UN DELITO CADA NUEVE SEGUNDOS

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UN DELITO CADA NUEVE SEGUNDOS
En un Clima de Corrupción la Delincuencia Bate Récords en
EE.UU.
Por VICTOR ALMAGRO
EXCLUSIVO
PARIS.- En las librerías de París se puede encontrar un tomo escrito por un
periodista norteamericano, llamado Howard Withman. El libro se titula “El terror en las
calles” y constituye una feroz requisitoria contra la extensión del crimen en Estados
Unidos.
La prensa francesa se ha hecho eco de los hechos referidos, pero no ha extraído sus
conclusiones más interesantes. Tampoco las deduce el autor: se trata de un eficaz
recolector de sucesos, de un cazador de noticias típico temeroso de las ideas generales y
esclavo de la anécdota. De todos modos, la obra arroja una vivísima luz sobre los bajos
fondos de la política y la delincuencia en Estados Unidos, dos esferas que no guardan
mucha distancia entre sí; ambas participan del “estilo de vida americano”.
Un crimen cada 44 minutos
Estados Unidos, ya sabemos, es un país done se puede publicar en los diarios, sin
que nadie se asombre, una fotografía de la sala de un tribunal de Atlanta, en la que aparecen
los abogados defensores con las pistolas en las manos para impedir una agresión. Es un
país donde linchar un negro cuesta menos que cometer un exceso de velocidad con un auto,
donde los hoteles de Florida exhiben carteles en la puerta que dicen: “Prohibida la entrada a
negros, perros y judíos”. En resumen, es el país que lucha con denuedo para salvar la
“civilizada amenazada”. En este país, precisamente se comete un asesinato cada 44
minutos. Un robo cada 9 minutos, un ataque a mano armada cada 90 segundos, un asalto
cada 75 segundos. Como promedio, es cometido un delito cualquiera cada 18 segundos.
Según vemos a través de Howard Withman, también es el país de una pavorosa estadística.
A partir de la conclusión de la última guerra, se ha desatado una ola de criminalidad
sin precedentes. Solo en el radio que ocupa un 1,8 % del territorio de la ciudad de
Washington, han sido cometidos en 1949, 15 asesinatos, 271 robos, 848 asaltos y 1.366
ataques a mano armada. Los criminales operan a plena luz en el Parque Central de Nueva
York o en los suburbios de Cleveland. Un director de la “Sociedad para la Prevención del
Crimen” declara que anualmente son detenidos casi dos millones de niños y adolescentes
que han cometido delitos diversos desde el robo hasta el asesinato.
La función de la prensa, de la radio, del cine y la televisión, en esta orgía del
crimen, es indiscutible. El 30 por ciento de las columnas periodísticas son consagradas al
relato de los crímenes; la televisión, desde sus siete centrales, ha transmitido, en una sola
tarde, 91 asesinatos, 7 ataques a mano armada, 3 secuestros, 10 robos. El autor del libro ha
interrogado a un joven criminal sobre sus móviles. El joven ha contestado: “Cada uno
quiere ilustrar su nombre”. Otro ha dicho: “Nosotros queremos el mundo entero”. En
Detroit, Pittsburg y Nueva York, se han realizado manifestaciones populares para protestar
por este auge de la delincuencia.
Pero las bandas están organizadas y tienen altos protectores. La corrupción
circunda todo el aparato estatal. El general Vaughan, colaborador de Truman, se ha visto
envuelto en grandes negociados; el alcalde de Nueva York era amigo del “gangster” Frank
Costello; el presidente del partido republicano Guy Gabrielson, también es famoso por
operaciones escandalosas de corrupción. Pero el autor del libro, que no cita estos últimos
hechos, proporciona al lector una consoladora ilusión: “Hay en cada uno de nosotros un
fondo volcánico de llamados primitivos del instinto”. Los factores sociales de esta
democracia del gatillo nos permiten dudarlo.
Articulo publicado en el Diario Democracia
Edición del martes 22 de julio de 1952 (Pág. 1)
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