DEL INSTINTO A LA INTELIGENCIA

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DEL INSTINTO A LA INTELIGENCIA
En mis primeros años de vida, sin apenas conciencia del mundo y, ni siquiera, de mí misma, únicamente era
capaz de reaccionar instintivamente a ciertos estímulos en ese momento nuevos para mí, pero que más tarde se
convertirían en habituales y necesarios. Mi única, en cierto modo, defensa contra el mundo exterior eran los
actos reflejos como la succión, micción o el llanto, y, mediante este último sobre todo, llegaría a conseguir
cubrir mis necesidades básicas en cualquier momento que las tuviera, como por ejemplo puede ser calmar mi
hambre (al cual también se une la succión),o querer manifestar mi deseo de ser atendida. Más adelante
desarrollaría la capacidad de coger los objetos que percibía, es decir, podía coordinar la percepción y la
prensión, lo cual resultaría muy útil para empezar mi investigación sobre el mundo que me rodeaba y
comenzar a tener conciencia del mismo. Personalmente, basándome en los relatos de familiares, cuando
todavía me encontraba entre los 0 y 2 años el llanto no era la cualidad a la que le daba mayor uso, sino a la
succión. Sí, no era una niña de mucho llorar, pero sí de succionar y de saciar mi hambre. Por otro lado, más
tarde, empezaría a tener en mi mano todo objeto que tuviese por delante o que me llamase la atención,
explorando así mi entorno y comenzando mi aprendizaje, aunque todavía me quedaba un largo camino por
recorrer. Para poner fin a esta primera etapa de mi vida ( 0−2 años, aproximadamente), la inteligencia
sensorio−motriz iba estando presente en mi desarrollo intelectual: podía hacer una diferenciación entre los
objetos y mi persona, comprendía la permanencia de los objetos, el espacio, la sucesión temporal de los
acontecimientos y hasta cierta relación de causalidad.
De los 2 a los 6−7 años, surge la inteligencia conceptual o pensamiento representativo. En esta etapa comencé
a articular mis primeras palabras, que, junto con imágenes y otros símbolos, utilizaba para referirme a
entidades presentes en mi entorno. En un principio, al comienzo de esta representación, se inicia un proceso
de imitación de movimientos y gestos de diferentes sujetos o modelos, también el juego, el dibujo y por
supuesto el lenguaje, forman parte de este desarrollo infantil. Hasta los 4 años, más o menos, se desarrolla el
pensamiento simbólico y preconceptual, y se distinguen dos propiedades del pensamiento infantil: el
animismo, es la concepción del infante de los objetos como si tuvieran vida propia ( por ejemplo empleando el
palo de la escoba a modo de caballo, o utilizando los muñecos como si fueran un compañero más de juego ) y
el egocentrismo, por el cual el niño sólo puede captar una situación desde su propio punto de vista, no
entendiendo así otros y sobreponiendo su opinión sobre la de los demás. Poniendo ejemplos de todo lo
anteriormente mencionado, podría decir que mi desarrollo lingüístico comenzó a los 18 meses
aproximadamente, y lo que lograba decir más o menos lo pronunciaba con cierto grado de corrección. Una
palabra representativa de esa etapa, por ejemplo, era tete, refiriéndome al chupete, a parte de las típicas mamá
y papá y, a base de imitación y escucha, con el paso del tiempo empecé a hablar correctamente. Respecto al
dibujo, recuerdo que lo que más hacía cuando dibujaba eran paisajes, normalmente con montañas, ríos y una
casa en primer plano, o dibujaba un campo con árboles o incluso un solo árbol y pájaros en el cielo con un sol
brillante. Para aprender a mejorar mi forma de dibujar, intentaba imitar o, más bien, tomaba como modelo
otros dibujos de por ejemplo, mi madre o mi hermana mayor que yo, y a la hora de colorear si no era algún
miembro de mi familia era la profesora, me decían que tenía que colorear por dentro de la línea, lo cual se me
