VALORES Y ETICA EN LA PSICOTERAPIA Rafael Núñez La premisa principal en la práctica de la psicoterapia es el resultado, por lo que debe enfatizarse que se trata de una técnica producto del conocimiento básico de la psicología, de las ciencias de la conducta, de las ciencias sociales, y en cierto sentido, de las ciencias biológicas. La práctica, el ejercicio de la psicoterapia, debe reflejar el estado actual del conocimiento en esos campos, en esas áreas. El psicoterapeuta que no ha examinado los resultados de las investigaciones recientes en la literatura o quien no se mantiene al día en los estudios de evaluación de las diferentes técnicas de tratamiento, puede estar incurriendo en un descuido básico de la ética de la profesión. Obviamente, cualquier forma de ejercicio práctico con una persona o con un grupo pequeño de pacientes significa el actuar a partir de cierta creencia, cierta información, cierto entrenamiento fundamental. Si el psicoterapeuta ejerce solamente con cierta orientación de teorías circunscritas a alguna escuela, y no toma en consideración la literatura basada en investigaciones o el trabajo clínico de muchos investigadores, trabaja en realidad considerando la psicoterapia como un arte, y entonces surge la interrogante ¿cuáles son las bases científicas para ejercer la psicoterapia? Por psicoterapia se comprende la mejor aplicación del conocimiento científico asequible. Los psicoterapeutas deben compartir un valor hipotético de qué conocimiento acerca de la conducta humana es susceptible de encuesta sistemática por medio de una variedad de procedimientos científicos, y que las modificaciones tanto de la teoría como de la práctica puedan reflejar los resultados más recientes de la investigación empírica Recientemente se considera la ciencia como un segmento de valores mantenidos por medio de un acuerdo de investigadores sociales. Pocos científicos hoy en día se aferrarían a la idea de que existe una verdad inherente. El examen de naturaleza intensa que han logrado Polanyi, Fayerabend y Kuhn acerca de los métodos científicos, de lo que constituye un hecho científico y de los cambios que ocurren dentro de una disciplina científica, han ampliado nuestra perspectiva. Un aspecto central del método científico es el acuerdo en el valor de la investigación formal y sistemática, que presenta ciertos criterios esclarecidos. La metodología científica implica los siguientes criterios: 1) Una afirmación de las bases o de las hipótesis tan esclarecidamente presentadas como sea posible. 2) Definiciones de los conceptos (presentados en forma precisa). 3) La formulación de proposiciones teóricas que sean susceptibles de evaluación empírica. 4) Alguna forma de obtención de datos, acumulados o logrados en condiciones específicas cuidadosas. 5) Los métodos cuantitativos son importantes como medios para establecer la confiabilidad estadística de los resultados que se obtienen de las investigaciones empíricas. 6) Los procedimientos científicos deberán ser comunicados en forma cuidadosa, distribuidos públicamente de modo amplio, de tal manera que los nuevos resultados puedan ser repetidos por otros investigadores. Naturalmente, la ciencia funciona por medio de la aprobación de los hombres. No es un sistema que se caracterice por el autoritarismo. Los 22 volúmenes de la colección de trabajos psicológicos de Sigmund Freud establecen un logro impresionante de una persona, pero estos volúmenes no sirven como Biblia o como Corán. En realidad, un estudiante universitario de cualquier institución tiene el derecho de cuestionar cualquier afirmación hecha por Freud, y someterla a evaluaciones por medio de procedimientos de investigación. El valor central de una ciencia es la noción de todo aspecto del conocimiento adquirido, y que cualquier principio dentro del marco de orientación de este conocimiento está sujeto a encuesta, siempre y cuando la investigación sea honestamente realizada, se utilicen en forma sistemática los métodos de investigación apropiados, y se ofrezca una información explícitamente informada de tal manera que pueda ser cuestionada y criticada por otros científicos. La corrupción y los abusos del poder pueden muy bien roer el campo científico, como lo hacen en cualquier sistema humano: pero estas posibilidades no minimizan los valores especiales del procedimiento y método de la ciencia en sí. Existe en los clínicos la tendencia a pensar que el entrenamiento en una disciplina dada lleva