DESARROLLO PSICOLOGICO Teorías del desarrollo humano: una introducción ¿Qué es lo básico de la naturaleza humana? ¿Somos esencialmente seres racionales o estamos orientados a una meta? ¿Nos impulsan las pasiones? ¿Cómo aprendemos (por descubrimiento, comprensión súbita o por pequeños pasos secuenciales de creciente complejidad)? ¿Qué nos motiva (premios, dolor, curiosidad o impulsos internos)? ¿Qué es la conciencia y cómo se desarrolla? ¿Tenemos control sobre ella? ¿O la moldean fuerza internas y externas que están fuera de nuestro control? Algunas veces estudiamos la psicología del desarrollo para buscar una respuesta a esas preguntas básicas. La respuesta que encontremos se basará en una teoría particular, o sea un conjunto de superposiciones o principios relativos al comportamiento humano. Las teorías dan forma a lo que de otra manera sería una masa incontrolable de datos. Los psicólogos se valen de las teorías para formular cuestiones significativas, para seleccionar y organizar sus datos para entenderlos dentro de un marco de referencia más amplio. El resultante cuerpo de información, junto con una teoría más general, le permite hacer nuevas predicciones respecto a la futura conducta del hombre. ¿Cómo reacciona usted al ver miembros de una pandilla callejera? ¿Piensa que son delincuentes o víctimas de la sociedad? ¿Deben ser temidos, respetados o despreciados? ¿Por qué las personas se unen a esas pandillas? ¿Acaso lo hacen por amistad? ¿Por presiones de los compañeros? ¿Para luchar contra otras pandillas callejeras? La respuesta que dé a estas preguntas, la información que busca cuando las examina y las soluciones que proponga al problema (si es que existe un problema) depende de sus teorías personales referentes a lo que ocasiona y motiva el comportamiento humano. Si reflexiona sobre las preguntas formuladas en la introducción del presente capítulo, seguramente advertirá que usted tiene sus propias “teorías” acerca de las respuestas más adecuadas. Tiende a una u otra explicación de un problema concreto, y las suposiciones implícitas en su explicación tienen que ver mucho con lo que piensa de las otras personas. Por ejemplo, quizá opine que los delincuentes juveniles son responsables de sus actos o víctimas del ambiente o formación de sus primeros años. Puede creer que los niños de 6 años son capaces de decidir por sí mismos lo que deben estudiar en la escuela o quizá piense que no saben realmente lo que quieren. Seguramente tiene sus ideas sobe el grado en que cada persona es responsable por sus actos y el grado en que puede esperarse que la razón humana dirija acertadamente los actos del hombre. ¿Por qué es importante entender las teorías del comportamiento humano? Un buen conocimiento de las que existen nos dan la objetividad necesaria para evaluar nuestras ideas, actos y reacciones. Es importante que reexaminemos las suposiciones en que se fundan nuestras creencias para comprobar si tienen sentido, si corresponden a los hechos y lo que se deduce de ellas. Así pues, si estamos familiarizados con las principales teorías podemos analizar, evaluar y corregir nuestras intuiciones y nuestras propias “teorías” referentes a la conducta humana. Además de ayudarnos a comprender nuestras formas de pensar, el conocimiento de las principales teorías nos hace más eclécticos. Nos familiarizaremos, pues, con varias teorías que nos ayudan a explicar el desarrollo humano. Siempre conviene estudiar el comportamiento con otro “par de anteojos”, abandonar nuestro marco de referencia habitual con objeto de percibir el valor de otras explicaciones. También muchos psicólogos son eclécticos. Escogen de las múltiples teorías los aspectos que les ayuden en su trabajo. Casi todos ellos han recibido el influjo de teorías propuestas por otros. Por consiguiente, al describir las que se incluyen en el presente capítulo, nos pretendemos imponer una etiqueta a los psicólogos, sino tan solo presentar los lineamientos básicos de algunas de las concepciones más comunes. Teorías del aprendizaje Estas teorías encuentran la clave de la naturaleza de cada individuo en la forma en que lo moldea el ambiente. Conforme a este punto de vista, en general todo comportamiento se adquiere y ello se logra mediante el aprendizaje. El aprendizaje es un proceso generalizado. No se limita únicamente a la enseñanza formal; también comprende la adquisición de la moral, los prejuicios y los manierismos como los gestos y hasta el tartamudeo. Abarca un amplio espectro de conductas. Los teóricos del aprendizaje conciben el desarrollo a través de la vida como una acumulación gradual del conocimiento, destrezas, memorias y competencias. El niño se convierte en adolescente y luego en adulto primordialmente por la adicción de experiencias y aprendizaje gradual y constante, cual a su vez da origen a más habilidades y conocimientos. Suposiciones sobre la naturaleza humana Seres reactivos. Las teorías del aprendizaje establece que el hombre no es bueno ni malo, si no un ser reactivo: se limita a reaccionar y responder ante su ambiente. Cada persona es formada y moldeada por el proceso de asociación de estímulos y sus respuestas o por la asociación de comportamiento y sus consecuencias. El proceso de aprendizaje se realiza en forma más bien automática. Algunos califican de mecanicista a esta explicación. En efecto, para ella el hombre es una máquina que es puesta en marcha por una entrada (estímulo) y que después produce una salida (respuesta). A las teorías del aprendizaje no les interesa analizar lo que ocurre entre el estímulo y la respuesta. La mente, y en particular sus estados internos, no pueden ser observados ni descritos fácilmente desde el exterior. Los teóricos del aprendizaje no confían en que la gente puede proporcionar informes exactos sobre sus pensamientos y sentimientos. En consecuencia, no prestan mucha atención a la mente. Este modelo de aprendizaje ha sido llamado también determinista. Se piensa que toda la conducta del individuo, de la cual forman parte los valores, actitudes y respuestas emocionales, está determinada por el ambiente pasado o actual. De ahí que se juzguen irrelevantes conceptos como culpa, respeto o dignidad. De acuerdo con ésta teoría, las personas son producto de su historial de aprendizaje y por eso sus actos no deben condenarse ni elogiarse. El título de un libro escrito por uno de los teóricos modernos de esta tendencia expresa lo anterior muy elocuentemente: Beyond Freedom and Dignity, obra de B. F. Skinner (1971), implica que la conducta humana está programada y, por ello, escapa al control del sujeto. Una ciencia de la conducta humana. Los psicólogos pertenecientes a la tradición de la teoría del aprendizaje se han propuesto desarrollar una “ciencia en la conducta humana”. Sus suposiciones las fundan en una base de datos empíricos, es decir, reúnen sus “hechos” observando lo que realmente ocurre en la naturaleza o en el laboratorio, sin importar lo que establezca la teoría que habrá de suceder. Estudian la conducta humana en forma muy parecida a como otros estudian la biología o la física. Los investigadores definen y controlan con mucho rigor los estímulos presentes en la situación experimental y luego observan y registran las respuestas conductuales de los sujetos frente a dichos estímulos. El método trata de ser lo más objetivo posible, generalmente sirviéndose de un “enfoque inductivo”. Ello significa que los investigadores no comienzan con un “gran diseño” como hacen algunos teóricos. Por el contrario, construyen su teoría poco a poco, parte por parte, partiendo de experimentos sencillos y pasando luego a otros más intrincados. Gradualmente aplican al comportamiento humano los principios básicos del comportamiento animal que han descubierto en el laboratorio. En los últimos 50 a 75 años, muchos teóricos del aprendizaje confiaban reducir toda la conducta humana a una cadena de unidades simples. La unidad básica, o estructura primaria, del comportamiento era el binomio estímulorespuesta, o sea la unidad E-R. La meta de la psicología del aprendizaje consistía en describir en forma precisa y exacta cómo se adquieren o se “aprenden” dichas unidades, cómo se retienen o recuerdan, en qué condiciones desaparecen, cómo se enlazaron en cadenas, etcétera. Esta forma de estudiar el comportamiento a partir de una “estructura fundamental” dio origen a muchísimas investigaciones y culminó en algunos descubrimientos de gran interés. Sin embargo, según veremos al evaluar las teorías del aprendizaje, ciertos aspectos del comportamiento no pueden ser explicados por este modelo. Procesos del aprendizaje Pese a que la expresión proceso del aprendizaje se utiliza generalmente en todas las teorías del desarrollo humano para describir cómo aprenden los seres humanos, los teóricos de ésta tendencia han creado un significado especial para tal designación. Han puesto la conducta humana en dos categorías generales. O actuamos en respuesta automática ante los estímulos (la pupila se contrae ante la luz brillante; el recién nacido succiona al meterle un dedo en la boca) o actuamos voluntariamente (un niño patea un balón; una mujer pinta un cuadro). Con los calificativos respondiente y operante se designan dos tipos de comportamiento. En el comportamiento respondiente, un estímulo o un conjunto de condiciones suscita una respuesta particular. En el comportamiento operante, el individuo actúa sobre el ambiente o emite una acción. Algunas veces el mismo comportamiento puede ser a la vez respondiente y operante. Meter un dedo en la boca de un recién nacido provoca una reacción de succión; pero los lactantes mayores tienen cierto grado de control voluntario sobre la succión: pueden iniciarla, interrumpirla, aminorarla o acelerarla a discreción. El reflejo rotuliano puede ser respondiente y operante al mismo tiempo. Al golpear el médico la pierna del paciente, éste reacciona con un puntapié; pero el paciente puede patear el cualquier otro momento. Condicionamiento clásico. El proceso de aprendizaje por condicionamiento varía según se aplique al comportamiento respondiente u operante. El condicionamiento clásico toma un comportamiento respondiente y lo somete al control de un estímulo previamente neutral. Los experimentos de Iván Pavlov (1928) figuran entre los ejemplos más famosos. Pavlov observó que los perros salivaban cuando les ofrecían comida. Comenzó al golpear un diapasón al momento de darle comida a un perro. Y varias veces repitió el apareamiento del estímulo neutral (el diapasón) con el alimento. Poco después bastaba hacer sonar el diapasón para que el animal salivara, aún cuando no podía ver ni oler la comida. El diapasón había llegado a suscitar con el tiempo la misma respuesta que la comida había siempre producido en el perro. El diapasón se había convertido en un estímulo condicionado. Se considera que también las reacciones emocionales son fáciles de condicionar. Un famoso experimento referente al condicionamiento clásico del temor fue efectuado por John B. Watson, el creador de la escuela conductista de la cual proviene gran parte de la teoría del aprendizaje. Un niño de 11 meses, Albert, fue el sujeto del experimento de Watson y Rayner (1920). A Albert le pusieron enfrente una rata blanca. Al principio no mostró temor alguno ante el animal, pero luego los experimentadores produjeron un fuerte ruido metálico cada vez que le mostraban la rata, haciendo que el niño llorara y se alejara gateando. Unos cuantos apareamientos del estímulo previamente neutral con el ruido desagradable hicieron que Albert manifestara ansiedad y miedo ante la rata sola. Se sabe que el niño pronto adquirió un verdadero terror frente a otros objetos blancos o afelpados; incluso la barba de Santa Claus le provocaba miedo. La difusión de una respuesta a otros estímulos semejantes recibe el nombre de generalización del estímulo. El caso de Albert constituye un ejemplo impresionante del condicionamiento mediante la generalización de estímulos, aunque el experimento fue bastante cruel y poco preciso desde el punto de vista experimental (Harris, 1979). Podemos ver un paralelo evidente en la vida cotidiana de los niños. Les causan miedo los uniformes blancos de los médicos o los olores a medicamentos porque asocian esas cosas con experiencias desagradables; por ejemplo, con las inyecciones dolorosas. Las reacciones emocionales positivas pueden ser condicionadas al mismo modo que las negativas. Las reacciones de relajación o placer son asociadas fácilmente a estímulos anteriormente neutrales, como una vieja canción de evoca el recuerdo de un hermoso día en la playa o la emoción de un baile de graduación. Si alguien llega a asociar un estímulo previamente neutral, como la rata en el caso de Albert, con un estado emocional desagradable, ¿qué puede hacerse para invertir esa respuesta condicionada? En el contracondicionamiento, al sujeto se le introduce poco a poco al estímulo previamente neutral en presencia de un estímulo condicionante fuerte y contrario al anterior (por ejemplo, se presenta a cierta distancia una rata enjaulada). Con ello pronto se invierte el patrón de respuesta condicionada negativa. Wolpe, Salter y Reyna (1964) han aplicado el contracondicionamiento para tratar fobias comunes como el miedo a volar o conducir, el temor a las figuras de autoridad y a los hospitales, fobias en las cuales los estímulos condicionados son cosas como la altura, los uniformes, los olores de hospitales y “el jefe”. La técnica más común de contracondicionamiento es el adiestramiento en la relajación o desensibilización. Al cliente se le enseña a relajarse profundamente, y en ese estado se le dice que imagine que está acercándose a la situación que le causa miedo. Cada vez que siente tensión, de inmediato se le indica interrumpir la imagen y volver al estado de relajación. Al repetir varias veces el apareamiento, la respuesta de relajación reemplaza a la anterior respuesta de ansiedad, primero la imagen y finalmente el acontecimiento u objeto real. Dos procesos intervienen al mismo tiempo en el contracondicionamiento: la antigua respuesta desaparece poco a poco porque no es reforzada activamente; mientras tanto, el cliente aprende una nueva respuesta apuesta mediante el proceso de condicionamiento clásico. Condicionamiento operante. Los ejemplos anteriores han ilustrado el comportamiento respondiente y el condicionamiento clásico. Pero tales procedimientos no se aplican muy bien a la conducta más compleja, como aprender a conducir un automóvil, jugar al béisbol o recitar poemas. Estos son ejemplos de comportamiento operante principalmente. El condicionamiento operante difiere en un aspecto muy importante del condicionamiento clásico: no es posible suscitar automáticamente la conducta. Esta debe ocurrir antes de poder ser fortalecida por el condicionamiento operante, las conductas reforzadas o premiadas tienen mayores probabilidades de ocurrir. Edward Thorndike (1911) efectuó experimentos sobre ese comportamiento voluntario con gatos. Estos eran metidos en una caja con laberinto y aprendían por sí mismos a escapar de ella o conseguir alimento al manipular el pasador que abría la puerta. En este fenómeno de aprendizaje Thorndike vio lo que llamó ley del efecto: las consecuencias de un comportamiento determinan la probabilidad de que se repetido. Al ser colocados por primera vez dentro de la caja, los gatos solían explorar el interior y por mera casualidad oprimían el pasador. Pero el reforzamiento por medio de la comida fortaleció esa acción hasta que los animales abrían la puerta inmediatamente después de ser metidos en la caja. Años más tarde, en su trabajo con ratas y pichones, B. F. Skinner dio el nombre de condicionamiento operante a esta clase de aprendizaje. En sus experimentos Thorndike (y después Skinner) utilizó el reforzamiento positivo en forma de alimento para consolidar las respuestas deseadas. Pero en la vida real el reforzamiento positivo puede ser además un gesto de aprobación o un obsequio. El comportamiento operante también puede aprenderse por medio del condicionamiento de evitación, en el cual el reforzamiento consiste en poner fin a un estímulo desagradable. Por ejemplo, se apaga una luz brillante, se interrumpe un ruido fuerte o se tranquiliza a un progenitor irritado. En el condicionamiento operante se aprende una respuesta a determinado estímulo (o conjunto de estímulos) al aparearla varias veces con un reforzamiento positivo. ¿Cómo puede utilizarse el condicionamiento operante para enseñar una acción compleja? Con mucha frecuencia la conducta final debe construirse o moldearse paso por paso. En el moldeamiento, se premian las aproximaciones sucesivas de la tarea final. Por ejemplo, supongamos que un niño está aprendiendo a ponerse los calcetines. Al inicio uno de sus padres le pone casi todo el calcetín, deja que el niño acabe la maniobra y luego lo elogia. Al día siguiente le pone el calcetín hasta la mitad y deja que el niño realice un poco más la maniobra. Al cabo de poco tiempo el niño sabrá ponerse los calcetines sin ayuda. Las máquinas de enseñanza, inventados por Skinner, aplican el principio del moldeamiento (Skinner, 1968). Con esas máquinas, los estudiantes aprenden en pequeños pasos sucesivos, comenzando con la solución de problemas sencillos y pasando paulatinamente a tareas de mayor complejidad. La respuesta o conducta deseada es reforzada en cada paso por retroalimentación (alguna forma de precio o reconocimiento) proveniente de la máquina o por la aparición de un nuevo problema bastante intrincado. En la actualidad algunos programas de computadora aplican los principios de moldeamiento. Los teóricos del aprendizaje han ideado asimismo métodos de condicionamiento más complejos que utilizan diferentes programas (patrones) de reforzamiento y el encadenamiento (concatenación) de varias asociaciones o respuestas para producir el cambio de conducta. Modificación de la conducta El empleo de los principios del condicionamiento operante para moldear la conducta humana con fines terapéuticos recibe el nombre de modificación de la conducta. A menudo se utilizan para enseñar a los retrasados mentales nuevas destrezas, para ayudarles a recordar las que han aprendido y para obtener la conducta deseada. Un medio muy eficaz de lograr esto es la economía de intercambio con fichas (Gathercole y Carr, 1980). Por ejemplo, un niño retrasado que recibe enseñanza especial de lenguaje es premiado con un disco de plástico (la ficha) cuando emite una respuesta verbal clara y apropiada ante una fotografía de revista. Cuando haya acumulado suficientes discos, puede cambiarlos por alguna cosa de valor para él: helado de crema, fruta, juguetes, etcétera. Así pues, el disco de plástico se convierte en un reforzador eficaz de la conducta deseada. En amplias investigaciones se ha demostrado que la economía de intercambio mediante fichas da excelentes resultados con los retrasados y los niños autistas, con los niños en el salón de clase y en el hogar y con los pacientes psiquiátricos y los delincuentes. La enseñanza por medio de fichas tiene por objeto mejorar las habilidades del sujeto y hacer que con el tiempo le sean tan útiles que ya no se requieran las fichas. Por ello toda economía de intercambio con fichas debe contar con un plan para suprimirlas lo más pronto posible (Gathercole y Carr, 1980). De lo contrario, las personas pueden volverse tan dependientes de esta economía, que se pierde la eficacia del programa de modificación de la conducta. Teoría del aprendizaje social Los teóricos del aprendizaje social han tratado de ampliar el alcance de la teoría del aprendizaje para explicar los patrones sociales muy complejos. Para ello han ido mucho más allá de un proceso de condicionamiento aparentemente “automático”. Albert Bandura (1977), uno de los más importantes partidarios de esta tendencia, señala que en la vida diaria la gente advierte las consecuencias de sus propios actos (es decir, se percata de cuáles tiene éxito y cuáles no producen el resultado deseado) y a partir de ellas ajustan su conducta. Por medio de tales consecuencias de respuesta obtienen información, incentivos y un reforzamiento consciente. Pueden hacer conjeturas sobre lo que es correcto en determinadas circunstancias y prevén lo que sucederá al ejecutar ciertas acciones. A diferencia de los teóricos más mecanicistas del aprendizaje, éstos conceden al pensamiento consciente una función más importante en la dirección de la conducta. Imitación y modelamiento (modelado). Del mismo modo que la gente aprende directamente al experimentar las consecuencias de su comportamiento, también aprende al observar la conducta ajena y sus consecuencias (Bandura, 1969; Bandura y Walters, 1963c). Y como antes, deducen los principios básicos de sus observaciones y formulan reglas de acción y conducta. Todos nosotros (y no sólo los niños) aprendemos una amplia gama de conductas al observar e imitar (o evitar) las acciones de las personas que nos rodean. En sus primeros años, los niños prenden los múltiples aspectos del papel sexual y las expectativas morales de su comunidad. También aprenden a expresar la agresión, la dependencia y la conducta socialmente adecuada, como la de compartir. Al llegar a la edad adulta, aprenderá las actitudes y valores propios de su carrera, las actitudes éticas y de las clases sociales, los valores morales. He aquí un ejemplo del modelamiento. Bandura, Ross y Ross (1963c) realizaron un experimento en el cual los niños vieron varios niveles del comportamiento agresivo en las películas. Un grupo de niños vio premiada la conducta agresiva; otro la vio castigada; un tercer grupo vio una película de juego con conducta no agresiva y un cuarto grupo no vio ninguna película. Los niños que vieron premiada la agresión se mostraron significativamente más agresivos en el juego, en tanto que los que vieron el modelo castigado fueron menos agresivos. No cabe menor duda de que los niños pueden aprender a manifestar su agresión en una forma particular a partir del comportamiento que ven en los programas de televisión. Teoría del procesamiento de información En los últimos 15 años muchos investigadores, formados en la tradición de la teoría del aprendizaje, han centrado su atención en esa “caja” que se interpone entre el estímulo y la respuesta (E R). Representamos aquí a los teóricos de la información porque sus orígenes se remontan a la teoría del aprendizaje. A semejanza de los teóricos del aprendizaje, los del procesamiento de información están creando una ciencia de la conducta humana. Asimismo quieren descubrir los procesos básicos y describir cómo funcionan. Pero en realidad son psicólogos cognoscitivos porque estudian el pensamiento y la mente. Los teóricos de la información se interesan en los procesos mentales, entre ellos la percepción, la atención y la memoria. Se valen de la computadora como modelo del cerebro. La computadora tiene “hardware” (la máquina propiamente dicha) y “software” (los programas que guían su operación). La mente también posee su hardware (las células y órganos del cerebro) y su software (las estrategias aprendidas para procesar la información). La computadora debe procesar las “entradas”, ejecutar ciertas operaciones en la información, almacenarla y generar una “salida”. La mente por su parte presta atención y percibe de modo selectivo, después asocia, calcula o realiza otras “operaciones” sobre la información. La información generalmente se guarda en la memoria y se recupera más adelante. Por último, es preciso que genere una salida en forma de respuestas (palabras y acciones). Los teóricos del procesamiento de información estudian este flujo de información a través del organismo (Horton y Turnage, 1976). A semejanza de los teóricos del aprendizaje, consideran acumulativo y gradual el desarrollo a lo largo de la vida. El “hardware” es igual en la computadora y en el ser humano. Sólo la información guardada en la memoria y algunos “programas” mediante los cuales funciona la mente cambian a consecuencia del aprendizaje. Los teóricos de la información han comenzado a analizar la cuestión de cómo se efectúa el procesamiento de información o cómo la “computadora” se programa a sí misma para trabajar con nuevo material (Klahr, 1980). Evaluación de las teorías del aprendizaje Las teorías del aprendizaje han suscitado muchos y notables trabajos de la investigación. Varias técnicas derivadas de ellas han dado excelentes resultados en la modificación del comportamiento. Un ejemplo de ello lo encontramos en el modelamiento y la modificación de la conducta. Se emplean de manera eficiente en las escuelas, en los programas de control de peso y en las instituciones para niños perturbados. Pero los teóricos del aprendizaje posiblemente han intentado explicar un ámbito demasiado extenso de la conducta humana. Estas teorías se aplican con mejores resultados a comportamientos muy específicos, no a áreas enteras del desarrollo humano. Los investigadores contemporáneos han centrado su atención en las estructuras mentales de los procesos, algunos de los cuales son innatos (Horton y Turnage, 1976). En particular, ni el condicionamiento ni el modelamiento pueden explicar la manera en que los niños aprenden un lenguaje. Si bien es innegable la importancia de la experiencia, el aprendizaje del lenguaje parece basarse, en gran medida, en las formas innatas del procesamiento de información (Spiker, 1977). Otros estudiosos de la conducta opinan que las teorías del aprendizaje no explican adecuadamente las respuestas nuevas ni reconocen las emociones o el comportamiento positivo, entre otros el amor, la alegría y la creatividad. Teorías cognoscitivas El enfoque empírico de los teóricos del aprendizaje es considerado por algunos psicólogos como una actitud “típicamente norteamericana”. A ese enfoque se opone un planteamiento general propuesto por el eminente Jean Pieget (18961980), un psicólogo suizo que se atrevió a formular una teoría integrativa y compleja, probando más tarde sus partes. A diferencia de los teóricos del aprendizaje, para quienes los seres humanos son una serie de máquinas pasivas sobre las cuales actúa el ambiente, los teóricos cognoscitivos piensan que el hombre es racional, activo, alerta y competente. Para ellos, el hombre no se limita a recibir información sino que además la procesa. Así pues, toda persona es un pensador y creador de su realidad. No sólo responde ante los estímulos también les confiere estructura y significado. Los teóricos cognoscitivos han hecho su aparición recientemente en los círculos psicológicos de Estados Unidos, pero sus raíces en la tradición europea son muy viejas. Esa tradición manifiesta respeto por la mente y por los principios de la organización mental. Los teóricos del aprendizaje, Watson entre ellos, aconsejan a los psicólogos prescindir de los conceptos mentales porque no pueden ser observados científicamente. Aunque los teóricos cognoscitivos no ignoran en lo absoluto la conducta, han renovado el interés por la mente. Alientan la investigación tendiente a determinar la naturaleza de la mente y su desarrollo. Piaget tuvo formación de biólogo y reestableció el uso de un modelo biológico en la psicología. Para él la mente, como todas las estructuras vivas, crece, cambias y se adapta el mundo. Piaget y otros psicólogos cognoscitivos han sido calificados de estructuralistas ya que les interesa principalmente la estructura del pensamiento (Gardner, 1973b). Los principales teóricos cognoscitivos son Piaget, Jerome Bruner y Heinz Werner; aquí expondremos únicamente las ideas de Piaget y de Bruner, un psicólogo estadounidense. Piaget Piaget es uno de los psicólogos más influyentes y prolíficos del siglo XX. En su juventud tuvo dos grandes intereses: la biología y la epistemología, una rama de la filosofía que tiene por objeto definir el conocimiento humano. Toda su vida la consagró al estudio de esto último; recurrió a la psicología para llenar la brecha entre la biología y la filosofía. En los primeros años, Piaget trabajó con la prueba de inteligencia (CI). Mientras realizaba test con los niños, los patrones que revelaban las respuestas incorrectas empezaron a interesarle más que las