− EL ISLAM − INDICE: − SUMISIÓN A DIOS

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− EL ISLAM −
INDICE:
− SUMISIÓN A DIOS
− MAHOMA, EL ENVIADO DE DIOS
− LOS SUCESORES DE MAHOMA
− EL CORÁN, EL LIBRO SAGRADO
− LOS CINCO PILARES DEL ISLAM
SUMISIÓN A DIOS.
Arabia era a principios del s. VI, una tierra repartida entre tribus beduinas enemistadas, que vivían bajo la
sombra de los imperios bizantino cristiano y persa zoroasrtriano. Todo esto cambió sin embargo gracias a un
hombre llamado Mahoma, un mercader de la Meca. En lo que es actualmente Arabia Saudí, Mahoma recibió
revelaciones divinas, que van a transformar, no solo la religión, sino gran parte del mundo conocido. Estas
revelaciones, mas tarde reunidas en unas escrituras conocidas como el Corán, formaron la base de una religión
llamada Islam [" sumisión a Dios"]. Una fe que regula todos los aspectos de la vida de las personas, Desde los
hábitos alimenticios y el vestido hasta la educación y la economía.
Treinta años después de que se fundara el Islam, los musulmanes, los que se someten a la voluntad de Dios o
Alá, se expandieron fuera de su tierra natal, Arabia, para establecer un poderoso imperio Islámico.
Actualmente se calcula que hay unos 860 millones de musulmanes en todo el mundo. Son prácticamente
mayoría en países de Oriente Medio, el Norte de África, Asia Central e Indonesia, y forman también
considerables minorías en Occidente y otros países del mundo.
El temprano éxito del Islam trajo consigo inevitablemente un conflicto con la cristiandad, inicialmente en
algunas partes del Imperio Bizantino, y más tarde en la Edad Media, con los ejércitos cruzados del oeste de
Europa. Hoy en día, mil años después, el Islam centrado en Dios, más poderoso que nunca está desafiando a
occidente y a sus modernas tradiciones y democracia y capitalismo, así como sus valores sociales liberales. Es
más, desde mediados de los sesenta el Islam se ha convertido en una importante presencia en la sociedad
occidental, desde EE.UU. a Inglaterra, Francia y Alemania. La creencia en un solo dios, Alá, es la piedra
angular del Islam. En verdad el primer principio del Islam fue mantener la unidad de Dios. Los musulmanes
contemplan su libro sagrado, el Corán, como la palabra final e inmutable de Alá. Sin embargo también creen
en la Torá judía y los Salmos y Evangelios cristianos tienen su importancia.
Así pues los musulmanes creen en dieciocho profetas judíos del Antiguo Testamento y en Juan Bautista y en
Jesús. Sin embargo no comparten la creencia cristiana de que Jesús es el hijo de Dios. Existe también una
creencia en varios tipos de ángeles, que se sitúan por debajo de los profetas y por encima de la humanidad.
Entre sus deberes están los de guardar las puertas del infierno y el de llevar el recuento de los pensamientos y
acciones de cada individuo mientras está en la Tierra. También hay ángeles caídos, cuyo jefe es Satán,
llamado Shaitan o Iblis. Mientras que el Islam insiste en que Dios es el creador de todo, los individuos son sin
embargo libres y serán juzgados por sus hechos.
MAHOMA, EL ENVIADO DE DIOS.
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Mahoma nació en la Meca, hacia el año 570, la fecha tradicional, y falleció, según suele aceptarse, el 8 de
junio de 632. Su padre, Abd Allah, murió cuando Mahoma era un niño; Aminah, su madre, dejó esta vida
cuando su hijo contaba unos seis años. Le criaron sus parientes más allegados. Posteriormente, entró al
servicio de Jadichah, viuda joven y rica, aunque bastante mayor que él, con la cual se casó y tuvo varios hijos
de ambos sexos.
Mahoma se dedicó al comercio y viajó con las caravanas. Entre los treinta y los cuarenta años, su carácter
cambió: permanecía con frecuencia en las cuevas del monte Hirah, próximo a la Meca, en una de las cuales
tuvo una visión. Un ser divino se le apareció, le enseñó un libro y le animó a emprender una predicación.
Jadichah y varias personas de su confianza, creyeron en él, pero los hombres de prestigio le hicieron objeto de
sus burlas.
