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CELEBRACIÓN DE LOS 400 AÑOS DE LA PROVINCIA DE LA ASUNCIÓN DE LA SANTÍSIMA
VIRGEN DE RÍO DE LA PLATA
Para desarrollar esta ponencia1 pondré al comienzo unas palabras preliminares;
luego un relato de los primeros contactos de los frailes franciscanos en territorio del sur
de América; las fundaciones de conventos que se sucedieron en territorio argentino y
paraguayo; algunos frailes significativos que protagonizaron la vida de la Orden en estas
tierras. Trataré también, trayendo la memoria de acontecimientos y nombres de
hermanos nuestros, explicitar algunas categorías propias del espíritu franciscano. Ya
que me parece necesario y urgente recuperar la fisonomía del hombre evangélico, los
contenidos y las condiciones de la evangelización franciscana.
Traer desde el silencio la palabra
Celebramos los 400 años de la fundación, en 1612, de la Provincia Franciscana
de la Asunción. Este acontecimiento, entonces, nos invita a volver la mirada hacia el
camino recorrido entre luces y sombras. Mirar la historia para profundizar con
creatividad nuestra adhesión a la vida del Evangelio y construir desde el presente un
futuro lleno de esperanza.
De esta manera, al hacer el viaje para encontrarnos con hermanas y hermanos
franciscanos que, en otro tiempo, sembraron las semillas del Reino en esta Tierra
Nueva, podremos nutrirnos de sus frutos y reconocer también las Semillas del Verbo
sembradas por Dios en el corazón de todos los hombres, en todo tiempo y en toda
cultura.
La mirada que dirigimos hacia el hombre y su historia tiene como objetivo
encontrarnos con rostros y nombres, lugares; traer desde el silencio la palabra escondida
en la opacidad de los hechos. Orientarnos para reconstruir y edificar la comunidad de
destino formada por todos los hombres y anhelada por Dios. Nuestra mirada quiere ser
recíproca, es decir, mirar y ser mirados en la espera de encontrar en el rostro humano la
fisonomía primera, la fisonomía dada por Dios en el origen de todas las cosas. Mirar y
descubrir el rostro del hombre nuevo obrado por el Espíritu y dado a conocer por Jesús,
el Hijo de Dios y hermano de todos. Rostro que no es obra de un imperio ni de una
conquista, sino parte de una historia más amplia y más honda: la Historia de la
Salvación.
Volver la mirada hacia lo vivido se presenta como una actitud necesaria para
profundizar en el camino que, en el presente, somos llamados a transitar y también
para vislumbrar con mayor claridad la senda hacia la cual somos llamados a enderezar
nuestros pasos. La mirada que, desde el corazón, dirigimos a nuestra historia reconoce
en ella el lugar natural para la libertad y la belleza. Espacio abierto por la Encarnación
del Dios hecho hombre.
1
Tomaré fundamentalmente los textos editoriales y artículos de la revista de espiritualidad e historia El
Hermano León, publicación de la Provincia Franciscana de la Asunción, Argentina.
2
Siglo XVI. Primeros contactos en el Sur de América
Protagonistas, nombres y lugares:
El estudio de la acción franciscana2 en Argentina se inscribe en el amplio
contexto de la conquista y colonización de los territorios americanos por parte de la
corona española. La región de nuestro actual territorio no se mostrará fácilmente
manejable para esta conquista y colonización: El Fuerte Sancti Spiritus, primer
asentamiento español en territorio argentino (fundado en junio de 1527) será destruido.
La fundación de la primera Buenos Aires tampoco se afianza y queda despoblada en
1541. A pesar de las situaciones adversas al avance de la conquista la ciudad de
Asunción (fundada en 1537) se posiciona como uno de los centros y ejes de la
irradiación hispana, más cercano a Lima, capital del Virreinato del Perú instituido en
1543.
La tarea evangelizadora se inicia y acompaña el paso de la conquista. En 1538,
la expedición de Alonso de Cabrera, veedor de Carlos V, traía los primeros franciscanos
con destino a estas tierras. Fray Bernardo de Armenta y Fray Alonso de Lebrón. Esta
expedición no logra arribar al Río de la Plata por lo cual estos frailes inician la misión
evangelizadora frente a la Isla Santa Catalina, en las costas de Brasil, dando nacimiento
a la Custodia del Santísimo Nombre de Jesús.
