t056-c20.doc

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ECOLOGÍA, ECOLOGISMO Y ECOLOGÍA POLÍTICA.
Miguel Ángel Vigliocco, arq.
“…La Iglesia…tiene una responsabilidad con la creación y
tiene que cumplir esta responsabilidad en público. Y al
hacerlo no sólo tiene que defender la tierra, al agua, el
aire, como dones de la creación que pertenecen a todos.
Tiene también que proteger al hombre contra su propia
destrucción. Es necesario que haya algo como una
ecología del hombre… Cuando la iglesia habla de la
naturaleza del ser humano como hombre y mujer y pide
que se respete este orden de la creación no está
exponiendo una metafísica superada.”
S:S. Benedicto XVI1
El término Ecología se atribuye al biólogo alemán Ernest Heckel (18341919) quien designa con ese nombre a una rama de la Biología que estudia las
relaciones de los organismos vivos –animales y vegetales- con su medio ambiente.
La palabra proviene del griego oikós, que significa casa, en el sentido de lugar
apropiado para habitar.
Por analogía con estos primeros análisis sobre vegetales y animales, la
Ecología humana aspira a estudiar las relaciones del hombre con el medio ambiente.
El término Ecología humana proviene de dos investigadores estadounidenses: Park
y Burgues (1921), mentores de la llamada “Escuela Ecológica de Chicago”. La
Ecología humana, según esta escuela estudia las señas espaciales de las relaciones
de los seres humanos entre si y de éstos con el medio natural constituyéndose, de
este modo, junto a la Geografía, en la base teórica del Planeamiento territorial.
Toda vez que los seres vivos se desarrollan en el espacio y necesitan
satisfacer sus necesidades con lo que extraen del suelo, no se puede hablar de vida
sin referencia a las vinculaciones de los organismos con su medio.
El paso de la Ecología como ciencia restringida al ámbito académico y su
transformación en objeto de discusiones y controversias se produce, precisamente,
cuando se toma al hombre como objeto de sus investigaciones. El hombre que se
integra en un ecosistema determinado establece con él relaciones de
interdependencia de características especiales. En efecto, lo que en vegetales y
animales no supera el mero estadio vegetativo o instintivo, se convierte en el hombre
en un proceso intelectivo mediante el cual puede, en cierta medida, superar lo que el
medio ofrece, mejorando su oferta y en algún modo, independizándose del mismo,
pero también ejerciendo una acción susceptible de modificar los equilibrios
naturales, siendo capaz, en fin, de poner en riesgo su propia supervivencia y las de
las restantes especies sobre el planeta.
Existe en este sentido un conjunto de características de nuestra época que
junto a otros aspectos más coyunturales, como la escasez energética, o la carencia
de agua potable en muchas partes del planeta, han servido para conformar la
llamada “crisis ecológica” en lo que al hombre se refiere.
Factores como la explotación descontrolada de los recursos naturales, con
desaparición de especies silvestres, la deforestación, de la que tenemos ejemplos
1
Discurso a los miembros de la Curia Romana, 22/12/08
1
tristemente notables en la Argentina, y la desertización de amplias zonas, o la sobre
explotación de recursos minerales o energéticos, o como la contaminación del
medio, no sólo en las ciudades, sino también de los ríos, costas y mares, todo ello
ha representado para la Ecología, como disciplina científica, una crisis de método y
competencia en la que hoy se encuentra inmersa.
Así pues, las razones operantes de la extensión actual de la “conciencia
ecológica” no han sido otras que la propia realidad deplorable que nos rodea,
realidad de destrucción y saqueo de la naturaleza y degradación de la biosfera. Pero
el problema no sólo se circunscribe al medio natural sino además y de forma más
determinante, al medio social y cultural que ha llevado en plena era de la
abundancia a un creciente deterioro de la calidad de vida medido por la miseria
profundizada, la disminución de los nacimientos, la práctica sistemática de la
eutanasia y del aborto y la promoción de la homosexualidad, junto a la
desvalorización promovida del concepto de familia y su asimilación con figuras
antinaturales.