respuestas correctas. Estos patrones parecen dan una pista para penetrar en la forma en que los procesos del pensamiento se desarrollan en el niño. Supuso que las diferencias entre niños y adultos no se limitan a cuanto conocen, sino a la forma en que conocen. Observó diferencias tanto cualitativas como cuantitativas entre el pensamiento de unos y otros. Para ilustrar su teoría, Piaget ideó uno de sus problemas más famosos. Mostró a un niño dos vasos idénticos; ambos contenían la misma cantidad de líquido. Después que el niño aceptó que la cantidad de líquido en ambos vasos era igual, Piaget virtió el líquido de uno de los vasos en un vaso largo y estrecho. Luego le preguntó al niño cuánto líquido contenía el vaso alto; ¿había mayor o menor cantidad en el primer vaso o era la misma cantidad? La mayor parte de los niños, cuya edad fluctuaba entre 6, 7 o más años contestaron que la cantidad era la misma. Pero los niños menores de 6 años respondieron que el vaso alto contenía más líquido. Aún cuando veían que el mismo líquido era vaciado de uno a otro vaso, sostenían que el vaso alto contenía más líquido. Este experimente ha sido ensayado con niños de muchas culturas y nacionalidades, sin que los resultados se modifiquen. Piaget razonó que, antes de llegar a cierta edad, los niños forman juicios basándose más en procesos preceptúales que lógicos. En otras palabras, creen en lo que les dicen sus ojos. Para los niños de corta edad, el líquido alcanzaba un nivel más alto en el interior del vaso alto; por tanto, éste contenía mayor cantidad. En cambio, los niños de 6 años o mayores apenas si se fijaban en los vasos. Sabían que la cantidad de líquido no cambiaría, prescindiendo del tamaño o forma del vaso que lo contuviera. (A esto Piaget lo llamó principio de conservación.) No basaban sus juicios exclusivamente en la percepción; también aplicaban la lógica. Su conocimiento provenía de su interior en la misma medida en que lo obtenían de fuentes externas. La mente activa. Según Piaget, no es una página blanca donde puede escribirse el conocimiento ni un espejo que refleje lo que percibe. Si la inflación, percepción o experiencia presentados a una persona encaja en la estructura de su mente, entonces las entenderá, es decir, las asimilará. En caso contrario, la mente las rechaza (o, si está preparada para cambiar, se modifica a sí misma para acomodar la información o experiencia). Piaget utilizó la palabra esquema para designar lo que aquí hemos llamado estructura. Los esquemas son formas de procesar la información y se alteran a medida que crecemos. Los lactantes recurren a un esquema de uso de la boca para explorar los objetos que agarran y se llevan a la boca. Al crecer y descubrir más y más objetos que no encajan en ese esquema, adoptan otro esquema; aprenden a explorar con sus manos. Piaget propuso un modelo biológico para describir el proceso en virtud del cual nos adaptamos al mundo. Un animal que esté comiendo hace dos cosas a la vez. Se acomoda a la comida con un cambio en el sistema digestivo que produce enzimas e inicia la actividad muscular adecuada. Al mismo tiempo asimila el alimento, transformándolo en parte de sí mismo. Los seres humanos, dice Piaget, enriquecen su inteligencia del mismo modo. Acomodan sus esquemas para recibir la nueva información, pero al mismo tiempo asimilan este aprendizaje en la estructura de la mente. Cuando vemos un objeto nuevo por primera vez, tratamos de adecuarlo a lo que sabemos. ¿Es un arma? ¿Una herramienta de aseo? ¿Un artículo de cocina? Si no encaja en nuestros conceptos actuales (si no podemos asimilarlo), podemos cambiar nuestros conceptos o formar otro nuevo (adaptación). La mente trata de encontrar un “equilibrio” entre asimilación y acomodación, a fin de suprimir las incongruencias o brechas existentes entre la realidad y su imagen de ella. Este proceso, denominado equilibrio, es indispensable para la adaptación humana y, desde luego, para la adaptación biológica. Etapas del desarrollo mental. A medida que el ser humano se desarrolla, utiliza esquemas cada vez más complejos para organizar la información y entender el mundo externo. Piaget distinguió en este desarrollo cuatro etapas discretas y cualitativas distintas. Los lactantes usan relativamente pocos esquemas, muchos de los cuales incluyen acciones como ver, agarrar y usar la boca. El primer periodo del desarrollo recibe el nombre de sensoriomotor (sensitivomotor) porque la inteligencia del niño se basa en los sentidos y en el movimiento corporal del equilibrio. Una segunda etapa comienza cuando el niño empieza a caminar. El periodo preoperacional (de 2 a 7 años de edad) es la época en que los niños conocen el mundo primordialmente a través de sus propias acciones. No tienen teorías generales sobre la construcción con bloques, los abuelos o los perros, sino que forman un conocimiento específico referente a sus bloques, sus abuelos o sus perros. En esta etapa no realizan generalizaciones a cerca de una clase entera de objetos (por ejemplo, todos los abuelos) y no pueden imaginar las consecuencias de una determinada serie de acontecimientos. Especialmente al iniciarse este periodo, los niños toman los nombres tan enserio que no pueden separar el significado literal y las cosas que representan. Si un niño decide que un rollo de papel es el pastel que se servirá en la fiesta y su madre sin darse cuenta arroja el papel al cesto de basura, el niño se molestará tanto como la novia cuando alguien tira a la basura el pastel de bodas. En esta edad el niño no sabe distinguir entre el símbolo y el objeto que representa. Al finalizar el periodo preoperacional, ya ha aprendido que el lenguaje es arbitrario y que una palabra puede representar uno u otro objeto. En la siguiente fase de las operaciones concretas (de 7 a 11 años, aproximadamente), y el niño empieza a pensar en forma lógica. Puede clasificar las cosas y manejar una jerarquía de clasificaciones, comprende los conceptos matemáticos y el principio de conservación. En este periodo le resulta difícil entender que un animal puede ser al mismo tiempo un “perro” y un “terrier”. Solo puede manejar una clasificación a la vez. Pero el niño de 7 años sabe que los terriers son un grupo más pequeño dentro de otro más general: el de perros. También puede distinguir otros subgrupos, entre ellos los terriers y los perros de falda, como “perros pequeños” y los perdigueros y San Bernardos como “perros grandes”. Esta clase de pensamiento manifiesta un conocimiento de la jerarquía de clasificación. En el periodo de operaciones concretas, los niños dominan varias operaciones lógicas de esa índole antes que su pensamiento se parezca cualitativamente al del adulto. La última etapa en la teoría de Piaget es la de las operaciones formales; normalmente comienza después de los 12 años. En esa edad los adolescentes pueden explorar todas sus soluciones lógicas de un problema, imaginar cosas contrarias a los hechos, pensar en términos realistas respecto al futuro, hacerse ideales y captar las metáforas que los niños de menor edad no aciertan a comprender. En este periodo el pensamiento ya no necesita ser probado con objetos físicos ni con acontecimientos reales. Idea de Piaget sobre el desarrollo. Piaget pensaba que la inteligencia es una adaptación biológica. Evoluciona gradualmente en pasos cualitativamente diferentes, como resultado de infinidad de acomodaciones y asimilaciones, mientras el sujeto trata de alcanzar nuevos equilibrios. La mente es activa, no pasiva. La teoría de Piaget subraya la interacción entre las capacidades biológicas de cada persona y el material que afronta en el ambiente. Nos desarrollamos gracias a esa interacción. ¿Es posible acelerar las etapas del desarrollo de modo que, por ejemplo, a un niño brillante de 5 años se le enseñen las operaciones concretas? A esto Piaget lo llamó la “pregunta de los norteamericanos”, porque se la hacían siempre que visitaba ese país. Su respuesta era que, aún suponiendo que fuera posible acelerar alguna fase, el valor a la larga sería dudoso. En cambio, destacaba la importancia de dar a cada niño suficiente material didáctico apropiado para cada etapa del crecimiento, de modo que ninguna de las áreas de la mente quedara sin desarrollarse. Etapas del desarrollo mental según Piaget Etapa Edad Ejemplo de comportamiento Sensoriomotor Nacimiento a 18 meses o 2 años Los lactantes conocen el mundo sólo observando, cogiendo, usando la boca y mediante otras acciones. Preoperacional Aproximadamente de 2 a 7 años Operaciones concretas Aproximadamente de 7 a 11 años Operaciones formales De los 12 años en adelante Los niños de corta edad forman conceptos y tienen símbolos, como el lenguaje, par ayudarse a comunicar entre sí. Estas imágenes están limitadas por su experiencia personal inmediata (egocéntrica). En la etapa preoperacional el niño cuenta con nociones muy limitadas, algunas veces “mágicas” de la causa y del efecto y les resulta difícil clasificar los objetos o hechos. Los niños comienzan a pensar en forma lógica, a clasificar según varias dimensiones y a entender los conceptos matemáticos, a condición de que puedan aplicar tales operaciones a objetos o hechos concretos. En esta etapa el niño entiende el principio de conservación. Las personas pueden explorar las soluciones lógicas de los conceptos abstractos y concretos. Sistemáticamente piensan en todas las posibilidades, proyectan para el futuro o recuerdan en pasado: razonan por analogía y metáfora. Bruner A semejanza de Piaget, Jerome Bruner es también un prolífico teórico cognoscitivo. En los últimos años, sus sujetos han sido lactantes y niños. Mientras que Piaget mostró poco interés en aplicar sus propias teorías, Bruner aplicó la teoría de la educación, y ha tenido un influjo directo e indirecto en los programas escolares. Bruner siente enorme interés por los procesos de intuición, creatividad y estética. Un libro menos conocido de él, titulado On Knowing: Essays for the Left Hand (1965b), investiga el tipo de conocimiento expresado en la poesía, el arte y los mitos en contraste con el pensamiento racional referente a la solución de problemas. A lo largo de toda su carrera Bruner procuró combinar dos aspectos del ser humano: el artístico y el científico. Al igual que Piaget, a Bruner le interesaban mucho la biología y la epistemología; creía que las estructuras cognoscitivas cambian cualitativamente conforme crece el niño y que la mente se desarrolla en unas cuantas etapas fundamentales. El crecimiento mental se lleva a cabo a medida que los niños pasan de un estado donde lo inmediato y lo manifiesto captan su atención a otro donde su mente puede trascender las apariencias (Bruner, 1973). Las tres etapas propuestas por Bruner corresponden aproximadamente a los dos primeros periodos de Piaget. La etapa enactiva es la primera de ellas y nos recuerda el periodo sensitivomotor de Piaget, en el cual el lactante aprende por medio de la acción. La segunda etapa, llamada icónica, se asemeja al periodo preoperacional temprano de Piaget; en el los niños desarrollan y usan las imágenes. En la tercera etapa, la simbólica, el niño emplea el lenguaje para relacionar lo real con lo abstracto. Una evaluación de las teorías cognoscitivas Los teóricos cognoscitivos critican la teoría del aprendizaje. Señalan que hacer hincapié en la “repetición de la práctica” y en el reforzamiento positivo es una forma demasiado simplista de explicar gran parte del pensamiento y conocimiento del hombre. Afirman que, cuando la gente resuelve problemas, están motivados por su propia competencia básica, no por un simple reforzamiento de estímulo-respuesta (Bruner, 1971). Las teorías cognoscitivas respetan la racionalidad humana y ofrecen un optimismo que no existe en las teorías del aprendizaje. Para ellas, el hombre de cualquier edad es una persona integrada capaz de planear y hallar la solución de un problema. Además, nos permiten explicar el papel que el conocimiento, las creencias, actitudes y valores parecen desempeñar en una parte considerable del comportamiento. Muchos psicólogos opinan que las teorías cognoscitivas, al ocuparse del lenguaje y del pensamiento, comienzan donde terminan las teorías del aprendizaje. Las teorías cognoscitivas se han aplicado ampliamente a la educación. Han sido de gran utilidad para los educadores al momento de planear la enseñanza adecuada a las diversas etapas del desarrollo del niño. Las teorías ofrecen métodos para determinar cuándo un niño está listo para estudiar cierta materia y cuáles procedimientos son los más idóneos para cierta edad. Donaldson (1979) señala que Piaget fue demasiado preciso en sus etapas del desarrollo, lo cual puede hacer a los educadores muy rígidos en sus ideas de lo que el niño puede entender. Las teorías cognoscitivas se ocupan fundamentalmente del desarrollo intelectual y, hasta ahora, no han podido explicar toda la conducta humana. Algunas áreas muy importantes todavía por investigar son el desarrollo social, el desarrollo emocional y el de la personalidad. Dichas teorías estudian sobre todo el desarrollo de la s capacidades preceptúales, el lenguaje y el pensamiento complejo; pero todavía no han explorado la capacidad del individuo para la dependencia, la atención cariñosa (naturance), la agresión y la sexualidad. La teoría psicoanalítica se han ocupado tradicionalmente de esas áreas, analizando las emociones y su relación con el desarrollo de la personalidad. UNA APLICACIÓN Piaget y la educación preescolar Las teorías de Piaget se han aplicado ampliamente en la educación del niño. George Forman y Fleet Hill (1980) se sirvieron de ellas para diseñar juguetes destinados a la enseñanza preescolar. El clasificador de siluetas es uno de ellos. Consiste en un caja de clasificación cuya finalidad es mejorar las hechas con las técnicas comerciales. Estas son cajas con hoyos y bloques de varias formas, los cuales deben meterse por las perforaciones correspondientes. Estos juguetes no estimulan al niño a pensar en la manera en que pueden cambiar las formas. El clasificador de siluetas es una caja con tres hoyos y un bloque. Cada hoyo muestra una perspectiva diferente del mismo bloque. En la fotografía anexa el niño está metiendo un bloque en forma de animal a través de un hoyo que tiene la forma de la silueta lateral del bloque. En la parte superior de la caja se advierte una silueta de un bloque que tiene la misma forma de animal y en la parte posterior hay una silueta del mismo bloque. Mientras juega con el clasificador de siluetas, el niño descubre que no cambia la identidad del bloque en forma de animal, en cambio, puede cambiar la figura o perspectiva de ese bloque. He aquí algunos de los puntos que subrayan los educadores cuando aplican las teorías de Piaget: 1. Los niños necesitan aprender por medio de la experiencia. 2. Los niños necesitan el conflicto cognoscitivo como parte del proceso de equilibrio. 3. Los niños necesitan un ambiente abierto donde expresar y verificar sus preguntas. 4. A los niños se les debe ayudar a establecer relaciones entre los objetos y las formas que éstos pueden adoptar (Forman y Fosnot, 1982). El uso del clasificador de siluetas y de otros juguetes semejantes ayuda a cumplir con los puntos anteriores, pues se proporciona a los niños las experiencias de aprendizaje que requieren para reflexionar sobre los objetos y el ambiente. Tradición psicoanalítica Las teorías de Sigmund Freud, de los neofreudianos y de los psicólogos del ego constituyen lo que llamamos la tradición psicoanalítica. La fuente de los datos de esas teorías han sido fundamentalmente el material recabado del estudio de casos clínicos. El concepto freudiano de la naturaleza humana es el determinístico; nos recuerda la concepción de las teorías del aprendizaje pero pone de relieve el determinismo del ambiente. Conforme a la teoría psicoanalítica, el ser humano es una criatura movida por impulsos, la cual busca sin cesar redirigir o encauzar las potentes fuerzas internas. Estas últimas, que se manifiestan desde la niñez, son transformadas a medida que la persona adquiera varias modalidades de comportamiento. Los psicólogos modernos de la tradición psicoanalítica, entre quienes destaca Erik Erikson, ya no consideran los impulsos animales como el único fundamento de la conducta humana, pero todavía se basan mucho en las ideas de Freud y de los neufreudianos. Freud Sigmund Freud (1856-1939) vivió en la era victoriana, y en muchos aspectos su teoría fue una reacción contra su época. El centro principal del interés de Freud fue la vida emocional del hombre, pues estaba muy escondida en la sociedad donde le tocó vivir. Freud da gran importancia al inconsciente como determinante del comportamiento. Pensaba que los impulsos biológicos, o animales, entre los que figuraban el sexo y la agresión, constituyen las fuerzas primarias que rigen la conducta humana. Su afirmación de que el ser humano está dirigido por factores biológicos, junto con su estudio sistemático de los componentes animales de la naturaleza humana, tuvieron gran trascendencia histórica pues abrieron el camino a un estudio científico de la conducta humana. Gran parte de la teoría de Freud buscaba en la niñez las bases para explicar la naturaleza de la personalidad. En opinión de Freud, le personalidad se desarrolla a través de varias etapas psicosexuales. Las tres primeras se realizan mucho antes de la pubertad; durante ellas los niños centran su placer en varias partes del cuerpo, llamadas zonas erógenas. La etapa oral es la primera y se presenta en la lactancia temprana. La boca del niño se convierte en el centro de la estimulación y places sensuales; a los lactantes les gusta mucho succionar cosas y meterse a la boca los juguetes. Más tarde, durante las etapas anal (de 1 a 3 años) y la fálica (de 3 a 5 años), el centro del placer se desplaza de la boca hacia las zonas genitales. Si los niños sufren una frustración o satisfacción (gratificación) intensas en alguna fase psicosexual, pueden tener una fijación en las necesidades de esta etapa. Más aún, las reacciones de los padres frente a cualquiera de ellas puede influir profundamente en el desarrollo de la personalidad del niño. Por ejemplo, si son muy duros cuando el niño comete errores en el control de esfínteres durante la etapa anal, es posible que el pequeño llegue a ser un adulto compulsivamente pulcro y demasiado controlado. Las reacciones de los padres en la etapa fálica también son cruciales. En este periodo el niño siente una atracción sexual fuerte pero inconsciente por el progenitor del sexo opuesto. A esto se le llama complejo de Edipo en los varones y complejo de Electra en las mujeres. Como tales deseos no son correctos, producen ansiedad. El niño aprende a reprimirlos y atenúa la ansiedad al tratar de parecerse más al progenitor de su mismo sexo. A esto se le llama identificación. Las etapas oral, anal y fálica forman parte del periodo pregenital, en el cual los instintos sensuales o sexuales del niño todavía no se encauzan hacia la reproducción. El periodo de latencia dura de los 6 a los 12 años, y una vez determinado se inicia la etapa genital en la pubertad. Este último periodo del desarrollo se centra menos en la autoestimulación y más en las actividades sexuales y sociales tendientes hacia otros. En las teorías de Freud, cada etapa o periodo es modelado profundamente por la resolución o falta de resolución de los anteriores. La teoría freudiana es mucho más compleja de lo que se aprecia en este breve resumen. Pero en vez de considerarla más a fondo, a continuación hablaremos de los neofreudianos, que han ejercido una influencia mucho más decisiva sobre la psicología moderna. Uno de los más interesantes e importantes de ellos es Erik Erikson. Erikson La teoría del desarrollo de la personalidad, propuesta por Erik Erikson tiene muchos aspectos comunes con la de Freud; pero también se advierten en ella notables diferencias. Según Erikson, el desarrollo del individuo se realiza a través de varias etapas muchas de las cuales corresponden a las de Freud. Pero su modelo es psicosocial, no psicosexual. Las etapas de Erikson amplían los impulsos que ocurren en la persona y la forma en que estas fuerzas son tratadas por los padres. Además Erikson las concibe como periodos de la vida durante los cuales las capacidades de la persona para tener experiencias determinan que deba hacer ajustes importantes al ambiente social y a sí mismo. Si bien las actitudes de los padres de familia afectan a la manera en que el individuo resuelve dichos conflictos, el medio social tiene suma importancia también (un buen ejemplo de ello es la “crisis de identidad” de muchos indios modernos de Estados Unidos que no saben a cuál sociedad realmente pertenecen). El modelo de Erikson amplía el de Freud en otro aspecto muy importante. Las ocho etapas del desarrollo propuestas por Erikson abarcan todas las edades de la vida humana. Para él la formación de la personalidad es un proceso continuo que abarca la niñez, la adolescencia y la adultez. El libro de Erikson, Childhoom and Society (1950), nos presenta su modelo de las ocho etapas del desarrollo humano. Desde su punto de vista, todos pasamos por ochos crisis o conflictos en el desarrollo. Los ajustes que hacemos en cada etapa pueden alterarse o invertirse más tarde. Por ejemplo, los niños no tuvieron afecto en la lactancia, pueden convertirse adultos normales si reciben atención adicional en etapas posteriores del desarrollo. Pero los ajustes al conflicto sí desempeñan un papel central en el desarrollo de la personalidad. La resolución de dichos conflictos es acumulativa; es decir, la manera en que nos ajusta a cada etapa afecta la forma en que afronta el siguiente conflicto. Según Erikson, los conflictos específicos del desarrollo se tornan decisivos en ciertos momentos del ciclo de vida. Durante cada una de las ocho etapas del desarrollo adquirirá mayor importancia que el resto. Sin embargo, si bien cada conflicto es decisivo sólo en una etapa, recurre a lo largo de la vida. Así, las necesidades de autonomía son muy importantes para los niños que empiezan a camina, pero en toda su existencia la gente debe probar constantemente el grado de autonomía que puede expresar en cada nueva relación. En la descripción aquí dada, las etapas son extremas. En realidad nadie confía o desconfía totalmente de los demás; por el contrario, la gente adquiere diversos grados de confianza o desconfianza a través de su vida. 1. Confianza frente a desconfianza. A partir de la atención que reciben en sus primeros meses de vida, los lactantes llegan a conocer la confiabilidad básica del ambiente. Si sus necesidades quedan satisfechas, si reciben atención y afecto y si los tratan en una forma bastante coherente, se forman una impresión global de un mundo seguro y confiable. En cambio, si su mundo no es congruente, si no que les produce estrés, dolor y amenazas, aprenden a esperar eso del medio ambiente y creen que la vida es impredecible y poco confiable. 2. Autonomía frente a vergüenza y duda. Los niños que empiezan a caminar descubren su cuerpo y cómo controlarlo. Exploran la alimentación y el vestido, el control de esfínteres y muchas otras formas de desplazarse. Cuando logran hacer las cosas sin ayuda, adquieren una sensación de seguridad en sí mismo y de autocontrol. Pero si fracasan una y otra vez en sus intentos, y si constantemente se les castiga o se les tacha de torpes, tontos o ineptos, aprenden a sentir vergüenza y desconfianza en sí mismos. 3. Iniciativa frente a sentimientos de culpabilidad. Los niños de 4 ó 5 años no se limitan a explorar su propio cuerpo. Descubren cómo funciona el mundo y cómo pueden influir para él. Para ellos, el mundo está integrado por personas reales o imaginarias. Si sus exploraciones, proyectos o actividades generalmente tienen éxito, aprenden a tratar las cosas y la gente en una forma contractiva o logran un fuerte sentido de iniciativa. Pero si se les critica o castiga severamente, aprenderán a sentirse culpables por algunas de sus acciones. 4. Industriosidad frente a inferioridad. De los 6 a los 11 años, los niños adquieren numerosas destrezas y competencias en la escuela, en el hogar y en el mundo externo con los compañeros de su misma edad. En opinión de Erikson, el sentido del yo se enriquece con el desarrollo realista de tales competencias. La comparación con los compañeros cobran cada vez mayor importancia. Una evaluación negativa acerca del yo en comparación con otros resulta sumamente perjudicial en estos años. 5. Identidad frente a difusión del ego. Antes de la adolescencia el niño aprende varios roles (papeles) diferentes: el de estudiante o amigo, hermano mayor, católico, italiano, atleta y muchos otros. En la adolescencia es importante integrar todos estos papeles en una identidad congruente. El adolescente busca los valores y actitudes básicos que son comunes a los papeles anteriores. Si no logra integrar una identidad central o no puede resolver el gran conflicto entre dos papeles centrales con sistemas de valores opuestos, el resultado es lo que Erikson denomina difusión del ego. 6. Intimidad frente a aislamiento. En los últimos años de la adolescencia y a principios de la edad adulta, el conflicto central del desarrollo es el de intimidad frente al aislamiento. La intimidad de que habla Erikson se refiere a algo más que la intimidad sexual. Es la capacidad de compartir el yo con otra persona de uno u otro sexo, sin miedo de perder la propia la propia identidad. La eficacia con que una persona conquista esta intimidad se verá afectada por su resolución de los cinco conflictos precedentes. 