2.2. Las grandes familias ubetenses

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Francisco Javier Ruiz R amos
2.2. Las grandes familias ubetenses: Los Cobos – Molina.
Como bien sabemos, a finales del siglo XV y principios del siglo XVI, se
va a producir el afianzamiento y progresivo desarrollo de la centralización del
poder en las principales monarquías europeas; un poder que en contraposición
al que estas lograrán alcanzar durante los siglos XVII y XVIII podríamos
denominar de casi absoluto.
Esta cristalización del Estado Moderno va a encontrar su respaldo teórico
en obras como El Príncipe, escrita por Maquiavelo en 1513, La educación del
Príncipe Cristiano, publicada por Erasmo de Rotterdam en 1516 y dedicada
al futuro Carlos V, y La República de Jean Bodino en 1579. De esta forma,
veremos como se conforman los principales Estados Europeos bajo un único
poder político: Alemania bajo el Emperador Maximiliano I; Francia unificada
con Carlos VIII; Portugal con Manuel I el Afortunado; Inglaterra bajo el
cetro de Enrique VII de Tudor y España con los Reyes Católicos.
Es el inicio de la llamada Edad Moderna, donde además de estos
importantes y significativos cambios políticos, van a producirse hechos no
menos relevantes como son las experiencias portuguesas y españolas en lo
que a navegación y descubrimientos se refiere; una nueva talasocracia que
propiciará que el centro comercial de la época pase al Atlántico en detrimento
del Mediterráneo.
También un acontecimiento clave será la Reforma Luterana, iniciada
con la exposición en octubre de 1517 de las 95 Tesis escritas por Lutero en
el pórtico de la iglesia de Todos los Santos de Wittenberg en contra de las
indulgencias. Este acontecimiento tendrá una importante repercusión en la
Europa del siglo XVI, en primer lugar dentro del ámbito religioso y consecuentemente en el ámbito político, ya que éste ve romperse su tradicional
unidad bajo la hegemonía de los poderosos Papas de Roma; y luego en el
resto de manifestaciones, actitudes y designios del devenir humano, aún
presentes en nuestros días, repercutiendo como no podía ser de otra forma
en las manifestaciones artísticas.
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En el caso concreto de España, hemos de referirnos indefectiblemente a la
unión de las Coronas de Castilla y Aragón con el matrimonio entre Fernando
e Isabel, en 1469. Como tantas veces se ha dicho, estos monarcas vendrán a
poner paz en el territorio peninsular, territorio que en épocas anteriores se
caracterizaba por ser el escenario donde se producían luchas políticas y graves
desordenes provocados por la indómita y levantisca nobleza. De esta forma, los
Reyes Católicos acometerán de firme el sometimiento de tan tediosa nobleza,
de los municipios y el poder eclesiástico, disminuyendo de igual forma las
facultades de las Cortes y creando Consejos como meros órganos consultivos.
La organización del nuevo Estado in nuce, se acompañó con el establecimiento de un aparato burocrático de funcionarios fieles a la Corona
procedentes de la incipiente burguesía y la mediana y baja nobleza, apartándose así de los cargos de responsabilidad a la antigua nobleza que tantos
problemas y males habían desencadenado.
Lógicamente este ascenso a la élite social de algunos miembros de familias poco significativas en las altas esferas hasta entonces, obligará a estos
aristócratas a mantener un decoro y una distinción propias de la clase social
a la que habían pasado a formar parte y al nuevo status adquirido, a la vez
que tenían que cuidar las apariencias y modos propios de esta clase.14 Ello
afectaba a la forma de comportarse y actuar, y un medio propagandístico clave
para proclamar el estado o jerarquía social a la que se pertenecía, era el Arte.
Los grandes señores del siglo XVI, ejercerán una importante labor en
beneficio del Arte con el propósito de proclamar de esta forma su elevada
posición. Monarcas, señores, prelados y la cada vez más poderosa burguesía
gustarán de poseer obras de pintura, escultura y arquitectura realizadas por
los más importantes y reconocidos artistas del momento, aunque muchas
veces sin un claro criterio selectivo. Sin duda alguna, como símbolo de
ostentación como hemos mencionado y, algunas veces también, por verdadero interés hacia las artes, estos grandes señores propiciarán la entrada en
14 BOUZA, F. Los Austrias Mayores. Imperio y monarquía de Carlos I y Felipe II. Historia 16. Temas
de Hoy. Madrid, 1.996. pp. 54-57.
