¿Quién es Jesús?

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¿Quién es Jesús?
Hay personas que pasan por la vida y apenas dejan huella, y a los pocos años de su muerte casi nadie los
recuerda, con ellos o sin ellos, la vida sigue su curso normal. Jesús de Nazaret no es una persona de esas, dejó
una profunda huella en muchos de sus contemporáneos.
Durante los casi veinte siglos que han transcurrido desde su muerte, millones de hombres y mujeres lo han
tenido presente en sus vidas y se han esforzado en vivir como él vivió, servir a quienes él sirvió; al Padre del
cielo y a los hombres mas necesitados, pero era al mismo tiempo hijo de Dios y hermano de los hombres.
También hoy, millones de hombres y mujeres de todos los continentes se sienten atraídos por su figura y por
su estilo de vida. Unos lo imitan mejor y otros peor, pero Jesús de Nazaret sigue siendo un personaje que
interesa a mucha gente. También en nuestro país muchos millones de hombres y mujeres se proclaman sus
seguidores, lo recuerdan a menudo y celebran su presencia.
El Testimonio
Para hablar de él, nos basamos en testimonios de unos cuantos hombres que vivieron con él y llegaron a
quererle. De tal manera que no sólo lo conocieron sino que aprendieron a amar lo que él amaba y a vivir como
él vivía.
Personajes cercanos a Jesús:
Primeramente, destaca su madre, María. Era una persona buena y sencilla, que confiaba plenamente en el Dios
de la promesa, era una muchacha de Nazaret, en Galilea. En sus orígenes era una joven bonita, trabajadora y
dulce. Un día como todas las chicas de su edad, se enamoró, de un joven artesano, trabajador y bueno. Se
llamaba José, y al él también le gustaba María. Así que un día se prometieron y empezaron a preparar su
futuro hogar. Pero de pronto, sucedió algo que cambió sus planes, algo extraordinario e increíble, que ella
nunca hubiera podido imaginar; una mañana cuando se encontraba sola en casa, sumergida en sus
pensamientos y en su oración, se le presentó un ángel, llamado Gabriel. Ella, asombrada y al mismo tiempo
asustada, le escuchó atentamente; oyó como de comunicaba que iba a ser la Madre del Hijo del Dios, que ella
era la elegida para dar presencia y rostro humano a Dios. María lo comprendió, y como estaba acostumbrada a
fiarse de Dios, aceptó gratamente.
José, su padre, es el siguiente, aunque no el menos importante, que al ver el embarazo de María, no sabía qué
pensar, pero creía en su inocencia, a pesar de su desconcierto. Un día, en uno de sus sueños, se le apareció un
ángel del Señor que le advertía que no tuviera reparo en aceptar a María en su casa, porque la criatura que
llevaba en su vientre provenía del Espíritu Santo y que debería ponerle el nombre de Jesús. José que era
bueno, sencillo y tenía una confianza total en Dios, aceptó colaborar con María en la hermosa tarea de criar
aquel hijo. Así, cesaba el tiempo de las dudas y comenzaba el de las decisiones.
Ambos eligieron ir a Belén para que naciera su hijo, pero en contra de sus deseos, en vez de nacer en la
posada, nació en un portal, rodeado del calor de sus padres y de animales, pero no eso no alteró de ningún
modo la actitud, ni la vida de Jesús, al contrario, así mostró su humildad, a pesar de ser el hijo de Dios.
Testigos Directos
Son testigos que hablan de alguien que ha sido y es muy importante para ellos. En contacto con él, sus vidas
cambiaron, no simplemente esperan informar con su testimonio, sino desean despertar en los que les escuchan
el afecto y la fe en Jesús.
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Durante los primeros años después de la muerte de Jesús, las personas que fueron testigos de su vida no se
preocupan de escribir nada. Simplemente daban testimonios de palabra, y explicaban lo que habían visto y
oído, a todos los que les querían oír. Hay que tener presente que en aquella época escribir un libro era una
cuestión complicada, porque había muy poca gente que supiera escribir y cobraba caro, además no había
papel, así que tenían que usar pieles de cordero, que tampoco estaban al alcance de todos. Pero esta falta de
escritos no impidió que la vida y el mensaje de Jesús fueran corriendo de boca en boca y se extendieran
rápidamente.
Aquellas gentes estaban muy acostumbradas a escuchar narraciones que fácilmente aprendían de memoria y
eran capaces de repetirlas después, además tenían mucho tiempo para hablar y escucharse unos a otros, y a los
que habían vivido con él les gustaba explicar las cosas de Jesús. Poco a poco, se fue formando una cadena de
testimonios sobre su vida que se fue extendiendo por toda Palestina y por otros muchos lugares cada vez más
lejanos: Asia Menor, Grecia, y Roma.