consigo la autoridad inherente, expresada por su '”juicio clínico único”, e insisten en ello como un derecho fundamental. Se han limitado recientemente algunos de los excesos de esta forma de arrogancia en medicina, en parte debido a las quejas y acusaciones legales que han surgido debido a la falta de ética profesional, pues ha causado que los seguros ofrecidos por compañías de seguros médicos hayan subido de precio en forma exagerada. El peligro que se observa es que los psicólogos clínicos caigan en la misma arrogancia en el ejercicio de la psicoterapia, y pierdan contacto con sus limitaciones inevitables, o con la naturaleza muchas veces cuestionable de la práctica psicoterapéutica. Cuestionable no en el sentido de falsedad o incorrección, sino en el de perder el punto de vista científico; es decir, que el psicoterapeuta —sea ortodoxo, rogeriano, lacaniano, etc. en su práctica— desconozca los resultados de las investigaciones recientes, realizadas en el campo de la psicoterapia. La mayor parte de las personas que buscan al psicólogo, al psiquiatra o al sacerdote orientador esperan que estos profesionales sean científicos, que tengan entrenamiento científico, que se encuentren al día en el conocimiento científico de esta orientación. Muchas personas en el mundo buscan ayuda de los shamanes, de los brujos, de los astrólogos y de mucha clase de curanderos. Las personas que buscan al psicólogo y a otros profesionales esperan que la ayuda ofrecida tenga como base el conocimiento científico, la investigación científica. Esta, aun para los legos, implica algún tipo de experimentación formal, llevada a cabo en exploraciones sistemáticas realizadas en universidades o en institutos de investigación. La mayoría de las personas no intentan averiguar personalmente cual escuela de psicoterapeutas es “más científica”. El promedio de las personas confía en que el psicoterapeuta, psicólogo, psiquiatra, psicoanalista ha recibido una preparación que le acredita una universidad de nivel avanzado, y que ha sido adecuadamente aprobado por medio de procedimientos utilizados por universidades acreditadas o por una organización de la profesión correspondiente. Es decir, es responsabilidad necesaria del clínico encontrarse en esa posición, para demostrar las ligas entre lo que se practica y su preparación informativa en las teorías aceptables que forman la estructura del conocimiento en su área. Uno de los valores más importantes en la psicoterapia es la responsabilidad. La efectividad de un líder religioso como salvador que busca salvar almas no puede ser realmente evaluada en este mundo. De hecho, el líder religioso deriva su autoridad de los textos religiosos y de los dogmas de una iglesia organizada, que solamente es responsable ante el “establishment” de un grupo. Esta situación ha conducido, naturalmente, a un gran número de grupos religiosos, relacionados con líderes carismáticos que pretenden haber tenido algún contacto personal con la “autoridad máxima” y pueden, debido a ello, asegurar la salvación o ventajas específicas para sus seguidores. Es muy posible que las curaciones basadas en la fe produzcan cambios temporales o prolongados en la conducta, más dramáticos que los logrados por cualquiera de las técnicas psicoterapéuticas conocidas. Quien cura por la fe no tiene que cuestionar su procedimiento. Aun el científico de la conducta, por otra parte, observa que en ésta existe un efecto de fe fisiológico o psicológico, que constituye un reto a la investigación del proceso por medio del cual la creencia influye en las funciones naturales. En el curso de su evolución durante los primeros tres cuartos de este siglo, el campo de la psicoterapia muestra las divisiones características de las sectas religiosas. En Nueva York, como en otras grandes ciudades, se encuentran adherentes a numerosas escuelas de psicoterapia establecidas, cada cual con su propio instituto o grupo y amplias y diferentes normas —o ninguna— para certificación de estudios. Sólo el numerarlas causa sorpresa. El psicoanálisis clásico está representado por tres o cuatro grupos diferentes, en Nueva York el de más prestigio es The New York Psychoanalytic Institute, que compite con el Metropolitan Institute for Psychoanalytic Training and Research y con el Institute for Psychoanalytic Studes, The Freudian Institute, y otros más. Los grupos o institutos neofreudianos incluyen la Escuela de Horney (Association for the Advancement of Psychoanalysis). el