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España de la nueva estética que, surgida en Italia, se verá como reflejo de
aquella Antigüedad Clásica, tan añorada por humanistas como Petrarca,
Bocaccio o Dante entre otros.
En España y ejerciendo una labor similar a la que realizaban los Médicis en Florencia, los Sforza en Milán o los Papas en la Ciudad Eterna, la
monarquía y las grandes familias hispanas, como los Fonseca, los Fajardo
o los Mendoza -especialmente esta noble casa en sus distintas ramas- se
alzarán en patrocinadores o comitentes de obras de arte que, si bien en un
primer momento tan solo apuntaban las formas “a lo romano” sobre un fondo
medievalizante, irán depurándose hasta pasar por los distintos estadios del
Renacimiento.
Lógicamente, cada país tendrá unas peculiaridades que le son propias,
dando lugar a las llamadas “respuestas nacionales”15 que para la España del
XVI, y en referencia a las primeras experiencias arquitectónicas se denominó
Plateresco si bien sería más preciso la utilización del término Protorrenacimiento o primer Renacimiento.
Posteriormente, estas formas se impondrán con la rotundidad y magnificencia del clasicismo que muestran numerosos ejemplos, sobre todo
desde el segundo tercio del siglo XVI. A estos grandes poderosos, vendrán
a sumarse los nuevos privilegiados a los que anteriormente nos hemos referido y que progresivamente, irán adquiriendo puestos de responsabilidad
en el entramado organizativo estatal, con lo que sus fortunas y prestigio
se acrecentarán sustancialmente, a la vez que en un intento de emular a
la Dignidad Imperial, que ya había elegido como lenguaje artístico el de la
Antigüedad grecolatina por parecerle el más adecuado a sus planteamientos
políticos, se harán acreedores de joyas realizadas bajo la estética surgida en
la Italia quattrocentista.
15 SUÁREZ DE QUEVEDO, D. Renacimiento y Manierismo en Europa. Historia del Arte. Col.
Historia Madrid, 1.989. pp. 13-14.
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Las vías de penetración del Renacimiento en nuestro país son suficientemente conocidas, sin embargo no está de más evocarlas muy brevemente
en el presente trabajo.
Así uno de estos caminos fue mediante la importación desde la misma
Italia de obras allí realizadas tal y como sucedió con los mármoles destinados
al patio del Castillo de La Calahorra, donde un equipo de artistas dirigidos
por el italiano Michele Carlone, en 1509, realizarán esa espléndida obra para
el Marqués del Cenete; la segunda de las vías de introducción del Renacimiento en nuestro país, fue la que trajo a numerosos artistas deseosos de
trabajar en estas tierras. Venían de todos los rincones de Europa: Francia,
Países Bajos y especialmente de Italia, siendo muchos de estos, artistas de
segunda fila en sus respectivos países natales pero con la lección del arte
antiguo perfectamente asumida.
De entre estos podemos mencionar a Jacopo Florentino que trabajó
en Granada o Torrigiano en Sevilla como dos de los más conocidos y que
dejaron importantes y modélicas obras en nuestro país.
Finalmente no hay que olvidar el importante papel desempeñado por los
artistas españoles que, tras un viaje a Italia y un período de tiempo trabajando allí, conociendo de primera mano las técnicas y estética desarrolladas
en aquellas tierras, volverán impregnados de aquellos renovadores aires que
corrían por la península transalpina. Bástenos recordar la experiencia que
nuestras “Águilas” tuvieron en Italia16.
Todo esto viene a completarse gracias al novedoso invento que el alemán Gutenberg, realizó hacia 1436 y que revolucionará el mundo de la cultura en general,
la imprenta, beneficiosa particularmente para el Arte puesto que gracias a ella
alcanzará notable difusión la Literatura Artística y las colecciones de grabados de
las que los artistas se servían frecuentemente para la realización de sus proyectos.
16 GÓMEZ – MORENO, M. Las Águilas del Renacimiento español. Xarait Ed. Madrid, 1.983. (1ª
Edición de 1.941).
