Citar Lexis Nº 0003/008842 07// PERSONAS FÍSICAS/09) Fin de la

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Citar Lexis Nº 0003/008842
07//
PERSONAS FÍSICAS/09) Fin de la existencia/d) Eutanasia
Medina, Graciela-Winograd, Carolina
LexisNexis Jurisprudencia Argentina
El valor de la autonomía de la voluntad ante la decisión de la muerte (El caso de Ms.
B.)
2002
Doctrina
JA 2002-II-979
"Nunca cambié de opinión en relación con mis deseos de ver al respirador artificial
desconectado aunque eso trajese la inevitable consecuencia de la muerte. Expectante
porque el proceso de muerte había comenzado, se me informó que el respirador no se
desconectaría porque ahora las autoridades del hospital eran de la creencia de que yo
no gozaba de capacidad mental ... Sentí cierto alivio -en alguna medida- por el hecho
de que no tendría que lidiar con la estresante y difícil cuestión de despedirme de mis
amigos y de mi familia. Aunque, sí, es cierto que sentí algún nivel de alivio, en
ningún momento me arrepentí de mi decisión anterior o deseé cambiar de opinión".
SUMARIO
I. Introducción: In the matter of Ms. B.- II. Los hechos.- III. La pretensión.- IV. Las
cuestiones en debate en el caso Ms. B.- V. La decisión del tribunal.- VI. Precedentes
ingleses: a) El suicidio asistido; b) El tratamiento médico: prolongando una vida,
desplazando a otra.- VII. Conclusión
I. INTRODUCCIÓN: IN THE MATTER OF MS. B
El pasado mes de marzo del año 2002, la Suprema Corte de Justicia, División Familia,
de Gran Bretaña debió resolver la petición de Dame Elizabeth Butler-Sloss, P. (1), en
torno a sus deseos de que se le desconectara el respirador artificial que la mantenía
con vida en el hospital. La decisión del Tribunal puso a la eutanasia nuevamente en el
centro del debate.
II. LOS HECHOS
La Sra. B había nacido en el año 1958 en Jamaica y había vivido en el Reino Unido
desde los ocho años. Los antecedentes del fallo dan cuenta de que había padecido una
niñez muy infeliz y que luego luchó arduamente durante su juventud para graduarse
de Trabajadora Social y obtener un master en Políticas Públicas y Administración. Su
vida profesional fue verdaderamente exitosa hasta que, en el mes de agosto de 1999,
la Sra. B sufrió una hemorragia en su columna cervical, en su cuello. Fue
inmediatamente ingresada al hospital, donde se le diagnosticó un cavernoma, una
condición causada por una malformación del tejido venoso en el cordón espinal.
Fue transferida, entonces, a otro hospital, en donde se le informó que existía la
posibilidad de que el sangrado continuara, a menos que se sometiera a una
intervención quirúrgica que podría dejarla severamente discapacitada.
Sobre la base de estas perspectivas, en el mes de septiembre de 1999 realizó un
testamento vital, cuyo texto rezaba que "llegado el momento en donde ya no pudiera
ser capaz de dar sus propias instrucciones, ella deseaba que se le interrumpiera
cualquier tratamiento si el mismo le era prestado por ella sufrir alguna condición
terminal, una incapacidad mental permanente o inconciencia permanente".
A pesar de los primeros diagnósticos, luego se le informó que el riesgo de que
padeciera otra hemorragia no era muy grande, por lo que se sintió más optimista
acerca del futuro.
Al poco tiempo su condición gradualmente fue mejorando, al punto de que pudo
retomar sus tareas habituales y su trabajo.
Sin embargo, en los primeros meses del año 2001, la Sra. B comenzó a sufrir un
debilitamiento general en el lado izquierdo de su cuerpo y adormecimiento en sus dos
piernas.
El 12 de febrero de ese mismo año fue internada en el hospital, con el diagnóstico de
padecer un "cavernoma cervical intramedular", cuyo efecto resultó en una tetraplegia:
parálisis completa desde el cuello hacia sus extremidades inferiores. El 16 de febrero
de 2001 fue transferida a la Unidad Cuidados Intensivos, donde empezó a sufrir
problemas respiratorios por lo que se la conectó a un respirador artificial, del cual su
vida se volvió dependiente.
Durante ese mismo mes, la Sra. B le manifestó a todos los médicos que la atendían
que había confeccionado un testamento vital, en donde manifestaba que no quería
vivir dependiendo de un respirador artificial.
Los médicos le respondían que los términos del testamento vital no eran lo
suficientemente específicos como para autorizarlos a desconectarla de la máquina.
