Freud

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P R O F . L U C I A C AB R E R A
Freud , introdujo una sospecha en el interior del hombre. La mente consciente es
como la punta de un iceberg flotando en un mar de irracionalidad, caldo de cultivo de
nuestros trastornos mentales y nutriente de nuestras más gozosas pulsiones.
Médico y neurólogo, filósofo y creador del método y la teoría psicoanalítica, Sigmund Freud, nació
el 6 de mayo de 1856 en Freiberg (República Checa), trasladándose a Viena cuatro años después,
país en el que residió la mayor parte de su vida.
En 1873 estudió medicina en la Universidad de Viena, realizó investigaciones neurológicas con el
médico alemán Ernst Wilhelm von Brücke, entrando a trabajar en el Hospital General de Viena en
1883. Fue a París (1885) a estudiar sobre el tratamiento de los trastornos mentales,
fundamentalmente la histeria, y la aplicación terapéutica del hipnotismo con J.M.Charcot.
En 1886 se estableció como médico privado en Viena desarrollando su teoría psicoanalítica. Titular
de la Universidad de Viena en 1902, Freud se rodeó de un reducido número de alumnos y
seguidores que luego se harían famosos por sus teorías sobre el psicoanálisis: Otto Rank, Eugen
Bleuler y Carl Jung. La Escuela psicoanalítica internacional se fundó en 1910. Huyendo de Austria
que había sido ocupada por los nazis, murió el 23 de septiembre de 1939 en Londres.
Entre sus obras destacan: Estudios sobre la histeria (1893), La interpretación de los sueños (1900),
Psicopatología de la vida cotidiana (1904), Tótem y tabú (1913), El malestar de la cultura (1930) e
Introducción al psicoanálisis (1933).
Como médico el interés de Freud se centró fundamentalmente en conocer cómo el cuerpo podía ser
afectado por la mente creando enfermedades mentales, tales como la neurosis y la histeria y en
la posibilidad de encontrar una terapia para tales enfermedades.
Como filósofo Freud investigó la relación existente entre el funcionamiento de la mente y ciertas
estructuras básicas de la cultura, por ejemplo, las creencias religiosas. La cuestión fundamental
consistía en dilucidar cómo se forma una conciencia individual y cómo operan la cultura y la
civilización.
Freud distingue dos principios fundamentales: el principio del placer y el principio de realidad.
El primero supone una búsqueda de lo placentero y una huida del dolor, que nos impulsa a realizar
aquello que nos hace sentir bien. En contraposición a éste, el principio de realidad subordina el
placer al deber. La subordinación del principio del placer al principio de realidad se lleva a cabo a
través de un proceso psíquico denominado sublimación, en el que los deseos insatisfechos
reconvierten su energía en algo útil o productivo. Tomando como ejemplo el deseo sexual, ya su
práctica continua supondría el abandono de otras actividades productivas (trabajo, arte, etc.), el
hombre sublima sus deseos y utiliza su energía para la realización de otras acciones (deporte,
literatura, juego). Sin la sublimación de los deseos sexuales no existiría, según Freud, civilización.
No obstante, la sublimación no elimina los deseos sexuales. Éstos, si quedan
insatisfechos, se empaquetan o son reprimidos en un lugar concreto de la mente llamado
inconsciente, que es, por definición, aquella parte de la mente inaccesible a nuestro pensamiento
consciente (o yo) que reúne todos los deseos y pulsiones reprimidos. Sin embargo, existen caminos
indirectos para acceder a los contenidos del inconsciente, como por ejemplo los sueños, los actos
fallidos y las bromas.
Los sueños son satisfacciones simbólicas de deseos que han sido reprimidos. Inaceptables para la
mente consciente (ya sea por la presión social y moral o por un sentimiento de culpa), algunos
deseos se manifiestan oníricamente, de un modo extraño y absurdo que oculta su verdadero
significado.
