Las ideas de la evolución: Jean Baptiste Lamarck (1744

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Las ideas de la evolución:
Jean Baptiste Lamarck (1744-1829) había iniciado la carrera eclesiástica en su juventud, pero la
abandonó y, tras enrolarse en el ejército y ejercer el comercio, obtuvo un puesto de botánico en
los Jardines del Rey de París. Estos fueron cerrados a causa de la Revolución Francesa y
reconvertidos poco después en Museo de Historia Natural, donde se ofreció a Lamarck la cátedra
de Zoología. Así, a una edad relativamente avanzada, tuvo que cambiar el estudio de la Botánica
por l de la Zoología. Al revisar la clasificación de los animales apreció las variaciones graduales de
estructura y organización que existían entre los distintos grupos y las ordenó de forma lineal.
JEAN BAPTISTE DE MONET
Caballero de Lamarck.
Posteriormente, concibió esta escala como un orden
evolutivo que mostraba los estadios por los que habían
pasado los organismos, desde los unicelulares a los más
complejos. Finalmente, en 1809 publicó su obra Filosofía Zoológica, en la que explicaba cómo creía
que había tenido lugar esta evolución:
Para llegar a conocer las verdaderas causas de tantas formas diversas y tantas costumbres
diferentes, cuyos ejemplos nos ofrecen los animales que conocemos, es preciso considerar que las
circunstancias infinitamente diversificadas (falta texto) encontrando los animales de cualquier
raza, determinaron, para cada uno de ellos, nuevas necesidades y sucesivos cambios en sus
costumbres. Una vez reconocida esta verdad innegable, será fácil observar cómo pudieron
satisfacerse nuevas necesidades y adquirirse nuevas costumbres, si se presta atención a las
siguientes leyes de la Naturaleza que la observación siempre ha comprobado:
Primera ley. En todo animal que no haya superado el término de su desarrollo, el empleo
frecuente y continuo de un órgano cualquiera fortifica poco a poco dicho órgano, lo desarrolla y lo
agranda, confiriéndole una potencia proporcional a la duración de su uso; de igual modo, la
ausencia constante de uso de dicho órgano lo debilita, lo deteriora, hace disminuir
progresivamente sus facultades y acaba por hacerlo desaparecer.
Segunda ley. Todo cuanto la Naturaleza ha hecho perder o ganar a los individuos por
influencia de las circunstancias a las que desde hace tanto tiempo se encuentra expuesta la raza y,
consecuentemente, por efecto del uso predominante de un órgano o de su constante no utilización,
se conserva a través de las generaciones transmitiéndose a los nuevos individuos derivados de él,
con tal de que los cambios adquiridos sean comunes a los dos sexos o, cuando menos, a quienes
produjeron estos nuevos individuos.
Lamarck cita muchos ejemplos para probar la veracidad de sus principios. Veamos algunos de
ellos:
A nivel de organización general, a los reptiles, como al resto de los vertebrados, les
corresponde tener cuatro paras dependientes de su esqueleto. Así pues, las serpientes deberían
tener cuatro patas. Sin embargo, y puesto que adquirieron la costumbre de arrastrarse por el suelo
y esconderse entre las hierbas, su cuerpo, por esfuerzos repetidos una y otra vez para alargarse y
poder pasar por sitios estrechos, adquirió una longitud notable y totalmente desproporcionada a
su anchura. Ahora las patas ya no les servían para nada, así que no las emplearían. Porque unas
patas largas impedirían su necesidad de arrastrarse, y unas patas cortas, al no ser más que cuatro,
resultarían incapaces de mover el cuerpo. Por lo tanto, la no utilización de estas partes, constante
en la raza de estos animales, las hizo desaparecer a pesar de figurar en el plan de la organización
de los animales de su clase.
Vemos así que la falta de uso de un órgano hace que éste se modifique, se reduzca y, por
fin, acabe por desaparecer.
Paso ahora a demostrar que la utilización continua de un órgano, juntamente con los
esfuerzos realizados para sacarle el mayor partido posible y las circunstancias que exigen esto,
fortifican, extienden y agrandan dicho órgano, y cran otros nuevos que pueden ejercer funciones
que han llegado a ser necesarias.
