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LA ECONOMÍA POLÍTICA DE LOS PRECIOS DEL PETRÓLEO
Guillermo de la Dehesa, Presidente del CEPR, Centre for Economic Policy Resarch
Como en todo el resto de las materias primas básicas, el precio del petróleo está
determinado diariamente en el mercado por la interacción de su oferta y su demanda. Ahora
bien, el precio del petróleo también depende de factores exógenos, económicos, como las
tendencias demográficas y de urbanización, naturales, como el tiempo o los recientes
huracanes Katrina o Rita, o políticos ya que dada su importancia se puede utilizar como un
instrumento de poder y de política interna y externa.
En primer lugar, el petróleo ha sido y sigue siendo la materia prima energética e
industrial más importante que existe. Es, por el momento, la única comercialmente disponible
para el transporte, aunque el gas natural puede empezar a ser su sustituto. El hidrógeno llegará
a ser una fuente alternativa pero no es una energía primaria sino que hay que producirla, bien
con electricidad, mediante electrolisis o quemando petróleo o carbón, aunque se está
avanzando rápidamente en su producción mediante energía solar. Es también insustituible, de
momento, en la industria química y en la producción de muchos nuevos materiales. Está siendo
sustituida progresivamente en la generación de electricidad por el gas natural, pero sigue
siendo todavía indispensable para completar al carbón, la nuclear o la hidroelectricidad cuando
estas fuentes fallan temporalmente por su rapidez de uso. En este momento no se puede
concebir un mundo próspero sin petróleo aunque, según algunos expertos como Hubbert,
Campbell o Duncan (todavía en minoría), este tenga una vida limitada por la escasez de sus
reservas en relación con su creciente demanda.
En segundo lugar, tiene unos efectos medioambientales muy negativos. Su producción,
refino, transporte y utilización producen CO2 resultando en un deterioro de la capa de ozono y
en un creciente recalentamiento de la atmósfera, además de desastres ecológicos producidos
por el naufragio de los barcos petroleros como el reciente caso del Prestige en nuestro país.
Estos efectos plantean un dilema entre la necesaria prosperidad de muchos países en
desarrollo que necesitan esta fuente de energía para desarrollarse y la necesidad de frenar el
deterioro creciente medioambiental.
En tercer lugar, más que ninguna otra materia prima el petróleo es el caso más
paradigmático de la “maldición de los recursos naturales”. Su abundancia en un determinado
país tiende a reducir su crecimiento y a aumentar su inestabilidad política. Por un lado, produce
una apreciación de su tipo de cambio, con lo que reduce la competitividad del resto de su
economía productiva, esto, unido a que la industria del petróleo puede pagar salarios más
elevados y tipos de interés más altos encarece los costes del resto de la economía y puede
hacer que vayan desapareciendo otras industrias que antes eran rentables resultando que el
país pueda acabar sólo produciendo petróleo. Además, como todas las materia primas tiene
una fuerte volatilidad haciendo que los países productores tengan ciclos económicos mucho
más pronunciados. Por otro lado, su abundancia en un país está también correlacionada con
una menor propensión al ahorro y un menor desarrollo financiero lo que también reduce su
crecimiento.
Finalmente, su abundancia tiende a producir inestabilidad política, ya que, sin unas
instituciones democráticas y jurídicas fuertemente consolidadas, desencadena una búsqueda
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política o militar de apropiación de las enormes rentas que genera que terminan desviándose
hacia los bolsillos de aquellos que alcanzan su control y no a aumentar el desarrollo del país.
Son muchos los países con grandes reservas de petróleo que sufren dictaduras, revoluciones,
guerras civiles, invasiones o anexiones por parte de sus vecinos que destruyen vidas humanas
e infraestructuras y que terminan empobrecidos.
En cuarto lugar, es el único mercado de materias primas en el que existe un “cartel” de
países productores, que representan un 40 por ciento de la producción mundial y el 77 por
ciento de las reservas y que fijan los precios que más les convienen en cada momento,
regulando su oferta, ante el cual las autoridades de la competencia de los países consumidores
no pueden hacer nada, ya que son países soberanos y no empresas los que lo forman.
Nos encontramos hoy en unas circunstancias que hacen que el futuro de los precios
del petróleo sea cada vez más incierto. Por un lado, la mayoría de las reservas existentes
conocidas están ubicadas en una de las regiones políticamente más inestables del mundo: el
Oriente Medio, donde se está concentrando la actividad terrorista mundial, tanto por el conflicto
palestino-israelí como por la guerra de Irak, que puede terminar desestabilizando otros países
productores como Arabia Saudita.