Esta Custodia traslada su sede al Paraguay, pero Fr Armenta y Fr Alonso
Lebrón, por conflictos con las autoridades civiles, se ven forzados a regresar –en el año
1544- a las costas del Brasil, donde Fray Armenta habría fallecido en 1546. Asunción es
designada sede de la diócesis del Río de la Plata por Bula de Paulo III (01/07/1547), lo
cual confirma su importancia política y eclesiástica. El primer obispo efectivo, el
franciscano Fray Pedro Fernández de la Torre, llega recién en 1556.
Al ingreso conquistador por el Río de la Plata se suman las corrientes que se
desplazan desde Perú y Chile hacia el interior de nuestro territorio con el rasgo
sobresaliente de la fundación de ciudades, las cuales se constituyen en bases
económicas de abastecimiento, fuertes militares de defensa y organización de nuevas
expediciones y sedes de las primeras estructuras eclesiásticas. De acuerdo al grado de
hostilidad o belicosidad de los pobladores indígenas, este ciclo inicial de fundaciones,
destrucciones, transformaciones y mudanzas se cerrará en 1593 con San Salvador de
Jujuy.
La ciudad de Santiago del Estero, fundada en 1553, será el único centro
permanente hasta la fundación de San Miguel de Tucumán en 1565, capital de la nueva
Gobernación del Tucumán a partir de 1563 y terreno fértil donde se inicia la acción de
los franciscanos en el actual territorio argentino a cargo de Fray Juan Pascual de
Rivadeneira. Desde aquel verano de 1566 en que Fray Rivadeneira entra al Tucumán
acompañado por Fray Francisco de Aroca, Fray Andrés Rodríguez y Fray Baltasar, la
presencia franciscana será ininterrumpida acompañando a los conquistadores desde
Tucumán hasta Buenos Aires, con la fundación de conventos, iglesias y escuelas de
primeras letras. En Santiago del Estero Fray Rivadeneira dejará instituida la primera
jurisdicción franciscana del país, la Custodia de San Jorge del Tucumán.
2
Beatriz Ester Facciano, Revista El Hermano León, pp. 8-9; cf. pp. 224-226.
3
En 1573 se embarca un grupo de franciscanos entre los cuales se encontraban
Fray Alonso de San Buenaventura y Fray Luis de Bolaños, cuyo aporte resultará
trascendental en la evangelización de Paraguay. La acción franciscana,
débil y
discontinua desde la desaparición de Armenta y Lebrón, se ve revitalizada con la
presencia de estos frailes que dan empuje a la Custodia del Nombre de Jesús, ahora en
Asunción, con el establecimiento de innumerables reducciones.
La impronta itinerante de los franciscanos, con entrada a territorio indio sin
escolta ni protección, se unió a la defensa de los derechos y la vida 3 de los aborígenes
permanentemente amenazada por la acción de los encomenderos. De acuerdo a las
interpretaciones de varios autores, la eficacia de Bolaños radicó en que sumó a las
características franciscanas de pobreza, caridad y generosidad, su vida austera y
sacrificada, la eliminación de los chamanes indígenas y el dominio de la lengua, todo lo
cual llevó a los guaraníes a adjudicarle poderes sobrenaturales, a considerarlo el
hechicero de Dios.
En 1575 la Custodia del Paraguay se une a la de San Jorge del Tucumán,
dándose el nombre de Custodia del Tucumán y del Paraguay. En 1580 Fray Rivadeneira
comienza la construcción del primer convento en Paraguay con la ayuda de Fray
Bolaños. Con el establecimiento en las ciudades recién fundadas es frecuente también,
en la acción misionera de estos frailes, el adentrarse en territorios inhóspitos. Sin duda
hubo un plus que obraba en estos franciscanos que se animaron al territorio
desconocido, al aborigen indómito, al español más preocupado por las riquezas y la
posesión de tierras y de indios. Un plus que ciertamente resplandecía en este Fray Juan
Pascual de Rivadeneira que se dedicó a recorrer tanto la región del Tucumán como la
del Río de la Plata para asentar la presencia franciscana en nuestro país.
En pocos años fueron fundados y permanecían estables once conventos, y para el
año 1612 se ve la necesidad de que la Custodia del Tucumán y del Paraguay sea erigida
en Provincia. Fue elegido el convento de Córdoba como lugar para el primer noviciado
franciscano donde se recibieron las vocaciones locales.