Paralelamente a lo dicho, ha tenido lugar durante los últimos años una
efectiva divulgación y a veces deformación, de los principios de la Ecología sobre
todo en base a tres puntos clave:
1. Conciencia de que lo que llamamos medio ambiente, naturaleza,
suelo, espacio o entorno, es un ecosistema, es decir, un conjunto de
elementos vivos e inorgánicos que están interrelacionados, de modo
que cualquier acción sobre uno de ellos produce efectos en el
conjunto.
2. Conciencia de que todo ser vivo, incluido el hombre, es a su vez un
sistema abierto, autónomo y dependiente del anterior.
3. Conciencia de que las agresiones a la naturaleza pueden desbordar
su capacidad de autorregulación, amenazando con consecuencias
imprevisibles a todos los integrantes del ecosistema.
Se trata en síntesis, de una toma de conciencia de que no es posible un
crecimiento sin límites de la explotación económica que olvida que la tierra es
limitada en su disponibilidad de recursos.
Las fuentes divulgadoras de estos planteos fueron en primer lugar un
número creciente de científicos y naturalistas que desde revistas científicas y más
eficazmente desde poderosos medios de comunicación, ha transmitido su inquietud
por el deterioro de los ecosistemas que estudiaban. Surgieron así, a su impulso, un
buen número de fundaciones para el estudio y conservación de la naturaleza.
No obstante el empuje mayor en la divulgación del tema se debió, en los
últimos años al accionar de numerosos grupos ecologistas que con mayor o menor
incidencia han sido vehículo de concientización y denuncia. Los primeros grupos
pueden encontrarse al final de la Segunda Guerra mundial y comienzan a
multiplicarse cuando el deterioro de la calidad de vida va afectando a una cantidad
creciente de población e incluso, introduciendo deseconomías de escala en las
mismas actividades económicas a través de problemas como el agotamiento de las
materias primas o la contaminación excesiva.
Son estas condiciones, existentes sobre todo en los países del hemisferio
norte, las que constituyen la base sobre la que va a aparecer y desarrollarse lo que
hoy conocemos como ecologismo, que admite, como postulado inicial, una relación
causa-efecto: los actuales problemas ecológicos son sólo efectos o síntomas cuya
causa se halla en el actual modelo de producción, consumo y ocio basado en un
2
paradigma de desarrollo económico que tiene como fin el incremento ad infinitum de
ganancias sin medida y sin control.
Es así como a partir de la utilización de la Ecología para el estudio de las
acciones humanas en las sociedades modernas, ésta pierde rigor científico y se
transforma en Ecología política, empezando a interesar más allá de los círculos
académicos. Al ser abordada desde esta óptica la Ecología pasa a ocuparse de las
condiciones de actividad económica y de los límites que ésta debiera respetar. Es
también a partir de este momento cuando la Ecología puede ser instrumentalizada
por grupos ideológicos con interpretaciones interesadas que tomando como punto
de partida un cúmulo real de problemas aparecidos en la propia dinámica social,
instrumentan su empleo como medios de acción política que precondicionan
indebidamente la solución de los problemas y hacen, a la larga, olvidar el punto de
partida para someterlo finalmente al servicio de una ideología.
Ambivalencia del ecologismo.
Acabamos de analizar diferentes aspectos de la Ecología y de su derivación
en ecologismo. No es fácil definir a éste último de manera unívoca. Es evidente que
no surge de una simple elucubración teórica de gabinete, sino de condiciones
objetivas de la realidad. Como se ha señalado: “el nacimiento del ecologismo tiene
sus causas en la indiscutible degradación del medio ambiente, la creciente escasez
de recursos naturales y el deterioro de la calidad de vida en los países
industrialmente más desarrollados”2. Sin embargo, esta nueva interpretación es
ambivalente. El peligro de una instrumentación negativa del ecologismo subyace en
las intimidades de la su utilización política y se manifiesta en tres vertientes:
1. La instrumentación marxista del ecologismo, basada en su utilización
oportunista;
2. El reformismo liberal que intenta integrar las imposiciones ecológicas en un
nuevo modelo capaz de replantear más sutilmente sus formas de dominación,
sin renunciar a la sociedad de consumo;
3. La vertiente anarquista-autonomista, crítica por igual de las dos corrientes
anteriores y que constituye, con todo, la más compleja de las posturas por
analizar.
