Con gran alegría e ilusión deseábamos este encuentro, el segundo del curso 2007-08. Llegábamos de todas las provincias de España con el fin de pasar un largo fin de semana en el Albergue de María Reina, en Los Molinos (Madrid). El lugar, apartado del bullicio de la ciudad, nos invitaba al silencio, a la apertura al Espíritu, al encuentro íntimo con Cristo. El tema: “Dimensión volitiva”, abría en nosotras expectativas interesantes para nuestra formación humana, ¡qué importante conocernos y conocer! para ser mujeres maduras, que viven en comunidad y siguen a Jesucristo encarnado en cada Pobre que atendemos. Nos acompañó Consuelo Junquera, religiosa del Santo Ángel. En los tres días que estuvo con nosotras nos ayudó a construirnos interiormente, a unificar nuestra fragmentación. Somos transmisoras de la misión de Jesús, ¿cómo vivimos el amor, la vida, reflejados en nuestra entrega a Dios? La gran tarea de la persona es unificar la propia vida, realizarla, tenerla en sus manos. Regalarla al estilo de Jesús de Nazaret, y como él ser humanizadoras, con entrañas de misericordia. El realizar libre y responsablemente mi vida supone el encuentro conmigo misma en silencio y soledad, en interioridad y encuentro fecundo con los demás: dar y recibir. Una gran parte de los seres humanos dejamos esta vida sin vislumbrar la gran persona que podríamos haber sido, no ponemos en juego el potencial que poseemos porque bebemos en fuentes turbias: miedos, tensiones internas, exigencias excesivas que nos imponemos a nosotras mismas, irritación, agresividad, perfeccionismo…etc Tenemos que desarrollar la persona que estamos llamadas a ser. El potencial humano se multiplica solamente con la plena decisión de actualizarlo. Para introducirnos en la dimensión volitiva de la persona, la ponente comenzó explicando los procesos psíquicos: Vida afectiva Vida intelectiva Vida volitiva Señaló que la vida afectiva es el “abc”de la conducta porque lo afectivo es lo efectivo. Afectividad y voluntad van al unísono. Somos lo que pensamos y lo llevamos a la vida. La inteligencia del corazón nos guía hacia decisiones sabias y la inteligencia del cerebro nos ayuda a reconocer y regular las emociones en nosotros mismos y en los demás. Pone humanidad en nuestras decisiones. 22 Relacionó la vida afectiva y volitiva. El sano amor a uno mismo, a los demás y la apertura al amor de Dios. Nos unificamos cuando vivimos el amor; es la consciencia más importante de todo ser humano. Nuestra verdadera identidad es una chispa de luz y de amor que vienen de la Fuente, procede de lo más profundo de nuestro ser; pero no todos irradiamos la luz y el amor que somos. Tenemos capacidad para la felicidad, fidelidad, fecundidad…si no somos felices, fieles y fecundos algo está fallando, porque dentro de nosotros está la capacidad de ser como elegimos ser. El desarrollo de las capacidades está ligado a: saber superar con constancia las dificultades a no perder el ánimo cuando hay fracasos a trabajar para llegar a la meta. La voluntad y el deseo operan juntos. No sólo basta con querer se necesita una motivación que lo impulse. ¿Qué deseo con todas mis fuerzas? Para este interrogante como para otros, la ponente nos dejó unos minutos de reflexión y nos introdujo en el tema con un caso práctico, dejándonos claro que para conseguirlo se necesita esfuerzo y constancia. Todo ser humano está llamado a la libertad, y toda responsabilidad moral está ligada a ella, sin libertad el hombre es un autómata. La libertad la merece quien sabe conquistarla, para ello es necesario conocer nuestra verdad, dejar de preocuparnos tanto por nosotras mismas y trabajar por los demás, cuanto más llevamos la máscara más nos cuesta ser libres y para ello debemos incorporar actitudes nuevas. Libertad es reconocer mi propia inconsistencia y asumirla con todas sus riquezas, me da experiencias de fortaleza, aptitud y actitud, certezas, dones que Dios nos ha regalado y por los que debemos agradecerle. La adversidad también es un don porque posibilita mis capacidades, si no fuese por la adversidad hubiesen quedado dormidas. El mejor objetivo para nuestra vida sería tener un centro interior de fuerza y confianza en nosotras mismas y en este centro tener la “razón” por la cual vivimos. No podemos entender una espiritualidad si no está ligada a la libertad interior. Una persona se estructura dándose cuenta de sus resistencias y ordenando su vida a la conquista de las metas: voluntad, libertad y amor. Tenemos capacidad de ser libres porque nuestra voluntad es capaz de autodeterminarse frente al horizonte ilimitado de bienes que capta nuestra inteligencia. Finalizada la exposición la ponente nos mandó describir el perfil de una persona que ha desarrollado su fuerza de voluntad y su libertad. Este ejercicio nos aportó la entrada en nosotras mismas, fue una experiencia magnífica de autoconocimiento. Después de haber trabajado la voluntad y la libertad, Consuelo Junquera se situó en el amor. Nos dijo que el arte de amar requiere un largo camino y señaló algunas variantes del amor inmaduro: 23 El amor egoísta, al que sólo le preocupan sus intereses. El egoísta tiene cerrado el corazón para dar y recibir amor. El narcisista, se autoadmira tanto que necesita la admiración de todo el mundo. Vive para y desde la imagen. Si se les contradice cree que le atacan. Todos somos algo narcisistas, inseguros. Este tipo de amor impide amar a los demás, es inmaduro. No podemos confundir el narcisismo con un amor sano a nosotros mismos, este amor es trabajo de toda la vida. El santo es precisamente la persona que ha trabajado su narcisismo. Nos habló también del amor de simbiosis, de dominio, utilitario, culpabilizador, posesivo, etc, etc. Toda persona que quiera desarrollarse y crecer debe conocerse y vencerse poco a poco. Para crecer y amar con madurez debemos pararnos, tener un porqué, para qué, y por quien. La maduración auténtica es aquella en que las dos personas tienen una autonomía conquistada. No hay personificación sin alteridad, porque el ser humano es un ser en relación. Es preciso experimentar en uno mismo todo lo que sufre la humanidad, todos somos: santos y pecadores, niños y adultos, cuerdos y locos etc. Hace falta bajar…entrar dentro, tocar nuestra realidad, nuestra vulnerabilidad, aceptar nuestra verdad. Pero también es necesario que se vaya dando en nosotras una transformación. Vivir autocentrada en Dios, y conectada a Él es el inicio del proceso del amor a mi misma amando a los demás. Cada una debe vivir su carisma realizándose como ser humano al estilo de Jesús. Cerró esta convivencia un momento de silencio y reflexión: ¿Qué ha resonado de manera especial hoy en mí? ¿Qué significado profundo tiene para mi vida? En estos tres días Consuelo Junquera fue iluminando con su palabra y experiencia nuestras zonas oscuras, grises…también las claras, nos animó a colocar el CENTRO dentro de nosotras, a vivir la vida con sentido y a centrar nuestra vida en Dios. Desde aquí queremos agradecer a todas las personas que han hecho posible esta convivencia, de manera especial a la comunidad de María Reina (Los Molinos) que siempre nos acogen con alegría. Hermanas de la Provincia de Gijón. 24