INFORME SOBRE EL DESARROLLO MUNDIAL 2006 EQUIDAD Y DESARROLLO

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INFORME SOBRE EL DESARROLLO MUNDIAL 2006
EQUIDAD Y DESARROLLO
Guillermo de la Dehesa, Presidente del CEPR, Centre for Economic Policy Research, Londres
Cada año, el Banco Mundial publica un informe sobre el desarrollo en el mundo al que
dedica un extenso estudio monográfico sobre uno de los muchos factores que son decisivos
para el desarrollo de los países. Dichos informes son candidatos naturales a ser lectura
obligada por parte no sólo de los profesores y estudiantes de ciencias económicas y sociales,
sino también de los gobernantes, los políticos, los empresarios y los miembros de las ONG.
Este año el informe trata de los efectos positivos que tiene la igualdad de oportunidades
sobre el desarrollo y, a contrario, de los efectos nocivos que tiene la desigualdad sobre el
mismo. La complementariedad entre igualdad y desarrollo tiene dos orígenes o razones.
Primero, en la existencia de muchos fallos de mercado en los países en desarrollo,
especialmente en los mercados de crédito, seguro, suelo, y educación, sanidad y capital
humano, con lo que los recursos no se dirigen allí donde tienen mayor rentabilidad y el
desarrollo tiende a ser menor y más lento.
Por ejemplo, muchos niños pobres muy bien dotados intelectualmente no consiguen
completar su educación primaria y otros ricos poco dotados terminan sus estudios
universitarios, o muchas mujeres inteligentes son marginadas de la educación mientras que
muchos hombres menos capaces consiguen una educación elevada. Los agricultores trabajan
mucho menos cuando están sujetos a contratos de aparcería que cuando lo hacen en su propio
trozo de tierra. Muchos de los mejores países productores internacionales de productos
agrícolas y textiles no consiguen tener acceso a los mercados de los países ricos. Los más
pobres tienen menores posibilidades de emigrar en busca de oportunidades que los menos
pobres. Es decir, cuando no existen mercados que asignen los recursos objetivamente por el
mérito de cada persona, o son muy deficientes, la distribución de la riqueza y del poder es la
que determina una asignación de los recursos basada en el favoritismo, que siempre es
notablemente más ineficiente que la del mercado.
La segunda razón por la que son complementarios es que elevados niveles de
desigualdad tienden a llevar a instituciones y a políticas económicas y sociales que
sistemáticamente favorecen los intereses de aquellos con mayores recursos, mayor poder o
mayor influencia, lo que genera costes económicos muy elevados. Si los derechos personales y
de propiedad sólo se defienden para unos pocos y las asignaciones presupuestarias sólo
benefician a los más ricos o influyentes, se deja sin explotar una gran parte del talento de la
sociedad (la mayoría que se queda marginada) y se reducen las oportunidades del país para
aumentar su inversión y su innovación y mejorar su desarrollo. En definitiva, la desigualdad
hace que no se usen los mercados para la asignación eficiente de los recursos, sino el poder y
la influencia, lo que aumenta todavía más la desigualdad, ya que la mayoría excluida no tiene
muy pocas oportunidades de prosperar, y las diferencias se perpetúan y se incrementan, con lo
que, al final, se reduce el crecimiento potencial y el desarrollo sostenible de dichos países.
El Banco Mundial propone una serie de ideas para conseguir romper esta “trampa de la
desigualdad” existente en muchos países. En primer lugar, aunque la introducción de la
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igualdad de oportunidades tiende a reducir las desigualdades en los niveles de educación, de
sanidad y de renta, su objetivo no es conseguir una igualdad de logros o resultados, ya que, en
justicia, hay que dejar que surjan diferencias derivadas de diferentes talentos, esfuerzos o
suerte. En segundo lugar, para conseguir una mejora en la igualdad de oportunidades, la
acción pública debe de concentrarse en la distribución de recursos, de activos, de
oportunidades económicas y de voz política, en lugar de en la igualdad de rentas. Basta con
invertir en el desarrollo de los recursos humanos de los pobres, en un mayor y más igual
acceso de estos a los servicios públicos y a la información, en unos derechos de propiedad
garantizados para todos por igual y en unos mercados más accesibles para los marginados.
Ahora bien, para tener éxito, hay que hacer, en paralelo, un gran esfuerzo en un conseguir una
mayor representación y capacidad de influencia política de los excluidos para que pueden
defender eficazmente sus intereses.
En tercer lugar, aunque puede haber, a corto plazo, algunos problemas de elección
entre el binomio igualdad /eficiencia cuando se realizan análisis coste-beneficio, a largo plazo,
los grandes beneficios de la igualdad para el desarrollo, aun siendo difíciles de medir, son
reales e indiscutibles. Una equidad mayor implica una economía más eficiente, más confianza
en la sociedad y el país, menos conflictos y mejores instituciones, todo ello a favor de una
mayor inversión y crecimiento.
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