Aunque la rutina y la tendencia a normalizarlo todo a veces nos hace olvidar el valor de las cosas, puedo asegurar que no hubo un día de los cinco meses de mi intercambio en el que no me sintiera afortunada por estar teniendo esta experiencia. Y bueno, es que es eso: una experiencia, es probar cómo es vivir solo, vivir lejos, vivir diferente, cosa que para nosotros como latinoamericanos implica mucho más que tomar un vuelo y vivir un tiempo fuera de casa, razón por la que no dudo, la experiencia se hace infinitas veces más enriquecedora. Al llegar, lo que más he escuchado es a mi familia y a mi amigos preguntado por lo que más me gustó y mi respuesta es “no sé”, y no lo sé porque si me dieran la oportunidad de decir ‘todo’ y eso funcionara como respuesta, me quedaría con la comodidad de no tener que decidir entre mil cosas, personas y momentos maravillosos que no van a tener comparación. Que si no hubo momentos difíciles ¡Claro que los hubo! El estrés, los ‘días de pie izquierdo’ y la nostalgia existen al rededor del mundo, sin embargo hubo alguien que me recordó que no podía olvidar por qué estaba allí. Mi hermana, consejera y guía espiritual, me insistió que no olvidara nunca la razón principal por la que había decidido irme de intercambio: porque me lo había ganado, porque el esfuerzo de mucho tiempo atrás había tenido fruto y era ese. Hoy, estando ya en Colombia, y emprendiendo un nada sencillo pero necesario proceso de adaptación, no puedo dejar de agradecerles a todos quienes me dieron una mano y estuvieron al tanto del proceso. Puedo asegurar, sin duda alguna, que de no haber sido por la colaboración de muchas personas y el soporte que me brindó la beca del Banco Santander, no hubiese sido posible contar nada de lo anterior. Tengo la certeza que muchas personas merecerían tener la ayuda que recibí y que muchos estudiantes merecen la oportunidad de la que yo disfruté. Años de estudio comprometido, de empeño y de compromiso dan resultado cuando menos lo imaginamos y son reconocidos por quienes menos sospechamos. De eso doy cuenta yo que hace un año quise probar qué pasaba si aplicaba a un intercambio y hoy no me caben ni los agradecimientos ni los buenos recuerdos. Daniela Caicedo.