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También de notable calado para la difusión en nuestro país de la teoría
arquitectónica vitrubiana fue el tratado que Diego de Sagredo publicó en
1526. Su obra, Medidas del Romano17, es el primer tratado que divulga la
arquitectura italiana del Renacimiento y que se realiza fuera de Italia, a la
vez que se constituye y singulariza como obra de capital importancia para
el estudio y conocimiento de nuestro Renacimiento.
Pero volviendo esencialmente al tema que se pretende desarrollar bajo
este epígrafe, que no es otro que el de las grandes familias ubetenses, concretamente centrándonos en el linaje Cobos – Molina, y también íntimamente
vinculado con todo lo anteriormente expuesto, hemos de decir que la actuación de la nobleza y el fervor con que algunas de estas familias acogieron
las prácticas artísticas del Renacimiento que llegaban desde Italia, tendrán
una actuación decisiva en la adopción de la estética moderna en España.
Lógicamente, debe de tenerse en cuenta que en la práctica de la Arquitectura, a diferencia de las Artes Plásticas, hay que tener presentes consideraciones tales como el gusto del cliente y las necesarias circunstancias
socioeconómicas.
Úbeda no será ajena a esta situación y como vimos, desde un primer
momento bajo el dominio cristiano, las familias más poderosas que en ella se
establecieron, pugnarán durante siglos por controlar el poder local. Volvamos
a recordar los citados enfrentamientos entre los Aranda y Trapera en un
primer momento y el de los Molina y los Cueva posteriormente.
Quizá no tan conocida, pero con un valor similar al de monarcas,
grandes prelados y eminentes familias de recio abolengo que admiraron y
se rodearon de obras realizadas “al modo antiguo”, encontramos a una de
estas familias perteneciente a la nobleza local de Úbeda y que, por el carácter
cualitativo de sus encargos artísticos así como por la labor protectora que
algunos de sus miembros ejercieron sobre las Artes, han merecido ganarse
17 SAGREDO, D. Medidas del Romano. Madrid, 1.986. (Ed. Facsímil, 1526).
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la honrosa denominación de Mecenas. Nos referimos, obviamente, a la
Familia Cobos – Molina.
Esta ilustre familia asentada en Úbeda, llegó a Andalucía con ese amplio número de guerreros que, con Fernando III el Santo, conquistó para
Castilla, durante el siglo XIII, la zona del Alto Guadalquivir.
Tanto Argote de Molina como Ruiz Prieto, nos hablan de un primer
Cobos como uno de los conquistadores de la localidad que quedó heredado
en ella tras la capitulación de la misma ante el Rey Santo. Ferrand Ruiz
de los Cobos era el nombre de este personaje del que Argote18 nos intenta
aclarar su procedencia, hallando los inicios de este linaje en La Rioja, más
concretamente en Santo Domingo de la Calzada de donde pasaría a Úbeda.
Así pues sería este el inicio de la relación de esta familia con la localidad
jiennense.
Poco más se conoce a cerca de esta familia durante los siglos XIII, XIV y XV,
tan solo algunas noticias de que poseían ciertas casas en el barrio conocido por
aquellos entonces como Barrio de Cuenca, en la collación de Santo Tomás y que
en el siglo XVI trocaría popularmente su nombre por el de Barrio de los Cobos.
Parece lógico pensar que estos conquistadores que se asentaron en la
ciudad gozarían de una posición de privilegio durante largo tiempo, gracias,
entre otras cosas, al repartimento que se hizo de las tierras de la localidad
entre ellos y también al acrecentamiento sustancial de sus haciendas y rentas
merced a que en la conquista de otras localidades andaluzas, caballeros de la
por entonces villa de Úbeda, estarían presentes.19 De esta forma, situamos
al primer Cobos como un conquistador perteneciente a una élite guerrera
cuyos miembros irían evolucionando con el paso de los años hacia un estatus
nobiliario de tipo medio y con carácter local.
18 ARGOTE DE MOLINA, Nobleza de Andalucía..., p. 581.
19 Ruiz Prieto nos habla, por ejemplo, de la relevante presencia de caballeros de Úbeda en la Conquista de Córdoba en 1236. RUIZ PRIETO, M. Historia de Úbeda..., p. 50. Primer Libro.
