C-24.849 En la ciudad de La Plata, a los 3 días del mes de julio de dos mil ocho, se reúnen en acuerdo ordinario los señores jueces de la Sala Segunda del Tribunal de Casación Penal de la Provincia de Buenos Aires, Jorge Hugo Celesia y Fernando Luis María Mancini(arts. 2, 440 y ccdtes. Del C.P.P. y 6, 16 y ccdtes. De la ley 11.982), para resolver el recurso interpuesto por el defensor de NICOLÁS JAVIER RÍOS, registrado bajo el n° 24.849. Practicado el sorteo de ley, resultó que en la votación los jueces deberán observar el orden siguiente: CELESIA – MANCINI ANTECEDENTES El Tribunal en lo Criminal n° 1 del Departamento Judicial San Martín, el 17 de julio de 2006, decidió condenar a Nicolás Javier Ríos a la pena de cuatro años y seis meses de prisión, multa de 1000 pesos, accesorias legales y costas, por considerarlo coautor y autor penalmente responsable de los delitos de robo doblemente agravado por el uso de arma de fuego cuya aptitud para el disparo no se pudo acreditar y por haber sido cometido en poblado y en banda, en concurso real con tenencia ilegal de arma de uso civil, cometidos el 18 de enero de 2005, en la localidad de Santos Lugares, en perjuicio de Carlos Fernández y otros. Contra dicha resolución, el defensor oficial, Marcelo Luis Varvello, interpuso el recurso de casación que figura a fojas 19/22 del presente legajo. Efectuadas las vistas correspondientes y hallándose la causa en estado de dictar sentencia, este tribunal decidió plantear y votar la siguiente: CUESTIÓN ¿Corresponde hacer lugar al recurso interpuesto? A la cuestión planteada, el juez Celesia dijo: I. El recurrente se agravia del proceso empleado por los jueces para seleccionar el monto de la pena que decidieron imponer a Nicolás Ríos. A su criterio, el tribunal se ha apartado de las pautas que establece el artículo 41 del Código Penal al valorar de oficio circunstancias agravantes que no fueron debatidas. También critica el proceso de selección del monto de la pena, pues a su criterio la mera enunciación de los datos que fueron utilizados como atenuantes y agravantes, sin especificar en modo alguno de qué manera influyen, no constituye un fundamento legalmente admisible. Finalmente, considera que no resulta aplicable al caso la previsión del artículo 41 quater del Código Penal, debido a la escasa diferencia de edad que existía entre Ríos y su compañero menor de edad, en tanto el primero poseía al momento del hecho 18 años, mientras que al segundo le restaban tan sólo tres días para alcanzar esa edad. Sostiene que para la aplicación de la aludida agravante no basta la objetiva comprobación de la participación de un menor en el hecho, sino que el menor debe haber obrado bajo las órdenes del mayor y éste debe haber tenido la finalidad de descargar su responsabilidad en él. En su memorial, presentado a fojas 39/41, la defensora oficial ante este tribunal, Ana Julia Biasotti, complementando los argumentos del defensor de la instancia, agrega que al presente caso resulta aplicable la nueva disposición del artículo 371 del CPP, que impide la valoración de circunstancias agravantes de oficio. En lo que respecta a la aplicación del artículo 41 quater del Código Penal, considera que dicha agravante se limita a los casos en los que la intevención del menor tuvo la finalidad de descargar la responsabilidad en él o cuando ha mediado alguna forma de instigación por parte del adulto para que intevenga en el hecho. A su turno, el agente fiscal ante este tribunal, Marcelo Lapargo, en su presentación agregada a fojas 42/43 del presente legajo, entiende que el tribunal no se ha apartado de las circunstancias fácticas propuestas, debatidas y tenidas por ciertas en el fallo. En cuanto a la aplicación del artículo 41 quater, considera que es clara la letra de la ley al expresar que se incrementa la escala siempre que se comete un delito con un menor, desde que ello denota una mayor peligrosidad, pues se pone en peligro la moral del menor. Finalmente, sostiene que el tribunal de grado no ha arribado a la pena de cuatro años y seis meses de prisión de una manera caprichosa, sino que ello ha sido consecuencia de un acto jurisdiccional razonable y respetuoso de los artículo 40 y 41 del Código Penal. II. El primero y el último de los agravios planteados merecen prosperar. La ley 13.260, ya vigente mucho antes del dictado de la sentencia (17 de julio de 2006), modificó los alcances del párrafo originario del artículo 371 del CPP sobre el que se había asentado la jurisprudencia plenaria de este tribunal relacionada con la posibilidad de los jueces de