Durante más o menos una década, Mahoma sufrió alternativas de fortuna, en su mayoría poco esperanzadoras.
Quiso la suerte, o la diplomacia, que Mahoma pactara con la cuidad de Yatrib una alianza, por la que la
ciudad se comprometía a proteger a los musulmanes incluso con las armas. La emigración o hégira del Profeta
y sus compañeros de la Meca a Yatrib ocurrió el 24 de septiembre de 622, fecha que sirve de punto de partida
para la era islámica.
Rotos los lazos de sangre, puesto que abandonó a su tribu y familiares por otro lugar, se reemplazaron por los
religiosos, y así nació la comunidad musulmana. La sumisión de la mayoría de las tribus y las embajadas
conciliadoras de núcleos judíos y cristianos, hicieron de Arabia un país musulmán, al menos en teoría.
En el año 10 se celebró la peregrinación del Islam, Mahoma cumplió las ceremonias y posturas rituales en los
lugares sagrados islámicos, de manera que sería el modelo de las generaciones futuras. El discurso que
pronunció en aquella ocasión fue como una despedida pues, meses después, enfermaba de fiebre y moría el 8
de junio de 632 o, según la era musulmana, el 13 de rabí primero del año 11 de la égira.
Mahoma fue monógamo mientras vivió Jadichah, después se casó con Sawda, otra viuda, y más tarde, en el
instante de su muerte, tenía cuatro esposas legítimas. Las esposas de Mahoma son las madres de los creyentes
y modelo de las mujeres islámicas.
LOS SUCESORES DE MAHOMA.
Mahoma era el último de los profetas y quien le sucediera no debía tener categoría religiosa, sino la de
administrador exclusivo de los territorios conquistados a modo de vicario (califa) de Mahoma.
Abu Bakr fue el primer califa y reinó solo dos años. A su muerte designó como sucesor a Omar el cual se
convirtió en el prototipo de gobernante musulmán y el cual moría diez años más tarde asesinado por un
esclavo. Con Omar como califa, la expansión islámica llegó hasta Egipto por el oeste y hasta Irán por el este.
Fue el primero en llamarse a si mismo "comandante de los fieles". Su muerte fue seguida de un periodo
azaroso bajo el reinado de su sucesor, Uman, clan de los omeyas, que había sido elegido por seis de los
compañeros de Mahoma. Uman era muy poco apreciado y la decisión de escribir un autoritario texto coránico
resultó ser controvertida. Fue asesinado en su casa de Medina por miembros de las guarniciones egipcias e
iraníes establecidas en la ciudad. Este acto de rebelación propició la violencia civil y condujo a la división
entre shíes y suníes. Los suníes, seguidores de la tradición, son a menudo llamados musulmanes ortodoxos y
son la gran mayoría de los musulmanes del mundo. Los shiíes, seguidores del partido de Alí ( yerno de
Mahoma y esposo de Fátima, hija de este ), son sectarios que se separaron de la corriente principal poco
después de que el islamismo fuese fundado. Los shiíes mantienen que solo los descendientes de Alí pueden
ser los auténticos imanes o cabezas religiosas de la comunidad musulmana.
Alí sucedió a Utman como califa, encontrándose siempre con una continua oposición. Se pensaba que había
tenido algo que ver en el asesinato de Utman. Fue atacado por el gobernador de Siria , Muamiya, un omeya
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que también pensaba que este había usurpado el califato. Aunque Alí ganó el encuentro con Muamiya,
sometió a arbitrato su pretensión al califato. Furiosos ante tanta indecisión, muchos de sus seguidores le
retiraron su mandato para formar una de las sectas religiosas más fundamentalistas conocida como los
jarichíes y fue uno de sus miembros el que asesinó a Alí en 661. Muamiya se convirtió en califa y estableció
la dinastía omeya con la que la historia musulmana vivió un periodo muy dinámico. Las fuerzas omeyas se
prepararon el camino al éxito derrotando a los ejércitos de los poderosos imperios Persa y Bizoncio.