Los sueños utilizan principalmente dos mecanismos de ocultación: la condensación, en la que
imágenes o ideas dispares son reunidas en una sola (correspondiéndose con la metáfora en el
lenguaje) y el desplazamiento, mediante el cual, el significado de una imagen o símbolo es
transferido a algo asociado con él que desplaza a la imagen original (su correspondencia con el
lenguaje es la metonimia).
Los sueños pueden ser también interpretados a través de la paráfrasis o actos fallidos. Éstos, lejos
de ser errores de la mente, revelan contenidos reprimidos del inconsciente que afloran en forma de
olvidos, deslices, etc. Las bromas también son emergencias de deseos reprimidos. Por ello, el
psicoanalista otorga una gran importancia al lenguaje utilizado tanto por sus pacientes, como el
empleado culturalmente en determinadas épocas históricas, de ahí que el psicoanálisis se haya
relacionado íntimamente con la crítica literaria.
Los contenidos del inconsciente son deseos sexuales (o agresivos) reprimidos que Freud llamó
pulsiones (triebe, mal traducidos por "instintos"), originados en las primeras etapas del desarrollo
del niño y ligadas estrechamente a la nutrición infantil.
La sexualidad adulta es el resultado de un complejo proceso de desarrollo que comienza en la
infancia y que se desarrolla en distintas etapas que dependen de su ligazón con distintas áreas
corporales: la etapa oral (boca), la anal (ano) y la genital o fálica (genitales). En la etapa oral el
niño no tiene conciencia de ser un individuo separado de su madre o el mundo, lo que le lleva a
tener deseos incestuosos. Esto se supera en la segunda etapa, la anal, en la que hay una tendencia
a la extraversión, a sacar algo de sí mismo (heces) al exterior. En la etapa genital, el niño
experimenta impulsos autoeróticos que soluciona mediante la masturbación, paso necesario para
entrar en la vida adulta.
El niño descrito por Freud es un perverso polimorfo, que dirige sus deseos sexuales hacia
cualquier objeto, desorganizadamente (por carecer de identidad) y sin represión, lo que le hace
carecer de identidad sexual (género), identidad personal e incluso de inconsciente. Después del
polimorfismo, el niño entra en un estado de latencia, donde sus deseos sexuales están aminorados
y apagados hasta su exuberante florecimiento en la pubertad, última etapa del desarrollo sexual,
en la que los deseos sexuales se dirigen hacia objetivos "normales" según Freud, es decir, se
canalizan en encuentros heterosexuales, subordinados a la zona genital y con un fin meramente
reproductivo.
La tarea fundamental del psicoanálisis como terapia consiste en curar todas aquellas perversiones
sexuales originadas en la infancia, entendiendo por perversión aquel comportamiento no ajustado
al modelo heterosexual, genital y reproductivo. La perversión implica que los deseos de la líbido
"inapropiados" o prohibidos socialmente existen, aunque no se expresan (represión). La neurosis
insatisfechos, se empaquetan o son reprimidos en un lugar concreto de la mente llamado
inconsciente, que es, por definición, aquella parte de la mente inaccesible a nuestro pensamiento
consciente (o yo) que reúne todos los deseos y pulsiones reprimidos. Sin embargo, existen caminos
indirectos para acceder a los contenidos del inconsciente, como por ejemplo los sueños, los actos
fallidos y las bromas.
Los sueños son satisfacciones simbólicas de deseos que han sido reprimidos. Inaceptables para la
mente consciente (ya sea por la presión social y moral o por un sentimiento de culpa), algunos
deseos se manifiestan oníricamente, de un modo extraño y absurdo que oculta su verdadero
significado.
Los sueños utilizan principalmente dos mecanismos de ocultación: la condensación, en la que
imágenes o ideas dispares son reunidas en una sola (correspondiéndose con la metáfora en el
lenguaje) y el desplazamiento, mediante el cual, el significado de una imagen o símbolo es
transferido a algo asociado con él que desplaza a la imagen original (su correspondencia con el
lenguaje es la metonimia).