William Alonson White Institute (que ofrece la influencia de Sullivan, de Fromm-Reichman y de Thompson), el Sullivan Institute (que se derivó debido a una división de William Alonson White), el grupo Columbia Psychoanalitic Institute, el Post Gradúate Center for Mental Health, la National Psychological Association for Psychoanalysis (que se orienta a la teoría psicoanalítica clásica), el New York-Flower Necial College, y por lo menos tres o cuatro más que también combinan clínicas de tratamiento y grupos de entrenamiento. Además, existen grupos que representan las orientaciones de Adler, y de Jung. Los programas de postdoctorado de la Universidad de Nueva York y la Adelphi University son combinaciones del freudianismo clásico y el neofreudianismo, pero también representan a los grupos de orientación psicoterapéutica existencial y humanista. Existen también los varios terapeutas gestaltistas, de los que por lo menos tres institutos o centros pueden encontrarse en Nueva York, y en Long Island: se encuentran también los seguidores de Wilhelm, Reich, la organoterapia, que ahora se llama bioenergética, varios representantes del movimiento de grupo “encuentro” de Esalen, y grupos especializados en técnicas de fantasía, tales como la psicosíntesis. También se encuentran el Instituto de Psicodrama, con la orientación de Moreno, que sin duda es el precursor de muchos grupos de orientación humanista, de encuentro, Esalen, gestalt y de intercambio de roles. Naturalmente, esto no es todo, ya que en esa ciudad existen también grupos de modificación de conducta, y de condicionamiento operante, cada cual con sus propios institutos, como también centros que ofrecen entrenamiento especializado en hipnoterapia. Sin duda en toda gran ciudad existen estos grupos y uno se pregunta ¿qué es lo que ejercen? Es cierto que algunos exigen el requisito del doctorado para sus alumnos, que son psiquiatras o psicólogos clínicos o tienen títulos en trabajo social, enfermería psiquiátrica, pero también una proporción importante de personas que se encuentran en esos institutos o centros tienen títulos universitarios en otras disciplinas (algunos hasta maestría en literatura o en historia), son personas con experiencia en orientación vocacional, o asistentes en hospitales para enfermos mentales, sociólogos, antropólogos, etc. El tema importante dentro de esta diversidad de orientaciones psicoterapéuticas es si las personas que reciben tal preparación en esos institutos o centros tienen, o mejor dicho obtienen, el conocimiento de los procesos que pretenden manejar; de cómo es la información que se logra acumular sistemáticamente, y si en realidad evalúan la teoría o la práctica de una profesión científica. Con frecuencia se encuentran muchas personas que han obtenido sus doctorados en psicología y cumplido los requisitos de la preparación científica en el plan de estudios de su educación profesional, pero se han “convertido” a una escuela, a una orientación particular como psicoanálisis, terapia gestalt, grito primario y han perdido todo contacto con el estado actual de la literatura relacionada con la investigación. Si se imaginara la posición de una comisión de tipo estatal, federal o nacional, en que de acuerdo con una ley sobre higiene mental, se debiera determinar el pagarle a los psicoterapeutas que ejercen, dentro de un presupuesto sacado de los impuestos de los ciudadanos, la interrogante que se formularía es: ¿aceptaríamos a cualquier persona que se llame psicoterapeuta? ¿Cómo se evaluarían no solamente las características, sino también la conducta apropiada del psicoterapeuta? Eventualmente tendremos que enfrentarnos a interrogantes de esa naturaleza. En los Estados Unidos se discute si las oficinas Federales deben aceptar o no a los psicoanalistas como psicoterapeutas de instituciones gubernamentales; los mismos psicoanalistas subrayan que es muy difícil la aceptación del psicoanálisis como una disciplina separada, para esos fines. Freud mismo señaló que el psicoanálisis debe ser visto como una rama de la psicología. Durante la primera mitad de este siglo, en los Estados Unidos los psicoanalistas consideraron que su profesión era un campo de la medicina. El hecho es que no existe un cuerpo, razonablemente bien organizado, de una teoría sistemática del psicoanálisis y eso no sería un tema muy sólido, ya que si somos francos, la psicología no se presta en todo su campo a la observación, a un estudio sistemático