Testimonio del Recuerdo al Gran San Ramón Prof. JACINTO LUIS CERNA CABRERA (Promoción 1968) «SAN RAMÓN», viejo colegio de las grandes multitudes, tradicionalmente colmado de honor y gloria, vitoreado hasta el cansancio por las grandes muchedumbres de todos los tiempos, sembrador infatigable de «Tradición Gloriosa, Vida Fecunda y Vínculo de Fraternidad», forjador inextinguible de sesquicentenarias promociones. ¡Egregio «SAN RAMÓN»! A la fecha han pasado ya más de ciento setenta y cinco años, y, pese a las agudas crisis económico-sociales que azotan endémicamente nuestra Patria, el majestuoso «SAN RAMÓN» se mantiene enhiesto, cual sólido eucalipto andino que no cede ni a los rigores de los más huracanados vientos, porque sus raíces construidas por su propia historia son tan hondas y resistentes como son tan fecundos su tronco diamantino y sus sólidas ramas; es decir sus propios alumnos diseminados en toda la ciudad del Cumbe y otras ciudades del Perú y el mundo, sus humildes padres de familia siempre anhelantes de que sus hijos sean mejor que ellos, «para que ya no sufran como nosotros», y sus pacientes y nobles maestros que “con fe y con amor” dejan su juventud y su vida en los sagrados claustros “con gran devoción”. Por eso, nuestro «SAN RAMÓN» persiste lozano, incólume, majestuoso, generoso y tierno con los jóvenes que se renuevan constantemente, pero también desafiante con quienes se ponen al frente para dirigirlo, o para educar en su nombre. En 1996, los exalumnos sanramoninos de todas las promociones nos aunamos para desear entusiásticas albricias al gran «SAN RAMÓN» de ayer, de hoy y de siempre. Específicamente, para los miembros integrantes de la Promoción “Manuel González Prada” 1968. Aún parece ayer cuando escuchábamos las magistrales clases de nuestros grandes maestros. Allí desfilan por los pasadizos del colegio las señeras figuras de don Atilio Sattui de la Cuesta (QEPD) pragmatizando el primer verso de la décima santacrucina, “A cocachos aprendí”; don Miguel González Chávez (QEPD), el “Taitito”, tal como le llamábamos a hurtadillas, con sus interesantes clases de geografía de sorprendentes datos astronómicos bien fundados; el profesor Vallejo Palma, quien solía incidir mucho en la teoría de Florentino Ameghino, o el hombre de La Pampa Argentina” (homo pampeanus); el profesor Segundo Villanueva Mestanza, quien enseñaba fundamentalmente con el ejemplo y a través de sus inolvidables lecciones de Historia Universal y su invariable trato de: «mi amigo»; el profesor Víctor Collantes Díaz, son sus didácticas y brillantes explicaciones en torno de las Matemáticas; el profesor Ernesto Horna Figueroa, muy joven por aquella época, y sus interesantísimas descripciones acerca de las maravillas de la zoología y la botánica, o con su cotidiano «Quis de Química»; el profesor Jaime Silva Tapia, joven también por esos días, con sus exposiciones de historia peruana emancipadora; el profesor Ceferino Velásquez, con su inmutable fábula quechua «El puma y el zorro», o rezando nuestros ancestrales versos: «Cuando nos vimos y amamos / tú tenías una llicllita, / y yo sólo mi ponchito: / recordando aquellos días / mi corazón llora sangre». De otra parte el Doctor Mazarino Bazán Zegarra (QEPD), rememorando fidedignamente las macroestructuras de las obras literarias; el doctor Manuel Quiroz Novoa, describiendo los fenómenos geográficos y geopolíticos, Malthus y el problema de la superpoblación mundial debido al hambre como «fenómeno natural» y la brillante crítica del médico y geopolítico brasileño Josué de Castro; el Doctor Aníbal Zambrano (QEPD), cuyas clases terminaban siempre en emotivos y conmovedores discursos aplaudidos prolongadamente por los alumnos; el doctor Enrique Chávez Pajares, con sus clases de geografía política de localización, ¿cero, o veinte?, acompañadas siempre de una chispa humorística a su modo; el Doctor Jorge Cueva Arana y sus cansinas disquisiciones sobre filosofía y lógica, contrastando con la idiosincrasia de inquietos y traviesos adolescentes, ajenos a toda clase de reflexiones y temas serios; el profesor Segundo Rojas Fernández, que lograba mantener la atención de sus alumnos lanzándoles certeros proyectiles de trozos de tizas a los más distraídos y juguetones; el profesor Jorge Fernández Fernández, explicando sus temas de Economía Política, reforzadas frecuentemente con visitas a distintas fábricas que otrora tuvo Cajamarca; el instructor, suboficial de primera Leonardo Vera Tenorio, temido por sus exámenes finales teórico-prácticos sobre la base de sorteo de balotas, e imponiendo la rígida y necesaria disciplina; el Profesor César Narváez Alva (QEPD) con el deporte integral y cumpliendo siempre su faena a destajo; en fin, muchos otros maestros insignes también que brillaron con luz propia. Por el año de 1968, hicieron su ingreso en nuestra Alma Máter un grupo de jóvenes maestros; entre ellos, los profesores Carlomagno Bazán Terán, Juan R. Alcalde Castro (Exdirector del Colegio), José Mostacero Deza, Pablo Vásquez Mingol (actual y eterno Subdirector de Administración) y Luis Rodríguez Basauri, entre otros. Años anteriores a 1968, aún se encontraba al frente de la dirección del colegio el doctor Alfonso La Torre Barrantes (QEPD), quien con su imponente personalidad, llevó a efecto una de las gestiones más brillantes de las últimas décadas de nuestro sesquicentenario colegio. ¡Honor a todos nuestros abnegados maestros de aquella época!; pero, también nuestro rendido homenaje a aquellos excelsos maestros que les antecedieron, a los que les sucedieron, y quienes en la actualidad, entusiastas brindan sinceras y nobles enseñanzas, haciendo una demostración de paciencia y verdadero apostolado y con la esperanza de que algún día recibirán un mejor trato de acuerdo con su delicada y noble misión; pues, saben ─lo sabemos todos─, lo ha dicho José Antonio Encinas, que «el más alto cargo que puede desempeñar un hombre en una sociedad es el de Maestro». ¡Salud a toda la comunidad educativa sanramonina!, que poniendo mente y corazón conducen hacia un mejor destino al Colegio de «SAN RAMÓN». *** ***