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Textos de mensaje, 1
El papel de los medios de comunicación social – Prof. Ivan Abreu
1.
Enfoques normativos sobre los medios
Al analizar los medios de comunicación social y su influencia sobre la opinión pública partimos de un hecho
concreto: cada país, cada sociedad, cada cultura y cada etapa histórica son particulares y específicas; por
tanto, los modelos presentados difícilmente se dan en estado puro. No obstante, tal vez lo más importante de
este aparte sea señalar cómo la preponderancia de un estilo normativo puede tener consecuencias en la
modelación de actitudes que conlleven una determinada ética pública, unos valores sociales y la conciencia
ciudadana sobre los asuntos públicos. El primer intento sistemático de estudiar comparativamente los
sistemas de prensa se debe a Siebert y Peterson (1967) que estudiaron cuatro. Posteriormente Mcquail
(1991) añade dos más
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Modelo autoritario: el enfoque autoritario tiene su origen en el sistema monárquico; el medio
impreso, que inicialmente no constituyó peligro para la autoridad y que era principalmente de tipo
comercial, comenzó a ser objeto de regulación cuando se tuvo la certeza de que la imprenta era un
arma poderosa. Primero controlaron su acceso, mediante la licencia y luego instituyeron la censura
previa. El enfoque entró en desuso con los movimientos sociales de los siglos XVIII y XIX y tuvo su
esencia en el principio de que no debería haber publicaciones que menoscabasen al Estado; por el
contrario deberían contribuir con su engrandecimiento. Durante el siglo XX renace la concepción
autoritaria de la comunicación, especialmente con los regímenes nazi de Alemania y fascista en
Italia, así como en España y concepciones similares, tal vez no desarrolladas se hallan en las
dictaduras latinoamericanas. El propósito esencial de este enfoque normativo es la promoción de
las políticas del gobierno en el poder. Los medios se controlan mediante la censura, se prohibe la
crítica a la maquinaria política y a los funcionarios en el poder, la propiedad de los medios es
privada y pública, los medios son considerados instrumentos para llevar a cabo la política del
gobierno y son características particulares la fuerte censura y la tendencia propagandística.
Modelo liberal: nace este enfoque entre los siglos XVI y XVII, como consecuencia de los cambios
sociales de la época, que pusieron en tela de juicio el saber heredado y la autoridad eclesiástica y
real. Se originan movimientos que desafían el derecho del gobierno autoritario y se sientan las
bases para el cambio intelectual que representó la Ilustración en los siglos XVII y XVIII. Se
desarrolla junto con los escritos de Locke, Milton y otros pensadores que propugnaban que el centro
del poder era la voluntad popular y que los hombres podían distinguir entre lo justo y lo injusto, con
la posibilidad de encontrar la verdad, propugnándose la necesidad de un mercado libre de ideas
para que los hombres emplearan la razón y realizaran sus elecciones. En lugar de controles, se
prefiere un proceso de autocorrección de la verdad. El modelo es el correlato del liberalismo
económico aplicado al dominio de las ideas políticas y sus sistema derivado es esencialmente
privado, con el tiempo derivando en la concentración debido al alza de los costos y otros
fenómenos. Se considera a los medios como instrumentos para controlar el gobierno, deviniendo en
poderosos grupos de presión. Sus características, la autocensura, supeditación al poder económico,
la competencia y la cobertura según rentabilidad de las zonas geográficas.
Modelo de responsabilidad social: surge como modelo doctrinario en este siglo, debido a los abusos
del sistema liberal y está basado en una serie de escritos y códigos profesionales de los periodistas.
La responsabilidad social propugna el enfrentamiento a las desviaciones del enfoque liberal y a la
concentración de la propiedad de los medios en pocas manos. Se parte de la premisa de que la
libertad implica obligaciones correlativas, es decir, la prensa y los otros medios están
comprometidos a ser responsables frente a la sociedad y si no asumen esa responsabilidad debe
haber algún organismo que se ocupe de ello. Se impulsa y protege la libertad individual y se
promueve el proceso democrático, pero reconociendo que los medios no han cumplido bien con esa
tarea. El planteamiento, de origen anglonorteamericano, difiere del enfoque liberal clásico en que el
último parte de un concepto de libertad negativa, vale decir, dejar libre al individuo para que
resuelva su propio destino, sin restricciones, mientras que la responsabilidad social se basa en una
escuela de pensamiento que considera ineficaz e insuficiente una libertad negativa. No basta decirle
al hombre que es libre para lograr sus objetivos; se le deben dar los medios adecuados para
alcanzarlos. Se trata de un intento de que el público obtenga mecanismos de defensa frente al
poder de la comunicación; para ello se han puesto en práctica figuras como la del defensor del
lector para los medios o los consejos de prensa, con representación del público. El propósito, llevar
los conflictos al plano de las discusiones. Quien tenga algo que decir debería poder hacerlo y los
medios de comunicación son controlados por la opinión pública, los consumidores organizados y la
ética profesional.
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2.
Modelo socialista-comunista: este modelo, prácticamente confinado a pocos países luego de la
caída del socialismo real, surge a raíz de la revolución de octubre de 1917 y parte, en esencia, de
los postulados leninistas acerca del carácter de órgano educador económico y organizador que
tiene el periódico; de allí parte el sistema de medios, en una primera fase de consolidación del
sistema, dentro de la visión de planificación centralizada. Su propósito principal es contribuir al éxito
del sistema socialista; el uso de los medios corresponde a los miembros del partido y del estado y
secundariamente a las colectividades; se prohibe o está vedada la crítica a los objetivos del sistema
y la propiedad de los medios es esencialmente estatal y peca por uniformidad y la propaganda, en
su sentido leninista pero termina siendo una de las causas del totalitarismo. El sistema de
comunicación es sólo un elemento más de todo el medio ambiente que rodea al individuo y que
constantemente lo está impulsando a aceptar y a trabajar por el éxito del sistema.