El marxismo ortodoxo, durante su período soviético ha jugado un doble
papel frente a los movimientos ecologistas. En primer término hubo una suerte de
instrumentación del ecologismo en particular a través de explotar sus posibilidades
pacifistas y antinucleares. Esto fue evidente durante la instalación de los misiles
europeos de la OTAN en la década del ‘80 del siglo anterior. La propaganda
soviética jugó hábilmente con los terrores soterrados a un hipotético holocausto
nuclear, manipulando en silencio al movimiento ecologista-pacifista con el objetivo
de lograr una ventaja militar a favor de la URSS, poseedora de los misiles SS-20.
Por toda Europa occidental una onda pacifista recorrió las calles a favor del desarme
unilateral. Por otra parte, oficialmente, el marxismo presentó una visión crítica frente
al ecologismo, denunciado como intento de crear una ideología sustitutiva de la
lucha de clases como motor de la historia, donde “la contradicción secundaria
hombre-naturaleza constituye una cortina de humo, como si la lucha de clases
Autores varios: “Ecología y Desarrollo”. Colección Ecología, CIAM: Centro de Investigaciones Ambientales, Espacio Editorial,
Bs. As., 2003.
2
3
debiera suspenderse ante la gravedad de la amenaza de destrucción de la
naturaleza”.3
De hecho, el marxismo clásico, en materia urbana privilegió el cuantitivismo y el
gigantismo urbano, asociando progreso social y desarrollo de las fuerzas productivas
con la concentración urbana y las grandes infraestructuras, sin consideración alguna
al medio ambiente. De hecho, como señala un documento muy valioso del Pontificio
Consejo para la Familia: los países occidentales altamente desarrollados y
densamente poblados “presentan menores índices de contaminación que los
alcanzados recientemente en los países de precedente régimen comunista. En estos
países, el sistema de producción resulta ser altamente contaminante”4
De este modo puede concluirse que la relación del marxismo ortodoxo con
el ecologismo ha sido oportunista, tratando de aprovechar las contradicciones
evidentes de las sociedades occidentales en beneficio político inmediato de lo que
fuera el bloque del este europeo. En opinión de los teóricos ecologistas de la
vertiente anárquico-autonomista, al concentrar el marxismo mayor poder en un
capitalismo de estado, amplifica el riesgo de incurrir en una mayor centralización del
poder mundial, una más estricta división del trabajo y un intervencionismo militar
creciente para defender inversiones soviéticas y, en definitiva, la persistencia del
subdesarrollo en los países satélites.5
La instrumentación del reformismo liberal, más actual a partir de la
disolución del imperio soviético, se basa en documentos originariamente técnicos y
aparentemente desprovistos de connotaciones ideológicas y se manifiesta en tres
corrientes: la política, la ideológica y la tecnocrática. Es que la ciencia no es nunca
neutral, como tampoco lo es la técnica, el arte o la historia. Cualquier teoría científica
implica multitud de puntos de partida, necesita una teoría previa. Múltiples factores
temperamentales, culturales o ideológicos exteriores a la teoría tiñen el color del
cristal con que se mira.
