Biografía de Jorge Luis Borges

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Biografía de Jorge Luis Borges
El 23 de agosto de 1899, a los ocho meses de gestación nace Jorge Luis Borges en Buenos Aires, hijo de
Jorge Guillermo Borges y Leonor Acevedo, en la casa familiar de la calle Tucumán, entre Esmeralda y
Suipacha, la casa de sus abuelos maternos. Era una casa chica y con 2 patios y un aljibe de donde sacaba el
agua. Es bilingüe desde su infancia y aprenderá a leer en inglés antes que en castellano por influencia de su
abuela materna de origen inglés. Su padre, era abogado. Filosofo anarquista en la línea de Spenser,
enseñaba psicología en la escuela Normal de Lenguas Vivas, donde dictaba las clases en inglés utilizando
como texto la versión abreviada del manual de psicología de William James. El ingles de su padre, se debía a
que su madre, Francés Haslam nació en Sttafodshire, y su familia provenía de la región de Northumbria.
Borges solía hablar de dos tradiciones heredadas de sus antepasados, una militar y otra literaria: en la
primera se destacan el coronel Isidoro Suárez, bisabuelo materno que "a la edad de veinticuatro años dirigió
una famosa carga de caballería peruana y colombiana que decidió la batalla de Junín" y el coronel
Francisco Borges, abuelo paterno fallecido en la batalla de La Verde (1874); en la tradición literaria se
encuentran el poeta romántico Juan Crisóstomo Lafinur y Edward Young Haslam, bisabuelo paterno que
editó en Argentina uno de los primeros periódicos ingleses, el Southern Cross. Su madre Leonor Acevedo de
Borges, provenía de familias argentinas y uruguayas tradicionales. Creo − decía Borges− que herede de mi
madre su fuerte sentido de la amistad. Para mi siempre ha sido una compañera, sobre todo cuando me quede
ciego, y una amiga tolerante y comprensiva, fue una verdadera secretaria, contestaba mis cartas, me leía,
tomaba mi dictado, fue ella, aunque tarde en darme cuenta, quién silenciosa estimulo mi carrera literaria.
En 1901, tras el nacimiento de su hermana Norah, la familia decide mudarse a una casa más amplia de
Palermo. Su padre le revelo el poder de la poesía: El hecho de que las palabras sean no solo un medio de
comunicación sino símbolos mágicos y música. Por esta época la familia pasa sus vacaciones de verano en
Adrogué, pueblo cercano a Buenos Aires, o en casa de unos familiares uruguayos, los Haedo.
Paso gran parte de su infancia sin salir de su casa. Al no tener amigos, con su hermana, inventaron dos
compañeros imaginarios a los que llamaban, Quilos y el molino de viento.
Siempre fue miope y usó lentes y era mas bien débil. Como la mayoría de sus parientes habían sido soldados,
y él sabía que nunca lo sería, desde muy joven se avergonzó de ser una persona destinada a los libros y no a
la vida de acción.
Durante toda su juventud pensó que el hecho de ser amado por su familia equivalía a una injusticia, no se
sentía digno de ningún amor en especial y recordaba que sus cumpleaños lo llenaban de vergüenza, por que
todo el mundo lo colmaba de regalos y él pensaba que no había hecho nada para merecerlo.
Alrededor de lo 30 años logra superar esa sensación.
La primera novela que leyó completa fue Huckleberry Finn, después vinieron los libros del Capitán Marriat,
Dickens, Don Quijote, las mil y una noches de Burton, esta, plagada de lo que entonces se consideraban
obscenidades le fue prohibida, y tuvo que leerla a escondidas. Pero, dice, En ese momento estaba tan
emocionada por la magia del libro que no percibió en absoluto las partes censurables, estos libros los leyó en
ingles, cuenta que mas tarde leyó Don Quijote en versión original, y le pareció una mala traducción. En
español leyó muchos de los libros de Eduardo Gutiérrez sobre bandidos y forajidos − Sobre todo Juan
Moreira− su madre le prohibió la lectura del Martín Fierro, ya que lo consideraba un libro solo indicado
para matones y colegiales y además no tenía nada que ver con los verdaderos gauchos, este libro también lo
leyó a escondidas. La opinión de su madre se basa en el hecho de que Hernadez había apoyado a Rosas, y
por lo tanto era un enemigo de sus antepasados unitarios.