7. Creatividad frente a ensimismamiento. En la adultez, una vez que los conflictos anteriores han sido resueltos en parte, los hombres y las mujeres están listos para concentrarse más plenamente en la ayuda a los semejantes. Algunas veces los padres se encuentran a sí mismos ayudando a sus hijos. La gente puede encauzar sus energías, sin conflicto alguno, hacia la solución de problemas sociales. Sin embargo, los conflictos anteriores no se resuelven, se presenta a menudo una preocupación por el yo: la salud, las necesidades psicológicas, el bienestar, etc. 8. Integridad frente a desesperación. En las últimas etapas de la vida, es normal que las personas reflexionen sobre su vida pasada y la juzguen. Si al hacerlo se sienten satisfechas porque su vida ha tenido significado y valor, se experimentará una sensación de integridad. Pero si se da cuenta de que ha habido esfuerzos mal encausados y se han perdido oportunidades, sobreviene la sensación de desesperación. Sin duda esta resolución final constituye un producto acumulativo de todas las resoluciones de los conflictos precedentes. Una evaluación de la tradición psicoanalítica Si bien a menudo de habla de la tradición psicoanalítica como una escuela del pasado, la verdad es que sigue haciendo notables aportaciones al estudio de la conducta humana. Su fuerza principal radica en la riqueza de su enfoque holístico: su deseo de observar a la persona en toda su integridad (incluyendo las actividades tanto conscientes como inconscientes) y a ocuparse muy específicamente de las emociones. La importancia que concede a los procesos inconscientes le permiten explorar áreas centrales de la conducta humana que muchas otras escuelas apenas si han tocado. También es una rica y fecunda teoría para ocuparse de las relaciones interpersonales, en particular de las de la niñez y las de la unidad familiar primaria. Su debilidad fundamental es inseparable de su fuerza. Esta teoría explora las profundidades de la personalidad, y es precisamente esta área la que resulta casi imposible de definir o de validar mediante experimentos. Gran parte de sus datos los obtiene de los estudios de casas de adultos, quienes deben reconstruir subjetivamente su niñez. El resultado de ellos es una teoría, algunas veces vaga, poco científica o difícil de verificar. Edad Del nacimiento a 1 año 1 a 3 años De 4 a 5 años Erikson Freud Confianza frente a la Etapa oral desconfianza Autonomía frente a vergüenza Etapa anal y duda Iniciativa frente a culpabilidad Etapa fálica De 6 a 11 años Industriocidad frente a Periodo de inferioridad latencia Adolescencia temprana Identidad del ego frente a Etapa genital difusión del ego Últimos años de la adolescencia, Intimidad frente a aislamiento adultez temprana Creatividad frente a ensimismamiento Últimos años de la edad adulta Integridad frente a desesperación Psicología humanística y teorías del yo La psicología humanística ha recibido el nombre de “tercera fuerza” en la psicología (Maslow, 1968), pues es una relación contra el determinismo ambiental de la teoría de aprendizaje y el determinismo freudiano de los instintos. La psicología humanística, lo mismo que las teorías afines del “yo” (las cuales se centran en el autoconcepto del individuo, o sea la percepción de la identidad personal) ponen en tela de juicio la teoría determinística del aprendizaje y el psicoanálisis. Sostienen que incluso los teóricos que niegan la libertad humana siguen tomando decisiones y sintiéndose responsables por sus actos de la vida diaria (Severin, 1974). Estas teorías del yo se proponen forjar una caracterización de la naturaleza humana lo más cercana posible a la experiencia del hombre: las personas son algo más que la suma de las partes y algo más que un grupo de patrones de estímulos-respuesta o de impulsos animales. La psicología humanística ofrece una teoría holística de la personalidad y tiene muchos nexos con la filosofía existencialista. Trata de maximizar el potencial humano, de rescatar el libre albedrío de los impulsos e instintos y liberarlo del predominio del ambiente. Afirma que el hombre puede tomar decisiones acerca de su vida. El hombre puede, si lo desea, ser espontáneo, determinar su existencia y ser creativo. En tal sentido, la psicología humanística concibe la vida en forma más plena, más complicada y con más posibilidades que las otras teorías. El ser humano se distingue del resto de los animales por su capacidad de usar símbolos y pensar en términos abstractos. Si bien algunos de los primates superiores, los chimpancés por ejemplo, pueden aprender a usar símbolos, sus capacidades no se parecen en nada a la riqueza y flexibilidad del lenguaje humano y del pensamiento abstracto. Por tal razón, los psicólogos humanistas dicen que muchos experimentos realizados en animales inferiores no aportan muchos conocimientos sobre el hombre. Una rata colocada en un laberinto no puede conceptualizar su problema como lo haría un ser hmano. Los psicólogos humanistas ponen de relieve la conciencia, y también el inconsciente, como un proceso humano fundamental. Rechazan la división tajante entre sujeto y objeto en psicología. En su perspectiva, los psicólogos deben darse cuenta que también ellos son a la vez sujetos y objetos de estudio. Las personas se perciben a sí mismas, lo mismo que a los demás, como seres que determinan espontáneamente y en forma creativa procuran alcanzar metas (Severin, 1974). Este optimismo de los psicólogos humanistas se opone en forma considerable a la mayor parte de los otros enfoque teóricos. Examinaremos más determinadamente las ideas humanistas de Maslow y Rogers. Maslow Un importante psicólogo de la escuela humanista es Abraham Maslow. Su teoría del yo, propuesta en 1954. Subraya la necesidad innata de autorrealización de cada individuo; es decir, el pleno desarrollo de sus capacidades. Conforme a Maslow, estas exigencias pueden expresarse op satisfacerse sólo después de que hayan sido atendidas las necesidades “inferiores”, entre ellas la seguridad, amor, comida y vivienda. Por ejemplo, un niño que casi todo el día tiene hambre no centrará su atención en la lectura o en el dibujo en la escuela si antes no se le da de comer. Maslow dispuso las necesidades humanas en una pirámide. En la parte inferior se encuentran las necesidades fisiológicas de supervivencia; los seres humanos, lo mismo que otros animales, deben tener alimento, calor y reposo para poder sobrevivir. Luego vienen las necesidades de seguridad; la gente necesita evitar el peligro y sentirse segura en su vida cotidiana. Le es imposible alcanzar niveles superiores pero si vive en un miedo y angustia constante. Cuando se garantizan en forma razonable las necesidades de seguridad y supervivencia, la siguiente necesidad más urgente es la de pertenencia (afiliación). El hombre necesita amar y sentirse amado, estar en contacto físico con otro, asociarse a otros y participar en grupos u organizaciones (Shaffer, 1978). Y además también necesita sentir la autoestima; requiere respuestas positivas de otros, las cuales incluyen desde la simple confirmación de las habilidades básicas hasta el elogio y la fama. Todo ello le procura la sensación de bienestar y de autosatisfacción. Una vez que las personas están alimentadas y vestidas, han encontrado vivienda, se han afiliado a un grupo y tienen suficiente seguridad en sus capacidades, están listas para intentar el pleno desarrollo de su potencial, o sea la autorrealización. Maslow (1954) creía que la necesidad de autorrealización no era menos importante o fundamental para la naturaleza humana. “El hombre debe llegar a ser lo que puede ser”. En cierto modo, esa necesidad nunca queda enteramente satisfecha. Incluye una “búsqueda de la verdad y el conocimiento, el intento de lograr la igualdad y la justicia, la búsqueda de la creación y el amor a la belleza” (Shaffer, 1978). Maslow descubrió que las personas que se autorrealizan tienden a ser de edad (casi todas las que Maslow estudió tenían más de 60 años). Ya habían satisfecho sus necesidades de orden inferior y ahora estaban motivadas por valores que iban más allá de sus necesidades personales. Tendían a ser más espontáneas, autosuficientes y libres de los estereotipos y limitaciones culturales que los otros. La mayor parte de ellas habían establecido estrechas relaciones con unos cuantos amigos y estaban abiertas a otras amistades, pero con frecuencia requerían privacía y soledad (Maslow, 1968; Shaffer, 1978), Maslow descubrió asimismo que algunas tienen “experiencias supremas”, o sea momentos o lapsos más largos de alegría proveniente de la realización personal y sentimientos de identificación con el universo. Rogers Otro psicólogo humanista, Carl Rogers, ha ejercido profunda influencia en los educadores y psicoterapeutas. A diferencia de los freudianos, quienes piensan que la naturaleza humana está controlada por impulsos internos, muchos de ellos perjudiciales, Rogers (1961) sostuvo que el núcleo de la naturaleza humana está constituida por los impulsos positivos, sanos y constructivos que entran en juego desde el momento del nacimiento. A semejanza de Maslow, Rogers busca ante todo ayudar a la gente a conocer su potencial interno. Pero, a diferencia de él, no elaboró primero una teoría de la personalidad con etapas bien diferenciadas y luego la aplicó a sus clientes. Le interesaban más las ideas que sugieran la de su práctica. Advirtió que se presentaba el mayor crecimiento personal se si sentía compenetrado de modo auténtico y total con sus clientes y si ellos sabían que los aceptaba tal y como eran. Aprecio positivo fue el nombre que Rogers dio a esta actitud “afable, positiva y de aceptación” (Rogers y Stevens, 1967) Estaba convencido de que el aprecio positivo por parte del terapeuta crearía actitudes de mayor autoaceptación en el cliente, así como más tolerancia y aceptación de los otros (Shaffer, 1978). Una evaluación de la psicología humanística La psicología humanística ha tenido una fuerte repercusión en varias formas. Sirve de estímulo a otros enfoques de la psicología del desarrollo, puesto que recalca la importancia de mantenerse en contacto con toda la riqueza de la vida real. Ha influido de modo notable en la orientación de los adultos, pero hasta ahora ha tenido una repercusión escasa en las teorías del desarrollo del niño. Empieza a influir en la educación en el sentido de la “humanización” de las relaciones interpersonales en la escuela. Sin embargo, todavía debe madurar en cuanto psicología del desarrollo. Aunque se han realizado trabajos en el campo de la teoría del yo, apenas si se ha iniciado la investigación en muchas otras áreas. La jerarquía de necesidades sugiere la existencia de etapas del desarrollo, se tiene pocos datos concernientes a la forma en que se desarrolla la persona que logra la autorrealización. Algunos investigadores critican la teoría humanística porque algunos conceptos, como la autorrealización, son difíciles de definir y casi imposibles de probar. Pero parte del escepticismo ante esta perspectiva posiblemente se deba a que ésta es de origen reciente. Una cosa es innegable: la psicología humanística constituye un factor importante en el ejercicio de la orientación y la terapia. Breve resumen de las teorías del desarrollo humano Teorías del aprendizaje (Skinner, Pavlov, Watson, Thorndike) Teorías cognoscitivas (Piaget, Bruner)| Tradición psicoanalítica (Freud, Erikson) Psicología humanista y las teorías del yo (Maslow, Rogers) Suposiciones sobre la naturaleza humana La naturaleza humana no es buena ni mala; el hombre se limita a reaccionar ante su ambiente. Los seres humanos son racionales, activos, alertas y competentes. No se limitan a recibir información; también la procesan. El ser humano es una criatura guiada por impulsos, que constantemente trata de reencauzar las potentes fuerzas de su interior. El ser humano es algo más que la suma de la parte y que un conjunto de patrones de estímulo-respuesta o instintos animales. Procesos Dominios Condicionamiento respondiente. Condicionamiento operante. Modelamiento Modificación de la conducta. Reacciones emocionales condicionadas. Asimilación/adaptación. Equilibrio Educación. Razonamiento moral Desarrollo psicosexual. Identificación. Realización de los procesos del desarrollo. Estudio de la conducta humana, personalidad y relaciones interpersonales. Autorrealización. Aprecio positivo. Orientación de adultos. Etología La etología es una rama de la biología que estudia los patrones de comportamiento animal. Entre los psicólogos ha despertado un renovado interés por las características biológicas que el hombre tiene en común con los animales. Los etólogos ponen de relieve la importancia de estudiar tanto al ser humano como a los animales en su ambiente natural. Del mismo modo en que los etólogos optan por examinar la relación social de los mandriles en la serla y no en una jungla de alambre, también insisten en observar a los niños en el juego durante el recreo escolar, no en una situación artificial de laboratorio. Los etólogos recurren a los mismos principios teóricos cuando estudian el comportamiento de humanos y animales. Captan muchas semejanzas entre ellos y piensan que una experiencia evolutiva parecida han preservado ciertos rasgos conductuales en el hombre que también se aprecian en los animales. También señalan que, a semejanza de otros animales, el ser humano manifiesta patrones de conducta sexual, agresión y otras respuestas sociales, que se parecen pese a las diferencias culturales. La idea de que la conducta social depende en gran medida de herencia biológica de un organismo en la característica distintiva de la sociobiología, una rama de la etología. Como los etólogos, también los sociobiólogos perciben semejanzas entre la conducta animal y la humana, pero van más allá al afirmar que los patrones complejos del comportamiento social están genéticamente determinados en el hombre y en el animal (Wilson, 1975). Para corroborar tal aserción, citan ejemplos de construcción de nidos entre las aves, un patrón intrincado de comportamiento que las aves ejecutan en el momento oportuno sin necesidad de aprenderlo. Los sociobiólogos se basan en éstos y en otros patrones sociales complejos y no aprendidos de insectos, aves y mamíferos para afirmar que en la conducta humana existe una causa semejante de los patrones conductuales. Piensan que muchos patrones de la conducta humana con los cuales se expresa dominio, territorialidad, cuidado cariñoso (nurturance), apareamiento y agresión muestran un ligero barniz de cultura aprendida sobre un patrón biológico genéticamente heredado de comportamiento. Tal afirmación ha dado origen a una fuerte discusión entre los psicólogos, la mayor parte de los cuales sostiene que la conducta social del hombre se aprende. El interés de los etólogos por los patrones heredados del comportamiento nos recuerda el que muestran los psicoanalistas por la teoría del impulso, pero hay una diferencia importante. Para los psicoanalistas los impulsos del hombre son residuos de antiguos impulsos biológicos que la civilización ha de restringir si no quiere ser destruida. Los etólogos y los sociobiólogos afirman que tales impulsos y sus resultantes patrones conductuales quizá formen parte integral de la civilización. Tal vez la civilización que sobrevive es la que no intenta controlar la herencia biológica del ser humano (Hess, 1970). Los etólogos aportan otra innovación importante. Casi todos los psicólogos del desarrollo investigan las causas situacionales e históricas del comportamiento. También los etólogos las estudian, pero además analizan una causa adaptativa: la función que el comportamiento tienen en la preservación de individuo o la especie. Asimismo perciben una causa evolutiva. Por ejemplo, un niño llora. La causa situacional puede ser que tenga un dolor. La causa histórica quizá sea que el niño se le ha premiado con atención cada vez que ha llorado. La causa funcional o adaptativa consiste en alertar a la madre y “desencadenar” sus cuidados cariñosos. El llanto es un patrón innato de la conducta encaminada al objetivo específico de la atención cariñosa. Por último, la causa evolutiva es la inmovilidad del lactante humano, la cual hace que el llanto, y no correr hacia la madre, sea una respuesta dominante (Hess, 1970). La manera en que la etología estudia la naturaleza humana está dejando su huella en la psicología. Los métodos etológicos de la observación ya fueron aplicados al ser humano; por ejemplo, en un estudio naturalista sobre las diferencias entre varones y mujeres en el cuerpo durante el recreo (Omark y Edelman, 1969). Los etólogos también estudiaron los patrones del dominio en grupos humanos. Strayer y Strayer (1976) hicieron un videotape del juego libre de 17 niños de edad preescolar y luego analizaron los patrones de la interacción social. Descubrieron una jerarquía de dominio entre los niños, la cual parecía reducir el conflicto agresivo dentro del grupo, cosa muy semejante a lo que los etólogos han observado en otros grupos de primates. En un trabajo similar con niños de 13 años durante una experiencia de 5 semanas en un campamento de verano, Savin-Williams (1976) también identificaron una clara jerarquía social de jefes y subordinados. Ese patrón se establecía rápidamente y se mantenía en la ordenación por rangos de las posiciones de las camas y en las actividades como pasear y otros deportes. Otros investigadores examinaron los patrones de interacción entre madres y lactantes (Stern, 1978), así como las estrategias en los deportes competitivos (Stevens, 1977). Resumen 1. Todos tenemos una teoría personal acerca de la naturaleza humana, pero no todos contamos con la objetividad necesaria para juzgar si corresponde o no ala realidad. Por tal razón, estudiamos en este capítulo muchas teorías antagónicas para corregir la nuestra y ampliar nuestra perspectiva. 2. Las teorías del aprendizaje asumen un punto de vista mecanicista y determinístico ante la naturaleza humana. Se basa en la suposición de que el ambiente moldea y configura el comportamiento humano con arreglo a los principios fundamentales del aprendizaje. En el condicionamiento clásico, por ejemplo, un estímulo neutral (una campana) se aparea con un estímulo incondicionado (un soplo de aire) y suscita una respuesta (el parpadeo). Tras varios apareamientos, la respuesta quedará condicionada al nuevo estímulo (la campana). Algunas respuestas emocionales pueden aprenderse según los principios del condicionamiento clásico. 3. En el condicionamiento operante, el comportamiento debe realizarse antes de poder fortalecerlo. Conforme a la ley del efecto de Thorndike, un acto de fortalece o debilita según las consecuencias que produzca. El condicionamiento operante construye una conducta compleja por medio del proceso de moldeamiento, en el cual se refuerzan las aproximaciones sucesivas a la tarea deseada. 4. La teoría del aprendizaje a la conducta social. La gente observa su propia conducta y la ajena, formulando después las reglas sobre las cuales basar sus acciones futuras. De ese modo, niños y adultos aprenden los papeles (roles) sociales, las actitudes sociales y los juicios morales. 5. Los teóricos del aprendizaje sostienen que el proceso adquisitivo es el mismo en todas las edades. El Desarrollo humano consiste en una acumulación gradual de conocimientos y destrezas durante toda la vida. 6. Aunque formados en la teoría del aprendizaje, los teóricos del procesamiento de información son en realidad psicólogos cognoscitivos que estudian los procesos mentales, como la atención, la percepción y la memoria, utilizando para ello un modelo del cerebro basado en la computadora. 7. La teoría del aprendizaje tiene muchas aplicaciones prácticas y útiles, pero no explica algunas conductas complejas, entre ellas el aprendizaje del lenguaje, que parecen basarse en estructuras mentales innatas. 8. Los teóricos cognoscitivos consideran que la mente es activa, alerta y que está equipada con estructuras innatas que procesan y organizan la información. La teoría de Piaget sobre el desarrollo cognoscitivo se funda en un modelo biológico y describe las diferencias cualitativas en el pensamiento de lactantes, niños y adultos. Estaba convencido de que el desarrollo es resultado del proceso de equilibrio, en el cual la mente trata de adecuar las estructuras del ambiente. En el equilibrio son básicas la asimilación y la acomodación, en las cuales las estructuras mentales, llamadas esquemas, incorporan nueva información que encaje en ellas o cambian para ajustarse a la información. 9. Estos esquemas se desarrollan en cuatro periodos y se tornan más complejos en cada uno. El primer periodo ocurre en la lactancia y recibe el nombre de periodo sensoriomotor (sensitivomotor), porque los niños se sirven de los sentidos y del movimiento corporal en su interacción con el ambiente. El segundo es el periodo preoperacional y abarca de los 2 a los 7 años. Durante esta etapa, el niño comienza a utilizar símbolos para las acciones, objetos y acontecimientos. El tercero es el periodo de las operaciones concretas (de los 7 a los 11 años), durante el cual los niños empiezan a pensar en forma lógica y a usar jerarquías de clasificación. No obstante, su pensamiento está ligado a los hechos y objetos físicos. Por último, la cuarta etapa llamada periodo de operaciones formales se alcanza poco después de los 12 años de edad. En él el pensamiento del adolescente se vuelve totalmente lógico, simbólico y abstracto. 10. La teoría cognoscitiva de Bruner, como la de Piaget, considera la mente como un organizador activo de información. Esta estructura cognoscitiva se desarrolla en tres etapas que corresponden a las dos primeras de Piaget: la etapa enactiva, la icónica y la simbólica. También Bruner ve en el lenguaje una fuerza muy importante en la adquisición de las estrategias de solución de problemas. La obre de Bruner y de otros teóricos se han aplicado ampliamente a los programas educativos y ha influido sobre todo en la enseñanza de la ciencia y las matemáticas en las escuelas primarias. 11. A las teorías cognoscitivas les interesa principalmente el crecimiento intelectual y, hasta ahora, no han explicado muchos aspectos del desarrollo emocional y de la personalidad. 12. La tradición psicoanalítica se funda en las teorías de Sigmund Freud. Su teoría de la naturaleza humana es determinista; el comportamiento y la personalidad están controlados por impulsos innatos de carácter sexual y agresivo. La personalidad se desarrolla a través de varias etapas psicosexuales. Las tres primeras (la oral, anal y la fálica) aparecen mucho antes de la pubertad y se centran en las zonas erógenas del cuerpo. Durante cada etapa el niño debe resolver ciertos conflictos y alcanzar un equilibrio entre la frustración y la satisfacción de las necesidades. La resolución de cada etapa determinará en gran medida la personalidad futura del niño. 13. La teoría de Erikson sobre el desarrollo se parece a la de Freud, pero en la suya la personalidad se desarrolla a través de una serie de etapas psicosociales y no psicosexuales. Ocho periodos críticos de ajuste a la sociedad y al yo tiene lugar durante la vida de la persona. Las necesidades de cada periodo son decisivas en distintas edades; pero las necesidades están presentes a lo largo de toda la vida. 14. Los psicólogos humanistas, entre ellos Maslow y Rogers, rechazan el determinismo de las teorías freudianas. A causa de sus nexos tan estrechos con el existencialismo la psicología humanística sostiene que el ser humano es espontáneo, que se determina a sí mismo y que es creativo. 15. Maslow propuso la teoría de la autorrealización como un impulso interno que interviene sólo una vez que estén satisfechas las necesidades más básicas. La autorrealización es el desarrollo de necesidades internas y expresivas por las cuales el hombre busca un mayor conocimiento de sí mismo y de mundo. 16. La teoría humanística de Rogers se ocupa también del desarrollo pleno de las capacidades humanas. Rogers afirma que la naturaleza humana es básicamente positiva, sana y constructiva. 17. La teoría humanística ha sido criticada por la falta de datos científicos que apoyen sus aseveraciones. Con todo, es una fuerza activa y cada vez más influyente en la psicología del desarrollo. 18. La etología es una rama de la biología que estudia los patrones conductuales en los animales. Los etólogos analizan la conducta social en ambientes naturales y valoran su función adaptativa para el individuo, grupo o especie. Los sociobiólogos han sido criticados por suponer que la compleja conducta humana está genéticamente determinada lo mismo que parte del comportamiento animal. Lecturas complementarias *Kegan, R. The evoluting self: Problem and process in human development. Cambridge, Mass: Harvard University Press, 1982. Kegan integra aspectos de diversas teorías (Piaget, Kohlberg, Maslow, Erikson y otros) para definir en forma más completa el constante desarrollo de la personalidad que prosigue ya bien entrada la adultez. Aunque el libro es un poco difícil para el principiante, sin duda representa un obre teórica indispensable para entender la adolescencia y la edad adulta. *Lorenz, K. King Solomon’s ring. Nueva York: Crowell, 1952. Lorenz, un conocido etólogo, ofrece extraordinarias descripciones sobre las formas y hábitos de varios animales y aves, tiernas e invitan a la reflexión. *Rogers, C.R. On becoming a person. Cambridge, Mass: Riverside Press, 1961. Es un estilo muy ameno, Rogers presenta un modelo perceptivo y optimista para explicar el crecimiento personal a través de la vida. *Schwartz, B. y Lacey, H. Behaviorism, sciencie and human nature. Nueva York: Norton, 1982. Este breve resumen de los fenómenos básicos del condicionamiento y de algunas de sus aplicaciones incluye asimismo una importante crítica de los principios y limitaciones de ese enfoque. * Wertheimer, M. A Brief history of psychology. Nueva York: Holt, Rinehart & Winston, 1979. Una guía interesante sobre los nexus existents entre las ideas filosóficas de antaño y la psicología científica moderna. Experiencia del lactante En esta exposición sobre la experiencia del parto, casi hemos ignorado por completo al niño. Si la madre ha recibido una fuerte anestesia, también el hijo nacerá embotado y quizá preciso revivirlo. Con frecuencia el moco se extrae de la nariz y la boca con una jeringa. Por otra parte, es común que el niño llore al nacer, lo cual indica una respuesta vigorosa. Pero en ocasiones las cosas son más tranquilas. Frederick Leboyer, un tocólogo francés, ideó un método que trata de evitar los traumas del parto. En su libro Birth Without Violence (1976), recomienda que el niño nazca en un cuarto tranquilo y tenuemente iluminado. Inmediatamente después el nacimiento, debe ser puesto sobre el abdomen de la madre y ser acariciado y mimado con cariño; sólo más tarde se le bañará con agua caliente. Los que nacen sin luces brillantes, sin ruido y que no reciben una fuerte palmada parecen llorar menos y responder antes que los que nacen en tales condiciones. Con contadas excepciones, las madres que han aplicado el método de Leboyer dicen que el parto ha sido una experiencia sumamente satisfactoria. Un innovador método, introducido en Francia por Michel Odente, estimula a las madres para que tengan el control del trabajo de parto y del alumbramiento. El ambiente hospitalario favorece el relajamiento, y la madre puede caminar libremente en él. Puede escoger la posición de parto; por ejemplo, hay una cama que le permite recostarse o permanecer sentada; se cuenta además con una silla de parto. Durante el trabajo de parto, la partera permanece al lado de la madre hasta que sale toda la cabeza del bebé. La partera entonces se coloca junto a las piernas de la madre para tomar suavemente al niño. El niño casi nunca llora; se le ve alerta y bastante tranquilo, y casi de inmediato empieza a alimentarse (Henschel, 1982; Young, 1982). ¿Es el parto para el niño un choque psicológico, o trauma, como algunos teóricos han señalado de cuando en cuando? Los datos no son concluyentes. En los dos primeros días, el recién nacido parece ser poco sensible al dolor. Hace poco se descubrió que posee un nivel relativamente alto de analgésico natural en su sistema orgánico. Por tanto, quizá para ellos el parto no sea el hecho tan doloroso que suponen los adultos. Por otra parte, los neonatos poseen un complejo sistema de reflejos y de capacidades sensoriales, algunos no totalmente desarrollados, pero otros funcionan muy bien. Parece ser que algunos lactantes pasan por un periodo de alerta y receptividad extraordinarias poco después del nacimiento. Sin duda conviene tener un ambiente agradable, afectuoso y humanitario en los primeros días de vida fuera del seno materno. Formación del vínculo entre progenitor e hijo Inmediatamente después del parto, madre e hijo inician el proceso de formación de vínculo, o sea la creación del apego. Al hacerlo están poniendo los cimientos de una relación de toda la vida. Desde el punto de vista externo, el vínculo se expresa en un comportamiento como el contacto físico, los besos y el contacto ocular. En lo interior, se siente como una fuerte atracción y fascinación mutuas. Pocos minutos después del nacimiento, madre e hijo empiezan una interacción y adquieren un patrón de reacción mutua. Los estudios con animales revelan la existencia de patrones bien diferenciados del comportamiento posnatal como lamer, tomar en los brazos y observar; se conocen patrones similares entre los humanos (Klaus y Kennel, 1976). Por lo regular una madre empieza a tocar las extremidades del niño con la punta de los dedos y luego lo abraza y le da masajes en el tronco con la palma de la mano. Hay abundante contacto ocular y observación cara a cara. El contacto cutáneo es otra modalidad de la conducta de formación del vínculo, y casi todas las madres lo consideran satisfactorio. Por política expresa muchos hospitales ponen al niño sobre el pecho de la madre inmediatamente después del nacimiento, a fin de favorecer esta proximidad. El niño viene equipado con las capacidades necesarias para formar el vínculo y al instante empieza a reaccionar ante los estímulos maternos. Los recién nacidos se mueven en respuesta a los gestos de la madre y a los cambios en el tono de la voz. Con la vista pueden seguir también los movimientos de ella (Klaus y Kennell, 1976). Este comportamiento es importante como motivación para la madre. Necesita sentir que su hijoesta reaccionando a lo que ella hace y que le interesa cuanto hace. Las respuestas fiscales del niño desencadenan asimismo importantes procesos dentro del cuerpo de la madre. Cuando un niño lame o succiona el pezón, produce un aumento