Modelo desarrollista: Mcquail denomina así un conjunto de proposiciones que comienza a tomar
cuerpo con las reuniones de Unesco sobre políticas y planificación de la comunicación, partiendo de
la base de que es necesario acceder al desarrollo como tarea nacional primordial, tarea a la cual
todas las instituciones deberían estar sometidas. Los elementos normativos del modelo se oponen a
la dependencia y dominación extranjera y están a favor del uso positivo de los medios en las tareas
del desarrollo nacional y de la identidad nacional. Sus principios básicos: los medios deben
promover tareas de desarrollo acordes con la política establecida por la nación y su libertad estará
limitada por dichas necesidades, deben dar prioridad a la cultura y la lengua nacionales, priorizar los
vínculos con otros países en desarrollo próximos en lo geográfico y cultural, los profesionales de los
medios no sólo tienen libertades sino también responsabilidades y el estado tiene derecho a
intervenir en las operaciones de los medios de comunicación o a restringirlas.
Modelo democrático participativo: comparte elementos con el modelo desarrollista, pero se localiza
principalmente en sociedades desarrolladas, como reacción frente a la comercialización y
monopolio de los medios y la decepción frente a los servicios de radio televisión públicos,
mezclando elementos del liberalismo, la utopía, el socialismo, el localismo y lo ecológico. Se
propende a una mayor implicación en la vida social y mayor control del usuario, ofreciendo
oportunidades de acceso y participación, abriéndose en posibilidades con las nuevas tecnologías de
comunicación, cuyo máximo desarrollo sería Internet, por lo menos la no comercializada. Sus
principios principales, el derecho de acceso y participación de ciudadanos y grupos, rechazo al
control burocrático o centralizado, priorización de los medios en función del usuario y no del
propietario, los profesionales o los anunciantes, los grupos y organizaciones locales deben contar
con sus propios medios, pues las comunicaciones a pequeña escala, interactivas y participativas
son mejores que aquellas a gran escala, profesionalizadas y unidireccionales.
Efectos de los medios sobre la opinión pública
Largo ha sido el camino de reflexión sobre los medios de comunicación social y sus efectos, desde el
denominado modelo de la aguja hipodérmica, noción errada sobre unos medios todopoderosos, pasando por
el paradigma de efectos limitados por la exposición, percepción y retención selectivas y la red social de
comunicación, arribando al paradigma de los efectos poderosos de los medios y culminando con el
cuestionamiento mismo de la existencia de efectos. Posición ésta que remite más bien a la crítica al
reduccionismo psicologista de los estudios sobre el efecto persuasivo de los medios, ya que el modelo de
efectos poderosos y a largo plazo se asemeja a esa posición cuestionadora de los efectos. Se señala
(Mcquail, 1991), como argumento de peso, que existen variadas razones para la duda, porque no tiene
sentido considerar a los medios como algo aparte de la sociedad, sino como una enorme colección de
mensajes, ideas e imágenes, en gran parte no originados en los mismos medios sino procedentes de la
sociedad y rebotados hacia la misma sociedad, por tanto, no es fácil decir cuándo, en cada caso, es
adecuado considerar que los medios son la causa única y suficiente de un efecto social específico.
Mcquail ha interrelacionado los factores intencionalidad y tiempo, pudiendo hablarse, entonces, de efectos a
corto plazo, voluntarios e involuntarios y efectos a largo plazo, voluntarios e involuntarios. Podríamos
encontrar, entonces, efectos a corto plazo y voluntarios, como pueden ser una campaña publicitaria o una
campaña institucional; efectos a corto plazo e involuntarios, como reacciones colectivas experimentadas
simultáneamente por muchas personas, lo que conduce a alguna acción conjunta, generalmente no regulada
ni institucionalizada, siendo los efectos más fuertes los de miedo, angustia y cólera, conducentes al pánico y
al desorden civil, como la invasión de los marcianos, de Orson Welles o el efecto demostración del 27 F;
efectos a largo plazo y voluntarios, como la difusión del desarrollo y de las innovaciones con el objeto de
fomentar el desarrollo a largo plazo, utilizando campañas, dentro de la concepción de la planificación de la
comunicación; efectos a largo plazo e involuntarios, como consecuencia de la acumulación y la
omnipresencia de los medios, e indicativos de un cambio en el paradigma de investigación, más centrada
ésta en los efectos cognoscitivos, como los efectos en la distribución de los conocimientos y sobre la
conciencia variable de los acontecimientos, las prioridades que se asignan a los diferentes aspectos de la
realidad, la socialización informal de los medios en el aprendizaje de normas, valores y expectativas de
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comportamiento, el control social y la definición de la realidad. Dentro de este nuevo interés hay tres
postulados que merecen reseñarse, la teoría de la espiral del silencio; la teoría de la formación del temario,
establecimiento de prioridades o agenda setting; y la teoría de la brecha en el conocimiento.
