La designación de liquidador judicial en las

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La designació n de liquidador judicial en las
situaciones de bloqueo social
Por Sara Ugena Muñoz
Abogada. Profesora de la Universidad
Católica de Ávila
E
l artículo 363.1.d de la Ley de Sociedades de Capital
establece como causa de disolución societaria “la
paralización de los órganos sociales de modo que
resulte imposible su funcionamiento”. Este colapso es típico
de sociedades cerradas, frecuentemente familiares y con un
capital social dividido en partes iguales entre dos grupos de
poder enfrentados. La paralización debe ser permanente,
definitiva, insuperable y de tal naturaleza que imposibilite el
funcionamiento de la sociedad y por ende la consecución del
fin social. La jurisprudencia añade que las meras
desavenencias entre socios o incluso una situación de
abierta hostilidad entre los mismos no es razón suficiente sin
más para su apreciación (STS de 11 de mayo de 2006). A tal
efecto, la causa concurre únicamente por bloqueo de la
junta general, ya que la parálisis o inactividad del órgano de
administración siempre puede ser superada por acuerdo de
sustitución de los administradores adoptado por el órgano
deliberante (RDGRN 24/03/1994). Sentado lo anterior, al ser
frecuentemente el órgano de administración un fiel reflejo
de la composición del capital, el contagio entre ambos
órganos societarios suele desembocar en una doble
inoperatividad.
Constatada la situación de bloqueo, el órgano de
administración deberá convocar junta general en el plazo de
dos meses para que se adopte el acuerdo de disolución. Con
todo, cuando esto sucede, la adopción por parte de la junta
de este acuerdo resulta en muchas ocasiones prácticamente
imposible, ya que la propia naturaleza de la causa por lo
general lo impide, pese a la pérdida por parte de los socios
de la affectio societatis que en su día les impulsó a unirse en
sociedad. Así pues, es muy habitual que finalmente cualquier
interesado termine instando la disolución judicial ante el
juez de lo mercantil del domicilio social si la junta para
disolución no es convocada, no se celebrara, o celebrándose
no adopta el repetido acuerdo.
Llegados a este punto, en sede de disolución judicial,
la cuestión que se plantea es la de quién o quiénes podrán
ser nombrados liquidadores
Los medios comunes de designación o nombramiento
de liquidador tras la declaración de cualquier tipo de
disolución, tanto para sociedades anónimas como limitadas,
son:
La designación estatutaria.- Los estatutos pueden
determinar directamente quiénes serán los liquidadores, si
bien es cierto que la designación estatutaria nominatim no
es muy usual. También pueden establecer indirectamente
quiénes lo serán, siendo así más común la designación
mediata o per relationem. Y otra alternativa es que instauren
meras normas sobre el nombramiento de liquidadores sin
concretar su identidad de modo directo o indirecto.
El nombramiento por junta general.- A falta de
previsión estatutaria, el nombramiento de liquidadores y su
forma de actuación podrá acordarse por la junta general
(arts. 376.1 y 2 LSC y RDGRN 3/09/1998). El acuerdo de
nombramiento se tomará conforme a los quórum y mayorías
ordinarias, no siendo precisos quórums especiales o
mayorías reforzadas. Es más, incluso en el supuesto de que
los liquidadores hubiesen sido designados en los estatutos,
la junta general podría efectuar una nueva designación
sustitutiva, pero cumpliendo en dicho caso los requisitos
necesarios para la modificación estatutaria que ello
conllevaría.
La conversión legal en liquidadores de quienes
fueran administradores al tiempo de la disolución de la
sociedad se producirá salvo disposición contraria de los
estatutos o, en su defecto, en caso de falta nombramiento
de los liquidadores por la junta general de socios que
acuerde la disolución. Se trata de un sistema de aplicación
subsidiaria y automática en defecto de previsión estatutaria
de designación de liquidadores o acuerdo social de
nombramiento por la junta general.