Variedad de formas en la tarea misionera
La concreción de la intuición misionera4 se realiza de diferentes modos,
presentamos sólo a tres de los frailes que actuaron en torno a los años de la fundación
de la Provincia franciscana de la Asunción:
3
4
-
En fray Luis Bolaños se cumple a través de la entrada a tierra aborigen
prácticamente sin custodia. Para él la mejor respuesta a la situación fue
fundar reducciones de indios donde protegerlos y catequizarlos, en el
Paraguay estos “pueblos de indios” fueron la piedra basal de pueblos que
existen aún hoy (Tobatí, Itá, Yaguarón, etc.). Y por su catecismo en guaraní
se puede decir que la lengua siguió viva ya que fue la base de la escritura de
esta lengua oral.
-
San Francisco Solano, el penitente franciscano, responde de manera
diferente, atiende a los españoles, tiene especial misericordia por los
Beatriz Ester Facciano, ponencia con ocasión de los 800 años de la Orden p 3
Beatriz Ester Facciano, ponencia con ocasión de los 800 años de la Orden pp 5-8
4
enfermos y con los indios que encuentra a su paso por el Tucumán y el Río
de la Plata prefiere establecer una relación más libre, no los reduce en
“pueblos de indios” sino que busca afanosamente su conversión.
-
Para Fray Pascual de Rivadeneira la cuestión pasó más por las formas
organizativas y con su nombramiento de custodio, estableció la Custodia de
San Jorge del Tucumán apenas fundado el convento de Santiago del Estero y
a partir de allí expandió la impronta franciscana a través de la fundación de
conventos en cada ciudad que se fundaba.
Fray Pascual había nacido en España en 1531, no hay fecha cierta de su arribo a
América, pero es posible que haya formado parte de una expedición de religiosos
destinados a Chile y redistribuidos en Perú, por lo que el P. Rivadeneira y algunos
compañeros pasaron al Tucumán.
Llegó a Santiago del Estero e inició su incansable apostolado, como dice Andrés
Millé puso gran actividad y empeño en la evangelización de los naturales y la
fundación de conventos de su Orden. De acuerdo a los procedimientos aprobados por la
Orden, en esta época se permitía establecer Custodias con anterioridad a la fundación de
algún convento (como sucedió también con la Custodia del P. Armenta). El Custodio
debía desempeñar su ministerio, ser ejemplo con su vida de abnegación y sacrificio,
estar presente allí donde se fundaba una ciudad para organizar un convento y levantar
una iglesia.
De esta manera lo encontramos a Fr. Pascual Rivadeneira, nuestro fraile
itinerante en 1566: fundando el convento de Santiago del Estero y estableciendo la
Custodia de San Jorge;
-
1567: funda el convento de San Miguel de Tucumán y allí la primera escuela
del territorio argentino;
-
1574: funda el convento de Santa Fe y recibe el nombramiento de Vicario de
la Diócesis del Tucumán;
-
1575: fundando el convento San Jorge Mártir de Córdoba y propicia la
unión de las Custodias del Paraguay y del Tucumán;
-
1580: iniciando la construcción del Convento Grande de Asunción o
Convento de Los Ángeles en Paraguay;
-
1580: asiste a la fundación de la Santísima Trinidad y Puerto de Santa María
de los Buenos Aires por Juan de Garay.
Pero una de las preocupaciones constante de Fray Rivadeneira era contar con
más misioneros y como aún no estaba acabadamente definida la cuestión de las
vocaciones de la tierra –esto es la admisión a la vida consagrada de indios y mestizos- y
además dependía de la Provincia Franciscana de Lima, demasiado lejos del Tucumán –
en realidad zona periférica- la solución que puso inmediatamente en práctica fue la de ir
a buscar frailes a España. Esta decisión demuestra lo que apuntábamos más arriba
acerca de las maneras de dar respuesta a la necesidad más acuciante y también
constituye un claro ejemplo de su carácter, desempeño y firmeza. Fray Juan Pascual de
5
Rivadeneira nació en España en 1531, en 1587 partió nuevamente a España desde el
puerto de Santa Fe en busca de frailes pero no regresó, murió en España en 1592.