de teorías comprensivas. Sin disminuir la enorme o, mejor dicho, inmensa importancia del psicoanálisis en la formulación de hipótesis de una encuesta sistemática, y en el iniciar áreas de examen de la personalidad que, hasta Freud, no habían sido exploradas, es difícil estar seguro de lo que actualmente es el psicoanálisis como ejercicio profesional. Han existido investigaciones que intentaron demostrar empíricamente los principios del psicoanálisis (Fischer y Greenber, 1977), pero es aparente que no son demostrables muchos de los conceptos originales de la teoría. También es obvio que la contribución psicoterapéutica del psicoanálisis clásico ha sido bastante modesta. Excepto como un tipo de entrenamiento disciplinario en la conciencia de uno mismo y en el estudio de las fantasías preconscientes que se observan en un momento dado, como también en lo que se relaciona a las motivaciones, el psicoanálisis probablemente no rivalice con la competencia (en términos de principios de costo-beneficio) de muchas formas recientes de psicoterapia. Consideremos la situación de una persona que ha sido educada en las humanidades, que ha sido admitida en un instituto de psicoanálisis y después ya ejerce. ¿Se dará cuenta de ese hecho tan importante: que muchas de las formulaciones teóricas en su campo ya no son válidas? ¿Se encontrará en posición de identificar las limitaciones del tratamiento psicoanalítico como parte del formato para aprobar las consideraciones acerca de la personalidad? ¿Se encontrará en la posición de saber acerca de los métodos que se han obtenido para evaluar la efectividad de varias formas de psicoterapia? Esta persona entrenada solamente de acuerdo con un modelo psicoanalítico y que ejerce de acuerdo con ello, ¿se dará cuenta de que muchos lapsus linguae, ciertos tipos de olvido y otras dificultades intelectuales pueden reflejar propiedades especiales del sistema cognoscitivo y no encontrarse tan significativamente relacionados con los impulsos básicos tales como sexo y agresión? ¿Qué tan preparado se encuentra ese profesional entrenado dentro de una disciplina como la que examinamos para incorporar nuevos descubrimientos de la psicología social o para identificar los patrones específicos de la emoción que están surgiendo de estudios recientes del sistema afectivo? Los problemas relacionados con el trabajo dentro de la orientación de una escuela específica se confunden aún más porque aun los profesionales que pretenden estar al corriente, tienden a leer solamente las revistas o libros que representan a sus escuelas. Es sorprendente encontrar libros que continúan describiendo interpretaciones de sueños de acuerdo con perspectivas jungianas, o de otras orientaciones psicoanalíticas, que no toman en consideración procesos sorprendentes en relación con la psicofisiología del sueño y del dormir, sin considerar tampoco los muchos nuevos estudios acerca de la mentalidad de dormir (Arkin et al., 1978). Los profesionales que trabajan “solamente” dentro de grupos tales como gestalt, psicoanálisis, análisis jungiano, etc., continúan pensando acerca de la ansiedad sin reconocer los estudios recientes que sugieren distinciones importantes entre ansiedad cognoscitiva y ansiedad somática (Davidson, 1978) o las diferenciaciones sutiles de las emociones y sus sustratos psicofisiológicos (Izard, 1977: Schwartz, 1977) Algunos arguyen que el hecho mismo de que sus escuelas o grupos hayan sobrevivido durante largo tiempo, y de que continúen obteniendo un gran número de pacientes, es testimonio del valor de sus orientaciones. Esta posición sería más aceptable si ofrecieran datos estadísticos indicando las propiedades especiales de sus orientaciones en relación con otras y en especial si indicaran las ventajas de su escuela. Después de todo, la astrología tiene una historia más antigua y al pasar de los años ha atraído más clientela que cualquiera de las escuelas psicoterapéuticas de la actualidad, pero todavía se encuentra fuera de los límites de la ciencia. El éxito en atraer clientes no es un buen argumento para el profesionista, pues varios predicadores de la televisión pueden señalar por medio de testimonios y mayor número de beneficios materiales que tienen mayor número de adherentes. Tal vez sea un tributo a la relativa humildad de los psicoterapeutas el que ninguno ha eregido un templo a su escuela como los que han establecido muchos de los líderes de las sectas religiosas. En la actualidad se han