Jaca, primera capital del Reino de Aragón

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ElJaca, primera capital del reino de Aragón
DOMINGO J. BUESA CONDE
Jaca hasta la conquista de Huesca
Los reyes carolingios plantean la sistemática ocupación de estas
tierras pirenaicas con una sola finalidad: conquistar la rebelde
ciudad de Zaragoza que no ha querido rendirse al ejército del
gran Carlomagno el año 778, a pesar de haberle hecho venir para
que los defendiera del acoso de los musulmanes cordobeses.
Con este complicado entramado de traiciones y de pactos, los
carolingios van creando focos donde colocan un pequeño ejército, al mando de uno de sus condes, y un grupo de monjes que
ponen en marcha los cultivos de la tierra y crean los poblados.
La apuesta por establecerse frente a Huesca, al sur de Sobrarbe, les falla y deciden probar fortuna en un valle apartado que tiene la gran ventaja de mantener una antigua vía
romana –uniendo el valle del Ebro con el Bearne– que los emperadores mantuvieron
en uso. Ese es el origen del condado de Hecho, fundado en la primavera del año 833
por el conde Galindo I que ya tiene experiencia en estas operaciones, primero por familia y luego por otros encargos militares que ha vivido en las tierras ribagorzanas.
Mientras él se hace cargo del control militar, el monasterio de San Pedro de Siresa se
ocupa de vertebrar la población del valle y de ordenar los recursos. Pero sobre todo
funciona como un santuario carolingio, llegando a ser un caso excepcional al tener
cien monjes y poseer una extraordinaria biblioteca, tal como nos cuenta san Eulogio
de Córdoba que lo visitó el año 848.
Esta familia condal se asienta en estos parajes y comienza a conquistar los territorios
cercanos, hasta que al desaparecer los reyes carolingios adquieren un estatuto de independencia que los consolida como condes de Aragón. Ese es el momento en el que
Galindo II decide salir de sus fronteras y extenderse hacia el este, llegando al río Gállego y a la fortaleza de Senegüé, que conquista a los musulmanes. Si cerca de allí
funda el monasterio de San Martín de Cercito, en su avance hacia el sur del Aragón
fundará el de San Julián y Santa Basilisa, ubicado en la misma cueva sagrada en la que
se acabará instituyendo el monasterio de San Juan de la Peña.
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Pero la marcha del poderoso ejército condal, que avanza seguro de que sus vinculaciones familiares con los musulmanes de
Huesca no le crearían problemas, se detiene
especialmente ante una meseta del valle del
Aragón. Allí pervive una muralla de grandes
piedras delimitando un espacio urbano, el
único que había existido por estas tierras y
el único que había sido romano. Por esa
razón, los condes aragoneses entienden que
es necesario apostar por el control de esa
vieja muralla, más como símbolo político
de poder que como elemento de valor militar. Y en ese intento de conectar con lo romano, de lograr que los habitantes de estos
El monasterio de San Pedro de Siresa,
pagos pudieran entender que los condes del
a principios del s. XX
valle de Echo son también herederos del legendario poder de Roma, se acomete la ocupación de la meseta de la vieja ciudad ibera
de Iaka.
Entre el año 913 y el 921, el conde Galindo II decide convertir la vieja fortaleza en un
dominio personal de su familia, incorporando a ella la explotación de los campos de
la llanura y fijando un núcleo de servicio que vive permanentemente en el interior de
esos viejos muros. Pero la operación no se queda sólo en la fortaleza, se establece un
monasterio en la zona norte de la meseta, donde estaba la vieja necrópolis, y se consolida con ello la acción repobladora encargada a los monjes de Siresa, que dan al
nuevo monasterio el nombre de San Pedro de Iaka.
Durante un siglo, este monasterio mantiene vivo el proceso de evangelización mientras controla el ir y venir por los caminos que conectan la llanura con el valle de Canfranc y sus pasos pirenaicos. A su vera hay un pequeño recinto de empalizadas que se
configura en torno a una pequeña torre en la que se desarrolla el culto y en la que
deben custodiarse sus escasos bienes litúrgicos. Y además, de acuerdo con esa pasión
por enterrarse junto a los espacios monásticos, buscando el valor liberador de la oración que los monjes derraman en el espacio, van surgiendo nuevos enterramientos.