Los sueños pueden ser también interpretados a través de la paráfrasis o actos fallidos. Éstos, lejos
de ser errores de la mente, revelan contenidos reprimidos del inconsciente que afloran en forma de
olvidos, deslices, etc. Las bromas también son emergencias de deseos reprimidos. Por ello, el
psicoanalista otorga una gran importancia al lenguaje utilizado tanto por sus pacientes, como el
empleado culturalmente en determinadas épocas históricas, de ahí que el psicoanálisis se haya
relacionado íntimamente con la crítica literaria.
Los contenidos del inconsciente son deseos sexuales (o agresivos) reprimidos que Freud llamó
pulsiones (triebe, mal traducidos por "instintos"), originados en las primeras etapas del desarrollo
del niño y ligadas estrechamente a la nutrición infantil.
La sexualidad adulta es el resultado de un complejo proceso de desarrollo que comienza en la
infancia y que se desarrolla en distintas etapas que dependen de su ligazón con distintas áreas
corporales: la etapa oral (boca), la anal (ano) y la genital o fálica (genitales). En la etapa oral el
niño no tiene conciencia de ser un individuo separado de su madre o el mundo, lo que le lleva a
tener deseos incestuosos. Esto se supera en la segunda etapa, la anal, en la que hay una tendencia
a la extraversión, a sacar algo de sí mismo (heces) al exterior. En la etapa genital, el niño
experimenta impulsos autoeróticos que soluciona mediante la masturbación, paso necesario para
entrar en la vida adulta.
El niño descrito por Freud es un perverso polimorfo, que dirige sus deseos sexuales hacia
cualquier objeto, desorganizadamente (por carecer de identidad) y sin represión, lo que le hace
carecer de identidad sexual (género), identidad personal e incluso de inconsciente. Después del
polimorfismo, el niño entra en un estado de latencia, donde sus deseos sexuales están aminorados
y apagados hasta su exuberante florecimiento en la pubertad, última etapa del desarrollo sexual,
en la que los deseos sexuales se dirigen hacia objetivos "normales" según Freud, es decir, se
canalizan en encuentros heterosexuales, subordinados a la zona genital y con un fin meramente
reproductivo.
La tarea fundamental del psicoanálisis como terapia consiste en curar todas aquellas perversiones
sexuales originadas en la infancia, entendiendo por perversión aquel comportamiento no ajustado
al modelo heterosexual, genital y reproductivo. La perversión implica que los deseos de la líbido
"inapropiados" o prohibidos socialmente existen, aunque no se expresan (represión). La neurosis
es una versión negativa de la perversión, en ella los deseos libidinosos reprimidos en el
inconsciente son tan poderosos que se ha de gastar demasiada energía para reprimirlos.
El psicoanálisis supone que la represión de los deseos inconscientes puede causar ciertos trastornos
mentales como la paranoia, la histeria, la obsesión-compulsión y otros desórdenes.
En el desarrollo sexual, es esencial el complejo de Edipo, que termina en la fase fálica, y en la que
el niño ha de establecer por vez primera un vínculo afectivo con su progenitor de sexo opuesto (el
padre), que es considerado un rival frente a la madre. El niño siente hacia ella un deseo incestuoso
que tiene que reprimir por miedo a la agresión paterna y a la castración, temor que le lleva a
construir el superego (superyó), una instancia encargada de controlar al consciente (yo) según las
pautas morales impuestas por los padres.
El complejo de Edipo conlleva la aceptación del principio de realidad y la subordinación del
principio del placer. El desajuste entre las demandas del consciente, el inconsciente y las exigencias
del superego puede convertirse en conflictos denominados fijaciones y complejos, que pueden
llevar a que el adulto sufra regresiones o modos de satisfacción sexual infantiles. La mente
consciente, imposibilitada para funcionar normalmente perderá su control y desarrollará neurosis
como modos de expresar dicha tensión.
Freud no pudo explicar cómo se desarrollaba el superego en las niñas, debido a que naturalmente
éstas no pueden ser castradas. Desarrolló para suplir el complejo de Electra, pero éste no responde
completamente el punto.
La crítica feminista sobre las ideas de género de Freud será, en este sentido, implacable
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