Durante el mes de marzo fue sometida a una intervención quirúrgica, donde se le
removió el hematoma cavernoso. Su condición mejoró levemente, recobrando parte
de su movilidad, pudiendo articular algunas palabras. Sin embargo, para la Sra. B la
operación no había sido lo suficientemente exitosa, por lo que reiteró su intención de
que se la desconectara del respirador artificial.
Desde ese entonces hasta la fecha de la decisión del tribunal, varios especialistas
analizaron su capacidad, con resultados disímiles: para algunos los antidepresivos le
habían dado un viso de esperanza, haciéndola cambiar de opinión, para otros su
condición la hacía incapaz de decidir la desconexión.
En marzo de 2001, la Sra. B confeccionó otro testamento vital y el director médico de
la institución hospitalaria consideró que era necesario contar con la intervención de un
comité ético externo.
III. LA PRETENSIÓN
La Sra. B entabló un procedimiento judicial ante el tribunal para que, en el ejercicio
de su jurisdicción inherente, resolviera si el tratamiento invasivo que ella estaba
recibiendo por vía de un respirador artificial era una invasión ilegal.
El demandado, el NHS Hospital Trust (el Trust), era el responsable del hospital que le
prestaba cuidados a la Sra. B. Para el Trust lo importante era determinar si la Sra. B
era capaz de tomar sus propias decisiones en relación con tratamiento que recibía en
el hospital.
La eutanasia: la sombra de la buena muerte
A pesar de la polémica que se genera con sólo escuchar su pronunciamiento, el
término "eutanasia" es de origen griego eu y thanatos (2) y quiere decir buena muerte
o bien morir.
En general se relaciona con la eutanasia el hecho de provocar una muerte fácil y sin
dolores a un paciente que está próximo a morir por causa de una enfermedad o un
accidente terminal, como así también la negativa a recibir tratamientos médicos o
terapéuticos que le prolonguen la vida (3).
Dependiendo de las voluntades en juego, la eutanasia puede clasificarse en voluntaria
e involuntaria.
La "eutanasia voluntaria" es aquella en la que el paciente acepta que se le suspendan
los tratamientos terapéuticos que le prolongan la vida y/o solicita que se le
suministren medicamentos que le produzcan la muerte. Este tipo de eutanasia se
caracteriza porque el paciente presta su consentimiento para la acción (suministrar
fármacos) o la omisión (suspensión de tratamientos o desconexión de aparatos), cuyo
resultado esperado es el fin de su vida.
Por otra parte, la "eutanasia involuntaria" es aquella en la cual el paciente no presta su
consentimiento para la muerte; en ella el fin de la vida se produce o bien sin el
consentimiento del paciente o bien contra su voluntad; en estos casos se habla de dar
una "muerte piadosa".
Ambas clases de eutanasia pueden a su vez subclasificarse en activa, positiva o directa
y pasiva, inactiva o indirecta.
La "eutanasia activa" es aquella en la que existe una acción positiva tendiente a
producir la muerte, como por ejemplo proporcionar una sobredosis de píldoras
conciliadoras del sueño o suministrar una inyección de cloruro de potasio.
La "eutanasia pasiva inactiva o indirecta" es la producida por la omisión de los
tratamientos o medicamentos o terapias o alimentos que prolongan el proceso de
morir.
Normalmente, se suele afirmar que sólo podría ser ética y admisible la omisión
voluntaria de recibir tratamientos o intervenciones, cuando ese paciente sea terminal.
Como afirmó el tribunal, la decisión sobre la calidad de vida que se quiere llevar
pertenece al ámbito de privacidad de las personas.
Igualmente, tampoco se debería sujetar la condición de "ética" de una decisión (por ej.
de negarse voluntariamente a la suspensión de un tratamiento) a la proporcionalidad
que mantenga con el tratamiento en cuestión. Sin ir más lejos, las transfusiones
sanguíneas son tratamientos normalmente considerados proporcionales con el fin
perseguido y sin embargo se ha admitido el derecho del paciente a negarse a recibir
transfusiones sanguíneas.
En definitiva, lo que se encuentra en juego es el derecho a la vida, a la calidad de vida
que cada uno quiere para sí, y no la calidad de la muerte. Lo que ha de respetarse a
ultranza es el derecho a la dignidad del ser humano y la esfera de la intimidad que
cada uno fija en un marco diferente (4).
En cambio, la proporcionalidad de los tratamientos con el fin perseguido, sí resulta
importante cuando quien presta el consentimiento para la finalización de la terapia o
el no sometimiento a técnicas de recuperación no es el propio paciente sino su
representante. En este caso sí hay que tener en cuenta la relación entre el medio
buscado y el fin obtenido, pues en definitiva se está disponiendo de la vida de otro.