Es lógico que todas estas narraciones tuvieran entre sí pequeñas variantes. Por ejemplo, una cosa era
explicarlas en Jerusalén, donde se hablaba la misma lengua que había hablado Jesús (el arameo), y otra cosa
era explicarlas en Roma, donde la gente no conocía muy bien el estilo de vida de los judíos y había que
explicarles mucho mejor las cosas, además sumarle la dificultad de que hablaban otras lenguas, como el latín
y el griego. Pero a pesar de las diferencias lógicas, esas narraciones conservan una gran unidad de contenidos;
todos estaban de acuerdo en afirmar que con Jesús había empezado una manera nueva de vivir, era un nuevo
tipo de hombre abierto a Dios, a quien sentía como un Padre, estaba entregado a los hombres, sobre todo a los
más pobres y marginados, se consideraba libre frente a los poderosos, libre para amar a todos y sin miedo ante
las amenazas.
Los Evangelios
El comienzo de los evangelios se encuentra en la predicación oral de los apóstoles. Esta predicación era
acompañada normalmente de relatos mas detallados, anécdotas tomadas de la vida de Jesús, que daban luz
sobre su persona, su misión, su poder, su enseñanza.
Ese evangelio se recogió en cuatro libros diferentes, muy breves, que a pesar de estar escritos en lugares
distintos y por autores diversos, se parecen mucho entre sí. Se escribieron entre el año 70 y el año 100 de
nuestra era. Y se los conoce con los nombres de sus autores: San Mateo, San Marcos, San Lucas, y San Juan.
El libro de Marcos
El Evangelio según San Marcos es el primero que se escribió, entre los años 65 y 70. Recoge, sobre todo, los
hechos de Jesús, aunque no tanto sus palabras. Se apoya en el testimonio del apóstol Pedro y en la predicación
de Pablo. Escribe dirigiéndose a personas que no son de Palestina, ni tampoco son Judíos, sino paganos que
han abrazado el cristianismo y que podrían ser romanos.
El libro de Mateo
El Evangelio según San Mateo se escribió hacia el año 80, en la cuna de la comunidad de Judíos que había
abrazado el cristianismo y que vivían en Palestina. Esto se capta en que cita mucho el Antiguo Testamento,
que los judíos conocían muy bien. Se basa al mismo tiempo bastante en el Evangelio de Marcos, pero al igual
que en el de Lucas, se recoge otras tradiciones.
El libro de Lucas
El Evangelio según San Lucas se escribe hacia el año 80 indicado también para los cristianos que provienen
del paganismo y que conocen muy poco la vida y las tradiciones de los judíos. Se apoya mucho en el
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Evangelio de Marcos y en la tradición que recogía de palabras pronunciadas por Jesús.
El libro de Juan
El Evangelio según San Juan se redacta hacia el año 100, basándose en lo que el mismo apóstol Juan recuerda
de los años que convivió con Jesús. Esta escrito para que los nuevos seguidores de Jesús profundicen más en
el misterio de su persona. Además es el evangelio que está más cargado de símbolos, metáforas y
comparaciones.
Los testigos que escribieron los evangelios no dicen casi nada del exterior de Jesús, pero sí todo lo que Jesús
llevaba dentro; su gozo de sentirse querido por Dios, su ilusión por tratar con cariño a los que la vida había
maltratado, su valentía para defender a los marginados, su alegría de vivir, su capacidad de amistad, su
sencillez, su inteligencia, su sinceridad, su paz interior... y tantas otras cosas.
Los Evangelios están escritos después de la resurrección de Jesús, los que los escriben creen en la presencia
de Jesús resucitado en la vida de los hombres, saben que su manera de vivir le creó muchos enemigos que al
final consiguieron llevarlo a la muerte, pero son conscientes también de que, por esa misma manera de vivir,
Dios lo resucito.
Los Evangelistas, saben que los trabajos y sufrimientos de Jesús no fueron inútiles porque han producido una
vida nueva para el mismo Jesús y para muchos de sus seguidores, todo eso se nota en sus escritos.
La tierra de Jesús
La tierra de Jesús ha recibido diferentes nombres a lo largo de la historia, primero se llamó Canaán, y sus
habitantes cananeos. Así se llamaba cuando Abraham llegó a esa tierra, la que Dios le había prometido.
Después se llamo Judea, por Judá, la más importante de las tribus de Israel. Así se llamaba en tiempos de
Jesús. Pocos años después de la muerte de Jesús, los romanos le dieron otro nombre: Palestina. Actualmente
es llamada Israel.
La tierra de Jesús, está situada en el extremo oriental del mar Mediterráneo, es un país muy pequeño, tiene
unos 230 km. de largo y unos 120 km. de ancho. Siempre ha sido zona de paso entre los países que tiene al
sur, sobre todo Egipto y los que hay al norte. Por allí pasaban las caravanas de comerciantes que iban y venían
de Egipto a Siria y las que desde la costa penetraban hasta Arabia. Al ser una zona de paso, todos han querido
dominarla para poder controlar así, el comercio de toda la región. Por eso ha sufrido tantas dominaciones y
guerras.
