Recuerdos Personales María Mercedes Repetto María Mercedes Repetto Recuerdos de Horacio y la Quinta de San Isidro Nos casamos en 1935 y vivimos en la Quinta hasta fines de 1944, casi diez años. Dicen que los recién casados deben de vivir solos, pero para mí, fue una etapa muy feliz de mi vida. Quiero hacer llegar a Uds. - por medio de pequeñas anécdotas - cómo era Horacio, cómo era María Cristina... mejor dicho, como los sentí, y cómo, a través de ellos viví el espíritu de esta casa. El Doc tenia el aspecto de un patriarca, y lo era; inspiraba confianza y respecto: no temor. Tan grande como su estatura y tan grande como su letra, era su generosidad. Solo después de su muerte supimos de sus múltiples donaciones mensuales, que hasta María Cristina desconocía. Nosotros nos sentíamos muy felices cuando en nuestro plato-- cada tanto - aparecía un sobrecito… Su carácter era fuerte pero contenido. Consigno este gran gesto: una vez le pidió disculpas a un mucamo, sintiendo que había sido injusto con él. Las novelas policiales - que luego circulaban por toda la familia - eran su gran entretenimiento; diría mas bien, su evasión. Cuando se enfrascaba en la lectura, era como si a su alrededor, todo desapareciera. Una vez en la estación leyendo, dejó pasar el tren que esperaba. Otra vez, un domingo a la hora de almorzar el Doc no aparecía por ninguna parte... dónde estaba? Bajo el ombú, emocionado y lagrimeando, con una novelita de amor!... Sus clientes y amigos norteamericanos decían que se parecía a Lincoln en el porte, y hasta en algunos aspectos de su manera de ser. En testimonio de esta creencia, le regalaron una placa de bronce que se encuentra en el patio: en ella están grabadas las célebres, sencillas palabras del Presidente en Gettysburg, quién luego de la mas sangrienta de las batallas - ve consolidados sus dos altos ideales: la unión de su pueblo y la abolición de la esclavitud. El Doctor tenía en alta estima este homenaje. Cuando por las tardecitas llegaba del estudio parecía cansado; pero ese aspecto desaparecía de inmediato, trocándose en una serena placidez. Es que estaba en “su casa”; en ésta, su queridísima quinta, la del lindo jardín y la vista incomparable, con María Cristina y los chicos. Nada había mejor para él. La Señora era entonces la Presidenta de la Acción Católica. Un cargo espléndidamente representado, ya que era la persona más popular y querida de San www.genealogiafamiliar.net 1 Isidro. Su manera de ser - abierta y simpática - conquistaba a todos. Hoy diríamos que tenía “carisma”. En esa época, con su familia ya formada, pero sin restarle atención, estaba dedicada con total entrega, a practicar distintas formas de la caridad. El exceso de obligaciones - si la preocupaba - no la ponía de mal humor: siempre parejita, siempre igual. No sabemos porqué, con mucha frecuencia ganaba los premios de las rifas que con otras señoras, ella misma preparaba. Como era alegre y divertida, esto era siempre motivo de risas y bromas. Le gustaba cantar y lo hacía muy bien. Un día me sorprendió cantando a voz en cuello “Yira,Yira”. Sabía casi toda la letra. “La Señora”, como yo le decía, era refinada y sencilla a la vez. Ilustro esa doble condición con dos pequeñas anécdotas. En un veraneo, estando en la mesa, la vemos envolver los cubiertos de alpaca con servilletas de papel... porque según ella “no podía manejarlos bien si no eran de plata labrados”. Pueden imaginar el titeo que se armó, y cómo ella se nos unió, riéndose de sí misma. Estando sentada con Horacio en el sofá del patio, al ver una mancha en el piso, en vez de llamar a alguien de su en ese momento vasto personal, fue ella misma a buscar el trapo y el cepillo, y lo limpió. Recuerdo con cuanto cariño la reconvino el Doc! Esta gran señora, que sabía jugar con sus nietos como si ella misma fuera una chica, era adorada y mimada por su marido. ¡Con qué natural afecto, él, muchas veces, apoyaba su mano sobre la de ella en la mesa! Sin embargo, cuando él murió, María Cristina guardó este gran dolor en lo mas profundo de su corazón. Siguió siendo en apariencia igual; no pidió duelos ni silencios especiales. Participó con naturalidad en la vida cotidiana que fue retomando su curso en la quinta, como si Horacio siguiera a su lado. Todo un ejemplo de conmovedora generosidad. Termino el recuerdo de María Cristina evocando su rasgo característico: esa, su gran bondad... que nos alcanzó a todos. El ambiente de “la quinta” era