En el caso de la disposición por intermedio de representante, siempre habrá que obrar
con infinita prudencia, ya que las consecuencias del error son irreparables. Enseña
Dworkin: "Si alguno continúa viviendo aún como un vegetal y luego se descubre que
su voluntad era morir o se descubre la cura de la enfermedad, la cuestión es
solucionable. Pero si muere por la suspensión de los tratamientos a pedido de sus
representantes y luego se descubre el error ello es una tragedia porque la muerte no
tiene solución" (5).
En resumen, la eutanasia puede clasificarse en:
Eutanasia:
Voluntaria: Activa o directa - Pasiva o indirecta
Involuntaria: Activa o directa - Pasiva o indirecta
De las clasificaciones anteriores, la eutanasia voluntaria pasiva es la que subyace bajo
la negativa del hospital a no retirarle a la Sra. B el respirador.
La "eutanasia voluntaria pasiva" se produce cuando un paciente se niega a una
intervención quirúrgica que puede salvarle la vida, o peticiona la suspensión de un
tratamiento médico sin cuya realización va a morir o solicita que se lo desconecte de
un aparato que le ayuda a prolongar la vida en condiciones que el paciente considera
indignas.
El caso más renombrado de eutanasia voluntaria pasiva fue el resuelto por el juez de
Quebec, Mr. Justice Dufour, en el año 1992 en el caso de Nancy B. (6), caso que
presentaba hechos similares a los que fueron sometidos a la consideración del tribunal
británico.
Nancy era una joven de 25 años que sufría una rara neuralgia cerebral, denominada
síndrome de Guillaim-Barre, que la había paralizado desde el cuello hacia abajo y la
obligaba a vivir conectada a un respirador artificial. La joven solicitó al juez que se la
autorizase a desconectarse de la máquina porque ya no soportaba más la vida que
llevaba: su ámbito vital era un televisor y el entorno de las cuatro paredes del hospital
que la contenían. En ese precedente el magistrado consultó a los médicos que la
atendían y éstos le informaron que con el auxilio de la máquina la joven podía vivir
muchos años más. El juez sostuvo que a él lo haría feliz que Nancy cambiara de idea,
pero que siendo esa la decisión final, accedería a la demanda de la joven y, en
consecuencia, ordenó se la desconectara del respirador artificial: Nancy murió en
febrero del año 1992.
"Ningún derecho es más sagrado, o está más sagradamente custodiado... que el
derecho de cada individuo a estar en posesión y control de su propia persona, libre de
toda restricción o interferencia de otros, exceptuando la clara e incuestionable
autoridad de la ley".
IV. LAS CUESTIONES EN DEBATE EN EL CASO MS. B
La capacidad de la Sra. B
El tribunal explicó que a los efectos de resolver el caso bajo análisis era imperioso
evaluar en detalle la habilidad de la Sra. B para tomar decisiones, particularmente la
decisión de requerir el retiro del respirador artificial que la mantenía con vida.
Resulta importante destacar la insistencia del tribunal en aclarar que:
(a) La actora no le estaba solicitando que se expidiera acerca de si la Sra. B debía
vivir o morir, sino que se le pregunta si ella, por sí misma, era legalmente competente
para tomar esa decisión, y
(b) este caso no giraba entorno al mejor interés del paciente, sino a sus capacidades
mentales.
A los efectos de encarar la cuestión central de la pretensión, el tribunal hizo suyos los
argumentos dados en una serie de casos durante la década del '90 por la Cámara de los
Lores y la Corte de Apelaciones. En tales precedentes se delinearon -de acuerdo al
criterio del tribunal- los principios que regulan el derecho sobre capacidad mental de
personas adultas y que sirven de guías en las situaciones médicas complejas, que
seguidamente invocaremos:
El principio de autonomía
El tribunal sostuvo que uno de los principios en juego era el de autonomía.
Prescindiendo entonces de dar sus propios argumentos creyó prudente citar aquellos
precedentes aplicables al caso de la Sra. B:
"S. v. McC.: W v. W" (7)
"El derecho inglés va más allá de la protección de la persona mayor de edad y
plenamente capaz de la interferencia con su libertad personal. Hemos tenido que
contemplar frecuentemente cómo la libertad se desvanecía en otros países, no sólo por
los golpes de estado sino también por la erosión gradual: y siempre es el primer paso
el que cuenta. Es por ello que sería poco sensato incluso hacer concesiones menores".
In re "F" (Mental Patient: Sterilisation) (8)
"Comenzaré con el principio fundamental, hoy en día ya establecido, de que el cuerpo
de toda persona es inviolable".