La instrumentación política fue explícitamente planteada por el segundo
informe del “Club de Roma” (1972) que propuso el así llamado “crecimiento cero”,
según el cual, se eterniza la evidente discriminación entre los países desarrollados y
subdesarrollados a nivel mundial. En efecto, la restricción ecologista con relación a
estas últimas naciones se plantea conceptualmente en los términos de una
valoración negativa de las condiciones en que se ha dado, históricamente, el
desarrollo de los países industrializados, expresándose como un juicio de valor
según el cual, recorrer las mismas etapas de crecimiento económico, sería
equivalente a arribar a la misma situación actual de los países ricos, de consumismo
sin freno y depredación de los recursos naturales. La adopción de un ritmo diferente,
más lento, con atención a una serie de factores extraeconómicos, implicaría una
menor eficacia que mantendría la situación de dependencia, frente a la aparición de
actividades económicas nuevas que alcanzan un elevado dinamismo y que
producen una rentabilidad mayor que las conocidas hasta el momento. Con toda su
carga discriminatoria, ésta sería tan sólo la hipótesis de mínima ya que inclusive, se
sugiere la detención de todo crecimiento industrial en los países no industrializados,
a fin de mantener como “reservas ecológicas” para la humanidad las áreas aún no
explotadas o poco utilizadas productivamente. La historia de las dificultades que la
construcción de El Chaltén, vecino al Parque Nacional Los Glaciares, en la provincia
3
Fernández Galiano, L.: en Revista Ozono, nº 22, Madrid, 1977.
Pontificio Consejo para la Familia: “Evoluciones demográficas. Dimensiones éticas y sociales”. Ediciones Palabra, Madrid,
junio 1994.
5
Da Cruz, H.: “Ecología y sociedad alternativa”. Madrid, 1979.
4
4
de Santa Cruz debió sortear en su etapa de proyecto, es un ejemplo elocuente de lo
dicho. Empero, conseguir este objetivo implica disponer de medios adecuados, es
decir, supone la abolición de la actual economía de naciones soberanas y la
adopción del gobierno mundial no ya bajo el control de un país determinado y
concreto, sino de la asociación de multinacionales y grandes bancos que hoy dirigen
la política mundial.
Esta doctrina del Club de Roma se continúa y profundiza en la “Carta de La
Tierra”, presentada a principios de 1990 entre otros por Mikhail Gorbachov con su
“Cruz verde Internacional”. Este asombroso personaje declaró en 1997, sincerando
la verdadera finalidad perseguida por esta auténtica confabulación: “el mecanismo
que utilizaremos será el reemplazo de los Diez Mandamientos por los principios
contenidos en esta Carta o Constitución de la Tierra”6. Entre otras cosas la Carta
afirma la igualdad de género, es decir, suprimir las auténticas diferencias naturales,
el derecho al aborto entroncado en un pseudo feminismo a la moda, la eutanasia
como solución a la ancianidad molesta y el control de la natalidad a la que expresa
como política obligatoria, sobre todo para los países del tercer mundo.
Por su parte, la instrumentación tecnocrática no significa otra cosa que la
sumisión del hombre a la “naturaleza” concebida en una perspectiva evolucionista y
determinista. En efecto, el ecologismo trata de incorporar la naturaleza al mundo
humano. Pero la “naturaleza ecologista” es cada vez más una naturaleza
remodelada por el hombre. Las playas o las pendientes nevadas han sido
acondicionadas para los turistas. Aún la misma naturaleza salvaje esta culturalizada,
se la relega en los parques nacionales o en las reservas, donde se encuentran
especies animales que ya no es posible encontrar en otros sitios. Hay también una
fusión entre técnica y paisaje, por ejemplo: mediante la introducción de una cultura
agrícola se puede modificar la cantidad de lluvia. La naturaleza está pues insertada
como un órgano en un conjunto a la vez técnico y natural.
Esto evidencia un importante contrasentido implícito en la postura ecologista
ya que si la urbanización industrial planteó la oposición entre la naturaleza y la
técnica, actualmente es la naturaleza misma la que está profundamente tecnificada,
hasta el punto en que resulta difícil distinguir lo natural de lo artificial. El mismo
organismo humano está condicionado por excitantes, tranquilizantes, contraceptivos,
vacunas, injertos, etc. De modo que al final no hay ni naturaleza ni técnica, sino una
nueva cosa híbrida.