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Desde su niñez cuando le sobrevino la ceguera a su padre, se consideraba tácito que él cumpliría el destino
literario que las circunstancias habían negado a su padre. Georgie, como era llamado en casa, tenía apenas
seis años cuando le dijo a su padre que quería ser escritor. A los siete años escribió en inglés un resumen de
la mitología griega; a los ocho, La visera fatal, inspirado en un episodio del Quijote; a los nueve traduce del
inglés "El príncipe feliz" de Oscar Wilde.
En 1906, como su padre desconfiaba de la educación pública, Borges tomó sus primeras lecciones en inglés
con una institutriz británica, Miss Tink. Tres años después ingresa en la escuela primaria (cuarto grado),
donde soporta las burlas de sus compañeros debido a sus lentes y el cuello y la corbata estilo Eton con que lo
envían a clase.
En 1914 se trasladan a Europa; el objetivo de l viaje respecto a su Hermana y a él es que concurran a la
escuela en Ginebra. Comienza a estudiar allí. Por su cuenta, fuera del colegio empezó a estudiar alemán.
Mientras vivía en Suiza empezó a leer a Shopenahue. Hoy si tuviera que elegir− declaró en una entrevista−
a un filosofo lo elegiría a él. Si el enigma del universo puede formularse en palabras creo que esas palabras
están en su obra.
Permaneció en Suiza hasta 1919. Decidió con su familia volver a Argentina, pero pasar primero un año en
España. Fueron a Mallorca porque era barata y hermosa.
En el invierno de 1919−1920 ve publicado su primer poema. Se llamaba himno del mar y apareció en la
revista Grecia. Cuenta como un gran acontecimiento de esa época su amistad con Rafael Calnsinos Assens;
le gustaba considerarse su discípulo, había legado de Sevilla, donde estudió para sacerdote, hasta que al
descubrir que su apellido en los archivos de la Inquisición, decidió que era judío. En 1921 regreso a buenos
Aires. Más que un regreso fue un redescubrimiento. Podía ver Buenos Aires, con entusiasmo y con una
mirada diferente, por que se había alejado de ella largo tiempo. La ciudad − no toda la ciudad, claro, sino
algunos lugares que adquirieron para mi una importancia emocional− me inspiro los poemas de Fervor de
Buenos Aires, mi primer libro publicado.
Escribió sus poemas en 1921 y 1922.
Quizá, dijo cierta vez, el mayor acontecimiento a mi regreso, fue Macedonio Fernández, de quién, termino
heredando de mi padre su amistad.
En el período1921/1930, fue de gran creatividad, escribió y publicó 7 libros. 4 ensayos, 3 poemas. Fundó 3
revistas y escribió con regularidad para una docena de publicaciones periódicas entre ellas La prensa,
Nosotros, Inicial, criterio y Síntesis. Pasados lo años diría −esa productividad hoy me asombra tanto como el
hecho de que sólo siento una remota afinidad con la obra de aquellos años. Nunca autorizó la reedición de 3
de esos 4 libros de ensayos, cuyos nombres prefirió olvidar.
Cuando en 1953 Emecé, propuso editar sus obras completas, aceptó por la única razón de que eso le
permitiría suprimir aquellos libros, para él absurdos.
Yo hacía, dice Borges en otro momento, todo lo posible por escribir latín en español, y el libro se
desmoronaba bajo el peso de sus complejidades y sus juicios sentenciosos.