Los primeros seguidores de Jesús:
Jesús no quería ir en solitario, encontró a sus primeros amigos en Juan Bautista y Andrés, pescadores en el
mar de Galilea. Estaba una tarde el Bautista con dos de sus discípulos cuando se les acercó Jesús. Juan se fijó
en él y oyeron sus palabras. Habían recorrido a pie más de cien kilómetros junto a otros compañeros suyos,
para escuchar a Juan Bautista, buscaban algo que llenara sus vidas, tenían ganas de hacer algo por la felicidad
de la gente. Andrés tendría unos cuarenta años, y Juan poco más de veinte, ambos intuyeron que Jesús podía
enseñarles muchas cosas, por ello le llamaron Maestro, a pesar que tenía aspecto de trabajador como ellos.
Andrés tenía un hermano, que se llamaba Simón, que también estaba entre los que habían venido de Galilea
para escuchar al Bautista. Se lo encontró entre la gente y le dijo que habían encontrado al Mesías. Simón se
dejó acompañar hasta donde estaba Jesús, con ganas de conocerle, quien decidió llamarle Pedro. Al día
siguiente decidieron volver juntos hacia su Galilea natal, ya eran cuatro, y entre ellos había nacido una
profunda amistad que duraría largo tiempo.
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En el camino de vuelta se encontraron con Felipe que era de Betsaida, el mismo pueblo de los hermanos
Andrés y Simón Pedro. A Jesús le gustó Felipe y le dijo que se uniera a ellos, él le siguió para siempre. Así ya
eran cinco.
Felipe tenía un hermano que se llamaba Bartolomé, era una persona muy aficionada a leer los libros sagrados
y a meditarlos. Era de Caná de Galilea, un pueblo cercano a Nazaret. Felipe se lo encontró y le dijo que habían
encontrado al que anunciaban Moisés y los profetas, que se llamaba Jesús, era de Nazaret, y que su padre se
llamaba José. Bartolomé conocía bien los escritos que anunciaban al Mesías, y conocía bien al pueblo de
Nazaret. Por eso escuchó con escepticismo a su amigo Felipe, y se fue al encuentro con Jesús. Éste también se
quedó con Jesús, ya eran seis.
Además, Juan tenía un hermano que se llamaba Santiago, y era pescador como él. Atraído por lo que su
hermano le contaba y por la personalidad de Jesús, pronto se unió también al grupo. Ya eran siete.
Los seis primeros seguidores de Jesús, eran hombres sencillos y pobres, pero estaban dentro de lo que se
consideraba buena gente, amaban su tierra y además la querían libre de invasores. Pero el caso de Mateo, es
diferente; su oficio era recaudador de impuestos, les sacaba dinero a sus compatriotas para entregarlo a los
romanos que dominaban y explotaban su tierra. Su oficio era visto como la más sucia de las profesiones,
porque abusaba de los hermanos de raza. Este odio que suscitaba hacia de él un marginado, pero también a él
le llamó Jesús; un día pasaba por delante del mostrador donde Mateo cobraba sus impuestos, Jesús le vio
sentado y le dijo sin más que le siguiera. Él se levantó y lo siguió.
Como Jesús no tenía por costumbre dejarse llevar por los prejuicios de la gente, algo vería en Mateo, a pesar
de lo mal considerado que era por todos. El caso es que Mateo le siguió. A partir de ese encuentro, su vida
cambió radicalmente: dejó su vida, su dinero, y siguió a Jesús hasta el final. Con Mateo, eran ya ocho en el
grupo.
A medida que pasó el tiempo, el grupo estable de los seguidores de Jesús llegó a estar formado por doce
personas, más él. De entre las muchas personas que conocía, escogió a doce, para que fueran sus compañeros,
para que estuvieran con él y para enviarlos a predicar.
La lista completa de estos doce compañeros de Jesús, también llamados discípulos o apóstoles, es la siguiente:
Simón Pedro y su hermano Andrés, Santiago y su hermano Juan, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Simón
hijo de Alfeo, Judas Tadeo, Simón el Cananeo y Judas Iscariote. Todos le fueron fieles hasta el final, menos
Judas Iscariote que le traicionó y lo denunció para que lo arrestaran.
Ninguno de los doce forma parte de la minoría rica e influyente del país, son gente corriente, tenían sus
defectos. Sus posiciones políticas también eran muy variadas; unos eran violentamente nacionalistas y
contrario a los romanos, Mateo en cambio colaboraba con los invasores romanos; otros como Bartolomé
estaban más desligados de la política y más centrados en el estudio de las tradiciones de su pueblo; otros como
Santiago y Juan estaban relacionados con los sumos sacerdotes del Templo. Por encima de su diversidad, lo
que les unía era su amistad con Jesús. Pero no todos aceptaron a Jesús, algunas veces, invitó a otros a que le
siguieran y recibió una negativa.