en la secreción de prolactina, hormona importante en la crianza y en la secreción de oxitocina, otra hormona que contrae el útero y disminuye el sangrado. Al lactante también le beneficia mucho el amamantamiento (alimentación al seno) temprano. Aunque todavía no secreta leche, la madre produce una sustancia llamada calostro. Esta sustancia parece ayudar a purificar el sistema digestivo del pequeño. Algunos psicólogos piensan que estas interacciones iniciales determinan en gran medida la fuerza de la relación entre madre e hijo a lo largo de toda la vida. En un estudio (Klaus y Kennell, 1976) de primíparas con bajos ingresos y alto riesgo, el personal del hospital dio a la mitad de las madres 16 horas adicionales del contacto con el niño durante los tres primeros días de vida. Los dos grupos de madre e hijos fueron examinados más tarde a la edad de 1 mes, 1 año y 2 años. En el periodo de 2 años, las madres que habían tenido contacto adicional mostraron constantemente un apego mucho más grande con su hijo. Es posible que el contacto adicional haya sido muy importante para las madres adolescentes o para las que habían tenido poca o nula experiencia con recién nacidos. Otros estudios de los mismos investigadores (1976) vinieron a apoyar el valor del contacto inicial y más extenso entre hijo y madre. Un estudio realizado en Guatemala indica que el contacto después del nacimiento estimula el comportamiento de la formación del vínculo como el contacto físico y los besos; un estudio efectuado el Brasil revela que ese contacto también puede facilitar el amamantamiento. Otros investigadores que trabajan con diferentes poblaciones afirman que esta formación temprana del vínculo no es tan indispensable. Han descubierto que, exceptuadas las madres y niños de alto riesgo, el mayor contacto después del nacimiento no es crítico (Field, 1979). En todo caso, las madres que pasan el periodo inicial con su hijo muestran mayor seguridad en su capacidad maternal y mejor autoestima. También los padres sienten el fuerte impulso del apogeo temprano. Si se les brinda la oportunidad, la aprovecharán para tener contacto físico con su hijo, besarlo y observarlo (Briefs, 1980). Una reseña reciente viene a corroborar dichas observaciones (Goldberg, 1983). Goldberg dice que la paternidadmaternidad es una transición muy importante y que es preciso alentar a los padres en sus nuevos papeles (roles). Segundo, Goldberg señala que los padres muchas veces tiene una imagen idealizada de lo que será su hijo; de ahí que el contacto físico con él en las primeras horas y días de vida les ayude a rectificar sus expectativas referentes al especto y conducta del hijo. Tercero, es preciso que se familiaricen con su hijo, pues de otra manera no surgirá el apego. ¿Por qué debe posponerse esa familiaridad entre padre e hijo? Por último, Goldberg sostiene que la relación no estará condenada al fracaso (el apego puede aparecer más tarde), si las cosas no salen bien en los primeros días, si el lactante es prematuro o presenta deficiencias, si la madre está enferma o sedada. Experiencia del padre El rol del padre en el parto y en la formación del apego temprano pasó inadvertido durante muchos años. Hoy la investigación indica que el padre desempeña un papel importante en el desarrollo intelectual o emocional del niño. Furstenberg (1976) descubrió un aumento significativo en el desarrollo de niños de corta edad que tenían un contacto constante con su padre. Los estudios recientes se han centrado asimismo en el influjo que el recién nacido tiene en el padre. La mayor parte de los estudios revelan que 8 meses es la edad más corta en que el niño puede tener un comportamiento de apego con su padre (Lamb, 1975a, 1975b), pero Greenberg y Morris (1974) comprobaron que los padres adquieren los vínculos de apego con su hijo a los 3 días del parto y, algunas veces, aun antes. Greenberg y Morris observaron que los padres que tenían contacto temprano y frecuente con su hijo sentían una fuerte atracción hacia él, gran alegría y mayor autoestima. El desarrollo familiar se ve favorecido si el padre participa en el embarazo y en los procesos del trabajo del parto y alumbramiento. Cada vez es mayor en número de hombres que asisten a las clases de parto con su esposa y que las ayudan en el trabajo de parto y en el alumbramiento. Los que hacen esto tienen un vínculo más fuerte y positivo con el niño, tendiendo a participar más en su cuidado. La inclusión temprana del padre también significa que sentirá menos celos y no tendrá la impresión de quedar fuera de la relación entre madre e hijo. El neonato Hasta ahora hemos hablado de los aspectos biológicos y psicológicos del parto. Ha llegado el momento de hacer una pausa para examinar la condición del recién nacido en el parto y después de él. Durante el primer mes de vida, al niño se le da el nombre de neonato. El primer mes es un periodo muy especial de la existencia del niño. Se distingue del resto de la infancia porque en él el niño debe adaptarse a dejar el ambiente cerrado y protegido del seno materno para vivir en el mundo exterior. El primer mes es a la vez un periodo de recuperación del proceso de parto y de ajuste y perfección de las funciones vitales, entre ellas la respiración, la circulación, la digestión y la regulación de la temperatura corporal. Al momento del nacimiento, un niño promedio a término pesa entre 2.5 y 4.3 Kg. y mide de 48 a 56 cm de largo. La piel puede estar cubierta con vernix caseosa, una capa suave y grasosa que aparece en el periodo fetal. Se observa especialmente en un parto por sección cesárea, puesto que no se desprende durante el pasaje estrecho por el canal del parto. La piel a veces está cubierta por pelo facial y corporal que desaparece en el primer mes. Por un tiempo la cabeza parece demasiada larga y deforme a consecuencia de un proceso denominado moldeamiento. En él, las placas óseas blandas del cráneo, unidas únicamente por cartílago, se compactan en el canal del parto. Los senos y los genitales de varones y mujeres parecen estar hipertrofiados. También esto es temporal. Se debe a las hormonas de la madre que llegaron al niño antes del nacimiento. Así pues, el aspecto general del recién nacido puede sorprender a los padres, quienes esperaban ver a un niño robusto y hermoso como el que aparece en los anuncios comerciales. Periodo de ajuste Pese a su aspecto, los neonatos a término son pequeños y tenaces criaturas que están realizando un profundo ajuste a su nueva vida: la madre ya no hace todo por ellos sino que deben actuar por su cuenta como individuos independientes. Cuatro áreas centrales del ajuste son la respiración, la circulación de la sangre, la digestión y la regulación de la temperatura. El llanto del niño tradicionalmente simboliza el inicio de la vida del neonato. También denota un paso importantísimo en su desarrollo, pues con las primeras inhalaciones de aire se llenan los pulmones por primera vez, empezando a funcionar como el principal órgano del aparato respiratorio. Este hecho tan decisivo tarda unos cuantos minutos. Durante los primeros días después del nacimiento, el neonato pasa por periodos de tos y estornudos que a menudo alarman a la madre, pero que cumplen la importante función de quitar el moco y el líquido amniótico en las vías aéreas del niño. El inicio de la respiración marca un cambio radical en el sistema circulatorio del neonato. Su corazón ya no necesita bombear sangra hacia la placenta para la aeración. Por el contrario, la sangre circula ahora hacia los pulmones para recibir oxígeno y eliminar el dióxido de carbono (Pratt, 1954; Vulliamy, 1973). Para lograrlo, una válvula del corazón se cierra y redirige el flujo de sangre a lo largo de la ruta cambiada. El sistema circulatorio ya no es fetal, sino que se torna totalmente autosuficiente. La transición del sistema fetal al sistema independiente comienza inmediatamente después del nacimiento pero no se completa sino al cabo de unos días. La falta de oxígeno durante algunos minutos en el momento del parto o durante los primeros días de ajuste puede ocasionar un daño cerebral permanente. Antes del parto, la placenta ofrecía nutrientes y también oxígeno al feto. Pero, una vez fuera del seno materno, el sistema digestivo del neonato debe comenzar a funcionar. Este cambio es un proceso de adaptación más largo que los inmediatos e impresionantes de la respir5ación y circulación. Otro ajuste gradual lo encontramos en el sistema de regulación de la temperatura. Dentro del útero, la piel del niño era conservada a una temperatura constante. Pero después del nacimiento la piel debe trabajar incesantemente para proporcionar aislamiento de los cambios, aun los más insignificantes, en la temperatura externa. En los primeros días de vida, hay que abrigar cuidadosamente al niño. Pronto adquiere una mejor capacidad para mantener su propia temperatura corporal, con ayuda de una capa de grasa que se acumula durante las primeras semanas de vida. No todos los neonatos están bien equipados para adaptarse a los cambios abruptos ocasionados por el parto; es, pues, importante detectar cualquier problema cuanto antes. Se han conseguido notables avances en esta área durante los últimos años. Antaño al niño se le consideraba sano si daba la impresión de estar bien. Después, en 1953, Virginia Apgar inventó un sistema estándar de calificación, y así los hospitales pudieron evaluar rápidamente la condición del recién nacido. La puntuación de Apgar se efectúa un minuto después del nacimiento y se repite a los cinco minutos. El ayudante observa el pulso, la respiración, el tono muscular, la respuesta de los reflejos generales y el color de la piel (o de las membranas mucosas, las palmas de las manos y las plantas de los pies para niños que no sean de raza blanca). Una puntuación perfecta de Apgar es 10 puntos, considerándose normal una puntuación de 7 o más puntos. Las puntuaciones menores que 7 generalmente indican que algunos sistemas orgánicos no están funcionando bien y que requieren por lo menos vigilancia y, tal vez, atención especial. Una puntuación de 4 o menos exige tomar medidas de urgencia al instante. Sistema de puntuación Apgar para recién nacidos Puntuaciones 0 1 2 Pulso Ausente Menos de 100 Más de 100 Respiración Ausente Lenta, irregular Llanto fuerte Tono muscular Débil Respuesta refleja Color 1 Sin respuesta Azul, pálido Un poco de extremidades Mueca flexión Cuerpo de color extremidades azuladas en las Movimiento activo Llanto vigoroso rosa, Totalmente de color rosa. que no son de raza blanca, se utilizan otras pruebas de membranas, palmas de las manos, plantas de los pies. Fuente: según “Proposal for a New Mothod of Evaluating the Newborn Infant”, de V. Apgar, Anesthesia and Analgesia, 1653, 32, 260. Reimpreso con autorización de la Internacional Anesthesia Research Society. 1.Para las personas Competencia del recién nacido Los neonatos son en realidad más fuertes de lo que parecen; pueden adaptarse a cambios profundos al salir del canal del parto. Pero apenas estamos empezando a entender muchos otros aspectos fascinantes de la naturaleza de ellos. ¿Qué pueden hacer? ¿Pueden oír? ¿Qué cosas pueden ver? ¿Cómo aprenden? ¿Cuáles son sus preferencias? Hasta hace unos 25 años, los psicólogos crían que el neonato era incapaz de realizar un comportamiento organizado y autodirigido. En las obras de psicología se leía que los lactantes no utilizaban los centros superiores del cerebro antes de tener un año de edad o que distinguían la luz y la sombra, no así los objetos o patrones visuales. Se pensaba que el comportamiento en las primeras semanas de vida era casi enteramente reflejo. Experimentos posteriores han demostrado que habíamos subestimado al recién nacido. Ahora sabemos que es un ser organizado, capaz de emitir respuestas predecibles y de realizar una actividad mental más compleja de lo que cabría suponerse. Muestran diferencias bien definidas y una extraordinaria capacidad de aprendizaje (Stone, Smith y Murphy, 1973). La clave de estos nuevos conocimientos se encuentra en la invención de medios más precisos y creativos para observar al recién nacido. Los primeros estudios no tenían un buen diseño. Se servían de mediciones inadecuadas y, a menudo, lo ponían en desventaja. Incluso los adultos no son muy perceptivos ni sensibles cuando se les pone en una cama viendo un techo blanco y cubiertos hasta el cuello con cobijas. Si a los recién nacidos se les coloca boca abajo sobre la piel de su madre en un cuarto con temperatura agradable, mostrarán un interesante repertorio de conductas (Prechtl y Beintema, 1965). Estas y otras nuevas técnicas de estudio les permiten responder lo mejor posible a las pruebas. Estados del recién nacido. Cuando vemos dormir a un neonato, advertimos que a veces yace tranquilo y sin moverse, otras veces hacen gestos y se mueven aunque sin abrir los ojos. De manera análoga, cuando están despiertos pueden parecer tranquilos pero ser capaces de agitarse violentamente y llorar. Al observar por un largo tiempo de actividad de los neonatos, P. H. Wolff (1966) pudo distinguir e identificar seis estados de comportamiento de ellos: sueño regular, sueño irregular, somnolencia, inactividad alerta, actividad en estado de vigilia y llanto. Estos estados tienen una duración regular y parecen seguir ciclos diarios predecibles de vigilia y sueño, de hambre y alimentación. El grado de sensibilidad en el recién nacido depende sobre todo de su estado de inactividad alerta reaccionan a la estimulación mostrándose más activos. Los que ya se encontraban en su estado activo emitían una respuesta diferente: parecían tranquilizarse cuando eran estimulados. De ahí la importancia de examinar el estado del recién nacido cuando se quieren evaluar sus reacciones frente a los acontecimientos externos. Capacidad de ser tranquilizado. El llanto es un estado que causa honda preocupación a los padres y a los que cuidan al niño; los obliga a averiguar la causa y la forma de suprimirla. Entre las numerosas técnicas de que se dispone para calmar a los niños, destacan tres por su eficacia: reducir el grado de estimulación que les procura su cuerpo enrollándolos en mantas. (A ello se debe seguramente que algunos duerman muy bien cuando se les abriga y se les lleva a pasear en una carreola.) Los neonatos difieren mucho en la facilidad con que se les tranquiliza y en los métodos que dan buenos resultados. Brazelton (1973) observó que algunos se calman fácilmente y parecen contar con métodos regulares para tranquilizarse a sí mismos; otros requieren atención constante. Más importante aún: ha de haber cierta correspondencia entre la técnica que aplican los padres y la capacidad del niño para tranquilizarse. Cuando no hay esa correspondencia, tanto la madre como el hijo muestran a veces patrones conductuales que más tarde será difícil cambiar. Reflejos. Los niños a término afrontan el mundo con varios reflejos complejos y con combinaciones de ellos. Casi todos desaparecen al cabo de 3 ó 4 meses. Algunos merecen alguna mención especial. El reflejo de Moro es la reacción de sobresalto en el recién nacido. Cuando éste se sobresalta o sorprende, como sucede al oír un ruido fuerte, reacciona extendiendo los brazos a un lado, con los dedos distendidos como si fuera a coger algo. Algunos piensan que el reflejo de Moro es un vestigio de la evaluación del hombre a partir de los simios: al caer las crías de los simios se asían del cabello de su madre y gracias a ello lograban sobrevivir. Otro reflejo corporal es el reflejo del cuello tónico. Se presenta cuando se gira súbitamente la cabeza del niño hacia un lado. El pequeño reacciona extendiendo el brazo y la pierna hacia el mismo lado, a la vez que doblan el brazo y la pierna en el otro lado, en una especie de posición de esgrima. El reflejo de marcha se produce cuando a un recién Reflejos del recién nacido Reflejo De Moro (sobresalto) Cuello tónico De marcha Colocación Palmar De Babkin Descripción Cuando los recién nacidos se sobresaltan al oír sonidos fuertes o al caer repentinamente algunos centímetros, primero extienden los brazos y los dedos, luego se llevan los brazos hacia el dorso y cierran los dedos. El reflejo desaparece a los 4 meses más o menos. Cuando se gira la cabeza de un recién nacido hacia un lado, extiende el brazo y la pierna de ese costado y los dobla en el costado opuesto, como en una posición de esgrima. Desaparece a los 4 meses. Cuando al recién nacido se le sostiene erguido con sus pies contra una superficie plana y se le mueve hacia delante, parece camina el forma coordenada. El reflejo desaparece después de 2 meses. Semejante al reflejo de marcha. Cuando se ponen los pies del recién nacido sobre el borde de una mesa, tratará de caminar hacia ella. El reflejo desaparece después de 2 meses. Cuando un lápiz o un dedo se ponen dentro de las palmas del recién nacido, éste lo aprieta con fuerza y aumenta la intensidad del apretón si el objeto se le quita. El reflejo desaparece aproximadamente a los 5 meses. Si se le colocan objetos contra ambas palmas, el recién nacido reaccionará abriendo la boca, cerrando los ojos y volteando la cabeza hacia un lado. El reflejo desaparece al cabo de 4 meses. Plantar De Babinski De búsqueda De succión De natación Cuello ocular Pupilar Semejante al reflejo palmar. Cuando se pone un objeto o un dedo en las plantas de los pies del niño cerca de los dedos, el niño reacciona tratando de doblar los pies. El reflejo desaparece al cabo de 9 meses. Si le golpean las plantas de los pies del recién nacido desde el talón hasta los dedos de los pies, el recién nacido extiende sus dedos pequeños y levanta el dedo gordo. El reflejo desaparece después de 6 meses. Si se tocan las mejillas del niño, éste girará la cabeza hacia el estímulo y abrirá la boca, como si buscase un pezón. El reflejo desaparece después de 3 ó 4 meses. Si se mete un dedo en la boca del recién nacido, éste responderá succionando y haciendo movimientos rítmicos con la boca y la lengua. El recién nacido intentará nadar en forma coordinada si se lo coloca dentro del agua en posición de decúbito abdominal. El reflejo desaparece al cabo de 6 meses. El recién nacido inclinará su cabeza hacia atrás evitando la luz que brille directamente en sus ojos. Las pupilas del recién nacido se contraerán bajo luz brillante y al momento de dormir; se dilatarán bajo la luz tenue y cuando despierte. Este reflejo es permanente. nacido se le sostiene verticalmente con los pies apoyados sobre una superficie dura. Levantan una pierna y, se les inclina ligeramente a uno y otro lado, parecen estar caminando. El reflejo palmar se aplica a los dedos de las manos y de los pies. Los niños cerrarán los dedos sobre un objeto, digamos un lápiz, cuando se les coloque en la palma. Algunos aprietan con tanta fuerza que sostienen todo su peso hasta por un minuto (Taft y Cohen, 1967). Un reflejo de gran utilidad es el reflejo de búsqueda. Cuando se le toca una mejilla, el niño mueve la boca hacia el estímulo. Esto les ayuda a localizar el pezón. La madre que no conoce esta respuesta quizá trate de impulsar la respuesta del niño hacia el pezón. Dado que el reflejo es hacia la estimulación y no en sentido contrario, el pequeño se moverá hacia la mano que lo empuja, con lo cual da la impresión de rechazar el pecho. El reflejo de búsqueda desaparece hacia el tercer o cuarto mes (Taft y Cohen, 1967). El reflejo de succión, a semejanza del anterior, es evidentemente indispensable para la supervivencia del recién nacido. Como algunos otros, éste empieza en el útero. Se han registrado casos de niños nacidos con el pulgar ya hinchado a causa de la succión. Los ojos del recién nacido también pueden ejecutar varios movimientos reflejos y patrones motores. Los párpados se abren y cierran en respuesta a los estímulos. Las pupilas se dilatan ante la luz tenue y se estrechan cuando la luz es brillante; también se estrechan cuando el niño va a dormirse o se dilatan al despertar. Incluso el recién nacido que tiene apenas unas horas de vida es capaz de seguir con la vista un objeto que se mueva lentamente, como una pelota roja y brillante (Brazelton, 1969). Muchos otros reflejos rigen el comportamiento del neonato. Algunos de ellos, como el estornudo y la tos, son imprescindibles para la supervivencia. Otros parecen guardar relación con los patrones conductuales de nuestros ancestros. Y hay otros que todavía no se conocen bien. Aprendizaje y habituación. Gracias al perfeccionamiento de los métodos de observación se ha obtenido útil información sobre cómo el recién nacido aprende respuestas bastante intrincadas. Su capacidad de voltear la cabeza hacia uno u otro lado ha sido utilizada en muchos de estos experimentos. Algunos de los más importantes fueron efectuados por Papousek (1961). En ellos se enseñó a un grupo de recién nacidos a girar la cabeza a la izquierda para recibir leche cada vez que oían la campana. Por el mismo premio aprendieron también a girar la cabeza hacia la derecha al escuchar un zumbador. Después, para complicar la situación, se invirtieron la campana y el zumbador. Los niños no tardaron en aprender a girar la cabeza conforme a las reglas del nuevo juego. Dado que la succión es un reflejo bien desarrollado en el neonato, esta capacidad también se ha empleado en los trabajos relativos al aprendizaje del neonato y a sus preferencias visuales. Kalnins y Bruner (1973), en una ampliación de un estudio anterior de Siqueland y DeLusia (1969), se propusieron averiguar si los recién nacidos pueden controlar la succión cuando se asocia a premios que no sean de alimentación. Los pacificadores fueron conectados a un conector de transparencias. Si el niño succionaba, la transparencia estaba bien enfocada; si no lo hacía, la transparencia era borrosa. Bruner observó que los niños aprendían rápidamente a enfocar la imagen y que también se adaptaban pronto si se invertían las condiciones. En otras palabras, aprendían a interrumpir la succión para hacer que la imagen se enfocara bien. Los recién nacidos, algunos de 3 semanas de edad (Alexander, 1970), no sólo coordinaban las succión y la visión sino que controlaban el enfoque de la proyección de transparencias. Su único premio era una estimulación visual que, en vez de una imagen borrosa, proporcionaban imágenes nítidas. Bruner llegó a la conclusión de que se ha subestimado mucho la capacidad de los recién nacidos para resolver problemas en forma voluntaria. Los experimentos de Papousek (1961) incluyen algo más que los zumbadores y campanas mencionados antes. Se sirvió además de luces para descubrir una faceta muy importante de la conducta del neonato. Le enseñó a encender una lámpara girando la cabeza hacia la izquierda. El niño giraba la cabeza varias veces durante un breve periodo a fin de encender la lámpara. Pero entonces ocurrió una cosa interesante: en niño parecía perder interés por el juego. Papousek descubrió que podía revivir el interés del pequeño invirtiendo el problema, pero también esta vez el tedio no tardó en aparecer. Los hallazgos de Papousek fueron importantes por dos motivos: apoyaron la suposición de Bruner (1971) de que la competencia, y no el premio inmediato, motiva gran parte del aprendizaje humano. Y además demostraron la existencia de un segundo fenómeno del aprendizaje: la habituación. Los recién nacido se habitúan, es decir, se acostumbran a ciertas clases de estímulos y luego dejan de reaccionar ante ellos. La habituación puede usarse para averiguar varias cosas respecto a las capacidades intelectuales de estos niños. Por ejemplo, la respuesta de un recién nacido al iniciarse un sonido de intensidad moderada consiste en un latido cardiaco más acelerado, un cambio en la respiración y, algunas veces, en el llanto o actividad general. A medida que el sonido continúa, pronto se habitúa el niño o deja de reaccionar. Cuando cambiamos el estímulo sonoro, así sea ligeramente, y la respuesta sea reanudada, el niño percibirá seguramente el cambio y responderá ante la pequeña diferencia. Esta capacidad de habituación ha sido la base de múltiples experimentos que aportan abundante información sobre las capacidades sensoriales y las habilidades preceptúales de los recién nacidos. Capacidades sensoriales y preceptúales. ¿Pueden los recién nacidos distinguir los detalles de un objeto que esté delante de ellos? ¿Pueden ver patrones? ¿Pueden percibir el color y la profundidad? ¿Pueden escuchar un susurro? ¿Son sensibles a los estímulos táctiles o carecen de esta capacidad? Por ahora nos limitaremos a estudiar brevemente las capacidades sensoriales y preceptúales del neonato. Visión. Gracias a los datos aportados por la investigación anatómica, sabemos que el lactante nace con un conjunto completo e intacto de estructuras visuales. Casi todas éstas son inmaduras y necesitan y necesitan desarrollarse en los siguientes meses antes de alcanzar su plena capacidad. Sin embargo, el neonato posee algunas capacidades visuales al momento de nacer. Desde los primeros minutos de vida sus ojos son sensibles a la brillantez. Sus pupilas se contraen ante la luz brillante y se dilatan en la obscuridad. El niño tiene cierto control sobre los movimientos oculares, pudiendo visualmente seguir un objeto, con la pluma luminosa del médico o un rostro, que se mueve dentro de un campo visual. Posee además la capacidad de seguir el movimiento de un rostro que esté a una distancia de 22.8 ó 25.4 cm. Los movimientos oculares son cortos y sin mucha coordinación, durando un breve lapso. Los recién nacidos pueden enfocar sólo los objetos cercanos, generalmente situados a una distancia de 17.8 a 50.8 cm, pero los objetos lejanos les parecen borrosos. En ocasiones les falta convergencia de los ojos: les resulta imposible enfocar los dos sobre un mismo punto. Tampoco lograrán hacerlo de modo constante antes del final del segundo mes (Fantz, 1961). Esa carencia seguramente limita su percepción de la profundidad. Los recién nacidos muestran selectividad sobre lo que observan y, según se ha demostrado, prefieren ver patrones complejos. Parecen ser muy sensibles a los bordes y contornos de los objetos, en especial las curvas (Roskinski, 1977). Manifiestan una extraordinaria sensibilidad ante el rostro humano (Frantz, 1958). Así pues, no debe extrañarnos que en edad temprana aprendan a reconocer el rostro de su madre. Un experimento de Carpenter (1974) demostró una preferencia del niño por su rostro o por el de la madre a las dos semanas de vida. Carpenter presentó a cada niño fotografías de su madre y de otra mujer. A las dos semanas de vida, los niños preferían ver el rostro familiar. En algunos casos, volteaban la cabeza en una dirección contraria a la de las fotografías de personas extrañas, acaso por se el estímulo demasiado intenso o desconocido. (McFarlane, 1978). Las preferencias de los recién nacidos no sólo dependen de las luces u objetos que les muestren, sino también de su propia estado de excitación o activación. La mayor parte de los estudios de preferencia han de efectuarse cuando el niño está despierto, en estado de alerta y sin mucha hambre. Los que han sido alimentados observarán los estímulos, digamos luces que relampaguean rápidamente, casi con el doble de frecuencia que los recién nacidos despiertos y alertas a quienes se somete a la prueba antes de darles de comer (Gardner y Karmel, 1984). Audición. Sabemos que los recién nacidos pueden oír ya que se sobresaltan al escuchar un sonido fuerte. Lo que aún no sabemos es la eficacia con que perciben los sonidos. En los primeros días de vida, la audición posiblemente esté atenuada por el líquido amniótico que llena los conductos auditivos. Por lo demás, las estructuras anatómicas del oído, y también las de visión, están presentes en el momento del parto. Sólo unas pocas estructuras del oído interno no han alcanzado su plena madurez, y su estado de desarrollo incompleto únicamente impide al pequeño oír un susurro de tono bajo. En general responde ante sonidos de tono más alto, no ante los de tono más bajo. Pese a dichas limitaciones, los recién nacidos pueden reaccionar frente a una gama de sonidos más extensa de lo que se pensaba antaño. Si bien en algunos estudios se descubrió que