El siguiente fracaso fue una especie de reacción. Me fui al otro extremo: traté de ser lo más argentino
posible. Busqué el diccionario de Argentinismos de Segovia e introduje tantos localismos que muchos de mis
compatriotas casi no lo entendieron. Dado que perdí el diccionario no estoy seguro de poder entenderlo yo
mismo, de modo que lo abandone. El tercero de esos innombrables constituye una redención parcial. Me
estaba liberando del estilo de libro anterior y volviendo poco a poco a la cordura, a escribir con cierta lógica
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tratando de facilitar las cosas al lector en vez de intentar deslumbrarlo con pasajes grandilocuentes.
Prisma, fundada en 1921, duró apenas dos números y fue la primera revista que dirigió. El pequeño grupo
ultraísta en el que participaba, estaba curioso por tener una revista propia, pero le faltaban los medios para
hacerlos. Fijándose en los avisos de las carteleras, se le ocurrió que podían imprimir una revista mural y
pegarla en las paredes de los edificios de ciertos barrios de la ciudad. Cada número constaba de una única
hoja de tamaño grande que incluía un manifiesto de 6 u 8 poemas breves y lacónicos, impresos con mucho
blanco alrededor y con un grabado de su hermana. Salían de noche, Borges, un primo, González y Lanuza,
armados con baldes que les proporcionaba su madre, de engrudo y brochas y caminaban kilómetros y
kilómetros pegando hojas , por Santa Fe, Callao, Entre Ríos y México. Lectores perplejos destrozaban su
trabajo casi a medida que lo hacían. Alfredo Bianchi de Nosotros vio una hoja y los invitó a publicar una
antología ultraísta en las páginas de su prestigiosa revista.
Después empezaron a hacer una revista de 6 páginas que en realidad era una sola hoja impresa de ambos
lados y plegada dos veces. Esa fue la primera versión de Proa, de la cuál se publicaron tres números. Dos
años más tarde, en 1924, apareció la segunda.
En 1924 se vinculó dos grupos literarios diferentes uno, era el de Ricardo Güiraldes, quien todavía no había
escrito Don Segundo Sombra. − Güiraldes fue muy generoso conmigo − decía Borges− Si le entregaba un
poema torpe, él adivinaba lo que estaba tratando de decir, o lo que mi inexperiencia literaria me había
impedido decir. Después le comentaba a otra gente, que se desconcertaba al no encontrar en el texto lo que él
veía. El otro grupo, fue el de la revista Martín Fierro.
Ligados a esa época están los nombres de Silvia y victoria Ocampo.
Para resumir este periodo de mi vida, me siento en total desacuerdo con el joven pedante y un tanto
dogmático que fui. Pero los amigos están todavía muy presentes y muy próximos. De hecho, son parte
indispensable de mi vida. Creo que la amistad es la pasión que salva a los argentinos.
En el transcurso de su vida, leyó muy pocas novelas. Y en la mayoría de los casos solo he llegado a la última
página por sentido del deber, solía decir Borges.
Al mismo tiempo fue un gran lector de cuentos, la sensación de que grandes novelas como Don Quijote y
huckleberry Finn prácticamente carecen de forma, sirvió para reforzar su gusto por el cuento, cuyos
elementos indispensables son la economía y una formulación nítida del comienzo, el desarrollo y el fin.
Como escritor creyó durante años que el cuento estaba más allá de sus posibilidades.
Tardó seis años, de 1927 a 1933, en escribir su primer cuento logrado, Hombre de la esquina Rosada. Un
amigo suyo− Nicolás paredes− había muerto y él quería perpetuar algo de su voz, de sus anécdotas, y su
manera particular de contarla Me esforcé en cada página, recitando en voz alta las frases hasta encontrar el
tono exacto. Vivíamos en Adrogué; y como sabía que mi madre desaprobaría el tema de manera terminante,
escribí en secreto durante varios meses.