La sociedad en la que vivió Jesús
En los tiempos de Jesús, Palestina estaba ocupada por los romanos, por eso la mayoría de los amigos de Jesús,
estaban en contra de la dominación romana, porque eso suponía tener que pagar tributos al César o emperador
de Roma, y otros muchísimos impuestos pero sin recibir ningún servicio a cambio. Había una multitud que
quería rebelarse para conseguir la liberación de su tierra. De hecho, unos de después de la muerte de Jesús,
estalló un conflicto con los romanos. Pero en esta situación, no todos sufrían igualmente los efectos de la
ocupación romana; había un grupo aristócrata a la que no le iba tan mal, aunque dominados por los romanos
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seguían teniendo dinero y poder, entre estos estaba la aristocracia sacerdotal, ligada al Templo de Jerusalén.
También había grandes terratenientes, comerciantes y recaudadores encargados de administrar impuestos a
gran escala.
Jesús tuvo problemas con estas personas, porque su estilo de vida de vida no le gustaba, y al final fueron los
que influyeron decisivamente para que fuera juzgado y condenado a muerte.
Grupos poderosos
Jesús tuvo problemas y constantes polémicas con algunos grupos político−religiosos que existían en el seno
de esta minoría bien situada. Tres de los grupos citados en los evangelios son los siguientes:
− los saduceos que eran una especie de partido dirigido por los sumos sacerdotes y compuesto por los
miembros más distinguidos del pueblo. Éstos eran muy poderosos, influyentes, y conservadores, y
colaboraban a gusto con los romanos. Además eran los peores enemigos de Jesús.
− los fariseos eran un grupo dirigido por laicos de un nivel social más modesto que los anteriores. No
colaboraban con los romanos pero se mantenían alejados de los pobres e ignorantes. Eran muy observantes de
la Ley y muy religiosos, incluso, casi fanáticos. Jesús se enfrentó muy a menudo con ellos, sobre todo en
temas doctrinales. Éstos también influyeron en su muerte.
− los herodianos eran un grupo mucho menos importante que los anteriores, estaba formado por personas
colaboradoras de Herodes el Grande y por tanto también de los romanos. Pero, como los saduceos y fariseos,
también contribuyeron a eliminar a Jesús.
Grupos pobres:
Los que más sufrían esta situación de ocupación y de desigualdad eran los pobres que, además de depender de
los romanos, dependían también de los ricos de su misma tierra. Los pobres, constituían la inmensa mayoría
de la población, entre ellos estaban:
• Los campesinos con pequeñas tierras que apenas daban para vivir.
• Los jornaleros que estaban en paro muy a menudo.
• Los esclavos.
• Los pequeños artesanos de aldea que hacían de herreros, carpinteros, albañiles De este gremio era
José, el que hizo de padre de Jesús y que era el esposo de María, su madre.
• Otro tipo de pobres lo pobres lo constituían aquellos a los que los mismos pobres aún marginaban
más; las mujeres, los niños, los esclavos no judíos, los pastores asalariados, los enfermos, los
pecadores, los publicanos que eran los encargados directos de sacar los impuestos a la gente.
• Los mendigos, en aquella sociedad eran muy numerosos. La falta de alimentos y de higiene traía
como consecuencia que, además, la mayoría de ellos estuvieran enfermos: ciegos, cojos, mutilados,
leprosos, etc. Su vida era muy dura, pues, al mismo tiempo sufrían miseria y la gente los consideraba
impuros, porque pensaban que si estaban enfermos era porque habían cometido algún pecado y Dios
los había castigado. Por eso ni se acercaban a ellos, ni les dejaban acercarse.
Es por toda esta pobre gente por la que Jesús sentía una predilección especial, les quería hasta el punto de
jugarse la vida por ellos.
Jesús da a conocer su estilo de vida:
Jesús da a conocer su estilo de vida:
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• En Caná, con ocasión de una boda.
• En la Sinagoga de Nazaret, en una reunión de oración.
• En el discurso o Sermón de la Montaña, en una reunión al aire libre.
Todo empezó cuando Jesús se bautizó en el río Jordán, cerca de su desembocadura en el mar Muerto. Por
aquella zona, y en esa situación, se le unieron sus primeros amigos y juntos emprendieron el regreso a su
Galilea natal. Aquí Jesús, acompañado siempre por ellos, empezó a darse a conocer, tenía ganas de comunicar
a los hombres su experiencia, quería decirles que Dios es un Padre bueno que quiere compartir su vida y su
felicidad con todos sus hijos.
El destino de Jesús:
Deciden darle muerte
Decidieron darle muerte a raíz de lo ocurrido con su amigo Lázaro, el hermano de Marta, amiga de María.
