Como aquellas mujeres desconcertadas y despavoridas, busco hoy

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Hay noticias que cambian la vida de las personas. La noticia de la resurrección de Jesús es la
noticia que cambia la historia, que cambia el mundo y, por lo mismo, la vida de los creyentes.
Ya no somos seres para muerte, tenemos semillas de eternidad. Pero para ello hay que ser
testigos de la historia de Jesús (Hch 10,37.40) y sentirse partícipe de una vida nueva (Col 3,1),
después de haber experimentado que el Señor está vivo (Jn 20,1.8).
Como aquellas mujeres desconcertadas y despavoridas,
busco hoy tu cuerpo, Señor.
Y también yo, como las mujeres en la mañana de Pascua,
escucho: "No está aquí. Ha resucitado.
¿Por qué buscas entre los muertos al que vive?"
Aún no he aprendido la lección.
Te sigo buscando, Señor, entre los muertos,
en las tradiciones viejas, vacías de vida, vigor y pujanza...
y tú no estás ahí.
Te busco, Señor, en el aplauso y en el éxito,
en las risas superficiales y vacías…
y tú no estás ahí.
Te busco, Señor, en el pasado, en la nostalgia y en los sueños…
y tú no estás ahí.
Señor, tú estás allí donde nace el futuro,
donde surgen signos nuevos de tu presencia cálida en la historia.
Señor, tú estás donde hay un amor vivo,
hecho de ilusión y de entrega, no de rutinas y convenciones.
Señor, tú estás donde hay juventud, aunque la carne esté arrugada.
Señor, tú estás donde se lucha por crear justicia y hermandad...
Y tú, Señor, estás allí,
donde no hay rutina sino creatividad,
donde no hay aburrimiento sino ilusión,
donde no hay pesimismo sino esperanza,
donde no hay legalismos, sino amor...
porque tú eres un Dios de vivos, no de muertos.
Tú, Señor, ya no habita en las cenizas;
tu cuerpo es siempre joven,
como la carne de un niño,
como una lámpara de vida encendida para siempre,
como una esperanza puesta en pie de eternidad.
"No está aquí. Ha resucitado".
Señor, cuánto te echo de menos.
Dame la alegría de tu presencia para siempre,
de tu vida para siempre, Señor. Amén.
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