carecen de sensibilidad ante una amplia gama de frecuencias de tonos puros, breves y bastante fuertes y que los niños de 4 meses no pueden percibir la diferencia entre tonos variables (Turkewitz, Birch y Cooper, 1972), estudios posteriores provistos de controles más precisos llegaron a conclusiones diferentes. Kearsley (1973) descubrió que los recién nacidos respondían a tonos puros cuando éstos tenían una larga duración; otros investigadores demostraron que los niños de 1 mes discriminaban entre tonos puros (Soderquist y Hoenigmann, 1973; Womuth, Pankhurst y Moffitt, 1975). Otros sentidos. Sabemos menos de los sentidos del gusto, olfato y tacto de lo que conocemos sobre la visión y audición del neonato. Algunos estudios revelan que estos tres sentidos son sumamente sensibles. Pese a que los datos indican que el recién nacido tal vez tenga una sensibilidad menor ante el dolor durante los primeros días de vida, el gusto y el olfato funcionan a toda su capacidad. Estos niños discriminan entre los sabores dulces, salados, amargos y ácidos; emiten una fuerte reacción ante los olores. A los 6 días, ya pueden distinguir el olor de la madre y el de otra mujer. Tal reacción se funda en el olor corporal, no sólo en el de la leche o del seno; naturalmente, el niño muestra preferencia por los olores conocidos (Mac-Farlane, 1980). El tacto es un sentido especialmente importante para la comodidad del neonato. A menudo el simple hecho de tomarle los brazos, las piernas o de oprimirle el abdomen bastará para calmarlo. Según se mencionó antes, enrollarlo en mantas o sábanas tiene un efecto parecido (Brazelton, 1969). Evaluación. En los primeros días de vida, la mayor parte de los hospitales hacen una evaluación muy completa del recién nacido. En ella se incluyen un examen neurológico y una evaluación del comportamiento. La escala de evaluación del comportamiento neonatal, ideada por Brazelton (1973) se usa cada vez más en hospitales de Estados Unidos. la escala comprende las pruebas neurológicas habituales, pero está diseñada primordialmente para medir las capacidades conductuales. Las 44 medidas independientes de la prueba pueden agruparse en siete categorías conductuales, semejantes a las competencias expuestas en el presente capítulo. Las siguientes dimensiones aparecen en la tabla 4-3. Los recién nacido difieren en sus respuestas a estímulos nuevos, prolongados o ligeramente molestos. Algunos son capaces de detectar, prestar atención y luego habituarse (acostumbrarse) a los cambios del ambiente. Otros pueden ser menos sensibles o demasiado sensibles e irritables, conductas que aminoran su atención y adaptabilidad a los cambios. La escala de Brazelton mide la forma en que el neonato responde y sus competencias; de ese modo puede suministrar información inicial sobre la futura personalidad y desarrollo social del niño. Al evaluar sus capacidades para reaccionar ante la gente y los objetos cercanos, la escala aísla los factores que serán importantes más tarde en las relaciones con los padres, hermanos y otras personas (St. Clair, 1978). TABLE 4-3 Grupos en la escala de evaluación de conducta neonatal Cambio de estado Regulación de estado Orientación Disminución de respuesta Reflejos Tono y actividad motores Estabilidad autónoma ¿Con qué rapidez y facilidad pasa el recién nacido del sueño al estado de alerta? ¿Y al llanto? ¿En qué forma el recién nacido se tranquiliza o calma a sí mismo? ¿Con qué facilidad se consuela? ¿Con qué facilidad el recién nacido se calma y voltea hacia una luz, campana, voz o rostro? ¿Con qué rapidez se habitúa el recién nacido a una luz, campana, sonaja o piquete de alfiler? ¿Hay una respuesta regular y fuerte ante cada uno de los 17 reflejos diferentes? ¿Qué grado de intensidad y estabilidad tiene la actividad motora? ¿Reacciona el recién nacido con temblores o sobresaltos repentinos? Fuente: adaptado de Jacobson, Jacobson, Fein y Schwartz, 1984. Individualidad de los recién nacidos Desde el momento del nacimiento los neonatos manifiestan su singularidad y variabilidad. Los padres que tienen más de un hijo se percatan muy bien de las diferencias en las personalidades de sus hijos, pese a que todos fueron criados más o menos en la misma forma. Muchas veces tales diferencias se advierten aún antes que nazca un niño. Un feto patea mucho, mientras que otro cambia de posición con suavidad y delicadeza. ¿Cuán profundas son dichas diferencias en los estilos del temperamento de los recién nacidos? ¿Qué nos revela el comportamiento de ellos respecto a su futura personalidad? ¿Cuál es la dinámica entre la personalidad del niño y la de sus padres, y cuáles son sus efectos? La individualidad del recién nacido ha sido objeto de muchos estudios recientes. Chess (1967) identificó nueve criterios para diferenciar la conducta del neonato: nivel de actividad, regularidad biológica, respuestas negativas y positivas frente a nuevos estímulos, adaptabilidad, intensidad de la reacción, umbral de sensibilidad, calidad del estado de ánimo (grado general de placer frente al del malestar), amplitud de la atención y persistencia, distractibilidad. Chess se valió de los criterios anteriores para estudiar a 136 niños. Descubrió que podían dividirse en tres tipos básicos. También observó que las cualidades vistas a los 2 ó 3 meses de edad perduraban a lo largo de la niñez. El grupo más numeroso de Chess estaba formado por los “niños fáciles”, aquellos que mostraban regularidad y ritmo biológico. Tenían patrones regulares de sueño y alimentación, aceptaban sin dificultad los nuevos alimentos y personas, no estaban propensos a la frustración. Los “niños difíciles” formaban un grupo más reducido. Evitaban los nuevos estímulos y se adaptaban lentamente al cambio; su estado de ánimo era a menudo negativo. Un tercer tipo es el del “niño que tarda en entrar en calor”. Estos niño rehúyen las actividades suavemente, mientras que los niños difíciles lo hacen en forma activa y ruidosa. Los niños que tardan en entrar en calor muestran interés por situaciones nuevas sólo si se les permite hacerlo de manera gradual y sin presiones. Chess no encontró pruebas de que estos tipos de temperamento fueran influidos por la conducta de los padres. Por el contrario, el temperamento de los niños parecía ser parte de ellos del mismo modo que el color heredado de sus ojos. Freedman (1979) sostiene que las diferencias de temperamento entre los recién nacidos, lo mismo que sus diferencias físicas, pueden ser de origen genético. Conforme a sus hallazgos, tanto los chinos como los navaho tienden a ser más tranquilos, más adaptables y a ser más fáciles de tranquilizar que los de raza blanca o negra, cuyo llanto y respuestas defensivas suelen ser más fuertes y prolongadas. Freedman piensa que los chinos y los navaho tienen un temperamento parecido por compartir el mismo origen asiático en la época prehistórica. Así pues, sus diferencias de temperamento posiblemente tengan un origen genético. Tales diferencias, cuando se admiten, pueden suministrar importantes pistas sobre la manera en que los recién nacido interactúan con otros y se adaptarán a sus ambientes futuros. Aunque no se conoce bien el origen de la individualidad del recién nacidos los investigadores coinciden generalmente en que los estilos de personalidad muy distintos son patentes al momento del nacimiento y que tales diferencias se agudizan en los primeros meses de vida. Durante ese periodo temprano, niños y padres establecerán una relación basada en su personalidad singular (Lewis y Rosenblum, 1974). Muchos trabajos de investigación señalan que los temperamentos y estilos conductuales de los recién nacidos influyen en el comportamiento de los padres y determinan, en parte, la calidad de las primeras interacciones. Los investigadores normalmente observan que los niños difieren muchísimo en el grado de atención que obtienen de sus padres; los irritables reciben mayor estimulación por parte de ellos que los muy tranquilos. Sin embargo, tal atención puede acompañarse de sentimientos de enojo, desconcierto o compasión por sí mismo cuando el cuidador ha tenido que hacer muchos esfuerzos por calmar o divertir al pequeño. Los niños que se tranquilizan y se divierten fácilmente pueden hacer que sus padres se sientan competentes y satisfechos con su papel (Segal y Yahraes, 1978). Por tanto, la predicibilidad del comportamiento del recién nacido afecta también al cuidador. Son comunes las diferencias ligeras de personalidad entre progenitor e hijo; hasta el progenitor más optimista y generoso necesita tiempo y paciencia para familiarizarse con la personalidad particular de su hijo. Según veremos, el desarrollo de reciprocidad y de una “relación simbiótica” no es en absoluto automática ni instintiva. El niño prematuro Hasta ahora hemos hablado exclusivamente del desarrollo de neonatos sanos y a término. Un número considerable de ellos debe considerarse como prematuros, situación que plantea serios problemas al niño y a quienes lo cuidan. Frecuentemente se confunden dos indicadores de premadurez. El primero es el tiempo de gestación. El niño que nace tras un periodo de gestación de menos de 37 semanas se considera prematuro. El segundo indicador es el bajo peso al nacer. Dado que el peso promedio neonatal es de 3.4 Kg. un niño que pese menos de 2.5 Kg. suele clasificarse como prematuro, o bien se piensa que necesita atención especial, no obstante que apenas la mitad de ellos tienen un periodo de gestación menor que 37 semanas. Los recién nacidos con bajo peso al nacer, aún cuando sean a término, a menudo presentan problemas resultantes de la desnutrición fetal, por ejemplo. En consecuencia, ambos puntos divisorios (2.5 Kg. y 37 semanas) se utilizan para clasificar la premadurez (Babson y Benson, 19669. La Organización Mundial de la Salud define al prematuro como aquel que pesa menos de 2.5 kg al momento de nacer. La premadurez se debe a varios motivos. El más común es un parto múltiple, cuando dos o más niños nacen al mismo tiempo. He aquí otras causas: enfermedades o deficiencias del feto, el tabaquismo o consumo de drogas por la madre, la desnutrición. Algunos padecimientos de la madre, entre ellos la poliomielitis y la diabetes, pueden hacer que el médico realice el parto antes del término. Inmediatamente después del parto, a los prematuros les cuesta generalmente mucho más ajustarse que a los niños a término. Su adaptación a los procesos básicos de la circulación, respiración y control de temperatura es más complicada. Entre ellos, el control de la temperatura es un problema muy común. Los prematuros poseen muy pocas células adiposas y, por lo mismo, les cuesta mucho conservar el calor corporal. Por tanto, en los países industrializados los recién nacidos que pesan menos de 2.5 kg son puestos en incubadoras apenas nacen. Otro problema frecuente es la alimentación del prematuro. En sus primeros meses de vida estos niños parecen incapaces de ganar peso y aumentar de talla con la misma facilidad con que lo hacen los niños a término. Al parecer es imposible igualar las condiciones nutricionales del periodo fetal tardío para conseguir una tasa de crecimiento fuera del útero semejante a la que se logra dentro de él. Los efectos de la premadurez se manifiestan mucho después de la lactancia. Varios estudios han indicado que los prematuros sufren más enfermedades durante sus tres primeros años de vida, obtienen bajas calificaciones en las pruebas del coeficiente intelectual (CI) y están un poco más propensos a los problemas de conducta que los niños a término (Harper, Fischer y Rider, 1959; Knobloch y otros, 1959). Los investigadores han descubierto una alta tasa de premadurez entre los niños a quienes más tarde se les diagnostican problemas de aprendizaje, problemas de lectura o tendencia a la distracción e hiperactividad. No obstante, todos los informes citados deben interpretarse con suma cautela. No es legítimo concluir, por ejemplo, que la premadurez causa uno de esos efectos. Pese a que la inmadurez en el momento del parto puede hacer que el individuo se ajuste menos eficazmente al trauma del parto, tiene nexos más intrincados con problemas que se manifiestan más tarde. Por ejemplo, trastornos como la desnutrición, un desarrollo anormal en la placenta o hacinamiento en el útero pueden dar origen a varios síntomas, uno de los cuales es el parto prematuro. En tales casos la premadurez no es más que un síntoma de deficiencia o disfunción; no es la causa del defecto. CUESTION DE INTERES ACTUAL Niños de incubadora Hay un “club elitista” de unos 10,000 niños que cada año pasan sus primeros meses de vida luchando por sobrevivir. Esos niños nacen de 2 ½ a tres meses antes de término y pesan manos de 1 kg. Hace dos décadas, prácticamente todos ellos habrían muerto. Hoy los que son internados en las mejores unidades de cuidados intensivos neonatales de Estados Unidos tienen posibilidad de sobrevivir. Así, un centro asistencial como el Stanford Medical Center logra que sobreviva un 70% de los niños que pesan entre 750 y 1,000 g y un 24% de los que pesan menos de 750 g. Además, 98% de los prematuros que pesan más de 1 kg sobreviven cuando son atendidos en estas unidades especializadas de cuidados intensivos (Fincher, 1981). ¿Peo cuál es la experiencia de esas pequeñas criaturas y de su familia en los primeros meses de vida? El niño yace en una cama hidráulica dentro de una incubadora; su cuerpo esta conectado por hilos y tubos a tableros de luces centellantes y a despliegues digitales. Los aparatos electrónicos y computarizados vigilan o ajustan la temperatura, la frecuencia cardiaca, la respiración, los gases sanguíneos y las ondas cerebrales. A los padres se les recomienda visitar frecuentemente al hijo; casi siempre se les permite tocarlo y acariciarlo a través de los orificios de la incubadora. En muchas de las unidades de cuidados intensivos neonatales se procura crean un ambiente personal y parecido al hogar (Fincher, 1981). Son comunes las crisis diarias que ponen en peligro la vida: esas pequeñas criaturas necesitan nutrientes y luchan por funcionar en un ambiente extraño. El exceso de líquido causa estrés en el corazón y los pulmones; si no se administra en suficientes cantidades pueden presentarse deshidratación y alteración del equilibrio de sodio y potasio. Los diminutos huesos requieren calcio para su desarrollo, pero el exceso de éste obstruye las sondas y los pequeños vasos sanguíneos. Para los padres, el parto prematuro es un acontecimiento traumático. Conforme al neonatólogo Ron Cohen, los padres se encuentran en estado de “choque”. Sufren como en el duelo y pasan por una etapa de negación e ira (Fincher, 1981). Se ven obligados a afrontar una crisis tras otra, con la esperanza de que en este periodo ocurra poco daño permanente. El personal de las unidades conoce muy bien el estado de los padres y tratará de ayudarles en lo posible. ¿Hay alguna manera de evitar esa lucha de los prematuros por sobrevivir? Algunos estudios revelan que más del 50% de los partos muy prematuros podrían ser evitados con una atención prenatal iniciada a las 12 semanas de la gestación (Knobloch y otros, 1982). Incluso en aquellos casos en que es imposible impedir el parto muy prematuro, las probabilidades de sobrevivir mejoran de manera extraordinaria si se proporciona atención médica regular a la madre. En un estudio, 72.7% de las madres de prematuros que sobrevivieron habían recibido esa clase de atención, en comparación con el 25.2% de las madres de los que no lograron sobrevivir. Es mucho más fácil tratar un problema de salud o una alimentación deficiente al inicio del embarazo y, con ello, reducir el riesgo de los complejos problemas médicos que plantea el neonato (Rahbar y otros, 1985) Formación de vínculo entre progenitor e hijo en un prematuro. Algunos de los problemas posteriores del prematuro pueden provenir de modo en que se les trate en las primeras semanas de vida. Dado que se les conserva en incubadores en condiciones libres de microorganismos patógenos, tiene poco contacto físico en comparación con el que experimentan la mayor parte de los recién nacidos. No hay oportunidad de disfrutar el contacto inmediato después del parto que, según Klaus y Kennell, resulta tan importante en la creación del vínculo. A pocos prematuros se les amamanta; a pocos se les sostiene en los brazos mientras se les da el biberón; algunos son incapaces de succionar en las primeras semanas. Estos niños carecen de las experiencias sociales de la alimentación normal, las cuales establecen una reciprocidad temprana entre el cuidador y el niño a término. El cuidador puede perder sensibilidad, pues el recién nacido tiene un aspecto poco atractivo o enfermizo; a veces su llanto es agudo y áspero. Todo ello constituye un fuerte obstáculo para la formación de un buen vínculo entre progenitor e hijo en las primeras semanas de vida. Las consecuencias que la premadurez tiene en la formación de un vínculo deficiente se manifiestan a lo largo de la lactancia (Goldberg, 1979). Los niños inmaduros son sostenidos más lejos del cuerpo del progenitor, se les toca y mima menos. Más tarde, esos niños tienden a jugar menos activamente que los que nacieron a término, además que les resulta difícil absorber un número parecido de estímulos. Muchas de las diferencias existentes entre prematuros y niños a término desaparecen el final del primer año. Ello puede atribuirse a los esfuerzos de los padres por compensar la falta de sensibilidad del niño brindándole más cuidados paternos y una mayor intervención (Goldberg, 1979). En algunos hospitales, se les aconseja a los padres participar más en la atención del prematuro. Se ponen batas y máscaras entes de entrar a la unidad de cuidados intensivos y ayudar en la alimentación, cambio de pañales y otros cuidados. Pueden estimular a su hijo acariciándolo y hablándole con suavidad. Con ello favorecen la formación del vínculo una vez que el niño abandona el hospital. Algunos de los efectos potencialmente perjudiciales de la premadurez a veces se compensan con el enriquecimiento del ambiente en el primer año de vida. Zeskind y Ramey (1978) llevaron a cabo un programa piloto destinado a prematuros que habian nacido antes de término por desnutrición. Les proporcionaron atención diurna completa aparte de los servicios médicos y nutricionales que requerían. Casi todos alcanzaron grados normales de desarrollo a los 18 meses. Otro grupo apareado de recién nacidos con desnutrición fetal recibieron la misma atención médica y nutricional, se les cuidó en casa y no en el programa de atención diurna. Estos niños tardaron más en alcanzar los niveles normales y todavía a los 2 años se advertían déficits en su desempeño. El trabajo de Zeskind y Ramey revela que, si se suministra una buena atención médica, una alimentación adecuada y cuidados apropiados en su desarrollo temprano, los prematuros no necesariamente estarán en desventaja por las circunstancias de su nacimiento. Los recién nacidos de alto riesgo plantean problemas semejantes en la formación del vínculo. Tienden a ser separados de los cuartos de su madre por razones médicas, y con frecuencia sufren problemas del desarrollo que obstaculizan su capacidad de premiar a los padres por sus cuidados satisfactorios. El resultado suele ser un niño insensible y caprichoso y una madre que se desvive por él. En ocasiones mejoran los patrones de la formación del vínculo y las respuestas mutuas si la madre imita la conducta de su hijo en vez de proporcionarle estímulos enteramente nuevos que lo abrumen y confundan (Field, 1979). La formación del vínculo entre los padres y un niño con deficiencias es difícil en extremo. Se afrontan problemas parecidos a los que plantea el prematuro (separación temprana de él y sus padres, por ejemplo) y además puede haber otros obstáculos que superar. La índole de la deficiencia puede deteriorar profundamente la capacidad del pequeño para responder. Más aún, a menudo los padres necesitan pasar por un periodo de resignación por el niño que no llegó; sólo entonces podrán aceptar, cuidar y ligarse emocionalmente al hijo con deficiencias. Recordemos que casi el 90% de los partos se realizan sin dificultad, sin complicaciones en el embarazo y en el parto. Muchas mujeres opinan que dar a luz es una de las vivencias más importantes de mayor trascendencia psicológica en su existencia. Tenderán más a tener esa sensación de honda satisfacción si intervienen en la selección del método de parto y si están rodeadas por seres queridos. Aprecian el parto preparado porque les brinda la oportunidad de estar alertas e interactuar activamente con su hijo en las primeras horas de vida. Los padres que comparten la experiencia del parto señalan a menudo que profundizan en el significado del matrimonio y experimentan un profundo sentido de felicidad. El parto es, la experiencia suprema para muchos, un momento en que reafirman sus ideales y valores fundamentales. Resumen 1. El parto se realiza en tres etapas: trabajo de parto, que dura de 2 a 18 o más horas; el alumbramiento, que dura de 15 a 2 horas aproximadamente; secundinas, que duran unos 20 minutos, etapa en la cual la placenta y otros tejidos se expulsan del útero. 2. El parto preparado se ha ido generalizando en Estados Unidos porque permite a la madre participar en la experiencia del parto y la capacita para dar a luz a un niño sin los efectos de medicamentos y en estado de alerta. Una extensión del interés por el parto preparado la constituye la tendencia a los partos en casa y a los partos fuera del hospital que se realizan en servicios especiales. De ahí que la profesión de partera haya renacido y cobrado renovados bríos. 3. Algunas partes de la medicina obstétrica han logrado avances tecnológicos impresionantes. Los nuevos descubrimientos permiten al médico salvar números sin precedentes de prematuros y niños de alto riesgo. Algunos críticos señalan que la nueva tecnología no se limita únicamente a los casos de alto riesgo, que se aplica además a los partos que debieran ser normales o rutinarios. 4. En el periodo que sigue inmediatamente al parto, los padres y su hijo empiezan el proceso denominado formación del vínculo; empiezan a tener sentimientos muy profundos y aprenden patrones de respuesta mutua. La formación del vínculo se favorece con un contacto físico constante en las primeras horas y días de vida, sobre todo tratándose de padres y niños de alto riesgo. 5. A los niños se les llama neonatos en el primer mes de vida. Durante este periodo, se recuperan de la experiencia del parto y se adaptan a los procesos vitales básicos de la respiración, regulación de la temperatura, circulación y digestión. El sistema de puntuación de Apgar mide la salud del niño poco después del nacimiento. 6. El estado conductual (sueño regular, sueño irregular, somnolencia, inactividad alerta, actividad en estado de vigilia o llanto) determina cómo reaccionará el niño ante los estímulos. Aunque arrullar, enrollar y succionar son cosas que calman al niño inquieto, se dan notables diferencias individuales en su capacidad de ser tranquilizados o de tranquilizarse ellos mismos. 7. El neonato tiene un enorme repertorio de reflejos, entre ellos el reflejo de Moro (reflejo de sobresalto), el reflejo del cuello tónico, el reflejo de marcha, de succión, de búsqueda, el reflejo palmar. Los estudios recientes han demostrado que la suposición de que los recién nacidos son capaces de ejecutar exclusivamente acciones reflejas, carece de fundamento; gran cantidad de aprendizaje que se realiza durante la infancia, comienza en el momento del parto. 8. Las observaciones de las capacidades sensoriales y preceptúales del recién nacido han evaluado que nace con un conjunto muy completo de estructuras visuales. Es sensible a la brillantez; distingue con bastante claridad objetos enteros cuando están cerca de él; no percibe el color antes de la tercera semana; posee una escasa percepción de la profundidad. En los primeros días de vida, parece menos sensible al dolor, pero sus sentidos del olfato y gusto funcionan a toda su capacidad. La escala de evaluación de la conducta neonatal, inventada por Brazelton, examina la sensibilidad individual de los neonatos y también su perceptividad ante los estímulos ambientales. 9. Las diferencias individuales en el temperamento de los neonatos empieza a admitirse. Entre los distintos estilos de temperamento se cuentan los niños fáciles, los difíciles y los que tardan tiempo en entrar en calor, esos estilos permanecen bastante estables a lo largo de la niñez. En fecha reciente, los investigadores han empezado a poner en tela de juicio el efecto de la conducta del recién nacido ejerce sobre el cuidador; han descubierto que los niños difieren muchísimo en el grado y tipo de atención que obtienen. 