In re "T" (Adult: Refusal of Treatment) (9)
".... El derecho del paciente a elegir existe ya sea que sus razones para hacer esa
elección sean racionales, irracionales, desconocidas o incluso inexistentes".
In re "T" (Adult: Refusal of Treatment) (10)
"El derecho a determinar qué se hará con el propio cuerpo es, en nuestra sociedad, un
derecho fundamental. Los conceptos inherentes a este derecho son la cuna sobre la
cual se erigen los principios de autodeterminación y autonomía individual. Las
elecciones libres individuales en los temas que afectan a este derecho deberían, en mi
opinión, ser considerados la prioridad más alta".
In re "MB" (Medical Treatment) (11)
"Un paciente mentalmente capaz tiene un derecho absoluto a rechazar cualquier
tratamiento médico por cualquier razón o sin razón alguna, incluso cuando esa
decisión lo conduzca a su propia muerte" (haciendo referencia a "Sidaway v. Board of
Governors of the Bethlehem Royal Hospital and the Maudsley Hospital" [1985] A.C.
871).
La santidad de la vida
Según el tribunal, la sociedad y la profesión médica se encuentran seriamente
preocupados por el principio de la santidad de la vida. Desde la óptica del tribunal, es
necesario detenerse en el análisis de la interface existente entre el principio de
autonomía y el de la santidad de la vida. Para ello, el tribunal apela a lo resuelto en el
precedente "Airedale NHS Trust v. Bland" (12).
"... El principio de la santidad de la vida, que es un tema del Estado y del órgano
judicial como un brazo del Estado,... no es absoluto. No puede obligar a un médico a
tratar a un paciente bajo pena de sanciones penales, cuando sin ese tratamiento el
paciente moriría, y contra los deseos expresos de ese paciente" (13).
"Primero, se ha establecido que el principio de autodeterminación requiere que se
respeten los deseos del paciente, de aquí que si un paciente adulto en sus cabales se
rehusa, sin importar lo irrazonable del acto, a consentir un cuidado o tratamiento por
el que su vida podría o sería prolongada, los médicos responsables de su atención
deberían cumplir sus deseos, aun cuando no consideren que cumplir con tal mandato
sea en el verdadero interés del paciente... A estos efectos, el principio de santidad de
la vida debe ceder ante el principio de autodeterminación (...), y a los presentes
propósitos... el deber del médico de actuar en el mejor interés del paciente debe ser
calificado. Sobre esta base, se ha sostenido que un paciente en sus cabales y
debidamente informado, podría requerir la interrupción de los tratamientos que lo
mantienen con vida...Quisiera agregar que, en casos como el presente, no se trata de
analizar si el paciente está suicidándose, o si el médico ha colaborado en tal práctica.
Se trata simplemente del rechazo del paciente, en el correcto ejercicio de sus
derechos, a un tratamiento que podría prolongarle la vida y el consiguiente accionar
del médico en un todo conforme con los deseos de su paciente" (14).
El tribunal resaltó que el Tribunal Superior de Quebec había tenido que resolver un
caso similar al que hoy enfrentaba la Sra. B. En efecto, en el caso citado por el
tribunal, "Nancy B v. Hôtel-Dieu de Québec", una mujer de 25 años de edad que
padecía un desorden neurológico incurable solicitó una orden judicial que amparara su
rechazo a seguir conectada a un respirador artificial, sin el cual ella era incapaz de
respirar. Allí, el órgano judicial decidió que la accionante tenía derecho a rechazar el
respirador, y en consecuencia, le ordenó que se le permitiera al médico que la atendía
desconectarla del respirador cuando ella diera instrucciones al respecto.
A los ojos del tribunal y contrariamente a lo sostenido por uno de los médicos
integrantes de la institución demandada, no existía conflicto alguno entre los
principios de autonomía y el principio de santidad de la vida, toda vez que el derecho
del paciente competente a requerir la cesación de cualquier tratamiento debe
prevalecer por sobre el deseo natural del médico y de las enfermeras de tratar de
preservar la vida.
La presunción de la capacidad mental
El tribunal afirmó que existe una presunción a favor de la capacidad:
"Se presume que toda persona posee la capacidad para consentir o rechazar un
tratamiento médico, a menos que, o hasta tanto, esa presunción sea desvirtuada" (15).
La evaluación de la capacidad mental
El tribunal explicó que era tarea del personal hospitalario evaluar periódicamente la
capacidad de los pacientes. En tal sentido, sostuvo que lo que importaba era que los
médicos consideraran, en el momento relevante, si el paciente era capaz, capacidad
que debía ser medida con la vara de la gravedad de la decisión que se buscaba tomar.