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Ya hemos mencionado que los siglos XIV y XV en Úbeda se caracterizan
por las sangrientas luchas entre las facciones rivales de la localidad. Cuando
Ruiz Prieto habla de aquellos enconados encuentros,20 ofrece nombres de
algunos de los miembros que pertenecían a tal o cual bando, con lo que en
muchas ocasiones y al hablar del bando de los Molina aparecen nombres que
vinculan de alguna manera esta Casa con la de los Cobos.
En los enfrentamientos que durante el siglo XV encontraron a los Molina
y a los Cueva, también se encontraban inmersos otros linajes de la ciudad que
tomaban partido por uno u otro bando; es por ello por lo que lógicamente, las
distintas familias que formaban parte de un mismo partido se vincularían a
través una hábil y meditada política matrimonial. De esta forma y como veremos,
los apellidos y linajes Cobos y Molina se unirían en un momento muy concreto.
El nombre de otro Cobos, Diego de los Cobos, nos aparece a finales
del siglo XV como uno de los hombres que estuvo presente en la Toma de
Granada, hecho que propiciaría que este personaje volviese a su tierra natal
con notables posesiones en la localidad de Benalúa. Parece ser que este
Cobos fue el patriarca de los ilustres miembros Cobos – Molina que tanto
poder alcanzaron y tanto enriquecieron a Úbeda en el siglo XVI gracias a
los señeros edificios que levantaron.
El entronque de las familias Cobos y Molina se produjo como consecuencia del matrimonio entre el citado Diego de los Cobos y Catalina de Molina,
dama ubetense perteneciente, como queda dicho, al bando de la aristocracia
urbana enfrentado con los Cueva. La familia Cobos, cuya capital importancia
dentro del Renacimiento hispánico es irrefutable, ejercerá una loable tarea
de mecenazgo gracias a la acomodada posición y alto reconocimiento del
que gozaron algunos de sus miembros durante el siglo XVI.
Este nivel alcanzado, tendrá su máximo exponente en la figura de
Francisco de los Cobos al que más abajo nos referiremos, pero no puede
20 Ibídem, pp. 102-103. Primer Libro.
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solaparse la contribución realizada, fundamentalmente por las obras que
mandaron construir en su ciudad natal, con otros miembros de este linaje
de los Cobos – Molina que, si bien no alcanzaron el renombre y poder que
alcanzaría el archiconocido secretario, no le andarán a la zaga en lo que a
la calidad y magnificencia de sus encargos y obras se refiere. Tal sería el
caso de los sobrinos y parientes de Don Francisco, Juan Vázquez de Molina, Diego de los Cobos, Pedro Vela de los Cobos o Francisco de Molina.
Juan Vázquez de Molina fue hijo de Jorge de Molina y Cobos y Catalina Vázquez de Perea; Señor de Payo, Comendador de Guadalcanal,
Trece de la Orden de Santiago y lo mismo que su tío, Francisco de los
Cobos, secretario de Carlos V y de Felipe II y de su Consejo de Estado.
Se casó en un primer momento con Antonia del Águila, hija única de
Francisco del Águila, Señor de Payo y de la Eliseda, y de Doña María
Pacheco, pero no encontrando un heredero el matrimonio sería invalidado con lo que Don Juan contrajo segundas nupcias con Luisa Carrillo
y Mendoza hija de los Condes de Priego y de la que tampoco obtendría
heredero alguno.
A parte de su importante labor como hombre de Estado al servicio del
Emperador y de su hijo, Vázquez de Molina será recordado por ordenar la
erección de un magnífico y suntuoso palacio en Úbeda, palacio que hoy lleva
su nombre y que ni siquiera llegó a habitar puesto que tras su finalización
en década de los 60 fue cedido, al morir sin descendencia, a una comunidad
de monjas dominicas.
No es aquí el momento de realizar un análisis exhaustivo de esta obra,
tan solo decir que la obra se inició en la década de los 40 y que su fachada
se inspira, como ya hemos dicho, en un grabado con que Fra Giocondo de
Verona en 1511, ilustró el tratado de Vitrubio.
La intervención de Vandelvira en esta obra, queda asegurada en
cuanto a que fue el alcaraceño quien diseñó las ventanas, sin embargo
no sabemos cual fue el verdadero alcance de su intervención y si fue
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9 Palacio Vázquez de Molina
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este el arquitecto que lo realizó. Actualmente este edificio es Ayuntamiento de la ciudad desde el siglo XIX.