Por otro lado, algunos de los países que tienen mayores reservas no quieren producir
mayores cantidades de crudo ya que o no pueden por razones políticas o de otro signo o tienen
otras prioridades distributivas mas que inversoras. El hecho es que ha habido una reducida
exploración y producción en las tres últimas décadas tanto en Oriente Medio como en Rusia.
Por ejemplo, Irán produce hoy la misma cantidad de crudo que hace varias décadas, la
producción de Venezuela es menor que la de hace cinco años, lo mismo se puede decir de
Nigeria que ha experimentado caídas de su producción debido a sus conflictos étnicos y
religiosos, Irak está produciendo 600.000 barriles menos de lo presupuestado este año y Rusia
debido a política interna no está produciendo más que en 2003 y 2004.
Asimismo, grandes países en desarrollo que están globalizándose y creciendo más
rápido, como China e India, están necesitando mucho más petróleo y otras materias primas
para poder prosperar con lo que su demanda va a seguir siendo creciente ya que consumen el
doble de petróleo por dólar de PIB que los países desarrollados. Además, muchos de los
países desarrollados no están haciendo esfuerzos suficientes para reducir su consumo a pesar
de que ya sólo consumen la mitad de petróleo por cada dólar de PIB que en los años 70. El
caso más flagrante es el de EEUU, que consume más de un cuarto de la producción mundial,
que consume un 50 por ciento más que la Unión Europea por cada dólar de PIB y que no se
atreve a subir sus bajos precios de las gasolinas y gasóleos, que son hoy de 3 dólares por
galón frente a 6 dólares en la Unión Europea. Esto ocurre porque todavía tiene más mentalidad
de productor que de consumidor, a pesar de que importa más de la mitad de su consumo.
Finalmente, las grandes corporaciones petroleras no están aumentando suficientemente
su capacidad de producción de crudo porque en algunos países de grandes reservas no les
dejan explorar o abrir nuevos pozos, ni tampoco su capacidad de refino porque todavía piensan
que la rentabilidad de su inversión es incierta, bien porque cuando la hayan hecho puede que
ya existan nuevas tecnologías que reduzcan su demanda o porque la experiencia histórica de
casi 140 años muestra que el precio del crudo sigue un ciclo completo cada 20/25 años y cada
10/12 años en promedio tiende a converger a una media de entre 25 y 30 dólares y piensan
que esta tendencia puede repetirse en los próximos años.
Cualquiera que sean las circunstancias subyacentes, el hecho es que, debido a una
demanda que está creciendo desde 2001 al 2,1 por ciento al año y una oferta que está
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estancada o cayendo, el precio del Brent se está acelerando ya que desde marzo de 2003
hasta hoy ha aumentado de 25 a 65 dólares y los precios en los mercados de futuros indican
que dicho nivel puede continuar varios años. Además, los precios de los productos refinados
más ligeros han crecido todavía más ya que la teoría y la experiencia histórica demuestran que
los precios de estos productos tienden a crecer exponencialmente a partir de que la capacidad
de refino empieza a ser del 10 por ciento inferior a su demanda y la mayoría de los expertos
creen que la adición de nueva capacidad de refino no se resolverá hasta finales de 2007 o de
2008.
El precio actual, en términos reales, está por debajo del máximo alcanzado en 1980 si
se deflacta por los precios al consumo de los países de la OCDE, pero a un nivel record si se
deflacta por los precios globales de exportación que son los que afectan a la relación real de
intercambio. Lo que es sorprendente es que estos precios tan elevados no hayan producido
todavía una desaceleración de la actividad económica en el mundo ya que el FMI calcula que
por cada aumento de 10 dólares del barril de crudo reduce al año siguiente el crecimiento
mundial en 0,6 puntos porcentuales. La razón es que de los dos precios clave en el mundo: el
del petróleo y el del dinero, el alto precio del primero ha sido en parte una consecuencia del
bajo precio del segundo que ha generado una mayor demanda global y que en algunos países
la burbuja inmobiliaria, en otros la apreciación del tipo de cambio y en casi todos los precios
más bajos de las manufacturas por la globalización, han compensado el alza del primero.
Ante esta situación se necesita, por un lado, mucha más inversión en exploración,
producción, refino, transporte y distribución por parte de la oferta, por otro, una reducción de la
demanda dejando que el aumento de precios se traslade a los consumidores, para que además
incentive dicha inversión necesaria y, finalmente, que no ocurra ninguna catástrofe natural,
política o terrorista que empeore todavía más la situación. Mientras tanto, habrá que
acostumbrarse a un período de varios años de precios similares a los actuales y volátiles.
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