"A mayor seriedad de la decisión, mayor la capacidad requerida para adoptarla".
Finalmente, el tribunal afirmó que el juicio médico en absoluto interés del paciente
sólo debería primar cuando el adulto no tuviera la capacidad necesaria para decidir al
momento del rechazo en cuestión, y a la fecha continuara sin tal capacidad.
La prueba de la Sra. B
Al momento de la sentencia, la Sra. B se encontraba paralizada desde el cuello a sus
extremidades inferiores, aunque dicha incapacidad no le impedía estar consciente y
hablar con la ayuda de una válvula destinada a tal fin. La Sra. B alegó que ella no
quería vivir -como lo hacía- totalmente dependiente de las enfermeras para
alimentarse, vestirse y asearse. Preguntada por si era su deseo íntimo morir, la Sra. B
respondió que dado el abanico de posibilidades que se le desplegaba, querría
recuperar su vida o recuperarse significativamente de manera de poder llevar una
mejor calidad de vida.
"No estoy convencida de que ello pueda suceder, y encuentro absolutamente
intolerable la idea de continuar viviendo de la manera en que lo hago".
V. LA DECISIÓN DEL TRIBUNAL
El tribunal entendió que los deseos de la Sra. B eran claros y contundentes, toda vez
que se encontraba absolutamente bien informada de la decisión que quería tomar.
Incluso, el tribunal rescató la integridad de la Sra. B al mostrarse sumamente
preocupada por el problema ético que había posado sobre médicos y enfermeras del
hospital en donde se atendía. Luego, en palabras del tribunal, la Sra. B había
demostrado un alto grado de competencia, inteligencia y habilidad mental.
"Uno debe permitirle a las personas severamente discapacitadas como la Sra. B que
adopten sus propias decisiones, pues para ellos la vida puede ser peor que la muerte.
Es una cuestión de valores... por lo que debemos respetar el carácter subjetivo de la
experiencia [...] A menos que la gravedad de la enfermedad haya afectado la
capacidad del paciente, un paciente severamente discapacitado tiene los mismos
derechos que la persona sana a que le respeten su autonomía personal".
VI. PRECEDENTES INGLESES
a) El suicidio asistido: "Pretty v. Director of Public Prosecutions y otros" (16)
Dianne Pretty padecía una enfermedad neuromotora, una enfermedad progresiva
degenerativa de la cual no tenía chance alguna de recuperarse: esclerosis lateral
amiotrófica, una enfermedad neurodegenerativa incurable que le desencadenó una
parálisis muscular. De acuerdo a las pruebas del caso, Dianne sólo gozaría de un
breve lapso de vida y expuesta a humillaciones y a un proceso de muerte doloroso.
A pesar de sus padeceres, Dianne se encontraba mentalmente abierta y dispuesta a
conseguir judicialmente que se le permitiera decidir cuándo y cómo poner fin a su
vida.
Sin embargo, al ser muy avanzada su incapacidad y no poder terminar su vida con sus
propios medios, con el apoyo de su marido, Dianne argumentó que se autorizara a su
marido a ayudarla en su empresa letal. En efecto, su marido manifestó que se
encontraba deseoso por ayudarla, pero sólo si se encontraba seguro de que luego de
prestada la ayuda no se presentarían cargos penales en su contra (17).
1.- La Ley de Suicidio de 1961
"1. La norma legal que establecía que era un delito que una persona se suicidara,
queda por el presente derogada.
2. (1) La persona que ayuda, aconseja o procura el suicidio de otra persona, o intenta
que otra persona se suicide, será castigada con pena de prisión por un término que no
excederá los 14 años.
2. (2) Si durante el juicio de asesinato o matanza se prueba que el acusado ayudó,
aconsejó o procuró el suicidio de la persona en cuestión, el jurado lo encontrará
culpable de tal delito.
2. (3) . . .
2. (4) No se iniciarán acciones penales por alguno de los delitos de esta sección, a
menos que el Director de Prosecuciones Públicas haya consentido al respecto".
Los hechos llegaron a manos judiciales cuando el director de Prosecuciones Públicas
se negó a comprometer su palabra de que no levantaría cargos contra el marido de
Dianne.
Cuando Dianne apeló la decisión del director, el tribunal de alzada, el Queen's Bench
Divisional Court, confirmó la decisión del director y rechazó las pretensiones de
Dianne.
2.- La cuestión
Dianne llega a los estrados judiciales sosteniendo que ella tiene un derecho a contar
con la asistencia de su marido para suicidarse y que el art. 2 ley de 1961, al privarla de
la ayuda de su marido e impedirle al director que preste su consentimiento al efecto,
es incompatible con la Convención Europea de Derechos Humanos.