La expansión del Islam hacia el este fue igual de espectacular, las tropas musulmanas marcharon a través de
los bastos terrenos de Asia Central hasta la India y la frontera con China. A menos de cien años de la muerte
de Mahoma el Islam se había extendido como el fuego por gran parte del mundo conocido. Los ejércitos
musulmanes que consiguieron tan asombrosa expansión se componían principalmente de árabes aunque más
tarde, persas, beréberes y turcos se unieron a ellos en gran número. Aún cuando los omeyas recurrieron a
cualquier medio para mantenerse en el poder, les resultó imposible legitimar la autoridad ante los shiíes, que
los contemplaban como usurpadores. Al faltarles la legitimidad en el corazón de las tierras del Islam, fueron
incapaces de imponer su voluntad en los territorios conquistados. Los omeyas se preocuparon por crear una
cohesión en un imperio étnica, política y religiosamente variado. Un modo de conseguir esto pudo haber sido
islamizar los territorios conquistados, sin embargo los omeyas no trataron de convertir a nadie, y los judíos y
cristianos podían practicar su propia fe siempre que pagaran los impuestos.
Apoyados por los shiíes, la dinastía abasí asestó el golpe que acabó con el reinado de los omeyas en Damasco.
En 750 asesinaron al último califa omeya y luego persiguieron a los seguidores de éste por el norte de África,
algunos de los cuales habían ido a refugiarse en la Península Ibérica. Entre ellos estaba Abderramán I, que
llegó a ser el fundador del estado árabe español. La dinastía abasí reinó durante medio milenio. Su gran logro
fue la fusión de la cultura arábiga con la civilización persa y el califato se trasladó de Damasco a Bagdad. Los
abasíes se dieron cuenta muy pronto de que intentar gobernar los diferentes pueblos de un vasto imperio por
medio de delegados árabes estaba destinado al fracaso, así que designaron gobernadores provinciales que
procedían de los territorios a gobernar. Esto trajo como consecuencia que muchos de los reinos se
independizaran en diferentes partes del imperio.
A principios del siglo XI, el políticamente imponente califato abasí de Bagdad experimentó una inyección de
sangre nueva. Los nuevos impulsadores fueron los Selyúcidas, una rama de los nómadas turcos que habían
estado previamente al servicio de los califas abasíes. El éxito selyúcida condujo a un choque con la Europa
cristiana y el resultado fueron la cruzadas que comenzaron en 1066 y continuaron durante casi dos siglos.
Aunque los musulmanes sufrieron derrotas y cedieron territorios, al final volvieron a recuperar casi todas las
tierras. Además volvieron a florecer las artes y el Islam se extendió hacia nuevos territorios en Asia Central e
Indonesia por el sudeste. Pero el poder selyúcida comenzó a debilitarse en la segunda mitad del siglo XII,
cuando el avance mongol comenzó a amenazarles. El Islam también comenzó a encontrar serias dificultades
en otras partes, sobre todo en España, donde la reconquista comenzaba a ganar ímpetu y en 1492 con la fusión
de los reinos de Aragón y Castilla el último bastián musulmán cayó ante los ejércitos cristianos españoles. En
adelante la historia del islamismo dependió por completo de los éxitos y los fracasos de las armas turcas. Los
musulmanes quedaron paralizados, en cuanto a ímpetu creador, en todos los aspectos de la vida y su labor se
redujo a la propagación pacífica de su credo, sobre todo entre los pueblos africanos.
EL CORÁN: el libro sagrado de los musulmanes.
El nombre del Corán deriva de la palabra árabe "qurán", que se traduce bien como lectura o bien como
predicación. Es para los pueblos islámicos lo que el Antiguo Testamento para los judíos y la Biblia para los
cristianos. A la muerte de Mahoma, la predicación que había sido objeto de su vida se conservaba tanto por
escrito como oralmente. La parte escrita se debía a las anotaciones de Zayd, servidor del profeta; la oral
dependía de las sentencias y decisiones que sus compañeros habían oído de sus labios. Abu Bakr, el primer
califa, reunió por escrito todas las revelaciones pero Utmán, el tercer califa, ordenó que la colección se
redactara de nuevo. A él, pues, se debe la forma actual del libro sagrado. El Corán consta, en cuanto a la
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forma, de 114 surat (o capítulos) de extensión desigual. La primera surat es una breve oración, y las restantes
están dispuestas según su extensión, de mayor a menor. Cada surat se compone de versículos.