Con el titulo original de Hombres de las orillas, el cuento apareció en el suplemento de los sábados del
diario critica del que era colaborador. Por timidez, y quizá creyendo que el cuento no era digno de él, lo
firmó con el seudónimo: Francisco Bustos (Nombre de uno de sus tatarabuelos). Aunque tuvo un éxito casi
vergonzoso hoy lo encuentro teatral y afectado, y los personajes me parecen falsos, nunca lo considere un
punto de partida sino una especie de excentricidad.
El verdadero comienzo de su carrera de cuentista se produjo con la serie de ejercicios titulada Historia
universal de la infamia, que fueron publicadas en las columnas de Critica entre 1933 y 1934. Por alguna
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ironía, Hombre de la esquina Rosada, era realmente un cuento, mientras esos ejercicios y algunas de las
ficciones que siguieron me llevaron poco a poco a la escritura de cuentos legítimos, asumían la forma de
falsificaciones y seudoensayos. En Historia universal de la infamia no quería repetir lo que hizo Marcel
Schwob, en sus vidas Imaginarias. Schwob inventó biografías de hombres reales sobre los que hay escasa o
ninguna información. Él, en cambio, leyó sobre la vida de personas conocidas y cambio y deformo
deliberadamente todo a su antojo.
El acercamiento a Almotasim escrito en 1935 es una falsificación y un seudoensayo. Simula ser una reseña
de un libro publicado por primera vez en Bombay, 3 años antes. Para su segunda falsa edición, le atribuyó un
escritor real, Víctor Gollancz, y un prologo de una escritora real Dororhy L. Sayes. Pero tanto el autor como
el libro son pura invención suya.
En 1937 encuentra su primer empleo estable. Anteriormente había hecho pequeñas tareas de redacción.
Colaboró en el suplemento de Critica (una publicación de pasatiempos profusa y vistosamente ilustrada) y en
el Hogar, semanario popular donde escribía dos veces al mes un par de páginas sobre libros y autores
extranjeros. También escribió textos para noticieros y coordinó una revista seudocientifica, llamada Urbe,
órgano promocional de un sistema de subterráneos privados de Buenos Aires. Todos habían sido trabajos
mal pagos y sentía que desde hacía mucho tiempo que estaba en edad de contribuir con los gastos de la casa.
A través de amigos, consiguió un puesto de auxiliar primero en la sucursal Miguel Cané de la Biblioteca
Municipal, en un barrio gris y monótono hacia el sudoeste de la ciudad. Si bien tenia por debajo a un auxiliar
segundo, y a un auxiliar tercero, también tiene por encima a un director , a un oficial primero, a un oficial
segundo y a un oficial tercero.
Su sueldo era se $210 mensuales que después aumentaron a doscientos cuarenta.
En la biblioteca trabajó muy poco. Eran alrededor de cincuenta empleados, haciendo lo que podían haber
hecho quince con facilidad. Su tarea, compartida con otros veinte compañeros, consistía en clasificar los
libros de la biblioteca que hasta ese momento no habían sido catalogados. Sin embargo era tan reducida que
podían encontrarlo sin necesidad de recurrir al catálogo, que elaboraban con esfuerzo pero nunca usaban
porque no hacía falta. El primer día trabajé honradamente. Al día siguiente, algunos compañeros me
llamaron aparte y me dijeron que no podía seguir así porque los ponía en evidencia además − adujeron −
como ésta clasificación está para dar una apariencia de trabajo, nos vas a dejar en la calle. Les dije que en
vez de clasificar cien libros como ellos, yo había clasificado cuatrocientos, bueno si seguís así el jefe se va a
enojar y no sabrá que hacer con nosotros me contestaron. Para que todo fuera más verosímil, me pidieron
que un día clasificar ochenta y tres libros, el siguiente noventa, y ciento cuatro el tercero .