3.- La Convención Europea de Derechos Humanos
Dianne en su escrito de demanda citó los artículos de la Convención que -entendíaamparaban su pretensión y ponían de resalto la inconstitucionalidad de la Ley de
Suicidio.
Artículo 2
"Derecho a la Vida
El derecho de toda persona a la vida debe estar legalmente protegido. Nadie puede ser
privado de su vida intencionalmente, dejando a salvo la ejecución de una sentencia
condenatoria a la pena capital prevista por la ley para tal delito.
La privación de la vida no debe ser considerada una contravención a este artículo
cuando sea el resultado del empleo de fuerza absolutamente necesaria para:
(a) defender a cualquier persona de la violencia ilegal;
(b) efectuar un arresto legal o impedir la fuga de una persona legalmente detenida;
(c) detener un asalto o una insurrección".
De acuerdo con Dianne, este artículo debe leerse en conjunto con los arts. 1 y 2 del
Sexto Protocolo, que abolen la pena capital en tiempos de paz.
La decisión de la Cámara de los Lores
La Cámara argumentó a favor de Dianne que el art. 2 no protege a la vida en sí misma
sino el derecho a la vida. Ello así, toda vez que el propósito de este artículo sería el
proteger a los individuos de terceros (el Estado y las autoridades públicas).
"Pero el artículo reconoce que los individuos deben decidir si vivir o no, por lo que
protege el derecho del individuo a la autodeterminación en relación con las cuestiones
de vida o muerte".
En concordancia con lo resuelto en el caso de la Sra. B, la Cámara de los Lores
explicó que una persona puede rechazar un tratamiento que le salve o le prolongue la
vida; incluso, legalmente podría elegir suicidarse, ya que el artículo le reconoce tal
derecho. Para la Cámara el artículo protege tanto a las personas que quieren vivir
como a las que quieren morir.
"El derecho a la muerte no es la antítesis del derecho a la vida, sino su corolario; el
Estado tiene la obligación positiva de proteger ambos derechos".
Bajo este entender, la Cámara sostuvo que en el campo de la convención, la autoridad
de las decisiones domésticas se encuentra necesariamente limitada y que el argumento
de Dianne era inconsistente con dos principios profundamente arraigados en el
derecho inglés: tomar la propia vida por los propios actos y tomarla a través de la
intervención, o la ayuda, de un tercero. El primero es abiertamente legal desde la
legalización del suicidio en el año 1961; el segundo es un delito y se encuentra
terminantemente prohibido.
Bajo esta óptica, la Cámara señaló que no existía (i) información disponible acerca de
la manera en que el marido de Dianne la ayudaría y (ii) prueba médica alguna de la
cual se desprendiera lo que Dianne podría hacer para quitarse la vida, aunque se
afirmara que el acto final en busca de su muerte sería realizado por ella.
Finalmente, la Cámara concluyó que la Convención Europea no justificaba la
afirmación de que la Cámara tuviese que fallar que un Estado se encuentra obligado a
legalizar la asistencia al suicidio.
"No exige que un Estado se deshaga de una provisión como la del art. 2(1) ley de
1961. Todo lo contrario, una legislatura democrática tiene la libertad para introducir
una medida de tal magnitud. Si nuestro parlamento cambiara de opinión, podría
repeler el art. 2(1) y regular un sistema de asistencia al suicidio (presumiblemente
asistencia médica) con las salvaguardas apropiadas"
Para la Cámara la Ley de Derechos Humanos tampoco avalaba la pretensión de
Dianne.
4.- La crítica y la última palabra
Desde el inicio de la contienda legal los grupos que abogan por el derecho a morir han
apoyado a Pretty y esperaban una decisión favorable a su causa. En efecto, más del
80% de la opinión pública británica era de la creencia que ella debería tener el
derecho a decidir su propia muerte (18), dijo Deborah Annets, directora de la
Sociedad de la Eutanasia Voluntaria.
Aunque se temía que su salud se lo impediría, Dianne, no conforme con la decisión de
la Cámara de los Lores, llevó su caso a la Corte Europea de Derechos Humanos en
Estrasburgo.
El 23 de marzo de 2002, la Corte Europea de Derechos Humanos admitió la demanda
entablada por Dianne Pretty contra el Reino Unido.