El ave, a quien la necesidad lleva sobre el agua buscando la presa necesaria a su
supervivencia, separa los dedos de los pies cuando golpea el agua para desplazarse sobre la
superficie. La piel que une estos dedos en su base va extendiéndose progresivamente; de este
modo, con el tiempo, se formaron esas amplias membranas que unen los dedos de los patos y de
las ocas, tal como vemos hoy en día. Los mismos esfuerzos realizados para nadar, es decir, para
empujar el agua a fin de avanzar y moverse en el líquido elemento, han distendido las membranas
que tienen entre los dedos las ranas, las tortugas marinas, los castores, etcétera.
Por el contrario, el pájaro, que por su modo de vida está obligado a posarse sobre los
árboles, cosa que ya hicieron sus predecesores, tienen necesariamente los dedos de los pies más
largos y conformados de forma diferente a los animales acuáticos citados anteriormente. Con el
tiempo, las uñas han crecido, puntiagudas y en forma de gancho, para aferrarse mejor a las ramas
sobre las que se posa.
Y así continúa Lamarck refiriendo otros muchos ejemplos, entre los cuales se encuentra el famoso
de la jirafa, cuyas altísimas patas anteriores y su desproporcionado cuello se explican a partir del
esfuerzo de mordisquear las hojas cada vez más altas de los árboles.
Aquí quedan claramente expresados los dos principios fundamentales de la teoría lamarckiana,
conocidos con el nombre de uso y desuso del órgano y herencia de los caracteres adquiridos.
La innovadora obra de Lamarck no alcanzó el éxito que se merecía ni entre sus contemporáneos ni
posteriormente. Incluso en la actualidad es frecuente considerar a Lamarck como el gran
fracasado frente a Darwin, quien enunció la moderna teoría de la evolución.
A Lamarck debe reconocérsele, sin embargo, el mérito de ser el primero en haber enunciado una
auténtica teoría de la evolución, pues hasta ese momento sólo se hablaba de transformación y
transformismo.
Charles Darwin
Charles Darwin nació el 12 de febrero de 1809 en Shrewsbury, al oeste de Inglaterra. Hijo de
médico y nieto de Erasmus Darwin, de quién ya se ha hablado anteriormente (pág.14), no tuvo
gran éxito en sus primeros estudios. Ni la medicina ni la carrera eclesiástica despertaron en él el
más mínimo interés. Atraído desde niño por las Ciencias Naturales, se le presenta pronto la
ocasión de embarcar en el Beagle en calidad de naturalista. La importancia de este viaje en la vida
y obra de Darwin es decisiva. Durante los cinco años que dura el viaje, recoge numerosos datos y
muestras de la flora y fauna más representativa de los lugares más importantes del largo itinerario
recorrido por el Beagle. Fruto de dicho viaje y de sus largas reflexiones posteriores nace su
fructífera obra, en especial El origen de las especies, que marca un hito en la historia de la
Biología. En ella Darwin expone sus ideas acerca del origen y evolución de las especies. Las
especies de organismos actuales, según él, se habrían originado por descendencia y cambios a
partir de especies ancestrales comunes. Esta hipótesis evolucionista era verdaderamente
revolucionaria. Llegar hasta sus últimas consecuencias implicaba modificar por comploto la
concepción que hasta entonces se había mantenido del mundo de los seres vivos. Pero para
Darwin, el problema no se reducía a enunciar dicha hipótesis, sino que debía explicarse el
mecanismo por el cual unas especies provenían de otras, en una palabra, el mecanismo por el que
se produce evolución de las especies.
CHARLES DARWIN
Según Darwin dicho mecanismo consistía en una lucha por la
existencia, en la que muchos individuos, los menos aptos, eran
eliminados y sólo permanecían los mejor dotados. Así, la
evolución de las especies se produce de acuerdo con una
selección natural de los más aptos. Esta idea básica de la
evolución por selección natural cambia toda la perspectiva del pensamiento humano,
introduciendo una visión dinámica de la existencia de los seres vivos.
La verdadera importancia de la obra de Darwin radica en el logro enorme de haber establecido de
forma concienzuda y clara lo que se puede llamar teoría general de la evolución, aceptada
posteriormente por la mayoría de los biólogos. En épocas recientes, el principio de la selección
natural, tal y como lo enunció Darwin, ha sido criticado por muchos autores por considerar que
dicho mecanismo no puede explicar por sí solo el proceso evolutivo. Pero hay que tener en cuenta
que, en la época de Darwin, se desconocían los principios de la herencia biológica.
