Revista de extensión agraria

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Valoración de resultados
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proceso de capacitación culmina cuanE do el agricultor aplica las enseñanzas recibidas y consigue mejoras para su explotación, su familia o su comunidad.
Si los agricultores no responden al estímulo de los nuevos conocimientos, con cambios
deseables, el proceso sería baldío.
Valorar la actividad de una Agencia, en términos absolutos, es algo extremadamente
complejo. Hay resultados medibles en pesetas contantes y sonantes, como puede ser el
ción hacia determinados servicios e instituciones, que desconocían o no aceptaban y que
pasan a comprender y utilizar.
Siendo los resultados —medibles o no— el
blanco al que se apunta con una amplia metodología, la valoración es el medio que tenemos los Agentes para saber si estamos
utilizando adecuadamente nuestras armas. Es
posible que nos sirva para comprobar la escasa influencia de las reuniones informativas
a la hora de promover la introducción de ganado selecto, o la gran utilidad de colocar
carteles en los campos de demostración, o
la escasa rentabilidad de las repetidas demostraciones sobre fertilización de praderas.
Cuando, a pesar de una correcta metodología, no se alcanzan los objetivos previstos,
conclusión a la que también se llega por la
valoración de resultados, antes de insistir sobre las actividades de años anteriores, conviene recapacitar. Quizá haya que reconsiderar los objetivos.
Los proyectos y planes de actividades, en
muchos casos, no se hicieron con la tranqui-
La reacción de los agricultores resulta una valoración
estimable.
tratamiento realizado contra el noctuido de la
alcachofa en 800 Ha. de Amposta, que representó un beneficio de 13.000.000 de pesetas,
o el incremento de la producción en más de
15.000 pesetas por hectárea alcanzado en ViIlalpando, al sustituir trigo por alfalfa. Del
mismo modo puede valorarse el incremento
de producción atribuible a la fertilización correcta, a la semilla selecta, al tratamiento colectivo, a la escarda química, a la venta conjunta, etc.
Por el contrario, no puede cuantificarse el
que se haya instalado en el pueblo una sala
de cine o una biblioteca, que se haya organizado una caja rural o simplemente el cambio de actitud experimentado por la pobla-
El grado de participación también es una buena pauta.
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Los tratamientos fitosanitarios en la actualidad se pueden
considerar como una
tarea integrada en
los cultivos.
lidad precisa. Es posible que la urgencia de
su preparación, el estar demasiado preocupados por la sistemática de su confección, etc.,
haya en algún caso llevado a olvidar factores
tan esenciales como la actitud de la población, sus deseos reales, etc., decidiendo actuar sobre problemas, aunque reales, no sentidos. Por otra parte, el cambio de situaciones implica cambio de objetivos.
Algo que también puede pasarse por alto
es la existencia de personas o instituciones
que pueden considerar en conflicto sus intereses con el cambio que se busca. Más de
una vez nos hemos visto defraudados cuando
creíamos que los asistentes a algunas de
nuestras actividades habían aceptado la idea
que le recomendábamos para después, inexplicablemente, dar marcha atrás.
Las causas eran variadas y hasta curiosas.
Podía ser el dueño de los molinos, que no
veía con buenos ojos la sustitución del trigo
por los forrajes; el vendedor de piensos, crie
temía que, al mezclar tortas de oleaginos-s
con el maíz, disminuyeran sus ventas; el propietario de la trilladora, alarmado por la superficie de trigo, o incluso algún prejuicio de
índole moral, hacia lo que se propugnaba. Como anécdota, recuerdo aquí a la buena señora Concha, que encajaba muy mal la posibilidad de que su hija llegase a ir al cine, espectáculo al que jamás había asistido, del que
sólo sabía se desarrollaba a oscuras y que
consideraba obra de Satanás. Perdió sus pre144
juicios, gracias a que las primeras películas
a las que asistió, en excursiones parroquiales, fueron «Nuestra Señora de Fátima» y creo
que «Fabiola».
Y es que, a veces, no existen realmente tales conflictos. Quizá lo que debiera haberse
hecho era informar al molinero de las posibilidades que tendría contando con molino para piensos y mezcladoras, o al propietario de
la trilladora, del campo que se le abre dedicándose a la mecanización de los cultivos
forrajeros, o al vendedor de piensos, de la
cantidad de torta de algodón que podría
vender.
Por supuesto que no siempre pueden eludirse estos obstáculos, ya que, ciertamente,
surgen con frecuencia intereses encontrados,
pero, en todo caso, interesa pararse a buscarlos, hasta identificarlos, y obrar en consecuencia.
La valoración de resultados es el «termómetro» de nuestra eficacia, que puede animarnos a seguir por el camino emprendido o, por
el contrario, aconsejarnos la reconsideración
de nuestros métodos de trabajo, e incluso de
los objetivos a alcanzar. Satisface, además,
esa inquietud que el Agente siente por conocer hasta qué punto es útil a la sociedad,
contribuyendo a su desarrollo, cuestión ésta
que no estaría por demás nos planteásemos
todas las personas, sea cual fuere nuestro
cargo o profesión.
José Antonio Rodríguez Fraguas
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