Un comunicado de la Corte daba cuenta de que se admitía el trámite por vía de
prioridad. En su presentación Dianne argumentó que el Estado británico estaba
garantizando que se le diera un tratamiento degradante y que no respetaba el derecho
a la vida, cuyo respeto importa aceptar que pertenece a cada individuo decidir si
quiere vivir y morir. Asimismo, afirmó que el derecho al respeto a la vida privada y
familiar reconoce explícitamente el derecho a la autodeterminación e invocó el
derecho a la libertad de conciencia para reforzar la idea de que la ausencia de la figura
del suicidio asistido atenta contra su voluntad de expresar sus legítimas convicciones.
b) El tratamiento médico: prolongando una vida, desplazando a otra
A (Children) (19)
El Tribunal de Apelaciones en lo Civil de Inglaterra y Gales debió entender en un
caso de dos bebés siamesas, en donde los padres se negaron a que se les practicara una
intervención quirúrgica que permitiría que una de las menores prolongara su vida,
pero que provocaría la inmediata muerte de la otra.
La difícil decisión que debía tomar el tribunal, llevó a sus miembros a señalar que el
mismo tribunal era un tribunal de derecho y no de moral, y que su tarea consistía en
encontrar, y luego aplicar, los principios relevantes del derecho a las situaciones que
se le presentaba.
Como se adelantó, Jodie y Mary eran mellizas unidas o siamesas. Cada una de ellas
tenía su propio cerebro, corazón, pulmones y otros órganos vitales; se encontraban
unidas por el abdomen inferior.
Los especialistas consultados explicaron que una cirugía podría separarlas
exitosamente, pero que dicha intervención provocaría la muerte de la siamesa más
débil, Mary, al ser sus pulmones y corazón demasiado deficientes como para
permitirle oxigenarse e irrigar sangre en su cuerpo.
"Si hubiera nacido sin su siamesa, no hubiera sido viable y se hubiera abandonado
cualquier intento por resucitarla. Hubiera muerto al poco tiempo de nacida".
De los informes médicos se concluye que Mary sólo tenía vida gracias a una arteria
común, que le permitía a su hermana, más fuerte, hacer circular sangre oxigenada para
ambas.
Separarlas exigía la cauterización de tal arteria común; situación que llevaría a Mary a
la muerte a los pocos minutos.
Ninguno de los padres consentían la operación, ya que a sus ojos las siamesas eran
exactamente iguales: ellos no podían aceptar que se matara a una para salvar a la otra.
En su carácter de católicos romanos devotos ellos sinceramente creían que era
voluntad de Dios que sus niñas nacieran con esa afección y que por lo tanto su vida
debía quedar, también, en las manos de Dios.
Debido a que los doctores se encontraban convencidos de que podrían llevar adelante
la operación que prolongaría la vida de Jodie, el hospital solicitó una declaración
judicial que señalara que podían realizar legalmente la operación. El 25 de agosto de
2000, el juez Johnson J. Otorgó el permiso buscado. Los padres apelaron la decisión.
1.- La decisión del tribunal
Uno de los argumentos más fuertes del hospital indicaba que si la operación se
realizaba, Mary sería anestesiada contra cualquier dolor, por lo que la muerte sería
piadosamente rápida. En virtud de esta aseveración, resulta interesante rescatar la
respuesta de uno de los médicos ante la pregunta acerca de cómo podrían los médicos
determinar que Mary no sufriría, si Mary no podía llorar porque sus pulmones no se lo
permitirían.
El médico preguntado señaló "que no existía una respuesta concreta, ya que lo que
importaba no eran las respuestas a los estímulos que Mary mostraba, sino la
interpretación que se hiciera de tales respuestas: puede ser dolor o puede no serlo".
En todo momento el tribunal recalcó lo mucho que sentía que los padres debieran
enfrentar el predicamento de tener que decidir por la vida (o muerte) de ambas y la
vida de una sola de ellas.
Asimismo, el tribunal afirmó que la doctrina de la santidad de la vida, lo obligaba a
aceptar que cada vida tiene un valor inherente en sí misma y derecho a la vida. No
obstante ello, el tribunal explicó que la misma doctrina de la santidad de la vida podía
reconocer que podría ser correcto evitar o retirar un tratamiento.
"Consideramos que el enfoque correcto lleva a este tribunal a juzgar la calidad de vida
que esta niña tendría que soportar si se la tratara y decidir si, ponderando todas las
circunstancias, esa vida será tan dura al punto de tornarse insoportable para esa niña".
2.- La intromisión
El tribunal afirmó que si bajo análisis se encontrara la cuestión de someter o no a
Mary a un tratamiento que artificialmente prolongara su vida, la respuesta sería
sencilla: el tribunal autorizaría que no se le suministrara tratamiento alguno. Sin
embargo, el tribunal entendió que la situación que verdaderamente enfrentaba era más
complicada, en la medida en que lo que se encontraba bajo consideración era una
invasión activa al cuerpo de Mary, que no prolongaría su vida sino que, por el
contrario, la terminaría.