Sin embargo, estos medios de designación no
resultan del todo idóneos o aptos para solventar patologías
como las que derivan de una situación de bloqueo social, ya
que su aplicación puede generar efectos perversos.
Piénsese en la persona física o jurídica, designada como
liquidador, directa o indirectamente por los estatutos
sociales, cuya objetividad pueda resultar dudosa por
pertenecer a alguno de los grupos enfrentados. Por otro
lado, en estos supuestos, la designación de liquidador por
acuerdo de la junta general será poco probable. No parece
lógico pensar que estando la sociedad paralizada sea viable
la reunión de la junta, o incluso celebrándose, que se suela
llegar a adoptar algún tipo de acuerdo y mucho menos en lo
referente a la designación de liquidador. Tampoco debiera
operar el sistema de conversión legal de administrador en
liquidador, pues normalmente quien controla la gestión de
la sociedad se encuentra igualmente involucrado en la
confrontación social de la que la disolución trae causa y será
partidario de la conversión automática en la medida que le
permita monopolizar la fase de liquidación.
En definitiva, la práctica jurídica ha puesto de
manifiesto en reiteradas ocasiones que en la mayor parte de
los supuestos de disolución judicial por bloqueo social, a la
hora de designar liquidadores, cada grupo de poder
pretende nombrar liquidador a un miembro de su círculo de
intereses. En efecto, la propia naturaleza de la situación
genera conductas viciadas de fraude y abuso en el ejercicio
del derecho, que el ordenamiento jurídico repudia (art. 6.4
CC) y que los tribunales no deben amparar. La Ley de
Sociedades de Capital no prevé la inicial designación
judicial de liquidadores, pero esa es una solución más que
razonable. Tal facultad ya fue admitida por la Resolución de
la Dirección General de Registros y del Notariado de 22 de
septiembre de 2000 y es doctrina asentada por la Sentencia
del Tribunal Supremo de 30 de mayo de 2007. Es
importante que el liquidador designado sea una persona
capaz y dotada de las condiciones de objetividad e
imparcialidad, lo contrario conllevaría una rendición y
liquidación de cuentas para nada fácil y pacífica. En estos
casos no se aplicará el artículo 376.1 de la Ley de Sociedades
de Capital sino por analogía el artículo 377.2, ante la
existencia de esta laguna jurídica se ha de acudir al sistema
de nombramiento judicial de liquidadores para el caso de
cobertura de vacantes. Conforme la normativa vigente, se
trata de una hipótesis excepcional, de un remedio
extraordinario amparado en situaciones notoriamente
abusivas contrarias a la buena fe.
Debería incorporarse a la Ley de Sociedades de
Capital o al futuro Código Mercantil, una norma donde se
legitime expresamente al juez para la designación de
liquidador profesional y ajeno a la sociedad en los casos de
disolución judicial por paralización de los órganos sociales.
De ser así, la decisión judicial de disolución podría ser
simultánea al nombramiento de liquidadores para evitar el
perjudicial retraso de las operaciones liquidatorias. El juez
designaría al liquidador de oficio, cuando la sociedad no
procediere a su nombramiento, o a instancia de parte,
cuando habiéndose procedido al mismo o tras la
conversión legal, el nombramiento fuere contrario a la
buena fe. Es decir, designación judicial de liquidadores no
solo ante la ausencia de voluntad social sino también pese a
su existencia, siempre y cuando concurran circunstancias
objetivas que lo justifiquen (fraude, inidoneidad patente,
manifiesta complejidad, imbricación de otras sociedades,
etc.) alegadas y fehacientemente probadas en sede judicial
por la parte que las invoque (SSTS 11 de abril de 2011 y 24
de febrero de 2012).
En conclusión, en los supuestos de disolución
judicial por bloqueo social el sistema de nombramiento de
liquidador que debería prevalecer es el judicial para
garantizar el derecho de todos los implicados. No debería
seguir utilizándose como un sistema de nombramiento
subsidiario y excepcional.
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