valorar circunstancias agravantes de oficio. Actualmente, la nueva disposición del artículo 371 establece que “las cuestiones relativas a eximentes, atenuantes o agravantes sólo se plantearán cuando hubieran sido discutidas o el tribunal las encontrare pertinentes, en este último caso siempre que fueran en favor del imputado”. Por lo tanto, dado que la ley 13.260 estaba vigente al momento del dictado de la sentencia, al haber valorado el tribunal circunstancias agravantes de oficio, puntualmente el riesgo provocado en la integridad física del damnificado y la evidencia de peligrosidad en el actuar de los imputados, ha incumplido la nueva disposición del artículo 371 del Código Procesal Penal, por lo que debe hacerse lugar a este motivo de agravio y a la casación parcial del fallo. III. Tampoco resulta adecuada, desde mi punto de vista, la decisión del a quo de aplicar al presente caso las previsiones del artículo 41 quater del Código Penal. Al aludir este artículo a la comisión de delitos “con la intervención de menores de dieciocho años de edad (...) respecto de los mayores que hubieren participado en el mismo”, no deja en claro si las personas mayores a las que hace referencia son las “mayores de dieciocho años” o aquellas que, de acuerdo con la ley civil, adquieren la mayoría de edad a los veintiún años. Así como no podría derivarse inequívocamente, desde su formulación literal, que el artículo 41 quater limita su aplicación a las personas mayores de veintiún años, desde que se refiere sencillamente a los “mayores” y no a los “mayores de edad”, conforme con la ley civil, tampoco podría afirmarse con certeza que la mencionada disposición incluye también a las personas “mayores de dieciocho años”, pues el legislador, en tal caso, así lo hubiera dispuesto, o bien, le hubiera bastado con aludir a los “mayores de esa edad”, con referencia comparativa a los menores de dieciocho, con lo cual hubiese resultado evidente que el término “mayores” era empleado como adjetivo comparativo y no como elemento normativo del tipo. Del debate parlamentario de la ley n° 25.767, que incorporó el artículo 41 quater al Código Penal, tampoco se pueden extraer conclusiones certeras acerca de este punto, por cuanto los ejemplos que se mencionan en la expresión de motivos parecerían aludir, en algunos casos, a supuestos en los que son “adultos” los que utilizan a “menores” en la comisión de delitos. Por ejemplo, mientras que para algunos la finalidad era la de disuadir a los mayores “para que no utilicen a los menores de edad en sus delitos” (senador Agúndez), otros expresaron que el proyecto propiciaba “un aumento de las penas para los adultos que utilizan menores en la comisión de delitos” (diputado Eduardo Camaño). Tal indeterminación sobre los alcances de la agravante del artículo 41 quater, frente al mandato de certeza y la máxima in dubio pro libertate derivados del principio de legalidad (arts. 18 y 19, CN), me obliga optar, entre ambas interpretaciones, por la que restringe su aplicación a las personas que al momento del hecho alcanzaron la mayoría de edad, es decir, aquellas que, conforme con el artículo 126 del Codigo Civil, hubieren cumplido los veintún años. Esta conclusión acerca de los alcances de la mencionada circunstancia agravante resulta coherente, además, con la específica terminología adoptada en materia penal por el artículo 10 de la ley 22.278 (Régimen Penal de la Minoridad), que denomina “menores” a quienes incurren en un delito entre los dieciocho años y la mayoría de edad. Procede, en consecuencia, la casación del fallo por la errónea aplicación del artículo 41 quater del Código Penal. IV. Finalmente, debo aclarar que no comparto las críticas del defensor referidas a la fundamentación brindada por los jueces para la selección de la pena. La genérica obligación de fundar todos los extremos de la sentencia, más la exigencia de fijar la pena en cada caso concreto en base a las circunstancias previstas en el artículo 41 del Código Penal constituyen dos importantes aportes para la objetivación de la tarea de determinar la pena. Sin embargo, en el sistema de escalas penales adoptado por nuestro código los jueces deben ineludiblemente ingresar en un ámbito valorativo al momento de traducir las circunstancias agravantes y atenuantes en términos de pena, terreno en el que no existen parámetros precisos para establecer una proporcionalidad empíricamente verificable o lógicamente comprobable entre el acto ilícito y la pena. Si bien la pena que corresponde imponer en cada caso debe ser, respetando el principio de