Lázaro se puso muy enfermo y murió, pero Jesús le devolvió la vida, lo que hizo que mucho judíos creyeran
en él. Algunos acudieron a los fariseos y les contaron lo que había hecho Jesús, entonces los sumos sacerdotes
y los fariseos convocaron el Sanedrín, que era la reunión de los principales jefes del pueblo. Una vez reunidos
todos, decidieron qué hacer, porque llamando la atención demasiado con lo que hace, y eso les perjudicaba,
porque podría cambiar la estructura de la nación, y los romanos les dañarían.
Uno de ellos, un sumo sacerdote llamado Caifás, propuso que era mejor que muriera por el pueblo en vez de
la nación entera. Y ese mismo día decidieron darle muerte. Además, los sumos sacerdotes y los fariseos,
ordenaron que se les avisase de dónde se encontrara enseguida, para detenerlo.
Ambiente hostil en torno a Jesús:
Algunas personas, veían en él a la encarnación de la bondad y del perdón de Dios, pero también alarmó a
muchos. En estas circunstancia, porque se acercaba la Pascua judía, decidió subir a Jerusalén para celebrarla,
como hacían todos los buenos judíos. A pesar de que sabía lo peligroso que eso resultaba para él, porque allí
se encontraban sus peores enemigos, aún así, creyó que tenía que ir y hacia allá fue.
Entrada triunfal en Jerusalén:
Jesús caminaba por delante de sus discípulos, pero antes de entrar en Jerusalén, pasaron por Betania y por
Betfage, dos pueblos cercanos a Jerusalén, situados cerca del monte de los Olivos. En Betfage, sus amigos
pidieron prestado un borrico, se le llevaron a Jesús, lo aparejaron con sus mantos, y Jesús se montó en él, y
así, montado entró en Jerusalén
Aquellos días había mucha gente en la ciudad, que había ido para la fiesta, y al verlo entrar sobre el borrico le
dieron un gran recibimiento. Unos porque lo apreciaban y creían en él, otros por curiosidad, pero el caso es
que fueron formando una alfombra con sus mantos, con ramas de olivo y con palmas para que él pasara.
Todos gritaban con entusiasmo y de agradecimiento por las cosas que habían visto hacer, decían; ¡Bendito el
que viene en el nombre del Señor! A medida que iba entrando en la ciudad, la gente se agolpaba en las calles
para verlo. Los que no lo conocían, preguntaban quién era, y los que le conocían les respondían que era Jesús,
un profeta de Nazaret, en Galilea.
Enfrentamiento con los mercaderes y los sumos sacerdotes
Jesús entró en el gran patio del Templo con todos los que le acompañaban, lo que vio allí, le indignó porque
parecía un mercado más que un templo, al estar lleno de mesas de gente que intercambiaba dinero, y de
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puestos donde vendían palomas. Entonces se puso a echar a todos de allí, volcó las mesas de los que
cambiaban dinero y tiró por los suelos los tenderetes de los que vendían palomas. Les replicaba que estaban
convirtiendo su casa, el templo, en una cueva de ladrones, en vez de en una casa de oración.
En el Templo, se le acercaron algunos ciegos y cojos y él les curó, mientras los sumos sacerdotes y los
escribas le observaban. En un momento dado se acercaron a él y le preguntaron con qué autoridad hacía esto.
Jesús se encaró directamente con los escribas y fariseos y les dijo cosas tremendas, desenmascarando sin
miedo su mala fe y su hipocresía ante toda la gente. Lo que ocurría era que Jesús estaba acompañado de
mucha gente que lo apreciaba y no se atrevieron a detenerlo allí mismo por miedo a sus reacciones. El pueblo,
estaba pendiente de Jesús, hubiera incluso, podido amotinarse, por eso decidieron prenderle a traición durante
la noche, debían encontrar la forma de hacerlo.
La cena de despedida:
Llegó el día de la celebración, y Jesús llamó a Juan y a Pedro y les dijo que irían a preparar la Pascua. Un
amigo de Jerusalén les dejó una sala grande con divanes y allí prepararon la cena, la comida la pondrían sobre
una estera en el suelo.
Al atardecer se juntaron en la sala Jesús y los doce, y comenzaron a cenar.
Lava los pies a los comensales:
Jesús estaba serio y preocupado, de pronto se levantó y se quitó el manto. Todos le estaban mirando, cogió
una toalla y una jofaina con agua y fue pasando por cada uno de ellos lavándoles los pies y secándoselos con
una toalla.
Se quedaron sorprendidos al ver este gesto de Jesús, no sabían qué decir, porque lavar los pies era un oficio de
esclavos de sirvientes; en aquella época, siempre se viajaba andando, ese era un gesto de servicio y de
amistad, pero Jesús no era un esclavo.
Cuando acabó, se puso de nuevo el manto, se sentó y les dijo que él les había dado un ejemplo que ellos
debían de seguir, debían de hacer. Entonces recordaron la vida que había llevado Jesús, y se dieron cuenta de
que no sólo les había lavado los pies como un siervo, sino que toda su vida había estado sirviendo a todos,
sobre todos a pobres enfermos.