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La espiral del silencio: desarrollada por Elisabeth Noelle-Neumann (1992 y 1995) postula que los
medios, especialmente la televisión, influyen directamente en la audiencia y pueden reflejar y
transformar la realidad e influir en el clima de opinión, y como mediadores en el espacio público
hacer creer a la población que la imagen que difunden es un reflejo fiel de la realidad. Por
consiguiente, los medios de comunicación social producen un efecto importante sobre el clima de
opinión. La investigación del programa de efectos limitados de los medios olvidó aspectos
fundamentales como el de consonancia o coincidencia de los diferentes medios en la presentación
de sus mensajes, la acumulación, una consecuencia de la publicación periódica y la omnipresencia,
resonancia o conciencia de lo público, ya que los medios forman parte y contribuyen a la creación
del espacio público. El individuo observa su entorno social, estima la distribución de opiniones a
favor o en contra de sus propios puntos de vista y evalúa la fuerza y el carácter movilizador y
apremiante, así como las posibilidades de éxito de algunos puntos de vista o propuestas. La opinión
pública será aquella que puede ser expresada en público sin riesgo de sanciones y en la cual puede
fundarse la acción llevada adelante en público. En resumen: 1. Los individuos se forman una idea
del reparto y del éxito de las opiniones en su medio social; 2. La disposición de una persona a
exponer en público su punto de vista varía según la apreciación que hace acerca del reparto de las
opiniones en su entorno y de las tendencias que caracterizan la fortuna de esas opiniones; 3. Si la
apreciación del reparto de una opinión está en franca contradicción con su efectiva distribución es
porque la opinión cuya fuerza se sobrevalora es la que con mayor frecuencia se expresa en público;
4. Si a una opinión se la considera dominante es posible pensar que seguirá siéndolo en el futuro,
pero cuanto más débil es más se enreda en un proceso de cambio; 5. Si la apreciación de la fuerza
presente de una opinión determinada difiere de la de su fuerza futura, la previsión de la situación
por venir determinará el punto de vista hacia el cual la persona esté dispuesta a exponerse.
la agenda setting: la idea parte de una frase de un investigador, Cohen, quien en 1963 expresó que
si bien la prensa puede no conseguir la mayor parte del tiempo decir a la gente lo que debe pensar,
es sorprendentemente capaz de decir a los propios lectores en torno de qué temas deben pensar
algo. Tal como asegura Shaw (en Wolf, 1987) no sostiene que los medios busquen persuadir sino
más bien, al describir y precisar la realidad externa, suministran al público una lista de todos los
temas en torno a los cuales tener una opinión y discutir o conversar. Como consecuencia de su
acción, el público es consciente o ignora, presta atención o descuida, enfatiza o pasa por alto,
elementos específicos de los escenarios públicos. El público tiende a asignarle a lo que incluyen los
medios una importancia que refleja el énfasis atribuido por los medios a los acontecimientos, a los
problemas y a las personas. En resumen, se establecen los siguientes vertientes del fenómeno de
establecimiento de la agenda: 1. Filtro básico entre conocimiento/secreto (awareness model),
cuando la audiencia sólo puede conocer un tema si aparece en los medios; 2. Establecimiento de
jerarquías de prioridades (priorities model), cuando la influencia en la audiencia es únicamente la
determinación del grado de importancia concedido a cada tema, posición clásica de la teoría de la
agenda setting; 3. Realce de un ángulo o aspecto particular del tema genérico (salience model),
cuando la influencia consiste en percibir un tema general desde la percepción de ciertos aspectos
en desmedro de otros.
la brecha en el conocimiento: contradice la idea extendida, y de muchos expertos, de que al haber
más medios de comunicación social y al ser muchos los mensajes difundidos, todos los sectores de
la población estarán suficientemente informados de lo que acontece en su entorno. A mayor
información habrá mayor comprensión del entorno y una igualación entre los diferentes grupos
sociales. Desafortunadamente, la tendencia no es ésa. La abundancia de información existe, pero
en relación con los efectos que produce en la sociedad actual, en lugar de la aproximación, los
medios de comunicación distancian cada vez más a los grupos sociales. Los sectores menos
favorecidos, más que privados de información, están condicionados por factores relacionados con la
estructura social, la estructura de poder, el uso de la tecnología de comunicación, los hábitos
culturales o sus intereses distintos a los de los grupos más favorecidos. Lo factores más
importantes que originan la brecha son: 1. El status socioeconómico, 2. El nivel educativo; 3. La
motivación o interés social; 4. La sucesión temporal. Por ejemplo, es importante señalar que la
brecha en el conocimiento se agranda para los asuntos nacionales o internacionales y se achica
para los asuntos locales, cuestión que puede ser explicada por la variable interés o motivación. En
tal sentido, presentamos los resultados de la encuesta de octubre de 1998, en relación con el
conocimiento electoral, cruzado por sexo y nivel socioeconómico, por el interés declarado en las
elecciones y por la frecuencia de leer, ver o escuchar información electoral. Como se puede
observar en la tabla # 1 y, especialmente, en la tabla # 2, el conocimiento aumenta de acuerdo con
el mayor status socioeconómico, el mayor interés en el proceso electoral y la mayor frecuencia de
buscar información sobre las elecciones
Textos de mensaje, 4
Periodismo y ética en la posmodernidad debaten en foro
Porto Alegre, Brasil, Abr. 30 (alc) - En una sociedad dominada por la "ética de los antivalores", que difunde el
sistema neoliberal, el gran desafío del periodismo es la construcción de una ética posmoderna, que recupere
conceptos como compasión y solidaridad, declaró el profesor de periodismo Bernardo Kucinski.
Esa nueva ética debe rescatar el pluralismo y la responsabilidad social, dijo el profesor de la Escuela de
Comunicación y Arte de la Universidad de Sao Paulo. En esa construcción, añadió, las escuelas de
periodismo tienen un papel fundamental, porque en ellas los estudiantes adquieren conocimientos éticos y
morales.
El V Foro Nacional de Profesores de Periodismo, que fue inaugurado el domingo pasado y terminó ayer,
reunió a 150 docentes de más de cien escuelas de comunicación del país. Kucinski pronunció el discurso
inaugural.