Resistí en la biblioteca 9 años. Fueron nueve años de continua desdicha. Los empleados sólo se interesaban
en las carreras de caballo, los partidos de fútbol y los chistes verde.
Aun que resulte irónico, en esas época yo era un escritor bastante conocido, salvo en la biblioteca. Una vez
un compañero encontró en una enciclopedia el nombre de un tal Jorge Luis Borges, y se sorprendió de la
coincidencia de nuestros nombres y fechas de nacimiento.
Cada tanto los trabajadores municipales éramos premiados con un Kilo de yerba. De noche, mientras
caminaba las 10 cuadras hasta la parada del tranvía, se me llenaban los ojos de lágrimas. Esos pequeños
regalos de arriba marcaban mi vida sombría y servil. Mientras viajaba en tranvía leía La Divina Comedia .
Hacía todo el trabajo de la biblioteca y después me escapaba al sótano, donde pasaba las otras cinco horas
leyendo o escribiendo. Así leí los seis volúmenes de la Historia de la decadencia y caída del imperio Romano
de Gibbon y la historia de la República Argentina de Vicente Fidel López. Leí a León Bloy, a Claudel, a
Grousssac y a Bernard Shaw. Durante las vacaciones traducía a Faulkner y a Virginia Woolf. En cierto
momento fui ascendido a las vertiginosas alturas del puesto de oficial tercero. Una mañana mi madre me
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llamó por teléfono y pedí permiso para volver a casa. Llegué apenas a tiempo para ver morir a mi padre.
El día de nochebuena de 1938 (año en que murió su padre) sufrió un grave accidente. Subía corriendo una
escalera y sintió que algo le raspaba la cabeza. Había rosado un batiente recién pintado, A pesar de que fue
atendido enseguida, la herida se infectó, paso casi una semana sin dormir con alucinaciones y fiebre muy
alta. Una noche perdió el habla. Fue operado de urgencia. Tenía septicemia y durante un mes se debatió
entre la vida y la muerte. Mucho después escribiría sobre eso en su cuento El Sur
Cuando comenzó a recuperarse temió haber perdido la razón. Mi madre quería leerme un libro que yo había
encargado, pero durante dos o tres noches fui postergando la lectura. Finalmente prevaleció la voluntad, y
después de escuchar una o dos páginas rompí a llorar. Mi madre me preguntó que significaban esas
lágrimas. lloro porque entiendo dije.
Escribió un cuento Pierre Menard, autor del Quijote.
Al igual que su precursor, El acercamiento a Almotásim, Pierre Menard era todavía un paso intermedio entre
el ensayo y el verdadero cuento.
Aunque sus colegas lo consideraban un traidor porque no compartía su diversión bulliciosa, él siguió
escribiendo en el sótano de la biblioteca, o en la azotea cuando hacía calor. La lotería babilonia, la muerte y
la brújula y las ruinas circulares, fueron escritos (del todo o en partes) durante el tiempo robado a la
biblioteca. Acompañados por algunos mas se convirtieron en El jardín que se bifurca, libro que amplió y
cuyo titulo fue modificado por el de Ficciones. Ficciones y el Aleph dice Borjes son, según creo, mis libros
mas importantes.
En 1946, fue honrado con la noticia, de que había sido ascendido al cargo de inspector de aves y conejos en
los mercados. Se presentó en la municipalidad para preguntar a que se debía este ascenso. Sin entender
preguntó al empleado, porque entre tanta gente que trabajaba en la biblioteca, lo habían elegido a él, para
desempeñar ese trabajo. Bueno
−contestó el empleado− usted fue partidario de los aliados durante la guerra. Entonces, ¿Qué pretende?.
Como esa afirmación era irrefutable, presentó su renuncia al otro día, pero siempre con el apoyo de sus
compañeros.