El pan y el vino:
Después, Jesús tuvo otro gesto sorprendente; tomó el pan y lo bendijo, posteriormente hizo lo mismo con el
vino. Mientras comían y bebían aquel pan y aquel vino, quizás en aquel momento no entendieron que
significaba ese gesto, pero con el tiempo se dieron cuenta que eso era el mejor resumen de la vida de Jesús;
aquel pan era Jesús, y aquel vino también era Jesús.
Por eso cuando les dijo que hicieran eso en conmemoración suya, les pareció aquella cena era la mejor forma
de recordarle y hacerle presente, así ya no le olvidarían.
La traición:
Después de cenar, se quedaron un buen rato hablando, todos se daban cuenta que aquella cena había sido muy
especial, sentían a Jesús cercano y profundo como nunca, pero le veían preocupado.
Les dijo que uno de ellos le iba a entregar, todos se miraron perplejos, por no saber de quién estaba hablando,
pero Judas se sintió descubierto y se fue. No llamó mucho la atención que se fuera, pues Jesús le había
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encargado algún recado. La verdad es que salió en plena noche a buscar a los enemigos de Jesús para
entregárselo.
Un mandamiento nuevo:
Después de salir Judas, Jesús les dijo cosas muy importantes, fue como su despedida, porque sabía que había
llegado la hora de sus enemigos, y esta vez no tenía escapatoria, aquella sería la última vez que tenía de
hablarles, y les dio un mandamiento nuevo. Les dijo que les había amado como su Padre le había amado a él,
que les llamaba amigos, que era él el que les había elegido y les pedía valor porque él había vencido al
mundo.
Jesús ora a su Padre por sus amigos:
Los once, ya que Judas no estaban, escuchaban a Jesús en silencio, porque todo aquello era demasiado
profundo. De pronto, dejó de dirigirse a ellos y empezó a hablar con su Padre del cielo, le pidió que guardara a
sus amigos, que les mantuviera juntos como ellos dos, y por todos los que le conocerían a través de su palabra.
Después cantaron un salmo de acción de gracias, se levantaron y salieron para el cercano monte de los Olivos.
Jesús fue a orar:
Al pie del monte de los Olivos había un huerto que se llamaba Getsemaní, donde solía ir Jesús con sus amigos
a orar cuando estaba en Jerusalén, porque estaba muy cerca de la ciudad y era un lugar tranquilo.
Aquella noche, después de una cena tan llena de emociones, Jesús y los once se encaminaron hacia el huerto
de Getsemaní, porque Jesús tenía mucha necesidad de orar. Apenas habían llegado les dijo que se sentaran
mientras él oraba. Pedro, Santiago y Juan le siguieron un poco más, pero les dijo que quería orar sólo que le
esperaran allí. Así, se postró en el suelo y le dijo que si era posible que le evitara esa situación, pero que si no
era posible, que se hiciera su voluntad.
La detención:
De pronto se oyeron unos pasos y voces en el silencio de la noche, entre los olivos aparecieron las llamas de
unas antorchas que se acercaban. Era Judas que venía guiando a un grupo con espadas y palos, al frente,
venían los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos para detener a Jesús. Judas era un buen guía, porque
había ido allí a rezar más de una vez.
Les había dado una contraseña por si con la oscuridad no reconocían a Jesús, él le besaría, después ellos le
prenderían y le conducirían sujeto. Había quedado con ellos en que cobraría treinta monedas por entregarlo,
ese era el precio que se pagaba por un esclavo, aunque Jesús siempre quiso ser el siervo de todos.
Apenas llegaron, Judas se acercó, le llamó Maestro, y lo besó. Jesús le preguntó a qué venía, entonces,
enseguida los guardias le prendieron. Mientras lo ataban, Jesús les dijo que habían ido a detenerle con espadas
y palos como a un bandido, y sin embargo cada día se sentaba en el templo a enseñar y no le detuvieron.
En aquel momento, los amigos de Jesús se dejaron llevar por el miedo, lo abandonaron todos y huyeron, así
Jesús quedaba totalmente sólo a merced de sus enemigos.
Los sumos sacerdotes lo juzgaron lo condenaron:
Los que detuvieron a Jesús lo llevaron a casa de Caifás, el sumo sacerdote, donde se habían reunido los
escribas y los ancianos. Pedro lo siguió de lejos hasta el palacio del sumo sacerdote, consiguió entrar dentro y
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se mezcló con los criados que se estaban calentando en la hoguera, pues quería ver en que acababa aquello.
Los sumos sacerdotes y el Sanedrín en pleno ya estaban dispuestos a condenar a Jesús, pero andaban
buscando testigos contra él para dar al juicio una apariencia de legalidad. Los muchos testigos que habían
encontrado no servían de gran cosa pues acusaban a Jesús de cosas inconsistentes y además se contradecían
entre sí. Mientras tanto Jesús callaba.