10. Los prematuros hacen adaptaciones especiales después del parto, y los efectos de la premadurez pueden prolongarse durante la niñez. Los prematuros y sus padres tiene problemas en lograr una adecuada formación del vínculo, pues permanecen separados largo tiempo en el hospital y el prematuro a veces no tiene la capacidad física de manifestar malestar y satisfacción. Los recién nacidos de alto riesgo y los que presentan deficiencias plantean un problema similar. En el caso de niños con deficiencias, el choque y la ira de sus padres constituyen obstáculos que vienen a dificultar aún más el establecimiento de un apego profundo en los primeros días de vida. Lecturas complementarias Boston Women’s Health Book Collective. Our Bodies, ourselves (2°.ed.). Nueva York: Simon & Schuster, 1976. Una descripción detallada y muy exacta de temas como la alimentación y el embarazo. En algunos pasajes se advierte un punto de vista feminista y crítico de los métodos actuales de la medicina. Brazelton, T.B. Infants and Mathers: Differences in divelopment (ed. rev.). Nueva York: Delta/Seymour Lawrance, 1983. Tres parejas de madre e hijo, todas ellas con responsabilidades y estilos de temperamento muy distintos, son descritas poco después del parto en algunos periodos selectos durnte los dos primeros años. Obra escrita con un estilo muy fluido y ameno. Jones, C. Sharing Barth: A father´s guide to giving support during labor. Nueva York: Quill, 1985. Una guía paso por paso, con fotografías, que ayuda a los padres a prepararse para asumir su rol en el parto. Kitzinger, S. The complete book of pregnancy and childbirth. Nueva York: Knopf, 1981. Una guía muy completa sobre el tema. Korte, D. y Scaer, R. A. A good Barth, a safe Barth. Nueva York: Bantam, 1984. Otra guía muy útil que pone de relieve la seguridad y la preparación. Leboyer, F. Birth without violence, Nueva York: Knop, 1976. Describe un conjunto de métodos de parto radicalmente diferente a los que suelen aplicarse en los hospitales. Contiene muchas fotografías sumamente atractivas. MacFarlane, A. The psychology of childbith. Cambridge: Harvard University Press, 1977. Una Buena referencia relative a los aspectos médicos y psíquicos del parto. Lactancia: adquisición de competencias Al llegar al mundo el niño es capaz de sentir el ambiente y reaccionar ante él. Puede ver y oír, ejercitar el oído, el gusto y el olfato, sentir la presión y el dolor. Son colectivos en lo que les gusta ver y son capaces de aprender. Sin embargo, todavía son físicamente inmaduros y dependientes, poseyendo una reducida capacidad cognoscitiva. En los 2 años siguientes, los niños cambian más rápida y radicalmente que en cualquier otro periodo de 2 años. Algunos de esos cambios son patentes: los niños gatean, se sientan, caminan y hablan. Otros más son difíciles de detectar: es difícil ver el cerebro crecer y especializarse cada vez más; también lo es saber exactamente lo que el niño ve, oye y piensa. En el presente capítulo expondremos lo que sabemos acerca del desarrollo físico y cognoscitivo de la lactancia. Aunque se han establecido normas y promedios de comportamiento y crecimiento para niños de diversas edades y en varias etapas del desarrollo, en lo esencial los niños se desarrollan en forma individual y, dentro de ciertos límites, a su propio ritmo. A los 12 meses de edad, Steve era muy activo e independiente. Hacía un mes que había aprendido a caminar, pero a menudo gateaba cuando quería obtener algo al instante. Lloraba cuando su madre trataba de sujetarlo. Desde el momento del nacimiento había sido un niño exigente. Dormía de manera irregular y pasaba llorando largos lapsos. A los 8 meses, Steve solía gritar cuando las cosas no salían como quería. Desde muy pequeño sabía cuales juguetes, alimentos y personas prefería; no le gustaban los cambios en su ambiente. Su hermano Davey, nacido un año antes, había crecido en una forma diferente. Al finalizar los 12 meses, era un niño tranquilo y calmado; le gustaba sentarse en su corral de juego o en su cuna durante largo tiempo. Había aprendido a mantenerse de pie a los 7 meses. No daba indicios de irritabilidad, frustración o ansiedad; lloraba cuando se acercaba a él un desconocido. La individualidad de los lactantes se manifiesta en los dos niños a quienes acabamos de describir y se torna mucho más obvia a medida que crecen los niños. A los 18 meses de edad, la naturaleza activa, sensible y dinámica se Steve se volvió más notoria. Por lo general jugaba solo. Le encantaba alinear sus pequeños camiones y carritos; una y otra vez los arreglaba en nuevas posiciones. Seguía perturbando esporádicamente el sueño de sus padres, pues despertaba de improviso y se ponía a gritar. Su carácter exigente e imprevisible empezó a manifestarse en sus hábitos alimentarios; algunas veces rechazaba la comida que siempre le había encantado. A menudo se molestaba cuando lo sacaban de casa; en ocasiones lloraba de modo incontrolable cuando sus padres lo llevaban a visitar a sus amigos. Sus expresiones de sorpresa, alegría y enojo siempre eran intensas, lo cual desconcertaba a sus padres que eran personas tranquilas y serenas. Steve mostraba una firme resistencia a los intentos de enseñarle el control de esfínteres. A los 18 meses Davey continuaba siendo un niño tranquilo y pacífico, pero se había vuelto más extrovertido y amistoso. Reía y sonreía cuando lo tomaban en brazos y jugaban con él, sobre todo con los visitantes. Conocía los nombres de algunos objetos en el cuarto y las partes del cuerpo. Se enojaba a intervalos regulares y dormía tranquilamente todas las noches. Mantenía su serenidad pero le daba miedo la música estridente o los ruidos repentinos. Fácilmente se distraía de lo que estaba haciendo. A los 24 meses casi había logrado el control de esfínteres con sólo imitar a su hermano mayor. Esta breve descripción de Steve y Davey a los 12 y 18 meses indica que, aunque durante los 12 primeros años de vida se producen cambios comunes en el desarrollo, también se dan grandes variaciones en el temperamento, intereses y personalidad del individuo (Brazelton, 1969). Pese a ser hermanos, los niños reaccionan en forma distinta ante sus padres y ambiente, pues son personas diferentes. A medida que pasan por las etapas del desarrollo, sus patrones conductuales serán coherentes con sus estilos personales. A continuación estudiaremos del desarrollo físico y cognoscitivo durante los primeros 2 años de vida. Edades y etapas: panorama general Los psicólogos del desarrollo han estudiado a fondo las características del lactante, las del niño y las del adolescente en diversas edades. Arnold Gesell y sus colegas examinaron a cientos de niños durante un periodo y reunieron sus resultados en una serie de libros: The First Five Years of Life (1940), The Child from Five to Ten (1946) y Youth: The Years from Ten to Sixteen (1956). Gesell comparó a varios niños para averiguar la edad a la cual lograban ejecutar acciones como caminar, correr, recoger un pequeño objeto, cortar con tijeras, usar un lápiz o dibujar una figura humana. Así, a los 15 meses el niño promedio puede caminar; a los 18 meses puede caminar rápidamente y correr con cierta rigidez; a los 21 meses es capaz de patear un balón grande. Gesell observó que el desarrollo no depende primordialmente del ambiente, sino que en un ambiente normal depende ante todo de la maduración. Llegó a la conclusión de que, si conocemos la edad de un niño, podemos predecir no sólo su talla y peso aproximados (Gesell estudió ambas cosas), sino también lo que el niño conoce y es capaz de hacer. Gesell fue más allá del examen del crecimiento físico y cognoscitivo, pues analizó la personalidad en función de la maduración. Su concepción del crecimiento es un patrón de espirales: en una edad el niño manifiesta un comportamiento efusivo, extrovertido y dinámico; en la siguiente edad se consolida y adquiere más control. El crecimiento se realizará de modo uniforme hasta que el niño esté listo para el siguiente periodo de crecimiento rápido. Basándose en las normas dictadas por Gesell, muchos tienden a igualar la edad cronológica con una etapa específica del desarrollo. Esta interpretación demasiado simplista de las ideas de Gesell ha dado origen a conceptos excesivamente generalizadores como “la edad terrible (2 años)”, “la edad de la confianza (3 años)” y “la edad de las frustraciones (4 años)”. La teoría del método de Gesell no están exentos de debilidades. Primero, determinó cuándo ocurren los fenómenos del desarrollo pero no explicó por qué ocurren. En sus ideas está implícito que la maduración es la causa de los cambios en el comportamiento, pero no aportó pruebas al respecto. Los niños a quien estudió provenían de una clases socioeconómica perteneciente a una comunidad; es posible que en sus ambientes semejantes hayan influido en sus conductas haciéndolas también parecidas. Tomar en serio la conducta “normativa” de Gesell puede llevar a error. Por ejemplo, dijo que el niño de 4 años tiende a “salirse de los límites” en muchos aspectos: en la conducta social, en el habla y la actividad motora (Knobloch y Pasamanick, 1974). Los padres y cuidadores de los niños de esa edad que no tratan de exceder las restricciones empezarán a preguntarse si no ocurre nada anormal con los pequeños. Si utilizamos con cuidado y cautela sus trabajos y si los interpretamos debidamente, dispondremos de datos útiles que nos permiten comparar el desarrollo de los niños. Con el espíritu de Gesell examinaremos las normas y promedios del desarrollo del lactante durante los 2 primeros años. No olvidemos que estamos estudiando el 50% que se encuentra en el medio, no aquellos niños que se hallan más cerca de los dos extremos en la escala del desarrollo. Incluso es este grupo de la mitad, encontramos variaciones significativas que pueden indicar una personalidad sana entre los lactantes o que pueden representar diferencias en los métodos de crianza. Las descripciones del nivel de edad que daremos no son las normas establecidas por Gesell en 1940, sino un comportamiento promedio combinando de niños canadienses y estadounidenses en la década de 1970 y de 1980. No se pretende que sirvan de parámetro del progreso de los lactantes, sino más bien el transfondo contra el cual podemos empezar a entender el desarrollo de las conductas y competencias del lactante. 4 meses de edad Desarrollo físico. A los cuatro meses de edad, la mayor parte de los niños nos recuerdan a lactantes regordetes y enternecedores que aparecen en los anuncios de revista. A los cuatro meses ya casi han duplicado el peso que tenían al nacer (de 2.7 a 3.6 kg hasta 5.4 y 6.8 kg); su talla ha aumentado 10 o más cm. Su piel ha perdido el aspecto típico del recién nacido, y su delgado cabello neonatal está siendo sustituido por otro nuevo. Al momento de nacer, el tamaño de la cabeza del niño representa una cuarta parte del tamaño total. Pero a los 4 meses de edad el cuerpo empieza a crecer y a aumentar de talla con mucha mayor rapidez que la cabeza, y esas proporciones cambian muchísimo: a los 12 años, por ejemplo, la cabeza es apenas una octava parte del tamaño del cuerpo y a los 25 años apenas es la décima parte del tamaño total del cuerpo. Los dientes y huesos también empiezan a cambiar. En algunos casos, el primer diente brota a los 4 ó 5 meses, aunque la edad promedio en que empieza la dentición es entre los 6 y 7 meses. Muchos huesos todavía no se endurecen ni calcifican, sino que todavía son cartílago blando. Tienden a flexionarse bajo el estrés y rara vez se rompen. Sin embargo, los músculos se tensan fácilmente y se lesionan. En ocasiones, algunos adultos han descubierto esto al levantar los niños de los brazos y darles vueltas en el aire (Stone, Smith y Murphy, 1973). Con gran deleite de los padres y cuidadores, a los 4 meses el niño promedio suele dormir toda la noche. En ocasiones este patrón de sueño comienza ya en el segundo mes. Poco a poco el niño se adapta a la rutina de su familia, tanto en el día como por la noche. Comportamiento. Cuando a un niño de 4 meses se le coloca en posición de decúbito, generalmente puede mantener levantada su cabeza y el pecho. En posición sentada sostiene firme la cabeza y observa con curiosidad todo cuanto ocurre. El niño promedio de esta edad puede rodar sobre la espalda y el estómago (Stone, Smith y Murphy, 1973). Casi todos pueden estirar la mano y tratar de asir un objeto, aunque a menudo no hagan contacto (Caplan, 1971; Frankenburg y Dodds, 1967). Casi siempre por ésta época se realiza el autodescubrimiento. Los lactantes descubren sus manos y dedos y pasan varios minutos observándolos, estudiando sus movimientos, acercándolos, tomando una mano con la otra (Church, 1966). Algunos niños de 4 meses descubren además sus pies y los manipulan en esa forma (Brazelton, 1969). Sin embargo, es perfectamente normal que algunos niños de 5 ó 6 meses empiecen apenas a descubrir sus pies, sobre todo si llegan a esa edad durante el invierno, cuando se les abriga mucho (Stone, Smith y Murphy, 1973). A los 4 meses casi todos los niños sonríen, ríen y se arrullan de manera muy selectiva. Reaccionarán con una amplia gama de respuestas emocionales ante la gente o los acontecimientos. Muchos también empiezan a participar en primitivos juegos sociales. El juego consistente en imitar sonidos (los niños remedan las vocalizaciones de los recién nacidos de modo que siguen emitiendo balbuceos) es uno de esos juegos que divierten a ellos y a otros. En esta edad los adultos imitan los sonidos emitidos por el niño y no a la inversa. Desde luego, el estado del niño influirá la respuesta conductual. 8 meses de edad Desarrollo físico. A los 8 meses los niños han ganado ya de 1.8 a 2.3 kg y su estatura ha aumentado unos 7.6 cm, pero su aspecto general no difiere mucho de los niños de 4 meses. Probablemente tienen por los menos 2 dientes y, quizá, unos cuantos más. Su cabello es más espeso y largo. Sus piernas están orientadas de modo que las plantas de los pies ya no quedan unas frente a otras. Comportamiento. La mayor parte de los niños de 8 meses han aprendido a sentarse y casi todos se sientan sin ayuda, una vez que se les coloca en esa posición (Stone, Smith y Muyphy, 1973). Si se les apoya sobre sus pies, más de la mitad de ellos pueden mantenerse de pie sosteniéndose en una persona o cosa, y la mitad puede incorporarse y mantenerse de pie. Incluso algunos son capaces de caminar hacia un lado alrededor de la cuna o el corral de juego sosteniéndose de algún objeto y otros saben caminar usando como apoyo algún mueble. Aunque no falta quienes caminen unos pasos sin ayuda en esta edad, normalmente es demasiado pronto para la marcha sin apoyo (Stone, Smith y Murphy, 1973). La edad de la cual empieza la marcha varía muchísimo, pues depende tanto de las capacidades individuales como de los factores culturales (Hindley y otros, 1966). La edad promedio a la cual principia esta actividad, lo mismo que otras actividades motoras, ha ido disminuyendo en forma acelerada durante los últimos años. Hace 50 años, Shirley (1931) y Gesell (1940) comprobaron que 15 meses era la edad promedio en que principiaban la marcha. Pero a partir de 1967 los investigadores han observado que el periodo entre 11 y 13 meses es el más cercano al promedio para los niños sanos y bien alimentados que reciben la oportunidad de ejercitarse (Frankenburg y Dodds, 1967). En términos generales, la mayor parte de los niños de 8 meses de edad gatean (con el cuerpo sobre el suelo) o se arrastran (sobre manos y rodillas). Algunos usan un método llamado “marcha del oso” que se sirve de manos y pies, mientras que otros se desplazan sentados. Cualquiera que sea el estilo del movimiento, a los 8 meses el niño estará empezando a explorar las cosas, a meterse dentro de ellas, arriba y debajo. La mayoría de estos niños son capaces de pasarse los objetos de una a otra mano, algunos pueden utilizar el pulgar y el índice para coger las cosas. Les encanta llenar las dos manos; generalmente saben golpear dos objetos juntos, proeza que repiten una y otra vez con incansable alegría. Muchos niños empiezan a esta edad a participar en juego sociales; por ejemplo, el consistente en esconderse y aparecer repentinamente, el que consiste en despedirse; les gusta mucho dar y quitar un objeto a un adulto. Otra rutina de fácil aprendizaje es la de dejar caer un objeto, ver a alguien recogerlo y devolvérselo. Este “juego” lo aprende accidentalmente el niño y el adulto, pero aquel suele ser el primero en captar sus posibilidades de diversión. Entre los 7 y 8 meses el niño siente inquietud ante los extraños. Se muestra muy receloso ante ellos y observa con suspicacia los rostros desconocidos. Si un extraño persiste en brindarle atenciones o trata de tomarlo en sus brazos, el niño echa a llorar o busca refugio en algún conocido. Esta relación es un paso muy importante en el desarrollo social y cognoscitivo. Un niño de 8 meses empieza a prestar mayor atención al habla. Volverá la cabeza hacia la voz una vez e incluso imitará algunos sonidos del lenguaje. Muchos repetirán sonidos, como baba, o nana, o bien palabras como mama, papa, aunque rara vez sabrán el significado de ellas. Los sonidos del balbuceo infantil son mucho más complejos y variados a los 8 meses que a los 4. 12 meses de edad Tamaño físico. A esta edad los lactantes han triplicado el peso que tenían al nacer y han crecido entre 22.9 y 25.4 cm de talla. En este primer año de vida las niñas tienden a pesar un poco menos que los niños. Comportamiento. A los 12 meses muchos niños caminan solos, aunque como se señaló entes muestran gran variación en este logro. Si no saben caminar si ayuda, pueden hacerlo sosteniéndose de los muebles. A menudo son capaces de mantenerse de pie en un lugar y algunos hasta logran inclinarse y luego recuperar el equilibrio. La capacidad de moverse independientemente, sin importar si el lactante gatea o camina o se ayuda con “andaderas” (un aparato provisto de asiento y de ruedas), lo introduce a nuevas experiencias. Algunas veces se adquieren nuevas conductas o se modifican las ya existentes. Otro aspecto importante del movimiento independiente consiste en que la gente reacciona de manera diferente ante los niños que ya saben desplazarse (Gustafson, 1984). Los niños de doce meses manipulan activamente el ambiente. Son capaces de quitar cerrojos, abrir gabinetes, tirar de los juguetes y enredar las cuerdas de las lámparas. Su recién adquirida maniobra de pinza (en la cual el pulgar se mueve en dirección del índice) les permite tomar el pasto, los cabellos, los fósforos y los insectos muertos. Pueden encender la televisión y la estufa; exploran los estantes de la cocina, abren las ventanas y meten cosas en las tomas de corriente. Dado que están muy ocupados explorando el ambiente, los que los cuidan han de fijar límites a la exploración. Es preciso que encuentren el justo medio entre demasiada restricción y suficiente control para garantizar la seguridad del pequeño. “No” se convierte en una palabra de los cuidadores y del niño. A los 12 meses los lactantes pueden jugar juegos y “esconderse” cubriéndose los ojos. Pueden rodar una pelota con un adulto y arrojar objetos pequeños, supliendo con su persistencia la falta de destreza. A esta edad hay algunos que empiezan a comer sin ayuda, usando una cuchara y sosteniendo la taza para beber. El niño de 12 meses está a punto de aprender el lenguaje. Casi todos están luchando por aprender a caminar o pronunciar sus primeras palabras; aunque generalmente no ambas cosas. Casi todos logran primero el control sobre la marcha, después empiezan a hablar. Pero hay algunos que pueden pronunciar palabras como “mamá”, “papá” y de dos a ocho palabras; por ejemplo “no”, “bebé”, “adiós”, “hola” y “tu-tu” (Caplan, 1973). Al iniciarse el segundo año de vida, los niños adquieren conciencia de su individualidad independiente de su madre (o de los cuidadores); empiezan a ejercer la elección y las preferencias. Repentinamente y con vehemencia rechazan un alimento que siempre les había gustado. Protestan ruidosamente a la hora de acostarse o entablan una “lucha de voluntades” con alguien respecto a algo que antes no causaba problemas, como ponerse el mameluco o ser puestos en la silla de comer. A los dos años de edad suele decirse que el niño empieza a caminar. 18 meses de edad A esta edad el niño pesa entre 9.9 y 12.2 kg, una indicación de que la tasa de incremento ponderal se ha reducido. La talla promedio es entonces de 78 a 83 cm. Casi todos ya caminan solos. Y cuando lo hacen, generalmente les gusta tirar o empujar algo con ellos o llevar un objeto en las manos. Rara vez gatean en esta etapa, aunque la marcha en realidad consume gran parte de su tiempo y esfuerzo. Algunos todavía no pueden trepar escaleras y a la mayoría le es difícil patear una pelota, pues su inestabilidad no les permite levantar un pie para hacerlo. Casi les es imposible pedalear en triciclos o brincar. A los 18 meses los niños apilan de dos a cuatro cubos o bloques para construir una torre; a menudo se las arreglan para garabatear con un crayón o lápiz. Ha mejorado su capacidad de alimentarse a sí mismos y quitarse algunas prendas. (La habilidad de ponerse la ropa casi siempre aparece después.) Muchas de sus acciones son imitativas de personas conocidas: “leer” una revista, barrer el piso o charlar en un teléfono de juguete. Casi todos los niños de 18 meses muestran grandes talentos de lenguaje y pueden contar con un vocabulario de varias palabras y frases. Generalmente combinan dos palabras para formar una frase, y pueden señalar y nombrar las partes del cuerpo y unas cuantas imágenes muy conocidas. Ahora están en condiciones de comenzar a utilizar bien las palabras. 24 meses de edad A los dos años, los niños que empiezan a caminar han aumentado unos 10 cm y más de 1kg. También aquí la tasa del crecimiento disminuye poco a poco. Los niños de 2 años casi siempre son demasiado pequeños para asistir a las guarderías pero demasiado grandes para la visita mensual al consultorio médico; de ahí que se hayan llevado a cabo pocos estudios sobre este grupo de edad. Los niños permanecen en casa o son atendidos por cuidadores y se les ve en los vecindarios; pero por lo regular no están al alcance de los investigadores. Ello es muy lamentable pues el niño de 2 años es una criatura fascinante, que apenas empieza a conquistar nuevas áreas de destrezas y logros. El niño de dos años no sólo camina y corre, sino que generalmente pueden pedalear en un triciclo, saltar con las dos piernas, sostenerse breves momentos sobre una pierna y lanzar bastante bien las cosas por encima de su cabeza. Trepa por las escaleras y, en ocasiones, baja por ellas con ayuda. Se trepan a los objetos y muebles, les dan vuelta, se meten debajo de ellos; manipulan, llevan, usan, empujan o tiran de todo lo que ven. Introducen o sacan cosas de recipientes grandes. Vacían agua, modelan plastilina, extienden objetos y doblan lo que puede doblarse. Transportan cosas en carros, vagones o camiones. Exploran, prueban e investigan. Esta exploración les brinda una vital experiencia de aprendizaje respecto a la naturaleza y posibilidades del mundo físico. El desarrollo del lenguaje en niños de 2 años muestra algunos progresos notables. Pueden seguir instrucciones sencillas, nombrar algunas figuras y usar tres o más palabras en combinación; algunos hasta usan los plurales. Si les dan un lápiz o crayón producen “garabatos” y se sienten fascinados para esos trazos mágicos. Apilan de seis a ocho bloques o cubos para construir torres y pueden levantar un “puente” de tres bloques. Este juego espontáneo con bloques muestra la capacidad de acoplar formas y simetría. Si quieren pueden quitarse su propia ropa y ponerse algunas prendas. Resumen de competencias del lactante Edad ( en meses) 4 Competició n activa 8 Movimiento 12 Primeras palabras , primeros pasos 18 Finge jugar Percepción Visualmente sigue los objetos; percibe los colores, discrimina entre las formas y enfoca la vista con casi igual eficacia que el adulto; responde a sonidos de una intensidad hasta de 43 db; vuelve la cabeza hacia la fuente de los sonidos (campanas, voces). Responde a sonidos de 34 db; posee una visión y audición integradas; ha denominado prácticamente la coordinación ojo-mano. Comportami ento motor Mantiene levantada la cabeza y el pecho; coge los objetos; rueda sobre el estómago y queda en posición supina. Se sienta sin ayuda; se pone de pie apoyándose en casas o personas; gatea, se arrastra, se desliza; pasa los objetos de una mano a otra. Camina con ayuda; domina la conducta de pinzas; comienza a comer por sí mismo. Camina sin apoyo; consigue un mejor dominio en la autoalimenta ción Lenguaje Cognición Balbucea; se arrulla; imita sus propios sonidos. Recuerda objetos, sonidos. Imita algunos sonidos frecuentes del habla (“mamá”, “papá”); emite sonidos más complejos. Discrimina entre rostros conocidos y desconocido s; manifiesta ansiedad ante extraños; busca los objetos escondidos. Juega juegos sociales más intrincados (entre ellos el que consiste en esconderse y reaparecer). Comprende y usa unas cuantas palabras entre ellas “no”. Busca un objeto oculto en el lugar donde habitualment e lo esconden, pero no en el lugar donde lo vio por última vez; advierte la separación entre su yo y el cuidador; se ejercita en la elección. Entiende el concepto de permanencia de los objetos, trata de darles su uso normal. Comienza a fingir representando simbólicament e actividades familiares (comer, beber, dormir); manipula el ambiente (abre gavetas, empuja juguetes). Combina dos palabras para formar una oración; nombra partes del cuerpo, Otras conductas Descubre y examina sus manos, sus dedos; comienza a participar en juegos de interacción social (imita a los cuidadores, sus propios sonidos) Usa juguetes que se empujan y se jalan; incluye a una segunda persona en el juego ficticio; imágenes conocidas. 24 Final de la lactancia Camina, corre, sube escaleras; puede pedalear en un triciclo. Sigue instruccione s verbales sencillas; utiliza tres o más palabras en combinació n Usa objetos para representar otros; (una escoba para representar un caballo, un saco para un sombrero). puede apilar dos o más bloques para construir torres; el fingimiento incluye los juegos de imitación (“leer”). Garabatea con lápiz o crayón; explora y manipula el ambiente; puede apilar varios bloques. El desarrollo físico y cognoscitivo en los dos primeros años de vida depende más de los procesos de maduración. Para que un niño se desarrolle bien, es preciso que su ambiente satisfaga las necesidades básicas. Debe tener suficiente sueño, sentirse seguro, recibir atención constante y pasar por experiencias estimulantes. Además requiere alimentos nutritivos para apoyar el crecimiento de la formación de huesos y dentición, el desarrollo mental y muscular, la creciente coordinación del cuerpo. Las carencias nutricionales en esta época pueden retrasar el crecimiento físico y ocasionar daño permanente en las células del cerebro. Así pues, es decisiva también la calidad de la dieta que se da al lactante. Alimentación y desnutrición Estados Unidos puede ser conceptuado como uno de los países mejor alimentados del mundo, pero pese a ello todavía hay muchos que presentan deficiencias nutricionales. R.H. Hutcheson, Jr. (1968) averiguó que el 20% de un grupo de estudio formado por niños de 1 año de edad procedentes de familiares pobres en Tennessee sufría anemia severa (una deficiencia de eritrocitos causada por la falta de hierro) y otro 30% mostraba anemia moderada. En las regiones pobres de Alabama y Mississippi, los investigadores han comprobado que los índices de anemia pueden llegar a un 80% entre los preescolares. Se distinguen dos clases de desnutrición en general. Una se debe a una cantidad total de alimentos insuficientes y la otra a una insuficiencia de ciertos tipos de alimentos. El segundo tipo tiene mayor prevalencia en Estados Unidos. Muchísimos que tienen medios para consumir una buena dieta a menudo ingieren demasiadas “calorías vacías” en comestibles ricos en carbohidratos pero bajos en proteínas, vitaminas y minerales. En las regiones pobres de Estados Unidos y en países menos desarrollados coexisten ambas clases de desnutrición. Muchos que reciben muy pocas calorías no tienen suficiente dinero para comprar proteínas animales y obtienen cantidades inadecuadas de proteínas provenientes de otras fuentes. Las dietas de los pobres casi siempre carecen de vitaminas A y C, de riboflavina y de hierro (Eichorn, 1979). Alimentación al seno (amamantamiento) y alimentación con el biberón La leche constituye la fuente principal de nutrientes para el lactante. Se emplea casi exclusivamente en la dieta durante los primeros 6 meses y junto con alimentos sólidos en los siguientes 6 a 12 meses. Muchas mujeres de todo el mundo optan por amamantar a sus hijos. La leche materna de una mujer bastante bien alimentada contiene una combinación muy bien balanceada de nutrientes (nutrimentos), lo mismo que anticuerpos que protegen al niño contra algunas enfermedades. El contenido de la leche materna es idóneo contra algunas enfermedades. El contenido de la leche materna es idóneo para la generalidad de los niños, y los que la reciben presentan a menudo menores problemas digestivos. Además, esa leche casi siempre es fresca y está lista a la temperatura apropiada, no necesita refrigeración y es absolutamente estéril. A menos que la madre esté muy enferma, tome muchas drogas o alcohol, su leche es mejor para la salud del hijo. No obstante estos hechos, hay muchas mujeres norteamericanas y de todo el mundo que han dejado el amamantamiento para alimentar a sus hijos bien con biberón. (Véase “Tendencias en la alimentación al seno y la alimentación con biberón”.) Destete e introducción de alimentos sólidos Algunas madres que viven en países desarrollados empiezan a destetar a sus hijos entre los 3 y 4 mese y hasta antes; otras siguen amamantándolos de 2 a 3 años. Este periodo tan prolongado es raro en las madres de clase media y de clase alta en Estados Unidos, pero de 2 a 3 años es un lapso frecuente en ciertas subculturas estadounidenses y en otros países. (En ocasiones, el amamantamiento se prolonga hasta los años intermedios de la niñez en el caso del último hijo. Se dice que una niño de Baiga, India, no fue destetada sino hasta el momento de su matrimonio a los 12 años de edad [Stephens, 1963].) Normalmente, hacia los 3 meses de edad, los niños empiezan a aceptar en forma muy gradual algunos alimentos colados. Por lo regular comienzan con cereales simples como el arroz y luego pasan a una variedad de cereales y frutas picadas; vienen luego vegetales y carnes coladas. Es posible que un lactante sea alérgico a uno o varios alimentos; de ahí que se recomienda introducirlos lentamente. Otros consumen casi todo lo que se les da. A los 8 meses la mayor parte de ellos ingiere una amplia gama de alimentos especialmente preparados, disminuyendo entonces el consumo de leche. A medida que brotan los dientes, se les dan alimentos más duros. El destete es un momento decisivo para la aparición de la desnutrición. Muestran una vulnerabilidad particular los niños de 1 año que ya han sido destetados y cuyas familias no tienen dinero para adquirir leche u otros alimentos nutritivos. Estos niños pueden sobrevivir con dietas que incluyen papas fritas, cereales secos y panecillos, comestibles que proporcionan calorías para obtener energía pero que ofrecen pocos nutrientes. Aun con suficiente leche o varios alimentos nutritivos, es posible que estos niños no quieran