Un siglo después, en el año 1035, cuando el rey Ramiro I es elevado a la categoría de
rey de Aragón por disposición testamentaria de su padre Sancho el Mayor, hay que
volver a potenciar el protagonismo de esta llanura y de sus viejos enclaves. Sobre todo,
si los clérigos le recuerdan que aquí está la única ciudad antigua de todo el territorio
y que como tal tiene el valor de haber sido un municipio romano. Eso es lo que hace
Ramiro I para manifestar que se siente heredero del poder de Roma y de su dinastía
pamplonesa, establecer en Jaca una villa real en la que su familia pasará muchas temporadas y cerca de la cual levantará una nueva iglesia para ese viejo monasterio que se
moderniza y se va a convertir en un monasterio real.
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Comarca de La Jacetania
Estamos en el año 1063 y en los alrededores de la vieja ciudad ibero-romana se
están estableciendo grupos de gentes que
atienden las necesidades de la corte, entre
los cuales ya hay mercaderes judíos que
compran tiendas en la fortaleza de Jaca.
En ese momento, algunos ya han ido levantando sus pobres viviendas en ese camino que –desde el siglo X– une la zona
monástica con la residencia real, en lo que
antaño se llamó calle de la Zapatería y hoy
calle Bellido.
El Libro de la Cadena de Jaca, recopilación de fueros y
privilegios de la ciudad
También hay pequeñas edificaciones frente a las murallas de la villa real, en las que
viven agricultores y artesanos, y han nacido algunos barrios, como el de Santiago, originado en torno a una pequeña iglesia románica, reformada en el año 1088 por voluntad del obispo Pedro de Jaca para atender a la importancia que había cobrado este
barrio de artesanos y comerciantes. Este es el panorama que presenta la meseta de Jaca
en 1064, cuando accede al trono el rey Sancho Ramírez. Por eso, es fácil comprender
que decidiera convertir todos estos conjuntos dispersos en una ciudad, bien situada en
los caminos que comunican Oriente con Occidente, bien provista de agua y además
muy fácil de crear, pues todas las tierras eran propiedad de su familia.
Jaca protagoniza la vida administrativa del naciente estado de los Aragones, adquiriendo un valor de referencia que la llevará a convertirse en escenario de bodas y acontecimientos reales, entre los que adquiere gran importancia el hecho de que los jacetanos fueran los que eligieron rey a Ramiro II el Monje, mientras las demás tierras del
reino estaban asustadas con la situación. Pero Jaca se convertirá también en el referente de lo que será la organización de la convivencia en las ciudades medievales, a través de ese moderno y pionero Fuero que será exportado a tantas poblaciones y que
provocará que lejanas ciudades pidan aclaraciones a los concejos de Jaca sobre lo que
debe interpretarse de sus mandatos.
La ciudad se completa con la creación en su catedral (uno de los grandes edificios del
románico europeo), de un obispado en el que se coloca como titular a un infante real,
el obispo García, que pasará de ser amado por su hermano el rey Sancho Ramírez a
ser maldito por su familia, todo por que el obispo decidió apostar por los clérigos que
consideraban que el rey estaba intentando cambiar al mundo aragonés con excesiva rapidez.
El nuevo obispo de Jaca, heredero del obispo que desde el siglo X funcionaba en el
monasterio episcopal de Adrián de Sasabe, morirá en malas circunstancias y su muerte permitirá que el futuro rey Pedro I, su sobrino, tenga al llegar al trono las manos
limpias para considerar que en el mismo momento en el que se conquistara Huesca se
fuera el obispo a ella. Y así ocurrió el año 1096, el mismo año en el que Jaca se quedó
sin obispo y dejó de ser la capital aragonesa.
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Organización de la ciudad
Los primeros años de andadura del reino aragonés han supuesto la recuperación de la
meseta de Jaca con todos sus enclaves y caminos, una recuperación que trajo aparejada la continuada presencia de la corte y de la familia real en el viejo recinto ibero romano. Incluso podemos pensar que el propio monarca Sancho Ramírez, el segundo
rey de Aragón, hubiera podido nacer en esta villa agrícola y en estos espacios a los que
demostró siempre especial querencia.