Finalmente el sumo sacerdote se puso en pie en medio de todos y le preguntó que si era el Mesías, él
respondió que sí. Así, todos le declararon reo de muerte. Entonces unos cuantos lo rodearon, le escupieron a la
cara y le dieron empujones y bofetadas.
Pedro le traiciona:
Mientras tanto, Pedro muy nervioso y asustado se estaba calentando junto al fuego con los criados intentando
disimular, pero una criada su fijó en él y les dijo a todos que ese también andaba con el de Galilea. Él lo negó
apresuradamente, pero al hablar lo estropeó más, pues los nervios y su acento le delataron. Pero le seguían
replicando, y él continuaba negándolo.
En ese momento acercaban a Jesús. En medio de los que le empujaban, Jesús se volvió y sus ojos se cruzaron
un momento con los de Pedro, éste se quedó de piedra. Y se acordó que Jesús le había advertido aquella tarde;
le dijo que antes de que cantase el gallo le habría negado.
Pero aquella mirada de Jesús no era de reproche, era de compasión y de perdón. Pedro aprovechó el revuelo
del traslado de Jesús, salió fuera y lloró amargamente.
Poncio Pilato le encuentra inocente:
Llevaron a Jesús de la casa de Caifás al Pretorio, donde vivía Poncio Pilato, gobernador romano de Judea.
Éste le preguntó por qué le traían a ese hombre, ellos le dijeron que porque animaba a la gente para que no
pagara tributos a los romanos, y porque él decía que era el Mesías.
Pilato miró incrédulo a Jesús, porque no tenía aspecto de rey, así que le preguntó a ver si era el rey de los
judíos, él le respondió que sí, pero que era un rey que daba su vida para que los hombres viviesen.
Pilato no entendió muy bien lo que había dicho Jesús, pero notó que era una buena persona, así lo hizo saber a
los sacerdotes y a la gente, les dijo que no había ninguna razón para condenarle.
Jesús llevado ante Herodes:
Como ellos insistieron acusándole de amotinar al pueblo también en Galilea, Pilato le mandó a Herodes,
gobernador de Galilea, que se encontraba en Jerusalén. Herodes se puso muy contento al ver a Jesús, tenía
curiosidad de conocerlo, pues le habían dicho que tenía poderes, y esperaba que le hiciese una demostración.
Herodes con su escolta le trató con desprecio y se burló de él, le puso por encima un vestido blanco, que era el
que se ponía a los dementes, y se lo devolvió a Pilato.
Pilato lo condenó a la cruz:
Pilato estaba convencido de la inocencia de Jesús, pero tenía miedo de los sumos sacerdotes y de las
autoridades del pueblo, y no sabía cómo hacer para soltarlo. Entonces se le ocurrió una idea; por Pascua podía
liberar a un preso, y les dio a elegir entre Barrabás, que estaba en la cárcel por asesinato, y Jesús. Pero los
enemigos de Jesús ya le habían elegido, por eso gritaron que liberase a Barrabás, y así lo hizo.
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A Jesús le mandó azotar, después trenzaron una corona de espinas, se la pusieron en la cabeza, le echaron por
encima un manto rojo y le hacían burla diciéndole salve al rey de los judíos, mientras le abofeteaban.
Después, Pilato cogió a Jesús y lo presentó a la gente, estaba sucio, y lleno de sangre por los latigazos, la
corona de espinas y las palizas que le habían dado. Se lo entregó diciéndoles que ahí tenían a su hombre, pero
que él no le encontraba ninguna culpa.
Los jefes le contestaron que tenían una ley por la que la gente que se declaraba hija de Dios tenía que morir.
Entonces la gente comenzó a decir que lo crucificaran. Pilato sabía que sin su consentimiento no lo podían
condenar, pero a pesar de no creerle culpable, al final cedió. Pero para quitarse toda responsabilidad, cogió
agua y se lavó las manos, diciendo que era inocente de la sangre de ese hombre. Y se lo entregó para que lo
crucificaran.
Lo llevaron para crucificarlo:
Los soldados le pusieron sus ropas, le hicieron cargar con la cruz y se lo llevaban a crucificar. Se pusieron en
camino hacia un lugar llamado Gólgota, una pequeña elevación de terreno fuera de las murallas de Jerusalén,
formada por rocas redondeadas en forma de calavera, donde solían crucificar a los malhechores.
Al ver que Jesús estaba muy agotado, y temiendo que no llegara vivo al lugar de la crucifixión, obligaron a un
hombre que venía del campo que llevara la cruz de Jesús, ese hombre se llamaba Simón y era de Cirene.
Cuando llegaron al lugar lo crucificaron y lo dejaron allí colgado en la cruz esperando que muriera. En la
cruz, clavaron un cartel dónde habían escrito la causa de su muerte, en el letrero ponía que era el rey de los
judíos, en latín las siglas eran INRI.