Antes, dijo, el periodismo se guiaba por el imperativo de la verdad, buscando la socialización de la
información. El periodismo se definía por una ética y no por una técnica.
Muchos de los asistentes, profesionales de la prensa de Sao Paulo, cuestionaron la exigencia de un
código de ética profesional. Señalaron que en una redacción, el periodista tiene que hacer lo que el patrón
exige, si no pierde el empleo. Y defendieron su derecho a ser periodistas sin tener que someterse a un
código de ética.
Kucinski replicó que un buen periodista es un periodista ético. En la actualidad, dijo, el principal
problema ético pasa por la política. No es tanto una crisis de naturaleza moral, sino política. El ambiente
posmoderno, que privilegia el éxito individual y el individualismo, en detrimento de lo colectivo, produce un
vacío ético en las redacciones, o una renuncia a la ética, dijo.
En el debate sobre "Ética en el periodismo, calidad de la enseñanza", el periodista Rui Carlos
Ostermann, de la Red Brasil Sur de Comunicación (RBS), de Porto Alegre, lamentó que el periodismo
brasileño presenta falta de transparencia. Cuando un diario no da su posición, no dice quién es su candidato
a la presidencia de la República, no revela su tendencia, está mintiendo al lector, afirmó.
Ostemann anotó que cuando el periodismo culpa al sistema por el mal producto que ofrece, sólo
presenta un aspecto de la verdad. Señaló que la relación de poder entre el dueño de la empresa periodística
y la publicidad también tiene que ver.
Esas relaciones de poder no son absurdas, ni una imposición, sino que se produjeron naturalmente, por
intereses de sobrevivencia mutua, indicó. Los que están en la batalla diaria de redacción están fuera de esa
relación empresarial. Esto produce una ruptura, pero lo más grave es cuando se quiere evitar esa ruptura,
tratando de llegar a acuerdos entre la redacción y lo comercial.
La profesión de periodista anotó, no se ejerce libremente. Está sometida a grandes intereses y esto
debe ser encarado por el periodismo con una visión crítica del problema, anotó.
El presidente de la Federación Nacional de Periodistas (FENAJ), Beth Costa, propuso extender a la
sociedad civil el debate sobre la democratización de la información. No vamos a conseguir alguna conquista
con posturas quijotescas, afirmó. FENAJ plantea cambios en el modelo de comunicación brasileño y en la
política de concesiones de radio y televisión.
FENAJ propone también la creación de un Consejo de Comunicación Social, que se encargará de
analizar, debatir y resolver sobre aspectos pertinentes a la política de comunicaciones.
Costa dijo que los cambios deben empezar en las escuelas de periodismo. Es necesario, opinó, que
dejen su actual programa de preparación, dirigido a formar periodistas para la gran prensa, cuando el
mercado actual es pluralista y ofrece muchas oportunidades fuera de las grandes redacciones.
Textos de mensaje, 5
¿Modernidad o hipermodernidad?
Por Andrés Mombrú
La posmodernidad no es, quizá sólo por el momento, una etapa de la historia, es apenas un concepto
polémico.
Los historiadores suelen hacer un esquema en el que dividen a la historia en cuatro grandes épo-cas:
antigua, medioeval, moderna y contemporánea. Desde esta perspectiva tendríamos que hablar de
poscontemporaneidad más que de posmodernidad.
Para los filósofos, hasta hace poco más de una década, la modernidad comenzaba hacia el 1600 con la
revolución copérnico-galileana, con el surgimiento de los Estados nacionales, con una revolución agrícola,
con nuevas formas de producción e intercambio, con nuevas formas de propiedad sobre la tierra, con el
fortalecimiento económico y político de una nueva clase social: la burguesía, con el nacimiento de la
economía capitalista en su primera etapa; el mercantilismo, y con la constitución de un nuevo sujeto. Nuevo
sujeto de conocimiento, nuevo sujeto histórico social, sujeto cartesiano, sujeto que pretende entender al
mundo desde la razón humana y no desde la iluminación divina. Todo esto nuevo, radicalmente nuevo,
estructuralmente nuevo; es de una novedad que ha alterado y modificado profundamente todas las
instancias de la vida humana y ha caracterizado a lo moderno en oposición a lo medieval.
Esto ya nos está diciendo algo, que la polémica modernidad posmodernidad, es cosa de filósofos y no de
historiadores.
La modernidad ha sido un tiempo nuevo, de eso no hay dudas, pero es necesario aclarar, que parte de esa
novedad radica en un cambio constante de las formas dentro de un mismo marco de contención. Podríamos
preguntarnos entonces ¿qué ha cambiado en los últimos tiempos como para creer que hemos ingresado en
otra etapa de la historia? Pero esta pregunta ya no puede ser ingenua. Su respuesta tiene mucho más que
ver con intereses ideológicos en pugna, que con un análisis objetivo de la realidad histórica, social, y
económica. Antes de preguntarnos ¿qué es la posmodernidad? debiéramos preguntarnos si los cambios que
se han producido en los últimos tiempos, son una modificación de lo mismo, o un salto estructural,
cualitativo, hacia algo nuevo, es decir, si las contradicciones que han caracterizado al mundo moderno, se
han resuelto, superado, o simplemente han desaparecido de escena.
La respuesta a esta pregunta no es sencilla. Se podría decir que las relaciones económicas y los sujetos
económicos y sociales ya no son los mismo, pero, ¿acaso podríamos decir que son los mismos el mercader
y el artesano renacentistas, que el dueño de la fábrica y el obrero industrial, o el administrador y el empleado
de servicios? ¿Cuáles son los intereses que subyacen en el discurso, tanto de los que afirman la llegada de
la posmodernidad, cuanto de los que reafirman que vivimos todavía en la modernidad?
