Poni, Signore, una custodia alla mia bocca,

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HOMILÍA DE DESPEDIDA DE ATRI
I DE JULIO DE 2007 – IGLESIA DE SAN FRANCISCO – 19 HS.
SILENCIO… E INCIENSO
Solo el Señor sabe cuántas veces he tomado la palabra en medio de ustedes
no solo para anunciar la Buena Nueva de su Reino
sino también para denunciar aquella actitudes que,
disfrazadas de fe y de piedad, son en realidad expresiones
de esa hipocresía que el Señor censura duramente en el Evangelio…
Hoy tendría muchas cosas para decir… Muchísimas… Quizás demasiadas…
Por eso he tomado una decisión: prefiero irme en silencio…
No el silencio de quien no tiene nada que decir;
menos aún el silencio cobarde
de quien calla por miedo, por conveniencia personal
por hipocresía o por compromiso…
El mío quiere ser un silencio-homenaje de amor
ante todo al Señor, al Divino Maestro,
que en su Pasión se fue en silencio;
pero también a Uds., comunidad parroquial, delante de la cual me encuentro,
y delante de la cual la única cosa que quiero decir,
como una excepción a este silencio, es: GRACIAS!
Gracias por todo lo que juntos hemos compartido!
Gracias por vuestra hospitalidad; por vuestra generosidad;
en Atri ninguna persona de bien me ha jamás tratado o hecho sentir extranjero.
Sin renunciar jamás a mis raíces, me he sentido como un hijo de este pueblo;
me transformé en un “argen-triano”, como tantas veces he dicho,
un poco en broma y un poco en serio:
he aprendido un poco de vuestro dialecto;
he entrado en vuestras casas, las he bendecido;
he asistido a muchísimos enfermos,
a los cuales he visitado cada viernes sin faltar jamás,
con dos metros de nieve o con el calor de agosto;
y con gran sacrificio y pena logré fundar el grupo Scout.
Me he alegrado con Uds. cuando llegó la vida, celebrando bautismos,
y con Uds. he llorado, ayudando a morir santamente a tantas personas;
he escuchado vuestras confidencias más íntimas,
tratando de estar cerca de ustedes con el corazón y con el bueno consejo;
he dormido con el celular siempre encendido en mi mesa de luz,
y he hecho de la disponibilidad mi lema de acción;
no he dejado jamás de predicar cotidiana y repetidamente la Palabra del Señor
y de velar y rezar, incluso en el silencio y en el escondimiento
por esta comunidad en la cual la Providencia del Señor me puso para servir.
Además, en este último período,
he ayudado al P. Antonio Pirozzi, sirviendo en la comunidad de Silvi Paese,
comunidad que (junto a la de Pianacce) me recibió muy bien,
y con la cual diría incluso que hubo un “amor a primera vista”…
Estos años de servicio hoy tocan su fin.
Parafraseando a mi santo patrono, el apóstol Pablo, en su despedida
de la comunidad de Éfeso, quisiera hacer ahora mías sus palabras, repitiendo con él:
“Ustedes saben cómo me comporté siempre con ustedes,
desde el primer día que llegué… y durante todo este tiempo
sirviendo al Señor con humildad, y con lágrimas
por las pruebas que me vinieron por las asechanzas…
[para Pablo eran las asechanzas de los judíos… pero todo apóstol tiene sus propias
asechanzas!]
Ustedes saben cómo no me acobardé cuando en algo podía serles útil;
les he predicado y enseñado en público y por las casas…
Ahora, por la fuerza del Espíritu, parto… sin saber lo que me sucederá…
Pero yo no considero mi vida digna de estima,
con tal que termine mi carrera
y cumpla el ministerio que he recibido del Señor Jesús,
de dar testimonio del Evangelio de la gracia de Dios.
Ahora yo sé que ya no volverán a ver mi rostro ninguno de ustedes
entre quienes pasé predicando el Reino.
Por esto declaro solemnemente en el día de hoy…
que no me he acobardado de anunciarles todo el designio de Dios.
Velen, entonces, por ustedes mismos, y por toda la grey…
Velen y acuérdense que durante [5] años
no he cesado de exhortar día y noche con lágrimas
a cada uno de ustedes.