Y fue Sancho Ramírez el que, en el año 1077, concedió el Fuero de Jaca, asegurando con él muchas ventajas a todos los comerciantes extranjeros que vinieran a establecerse aquí, como escribió: “Sepan todos los hombres que están hasta Oriente, Occidente, Septentrión y Meridional, que yo quiero constituir una ciudad en mi villa que es llamada
Jaca”. Con esa sencilla y pionera acción legislativa, el rey había creado una ciudad
para ser la capital de su reino y el escenario ciudadano para los actos de la familia
real de los Ramírez. Partía de tres núcleos –el de la fortaleza real, el del monasterio de San Pedro y el de los artesanos de Santiago– y sólo tenía que ordenar el espacio de campos que tiene libres al sur del viejo camino que une las villas real y
episcopal.
La decisión que toma es copiar el modelo romano de ciudad con dos grandes calles que se cruzan: el cardo que irá por las actuales Zocotín y Ramón y Cajal y el decumano que irá desde este a oeste formando la Carrera Mayor, que ya se documenta en 1156 y que constituye una vía de salida desde el castro real hacia el camino de
Pamplona. En medio de todo este sistema de urbanización se ubicará el nuevo palacio real que ardió en el incendio de 1395 y estuvo donde la gótica Torre de la Cárcel. Con ello se plantea la construcción de nuevos edificios representativos del
poder, pues al palacio se une una nueva iglesia que es la catedral y que está llamada a ser el escenario de todas las ceremonias de la familia real, además de la sede
del nuevo Obispo de Jaca que se instituye en 1077.
Dinero jaqués de Sancho Ramírez hallado en el
“solar de los Escolapios” de Jaca
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Comarca de La Jacetania
Las calles se cortan en ángulo recto y
permiten una urbanización fácil, en la
que se combina la vivienda a la calle y un
huerto en la trasera del edificio, un espacio en el que además pueden atenderse
aspectos de una ganadería de uso familiar. En los casos en los que estos espacios abiertos den al límite de la ciudad,
los dueños tendrán la obligación de contribuir al cierre de los mismos colaborando en la construcción de una muralla,
según ordena el Fuero de Jaca, “como
mejor pueda”.
El dejar la construcción del perímetro
murado en manos de los particulares
nos indica que no hay una preocupación
especial por la seguridad de Jaca, lo cual
es lógico si pensamos que la familia real
aragonesa gobierna las tierras del sur de
Francia y el reino de Pamplona. Será
justo en el siglo XII, y sobre todo a partir de la separación de los pamploneses,
que asaltan y queman los arrabales de
Jaca en 1137 y 1141, cuando la monarquía decida acabar de construir y unificar una poderosa muralla que pervivirá
Lado occidental de la muralla de Jaca: Puerta de San
hasta el año 1914 (cuando el AyuntaFrancisco y Torreón de la Moneda, antes
de su derribo en 1915
miento logra una ley que les permite derribarla y celebrarlo con un acto al cual
excusó lógicamente su asistencia el propio Alfonso XIII). Para construir la muralla colaboran todos, las gentes con su trabajo, el cabildo con dinero y el rey Ramiro II donando –en 1135– a los jacetanos la “mitad de aquellos mis baños con la mitad del huerto” siempre que ellos decidan “cerrar la villa”.
En la nueva planificación, los reyes aragoneses procuran intervenir en la urbanización de los espacios vacíos del interior. Cuestión que preocupó a Ramiro II cuando concedió a la catedral de Roda de Isábena un amplio solar en la zona donde se
ubicaba la pequeña fortaleza del Castellar “para hacer grandes y óptimas casas” que
configuraran este barrio estratégico que cerraba el sur de la ciudad. Unos años
antes, su hermano Pedro I se interesó por ubicar las viviendas de la judería al exterior de la vieja ciudad romana y ocupando el espacio que va hasta el barrio de
Santiago, en la zona de la laguna que ellos convertirán en plaza de la judería. Un
núcleo que en 1405 tenía más de ochenta casas en las que habitaban unas cuatrocientas personas.