culpabilidad, la estrictamente indispensable para que el individuo se resocialice, no puede perderse de vista que para dicha determinación no existe una base concreta y compartida que permita ejercer un control estricto de razonabilidad sobre ese tramo de la decisión, en el que los jueces, mal que pese, deben forzosamente recurrir a su impresión personal y su sentido de justicia. Este espacio valorativo que la ley acuerda al órgano jurisdiccional al no fijar objetivamente una forma de asignar cantidades numéricas a las circunstancias atenuantes y agravantes no es sinónimo de arbitrariedad, sino de relativa discrecionalidad, bien entendida ésta como calidad referida a la labor que deben ejercer los jueces prudencialmente y que reclama de ellos templanza, moderación, sensatez y buen juicio. De modo que si bien no existe ningún extremo de un pronunciamiento condenatorio que se encuentre exento de un control de razonabilidad, cuando se trata de la tarea de cuantificar un injusto culpable, los cuestionamientos dirigidos contra dicha decisión no pueden obviar el irreductible espacio valorativo que la ley relega en los jueces, pretendiendo que estos justifiquen lógicamente o demuestren de manera empírica, no ya la elección de los atenuantes y agravantes, sino la selección que hacen del monto de pena. Por eso, cuando el tribunal de grado valora atenuantes y agravantes y, a partir de ello, selecciona un monto de pena, fuera de los casos en los que tal determinación resulta evidentemente desproporcionada, para no caer en el sinsentido de pretender sustituir la valoración del a quo por otra potencialmente igual de arbitraria, el agraviado debe brindar las razones por las que considera que lo decidido no es razonable, siempre atendiendo a los límites dentro de los cuales es posible ejercer un control de razonabilidad sobre ese extremo de la sentencia. En autos, el defensor se ha limitado a expresar su disconformidad con la pena impuesta y se ha remitido para ello a conceptualizaciones generales sobre la graduación punitiva, sin brindar ninguna referencia al caso concreto y sin especificar cuáles habrían sido las reglas de la lógica, la psicología o la experiencia común supuestamente inobservadas o de qué manera ellas podrían haber incidido en el pronunciamiento impugnado, correspondiendo el rechazo del agravio deducido. V. Por tales razones, propongo que se haga parcialmente lugar al recurso de casación interpuesto, a nivel de la calificación legal y la graduación de la pena, eliminándose la circunstancia calificante prevista en el artículo 41 quater del Código Penal y las agravantes fundadas en el riesgo provocado en la integridad física del damnificado y la evidencia de peligrosidad en el actuar del imputado (arts. 371, CPP, según ley 13.260 y 41 quater, CP). En virtud de ello, teniendo en cuenta el resto de las consideraciones trazadas por el tribunal de grado en las cuestiones cuarta y quinta del veredicto impugnado, propongo que se reduzca la pena impuesta a Nicolás Ríos a tres años y diez meses de prisión, multa de 1000 pesos, accesorias legales y costas (arts. 12, 19, 22 bis, 29 inciso 3°, 40, 41, 45, 55, 166 inciso 2°, 167 inciso 2° y 189 bis, inciso 2°, primer párrafo, del Código Penal). A la misma cuestión planteada, el juez Mancini dijo: Adhiero al voto del juez Celesia en igual sentido y por los mismos fundamentos, puntualizando que el principio de culpabilidad se respeta atendiendo a la entidad del injusto atribuíble al sentenciado en orden a la intensidad comisiva de su conducta lesionadora. Con lo que terminó el acuerdo, dictándose la siguiente SENTENCIA Por lo expuesto en el acuerdo que antecede, la Sala II del Tribunal R E S U E L V E: I. HACER LUGAR PARCIALMENTE AL RECURSO DE CASACIÓN INTERPUESTO, a nivel de la calificación legal y la graduación de la pena, eliminándose la circunstancia calificante prevista en el artículo 41 quater del Código Penal y las agravantes fundadas en el riesgo provocado en la integridad física del damnificado y la evidencia de peligrosidad en el actuar del imputado (arts. 371, CPP, según ley 13.260 y 41 quater, CP). II. REDUCIR LA PENA IMPUESTA A NICOLÁS RÍOS a TRES AÑOS Y DIEZ MESES DE PRISIÓN, multa de 1000 pesos, accesorias legales y costas (arts. 12, 19, 22 bis, 29 inciso 3°, 40, 41, 45, 55, 166 inciso 2°, 167 inciso 2° y 189 bis, inciso 2°, primer párrafo, del Código Penal). III. Regístrese, notifíquese y, consentida y firme la presente, devuélvase la causa al tribunal de origen, a sus efectos. FERNANDO LUIS MARIA MANCINI – JORGE HUGO CELESIA Ante mi: Gonzalo Santillán.