El discurso posmoderno no es monolítico, ni tampoco unívoco, no es de derecha ni de izquierda, aunque
encontramos en él, tanto el cuestionamiento de los presupuestos más reaccionarios de la izquierda, como de
las astucias más encubridoras de la derecha. Hay un discurso posmoderno crítico de las herencias
ideológicas tradicionales. Pero también, es en buena medida utilizado por la derecha para llevar a las
discusiones fuera de las contradicciones reales. Podríamos citar discursos críticos como el de Baudrillard, o
Lyotard, polémicos pero ricos, y aunque posmodernos, diferentes de los de Fukuyama con su fin de la
historia, o Lipovetsky con su apología del triunfo del todo vale y la justificación de la búsqueda de felicidad en
la sociedad de consumo. Para este autor la realización del hombre se encuentra en el supermercado, en la
adquisición de todas las cosas que le van a dar placer y que la tecnología y la industria ponen a su alcance.
Pero el caso de Fukuyama y el fin de la historia es un muy buen ejemplo de cierta intencionalidad por ocultar
que las más agudas contradicciones del sistema capitalista siguen sobreviviendo. El concepto de fin de la
historia surge con Marx, quien parte del presupuesto de que la historia es el ámbito de la lucha entre las
clases, y anticipa que luego del socialismo, es decir, de la dictadura del proletariado, sobrevendrá el
comunismo, sociedad donde esas contradicciones se habrán superado y donde la historia habrá finalizado.
No el mundo, no la vida social, sino la historia, en tanto ella encierra las contradicciones de clase que se
habrán superado para aquel momento. Fukuyama sostiene que el fin de los regímenes socialistas implica un
fin de la historia y la superación de las contradicciones en una especie de capitalismo feliz que ha derrotado
a sus enemigos.
El caso es que, justamente, lo que caracteriza a los períodos de crisis, es la dificultad para establecer un
diagnóstico, o para atisbar siquiera un rumbo inmediato de los acontecimientos. Esta es la principal
característica de nuestra época. Un hombre del siglo XIX es un hombre de las certezas, de la confianza en la
ciencia, en la tecnología, en lo que el hombre puede construir. Fuera de izquierda o de derecha, había para
él un futuro que se construía en los planes de cada presente. Era aquel un hombre de proyectos colectivos.
Esto se expresa en los grandes relatos que explicaban y pretendían dar significación a los hechos. Sus
objetivos eran descubrir las leyes de la historia y de los procesos sociales, así como casi dos siglos antes se
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habían sentado las bases para el conocimiento de las leyes de la naturaleza. Esos proyectos hicieron crisis
en el siglo XX, y la evidencia más clara de esa crisis fueron las dos guerras mundiales. Luego de ellas la
inocencia ya no fue posible, pero sí todavía la esperanza. Y eso significaron los movimientos sociales de la
década del ´60. Movimientos inspirados en utopías revolucionarias, y a veces, hasta mesiánicas o
milenaristas, embarcadas en la tarea de cambiar el mundo y dispuestos a la acción (de cualquier tipo) para
lograrlo. Algo tenían en común los movimientos hippies, los movimientos guerrilleros, los activistas políticos,
e incluso las sectas religiosas que pululaban en esa década, y era la idea de que el mundo podía ser un
buen lugar para vivir. A éste período le sucedió una crisis a todos los niveles. Los regímenes autoritarios se
fortificaron. En el Este las manifestaciones de descontento fueron reprimidas, la primavera de Praga del ´68
duró poco. En Europa los activistas revolucionarios se hicieron yuppies, al igual que los hippies en
Norteamérica. La crisis del petróleo del 70 modificó la forma de vida de los norteamericanos, que tuvieron
que atemperar el despilfarro de las dos décadas anteriores. En América Latina se desató una vez más el
genocidio.
En consecuencia hacia los ´80 la crisis se agrava, porque se hace total. Los modelos tradicionales del
capitalismo entran en crisis. El estado de bienestar, interventor, paternalista, asistencialista, distribucionista
del empleo y de la renta se hace insostenible, y se desata el capitalismo salvaje. Es decir, el capitalismo de
la eficacia productiva, concentrador pero no distribuidor, que no repara en los costos sociales que significan
el desempleo y los bajos salarios, que no vacila en devorar incluso a las pequeñas empresas. El capitalismo
financiero internacional ocupa el lugar del capitalismo industrial. Esto es posible, porque el desarrollo
tecnológico baja tanto los costos de producción que los complejos industriales que antes eran la base de la
acumulación, ahora se convierten en descartables. El cierre y abandono de las fábricas no significan grandes
pérdidas, pues la obsolescencia tecnológica y las estrategias globales de producción hacen que la
infraestructura sea un factor absolutamente secundario. Dicho en otros términos, para el capitalismo ya (y
por ahora) no es problema el cómo y el cuándo de la producción, sino sólo el modo de ubicarla en el
mercado.
Estos nuevos requerimientos del capitalismo, terminan con el estado de bienestar socialdemócrata, y dan
paso al capitalismo «salvaje» neoliberal.
Pero, no son estos factores de trastrocamiento del orden político y económico "burgués" los únicos que
precipitan la crisis. Otro elemento determinante es que esa crisis también alcanza tanto a los proyectos
alternativos reales, léase los países socialistas, cuanto a los mismos proyectos políticos de orientación
socialista, comunista, nacionalistas, es decir, es también el fin de las utopías.