En este contexto, el descubrimiento ecologista de los valores de la
naturaleza no es una vuelta a la imagen tradicional del orden natural porque las
relaciones entre el hombre y la naturaleza sufren transformaciones que llevan, en un
plano filosófico, a una concepción nueva de la idea de lo natural. Antes la naturaleza
aparecía esencialmente como un don, frente al cual se colocaba el hombre, era un
algo distinto valioso en si que se imponía al hombre con relación al resultado de su
propia actividad, lo que nos lleva a considerar la instrumentación ideológica, tal vez
la más grave de las tres.
En ésta última la naturaleza no aparece como don sino como construcción.
En efecto, según la ideología ecologista “ha llegado el momento de que el hombre
administre tanto su propia población como los recursos de los que depende”7 No se
trata así de preservar a la naturaleza entendida como valor en si, sino de la sujeción
del hombre a un nuevo totalitarismo ya que “las poblaciones de seres humanos, lo
mismo que las otras, animales y vegetales forma parte de comunidades y
6
7
Citado en: Sanahuja, Juan Claudio: “Poder global y religión mundial”. Vórtice, Bs. As. 2010.
Odum, E.P.: “Fundaments of Ecology”. Filadelfia 1971.
5
ecosistemas bióticos y se deben a sus normas y limitaciones”8. En este planteo no
queda resquicio alguno al ejercicio de la libertad personal porque se manipula hasta
extremos insospechados la misma naturaleza que se pretende proteger: “si el
hombre acepta la idea de que hay un grado deseable de dependencia
ecológica…está claro que el hombre necesita: 1º estudiar y comprender la forma de
desarrollo de su propia población…y 2º averiguar cuantitativamente cuales son la
configuración y el volumen óptimo de una población humana en relación con la
capacidad soporte de un área dada y luego, 3º estar preparado para aceptar una
“regulación cultural”, allí donde la regulación natural es inoperante o demasiado
tardía”9.
Se advierte claramente la contradicción íntima de este pensamiento, porque
para evitar que “un lugar” se convierta en “algo artificial” es necesario “artificializar” la
vida humana.
“Aquí subyace una concepción errónea de las relaciones entre el hombre y
la naturaleza: ésta ha sido creada para que el hombre, usando de ella, provea sus
necesidades, justamente al revés de lo que los ecologistas propugnan.
Naturalmente, no hay que confundir el uso de los bienes de la creación con el abuso
o el mal uso de ellos, pero aún esto no debe llevar a una consideración maximalista
de la naturaleza. Conforme al evolucionismo que preside esta concepción, al ser la
naturaleza la que genera al hombre, es lógico que éste le esté sometido,
subordinado. El resultado es que los ecologistas invierten el orden natural de las
relaciones hombre-naturaleza y por lo tanto rompen el verdadero equilibrio surgido
de la creación.”10
Así es como la ideología se hace ejecutora de las más grandes injusticias
concretas. Porque “una vez que el hombre acepte la responsabilidad, será posible
anticipar límites, establecer controles de población (control de natalidad,
restricciones al uso de la tierra y el agua, conservación y nueva circulación de los
recursos, reducción de los estimulantes del crecimiento, economías etc.) de modo
que la densidad permanezca muy por debajo de los límites peligrosos”11.
Recientemente la UNESCO ha trabajado en dos proyectos: el de una ética
universal de valores relativos y el de una ética universal de vida sostenible. Este
último expresa claramente que “El progreso industrial de los países desarrollados no
se extenderá a los países del tercer mundo” y agrega que “la única causa de
deterioro ambiental en esos países es el factor demográfico” y es intolerable que “los
pobres, que serán la mayoría en el futuro, dañen los ecosistemas del mundo por
tratar de desarrollarse a cualquier precio…Porque el alto crecimiento demográfico de
un país pobre crea necesariamente un flujo migratorio hacia países con mejor nivel
de desarrollo que no tienen capacidad de acoger a nuevos inmigrantes”12
Evidentemente todo se reduce, en un mundo dominado por una feroz lucha
tras el poder total, a decidir quien establece para cada nación, cual es el “límite
peligroso” por “debajo” del cual debe situarse, frenando sus propias posibilidades de
desarrollo y de otorgar un mejor nivel de vida a sus habitantes para preservar un
estado de ideal equilibrio ecológico, establecido en beneficio de los que mandan.
