HIPÓTESIS SOBRE LA FUNDACIÓN DE ROMA 81 ”Roma estaba situada al noroeste de la región latina, sobre las alturas que acompañan el curso del Tíber, a la orilla izquierda de éste y a breve distancia del mar. Por sus pantanos, por su atmósfera, insalubre y por el suelo poco feraz, la colonización de Roma fue tardía. Solo se realizó cuando los latinos descubrieron las ventajas de su posición geográfica y por esto le dieron el nombre de Roma, de rumn, popa, que quiere decir ciudad fluvial”. “El burgo latino más septentrional de la frontera de los países estruscos y sabino, fundado hacia el año 1000 antes de nuestra era, es el que recibió más tarde el nombre de Roma. Era un grupo de siete aldeas de pastores, diseminados en medio de un espeso bosque y de pantanos fangosos, en la cima de una cadena de colinas que se extendía a lo largo del Tíber a una veintena de kilómetros de su desembocadura, y que formaron, en época muy temprana, la confederación de ‘las siete colinas’. Con su ciudadela común, de forma cuadrada, en el palatino. En la colina más próxima, llamada Velia, en el que las vírgenes “Vestales” conservaban el fuego perpetuo. Estas son las apariencias modestas bajo las que la arqueología y la lingüística nos muestran los comienzos de Roma. A la luz de la crítica científica moderna, las numerosas y pintorescas leyendas sobre los orígenes de Roma y su “fundación” por Rómulo y Remo, etc., aparecen como invenciones de los sacerdotes y fruto de ingenuas hipótesis de la ciencia antigua y particularmente de los historiadores griegos de los siglos III y II antes de nuestra era. ”Los cálculos del erudito romano Varrón, contemporáneo del César, que pretendía fijar entre 754 y 753 la fecha de la “fundación de Roma” han gozado durante mucho tiempo de la inmerecida confianza de los historiadores posteriores”. “Las aldeas que habían posteriormente de formar a Roma se hallaban situadas a orillas del Tíber, el único gran río del Lacio que los barcos del mar pudieron remontar hasta el Aventino. ”Además, al pie del Palatino pasaba la antigua “Vía Salaria”, que conducía a las salinas de la costa, y desde los tiempos más remotos se había construido en aquel lugar, sobre el Tíber, un puente de madera sobre pilotes, confiado a la custodia del colegio de los “Pontífices” (constructores de puentes, que diríamos en lenguaje moderno), que había de llegar a ser luego la principal corporación sacerdotal de Roma. Sobre el Quirinal la colina vecina, los mercaderes sabinos habían sentado sus reales, edificando en ella su propia ciudadela, en la cúspide de la roca del capitolio, que dominaba el río. Gracias a esta posición favorable, las “siete colinas” se convirtieron desde el siglo VIII y VII en el más poderoso