No como sueño personal, pero sí como proyecto social - comunitario. La crisis de estos proyectos es
paralela a la del propio Estado paternalista y de la industria en el sentido tradicional. Esos proyectos tenían
como sujeto, como protagonista al proletariado. El proleta-rio es el obrero industrial, numerosísimo en todo el
período que va desde la revolución industrial hasta la década del 60 de nuestro siglo. Pero el vértigo del
desarrollo modifica a los sujetos sociales, y ese proletariado decrece a pasos agigantados. El nuevo
capitalismo reserva una pequeña parte para la industria. La acción de cada trabajador se centuplica debido
al desarrollo tecnológico. Muy pocos pueden producir casi todo. ¿Qué sucede con el resto? Su destino está
sellado. O bien se incorporan al área de servicios en tareas administrativas, técnicas, o de suministro, o
quedan marginados. Con el agravante de que también estas áreas se automatizan.
Al modificarse el lugar de aglutinamiento de los trabajadores, y las relaciones de producción, ese sujeto se
ve modificado y se convierte en otra cosa, en un nuevo sujeto que no puede ser pensado y evaluado desde
los parámetros de las ideologías que lo concebían en su forma tradicional como el principal factor de cambio,
como el agente de las transformaciones sociales, políticas y económicas, como el sujeto de la revolución. Al
decrecer el número de obreros en cantidad, también se debilitan sus organizaciones y por lo tanto mengua
su protagonismo político.
Toda esta modificación, todo ese corrimiento, produce un descolocamiento de los discursos políti-cos, que
hablan de realidades que existieron pero ya no, que se dirigen a sujetos que se han desvane-cido y
comportan prácticas políticas y discursivas patéticas. Por otra parte aparecen nuevos sujetos y nuevas
figuras en la escena política y social. Las organizaciones tradicionales del sindicalismo y de la política se ven
desprestigiadas. Lo político ya no representa ni el ideal griego del ciudadano de la po-lis, ni de la civitas
romana, ni siquiera es el campo de las luchas ideológicas entre las clases sociales. Se convierte en una
especie de espectáculo grotesco, donde viejos políticos en decadencia buscan afir-marse a cualquier precio
rodeándose de personajes de la farándula, deportistas, y diferentes elementos que puedan mejorar su
"imagen". En los partidos de izquierda reina el más absoluto desconcierto, oculto detrás de discursos que
son ecos repetidos de décadas pasadas.
A nivel internacional ya no se puede hablar del imperialismo de una nación, sino del imperio del capital. La
globalización no es solamente el fenómeno de las comunicaciones a nivel planetario. La interdependencia de
las actividades económicas y culturales es la realización del gran sueño totalitario del control total. En este
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sentido, los medios masivos de comunicación han logrado la omnipresencia de ciertas y determinadas
discursividades, que se imponen homogeneizando la cultura y destruyen cual-quier rasgo de identidad
diferencial. Estos medios, que hacen lamentablemente iguales a todos los hombres, sirven para disciplinar
las prácticas sociales y los deseos, las mercancías que se consumen y los valores que se tienen. Los medios
hacen que el ser se deposite en el tener lo que se ordena que hay que tener: la última computadora, el último
modelo de auto, la misma bebida cola para todos. Pero su gran poder se pone en evidencia cuando logra un
efecto narcótico en las grandes mayorías que no tienen acceso a nada. Lo fantástico del poder de los medios
es que aunque el circuito de comercialización y consumo no alcance a los marginados, sin embargo se
convierten en consumidores de mensajes de consumo. Estas mayorías no hablan de la "performance" de un
pro-ducto, sino de la propaganda de ese producto. El consumo de esas alucinaciones produce vidas
alucinadas, enajenadas detrás de una pantalla que reemplaza con simulacros deformantes la propia vitalidad
del espectador, que se va convirtiendo en parte indiferenciada de la silla. Este es el panorama. Podríamos
preguntar-nos si esta realidad que vivimos ha desplazado a la anterior, o si en verdad, no es otra cosa que
su realización.
Cabría preguntarse pues, si estamos viviendo en un tiempo posmoderno, allende la modernidad, o
hipermoderno, esto es, donde se están haciendo presentes los destinos hacia donde la modernidad misma
conducía. Es necesario verlo claro, lo que se ha agotado no es la razón, sino los discursos vertebradores de
la realidad, los enunciados explicativos del mundo.
Esta crisis, puede ser benéfica en la medida en que la razón pueda desprenderse de las pretensio-nes
absolutistas que ha heredado de la Ilustración, pero será perjudicial en tanto se convierta en un juicio desde
lo irracional a la razón.
Los grandes relatos, que no son otra cosa que los sistemas filosóficos, las concepciones ideológi-cas, los
proyectos políticos y sociales, han hecho crisis además porque sus predicciones y promesas no se han
cumplido. El mundo no se ha convertido en es lugar mejor que anunciaban. Pero, he aquí un nudo.
¿Puede establecerse un cambio de época porque el desconcierto absoluto haya suplantado a las certezas
absolutas
?
Lo que es un hecho, es la gran crisis de ideas, de valores, de expectativas. La alteración de las prácticas
sociales y las nuevas formas de dominio sobre lo real. Pero vayamos justamente a eso que va quedando
sepultado, oscurecido por el imperio de lo ficcional. El capitalismo es otro, pero es capita-lismo. La miseria es
con televisión, pero es miseria. El poder sigue concentrado en las mismas manos. Las mayorías alienadas y
enajenadas son las mismas de siempre. El sueño de los totalitarismos se ha realizado, las sociedades se
controlan a sí mismas. Sin embargo, en el fondo de esa conciencias alienadas late la intuición de que no
todo esta bien, de que no vivimos en el mejor de los mundos posibles. Las miserias de los pueblos son de la
misma naturaleza hoy que ayer. Lo que ha ingresado en una profunda crisis son las ilusiones de las
burguesías ilustradas, de las ideologías mesiánicas y redencionistas, tanto de derecha como de izquierda,
los discursos que se promulgaban como la verdad, los consejos de los que siempre nos quisieron enseñar a
vivir.