La instrumentación anarquista del ecologismo ha producido las principales
críticas al marxismo leninismo histórico. Es que el pensamiento autogestionario ha
Bohigas, O.: Conferencia en el Centro Cultural San Martín; Bs. As. Publicada en “Clarín” 20/XI787
Op. Cit en nota 4.
10
Precedo Ledo, Andrés: “Urbanismo e ideología”. Versión taquigráfica sin fecha, Universidad de Navarra.
11
Op. Cit. en nota 4.
12
UNESCO: “Diez problemas prospectivos de población”. Documento de trabajo, Caracas, 1991. Citado en: Sanahuja,Juan
Claudio: ”Poder global y religión universal”. Vórtice Buenos Aires, 2010
8
9
6
encontrado en el ecologismo la solución al callejón sin salida en el que se
encontraba encerrado adoptándolo como eje de su elaboración ideológica y de una
estrategia política. Desde el comienzo de los años ’70 ha sido el anarquismo el que
ha dado radicalidad y colorido al movimiento ecologista. De este modo, la ciencia se
usa como fundamento y justificación de una posición apriorísticamente
preconcebida. Así lo expresa Luís Racionero cuando escribe: “lo que se ha dicho
para las especies biológicas igualmente es aplicable en teoría económica y
Sociología. La competencia de empresas lleva, a largo plazo al monopolio, es decir,
a la desaparición del pez pequeño engullido por el tiburón multinacional. Esto, que
está sucediendo en economía, porque el sistema se ha basado en la competencia
de empresas, no ha sucedido en biología, lo cual demuestra que la teoría de Darwin
deja variables fuera y que hay otros factores que contrarrestan la competencia, por
ejemplo la simbiosis, la cooperación entre especies. El concepto de ayuda mutua o
cooperación, propuesto por los anarquistas como principio de organización social,
tiene su base en la naturaleza, en la evolución biológica, en mayor grado que el
principio de lucha competitiva.”13 A caballo de estos principios el anarquismo
fundamentará las ideas de cooperación, descentralización y autonomía local que
empero, no le son exclusivas ni siquiera originales y encuentran un fundamento más
sólido en la historia y la naturaleza humana que en la biología, como lo han
demostrado con propiedad los movimientos y pensadores del tradicionalismo
católico a lo largo de la historia del siglo XX. Precisamente basados en estos
principios el Planeamiento ecologista ha reivindicado entre otros: las regiones
urbanas del modelo culturalista por contraposición al crecimiento por conurbación; el
aumento de la calidad de vida en las pequeñas y medianas ciudades mediante la
incorporación en los planes urbanos de índices sociales tales como el número de
matrimonios constituidos, el aumento de la natalidad y la disminución de los abortos,
entre otros; la recuperación del patrimonio histórico y cultural; la defensa y
promoción de las identidades locales mediante el uso de la radio y la televisión de
nivel municipal y barrial que la tecnología actual facilita; la primacía del transporte
público eficiente y no contaminante; la descentralización administrativa y política y la
participación ciudadana seria, estructurada y jerárquica.