El tribunal sostuvo que los argumentos vertidos por los padres de las siamesas no lo
convencían, ya que dudaba de que su posición buscara verdaderamente priorizar el
mejor interés de las niñas:
"(i) Desde el punto de vista de Jodie, los padres han optado por el peor escenario
posible, es decir que viva paralítica y confinada a una vida llena de dificultades. Ellos
no logran reconocer su suficiente capacidad para disfrutar los beneficios de una vida
que estarán disponibles tan pronto alcance la libertad e independencia.
(ii) [...] se deben priorizar los mejores intereses de los hijos, no de los padres [...]
(iv) En su natural repugnancia a la idea de matar a Mary, no logran advertir su deber
en conflicto de salvar a Jodie y parecen disculparse a sí mismos por la imposibilidad
de separar a las siamesas, y por la posible muerte de Jodie. A nuestro criterio los
padres que se encuentran en los cuernos de un dilema tan terrible, simplemente,
deberían decidirse por la menor de sus pérdidas inevitables".
Siendo ello el criterio del tribunal, rechazó la apelación.
VII. CONCLUSIÓN
La jurisprudencia inglesa ha adoptado una posición muy clara en torno a los temas
que rozan la eutanasia. Por un lado, continúa en su postura de que la asistencia al
suicidio resulta inadmisible. Por el otro, ha elaborado y perfeccionado la idea de que
ciertos principios deben servir de guía indiscutible cuando la vida de una persona esté
en juego.
De lo expuesto se puede concluir que, en el juicio de la jurisprudencia inglesa:
(a) El cuerpo de toda persona es inviolable, afirmación que importa respetar la
autodeterminación del paciente, incluso cuando su elección no obedezca a una
decisión racional.
(b) El principio de la santidad de la vida no es absoluto: un paciente en sus cabales y
debidamente informado podría requerir la interrupción de los tratamientos que lo
mantienen con vida.
(c) Se presume que toda persona posee la capacidad para consentir o rechazar un
tratamiento médico, a menos que, o hasta tanto, esa presunción sea desvirtuada.
(d) Legalmente, cualquier persona podría suicidarse, sin embargo, no podría,
legalmente, contar con ayuda para llevar a cabo el acto suicida.
NOTAS:
(1) In the matter of Ms. B, [2002] EWHC 429 (Fam).
(2) Cifuentes, Santos, "Derechos personalísimos", 1995, Ed. Astrea, p. 398.
(3) Graciela Medina y Javier Leal de Ibarra, "El derecho a una muerte digna.
Soluciones jurisprudenciales en el derecho comparado".
(4) Graciela Medina y Javier Leal de Ibarra, "El derecho a una muerte digna.
Soluciones jurisprudenciales en el derecho comparado" cit., p. 3.
(5) Dworkin, Ronald, "Life Dominion" ob. cit al comentar el caso "Cruzan" en p. 197.
(6) "Cruzan v. Director, Missouri Department of Health" (1990) 110 S. Ct 2841.
(7) Del voto de Lord Reid en "S. v. McC.: W. v. W." [1972] AC 25.
(8) Del voto de Lord Goff de Chieveley en In re "F" (Mental Patient: Sterilisation)
[1990] 2 AC 1.
(9) Del voto de Lord Donaldson of Lymington, en In re "T" (Adult: Refusal of
Treatment) [1993] Fam. 95.
(10) Del propio voto del tribunal en In re "T" (Adult: Refusal of Treatment).
(11) Del propio voto del tribunal en In re "MB" (Medical Treatment) [1997] 2 FLR
426.
(12) "Airedale NHS Trust v. Bland" [1993] AC 789.
(13) Del voto de Lord Keith de Kinkel en "Airedale NHS Trust v. Bland" [1993] AC
789.
(14) Del voto de Lord Goff de Chieveley en "Airedale NHS Trust v. Bland" [1993]
AC 789.
(15) In re "MB" (Medical Treatment) (Court of Appeal) [1997] 2 FLR 426.
(16) "Pretty v. Director of Public Prosecutions and Secretary of State for the Home
Department", [2001] UKHL 61 (29/11/2001).
(17) El marido de Dianne, específicamente, pretendía la inmunidad con respecto al
art. 2(1) de la Ley de Suicidios de 1961, que pena a aquel que ayuda y participa en un
suicidio.
(18) www.voluntaryeuthanasia.com.uk.
(19) A (Children) [2000] EWCA Civ. 254 (22/9/2000).
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