El proyecto moderno se ha agotado, éste es uno de los aspectos más positivos de la crisis moderna, ha
quedado en evidencia la vacuidad de los supuestos sabios, se ha desprestigiado la razón totalitaria. Frente a
esto, nos encontramos con los que siguen atados a ideas que han caducado, porque se refieren a realidades
que ya no existen. Frente a esta muy saludable crisis, aparecen los oportunistas que aprovechan la
confusión general, pretenden obtener por la mercancía barata del simulacro y la ficción, el precio más alto de
nuestra vida y nuestra libertad.
Difícil es llegar a una conclusión. Creo que la polémica modernidad - posmodernidad es, en buena medida,
un campo de batalla donde de un modo encubierto se siguen dando las mismas luchas de siempre. Pero
tengamos conciencia de que, sepultada entre los millones de inmolados de la modernidad, entre las
toneladas inútiles de sus "papers" científicos, entre los desechos industriales y la polución, entre millones de
diskettes y computadoras, extraviada en el dédalo de las interpretaciones ideológicas, la modernidad nos ha
dado una maravillosa herencia, la del pensamiento crítico, la de la razón que interroga, que pregunta, que
desconfía de lo dado y de las verdades eternas. Esto es algo que ciertos discursos posmodernos quieren
evitar que aparezca a toda costa, y lo homologan entonces con la razón técnico-instrumental que tiene como
meta el dominio. De este modo quieren desacreditar el discurso crítico y se guardan para sí el instrumento
que sostiene la producción tecnológica sobre la que se sustenta el poder.
Textos de mensaje, 8
Objetivos y funciones de la comunicación de masas
La esencia de esta forma de comunicación está definida por la naturaleza de su auditorio, de la experiencia y
del comunicador.
Auditorio:



Relativamente grande: expuesto durante un tiempo breve y con un tamaño tal que el comunicador
NO puede interactuar cara a cara con sus miembros.
Heterogéneo: variado en sexo, edad, educación, procedencia geográfica, no es una élite
Y anónimo: cada miembro del auditorio no conoce personalmente al comunicador.
Experiencia comunicacional: pública, rápida y transitoria.
Comunicador: es una comunicación organizada.
Normalmente las masas no están congregadas y se transforman en masas compactas sólo en circunstancias
excepcionales.
1.1 Actividades y objetivos de la comunicación masiva
El politólogo Harold Laswell, autor de los primeros estudios sobre comunicación, señalaba en 1948 las tres
actividades más importantes de los especialistas en comunicación:
1.
2.
3.
Supervisión del ambiente: recolección y distribución de información de los sucesos del ambiente,
externo e interno, de la sociedad. Es el "manipuleo" de noticias.
Concordancia de las partes de la sociedad en respuesta a ese ambiente: interpretación de la
información acerca del ambiente y la prescripción de la forma como reaccionar. Es la editorial o
propaganda.
Transmisión de la herencia social de una generación a la siguiente: comunicación de la información,
valores, normas sociales. Es la educación.
En realidad, son esos los tres grandes objetivos de la comunicación de masas. Charles Wright
agregó un cuarto:
4.
La entretención: actos comunicacionales de diversión.
Funciones y disfunciones de los medios de comunicación masiva en cada uno de sus objetivos
Supervisión
La sociedad genera un constante flujo de datos sobre sucesos.
Consecuencias para la sociedad:


Pone en sobreaviso de peligros (huracanes)
Instrumental cotidiano (bolsa, tránsito)
Textos de mensaje, 9
En términos individuales:





Bienestar social es a la vez individual
Utilidad, herramienta para el vivir cotidiano (1945, huelga de periódicos en Nueva York, lo que más
se extrañó fueron los datos de rutina, cartelera, obituario)
Prestigio del hombre informado (líder de opinión, el hombre que no es informado no puede tener
opinión, el hombre que no tiene opinión no puede tomar decisiones, el hombre que no puede tomar
decisiones no es un hombre libre)
Confiere estatus a un miembro de la sociedad la publicación de noticias sobre sí mismo. Alto
estatus público que deriva en demanda por publicidad
Refuerza normas sociales (moralización) al sacar a luz conductas desviadas. Un hecho conocido
privado al divulgarse obliga a una condena pública.
Supervisión puede ser funcional como disfuncional para la sociedad y sus miembros.


Noticias no censuradas del mundo amenazan la estructura social (conocer la vida en otros lados
lleva a comparar)
Avisos mal interpretados de peligros pueden sembrar el pánico (Orson Welles, La Guerra de Dos
Mundos)
Individual:



Noticias sobre peligros en el ambiente pueden incrementar la ansiedad del auditorio (tema limítrofeguerra, fenómenos climáticos)
Una gran cantidad de noticias hace al individuo, que controla mejor lo suyo, volverse sobre sí (sin
considerar fomedad y repetición)
Acceso a noticias comunicadas masivamente a veces causa apatía, una errada sensación de
dominio sobre el ambiente (Lazarsfeld y Merton la llaman narcotización).
Transmisión de cultura y Entrenimiento
Sociedad:
Los MCM, al estandarizar una visión de la cultura, pueden despersonalizar el proceso de socialización
Individuo:
Pérdida de tradición oral de los cuentos (una historia contada personalmente versus una historia uniforme
masiva que no se ajusta a la capacidad de cada oyente)
Entretenimiento masivo es disfuncional en la medida en que no desarrolla el gusto del público.