Por en contrario, la crítica socialista, tanto marxista como libertaria se queda
en la periferia de las cosas. Es cierto que es el capitalismo el desencadenante de la
crisis ecológica, pero sólo en la medida en que éste es expresión, en la vida
económica del liberalismo iluminista y, en última instancia de las ideas del
protestantismo sobre todo calvinista. No existió contaminación mientras el hombre
guardó celosamente las leyes del orden natural y se preocupó por la búsqueda de
principios jurídicos inmutables. No se trata de una mera casualidad. La
desnaturalización del ambiente humano es en el fondo una consecuencia de la
desnaturalización de la vida espiritual, cultural, social y psicosomática que tiene
orígenes más profundos que la mera industrialización, la tecnología o las grandes
concentraciones urbanas. Un ejemplo de ello lo constituye la teoría de la orientación
sexual y la identidad de género que se plantea como doctrina obligatoria. Al
respecto, el Documento de Aparecida destaca: “Entre los presupuestos que debilitan
y menoscaban la vida familiar encontramos la ideología de género, según la cual
cada uno puede escoger su orientación sexual sin tomar en cuenta las diferencias
dadas por la naturaleza humana. Esto ha provocado modificaciones legales que
hieren gravemente la dignidad del matrimonio, el respeto al derecho a la vida y la
13
Racionero, L.:”Pensamiento libertario y Ecología”, Madrid, 1979.
7
identidad de familia”14. Esta teoría, a través de instituciones como la “Convención
interamericana contra el racismo y toda forma de discriminación”, uno de los
proyectos de la Organización de Estados Americanos “nos obligaría a modificar
nuestras legislaciones para dar cabida a las pretensiones del lobby gay e implantar
una tiranía homosexualista”.15
Como conclusión debe destacarse que a través de diversas
instrumentaciones que de ella se hace, resalta nítidamente la ambivalencia señalada
del ecologismo como ideología de las relaciones humanas. Se busca organizar la
sociedad al servicio de las necesidades del hombre, pero esta organización tiene el
peligro de ser realizada por tecnócratas o ideólogos que quieren hacer la felicidad de
los hombres sin contar con el hombre concreto.
Hay también una contradicción básica entre la adaptación compulsiva al
ambiente y la voluntad de libertad personal que es uno de los valores más sentidos
de nuestro tiempo. Así, el modelo ecologista resulta confuso y a veces, peligroso,
pero la misma existencia de tensión entre valores enfrentados es una oportunidad
para no atascarse en la tecnocracia o en el totalitarismo. De ser así, esas tensiones
permitirán una superación que rescaten lo positivo: revalorización de lo natural,
denuncia de la sociedad de consumo, crítica de la subordinación a la técnica,
descentralización decisional por aplicación simple del principio de subsidiariedad,
acceso de los beneficios del desarrollo a un mayor número de personas, a través de
retomar una auténtica educación que devuelva y facilite al hombre (varón y mujer), la
posibilidad de una vida virtuosa.
14
15
Documento conclusivo de la Vª Conferencia general del Episcopado Latinoamericano.
Sanahuja, Juan Claudio: “Poder global y religión universal”. Vórtice, Buenos Aires, 2010.
8
Resumen de: ECOLOGÍA, ECOLOGISMO Y ECOLOGÍA POLÍTICA.
El paso de la Ecología como ciencia restringida al ámbito académico y su
transformación en objeto de discusiones y controversias se produce, precisamente,
cuando se toma al hombre como objeto de sus investigaciones.
Es así como a partir de la utilización de la Ecología para el estudio de las acciones
humanas en las sociedades modernas, ésta pierde rigor científico y se transforma en
Ecología política, empezando a interesar más allá de los círculos académicos. El
peligro de una instrumentación negativa del ecologismo subyace en las intimidades
de la su utilización política y se manifiesta en tres vertientes:
1. La instrumentación marxista del ecologismo, basada en su utilización oportunista.
2. El reformismo liberal que intenta integrar las imposiciones ecológicas en un nuevo
modelo capaz de replantear más sutilmente sus formas de dominación, sin renunciar
a la sociedad de consumo. 3..La vertiente anarquista-autonomista, crítica por igual
de las dos corrientes anteriores y que constituye, con todo, la más compleja de las
posturas por analizar. Seguidamente se analiza cada posición desde el punto de
vista de la Doctrina Social de la Iglesia y el orden natural.
9
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