elcomercio_2015-04-25_p27 - SPDA Actualidad Ambiental

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MIRADA DE FONDO
Propuesta a los mineros
- IAN VÁSQUEZ Instituto Cato
U
na vez más, un proyecto
minero ha convertido
al Perú en escena de enfrentamientos sociales.
Como siempre, el costo
ha sido alto: violencia, muertes, pérdida de oportunidades económicas,
mayor inseguridad jurídica y caída
de inversiones. La paralización de Tía
María y la minería en muchas otras
partes del país le costará anualmente
al Perú 1,5% de su PBI actual durante
los próximos diez años, según el economista Juan Mendoza Pérez.
No debemos esperar una mejora
sustancial o sostenible de esta situación. A menos que, como propone el
abogado y profesor de derecho Enrique Ghersi, se resuelva el problema
de fondo: la definición deficiente del
derecho de propiedad. Una pregunta que Ghersi hace en clase es: “¿Cuál
es la diferencia entre encontrar petróleo en tu jardín, en Talara o en Houston? La respuesta es que si lo encuentras en Houston, eres rico, porque el
petróleo es tuyo; mientras que si lo
encuentras en Talara, eres pobre por-
que es del gobierno”.
En el Perú, el propietario
del subsuelo es el Estado. Los
campesinos, comunidades e
individuos que viven y trabajan sobre los grandes recursos naturales que están debajo de la tierra no tienen derecho a los
mismos, solo a la superficie. El Estado
otorga concesiones a las empresas
mineras. Lo que reciben los campesinos, que se consideran los verdaderos
dueños de esta riqueza, es una parte
inferior de las rentas que los burócratas y las empresas deciden gastar en
ellos. Para Ghersi, esta asignación de
derechos viene a ser una expropiación del subsuelo de los pobres y produce resentimiento y desconfianza.
También abre las puertas a que
los mensajes de movimientos y políticos radicales tengan llegada, que
tales grupos se organicen en el ámbito nacional, y que representen no
solo a gente que pueda tener preocupaciones legítimas sino a gente cuyas demandas son dudosas. Establecer derechos de propiedad privada
al subsuelo sería una reforma social de largo alcance,
beneficiaría directamente
a los campesinos propietarios, los responsabilizaría
por las decisiones sobre su
propiedad, y reduciría la violencia social. Facilitaría, además, la
formalización de la minería informal, en donde laboran por lo menos
100.000 mineros producto del mal
concebido régimen de propiedad.
Con una mejor asignación de derechos, los lugareños propietarios de
minerales tendrían un incentivo poderoso para desmentir acusaciones
infundadas que suelen hacerse hoy
con facilidad en contra de los proyectos mineros. Haría mucho por
desarmar el sentimiento antiminero
donde sea, ya que el negocio tendría
una mayor legitimidad social.
Esa solución, si fuera políticamente viable, sería de largo plazo
dado que requeriría de un cambio en
la Constitución. ¿Qué se podría hacer en un plazo más corto? Propongo una alternativa de menos alcance
pero que podría tener efectos positivos. Las empresas mineras deben
otorgar acciones a los ciudadanos y
miembros de las comunidades directamente afectadas por su negocio. Eso tendría el efecto de alinear
los intereses de la ciudadanía local,
o una parte de ella, con el desarrollo del proyecto minero. También
“recompensaría” en algo a quienes
sienten que han sido expropiados.
Podría ser que esta propuesta beneficie no solo a quienes tienen demandas legítimas, sino que también
premie a muchos más actores. Eso,
sin embargo, ya ocurre en el sentido
de que las empresas mineras financian todo tipo de obras sociales y aún
no dejan de ser objetos de protestas.
Dependiendo de la fórmula, el repartir acciones puede tener un impacto favorable, pues a diferencia de
meras dádivas, se estaría dando derechos de propiedad. Y comparado a
la alternativa de mantener paralizado al sector, es una opción razonable con un beneficio potencialmente
grande.
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