beber de la taza o vaso suficiente cantidad de leche; también es posible que prefieran las galletas a los bocadillos más nutritivos de queso y carne. Los padres y cuidadores que suponen que los niños están recibiendo suficientes nutrientes esenciales deben saber que a los 6 meses el niño necesita, por cada unidad de peso corporal, el doble de calorías y el quíntuplo de proteínas que el adulto. Un niño de 2 años requiere, por cada unidad de peso corporal, el triple de proteínas que el adulto (Calder, 1966). Esas grandes cantidades de proteínas y de otros nutrientes las necesitan los niños de corta edad, pues pasan por un periodo crítico en el ciclo del crecimiento. La desnutrición en cualquier momento antes del nacimiento y 5 años después pueden retardar de manera permanente el crecimiento, sobre todo el del cerebro y del sistema nervioso (Cravioto y Robles, 1965; Perkins, 1977). Aunque parte del retraso físico atribuible a la desnutrición puede evitarse más tarde, el retraso en el desarrollo del cerebro es permanente (Coursin, 1972; Dean, 1962; Stein y otros, 1975; Winick y Brasel, 1977; Wyden, 1971). Según Wyden (1971): La velocidad de la división de las células cerebrales disminuye cuando el feto no recibe suficiente alimentación. Un feto con desnutrición grave puede tener 20% células cerebrales que el feto normal. Si un recién nacido sufre una fuerte desnutrición durante los primeros 6 meses de vida, la división celular también disminuye hasta en un 20%. Si el niño presenta desnutrición antes y después del parto, su cerebro puede ser 60% más pequeño. CUESTION DE INTERES ACTUAL Tendencias en la alimentación al seno y la alimentación con biberón Pese a que la alimentación del seno es mejor que la alimentación con biberón, los estudios demuestran que en la década de 1900 las mujeres en los países desarrollados y en los países subdesarrollados han hecho la transición del amamantamiento a la alimentación con fórmula. Esta tendencia generalmente no ha ocasionado problemas nutricionales ni malestar a la mayoría de los lactantes en los países industrializados; pero en los países más pobres ha causado desnutrición generalizada y un alto índice de mortalidad infantil. Algunas estadísticas recientes ilustran este cambio: más del 90% de los lactantes en Chile eran amamantados durante 1960; en 1968 menos del 10% recibían este tipo de alimentación. En México, 95% de los niños de 6 meses eran amamantados en 1960; en 1966 apenas un 40% recibían este tipo de alimentación. En Singapure, 80% de los niños de 3 meses eran amamantados durante 1951; en 1971, apenas un 5% recibía este tipo de alimentación. En los países más pobres, se observa mucha mayor mortalidad entre los niños alimentados con biberón que entre los que reciben el pecho (Latham, 1977). La desnutrición se presenta cuando la gente carece de dinero para comprar los sustitutos caros de la leche; demás, muchos niños mueren cuando la fórmula comercial se diluye con agua contaminada, que les transmite enfermedades gastrointestinales. Los datos aportados por la National Survey of Family Growth (NSFG) de 1973 y el National Fertiliy Study (NFS) de 1965 señalan una disminución similar en la incidencia del amamantamiento durante este siglo entre las diversas categorías socioeconómicas, culturales y religiosas. En este sistema de alimentación también han influido las ideas culturales sobre cómo la madre debe cuidar a sus hijos, sobre la cantidad y dinero disponibles y sobre el consejo que la madre recibe de los profesionales de la salud. El amamantamiento era más frecuente entre las mujeres con más ventajas sociales: las que tienen grados universitarios y las que trabajan en empleos profesionales de un estatus privilegiado. Era menos común entre las mujeres de raza negra, las que tenían menos de 12 años de educación formal y las que nunca habían trabajado fuera de casa. Antes de 1950, el 73% de las mujeres negras amamantaban a sus hijos; en 1973, ese porcentaje había disminuido a un 11%. En el mismo periodo, el porcentaje de mujeres de raza blanca que seguían este método disminuyó de 56 a 30%. Es interesante señalar que el incremento en el número de mujeres que trabajan no se consideraba la única causa de esta tendencia descendente. La disminución se produjo en mujeres que no trabajan entre un parto y otro, lo mismo que en quienes sí trabajan. Algunos estudios recientes revelan que la tendencia decreciente en Estados Unidos se ha estabilizado y que en algunas regiones, sobre todo en California y otros estados del oeste, quizá hasta esté invirtiéndose. Martínez y otros autores (1981) comunicaron lo siguiente: de los niños nacidos en hospitales durante 1980, el 55.3% recibió leche del seno materno, en tanto que el 50.5% recibió una fórmula preparada o leche de vaca (algunos recibieron ambas cosas a la vez). ¿Por qué algunas mujeres prefieren amamantar a sus hijos y otra prefieren darles el biberón? Al parecer la buena alimentación no es más que uno de los factores que influyen en la decisión. Hemos examinado las tasas de crecimiento, los patrones típicos del comportamiento y las necesidades alimentarias de los niños durante los 2 primeros años de vida; a continuación veremos como se desarrollan sus capacidades preceptúales e intelectuales. Competencia perceptual La percepción es el proceso activo de obtener información a partir de los estímulos ambientales. Así, la percepción visual no consiste sólo en ver, sino en observar con detenimiento, voltear la cabeza, adoptar una posición que nos permita una vista mejor, reunir y notar algunas cosas pero no otras. Se trata de un proceso complejo de recabar información e interpretar nuestro ambiente sensorial. Este proceso tarda tiempo en desarrollarse (Gibson y Spelke, 1983). Mediante el trabajo duro y las técnicas creativas de investigación, los psicólogos han descubierto que el lactante humano es mucho más complejo y posee muchas más competencias de los que antes se creía. La nueva tecnología les ayudado en sus investigaciones. Hoy es posible medir ciertas reacciones psíquicas básicas de un lactante ante el ambiente y ante una estimulación específica. La actividad del corazón, la de las ondas cerebrales y la reacción eléctrica de la piel aportan información de gran utilidad. Los investigadores también consiguen información de imágenes sumamente refinadas de los movimientos del niño; por ejemplo, el movimiento ocular o la manipulación de las manos. Pero la nueva tecnología no es más que una parte de la respuesta. Más importancia aún tiene un buen plan de investigación, o paradigma. Una de esas técnicas es el paradigma de novedades. Se sabe que los lactantes se cansan pronto de observar la misma imagen o de jugar con el mismo juguete. Los muy pequeños muestra a menudo su desinterés volviendo la vista hacia otra parte. Se les da una opción entre su juguete conocido y otro nuevo, casi todos preferían este último. Aún cuando haya una diferencia insignificante en el nuevo, lo seguirán prefiriendo. Los investigadores han logrado servirse de esta información para idear nuevos experimentos y calcular la diferencia mínima de sonido, patrón o color que el lactante puede detectar. Otro método muy importante es el paradigma de sorpresa. El ser humano tiende a manifestar sorpresa (mediante expresiones faciales, una reacción física o una respuesta vocal) cuando ocurre algo imprevisto o, a la inversa, cundo no sucede algo que no había provisto. Los investigadores están en condiciones de determinar las reacciones de sorpresa del niño midiendo los cambios de su respiración, frecuencia cardiaca o respuesta galvánica de la piel o bien con sólo observar sus expresiones o movimientos corporales. Pueden diseñar experimentos para probar con mucha precisión lo que el niño espera y lo que los eventos que contradicen sus expectativas (Bower, 1974). Gracias a métodos de investigación como los anteriores, sabemos que el niño al nacer posee la capacidad de ver, oír, sentir, oler y olfatear, realiza esas actividades con una competencia parcial. Esas capacidades sensoriales y preceptúales se perfeccionan muchísimo durante los primeros 6 meses de vida. Visión Entre los 4 y 6 meses, las capacidades visuales se desarrollan rápidamente. Según vimos, los recién nacidos pueden seguir visualmente una pluma luminosa en movimiento y también son capaces de discriminar las formas diferentes; sin embargo, prefieren centrarse en los patrones complejos y en el rostro humano (Fantz, Ordy y Udelf, 1962).También esa capacidad de contraerse mejora rápidamente en los primeros meses de vida. Mientras que el recién nacido enfoca los objetos situados a una distancia de 25.4 a 50.8 cm, un niño de 4 meses enfoca con una eficacia casi idéntica a la de un adulto (Haynes, White y Held, 1965). La agudeza visual de los lactantes se perfecciona en forma creciente. El recién nacido discrimina franjas colocadas 3.1 mm aparte y a 25.4 cm de distancia; en cambio, un niño de 6 meses discrimina franjas colocadas .4 mm aparte desde esa misma distancia (Fantz, Ordy y Udelf, 1962). A los cuatro meses, discriminan entre colores de igual brillantez y a los 6 meses su percepción de los colores es igual a la de los adultos (Bornstein, 1978; Cohen y otros, 1979; Haith y Campos, 1977). Los niños son selectivos y en lo que observan desde el principio. Fijan la vista en patrones nuevos y de complejidad moderada, lo mismo que el rostro humano. Algunos cambios tienen lugar durante el primer año en lo que captan su atención. Los recién nacidos observan sólo los bordes de una cara. Pocos meses más tarde, se fijan en los ojos y, al cabo de un tiempo en la boca de una persona mientras habla. Los investigadores no saben la causa de esos cambios en la atención selectiva. ¿Se debe en parte a las formas en que madura el sistema nervioso? Por ejemplo Bornstein (1978) descubrió que a los 4 meses de edad el niño prefiere los colores “puros” a otros y fija la vista más tiempo en líneas perpendiculares que en líneas inclinadas. A firman que los lactantes seleccionan esos colores y líneas porque desencadenan más “descargas nerviosas” en el cerebro. Dicho con otras palabras, observan las cosas presentes que excitan la más intensa actividad nerviosa. En los primeros 6 meses de vida ocurren otros mejoramientos de la visión. En comparación con los recién nacidos, los niños mayores están en mejores condiciones de controlar sus movimientos oculares; pueden seguir los objetos en movimiento en forma más constante y durante más tiempo. También pasan más tiempo escudriñando el ambiente. Durante el primer mes de vida, apenas entre 5 y 10% de su tiempo lo dedican a la exploración visual, mientras que a los 2 ½ dedican aproximadamente 35% de su tiempo a esa actividad (White, 1971). A diferencia de los recién nacidos, que se siente atraídos por las luces y objetos brillantes a condición de que los objetos no sean demasiado brillantes, los niños de 4 meses son capaces de ver objetos más tenues y de responder ante ellos (Doris y Cooper, 1966). Percepción de profundidad. Al finalizar el segundo mes, los niños están mejor capacitados para enfocar ambos ojos sobre el mismo punto. Ahora ya puede ver todas las tres dimensiones en vez de las dos dimensiones. (Frantz, 1961). Algunos investigadores creen que la percepción de la profundidad se logra desde el primer mes de vida pues muchos niños de esa edad parecen esquivar o parpadear ante un objeto incorrectamente enfocado (Ball y Tronick, 1971). Yonas y Petterson (1979) descubrieron que los lactantes no esquivan ni parpadean en el primer mes; por el contrario, una reacción de evitación empieza a aparecer a las 6 semanas. Uno de los experimentos más famosos sobre la percepción de profundidad en el lactante es el abismo visual. Gibson y Walk (1960) crearon una caja especial para simular la profundidad. En un lado, una gruesa pieza de cristal cubría una superficie sólida. En el otro, un cristal pesado se hallaba de 60 a 90 cm del suelo, simulando un efecto de abismo. Los de menor edad que todavía no sabían gatear mostraron inquietud, como se mostró en los cambios de frecuencia cardiaca, cuando fueron colocados en el lado del abismo de la caja (Campos, Langer y Krowitz, 1970). Audición En los primeros meses de vida, la agudeza auditiva del niño mejora considerablemente. Al momento del nacimiento, el oído medio está lleno de líquido y tejido; casi todo el desaparece después de las primeras semanas. Pese a este bloqueo, los recién nacidos muestran cambios en la frecuencia cardiaca y en la respiración en respuesta a sonidos moderados (por ejemplo, 60 decibeles: una conversación telefónica normal). A los 3 meses, reaccionan ante sonidos de mucho menor intensidad (43 decibeles) e incluso a tonos más suaves a los 8 meses (34 decibeles) (Hoversten y Moncur, 1969). Sabemos asimismo por los cambios de la frecuencia cardiaca que los lactantes detectan cambio considerables en la intensidad, tono y duración de un sonido. Incluso logran detectar alteraciones mucho más pequeñas o escuchan tonos considerablemente más bajos, pese a la dificultad de medir esto en situaciones que no sean las condiciones de experimentación en un hospital. Esta medición se efectúa por medio de un estudio sobre la actividad eléctrica del cerebro (Hecox, 1975). Los lactantes responden en otras formas frente a los sonidos. Estos los calman, los pone alerta o los inquietan. Los de baja frecuencia o ritmos generalmente tranquilizan al niño. Un sonido rítmico puede ser un latido cardiaco, un metrónomo o una canción de cuna; todos ellos, según se ha descubierto, tienen efectos tranquilizadores (Brackbill y otros, 1966). Pueden ocasionar inquietud los tonos fuertes, repentinos o de alta frecuencia. Los niños voltean la cabeza y de ese modo muestran que son capaces de localizar la fuente del sonido. Algunos investigadores han comprobado esta localización del sonido en el primer mes de vida (Appleton y otros, 1975), y casi todos voltean la cabeza hacia el sonido de una campana o sonaja entre los 4 y 5 meses (Bayley, 1969). Estos y otros estudios indican que los lactantes tienen una percepción auditiva bien desarrollada en sus primeros 6 meses de vida. Un aspecto importante de la audición en el primer año de vida es su capacidad aparentemente innata de distinguir entre los sonidos del habla y otra clase de sonidos. Si no supieran reconocer los sonidos del habla y analizarlos fonéticamente, no podría aprender a hablar (Eimas, 1975). Su sensibilidad ante esos sonidos y su capacidad de identificar las voces conocidas fortalece grandemente el vínculo del apego con sus padres y con otros cuidadores; esto favorece mucho el desarrollo cognoscitivo. Integración Los investigadores generalmente coinciden en que, al momento del parto los sentidos de la vista, oído, tacto, gusto y olfato están casi completos y que mejorará rápidamente en los siguientes 6 meses. Casi todas las investigaciones indican que, pese a que los procesos sensoriales no están integrados en la lactancia temprana, lo están al cabo de un breve periodo durante el primer año de vida. ¿Cómo se inicia esa integración? Hasta ahora se dispone de escasa o nula evidencia respecto al hecho de que los lactantes puedan coordinar sus sentidos poco después del nacimiento. McGurk y sus colegas (1977) observaron que, si bien los neonatos siguen con la vista un objeto en movimiento haga o no sonido, no seguirán un sonido en movimiento sin otro estímulo ni voltean la vista cuando oyen un sonido a su lado. Este estudio apoya la hipótesis de que los sonidos funcionan sólo en forma independiente al momento del parto. A los 6 meses, los niños generalmente coordinan su visión con el oído, pese a que algunos datos señalan que lo hacen a los 4 meses (Lyons-Ruth, 1977). Otros investigadores descubrieron que los lactantes de 6 a 14 meses de edad podían asociar los sonidos a patrones visuales (Wagner y otros, 1981). Se les permitió observar varios patrones visuales como líneas grandes, cortas, gruesas o delgadas; tableros con colores brillantes y opacos; flechas que subían o bajaban. Al emitir sonidos, los niños tendían a fijar la vista más tiempo en los patrones que se acoplaban con el sonido; es decir, observaban más largamente las líneas más grandes cuando se tocaba un tono alto y las líneas más cortas cuando se tocaba un tono bajo. ¿Hasta qué punto es compleja la integración? Muchos investigadores aceptan que la integración de los sentidos no se realiza rápidamente sino hasta después de los 6 a 8 meses y que no se logra en su totalidad antes de 1 años de edad (Gottfried, Rose y Wagner, 1977). En otro estudio Rose, Gottfried y Bridger (1981) descubrieron que, aunque los niños de 6 meses podían algunas veces identificar visualmente un objeto que había tocado o que estaban tocando, esta transferencia entre modalidades (táctiles-visuales) no era tan fuerte en esos niños como en otros de mayor edad. Algunas de las investigaciones dedicadas al abismo visual llegan a la misma conclusión. Los niños de corta edad reconocieron la profundidad en el abismo visual y se dieron cuanta de que a un lado era distinto al otro, pero no necesariamente reconocieron que esto era un poco inseguro o algo por donde no debían gatear. Mostraron mayor interés que miedo. Los niños de mayor edad que tenían un nivel más alto de integración mostraron mayor cautela ante el abismo visual. La integración es, pues, un proceso que cobra mayor eficiencia y agilidad en el primer año de vida. Uno de los primeros pasos de él es la coordinación de la vista y alcanzar los objetos; este logro aparentemente sencillo tarda varios meses. Coordinación ojo-mano. Si a un niño de 1 mes se le muestra un objeto sumamente atractivo, hará varias cosas. A menudo abrirá y cerrará la mano, agitando los brazos en una forma aparentemente aleatoria. Algunas veces abre la boca como si estuviera a punto de succionar. Incluso puede observar con mucha atención el objeto. Pero no puede coordinar ninguno de esos reflejos: estirar la mano, coger el objeto y acercarlo a la boca. Tarde un mínimo de 15 meses en adquirir esa destreza. Para dominar la coordinación ojo-mano se requieren diversas habilidades: una buena percepción de profundidad, el control voluntario de los movimientos de coger y de los movimientos de los brazos, así como la capacidad de organizar todo eso es una secuencia (Bruner, 1973). En dicha coordinación, los lactantes combinan muchos fragmentos y partes de un comportamiento; los integran y subordinan funcionalmente en un patrón total. Cuando empiezan a aprender el alcance guiado, deben ensayar individualmente los actos de estirar la mano, coge y llevar a la boca. Más tarde, la coordinación ojo-mano se convierte en un medio y los niños pueden emprender entonces una tarea más amplia, entre otras las de apilar bloques. Su coordinación está entonces integrada y subordinada funcionalmente a la construcción con bloques. Desarrollo cognoscitivo La cognición es el proceso en virtud del cual percibimos, conocemos o comprendemos algo. El desarrollo cognoscitivo denota el crecimiento y perfeccionamiento de esta capacidad intelectual. Muchos teóricos piensan que el lactante participa de modo activo en el desarrollo cognoscitivo. El problema reside en averiguar lo que sabe y lo que piensa. Cuando el sujeto no puede comunicarse con nosotros y decirnos lo que está pensando, ¿cómo es posible estudiar la forma en que el intelecto se desarrolla? Piaget ha sido sin duda la persona que más ha interesado por la incipiente inteligencia del niño. Como se señaló, Piaget fue uno de los pocos psicólogos que ha formulado un diseño lo suficientemente amplio para abarcar todo el desarrollo intelectual del ser humano. Sentía una fascinación personal por la mente humana, una pasión que afinó sus talentos naturales de observador de la conducta. Parte de su obra se centra en la interacción entre la herencia y el ambiente, y parte en las formas en que los niños manipulan este último para ejercitar y perfeccionar sus capacidades cognoscitivas. Piaget consideraba que el hombre es una criatura activa, alerta y creativa que posee estructuras mentales, llamadas esquemas, las cuales procesan y organizan la información. Su desarrollo intelectual se efectúa en cuatro periodos secuenciales cualitativamente diferentes que principian en la infancia temprana y que se prolonga en los siguientes 12 ó 15 años hasta la adolescencia y después de ella. El primer periodo de desarrollo intelectual se llama periodo sensitivomotor. Periodo sensitivomotor El niño viene al mundo preparado para reaccionar ante el ambiente por medio de las capacidades perceptuales que acabamos que explicar y por medio de patrones innatos de acción: succión, llanto, acción de patear y empuñar la mano. Esos patrones son esquemas del lactante, su único medio de procesar la información procedente del medio. ¿Pero qué decir de los pensamientos y conceptos? ¿Qué entienden los recién nacidos respecto a los objetos, personas o relaciones? ¿Cómo codifican y almacenan las cosas en su memoria sin palabras? ¿Qué es, después de todo, la integración infantil? En opinión de Piaget, esos esquemas de acción congénitos (observar, seguir visualmente, succionar, coger y llorar) son las estructuras fundamentales. Y deben transformarse durante los siguientes 18 meses en algunos de los primeros conceptos de los objetos, personas y el yo. Adaptación. Para Piaget el periodo sensitivo motor se compone de seis etapas bastante discretas. Otros investigadores encontraron alguna variación en el curso de los acontecimientos, por lo cual para nosotros resulta más útil analizar los procesos del desarrollo y algunos logros decisivos. Los esquemas del lactante son elaborados, modificados y desarrollados por lo que Piaget (1962) llamó adaptación. Describió cómo su hija de 7 meses, Lucienne, jugaba con un paquete de cigarrillos. A diferencia de un niño de 2 años, que podría sacar un cigarrillo y fingir que lo fumaba, Lucienne no contaba con tales conductas en su repertorio. Trataba el paquete como si fuera uno de sus juguetes o un objeto cualquiera que se había acostumbrado a manipular. Sus únicos medios de interactuar con el mundo eran llevarse las cosas a la boca, asir y golpear: esos eran sus únicos esquemas de manipulación de juguetes. En otras palabras, asimilaba el paquete de cigarrillos en sus otros esquemas ya existentes. Con cada nuevo objeto, los niños introducen cambios pequeños en sus patrones de acción o esquemas. La mano y la boca deben acomodarse al nuevo objeto. Gradualmente esos patrones se modifican para encajar en una gama más amplia de objetos. Piaget observó una forma especial de adaptación durante la lactancia a la que dio el nombre de respuesta circular. Gran parte de lo que los lactantes aprenden comienza de manera accidental. Ocurre una acción, y el lactante la ve, la oye o la siente. Por ejemplo, algunos advierten sus manos delante de la cara. Y luego, al moverlas, descubre que pueden cambiar lo que han visto. Son sus propias manos y causan el movimiento. Prolongan el evento, lo repiten, lo detienen o lo inician de nuevo. Las respuestas circulares en esta edad incluyen el descubrimiento del propio cuerpo. Más tarde dichas respuestas se refieren a la manera en que usan su cuerpo o a sí mismo para cambiar el ambiente, como al hacer mover un juguete. Al finalizar el periodo sensitivomotor, la generalidad de los lactantes han alcanzado varias habilidades intelectuales sencillas pero fundamentales. Entre ellas se cuentan los conceptos sobre el empleo de los objetos más familiares, conocimiento de la permanencia de los objetos y algunos medios rudimentarios de representar simbólicamente las cosas, las personas y los acontecimientos. En cada una de las siguientes secciones se estudia una parte de este desarrollo. Juego con objetos Entre los 4 y 5 meses, los niños suelen estirar la mano, tomar y retener los objetos. Estas habilidades aparentemente simples, junto con sus capacidades perceptuales ya más refinadas, la capacitan para un juego más diversificado con los objetos. Y el juego a su vez pone los cimientos para el pensamiento y el lenguaje más complejos. El juego con objetos pasa por etapas bien diferenciadas comenzando con la simple exploración hacia los 5 meses y terminando con la conducta imitativa y la ficción, las cuales presentan un carácter más complejo hacia el final del tercer año de vida (Garvey, 1977). A los 9 meses, casi todos los niños exploran objetos; les dan vuelta, los invierten y los prueban golpeándolos contra alguna cosa cercana. Pero no conocen el uso ni la función de lo que manipulan. A los 12 meses, antes de introducirse un objeto a la boca, lo examinan detenidamente. Entre los 15 y 18 meses, tratan de utilizar los objetos con el uso que éstos suelen tener; por ejemplo, fingen a veces beber en una taza, cepillarse el pelo con un cepillo de juguete o hacer que una muñeca se siente. A los 21 meses, generalmente dan a los objetos su uso adecuado. Tratan de dar de comer a una muñeca con la cuchara, meten una muñeca y la ponen en el asiento de un camión de juguete o con las llaves abren la puerta imaginaria. El juego se torna más realista a los 24 meses. Las niñas que empiezan a caminar llevan de paseo a su muñeca y los niños alinean en orden correcto los camiones y los autos. A los tres años, las preescolares convierten las muñecas en personas imaginarias con voluntad independiente. Algunas veces hacen que la muñeca salga de casa, corte leña, la vuelven a meter y la ponen en una chimenea imaginaria (Fein, 1981). Aunque a menudo pasan inadvertidos a los padres y a los cuidadores, estos logros en el juego con objetos son importantes para el desarrollo cognoscitivo. En su juego con objetos, el niño demuestra una retención de hechos repetidos, adapta sus actos a diversos objetos y adquiere el conocimiento del mundo social a través de la imitación y la ficción. Imitación. El juego con objetos en los niños de 2 años es rico en imitaciones de su mundo. Sin embargo, a semejanza de ese juego, el acto de imitar palabras y gestos no es tan sencillo como piensan los adultos. Los investigadores señalan que a los 2 ó 3 meses el niño ya realiza imitaciones esporádicas dentro del contexto del juego con el cuidador. Así, un niño puede imitar las expresiones faciales, sacar la lengua o imitar el sonido o el tono de la voz de su madre. Normalmente ella es la que inicia este juego imitando a su hijo. En efecto, algunas veces resulta difícil saber quién hace la imitación: si la madre o el niño (Uzgiris, 1984). Entre los 6 y 7 meses, los niños imitan mucho mejor los gestos y los actos. Parecen hacerlo en forma bastante voluntaria. Los primeros gestos que imitan son aquellos para los cuales disponen de esquemas de acción; coger objetos, llevarse cosas a la boca, alcanzar con la mano, etc. A los 9 meses imitan gestos similares pero modificados, como golpear dos cosas. Durante el segundo año, empiezan a imitar una serie de acciones o gestos, aun cuando algunos hayan sido visto antes. Al inicio, los niños imitan solo aquellos actos que escogen por sí mismos. Más tarde imitan aquellas cosas que les muestra cómo cepillarse los dientes, utilizar la cuchara o el tenedor. Algunos niños que empiezan a caminar aprenden a utilizar el baño con relativa facilidad al imitar a un niño mayor. La imitación de sonidos y palabras sigue una evolución similar. En los primeros 8 a 9 meses, los lactantes no imitan mucho salvo sus propios sonidos o gestos. Es tiempo perdido que los adultos traten de enseñar a los niños palabras o gestos nuevos antes de esta edad. A semejanza de las respuestas circulares en los esquemas de acciones, los niños menores de 8 meses primero reconocen sus propios sonidos, luego los prolongan y repiten. Los adultos y lactantes pueden imitar los sonidos de estos últimos, pero la mayor parte de los niños saben imitar nuevos sonidos por lo menos en forma aproximada al año de edad y con poco precisión entre los 14 y 17 meses (Uzgiris y Hunt, 1975). Algunas veces durante el segundo año algunos empiezan a pronunciar y reconocer palabras aisladas. La imitación de secuencias de acción a esa edad les ayuda a establecer la competencia para pronunciar oraciones, dado que esto requiere la capacidad