El Corán abarca las revelaciones que Allah creyó oportuno hacer a Mahoma por medio del ángel Gabriel. En
ella se ordena a los hombres a creer en el Dios único y su enviado, en los placeres del paraíso y las penas del
infierno, en el día del Juicio final, la predestinación del hombre, la creación del mundo y de los seres
humanos, los buenos y malos espíritus etc. Junto a estas doctrinas, hay reglas para ordenar la vida privada y
pública de las gentes a las cuales se destina la revelación, mezcladas con leyendas sobre personajes judíos,
cristianos y árabes y con prescripciones para combatir a los brujos, a los envidiosos, el mal de ojo, etc.
El Corán es un libro de difícil lectura en el idioma original e incluso en las traducciones; sin embargo los
fieles ven en el Corán el modelo de la lengua perfecta e incluso consideran reprobable en alto grado su
traducción a idiomas extranjeros.
LOS CINCO PILARES DEL ISLAM.
Para los musulmanes hay cinco reglas principales, conocidas como pilares del Islam.
La primera es una profesión de fe (sahadah) acerca de la unidad de Dios (Alá): " No hay más Dios que Alá y
Mahoma es su profeta". Representa la manifestación pública de la adhesión al Islam y se tiene que pronunciar
al menos una vez en la vida, en el momento en que el fiel se considera capacitado para el desempeño
consiente de sus obligaciones religiosas. El musulmán acostumbra a recitarla en las ocasiones más
importantes de su existencia, cuando nace un hijo o en el instante de la muerte.
Los musulmanes tienen que poner en práctica el segundo pilar, la oración obligatoria (salah), cinco veces al
día: al amanecer, al mediodía, a media tarde, al anochecer y por la noche. Los musulmanes van a la oración en
común a la mezquita los viernes, precedida de las abluciones para asegurar la pureza del cuerpo. Se puede
ejecutar en cualquier lugar − salvo en los cementerios y en los mataderos −, sobre una alfombra especial y con
el rostro orientado hacia la Meca. Antes de consagrarse al rezo, es necesario que el musulmán disfrute de la
pureza ritual, que consiste en lavarse el rostro, las manos y el antebrazo, y en pasarse la mano mojada por la
cabeza antes de lavarse los pies.
El tercer pilar, dar limosna a los pobres, se contempla también como un acto de culto. Es de dos clases: legal
(zakat), en la que las limosnas se establecen como una cuarta parte de los ingresos de una persona; y
voluntaria (sadaqah), cuya expresión más importante y quizá más antigua consiste en la fundación de centros
de beneficencia − hospitales, albergues... − o monumentos públicos que se ponen a disposición de toda la
comunidad musulmana.
El cuarto pilar es el ayuno, que se celebra durante el mes de Ramadán, el noveno mes del año islámico. Todos
los musulmanes adultos (mayores de 10 años) que gocen de buena salud, excluyendo a las mujeres
embarazadas, ayunan desde el amanecer hasta el anochecer durante veintinueve o treinta días, dependiendo de
la duración del mes lunar. Está prohibido el consumo de todas las sustancias alimenticias, el tabaco, los
perfumes, las medicinas y las relaciones sexuales. Por la noche, se retiran todas estas prohibiciones. El
Ramadán termina con el Eid ul Fitr, el festival de rompimiento del ayuno, el 1 de shamal, el décimo mes del
año musulmán. Es una ocasión festiva; se reparten regalos, se visita a la familia y a los amigos, y se dicen
oraciones especiales en la mezquita.
El quinto y último pilar es la peregrinación (Hachch) a los lugares santos del Islam: La Meca y Medina. Todos
los musulmanes deben hacerlo al menos una vez en la vida. Se trata de una prescripción impuesta por Allah y
conservada por el Corán. Se libran de este mandamiento los locos, los esclavos y las mujeres que carecen de
marido o pariente allegado que las acompañe. El peregrino (hachchí), antes de iniciar el viaje, debe hallarse en
perfecto estado de pureza ritual. Están vedadas durante la peregrinación las relaciones sexuales, así como
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verter sangre, cazar, arrancar plantas y efectuar los cuidados corporales.
Además de los pilares, está la Yihad o lucha en el sendero de Dios. No es simplemente una guerra santa contra
los infieles, como a menudo se entiende en Occidente. Puede consistir en el aprendizaje, las buenas obras o el
autocontrol. La Yihad, como guerra santa, no es un pilar, porque es un deber impuesto a la comunidad como
un todo, no individuo por individuo. Sin embargo hay que tener en cuenta que los muertos en la Guerra Santa
se consideran mártires y tienen por ello un lugar preferente en el Paraíso.
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