La mutua confianza En el mundo en el que suelo vivir los vínculos entre las personas son más bien algo temporal, pueden pasar meses sin vernos y llegas, saludas, un besito en la mejilla y ya está, todo como si nada, un hola como te va, has visto a fulanito, otro besito, chao, chao luego te veo, te llamo, estas en mi WhatsApp, obvio que nunca los volverás a contactar hasta que el destino los vuelva a poner cerca de ti. Este estilo me viene más que bien, me permite sobrellevar la existencia de esa multitud de seres que se imaginan que están unidos a mí. Con el tiempo me he vuelto un experto en eso de darle la vuelta a las relaciones temporales, me quedo con una o dos que me sirven de ancla, no me toques a mis anclas porque puedo reaccionar muy mal, en la absoluta certeza de que todas las demás se reharán en el momento que lo necesite, cuando yo quiera, cuando yo lo necesite. Es por eso que ahora escribo de la única persona que me dijo que necesita estar en "mi lista de necesarios" como le llamo. Esa persona es tan única que por eso le puedo aceptar lo que me dijo, pero también es tan única que será la única a la que permitiré hacerlo, entiéndase que nadie más espere poder decirme algo semejante. A estas alturas del relato, la mayoría seguramente pensara que la persona en cuestión es alguna de esas beldades que me rodean, tiernas criaturas siempre disponibles, cual corzas lanzándose al fuego sin precaución. Pero no es así, no sería marinero de cien puertos si dejara que un par de ojos moros ganara un fragmento de mi corazón. La persona a la que me refiero es un individuo pequeño y rechoncho, con cara de ardilla pecosa; un socio de negocios por mucho tiempo, alguien con quien siempre hice buenos tratos y buen dinero, no como para hacerme rico, pero buen dinero de cuentas derechitas y limpias. En ese entonces este tipo andaba terminando la universidad pero ya tenía emprendimientos en este medio. Saben, esta ardilla es de esos tipos temibles, no por malos, sino por sofisticados, buena educación, títulos universitarios, dominio de idiomas, casas antiguas, dinero antiguo de herencia, hombre de familia que no fuma, no bebe, no parrandea, que anda en el medio solo por los negocios. A ese ya me lo había encontrado, ya habíamos puesto un sistema para invertir y ganar, pero en esos ires y venires en que me fui del mundo, su número y su correo fueron de aquellas perdidas que los reacomodos en la vida te dejan. En los últimos meses ya lo había visto una vez, me platico de su nueva empresa, le platique de mi renuncia a la tecnología. Según yo quedamos en buenos términos, lo suficientemente buenos como para que volviera a considerarme como socio potencial. Quedamos de estar en contacto y como persona sofisticada me dio su tarjeta de presentación. Tarjeta que por supuesto perdí, la había fotografiado, pero por alguna razón mi teléfono solo conserva los datos de mi familia, de malas amistades o de mujeres de mala vida; los datos de negociantes de vida proba tienden a perderse. No me preocupe, en actitud de rock star pensé que me buscaría, que le convenía buscarme. En días pasados coincidimos nuevamente, en un hermoso lugar, playas, buena comida, grandes oportunidades de inversión. Le vi exponer su negocio, que bueno esta, pensé pero chucha que buena platita se puede obtener, platita segura de largo plazo, platita que caería muy bien cuando se viene otra responsabilidad en casa. Me le acerque y le dije, eso está muy bueno, me interesa, vamos a concretarlo, pásate mañana por donde estoy y lo hablamos. Me fui muy confiado en que había hecho lo necesario para demostrar que podíamos volver a hacer cosas juntos. Al día siguiente espere que el susodicho se apareciera en donde mi lugar. No llego, no lo podía creer, como era posible que me hiciera esto, a mí que con un chistar de dedos o una llamada telefónica se me viene quien yo quiera y hace lo que yo quiera, pero esta vez que necesito algo que si ayuda a mejorar mi vida, el maldito tipo no se aparece. Que mal día. Después lo encontré, saliendo de un restaurant, y empezamos un dialogo que no se me va a olvidar: I (yo): tu ca*"%&, te dije que ayer pasaras para concretar lo del negocio y no te apareciste, que te pasa, que no me quieres en la sociedad. A (ardilla pecosa): Muy tranquilo me dijo por supuesto que me gustaría que estuvieras, pero sabes me dijiste que pasara contigo, pero no me dijiste en donde estabas. I: Me quede ¡Cómo!, pero si este tipo está en el medio, cómo no iba a saber dónde estoy, A: No sé lo que pienses, pero tú localización no es universalmente conocida. I: Pero si tú estás en esto, seguro que con un par de llamadas sabrías donde estoy. A: Serian más de un par de llamadas y me costaría pedir favores que no quiero pagar después, además tampoco me dijiste a qué horas llegar, que tal si no estabas y te tenía que esperar. I: Eso que, hay mucha gente que me espera horas. A: ¿Horas! y si me sacan de tu lugar I: Como te van a sacar si eres conocido. A: No soy conocido, no conozco a nadie cercano ti, acaso me ves con minifalda y escote, a mi si me ven horas en tu lugar me interrogan , que hace, a quien espera, quien lo llamo, chalala, lala, lala. I: Pero si lo que estas es poniéndome pretextos. A: El de los pretextos eres tú, me dices que algo paso y que por eso te desapareciste, pero sigo sin saber cuál fue el gran acontecimiento, no creerás que soy telepata y puedo adivinarlo; lo que es cierto es que tú y yo no podemos volver a negociar hasta que vuelva a existir confianza mutua, tu sabes, en los negocios muchas cosas son a la palabra, a la confianza de que el otro va a cumplir su parte. I: Acaso me estás diciendo que no soy confiable, que soy una mala persona, cuantas veces trabajamos juntos, si desconfías firmemos contrato y se acabó el problema. A: Creo que eres una buena persona, que cumples tus compromisos cuando los tomas, pero ni los contratos hacen que las cosas sucedan sino no estás en la lista de necesarios del otro, no me salgas con que no tienes como comunicarte, si yo fuera necesario para ti encontrarías la forma de comunicarte, no estarías esperando a que yo llegue. Sabes para que las cosas funcionen siempre hay que estar en la lista de necesarios del otro, así los contratos no se necesitan. El día que consideres que ya puedo estar en tu lista de necesarios, sabes dónde encontrarme, sabes dónde está mi oficina, mi mail no ha cambiado, mi teléfono tampoco, no suelo desaparecer; ese día yo también te pongo en mi lista de necesarios y nos damos un espacio para un ejercicio de confianza mutua, si nos sale bien, pues retomamos los contactos y negociamos otra vez. Te parece. Por hoy así lo dejamos Ahora resulta que algún tipo de relaciones necesitan no solo del encanto, de lo que seas o lo que hagas, sino que también necesitan que te necesiten, que estés en una lista de seres necesarios que empalme con la que tiene el otro susodicho. Es la única persona que me ha pedido algo más que superficialidad, en el pedir está el conceder, será la única persona que reciba algo más que superficialidad, pero entiéndase que será la única. Nadie más. Después de todo nadie más te lleva platita segura a largo plazo, no es que sea interesado, pero chucha que bien se siente tenerla.