Haciendo un salto de varios siglos, no podemos dejar de mencionar a fray
Mamerto Esquiú (1826-1883) y a fray Luis Beltrán (1784-1827) que junto con otros
frailes protagonizaron el tiempo en que los países del sur de América logran su
independencia. Hay un hecho que impacta especialmente de la vida de estos dos
hombres. Decíamos al comienzo de esta ponencia que una de las categorías
franciscanas es la del camino. En el caso de fray Luis Beltrán nace, como Jesús, en el
camino, cuando sus padres se trasladaban desde San Luis a la ciudad de Mendoza.
Francisco en una de sus oraciones nos dice que un santísimo niño amado se nos ha
dado, y nació por nosotros de camino (OfP Sal 15), refiriéndose al Nacimiento de Jesús.
Y en el caso de fray Mamerto Esquiú, muere en el camino de La Rioja a
Córdoba. Su tiempo como obispo de la diócesis de Córdoba fue muy breve, apenas un
par de años. Se distingue fundamentalmente en sus rasgos de sencillez y humildad.
Estos dos frailes se constituyen, así, en modelos del ideal franciscano: nacer y morir en
el camino. Tanto fray Beltrán como Fr Esquiú están recurriendo permanentemente a ese
nudo o esencia franciscana que remite a la pobreza, a la humildad, al silencio, al
ocultamiento. Hay en ellos un deseo de pasar sin hacer ruido, sin estridencias, hombres
que a impulsos del espíritu escribieron la historia. Mirando a estos hermanos nuestros
nos podemos preguntar hoy ¿hasta qué punto estamos dispuestos a comprometer la
propia vida por aquello que creemos?
Algunas categorías propias del espíritu franciscano
Fisonomía del hombre evangélico
Una primera categoría es la del camino. El hombre franciscano se define como
el ser en el camino, en un itinerario de conversión permanente hacia Dios. Peregrinamos
hacia un lugar definitivo, con un estilo que nos libera de todo apego y requiere la
desapropiación de lugares, cosas, personas, situaciones. Esto nos sitúa en el espíritu de
la itinerancia como una realidad también propia de nuestra Orden, que hace del
Hermano menor un ser abierto y siempre en relación.
Otra categoría la constituyen la misericordia y la compasión. El hombre
franciscano es compasivo. Vive desde una profunda conciencia de hijo de Dios, lo cual
le confiere el carácter de hermano de toda creatura. Esta filiación divina, origen de la
fraternidad universal, es el fundamento de las relaciones interpersonales con todos los
hombres, creados por Dios y redimidos por Jesucristo.
La humildad, pobreza, mansedumbre y pequeñez conforman otro núcleo de la
vida franciscana, que puede expresarse con el término de minoridad. La vida centrada
en la contemplación de la pobreza y humildad de Jesucristo, a quien reconocemos como
único Señor y modelo; que se hizo pequeño, necesitado e indigente para amar y servir.
Mirada contemplativa que puede ver la acción inmediata de Dios en el acontecer
cotidiano y lo reconoce como el verdadero autor de todos los bienes de nuestra vida.
Descansa en la serena confianza de sus cuidados paternales. El hombre franciscano
posee una visión positiva del mundo y de la historia unida a una valoración amorosa de
la creación. El mundo es lugar donde se encuentran las señales de Dios, sus huellas; es
templo donde se manifiesta su misterio. Estas categorías construyen la fisonomía propia
del hombre evangélico y dibujan las líneas del rostro verdaderamente humano.
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Nutrirnos de la fuente
Francisco revolucionó la Iglesia de su tiempo llevando al límite el ideal de
pobreza evangélica y la entrega total al Cristo crucificado. Su propuesta de fraternidad
brindó un camino nuevo de fidelidad al Evangelio desde el seno mismo de la Iglesia
Católica. Hoy nosotros, como el vigía en medio del camino, podemos adelantar la
mirada y con los ojos del Espíritu ver más allá, ver la Hora de Dios y el ahora del
Reino. Reconocer que el tiempo de la gracia y el tiempo del hombre están integrados en
un solo dinamismo humano-divino.
Como el que vela en medio de la noche, con los ojos fijos en el Resucitado e
insertos en el corazón de la historia, podemos atrevernos también hoy a la desnudez
desafiante del Evangelio, al Dios hecho hombre, a la fragilidad sin defensas del
Nacimiento en Belén y al escándalo bienaventurado de la Cruz. Que la vida plena de
Francisco configurada con la de Jesús –centro del designio amoroso del Padre- guíe
nuestra conversión, mantenga viva la memoria y fecunda la esperanza.
Fray Jorge David Catalán
9 de julio de 2012, Buenos Aires
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