Presentación a cargo del Dr. Carlos Giordano, Universidad

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Seminario “La evaluación de la ciencia en Argentina: la ausencia de criterios
de pertinencia social y económica”
Lanzamiento del Nodo UNLP en el marco del Programa de Estudios sobre el
Pensamiento Latinoamericano en Ciencia, Tecnología y Desarrollo (PLACTED).
1 de noviembre de 2011 – Salón Dardo Rocha/Presidencia de la UNLP
Ponencia
“Evaluación: La Autonomía como condición científica, la Soberanía
como condición pertinente”
La inteligencia es social. Lo otro son saberes, prácticas, ensayos, competencias.
Pero cuando hay trascendencia social de cada acción individual o colectiva, recién
ahí podemos hablar de inteligencia. En este sentido, la gestión de políticas
públicas en Ciencia, Tecnología, Innovación Productiva, Educación, tiene el
desafío permanente, cotidiano, de producir inteligencia... es decir, de hacer
trascender socialmente cada iniciativa; de vincular efectivamente cada acción con
la totalidad de la red que debe ser cada Sistema; de posibilitar el acceso
simultáneo, público y pertinente a todos los integrantes de la comunidad
respectiva a la información necesaria para el desarrollo calificado de sus tareas;
de construir conocimiento y ponerlo en circulación en un movimiento constante y
permanente.
Los procesos de evaluación de cualquier actividad de producción científica,
parangonándolos con los que se llevan a cabo sobre calidad educativa en el
Sistema de Formación general, son armas cargadas de futuro... claro está que si
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no las usamos para matar a los científicos, a los gestores, así como,
metafóricamente se los está usando para “culpar” a alumnos, a docentes, a
directivos, a escuelas, a universidades, a la Educación misma del “deterioro” de
los parámetros de rankings siempre utilitariamente parciales.
Voy a tratar de justificar esto. Por supuesto que ya no es tan fácil, sucediendo
Tecnópolis, sucedida la inauguración de la nueva sede del Ministerio de Ciencia,
Tecnología e Innovación Productiva, sucediendo Raíces... pero los rankings
siguen ahí... sobre todo en medios periodísticos de comunicación y, más, en
medios propagandísticos de intervención política.
En este tiempo, casi a diario nos levantamos con alguna noticia publicada en
donde supuestos expertos con antecedentes nunca totalmente explícitos definen
algún indicador negativo acerca de la ciencia y la educación argentinas... que
siempre tiene dos puntos de comparación: 1. los países “serios” que vienen a ser
los europeos occidentales pero no tanto y algún emergente inédito, que varía
desde Irlanda a Islandia pasando por Finlandia según el grado de exotismo que el
susodicho pretenda introducir como nuevo paradigma de difícil comprobación
inmediata; y 2. los “irrecuperables”, “salvajes” y “proterroristas” (casi todas las
referencias agrupan éstos y peores adjetivos). Respecto de los primeros, siempre
estamos lejos de sus logros inconmovibles en el respectivo índice puntual, y,
también siempre, estamos en el pelotón que integran los segundos alternándonos
el “privilegio” de las peores escenas.
A estas publicaciones le suceden un coro de voces que generalmente alternan
augurios de catástrofes con recetas siempre liberales (porque de “neo” no tienen
nada) para aplicar “ejemplar castigo” a los investigadores y a quienes no lo
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apliquen que vienen a ser los pares evaluadores, los docentes, los gestores, los
funcionarios y así hasta el propio Ministro Barañao, en este caso. Un coro de
voces que es emitido por la inmensa mayoría de los medios de comunicación
(obsérvese que no hago distinción entre estatales o privados, entre oligopólicos o
independientes) con excepción de algunos espacios mínimos, y amplificado por
“agencias especializadas” que son las mismas, o al menos sucursales/franquicias,
que producen, definen, aplican y emiten los indicadores de las catástrofes.
Ante este panorama, pareciera que las opciones son de oposición: oponer una
acción propagandística que equipare la potencia del canto unívoco pregonero del
desastre o construir unos propios rankings donde los “nuestros” salgan bien en la
comparativa “internacional”. O aplicar acciones focalizadas en los lugares de
medición. O priorizar “agrotécnicas” o “socioturísticas” o alguna otra disciplina
“fundamental y básica, nacional y autóctona” hasta progresar en el índice
respectivo. O... (podemos seguir hasta saturar la incontinencia reparatoria, hasta
hacer de la paradoja una política de Estado)...
Pero la evaluación de la que hablo y propongo es otra cosa. La evaluación en
tanto ejercicio de la Autonomía como condición científica y la Soberanía como
condición pertinente no remite a un indicador surgido de alguna aplicación de un
instrumento evaluativo puntual. Si no que refiere a criterios de calidad e
inteligencia. La calidad es, según el Diccionario de la Real Academia Española por
tomar un dato, la “propiedad o conjunto de propiedades inherentes a algo, que
permiten juzgar su valor”. Entonces, quizás, podemos acordar en darle, a lo
evaluador, un carácter más simple que contenga toda la complejidad a esa
“propiedad o conjunto de propiedades inherentes”. Porque de ésto se trata. De
saber cuál es el acuerdo que estamos dispuestos a construir cuando se trata de
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definir futuro hablando de “evaluación” y de “la ciencia” para mejor precisión y
proposición.
