DE CERCA Magda Vila y Raúl Torán Cuando el mar cambia su color MERCEDES M. AGUSTINA a b N. SAMPEDRO c M. VILA 1. Enverdecimiento del agua del puerto de Arenys de Mar en febrero de 2002 (a). Aspecto de una muestra de agua al microscopio óptico (b). El dinoflagelado Alexandrium minutum fue el organismo responsable y llegó a alcanzar los 300 millones de células por litro. Aspecto de A. minutum al microscopio óptico de epifluorescencia (c). Se trata de una especie tóxica, que presenta toxinas paralizantes 40 INVESTIGACIÓN Y CIENCIA, agosto, 2002 2. El dinoflagelado Dinophysis sacculus contiene toxinas diarreicas; sus efectos nocivos se dejan sentir incluso a concentraciones muy bajas, de sólo 200 a 100 células por litro, muy lejos de poder colorear el agua A veces, cerca de la costa y durante los meses más cálidos, el agua del mar deja de ser azul y presenta colores verdes, marrones, blanquecinos e incluso rojizos. Estos cambios cromáticos del agua están causados por el crecimiento desmedido de determinadas algas microscópicas del plancton (fitoplancton) ante condiciones ambientales favorables y, en determinados casos, por su acumulación. Estas proliferaciones de fitoplancton reciben la denominación vulgar de mareas rojas. Una expresión poco acertada, si tenemos en cuenta que los cambios de color no tienen nada que ver con el nivel del mar, ni es siempre rojo el color que toma el agua. El color depende principalmente de los pigmentos dominantes del alga proliferante y de su concentración. Pese a su carácter llamativo, tales cambios de color muchas veces son inocuos, aunque hay en el plancton determinadas especies productoras de toxinas (paralizantes, diarreicas, amnésicas y otras), algunas de las cuales poseen un potencial tóxico tan elevado, que dañan incluso en concentraciones celulares muy bajas, que no llegan a colorear el agua. Los mejillones, almejas, navajas y otros organismos filtradores se alimentan del fitoplancton. Si en el plancton hay células tóxicas, el marisco acumulará las toxinas que en última instancia afectarán al hombre cuando éste lo ingiera. Pero los moluscos que llegan a los mercados han pasado controles rigurosos para asegurar la ausencia de esas toxinas. Por esta razón es peligroso, y de hecho está legalmente prohibido, recolectar mejillones y otros bivalvos ya sea para la venta o para el propio consumo, sin pasar por los canales legalmente establecidos. b M. VILA ( arriba ); AGENCIA CATALANA DE L’AIGÜA ( abajo, a ) Y LL. CROS Y J. M. FORTUÑO ( b ) a 3. Diferencias cromáticas de las aguas del puerto de Tarragona (verde oliva del interior frente al color azul marino que presenta la costa) en agosto de 2001 (a). Aspecto al microscopio electrónico de barrido de la especie responsable, el cocolitofórido Calyptrosphaera sphaeroidea (b), que alcanzó una concentración máxima de 13 millones de células por litro INVESTIGACIÓN Y CIENCIA, agosto, 2002 41