El 12 de febrero de 1882, cuando Darwin tenía ya setenta y tres años, escribió a un amigo: “se
acerca el final de mi camino”. Efectivamente, murió de un ataque al corazón el 19 de abril de ese
mismo año, en su asa de Down. Pocos días después fue enterrado en la Abadía de Westminster
junto a Isaac Newton.
Estudio de Darwin en Down House.
Lo más destacable de la personalidad de Darwin es su gran capacidad para el trabajo y su
extraordinaria modestia. Además de si aportación a la Ciencia y a la interpretación de los
fenómenos naturales, Darwin constituye un importante estímulo para aquellos que en su juventud
no encajan en el molde académico convencional.
No fue un niño prodigio, ni un estudiante brillante, y sus innegables dotes no destacaron hasta un
momento avanzado de su vida. La curiosidad, la iniciativa, el trabajo continuado, las dotes de
observación y la capacidad de síntesis son más que suficientes para triunfar.
El viaje del Beagle. Estancia en las islas Galápagos
El 27 de diciembre de 1831 partía de Inglaterra el H. M. S. Beagle. En aquella época se habían
realizado ya viajes con finalidades científicas diversas: investigar la forma más idónea de la nave
para una buena navegación, procurar un mejor uso de la brújula, observaciones astronómicas,
geográficas y biológicas, de los que es un ejemplo el viaje de Humboldt (1799). La del Beagle fue
una de las últimas expediciones de este tipo.
El Beagle en el estrecho de Magallanes, según un grabado
de la época.
Patrocinada por el Almirantazgo británico, sus objetivos eran cartografiar determinadas zonas de
Sudamérica y realizar una determinación más precisa de la longitud geográfica mediante una serie
de mediciones cronométricas alrededor del mundo. Se pretendía también llevar a cabo
observaciones de tipo naturalista, por lo cual se contrató a Darwin, entonces un joven con gran
curiosidad por los temas de la Naturaleza, que se preparaba para iniciar la carrera religiosa.
Para Darwin, los primeros veintiún años de su vida fueron un deambular de una actividad a otra
sin motivación y acumulando, si no fracasos, sí mediocridades. El viaje le permitiría conocer bien lo
que quería y lo que le interesaba y entregarse en cuerpo y alma a ello.
Las observaciones que realizó durante los cinco años que duró el viaje fueron fundamentales para
toda su obra posterior, si bien en el momento del comienzo del mismo, Darwin no se había
planteado la investigación de una nueva interpretación de la Naturaleza distinta a la creacionista,
que era entonces la imperante. Fueron sus observaciones y la interpretación que les dio, influido
por sus lecturas científicas (Lyell, Malthus), las que le hicieron variar completamente su idea
inicial.
La visita a las Islas Galápagos proporcionó a Darwin numerosos datos que posteriormente utilizó
para elaborar su teoría de la evolución. Se trata de islas volcánicas de formación relativamente
reciente. Darwin observó las características de los organismos que las poblaban y vio que eran
muy parecidos a los de la costa, aunque no exactamente iguales, y que lo mismo sucedía entre los
de las distintas islas del archipiélago.
Las diferentes etapas del viaje del Beagle.
Lo más sorprendente que se ofrecía a mis ojos era verme rodeado de nuevas aves, nuevas
plantas, nuevos reptiles, nuevos moluscos y nuevos insectos que diferían por pequeños detalles de
estructura, por la tonalidad de su voz o del plumaje, en el caso de las aves, de aquellos que había
visto en las llanuras templadas de la Patagonia o en el cálido desierto del norte de Chile.
Las tortugas gigantes de las Islas Galápagos fueron también
organismos estudiados por Darwin. La forma del caparazón
permite distinguir las subespecies de cada isla.
Todo ello le llevó a pensar que se trataba de organismos procedentes del Continente que habían
colonizado las islas, diversificándose según las distintas condiciones ambientales y los distintos
competidores que tenían, lo cual estaba en clara contradicción con la idea de que todas las
especies habían sido creadas tal y como eran para poblar el lugar que ocupaban.