Hermano del anterior fue Diego de los Cobos y Molina, nacido también
en Úbeda en 1516; estudió legislación en Salamanca licenciándose en Teología y Cánones. Fue Arcediano de Coria, Prior de la localidad de Marmolejo y
Oidor de la Real Chancillería de Valladolid de donde posteriormente pasaría
a formar parte del Consejo de la Inquisición.
Tras rechazar el sillón episcopal de la diócesis de Huesca, en 1555, al
que fue propuesto por el mismo Emperador, ocupó la cátedra de la diócesis
de Ávila pasando, a partir de 1560 a ocupar el obispado de Jaén, lugar en
el que permanecería hasta que, en 1565, muriese en Toledo cuando asistía
a un concilio provincial.
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Las actas de dicho concilio recogieron este hecho, afirmando que Don
Diego murió “de unas calenturas”21. Pocos días después de su muerte, sus
restos fueron trasladados a la ciudad que le vio nacer, recibiendo sepultura
en el Convento de la Merced de esta localidad, a la espera de poder ser trasladados a la Capilla del Hospital que había mandado erigir en Úbeda y que
en aquellos momentos aún no estaba finalizado.
Sin duda alguna, el Obispo
Cobos fue una persona de una
formación y cultura admirables,
hecho que tuvo su reflejo en las
obras que mandó emprender por
toda su diócesis. Su más importante contribución al mundo
del arte fue, sin duda, la obra
que mandó levantar a Andrés de
Vandelvira en su ciudad natal,
el Hospital de Santiago, obra
singular que rompe con la tradición hospitalaria constructiva
heredada de tiempos de los Reyes
Católicos y según los más claros
preceptos de un manierismo
geométrico perfectamente definido.
10 Hospital de Santiago (patio)
Úbeda
Esta fundación hospitalaria fue erigida entre 1562 y 1575, manteniendo sus funciones asistenciales como dijimos hasta 1975; actualmente es un
importante centro que acoge actividades culturales de gran envergadura en
la provincia y en Andalucía, tales como la Bienal de Anticuarios o el célebre
Festival Internacional de Música y Danza por citar tan solo dos ejemplos.
21 XIMENA JURADO, M. Catálogo de los obispos de las iglesias catedrales de Jaén y Anales eclesiásticos de este obispado. p. 479. Ed. Facsímil. Granada, 1991.
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Otros dos significativos miembros de esta familia que desempeñaron
puestos de importancia en el gobierno de la ciudad, fueron Francisco Vela
de los Cobos y Francisco Molina. El primero de ellos, Francisco Vela, fue
Regidor de Úbeda en 1564 y Capitán de Caballería durante el episodio
protagonizado, en 1568, por los moriscos alpujarreños. Siguiendo la tradición familiar de levantar suntuosos palacios para su residencia, encargará
a Vandelvira la erección de su casa la cual será realizada a partir de 1561.
Actualmente tan solo se conserva la fachada principal, en cuyo cuerpo superior se abre una graciosa galería de gusto hispano.
Para Francisco de Molina,
casado con Mayor de los Cobos,
por las mismas fechas que su
pariente también realizaba el
maestro Vandelvira, otro magnífico palacio hoy conocido con la
denominación adquirida por su
posterior propietario, el Marqués
de la Rambla. La portada de este
palacio sigue el modelo planteado
por Vandelvira en el anteriormente mencionado Palacio Vela de los
Cobos, tipología muy vandelviriana y que hará fortuna.
Pese a lo más arriba expuesto
y como ya hemos dicho, este clan
familiar tendrá una figura que
sobresaldrá entre el resto, y no por que las obras artísticas por él encargadas
tengan más o menos calidad que la del resto de sus parientes o grandes hombres de su tiempo, o por que entre sus impresionantes colecciones figurasen
obras de los mejores artistas europeos del momento, sino fundamentalmente
por la posición política y social que ocupó y el enorme poder que pudo concentrar en sus manos. Nos referimos sin lugar a dudas a Don Francisco de
los Cobos y Molina, un elegido en todos los sentidos que contempló, desde
11 Palacio del Marqués de la Rambla
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un sitio privilegiado, la puesta en escena del Renacimiento con toda su
magnificencia en el gran teatro del siglo XVI.
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