Comprar es siempre un acto moral Consumir es necesario y no solo

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Comprar es siempre un acto moral
Consumir es necesario y no solo eso, es también bueno, constituye un elemento básico para el
bienestar humano. Necesitamos un hogar confortable, agua, electricidad, comida para
sobrevivir, medicinas, ropa, calzado, libros, ocio,… A veces también es bueno que consumamos
solidariamente para ayudar a otros, ¿quién no ha comprado algún objeto a sabiendas que no
lo necesitaba pero con la certeza de que ayudaba a alguien?
El problema surge cuando se ha hecho del consumo un fin en sí mismo. Acabamos de salir de
la Navidad y estamos en plenas rebajas. En ambas situaciones oímos las cifras que, como
término medio, se gastará cada persona. Lo mismo podríamos decir de las cifras de la lotería,
de los Reyes, por nombrar solo los casos recientes. El problema es que esas cifras son
estadísticas y ya sabemos el chascarrillo que sirve para explicar de forma sencilla lo qué es la
Estadística: la ciencia que dice que, si yo me como dos pollos y usted ninguno, cada uno nos
hemos comido uno. Esa es la realidad, en Navidad, Reyes, rebajas, etc., muchas personas
gastan cantidades que supondrían la solución para un gran número de familias con escasos
ingresos en España. No digamos lo que supondría para millones de personas en África, Asia o
Latinoamérica si pudiesen disponer de la comida que hemos tirado esta Navidad, o los regalos,
inútiles en algunos casos, que nos han dejado los Reyes o la ropa que vamos a desechar por
otra más moderna en estos días.
¿Por qué sucede todo esto?
Vivimos en una sociedad que nos está incitando continuamente a consumir. Las causas que
nos lleva a ello son complejas y exceden al propósito de este artículo pero diariamente
recibimos multitud de anuncios que nos garantizan la felicidad, el bienestar, nuestro futuro, el
de nuestros hijos, etc., si consumimos determinados productos.
Una de las razones que nos lleva a consumir en exceso es la imitación. Si nuestros amigos, un
vecino o un famoso muestran algún producto nos entra ganas de tenerlo. Eso lo saben muy
bien las compañías publicitarias que continuamente nos crean nuevas necesidades; nos dan
motivos para sentirnos insatisfechos con lo que tenemos.
Otra razón para consumir es la compensación. Muchas personas confiesan haber estado tristes
y superar esa tristeza, malestar o depresión, comprándose cualquier cosa que se les
“antojaba”.
Consumir es también un indicador de nuestro éxito. Si no se va a la moda, si no se tiene el
último móvil o coche, o no se viaja suficientemente puede ser un indicio de que las cosas no
nos van bien. Por eso, consumir se convierte en algo que nos revaloriza socialmente.
Aunque el dinero no da la felicidad, según un conocido dicho español, la realidad es que la
mayoría de personas piensa que cuanto más dinero se tenga, traducido en cuanto más se
consuma, mejor. El problema es que la mayoría de las personas esgrimen justificaciones para
JUSTICIA Y PAZ  JUSTÍCIA I PAU  JUSTIZIA ETA BAKEA  XUSTICIA E PAZ  XUSTICIA Y PAZ
su consumo y son muy pocas las que se reconocen como consumistas (consumidores en
exceso). Lo cierto es que el estilo de vida de los países ricos está poniendo en peligro a nuestro
planeta y sobre todo, está impidiendo el desarrollo de millones de personas que viven en
países empobrecidos. Una minoría de los habitantes de la Tierra (menos del 20 %) está
consumiendo la mayor parte de los recursos (más del 80%). Esto significa que si todo el
mundo consumiera lo mismo que se consume en EEUU, Japón, Canadá, Noruega…o España,
necesitaríamos varios planetas para satisfacer la demanda de agua, minerales, alimentos,
energía,… Pero no solo eso, la contaminación y la gestión de los residuos son también un
problema. Si todos los habitantes del planeta produjeran una contaminación semejante a los
de EEUU, la Tierra se convertiría en un inmenso vertedero rodeada de una nube tóxica.
Con ser esto grave, no es lo principal. Una parte de los productos que usamos, además, no
están hechos por personas que reciban un salario justo por su trabajo, o que posean un
contrato laboral que garantice sus derechos, sino que están fabricados por niños o adultos en
condiciones de explotación, de manera indigna. Son los rostros de la esclavitud de la que nos
habla el papa en el Mensaje para la Jornada de la Paz de 2015.
¿Qué se puede hacer ante esto?
No olvidar que toda compra es un acto moral, como ha dicho el papa Francisco en el
documento mencionado.
En segundo lugar ser más austeros, cambiar nuestro estilo de vida y cuando nos vemos
abocados a comprar algo, hacerlo de una forma responsable, crítica. Preguntas como
¿necesito realmente lo que voy a comprar?, ¿puedo pedirlo prestado?, ¿lo voy a utilizar
realmente?, ¿puedo obtener información sobre cómo está hecho?, ¿sé qué se va a hacer con
ello cuando no lo necesite?, ¿sé las condiciones sociales de los trabajadores que lo han
fabricado?, ¿sé cómo se han obtenido los recursos utilizados para fabricarlos?, ¿sé cuáles son
las consecuencias medioambientales que han supuesto su extracción?, ¿conozco la distancia
recorrida desde su producción hasta el punto de venta?. Indudablemente, es exagerado
hacernos todas estas preguntas en cada cosa que compremos pero con una actitud que nos
lleve a plantearnos estas cuestiones, seremos más austeros, protegeremos más el comercio
local, provocaremos que se protejan los derechos de los trabajadores, etc. En definitiva,
seremos consumidores más responsables y ayudaremos a que otros lo sean.
No podemos ni moral ni éticamente sostener un sistema económico que permite que los
países ricos puedan tener todo lo que necesiten, dejando a los países en desarrollo solo con
una ínfima parte de los recursos aunque estos países sean los que disponen de la mayoría de
los recursos naturales.
Isabel Cuenca Anaya
Secretaria General de Justicia y Paz
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