de simbolizar relaciones y objetos (McCall, Eichorn y Hogarthy, 1977). Por lo menos un investigador (Nelson, 1973) señala que al cabo de 24 meses la mayor parte de los niños dejan de imitar palabras nuevas aisladas, quizá porque están tratando de construir oraciones de dos palabras. Permanencia de los objetos Según Piaget, la permanencia de los objetos es el primer logra del periodo sensitivomotor (sensoriomotor). Consiste en darse cuenta de que un objeto existe en el tiempo y en el espacio sin importar nuestra percepción del mismo. Los lactantes no adquieren el conjunto completo de los conceptos referentes al objeto sino hasta los 18 meses de edad aproximadamente. Durante el primer año de vida, para ellos es una verdad evidente que “lo que está afuera del mundo no existe”. Si una cosa desaparece de su vista, deja de existir. Así pues, un juguete cubierto no tiene interés alguno para él, aun cuando el niño siga teniéndolo en la mano bajo una manta. A fin de averiguar cómo los lactantes adquieren la idea de la permanencia de los objetos, Piaget (1952) y otros investigadores examinaron con pruebas el comportamiento de búsqueda. Descubrieron que la mayor parte de los niños no realizan una búsqueda exitosa de un objeto antes de los 18 meses de edad. Sin embargo, sí se hacen una idea de la permanencia de su madre (o del cuidador) un poco antes de esa edad, pero no generalizan esta intuición a otros objetos externos. La aparición de la permanencia de los objetos requiere una serie de pasos previos. Primero, el niño debe poder reconocer los objetos familiares. Y esto lo hace desde los 2 meses; por ejemplo, le emociona mucho la vista de un biberón o de su cuidador. Segundo, a los 2 meses pude ver un objeto en movimiento desaparecer detrás de una pantalla y luego dirigir la vista hacia el otro extremo para ver si reaparece. Este seguimiento visual es excelente y bien sincronizado; se siente sorprendido si una cosa no reaparece. Pero al parecer no le importa si un objeto totalmente diferente aparece detrás de la pantalla. En efecto, hasta los 5 meses aceptará una amplia variedad de los objetos sin mostrar inquietud (Bower, 1971). Los niños mayores de 5 meses son “seguidores” más discriminadores. Se siente inquietos si un objeto diferente aparece o si el mismo objeto reaparece pero se mueve con mayor o menor rapidez que antes. Pero aún a ellos es posible engañarlos en este experimento: imaginemos dos pantallas colocadas una al lado de otra con un huevo en el medio. Un objeto desaparece detrás de una pantalla; pero no aparece en el huevo, sino que reaparece desde atrás del borde externo de la segunda pantalla. Antes de los 9 meses el niño no espera que el objeto aparezca en el hueco de la mitad. En efecto, se sorprende si no reaparece allí (Moore, Borton y Darby, 1978). Según se dijo con anterioridad, los lactantes sí se hacen una idea completa sobre la permanencia de las personas un poco antes que sobre la permanencia de los objetos, pero las primeras etapas del desarrollo permanecen casi invariables respecto a los objetos. T.G.R. Bower (1971) arregló unos espejos de manera que los niños vieran imágenes múltiples de su madre. Descubrió que casi todos los menores de 5 meses no mostraban inquietud al ver más de una madre; por el contrario, ello les encantaba. Los mayores de 5 meses, en cambio, habían aprendido que tenían sólo una madre y se inquietaban mucho al ver más de una. Los lactantes no obtienen un concepto completo de la permanencia de los objetos antes de empezar a buscar objetos escondidos (Gratch, 1972; Gratch y Landers, 1971; Piaget, 1954). La conducta de búsqueda además pasa por una secuencia predecible de desarrollo, y también se inicia aproximadamente a los 5 meses. Los niños menores de 5 meses no buscan ni cazan objetos; al parecer se olvidan del objeto cuando éste es ocultado. La conducta de caza hace su aparición entre los 5 y 8 meses. A esa edad el niño disfruta mucho los juegos de ocultar cosas y encontrarlas; le gusta ocultarse debajo de una manta o cubrir sus ojos con la mano y hacer que el mundo reaparezca con sólo quitarse las manos de los ojos. Como ya hemos visto, se sorprende si un objeto desaparece detrás de una pantalla y otro reaparece en el otro lado. Si un juguete desaparece a través de una trampa y otro reaparece al abrir la puerta otra vez, se sienten también sorprendidos pero no aceptan el nuevo juguete. Los niños mayores, entre 12 y 18 meses, se desconciertan; buscan el primer juguete. Algunas irregularidades se advierten en el comportamiento de caza de los niños de 1 año. Si un juguete está escondido en el lugar A y están acostumbrados a encontrarlo allí, seguirá buscándolo en ése sitio, aun cuando lo hayan visto oculto en el lugar B (Piaget, 1952). A esta edad parecen tener dos memorias: una de ver el objeto escondido (la memoria visual) y otra de encontrarlo (la memoria dinámica), La memoria dinámica parece ser más fuerte en esta edad que la memoria visual. El último progreso en la permanencia de los objetos se presenta a los 18 meses más o menos, y parece depender de la capacidad locomotora del niño. Cuando éste gatea y camina, puede comprobar más activamente sus conjeturas e hipótesis. Si una pelote se aleja rodando, puede seguirle y encontrarla. Cuando la madre desaparece de su vista, va en su busca y la encuentra. De ese modo prueba con sus acciones las propiedades del modo circundante. Memoria. Casi todas las capacidades sensitivomotoras expuestas hasta ahora requieren alguna forma de memoria. Hemos visto que los niños de 4 meses prefieren mirar a objetos nuevos, lo cual demuestra que ya poseen una memoria para lo conocido (Cohen y Gelber, 1975). El lactante que imita debe ser capaz de recordar los sonidos y acciones de otra persona. Los que buscan un juguete donde lo han visto escondido están recordando la ubicación del mismo. Las capacidades sensitivomotoras han sido estudiadazas a fondo, no así la función que la memoria desempeña en ellas. Los lactantes de muy corta edad al parecer cuentan con potente memoria visual (Cohen y Gelber, 1975; McCall, Eichorn y Hogarth, 1977). Los estudios sobre la habituación han probado que desde los dos meses de edad el niño almacena patrones visuales (Cohen y Gelber, 1975). Fagan (1973) descubrió que los niños de 5 meses reconocen patrones de 58 horas después de la primera presentación y fotografías de rostro al cabo de 2 semanas. Descubrió asimismo que a los niños de 5 y 6 meses, quienes antes habían reconocido las fotografías después de 2 días, les era difícil reconocerlas si en el intervalo les habían mostrado fotografías similares (Fagan, 1977). No obstante, no podía invertirse con una breve presentación de la imagen original. Los estudios anteriores indican que la memoria visual es una modalidad fuerte y de temprana aparición. Representación simbólica Durante la lactancia, algunas de las primeras formas de representación son acciones. El niño chasquea los labios antes de que el biberón o la comida llegue a su boca. Puede continuar ejecutando los movimientos de ingestión después del concluido el tiempo de la comida; a veces al dejar caer la sonaja sigue agitando la mano con que la sostenía. Puede despedirse con la mano antes de decir palabras de adiós. Estas acciones son los precursores más simples de la representación simbólica, o sea la capacidad de representar algo que no está físicamente presente. La imitación, la localización de objetos ocultos y la ficción (fingimiento) revelan la presencia de un proceso subyacente de representación simbólica (Mandler, 1983). Entre los 6 y 12 meses los niños empiezan a fingir, o sea a recurrir a acciones para representar objetos, hechos o ideas. Como vimos en el juego con objetos, hacia el fin del segundo año los niños utilizan bien los objetos. Así, hacen que la muñeca conduzca un camión que está representado por una caja de zapatos. Tal conducta de fingimiento (ficción) muestra que a esta edad pueden caer símbolos independientemente del ambiente inmediato, lo cual constituye un progreso en el crecimiento cognoscitivo. La conducta el fingimiento también se desarrolla en una secuencia predecible (Fein, 1981; Rubin, Fein y Vanderberg, 1983). La primera etapa ocurre entre los 11 y 12 meses; la mayor parte de los niños de esta edad fingen comer, beber o dormir, todas ellas acciones muy conocidas. En los siguientes meses se observa un extraordinario aumento en la gama y cantidad de este tipo de actividades. Al inicio los lactantes, no necesitan objetos, como cuando pretenden dormir, acurrucados en la alfombra. Pero al ir creciendo, empiezan a emplear juguetes y otros objetos. Entre los 15 y 18 meses, da de comer a sus hermanos, hermanas, muñecas y adultos con tazas reales y tazas de juguete, con cucharas y tenedores. En esta etapa necesitan objetos realistas para apoyar sus juegos de ficción. Entre los 20 y los 26 meses fingen que un objeto es otra cosa; una escoba puede convertirse en un caballo, una bolsa de papel en un sombrero, un piso de madera en una alberca. Tales formas de ficción representan un paso ulterior en el desarrollo cognoscitivo. Al percibir las semejanzas generales entre un caballo y una escoba, los niños combinan un concepto distante con otro conocido, estableciendo con ello una relación simbólica entre ambos. (El lenguaje es, desde luego, el sistema supremo de las relaciones simbólicas.) Estimulación ambiental y competencias del lactante El ambiente ejerce una potente influencia sobre la adquisición de competencias por el lactante. La presencia o ausencia de la estimulación puede acelerar o retardar la adquisición de ciertos comportamientos. Además, la motivación, la sincronización de la estimulación y la calidad del cuidador también repercuten en su desarrollo. Privación Carecer de las experiencias normales puede tener un efecto considerable y, en ocasiones, prolongado en el desarrollo del niño. Wayne Dennis (1960, 1973; Dennis y Najarian, 1957) descubrió que los niños confinados en instituciones mostraban un grave retraso incluso en competencias tan básicas como sentarse, mantenerse de pie y caminar cuando no tenían la oportunidad de practicar estas destrezas. Y debido a la casi absoluta falta de estimulación ambiental, también mostraban retraso en el lenguaje, las habilidades sociales y la expresión de emociones: En la lactancia yacían de espaldas en una cuna durante todo el primer año y a menudo durante gran parte del segundo año de vida…No existían muchos de los objetos de que disponen casi todos los niños de esa edad…No había bloques, ni cajas con arena, ni patinetas, ni triciclos; tampoco había aparatos para treparse, ni vagones, ni columpios, ni sube y baja ni tobogán. No había mascotas no otro tipo de animales…Tampoco había la oportunidad de saber lo que eran esos objetos. Los niños nunca veían a personas que vivían en el mundo externo, salvo los visitantes esporádicos. (Dennis, 1973.) En un estudio de seguimiento que duró de 15 a 20 años, Dennis (1973) comprobó que aún los niños que habían sido adoptados manifestaban un poco de retardo en la madurez. Los que habían permanecido en esas instituciones mostraban un notable retraso en toda su existencia. Ambientes normales frente a ambientes óptimos Motivación. La gran mayoría de los lactantes parecen estar motivados a desarrollar sus propias destrezas con experiencias autosatisfactorias. Por ejemplo, muestran una considerable persistencia en aprender a caminar por la mera satisfacción de caminar. Pero aprenden habilidades no sólo por estar motivados intrínsicamente, sino incluso porque el ambiente responde. Aprenden a empujar un juguete porque lo ven moverse. Se ejercitan en las habilidades motoras para experimentar y adquirir dominio en una tarea. La sensibilidad del ambiente es de máxima importancia. En un estudio, a tres grupos de lactantes se les mostraron tres tipos diferentes de decoración de la cuna (Watson y Ramey, 1972). A los del primer grupo se les dio un móvil que podían controlar. El segundo grupo recibió un objeto estable, que no se movía. El tercer grupo recibió un móvil que movía el viento, no los niños. A los del tercer grupo se les permitió después controlar el móvil; su actuación su deficiente tanto inmediatamente como al cabo de 6 semanas. Ya habían aprendido que su comportamiento no producía efecto alguno: el ambiente no respondía. Diversidad y sincronización de la estimulación. Por otra parte, contra lo que creen algunos padres, abuelos y otros cuidadores (así como la generalidad de los fabricantes de juguetes), los niños no necesitan una gran variedad de juguetes ni un ambiente enriquecido en forma masiva para que desarrollen sus habilidades cognoscitivas. (Yarrow y otros, 1972). Por el contrario, parece promover el crecimiento óptimo un ambiente moderadamente enriquecido donde puedan recibir objetos estimuladores un poco antes del tiempo en que normalmente los usan (White y Held, 1966). La meta es acoplar la tarea con el desarrollo del niño. Así pues, una estimulación ligeramente acelerada alienta el crecimiento y el desarrollo, una estimulación demasiado acelerada confunde al niño. Este ignorará o rechazará una tarea que no le sea demasiado difícil. El cuidador. Un cuidador adulto interesado en el bienestar del pequeño creará para el un ambiente estimulador. Como veremos, la relación interpersonal con el cuidador es uno de los factores centrales en el desarrollo mental del niño. Los padres y otros cuidadores son una constante fuente de estimulación al alimentar al niño, al cambiarle los pañales, al bañarlo y al vestirlo. Hablan y juegan con él; de ese modo demuestran las relaciones entre los objetos y entre personas. Incluso las conductas simples como la imitación se realizan muchas veces un diálogo enriquecedor de juego social entre el cuidador adulto y el lactante (Uzgiris, 1984). Por desgracia, algunos niños criados en instituciones sólo reciben atención superficial y por eso pierden gran parte de este tipo de estimulación. Ante la creciente difusión de los centros de atención diurna, cada vez es mayor el número de niños que son enviados a esas instituciones. Algunas ofrecen excelentes ambientes, otras no. Un centro de atención diurna que parece ofrecer un ambiente estimulador por contar una gran variedad de juguetes caros quizá no proporcione las relaciones humanas afectuosas, indispensables para el desarrollo del niño. Intervención temprana Algunas de las aplicaciones más interesantes y prometedoras de nuestro conocimiento sobre el desarrollo infantil son las historias del éxito conseguido por varios programas de intervención temprana. Ahora es posible identificar el momento del nacimiento (y hasta antes) a los niños que caen dentro de ciertos grupos de alto riesgo. Quizá sean prematuros, sufran desnutrición o presenten retraso en su desarrollo. La madre puede ser alcohólica o tener alguna perturbación emocional. Por lo demás, la pobreza limita la dieta, la atención médica y la calidad de los cuidados que recibirán. Si no reciben ayuda, muchos de ellos mostrarán persistentes problemas de aprendizaje o vestigios de perturbaciones emocionales. En las dos últimas décadas, varios programas han ofrecido servicios de apoyo a los padres y a los niños en estos grupos de alto riesgo. Pero, como el financiamiento no es suficiente, algunos de esos programas llegan a menos de la mitad de los niños que la necesitan. Por tanto, es posible comparar el progreso de los niños y su familia dentro de los programas con otros que no se han inscrito. En general, dichos programas han mostrado ser decisivos. Prueban que un ambiente óptimo es indispensable para que los niños de alto riesgo puedan desarrollarse normalmente (Horowitz, 1982). Uno de los principales programas de intervención orientado a los padres y aplicable en el hogar fue ideado por Ira Gordon a fines de la década de 1960 (Gordon, 1969). Trabajó con familias pobres en una zona rural de Florida, con el propósito de mejorar el desarrollo intelectual y la personalidad de los niños, así como la autoestima de los padres. Preparó a un grupo de mujeres provenientes de la comunidad para que trabajasen de visitantes domiciliarias. Habían recibido formación en el desarrollo del niño, aprendieron el programa particular o las actividades que debían ofrecerse en el momento adecuado del desarrollo de los niños a quienes visitaban. También aprendieron la técnica de la entrevista. Los niños que participaron en el programa semanal regularmente durante 2 ó 3 años mostraron un desarrollo mucho más avanzado que los del grupo de control, por lo menos en lo tocante a las pruebas de inteligencia. Por otra parte, en las medidas de seguimiento un número menor de los que habían participado durante un mínimo de 2 años fueron asignados a grupos de especiales en las escuelas públicas que los que provenían del grupo de control. El segundo programa de visitadores domiciliares, un poco similar al primero, fue aplicado a principios de la década de 1970 en el Peabody Teacher´s Callage en Tennessee. Este conjunto de programas, los programas Darecee para lactantes, se concentraron más en ayudar a los padres, en especial a la madre, que en el niño. Las visitadoras fueron capacitadas para participar como compañeras más que como orientadoras. Las metas del programa eran ayudar a los padres con las destrezas generales de enfrentamiento para la vida diaria, mejorar el conocimiento del desarrollo del niño y estimular en él ciertos comportamientos. También los niños que fueron inscritos en este programa obtuvieron buenas calificaciones en las pruebas de inteligencia, y las madres mostraron mejoría en sus estilos de enseñanza. En general, ellas eran menos directivas y apoyaban más a los hijos (Gray, 1976). Los programas de intervención temprana también han sido aplicados a los niños con diferencias más graves (Sasserath, 1983; Sternand, 1981). Estos programas ofrecen varios apoyos al niño y a la familia. Una cosa es cierta: ayudan a demostrar las actividades apropiadas desde el punto de vista del desarrollo, para captar la atención del pequeño y mejorar el aprendizaje. También ayudan a los padres a percatarse de los hitos del desarrollo y, algunas veces, de los pequeños hitos del niño con grave retraso. Y además les ayudan a ser sensibles ante las necesidades de su hijo y ante los descubrimientos que hace él. Pero es preciso que esos programas también atiendan a las necesidades de los padres. Estos necesitan apoyo en su ajuste ante un niño difícil o con incapacidades y ante sus obligaciones de padres. La mayor parte de los expertos en el desarrollo infantil recomiendan un programa balanceado, incluso en el caso del niño potencialmente talentoso. Gerber (1981) recuerda a los padres y a los que trabajan en centros de atención diurna que los niños requieren: 1. Un ambiente seguro y previsible para que aprendan a anticipar los acontecimientos y a tomar decisiones. 2. Una relación íntima y estable con el cuidador afable y delicado, que sea sensible a los intereses, necesidades y ritmos del niño. 3. Respetar al lactante como participante activo en el diálogo y no como un receptor pasivo de la educación. 4. Un amplio espacio para explorar, objetos que manipular y otros niños a quienes observar, imitar y como quienes socializarse. UNA APLICACIÓN Superbebés Sabemos muchos sobre la incipiente competencia del lactante. Sabemos que es importante contar con un ambiente adecuado y hacer que la estimulación ambiental corresponda a la capacidad actual del niño. Sabemos que él aprende y realiza a asociaciones desde el día de su nacimiento y, acaso, desde antes. Si sabemos todo esto, ¿por qué no creamos el mejor ambiente posible que apoye al “superbebé” en su aprendizaje? Ha habido algunos investigadores que lo han intentado. Quizá el más conocido es Glenn Doman en su Better Baby Program (Moore, 1984). Doman ha escrito varios libros, entre ellos How to Teach a Baby to Read (1963), y ha elaborado un curso de una semana de duración para que los padres estimulen el desarrollo mental superior del niño. Está convencido de que una estimulación regular y sistemática y la enseñanza temprana aceleran realmente el crecimiento del cerebro. Su programa de prioridad a breves sesiones de enseñanza en la lectura y matemáticas, comenzando desde 1 año de edad. Esas sesiones, en que se usan tarjetas, deben durar de 5 a 10 minutos al inicio y luego se amplían con el transcurso del tiempo. Más tarde, los niños que empiezan a caminar y los de 2 años estudian japonés, arte moderno o bien aprenden a tocar el violín. Otros programas de estimulación son mucho más intensos, pero enseñan a los padres la manera de aprovechar al máximo las oportunidades de aprendizaje en las actividades diarias. El lector se sorprenderá al enterarse, por ejemplo, de cómo un niño de 18 meses aprende a patear, a golpear juguetes o al hacer un emparedado de crema de cacahuate ¿Cuáles son los resultados de estos programas de adiestramiento? Sin duda ha habido algunos interesantísimos estudios de casos. Hay niño de 3 y 4 años que han aprendido a leer en un nivel de segundo o tercer grado. Y otros aprenden a tocar el violín a los 4 años. Pero los resultados no son congruentes, y existen algunos peligros. Algunas veces un progenitor demasiado impaciente enseña a su hijo de 2 años de edad a evitar todo lo que se parezca un poco a una tarjeta. Los niños que pasan mucho tiempo en el aprendizaje por repetición tienen menos tiempo de explorar el mundo circundante e iniciar actividades con otros niños y también con adultos. Hay menos oportunidades de realizar el mero descubrimiento. Por último, conceder excesiva importancia al desarrollo cognoscitivo puede tener efectos negativos en el desarrollo social y en el desarrollo de la personalidad. Los niños pueden volverse inseguros o depender demasiado de los padres. Algunos sufren mucha ansiedad a causa de las exigencias que se les impone a edad tan temprana. Resumen 1. Aunque en el desarrollo físico y cognoscitivo ocurren cambios predecibles durante los 2 primeros años de vida, los lactantes muestran considerables variaciones en su tasa de crecimiento y desarrollo. Arnold Gesell trató de determinar el desarrollo físico, cognoscitivo y de la personalidad del niño en diversas edades. Sostiene que el desarrollo depende de la maduración. 2. En general, los niños de 4 meses duermen toda la noche y empieza a introducirse alimentos sólidos en su dieta. Su comportamiento motor el limitado, pero están empezando a explorar con manos y pies y a imitar los sonidos que emiten. 3. A los 8 meses, casi todos los niños pueden sentarse por sí mismos, ponerse de pie, dar un paso con ayuda, coger y pasar objetos. También imitan unos cuantos sonidos del habla. 4. A los 12 meses, la mayor parte de los niños caminan sin apoyo, manipulan los objetos con una maniobra de pinzas y juegan juegos sencillos. Empiezan a tener conciencia de su individualidad. 5. A los 18 meses, generalmente caminan solos. Se alimentan sin ayuda, imitan algunas acciones de los adultos y pronuncian unas cuantas palabras. 6. A los 2 años, casi todos los niños caminan, corren, andan en triciclos y muestran actividad física; su juego se torna complejo. 7. Los 2 primeros años de vida constituyen un periodo crítico del crecimiento. En esta época la dieta determina el curso del futuro desarrollo físico y mental. Los lactantes que viven en países desarrollados suelen ser destetados entre los 3 y 4 meses, empezando a introducirse en su dieta la fórmula y los alimentos sólidos. Los lactantes necesitan un régimen rico en proteínas y calorías. La desnutrición en los dos primeros años de vida puede retrasar el crecimiento en forma permanente, sobre todo el del cerebro y del sistema nervioso. 8. En condiciones óptimas, las habilidades perceptivas del lactante maduran rápidamente durante el primer año. El enfoque, la agudeza, la discriminación de colores y la percepción de profundidad mejora muchísimo a los 6 primeros meses de vida. El lactante empieza a pasar más tiempo siguiendo y examinando el ambiente. También la audición muestra una gran mejoría en el primer año. En general, el niño se tranquiliza con los sonidos bajos y rítmicos y, al parecer, posee una capacidad innata de discriminar entre los sonidos del habla y los de otra índole. 9. Los sentidos de los lactantes funcionan independientemente al momento de nacer y tardan casi un año en alcanzar su total integración. La coordinación entre ojo-mano se realiza primero. Este progreso depende de la integración y subordinación funcionales de muchas conductas. 10. El desarrollo intelectual ocurre primero durante lo que Piaget llama periodo sensitivomotor. Los lactantes procesan la información procedente del ambiente sirviéndose de patrones innatos llamados esquemas. “Construyen” su inteligencia perfeccionando y modificando esos esquemas en el proceso de adaptación. Una forma especial de adaptación es la respuesta circular por medio de la cual los niños descubren su cuerpo y lo usan para cambiar el ambiente. 11. Los lactantes adquieren diversas capacidades intelectuales básicas durante los 2 primeros años de vida. Entre ellas figuran los conceptos referentes al empleo de objetos muy conocidos; la imitación; la comprensión de la permanencia de los objetos; la memoria; la representación simbólica. Los lactantes pasan por diversas etapas en su juego con objetos; de la simple exploración hasta la imitación compleja de la conducta del fingimiento (ficción). En las últimas etapas del juego con objetos, demuestran capacidad retentiva y la comprensión de las relaciones sociales y del uso apropiado de los objetos. 12. La permanencia de los objetos, o sea comprender que un objeto existe independientemente de nuestra percepción del mismo, empieza a formarse a los 5 meses y se logra plenamente a los 18 meses más o menos. 13. Las capacidades de retención se desarrollan en el transcurso del juego con objetos, la imitación y la representación simbólica. Sin embargo, los lactantes son capaces de recordar los patrones visuales a partir de los 2 meses. La representación simbólica, capacidad de representar una cosa que no está físicamente presente, aparece primero en las acciones del niño y luego en su conducta de ficción. A los 12 meses, sabe fingir que ejecuta acciones familiares. En el segundo año, las acciones fingidas y los conceptos se apartan cada vez más del ambiente inmediato y, por lo mismo, se tornan más simbólicos. El ambiente tiene un potente efecto en la adquisición de las competencias infantiles. Un ambiente sensible a las destrezas del niño y la estimulación, presentadas poco antes del nivel de desarrollo en que el niño reacciona ante ellas, aceleran el progreso de un niño normal. La falta de estimulación y un ambiente poco sensible retrasan el desarrollo sensitivomotor y cognoscitivo. Lecturas complementarias Bower, T. G. R. The perceptual World of the child. Cambridge: Harvard University Press, 1977. Bower reseña minuciosamente muchos trabajos de investigación dedicados a la percepción infantil en una forma muy interesante e integrada, que revela claramente al lector de visión que el niño tiene el mundo. Caplan, F, The first 12 months of life. Nueva York: Grosset & Dunplan, 1973. Escrito en un estilo edecuado para los padres, este libro ofrece abundante información práctica obtenida del Princeton Center for Infancy and Early Childhood. contiene gráficas del crecimiento mensual y muchas fotografías. Caplan, F. The second 12 months of life. Nueva York: Grosset & Dunlap, 1979. Una continuación de la obra anterior. Dittman, L.L. (Ed.) The infants we care for (ed. rev.) Washington, D. C.: National Association for the Education of Young Children, 1984. Este libro está destinado especialmente a los que trabajan en centros de atención diurna. Ofrece una buena exposición de las necesidades y capacidades del lactante. Olds, S. y Eiger, M. S. The complete book of breastfeeding. Nueva York: Bantam, 1973. Una guía bien escrita y muy útil para los padres y otras personas que trabajan con niños de corta edad. Bibliografía Desarrollo Psicológico Grace J. Craig Universidad de Massachusetts Cuarta Edición. PRENTICE-HALL HISPANOAMERICANA, S.A. México, Englewood Cliffs Pags. 31-62, 105-127, 197-201