algo muy agradable y especial. Me parece que por sobre todo, campeaba la naturalidad y la alegría. Cuando llegué, solo Bimbo era casado, de modo que los hijos que allí vivían eran once; con los novios, sus amigos, sus relaciones. Era una casa tan abierta, que había camas tendidas para quien quisiera quedarse; generalmente eran los estudiantes amigos de los chicos. Me acuerdo que impresionada quedé cuando supe que todas las sábanas eran de hilo; todavía no habían entrado allí las de algodón. (e1 nylon no se conocía). En la mesa éramos generalmente alrededor de 15, y los sábados y domingos muchos más. Muy pronto varios se casaron y el Doc mandó hacer un “añadido” que todavía debe de andar por ahí. Cuando Horacio y María Cristina hacían un viajecito llevando a las dos más chiquitas, Carmen y Mickey, íbamos todos en dulce montón a despedirlos, y, a su www.genealogiafamiliar.net 2 vuelta, a recibirlos. Sin querer llamábamos la atención por ser tantos, tan altos, y tan... bochincheros. Una acendrada piedad católica, enmarcaba los hechos grandes y pequeños de todos los días. En el mes de junio, después de comer, nos reuníamos en la sala para rezar el mes del Sagrado Corazón. Como todos eran jóvenes y alegres, no faltaba alguien que hiciera un chiste: por ejemplo, en una oración que dice “oh poderosísimo amparo de los flacos!”, una manito se alargaba, como abarcándonos con gracia intencionada; éramos una familia de “flacos”. Cada vez que los chicos estaban enfermos o iban a dar examen, se encendía una velita al “Niño de Araceli” implorando su protección. La imagen sigue en el mismo lugar. El Doc y la Señora eran muy devotos del Señor del Milagro. Todos los 14 de Septiembre salían tempranito para la Iglesia del Carmen, donde rendían, ante la imagen que allí se encuentra, su silencioso homenaje. El 17 de octubre, día de Santa Margarita María Alacoque, era el aniversario del casamiento de Horacio y María Cristina, íbamos todos a misa temprano (no había misa vespertina, y teníamos que estar en ayunas). Luego de un opíparo, divertido y conversado desayuno, pasábamos a la sala para dar gracias. En esa fecha también se tendía la cama matrimonial con las sábanas del día que se casaron; muy paquetas, bordadas, con pasacintas y moños. Los sábados por la mañana empezaba el desfile de los pobres que iban a recoger sus 0,05, 0,10 o 0,20 centavos. Durante la semana, estas moneditas se iban dejando en una lata que Horacio guardaba en su ropero. Un día el Doc invitó a unos clientes americanos y a otras personalidades a almorzar. Luego de una “lustrada” general, todo quedó bien, y la mesa con su centro de flores y la vajilla paqueta, muy bonita. Ya almorzando miro la araña con sus caireles resplandecientes pero... con un trapo colgando. Se cruza en ese momento mi mirada con la de la Señora: descubrimos el “olvido” al mismo tiempo... Impotencia, estupor y por fin risa fue en lo que nuestras miradas coincidieron. Se hizo retirar el trapo y, - al reírnos todos -, se estableció una encantadora cordialidad. Al rememorar, los hechos mas divertidos se agolpan en torno a esa larga mesa de comedor. Es que todos nos sentíamos contentos de dejar por un rato nuestras obligaciones, y sentarnos a comer y a conversar. Mucho tema nos daba el cine, íbamos continuamente; lo mismo que Uds. ven ahora video-cassettes. Las “vistas”, como decíamos entonces, de los Hermanos Marx eran famosas, pero en esa mesa, no bastaban los comentarios. Entre plato y plato, Mariano, Johnny, Damián, Marcelo y sus amigos, se levantaban a representarlas, ante las carcajadas de todos nosotros. Pero no eran solamente los mas jóvenes. Una vez, Florencio Beccar Várela arquitecto y Alejandro Correa Luna abogado, casados los dos, nos regalaron con una magnífica imitación del www.genealogiafamiliar.net 3 duelo de Gary Cooper en “La Hora Señalada”. Todos eran bromistas, graciosos, con sentido del humor. No puedo contar aquí - porque fuera de contexto perdería su gracia - pero sí recordar, las ocurrencias payasescas de Lores y Bachicha que tanto nos divertían; siempre en el comedor. Termino, felicitando a los nietos y bisnietos que con amor, esfuerzo y sacrificio, durante todo el curso del año, prepararon esta fiesta. Algunos no alcanzaron a conocer a sus abuelos; otros los disfrutaron muy poco... pero son ellos, - los de estas dos jóvenes generaciones -, quienes mantienen vivo en el recuerdo, el señorío de esta casa. www.genealogiafamiliar.net 4