Memoria de un mártir por Reinaldo Spitaletta Friday, Feb. 29, 2008 at 4:03 PM Diez años después, una lluvia de claveles recordó el asesinato en una esquina de Medellín del jurista Jesús María Valle Jaramillo, defensor de los derechos humanos, crimen por el cual la Comisión Interamericana de Derechos Humanos responsabilizó al Estado colombiano. El del abogado antioqueño, ocurrido el 27 de febrero de 1998, es uno más en la infinita lista de homicidios cometidos por el paramilitarismo. Jaramillo, defensor de campesinos y presos políticos en la década del setenta, en la que la represión de los gobiernos de López Michelsen y Turbay Ayala era pan cotidiano, se destacó por su liderazgo social en los ochenta, con acciones en las ligas de usuarios de servicios públicos domiciliarios y por presidir el Comité Permanente de Defensa de Derechos Humanos de Antioquia. Antes de su asesinato, eran ya muchos los caídos. El paramilitarismo había dado cuenta no solo de centenas de campesinos en el Magdalena Medio, Urabá y otras regiones de Colombia, sino que ya tenía en su catálogo de exterminios a Héctor Abad Gómez, a Leonardo Betancur, a Felipe Vélez, y a tantos otros que, según los asesinos, estaban ligados a la “subversión”. Todo aquel que disintiera de lo oficial era un “comunista”, un enemigo del sistema. Y como en Colombia, desde hace años, incluso antes de que asesinaran a Gaitán el 9 de abril de 1948, se instaló una sociedad de la exclusión y de la intolerancia, no es raro, entonces, que la primera Violencia causara 300 mil muertos, originara las guerrillas liberales y luego las otras; que los campesinos tuvieran que organizar, en los sesenta, sus autodefensas; que el Estado, con el apoyo gringo, las bombardeara en el gobierno de Guillermo León Valencia… Más tarde, en una mezcla de narcotráfico, autodefensas de ganaderos e industriales y un proyecto criminal para una contrarreforma agraria, surgió el paramilitarismo, que aún, pese a la denominada ley de Justicia y Paz, continúa entronizado en un país de inequidades y barbarie. Pero estamos recordando a Jesús María. Una de las víctimas de ese engendro de terror, que él, con valor civil y con sus razonamientos de humanista, se encargó de denunciar. Tal vez sea pertinente volver a aquel discurso cuando se conmemoraban los diez años del asesinato de Héctor Abad Gómez y Leonardo Betancur, defensores de los derechos humanos, en el cual el abogado la emprendió contra aquel “plan macabro” del paramilitarismo. En efecto, eran los tiempos en que se masacraban campesinos, se imponía el terror a punta de motosierras, se arrojaban cuerpos mutilados a los ríos, o o se los enterraba en fosas comunes –ahora tan comunes-. Aquel proceso de degradación motivó disquisiciones y señalamientos de parte del jurista. Para él –y para muchos- antes, por Antioquia, pasaba el meridiano de la cultura. “Hoy puedo decir que el meridiano de la violencia pasa por Antioquia”, dijo el 25 de agosto de 1997. Ese régimen del terror que en 1997 era apocalíptico, tuvo, según el mismo defensor de derechos humanos, complicidades en el ejército colombiano y, además, un huevo de la serpiente en las denominadas Convivir: “Estamos exportando, a través de una concepción equivocada del orden público, violencia para los departamentos pacíficos como los de la Costa y el Chocó. Estamos exportando violencia, a través de las Convivir, para todo el país”, dijo. Las reiteradas denuncias de Valle Jaramillo daban cuenta de la connivencia entre miembros del ejército y la policía y los paramilitares. Por ejemplo, en masacres cometidas en su pueblo natal, Ituango, demostró la complicidad de generales del ejército con los asesinos. Sus denuncias motivaron el desagrado del general Carlos Alberto Ospina Valle, comandante de la Cuarta Brigada de Medellín, y del entonces gobernador de Antioquia, Álvaro Uribe Vélez. El primero de ellos le interpuso una denuncia por injuria. Sin embargo, las de Valle Jaramillo eran documentadas denuncias acerca de las actuaciones criminales del paramilitarismo en El Aro y la Granja. Y de la destrucción de un asentamiento de dos mil colonos, llamado La Balsita. Los campesinos “fueron sacados de allí por Carlos Castaño a sangre y fuego, allí fueron quemadas las escuelas, incendiadas las viviendas, fueron asesinadas numerosas personas y sustraído todo el ganado, fueron destruidos puentes, escuelas y todo el asentamiento de colonos; más de setecientas personas fueron desplazadas hacia Ituango y hoy siguen deambulando en medio de la miseria y del dolor por todo el departamento de Antioquia”, dijo Valle Jaramillo a la Fiscalía General de la Nación, el 6 de febrero de 1998. Una semana antes de su asesinato, el abogado había denunciado ante representantes de las Naciones Unidas la complicidad del ejército con los grupos paramilitares en las masacres del norte de Antioquia. Jesús María Valle es una las miles de víctimas de la guerra en Colombia. Lo mataron por defender la dignidad de los desposeídos y humillados. Hoy, las versiones de paramilitares como Mancuso y Don Berna confirman sus denuncias. Se espera que en este como en otros casos sí haya justicia. Honor y flores a su memoria. © COPYRIGHT 2007 El Espectador. http://colombia.indymedia.org/news/2008/02/81164.php