De esta manera se va consolidando la trama urbana en el interior de esa ciudad, que
ha adquirido unas dimensiones muy importantes al tener que englobar desde la vieja
fortaleza ibera al oeste; el monasterio condal en el norte, y el barrio de Santiago en
el sur. Pero además, ha sido necesario asumir los caminos que funcionaban desde
antaño y los que se están poniendo en uso, en especial los que surcaban la meseta
de Jaca y que ahora –a finales del siglo XI– están incrementados con los itinerarios
que siguen los peregrinos jacobeos que entran en Jaca para rezar en la iglesia de Santiago, para admirar la gran catedral románica que se está levantando, o para atender
sus necesidades materiales en hospitales, alberguerías y tiendas de artesanos como
los de la Zapatería. Peregrinos a Santiago entre los que estaban san Francisco de
Asís, el rey Luis VII de Francia o el monarca Eduardo III de Inglaterra.
El Camino que recibe el nombre del eremitorio de San Marcos lleva al peregrino a
las puertas de Jaca, en cuyas inmediaciones se han levantando casas de huéspedes,
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tiendas y tabernas, que configuran el arrabal del Burnao, o Burgo novo, un barrio
nuevo en el que vivirá una numerosa población hasta el siglo XVI, cuando el plan
de defensa contra las invasiones francesas lleve a la monarquía de los Austria a derribarlo y a convertir su territorio en la fortaleza o Castillo de San Pedro. Este viejo
camino de San Marcos entraba en la ciudad y daba lugar a las actuales calles del
Obispo y del Carmen.
Con todas estas actuaciones, a finales del siglo XII ya está perfectamente definido el
perímetro urbano con sus murallas y sus 23 torres, así como la trama urbana que va
consolidando como nueva vía central la que muy pronto se llamará Carrera Mayor y
en la que se acabará abriendo la casa del Concejo en la Baja Edad Media. Pedro II, en
el año 1197, considera que es conveniente asegurar esa vocación comercial que hizo
nacer a Jaca y concede a sus habitantes la “facultad de celebrar mercado en dicha villa
todas las semanas en el día de martes, y que todos los que acudan a él vengan salvos
y seguros bajo nuestra salvaguardia y protección”.
Ese mercado se celebra en el espacio de las grandes celebraciones que se abre ante la
catedral románica, concluida en 1139, en los soportales que servirán de escenario a la
actividad mercantil y junto a ese pórtico meridional del templo que acabará teniendo
un vaciado de la vara jaquesa, para que todos los compradores y vendedores puedan
probar la exactitud de la medida básica del sistema jaqués.
Bibliografía
— DOMINGO J. BUESA CONDE (2002): Jaca. Historia de una ciudad. Ayuntamiento de Jaca.
— DOMINGO J. BUESA CONDE (2001): Guía de Jaca. Edilesa, Burgos.
— DOMINGO J. BUESA CONDE (2000): “Orígenes del Condado de Aragón”, en Aragón, reino y corona.
DGA-IberCaja, Zaragoza.
— DOMINGO J. BUESA CONDE (2000): “El Reino de Aragón, 1035-1137”, en Aragón, reino y corona.
DGA-IberCaja, Zaragoza.
— DOMINGO J. BUESA CONDE (2000): Historia del Alto Aragón. Pirineos, Huesca.
— DOMINGO J. BUESA CONDE (1998): Jaca monumental. Everest, León.
— DOMINGO J. BUESA CONDE (1996): Sancho Ramírez (1064-1094), rey de aragoneses y pamploneses. IberCaja, Zaragoza.
— DOMINGO J. BUESA CONDE (1995): “La calle como espacio urbano. Teoría y Utopía en Jaca a finales del XIX (1882)” en Homenaje a Don Antonio Durán Gudiol, Instituto de Estudios Altoaragoneses,
Huesca.
— DOMINGO J. BUESA CONDE (1992): “La Universalidad de Jaca”,en el libro Pabellón de Aragón. Exposición Universal, Sevilla 1992. DGA, Zaragoza.
— DOMINGO J. BUESA CONDE (1987): La Torre del Reloj de Jaca. DGA, Zaragoza.
— DOMINGO J. BUESA CONDE (1986): “El archivo diocesano de Jaca. Inventario de sus fondos”, en
Revista Aragonia Sacra, I. Zaragoza.
— DOMINGO J. BUESA CONDE (1982): Jaca, dos mil años de historia. Ministerio de Cultura-Casino de
Jaca, Jaca.
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