El hecho más sorprendente e importante para nosotros es la afinidad que existe entre las
especies que viven en las islas y las de la tierra firme más próxima, sin que sean realmente las
mismas. Podrían citarse numerosos ejemplos. El archipiélago de las islas Galápagos, situado
debajo del Ecuador, se halla a novecientos a mil kilómetros de distancia de las costas de América
del Sur. Casi todas las producciones terrestres y acuáticas llevan allí el sello inconfundible del
continente americano. Hay veintiséis aves terrestres, de las cuales veintiuna, o acaso veintitrés, se
clasifican como especies distintas, y se admitirá comúnmente que hayan sido creadas allí; sin
embargo, la gran afinidad de la mayoría de estas aves con especies americanas se manifiesta en
todos los caracteres, en sus costumbres, gestos y timbre de voz. Lo mismo ocurre con los demás
animales y con una gran proporción de plantas, como ha demostrado Hooker en su admirable
trabajo sobre la flora este archipiélago. El naturalista, al contemplar a los habitantes de estas islas
volcánicas del Pacífico, distantes del Continente varios centenares de kilómetros, tiene la sensación
de que se encuentra en tierra americana. ¿Por qué ha de ser así? ¿Por qué las especies que se
supone que han sido creadas en el archipiélago de las Galápagos, y no en ninguna otra parte más,
han de llevar tan visible sello de su afinidad con las creadas en América? No hay nada en las
condiciones de vida, ni en la naturaleza geológica de las islas, ni en su altitud o clima, ni en las
proporciones en que están asociadas mutuamente las diferentes clases, que se asemeje mucho a
las condiciones de la costa de América del Sur; en realidad, hay una considerable desemejanza en
todos los respectos. Por el contrario, existe una gran semejanza en la naturaleza volcánica del
suelo, en el clima, altitud y tamaño de las islas, entre el archipiélago de las Galápagos y el de Cabo
Verde; pero ¡qué diferencia tan absoluta y completa entre sus habitantes! Los habitantes de las
islas de Cabo Verde están relacionados con los de África, lo mismo que los de las islas Galápagos lo
están con los de América. Hechos como éstos no admiten explicación de ninguna clase en la
opinión corriente de las creaciones independientes; mientras que, según la opinión que aquí se
defiende, es obvio que las islas de los Galápagos estarán en buenas condiciones para recibir
colonos de América, ya por medios ocasionales de transporte, ya – aunque no creo en esta teoría –
por haber estado antiguamente unidas al Continente, así como las de Cabo Verde lo estarán para
recibir a los de África, estos colonos estarían sujetos a modificación, delatando todavía el principio
de la herencia de su cuna primitiva.
(El origen de las especies)
Otro dato que apoyaba la idea de Darwin de que las islas oceánicas habrían sido colonizadas por
organismos procedentes de las costas más próximas era la casi completa ausencia de mamíferos
en ellas:
Aunque no se encuentran mamíferos terrestres en las islas oceánicas, existen mamíferos
aéreos en casi todas las islas. Nueva Zelanda posee dos murciélagos que no se encuentran en
ninguna otra parte del mundo; la Isla Norfolk, el Archipiélago de Viti, las Islas Bonin, los
Archipiélagos de las Carolinas y las Marianas y la Isla Mauricio, todas poseen sus murciélagos
característicos. ¿Por qué, podría preguntarse, la supuesta fuerza creadora ha producido
murciélagos y no otros mamíferos en las islas remotas? De acuerdo con mi teoría, esta pregunta
puede contestarse fácilmente: porque ningún mamífero terrestre puede trasladarse a través de un
gran espacio de mar, pero los murciélagos pueden atravesarlo volando. Se han visto murciélagos
vagando de día sobre el Océano Atlántico, y dos especies norteamericanas visitan, regular o
accidentalmente, las Islas Bermudas, situadas a unos mil kilómetros de tierra firme.
(El origen de las especies)
Como ya habrás deducido, la principal conclusión a que llegó Darwin durante su viaje en el Beagle
fue que las especies no son algo fijo e inmutable, sino que pueden variar adaptándose al nuevo
medioambiente en que viven y dar lugar a nuevas especies. En su libro El origen de las especies
explica su teoría sobre el proceso de la evolución, ilustrada con numerosísimos ejemplos y datos
empíricos. Darwin resumió esta teoría de la siguiente manera:
Como de cada especie nacen muchos más individuos de los que pueden sobrevivir, y en
consecuencia, existe una lucha constante por la existencia, se deduce que cualquier ser, si se
modifica aunque sea ligeramente de alguna forma ventajosa para sí mismo, tendrá más
probabilidades de sobrevivir, y de esta manera es seleccionado naturalmente.
Esta conservación de diferencias y variaciones individuales favorables y la destrucción de
las perjudiciales la he llamado selección natural o supervivencia del más apto.
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