Uno de los acontecimientos mas grandes de su vida fue su amistad con Adolfo Bioy Casares. Se conocieron
en 1930 o 1931, cuando Bioy Casares tenía diecisiete años y Borges un poco más de treinta. Decía Borges,
que en estos casos siempre se supone que el hombre mayor es el maestro y el menor el discípulo. Que al
principio de esta relación, pudo ser así, pero algunos años mas tarde, cuando empezaron a trabajar juntos, él
sintió que el verdadero y secreto maestro era Bioy Casares. El y yo emprendimos muchas aventuras literarias
− contaba Borges −, compilamos antologías de poesía argentina, de cuentos fantásticos y de cuentos
policiales; escribimos artículos y prólogos; anotamos a Sir Thomas Browne y a Gracián; traducimos cuentos
de escritores como Beerbohm, Kipling, Wells y Lord Dunsany; fundamos una revista, Destiempo, que duró
tres números; escribimos guiones para cine que fueron siempre rechazados. Al contradecir mi gusto por lo
patético, lo sentencioso y lo barroco, Bioy me hizo sentir que la discreción y el control son más convenientes.
Si se me permite una afirmación tajante, diría que Bioy me fue llevando poco a poco hacia el clasicismo.
Un día revolviendo en los cajones de su casa, comenzó a descubrir poemas y textos en prosa que en algunos
casos se remontaban a su trabajo en Crítica. Esos materiales dispersos − organizados se convirtieron en El
Hacedor. Para su sorpresa, ese libro − que más que escribir acumuló − dijo: le pareció su obra mas
personal, y para su gusto la mejor. La explicación es sencilla decía, en las páginas de El Hacedor no hay
ningún relleno. Cada pieza fue escrita porque sí, respondiendo a una necesidad interior, Al preparar ese
libro ya había comprendido que escribir de manera grandilocuente no sólo es un error sino un error que
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nace de la vanidad. Creo con firmeza que para escribir bien hay que ser discreto.
La fama como la ceguera, me fue llegando poco a poco, nunca la había buscado.
A los 70 años seguía trabajando y lleno de planes. Había escrito un nuevo libro de poemas, Elogio de la
Sombra. Era su primer libro de poemas desde 1960, y fueron los primeros que escribió en su vida pensando
en hacer un libro. Su preocupación central, como se advierte en varios de sus poemas, es de naturaleza ética,
independiente de toda inclinación religiosa o antirreligiosa. La sombra del título se refiere tanto a la ceguera
como a la muerte. Hacia poco que había terminado el guión de una película, que luego se llamaría Los otros.
El argumento era suyo pero había sido escrito con Adolfo Bioy Casares y el joven director argentino Hugo
Santiago.
Supongo que ya he escrito mis mejores libros. Eso me da cierta satisfacción y tranquilidad. Sin embargo, no
creo que lo haya escrito todo. De algún modo, la juventud me resulta más cercana que cuando era joven. Ya
no considero inalcanzable la felicidad como me sucedía hace tiempo. Ahora se que puede ocurrir en
cualquier momento, pero nunca hay que buscarla. En cuanto al fracaso y a la fama, me parecen irrelevantes
y no me preocupan. Lo que quiero ahora es la paz, el placer del pensamiento y de la amistad. Y aunque
parezca demasiado ambicioso, la sensación de amar y ser amado. J.L. Borges
ANECDOTAS
Su humor sutil lo podemos apreciar en muchos de sus pensamientos: la gente ha sido inexplicablemente
buena conmigo. No tengo enemigos, y si ciertas personas se han puesto ese disfraz, han sido tan bondadosas
que ni siquiera me han lastimado. Cada vez que leo algo que han escrito contra mi, no sólo comparto el
sentimiento sino que pienso que y mismo podría hacer mejor el trabajo, quizá debería aconsejar a los
aspirantes a enemigos que me envíen sus criticas de antemano, con la seguridad de que recibirán toda mi
ayuda y mi apoyo. Hasta he deseado secretamente escribir con seudónimo, una larga invectiva contra mí
mismo. ¡Ay, las crudas verdades que guardo! (Jorge Luis Borges, Autobiografía, El ateneo)
− Un día Borges está charlando muy entretenido con un ejecutivo de la Editorial Alianza cuando suena,
inoportuno, el teléfono. La empleada atiende y vuelve con un nombre. Borges pide que lo llamen el martes
−Le recuerdo señor que el lunes viaja a Europa − acota la mujer. − Precisamente por eso − confirma
Borges.