realizado avances para evaluar la efectividad de la psicoterapia y estudiar sus procesos. Las publicaciones recientes de Garfield y Bergin (1978), así como también los estudios de Strupp y Bergin (1969) o de Meltzoff y Kornreich (1960), esclarecen que la investigación en psicoterapia es viable y floreciente. Se encuentra una tecnología para ayudarnos a apreciar los temas de la evaluación del tratamiento. Las publicaciones de Nichols y Fine (1980), así como las de Greenberg (1980), indican la posibilidad de lograr exploraciones empíricas sistemáticas de aspectos específicos de la terapia gestáltica, un tratamiento que para muchos es evasivo y caótico. Los esfuerzos de la investigación de Breger y sus colaboradores (1971), o de Hoelscher y los suyos (1980), han indicado que las combinaciones de orientaciones experimentales y clínicas nos pueden ser útiles para manejar mejor la función de los sueños en relación con el conocimiento psicofisiológico de origen reciente, como también la orientación reciente acerca de la interpretación de los sueños. La investigación de Bohart (1980) ha demostrado cómo un cuidadoso análisis de la literatura actual y de los nuevos experimentos puede esclarecer el significado de un concepto tal como catarsis, un proceso cuyos probables valores terapéuticos han sido considerados, en años anteriores, como algo definitivo por un gran número de psicoterapeutas. Lo que estoy tratando de sugerir es que existen bases sólidas suficientes para la práctica de la psicoterapia, y que éstas residen no tanto dentro de las disciplinas en sí, que se han vuelto “cuerpos flotantes”, sino en la base de la ciencia psicológica o de las ciencias de la conducta y que, por lo tanto, son materia de investigación. Cada corriente psicoterapéutica ha descubierto técnicas útiles; cada una ha contribuido también a la teoría en muchos puntos. El psicoanálisis ha ofrecido muchas contribuciones; no podemos enumerarlas todas, pero hemos aprendido de esa disciplina la importancia de la sensibilidad, en las distorsiones de la transferencia, como un rasgo crítico de la interpretación psicoterapéutica. Ha sido la primera escuela, la pionera, en señalar la importancia de poner atención cuidadosa a comunicaciones que en apariencia son irrelevantes. La terapia gestáltica ha sugerido muchas técnicas útiles para superar defensas y permitir a los pacientes identificar tendencias ambivalentes (por ejemplo, la técnica de la silla vacía); en realidad, algunos de estos métodos están resultando ahora muy útiles para fines de investigación (Klos y Singer, 1981). Las terapias conductuales se han mantenido más cerca de sus bases científicas que cualquier otro tipo de procedimiento psicoterapéutico, y han favorecido formas para lograr un estudio más extenso y detallado de los componentes del proceso psicoterapéutico. La psicoterapia es efectiva como una disciplina científica y no puede estar fundada en escuelas sin bases, sino surgir directamente de mejores conocimientos en psicofisiología, psicología cognoscitiva, teorías de la personalidad, psicología social, antropología y muchas otras ciencias sociales. Me gustaría subrayar algunos de los sistemas principales de la personalidad y mencionar ejemplos de algunos de los resultados recientes en estas áreas, que forman la estructura del ejercicio en la práctica de la psicoterapia. El trabajo implica siempre confianza en lo investigado; el clínico no puede, al enfrentarse con una crisis en su trabajo cotidiano, buscar todo el conocimiento existente en su área. El conocimiento científico, por su propia naturaleza, deja muchos temas sin resolver y abiertos a mayor investigación y escrutinio. Los clínicos deben tener mucha tolerancia para esta ambigüedad, pero en algún momento las acciones con sus pacientes o sus interpretaciones de la conducta de éstos deberían reflejar un conocimiento de la información obtenida en investigaciones recientes. Los sistemas de psicoterapia y de personalidad dentro de la psicología, y hasta cierto punto de la biología, y el surgimiento de los sistemas de orientación han abierto el camino a un gran número de orientaciones. Ya no se necesitan escuelas para teorías comprensivas; podemos reconocer que el organismo humano es mesurable en una gran variedad de dimensiones relacionadas con sistemas concretos, pero interactivos con propiedades definidas. La afirmación más elaborada de sistemas generales de teorías es la que ofrece Miller (1978), y la