Textos de mensaje, 10
El artículo 20 de la Constitución
10.1 Aspectos generales
Al comienzo del enunciado del Art. 20 se establece un reconocimiento de las libertades
informativas. Ese reconocimiento de la libertad de expresión reconoce la vigencia de un derecho anterior
(nuestra Constitución no concede estos derechos, sino que los reconoce como propios del ser humano, lo
que los convierte en fundamentales. El reconocimiento de las libertades suele ser una conquista de la
ciudadanía.
La forma de cómo se reconoce el derecho de la información lleva a diversas doctrinas, y ha
provocado muchas críticas:
El profesor Desantes (primer catedrático del Derecho de la Información) considera las
deficiencias de este artículo. Una de sus deficiencias es el abusivo empleo de la palabra
libertad: dice que ese uso tiene connotaciones políticas que desvirtúan el derecho a la
información.
También se critica que es un artículo demasiado largo y exhaustivo, y que, además, esa
dimensión no llega a concretar el significado de determinados derechos. Para algunos,
esto es un defecto, pero esa vaguedad ofrece posibilidades interpretativas para el
Supremo y el Constitucional.
10.1.1. Aspectos generales
-
-
El Art. 20 se encuentra dentro de la tradición constitucional del liberalismo. Existen unas
garantías legales, recogidas en los últimos dos siglos, como la abolición de la censura
previa, la necesidad de resolución judicial para el secuestro y también unos límites para
el ejercicio del Derecho.
Esta tradición se recoge en el Art.20 , pero también adopta técnicas más vanguardistas,
como las garantías para la profesión de informar: cláusula de conciencia, el secreto
profesional, etc.
Hay varias lagunas en el Art. 20, como la no inclusión del derecho a recibir la libertad de
expresión (otros textos internacionales sí).
Otros autores dicen que debería haber incluido un principio de transparencia de la
financiación de los media. Otros dicen que se debería proteger más el mensaje desde
que se genera hasta que se difunde.
10.2 Contenido
Los derechos que se incluyen en este Art. 20 de la Constitución pueden ser sistematizados a través
de distintas formas. Esta sistemática lleva a calibrar la existencia de unas libertades reconocidas
expresamente en el Art. 20 y también a observar unas libertades informativas que no se encuentan
concretadas en el citado artículo.
10.2.1. Libertades expresadas.
En cuanto a las libertades expresadas, éstas también se pueden dividir en libertades primarias y
libertades instrumentales.
10.2.1.1. Libertades primarias
-
Libertad de expresión y difusión de pensamientos, ideas y opiniones por medio de la
palabra, el escrito o cualquier medio de comunicación. (Art. 20.1a)
Libertad de creación: También se calibra el derecho a la creación artística, literaria,
científica, etc. que se podrá difundir o no.
Libertad de expresión docente.
Libertad de información (20.1d). Además, esa libertad de información, se recoge en su
doble dirección: se reconoce el derecho a comunicar y recibir libremente información
veraz por cualquier medio de difusión.
Textos de mensaje, 11
10.2.1.2. Libertades instrumentales
-
-
-
-
Secreto profesional del informador: Es una garantía de la información, que al preservar la
fuente, la libertad de información estará garantizada. Es también un deber que tiene el
profesional. Aunque no ha habido (Art. 20.1d) vocación ni consenso para desarrollar esta
libertad legalmente, los periodistas no están desprotegidos: aunque la ley no tenga
desarrollo, se puede acudir a los Tribunales solicitando amparo constitucional frente a los
poderes públicos.
Cláusula de conciencia (Art. 20.1d). Esta cláusula, 20 años después de gestarse la
Constitución, es una ley, aunque de pequeña envergadura. Es el derecho que tiene el
profesional de rescindir su contrato en el caso de que la empresa cambie la orientación
del periódico o que algo vaya contra su ideología. En el primer caso, recibirá una
indemnización de 45 días, en el segundo no tiene derecho a percibirla. En la práctica, no
se hace uso de este derecho porque la indemnización apenas compensa.
Prohibición de la censura previa (Art. 20.2) En España hubo especial cuidado con este
artículo, por el pasado franquista.
Necesidad de resolución judicial en el secuestro de publicaciones, grabaciones u otros
instrumentos de comunicación (Art. 20.5). Es una garantía de la libertad de expresión e
información. Pretende anular el intervensionismo administrativo (que es admitido en
otras constituciones democráticas)
Derecho de acceso (Art. 20.3) se refiere al acceso de grupos políticos y sociales “que
sean significativos” a los medios de comunicación públicos (para que esos grupos
sociales ejerzan la libertad de expresión).
10.2.2. Libertades no expresadas.
Hay otras libertades de información que no están expresamente reconocidas en el Art.20 de la
Constitución.
10.2.2.1. Libertades primarias
-
Derecho de recepción de pensamientos, ideas y opiniones. La bidireccionalidad de la
libertad de expresión sí está reconocida en los tratados internacionales. Pero la
Constitución española ha querido expresar este derecho en el apartado de la libertad de
información, primando, por tanto, el derecho del profesional de la información.
10.2.2.2. Libertades instrumentales
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-
Derecho de rectificación. Está regulado por una ley orgánica.
Libertad de creación de medios. Aparece de forma imprecisa, por lo que el Tribunal
Constitucional ha de resolver algunos casos; sobre todo en cuanto a medios de emisión,
ya que en los periódicos no hay problemas.
Derecho de investigación (acudir a fuentes). Los constituyentes consideran este derecho
demasiado obvio. Está recogido en el Art. 105b y no en el privilegiado 20.
Inviolabilidad de los parlamentarios. Es una garantía del funcionamiento de las Cámaras
y de los diputados y senadores.
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