Vayan, pues, algunos ejes sobre los cuales propongo empezar a acordar. Porque
la cuestión de la “evaluación de la ciencia” es algo tan urgente que si nos
apuramos vamos a terminar sólo desvestidos, desnudos, y sin “ropa” para
taparnos las “vergüenzas” (parafraseando al dicho que le atribuye a Napoleón
aquello de “vísteme despacio que estoy apurado”).
La evaluación de la ciencia debe ser analizada desde un posicionamiento
integrador de la complejidad que efectivamente se pone en marcha cuando se
interviene desde acciones externas al propio funcionamiento del Sistema Científico
y del protagonismo principal del Estado (el orden no es prioritario sino que
responde a la forma que encontré para salir del laberinto de mis pensamientos)...
1. construir un Sistema Nacional de Evaluación de la Calidad Científica y
Educativa (no sólo de "Resultados" científicos y educativos) y no hacer depender
todo de episodios que, aparte, son ingresados al sistema de Medios de
comunicación a partir de intereses enjuiciatorios, denunciatorios, descalificadores;
2. un Sistema que defina para qué se está evaluando, desde una perspectiva de
recuperación del sentido emancipador, liberador, integrador, transformador, de la
Ciencia, la Técnica, la Innovación Productiva y la Educación;
3. un Sistema que anude sus conclusiones a estímulos colectivos como Becas,
Subsidios y Planes de Mejora Institucionales que incidan sobre la totalidad de los
procesos, proyectos, programas, equipos, instituciones e individuos, al mismo
tiempo que se desarrolle un Plan similar, compensatorio-reparatorio pero
puntualizando su acción y distribución de recursos materiales y simbólicos sobre
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las Instituciones y sujetos más vulnerables en referencia a..., menos integrados
a..., más descalificados respecto de..., los más complejos sentidos científicos y
educativos que se estimen indispensables para la edad y las condiciones de vida
socioambientales de cada entorno de desarrollo;
4. un Sistema que promueva, dentro de sus estrategias de continuidad de
procesos (luego de la aplicación de instrumentos de construcción de datos, de
detección de cambios en variables y comprobación de constantes), estímulos
ligados a inserción de los propios evaluados (Instituciones y sujetos científicos,
docentes, estudiantes, funcionarios, supervisores, personal técnico y profesional
de apoyo) en proyectos de docencia y extensión como parte de sus actividades
investigativas tradicionalmente circunscritas a la investigación;
5. un Sistema donde los indicadores principales son los objetivos y metas
constitucionales, los de las normativas generales de lo científico, lo educativo, lo
social, lo político, lo cultural. Subsidiaria y derivadamente, los indicadores también
tienen que tener puntualizaciones didácticas, pedagógicas, técnico-disciplinarias,
de contenidos;
6. un Sistema que organice sus procedimientos evaluativos incluyendo los
distintos niveles de agregación institucional y organizacional (y que incluya a todos
los sujetos que intervienen en los procesos de lo científico e investigativo);
7. un Sistema en donde intervengan pares evaluadores en la aplicación de
criterios e instrumentos técnico-operativos. Que desaloje la idea de "aplicadores
objetivos", "técnicos", que ejecutan, la mayor parte de las veces sólo
mecánicamente, las herramientas que, también en la generalidad de los casos,
funcionan como "cajas negras" donde no se ve el procesamiento interior de los
datos;
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8. un Sistema donde la aplicación y el desarrollo de los procesos evaluativos
pueden y deben ser momentos formativos, educativos, de síntesis, y no de mera
expectativa por los "resultados" y las comparaciones que al mismo tiempo que
califican distinguiendo al primero de cada lista, descalifican al resto;
9. un Sistema que incluya acciones tácticas y estratégicas en la comunicación de
su identidad, de las características de sus productos y procesos, en los informes
de datos obtenidos (no meramente resultados). Que intervenga en la construcción
cultural de los datos desde una acción socioeducadora compleja y múltiple en los
soportes tecnológicos y mediáticos; y
10. un Sistema que sea protagonizado desde su misma concepción, debates y
consecuencias, por representaciones políticas calificadas de los diferentes
sectores de los sujetos, instituciones y organizaciones científicas, tecnológicas,
educativas.
La evaluación de los procesos científicos, tecnológicos y de innovación productiva
es una posibilidad para valorar la historicidad de nuestras experiencias... alguna
vez escuché decir al semiólogo y maestro Christian Metz que se puede educar a
partir de las buenas y malas...
La evaluación puede ser una oportunidad para imaginar un Futuro que integre
historicidad con sentido y así lograr –al mismo tiempo que optamos por no “matar”
a los sujetos de derecho- las metas, largamente acordadas por las mayorías
argentinas, de Justicia Social, Independencia cultural y económica, y Soberanía
territorial y política.
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Porque la Autonomía y la Soberanía son instituciones constitucionales que deben
ser aplicadas complementariamente, sobre todo cuando se trata de procesos de
búsqueda y hallazgos de afirmaciones fundadas, probadas, falsables, históricas,
pertinentes, creativas, sociales... inteligentes en aquel sentido inicial.
Gracias.
Dr. Carlos Giordano
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