− Tres funcionarios del Ministerio de Educación lo visitan para hacerle un ofrecimiento: un auto con chofer.
− Siempre hay alguien que me viene a buscar. Además − se ataja Borges − voy a estar pensando que hay una
persona ahí, adelante, esperando que yo le diga algo. Los funcionarios en, su trabajo, insisten. − Pero
Borges, el gobierno dispone de muchos autos para servir a distintas personalidades. − Es que en un país
donde hay tantos vivos, tal vez sea bueno que haya algún tonto para equilibrar.
− Acompañado por María Kodama, Borges vuelve en 1980 a Palma de Mallorca, donde había pasado varios
años de su juventud. Rafael Jaume, dueño de la librería Caballo Verde, le muestra una reliquia: un libro de
16 poemas juveniles de Borges. El escritor le ordena a Kodama: rómpalo inmediatamente. Ella le explica que
tiene una buena foto suya en la portada. Entonces guarde la foto y rompa el resto insiste Borges, sin dudar.
− Borges firma ejemplares en una librería del centro. Un joven se acerca con el libro Ficciones y le dice;
Maestro, usted es inmortal. Borges le contesta: Vamos hombre. No hay que ser tan pesimista.
− El escritor Luis Guzmán conoce a Borges pero no se atreve a revelarle su profesión. Al rato Borges se lo
pregunta. Guzmán, nervioso, le confiesa que escribe. Mire que curioso − retruca Borges− ¿Usted Sabe que
yo hago lo mismo?.
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− Una mañana de octubre de 1967, Borges está al frente de su clase de literatura inglesa de la facultad. Un
estudiante entra y lo interrumpe para anunciar la muerte del Che Guevara y la inmediata suspensión de las
clases para rendirle un homenaje. Borges contesta que el homenaje seguramente puede esperar. Clima tenso.
El estudiante insiste Tiene que ser ahora y usted se va. Borges no se resigna y grita: No me voy nada. Y si
usted es tan guapo, venga a sacarme del escritorio. El estudiante amenaza con cortar la luz. He tomado la
precaución − retruca Borges − de ser ciego esperando este momento.
− El escritor argentino radicado en Francia, Hector Bianciotti, recuerda una de las tantas salidas elegante
de Borges, Cuando le incomodaban los halagos de la gente. Ocurre en París, en un estudio de televisión.
− ¿Usted se da cuenta de que es uno de los grandes escritores del siglo?− lo interrogan. − Es que éste ha
sido −evalúa Borges − un siglo muy mediocre.
En 1964, Borges se entera de que la mujer que ama se va a casar con otro hombre. Y tiene un pensamiento
casi literario: para poder sacarse el dolor espiritual − se dice − lo mejor será suplantarlo por el dolor físico.
Decide ir al dentista. Borges se debía el arreglo de tres muelas y pide la inmediata extirpación de las tres,
juntas. Con un pañuelo ensangrentado en la boca, llega a la Biblioteca Nacional. Su amigo y vicepresidente
de la Biblioteca, José Edmundo Clemente, le pregunta:
−¿ Que le ha pasado Borges?
−Vengo del dentista. Me fui a sacar una muela y le pedí que lo hiciera sin anestesia. Estoy triste porque una
mujer me abandonó. Quería olvidar el dolor, Clemente. Pero no puedo olvidarlo.
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