Era media mañana cuando lo crucificaron, junto con dos bandidos. Ese era un lugar por el que pasaba bastante
gente, algunos se burlaban de él, y le animaban a que se salvase él mismo. También estaban por allí los sumos
sacerdotes y los escribas que se reían diciéndole que si era el hijo de Dios bajase de la cruz.
Uno de los malhechores, crucificado al lado de él se reía y le decía que a ver si era capaz de salvarse a él y a
ellos. Pero, el otro, que sabía que Jesús no se merecía aquello, le pidió que se acordase de él cuando llegase
con su Padre, y él le respondió que ese mismo día estaría con él en el paraíso.
Murió en la cruz:
Hacia el mediodía empezó a oscurecerse el cielo del tal modo que parecía de noche. En la mitad de la tarde,
Jesús estaba ya agotado, de pronto gritó: Padre en tus manos pongo mi vida, dicho esto expiró.
El centurión que con sus soldados vigilaba el lugar, lo había estado observando, y cuando lo vio morir dijo
que realmente ese hombre era el hijo de Dios.
Su madre vio cómo moría:
Cerca de Jesús, sin poder acercarse más porque los soldados se lo impedían, había un grupo de sus amigos que
lo habían seguido desde Galilea. Entre ellos estaba María, su madre, destrozada por las torturas que había
visto sufrir a su hijo, sin merecerlas, porque no había hecho otra cosa más que ayudar a todos, su único delito
había sido amar, y allí estaba, muerto como un malhechor.
También estaban presentes unas cuantas mujeres que le habían acompañado en sus viajes, se quedaron allí, sin
entender nada.
10
Lo enterraron:
La tarde iba avanzando, y al día siguiente era sábado y no se podía hacer nada, y menos enterrar a un muerto,
por eso se dieron prisa para que el cuerpo de Jesús no quedara en la cruz tanto tiempo. Un amigo de Jesús,
llamado José y que era de Arimatea, fue a Pilato para pedirle una autorización para enterrar a Jesús, Pilato
aceptó.
Entre unos cuantos bajaron a Jesús de la cruz. Además de José, estaba también Nicodemo, aquel que había ido
a hablar con él una noche, y luego otros amigos. Envolvieron el cuerpo de Jesús con una sábana de lino y lo
enterraron en un sepulcro excavado en la roca, en forma de cueva. Después hicieron rodar una gran piedra
para tapar la entrada del sepulcro y se fueron.
Mientras caminaban en silencio de vuelta a Jerusalén, todos tenían la sensación de que ellos también habían
muerto un poco.
Se lo encontraron vivo:
Pasó el sábado y algunas de las mujeres que habían acompañado a Jesús y a sus discípulos decidieron volver
al sepulcro para limpiar bien su cuerpo y embalsamarlo, porque el viernes, cuando murió con las prisas no
habían podido hacerlo.
Compraron aromas y a la salida del sol del día siguiente al sábado, día primero de la semana se encaminaron
al sepulcro. Mientras andaban se preguntaban cómo iban a mover la gran piedra que había en la entrada ellas
solas, pero al llegar vieron que la piedra estaba corrida, se quedaron asombradas y entraron. El sepulcro estaba
completamente vacío, ellas no sabían qué pensar. Aún no habían salido de su asombro cuando se les
presentaron dos personajes vestidos con ropas brillantes que les dijeron que Jesús había resucitado.
Ellas volvieron corriendo a la ciudad, buscaron a los amigos de Jesús, a los once, y a los demás, y les contaron
lo que habían visto. Ellos que seguían muy tristes y asustados, no las creyeron, incluso pensaron que las
mujeres habían tenido algún delirio.
Pero Pedro tuvo una corazonada, y junto con algunos otros se fueron corriendo al sepulcro. Entró y lo
encontró vacío como habían dicho las mujeres. La gran sábana de lino estaba allí en el suelo, se quedó
asombrado, y empezó a recordar que Jesús ya les había hablado más de una vez de su resurrección.
Al anochecer de aquel día, estaban los once reunido en una casa, tenían las puertas bien cerradas por miedo a
los judíos, y comentaban la noticia, lo del sepulcro vacío, que habían dicho las mujeres. Ellos querían
creérselo pero no se atrevían, no sabían qué pensar.
En esto se presentó Jesús, se puso en medio de ellos y les dijo: La paz esté con vosotros, ellos se fijaron y
vieron que aún llevaba en su cuerpo las huellas de la crucifixión. Ellos se llenaron de alegría al ver que Jesús,
a pesar de que lo habían matado seguía estando vivo en medio de ellos.
Jesús les dijo de nuevo; paz a vosotros, os envío al igual que el Padre me envió a mí a repartir su amor a
todos, y no tengáis miedo a uno que ama, no lo puede matar ni la muerte, porque mi Padre lo resucita.
Así, Jesús había resucitado.
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