, reforzando los medios e instrumentos de control y los sancionadores, especialmente por lo que se refiere a quienes faciliten el acceso o permanencia de la inmigración ilegal en España, agravando el régimen sancionador en este caso y, reforzando los procedimientos de devolución de los extranjeros que han accedido ilegalmente a nuestro país”. (Preámbulo Ley de Extranjería, V. 3 Ley Orgánica 8/2000) Y en su Art. 57 Ley de Extranjería (modificado en la Ley Orgánica 2/2009), “Cuando los infractores sean extranjeros y realicen conductas de las tipificadas como muy graves, o conductas graves de las previstas en los apartados a), b), c), d) y f) del artículo 53.1 de esta Ley Orgánica, podrá aplicarse, en atención al principio de proporcionalidad, en lugar de la sanción de multa, la expulsión del territorio español, previa la tramitación del correspondiente expediente administrativo y mediante la resolución motivada que valore los hechos que configuran la infracción”. Estamos hablando por tanto de un procedimiento de expulsión con la tramitación del correspondiente expediente administrativo. Actualmente el Ministro (jueves 20 de febrero) se ha pronunciado a favor de un acuerdo con Marruecos para la “devolución en caliente” de los inmigrantes ilegales. Es cierto que hay un acuerdo entre España y Marruecos, en vigor desde 2012, que permite que el país vecino admita de manera más rápida a los extranjeros que entran por la frontera marroquí en España. Pero hay que tener en cuenta las circunstancias del caso: Marruecos no admite la existencia de esa frontera en virtud de su reinvindicación territorial. Por eso la devolución que hoy se admite es desde territorio peninsular. Para poder hacerlo en la propia frontera deberían cambiar muchas cosas. Pero aún dando por bueno que esto pueda ser así, tenemos que tener en cuenta lo pactado con el gobierno marroquí. El tratado actual establece: “La solicitud de readmisión deberá ser presentada en los 10 días posteriores a la entrada ilegal en el territorio del Estado requerido. En ella se harán constar todos los datos disponibles relativos a la identidad, a la documentación personal eventualmente poseída por el extranjero y a las condiciones de su entrada ilegal en el territorio del Estado requiriente, así como cualquier otra información de que se disponga sobre el mismo”. Es decir, que la devolución en caliente y la flexibilización de la gestión no puede en ningún caso ir contra el respeto a los derechos fundamentales de las personas y de la dignidad humana y supondrá siempre un mínimo de procedimiento jurídico, como se espera de un Estado de Derecho en la UE. Me parece, por tanto, que debemos someternos a estos criterios. Es obvio que como todo Estado, España debe establecer los medios que se estimen oportunos para defender, y proteger sus fronteras. Pero en ningún caso eso puede incluir la falta de acción humanitaria, ni la mínima dimensión de humanidad en la gestión de esas fronteras. También es cierto que urge dotar de más recursos profesionales, efectivos numéricos y apoyos técnicos (médicos, servicios sociales, etc.) a esas ciudades, para que en ningún caso nuestros guardias se vean obligados a disparar contra personas indefensas ni siquiera de modo disuasorio. Es cierto que podemos reclamar más ayuda a la UE. “Frontex” son fronteras exteriores y ese es su cometido el apoyo a los países miembros, que se lleva pidiendo reforzar especialmente después de las tragedias de Lampedussa, pero para eso, por nuestra parte, debemos avanzar en la aplicación de todo el acervo comunitario –el contemplado ya en la Directivas, ya recibido en nuestro propio ordenamiento- que hace de Europa ese lugar donde vivimos y donde tantos sueñan con poder vivir.