aplicación de ese sistema a los problemas de la medicina conductual, y más específicamente a la hipertensión o desórdenes psicosomáticos, ha sido lograda por Schwartz (1978, 1980). Un ejemplo del intento de aplicar un sistema de orientación a las áreas de la motivación, tan importante en psicoterapia y en la teoría de la personalidad, fue presentado por Izard, Tomkins (1966) y otros, aplicándola a la apreciación de la personalidad; la evaluación de centros de servicio de salud mental y tratamiento han sido publicados por Korchin (1976) y Sundberg(1977). Los que estudian los sistemas cerebrales y corporales proponen esencialmente, que sólo un número limitado de sistemas básicos diferenciados son funcionales en definir al individuo y su manera de responder a una variedad de situaciones. El cerebro opera “silenciosamente”, y se le reconoce como el sistema principal. Tiene propiedades especiales en su mismo funcionamiento que lo hace importante en las diferencias individuales, en su respuesta a situaciones específicas o en términos de predisposición a la respuesta. Las pruebas de que los dos hemisferios del cerebro funcionan en forma un tanto diferente en relación al tipo de información procesada y al significado de orientación (relativamente expresiva en el hemisferio izquierdo o receptiva en el derecho), no solamente ofrece posibilidades, sino que también conduce a reexaminar la naturaleza de los principales estilos cognitivos y emociones, según se estimulen los hemisferios (Schwartz et. al. 1975). También Bakan (1978) ha observado rasgos de predisposición característicos de los dos hemisferios; este autor propone dos formas de información, que son procesadas por el cerebro y determinan una gran variedad de modos que el individuo adopta para resolver problemas. Se observa además un funcionamiento silencioso del cerebro que implica secreciones neuroquímicas sutiles, pero capaces de ser medidas en las terminaciones nerviosas, que parecen críticas en las manifestaciones de experiencias de agrado o depresión, así como en la reducción del dolor y el malestar. El trabajo de análisis de causas de Brenner (1975), basado en la utilización de grandes muestras de estudios por medio de cuestionarios, tiene implicaciones importantes que indican el grado en que las oportunidades para experimentar efecto positivo, pueden mitigar las reacciones depresivas potenciales, así como reducir las molestias psicosiológicas en una gran variedad de situaciones. Ahora se las comprende mejor por medio de otros sistemas silenciosos del cuerpo, que implican equilibrios dominados principalmente por el sistema nervioso autónomo (respuestas hormonales), y también por los ciclos básicos rítmicos corporales. Para la apreciación de la biorretroalimentación, el advenimiento de una nueva tecnología muestra capacidad para identificar señales del sistema corporal silencioso; sugiere que las pulsaciones del corazón y la temperatura, por ejemplo, pueden caer bajo una creciente autorregulación con el individuo consciente (Schwartz y Shapiro, 1976, 1978). El sistema de impulso era el centro de atención del psicoanálisis y de las teorías de psicología del aprendizaje hasta los años 60. Se le consideraba la fuerza fundamental motivadora. El hambre, la sed, el sexo, el alivio del dolor, y en alguna forma más especulativa la agresión, eran considerados como impulsos. En psicoterapia se prestaba gran atención a “las vicisitudes de los instintos”, especialmente del sexo y de la agresión y a sus características, para determinar el desarrollo de la personalidad y las posibilidades de cambio. La revisión realizada en los años de 1960 de las teorías de la motivación, modelos neuropsicológicos, simulación de computadora y la investigación empírica, ha conducido a un cambio de subrayado. Se esclareció que la acentuación de los impulsos periféricos, particularmente en sus relaciones con órganos específicos tales como los genitales, el ano o la boca, eran incapaces de explicar las respuestas motivacionales tan complejas no solamente del hombre, sino también de los animales estudiados en el laboratorio. Se ha esclarecido que las señales de impulsos deben ser amplificadas por el afecto el sistema emocional antes de que sean capaces de producir una conducta dirigida o motivada (Tomkins. 