Ahora los encomiendo a Dios y a la Palabra de su gracia,
que tiene poder para construir el edificio
y darles la herencia con todos los santificados”
(Cfr. Hechos de los Apóstoles 20, 17-36)
Y quiero irme llevándome en el corazón, más que cualquier otro sentimiento
esta gratitud con el Señor y con ustedes.
Las fotos pierden el color, las palabras pueden ser olvidadas
los recuerdos pueden atenuarse…
Pero todo el amor que se da y se recibe
queda esculpido en el corazón para siempre…
Y yo así los dejo, y así los llevaré conmigo, para siempre…
Una vez más: GRACIAS!
Y ya que partir es un poco como morir,
quiero también pedir perdón si por falta de atención o de amor
no he hecho alguna cosa como hubiese debido…
Pido perdón, y perdono a quien debo perdonar…
En cuanto a mí, a cambio de mis pobres y humildes servicios de estos años,
no deseo sino la Corona de Espinas de Jesucristo,
paciente y doloroso por nosotros y por nuestra salvación;
y poder aprender a morir cada día con Él y como Él
para reinar eternamente en el Cielo en su compañía...
El incienso, una vez quemado en la Liturgia, desaparece…
Pero deja toda la Iglesia
silenciosamente inundada de su perfume…
A lo largo de estos años he siempre celebrado cada Misa
como si fuese la primera, la última, la única de mi vida…
Hoy pido humildemente al Señor la gracia
de ser para ustedes como el incienso
que en el momento de desaparecer
deja sólo lo mejor de sí mismo,
sin referir a sí mismo,
sino evocando la oración, la adoración,
el culto, la fiesta sagrada…
Y vuelvo al silencio…
El silencio en el cual madura lo que cada uno ha sembrado,
y que tarde o temprano cosechará…
El silencio de la oración, de la contemplación,
ese silencio lleno de Dios.
Se los explico con estas palabras, que non son mías
pero que reflejan perfectamente el silencio con el cual me despido:
“El silencio es mansedumbre.
Cuando no respondes a las ofensas,
cuando no reclamas tus derechos,
cuando dejas a Dios
la defensa de tu honor,
el silencio es mansedumbre.
El silencio es misericordia.
Cuando no revelas
las culpas de los hermanos,
cuando perdonas
sin indagar en el pecado,
cuando no condenas,
sino que intercedes en lo íntimo,
el silencio es misericordia.
El silencio es paciencia.
Cuando sufres sin lamentarte,
cuando no buscas
el consuelo de los hombres,
cuando no intervienes,
sino que esperas que la semilla
florezca lentamente,
el silencio es paciencia.
El silencio es humildad.
Cuando callas
para dar lugar a los hermanos,
cuando guardas con discreción
los dones de Dios,
cuando permites que tu obrar
sea malinterpretado,
cuando dejas a otros
la gloria de la empresa,
el silencio es humildad.
El silencio es fe.
Cuando callas porque es Él el que obra,
cuando renuncias al ruido,
a las voces del mundo
para estar en Su presencia;
cuando no buscas comprensión,
porque te basta ser consolado por Él,
el silencio es fe.
El silencio es adoración.
Cuando abrazas la Cruz
sin preguntar “¿Porqué?”
El silencio es adoración,
cuando se hace por Él, que es la Palabra,
“Pero Jesús callaba...”. (Mt 26,63)”.
(al final de la Misa, antes de dar la bendición)
He soñado y continuare soñando un sueño que comparto con Uds;
para evitar que mi palabra sea malinterpretada o manipulada,
lo expreso con palabras de un santo cardenal vietnamita muerto hace un par de años,
en proceso de canonización:
"Sueño una Iglesia que sea Puerta Santa,
que abrace a todos, que este llena de compasión y de comprensión
por todos los sufrimientos de la humanidad.
Sueño una Iglesia que sea pan, Eucaristía,
que sea don, y dejarse comer por todos,
para que el mundo tenga vida en abundancia.
Sueño una Iglesia que lleve en su corazón el fuego del Espíritu Santo,
pues allí donde está el Espíritu hay libertad,
diálogo sincero con el mundo, discernimiento de los signos de nuestros tiempos.
Sueño una Iglesia que sea testigo de esperanza y de amor con hechos concretos"
(Cardenal Nguyên Van Thuân)
Los invito a soñar conmigo, y a hacer que este sueño se haga realidad…
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