El gran reto

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Foro científico
por Juan Lerma
Juan Lerma es presidente de la Sociedad
Española de Neurociencia y director del
Instituto de Neurociencias del CSIC y la
Universidad Miguel Hernández.
El gran reto
E
l Congreso de los Diputados, a petición de la Sociedad Española de Neurociencia (SENC), declaró el 2012 Año de
la Neurociencia en España. Esta iniciativa
ofrece una oportunidad extraordinaria
para dar un impulso a la investigación
neurocientífica española. Desde la SENC
deseamos trasmitir los progresos realizados en el estudio del cerebro a la vez que
ilustrar cuánto queda por hacer. Asimismo
queremos hacer partícipe a la sociedad
civil de que el progreso de la ciencia, en
concreto de la neurociencia, resulta fundamental para nuestro desarrollo como seres humanos, por lo que es tarea de todos
afrontar el enorme desafío que plantea el
estudio del cerebro. De hecho, solo a través
de los estudios neurocientíficos podremos
llegar a curar enfermedades como el alzhéimer, la depresión o la esquizofrenia.
Si uno siente la curiosidad de mirar
en Wikipedia si acaso hay una lista de
problemas neurocientíficos sin resolver,
encuentra que, efectivamente, la hay:
en.wikipedia.org/wiki/List_of_unsolved_
problems_in_neuroscience. Sin embargo, esta lista se vio discutida en su día.
Mientras algunos opinaban que el enigma
neurocientífico esencial era el correlato
neuronal de la conciencia, otros, más
drásticos, clamaban que todos los problemas en neurociencia están sin resolver. Si
bien uno puede pensar que en cualquier
campo científico existen infinidad de problemas sin resolver, ello resulta más evidente en lo que atañe al cerebro, y más
concretamente al cerebro humano, puesto que desconocemos muchos de los aspectos más básicos de su funcionamiento.
Al enigma de las bases neuronales de la
conciencia se le suman otros. Seguimos
sin comprender el modo en que el cerebro
aprende o recuerda, por qué el sueño resulta imprescindible o cómo el cerebro
integra la información sensorial (recibida
a veces de forma distorsionada o fragmentada) en forma de percepción completa y
correcta.
40 INVESTIGACIÓN Y CIENCIA, marzo 2012
Así pues, si tuviera que enumerar los
retos que la neurociencia tiene por delante, diría que necesitamos expandir nuestro conocimiento sobre la percepción, el
aprendizaje, la plasticidad cerebral y todos los mecanismos cognitivos que finalmente determinan nuestra conducta.
Cómo se genera este comportamiento es
también una cuestión relevante. Naturalmente, estas propiedades emergentes
surgen de la interacción entre moléculas,
neuronas y circuitos. En la actualidad
disponemos de información detallada del
modo en que estos elementos interactúan,
constituyendo bloques fundamentales de
organización cerebral. Pero desconocemos todavía la forma en que estos circuitos y sistemas permiten a un individuo
realizar tareas, si bien sencillas, con gran
precisión.
El siglo xx fue la época de oro de la
neurociencia. Las exquisitas descripciones de Ramón y Cajal acerca de la estructura del sistema nervioso y la enunciación
de la teoría neuronal, por un lado, y la ley
de polarización dinámica, por otro, sentaron las bases de la neurociencia moderna. Durante muchos años, los expertos no
hicieron otra cosa que corroborar, con las
nuevas técnicas disponibles, lo que Cajal
había postulado. Más tarde llegaría una
plétora de grandes descubrimientos: la
generación y conducción del impulso nervioso, los neurotrasmisores, las bases y
reglas de la comunicación neuronal, muchos de los genes que determinan el desarrollo neural, etcétera.
Todo ello ha sido posible gracias a la
emergencia de lo que hoy llamamos neurociencia, que no es otra cosa que el conjunto de disciplinas científicas al servicio
común de entender el sistema nervioso.
La neurociencia, por tanto, informa sobre
el funcionamiento de nuestras sensaciones, pensamientos, emociones, sobre
nuestra conducta, nuestra creatividad e
inteligencia. A las clásicas anatomía y
neurofisiología se han unido la neuroquímica, la neurobiología molecular, la psicología, la psiquiatría, la neurofarmacología y la bioinformática, entre otras. Los
avances en neurociencia resultan fundamentales para comprender nuestra naturaleza humana. Asimismo, constituyen la
única vía para obtener medios con los que
combatir enfermedades neurológicas y
mentales que causan un gran sufrimiento,
amén de acarrear importantes costes económicos, personales y sociales.
Pero no solo eso. El conocimiento neurocientífico ha de tener un alto impacto
en nuestra forma de vida y relaciones
sociales. Los sistemas de enseñanza deberían estar adaptados a la capacidad cerebral de aprender. Los planes de estudio
habrían de optimizarse de acuerdo a determinadas pautas biológicas cerebrales.
Sirva de ilustración decir que el entorno
social en el que el niño se desenvuelve
parece influir en el desarrollo de su cerebro. Estudios neurocientíficos en humanos y modelos animales han demostrado
que la salud mental o el rendimiento académico pueden verse afectados por el
nivel socioeconómico de la familia. Este
hallazgo podría poner en cuestión la llamada igualdad de oportunidades porque,
si bien estos efectos son en parte reversibles, hay aspectos de la estructura cerebral que quedan afectados.
© orlando florin rosu/fotolia
Pese a los enormes avances realizados por la investigación neurocientífica, seguimos
sin comprender qué nos hace conscientes o qué determina nuestro comportamiento
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