1962, 1963). Un paso esencial en el desarrollo de los sistemas ha surgido del constante aumento en el reconocimiento de que los sistemas afectivos o emocionales están altamente diferenciados, y son rasgos esenciales de la personalidad humana. Los clínicos se expresan en forma extrema sobre la importancia de las emociones, pero tienden a ser imprecisos en las definiciones de las mismas. Tienden también a enfatizar la expresividad emotiva sin considerar las implicaciones de las cualidades diferenciales (Izard, 1977: Tomkins, 1962, 1963) del sistema afectivo. La reciente teoría e investigación enfatiza, en forma creciente, la importancia del sistema afectivo como clave de la motivación humana, puesto que sirve como amplificador crítico de las señales de los otros sistemas y ofrece las bases de las experiencias generadas por el individuo mismo, de naturaleza positiva o de recompensa. Las siguientes recomendaciones (Garfield, 1977) se encuentran en los puntos de vista contemporáneos: a) la psicoterapia breve debería ser el tratamiento práctico para todos los pacientes. Según informes de hace veinte años (Harris, Kalis y Freeman, 1963), cerca del 66% de todos los pacientes responden a ese tratamiento; el 33% restante puede ser tratado de otra manera o considerársele fuera de los esfuerzos terapéuticos conocidos, b) Las metas de la terapia deberán ser las convenientes para el paciente, no las del terapeuta, c) El terapeuta debe tener una parte más activa, lo cual implica que debe ponerse metas más modestas; en la psicoterapia, participar con mayor responsabilidad para ser “fuerza impulsora” en el encuentro terapéutico, organizar y preparar intervenciones y no esperar el surgimiento gradual de “problemas” en la transferencia y las soluciones en ese contexto. Además, el terapeuta debe evitar la tentación de ampliar los objetivos terapéuticos una vez que se hayan logrado las metas que se iniciaron. Un punto de gran importancia es el relacionado con la preparación de terapeutas tanto en la técnica breve como en otras; todo candidato deberá ofrecer las características de personalidad que, se ha visto, muchos candidatos en servicios terapéuticos no poseen. Sifmeos (1972) y Malan (1976) entre otros han señalado que los candidatos deberían poseer la habilidad de reconocer que los síntomas son determinados por razones psicológicas y no por circunstancias o situaciones externas; tener la tendencia introspectiva; deseo de participar activamente en el tratamiento; curiosidad acerca de ellos mismos, de su condición humana; deseo de explorar y de cambiar; realismo en el sentido de no exigir alivio rápido y voluntad para involucrarse y hacer sacrificios razonables. Debe tomarse en cuenta que actualmente existen muchas formas de psicoterapia breve e intervenciones en momentos de crisis: algunas de ellas llegan a un número que varía entre 7 y 20 sesiones. De la relación entre psicoterapeutas e investigadores, se destaca que en épocas anteriores los psicoterapeutas no tomaban en cuenta a los investigadores, considerando que los resultados de las investigaciones de datos eran superficiales y de poco interés para los primeros. Sin embargo, los investigadores se esfuerzan por equilibrar el orden de las técnicas, simplificarlas, condensarlas y buscar métodos de control. Es obvio que los psicoterapeutas, en su ejercicio cotidiano, no se benefician directamente de los resultados estadísticos en su manera de relacionarse cotidianamente con sus pacientes (Strupp. 1960). La mejor contribución de la investigación surge cuando investigadores y psicoterapeutas trabajan en colaboración, de acuerdo con los resulta-dos de las experiencias cotidianas. Los investigadores pueden recomendarle al clínico, basándose en datos investigados, la mejor forma de asignarle pacientes a un psicoterapeuta; la mejor forma de establecer rapport con los pacientes; la mejor forma de entrenar candidatos jóvenes; lo que significa la selección del terapeuta; el investigador puede ofrecer también mayor información en el área de diagnóstico y pronóstico. Los psicoterapeutas deben aprender a pensar en forma crítica, evaluar continuamente la calidad de sus actividades profesionales y los resultados de esas actividades. Esta ha sido siempre la meta de una profesión que ha llegado a la madurez (Peterson, 1976). A medida que la psicoterapia continúe en esa dirección, se puede predecir que se convertirá en una profesión sólida; mejor aún, merecedora de la confianza y respeto de las otras disciplinas y de la sociedad, puesto que estará basada en conocimientos científicos concretos. 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