quedó grabado en algún lugar de mi cerebro y siempre que iba a colorear se reproducía en mi mente, así
aprendí a no pasarme de la línea. Y, finalmente, haré referencia al juego, gracias al cual me relacioné con
otros niños y aprendí a ser social. Al principio, era bastante introvertida, pero, con el paso del tiempo y a base
de conocer gente y de manifestarse cada vez más mi personalidad independiente, me fui convirtiendo en una
persona bastante más extrovertida. Este tipo de aprendizaje, quizás no sea el típico aprendizaje conceptual,
pero sí es un aprendizaje interior y que ayuda a formarse como persona, y , a mi modo de ver, igual de
importante. Durante esta etapa surgieron así dos mundos, el mundo social y mi mundo interior. Estos mundos
con el paso del tiempo, no llegarían a estar demasiado diferenciados, por el contrario, estarían bastante
relacionados por la influencia que ejerce esa sociedad o mundo social, en la personalidad y el modo de actuar
de una persona. En mi caso, estos dos mundos sí están estrechamente relacionados, lo que no quiere decir que
actúe según lo haga la sociedad en general, pero mi comportamiento (al igual que el de todo ser humano)
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podría decirse que está en cierta medida, condicionado.
Siguiendo con mi desarrollo intelectual, a los 7 u 8 años, aparece el pensamiento intuitivo y preoperativo, que
consiste en imitar las acciones reales mediante experiencias mentales imaginadas, es más, se puede decir y se
dice que la intuición es un pensamiento imaginado y la lógica de la primera infancia. Esto también es
relativamente obvio y lógico, puesto que en los primeros años de vida no estamos dotados de inteligencia
alguna y nos guiamos básicamente por nuestros instintos o actos reflejos y nuestra intuición, lo que nos hace
sumamente vulnerables y nos expone al peligro del nuevo mundo exterior, aunque en estos años de vida ( 7−8
) nuestra facultad de hablar nos da cierta seguridad y ya nos podemos empezar a defender. Después, de los 7/8
años a los 11 o 12 se da el periodo de las operaciones concretas que el infante realiza con objetos que percibe
y manipula. Con esto aprendí las nociones de cambio y permanencia, y descubrí las relaciones entre objetos
por su forma y color. Pude comprender los conceptos de volumen, el peso y la materia y la constancia de ésta,
y las diferencias de estos conceptos entre unos objetos y otros. Por ejemplo, recuerdo que en la guardería y en
el colegio (los primeros años) siempre nos daban plastilina para jugar, con lo que daban rienda suelta a la
imaginación que un niño de esa edad pueda tener. Se podían hacer infinitas formas, y todas ellas diferentes.
También nos daban siluetas de determinadas formas ( estrellas, triángulos, cuadrados, etc...) con lo que ya
aprendías formas nuevas, a moldearlas, a cambiarlas de tamaño, etc, y así se interiorizaban conceptos como la
forma o el volumen. Con esto ya se iba formando un esquema más complejo de lo que era el mundo real y
todo lo que me rodeaba, ya tenia noción del tiempo, reconocía rostros, personas, conocidos y desconocidos,
voces, objetos... podía pensar por mí misma en cierto sentido, aunque todavía la inocencia estaba muy
presente y seguía estando latente.
Dejando de lado los ejemplos, hablaré de la última etapa establecida, puesto que realmente estas etapas sólo
son una mera referencia porque, en realidad, nunca dejamos de aprender ya sea en mayor o menor medida.
Esta etapa comprende los años 12 a los 16, y es el periodo de las operaciones formales. En este complejo y
fascinante periodo el adolescente desarrolla lo que se llama una inteligencia reflexiva, ya que razona sobre lo
abstracto y lo posible, realiza hipótesis, comienza a hacer razonamientos condicionales y deducirá las
consecuencias de esa hipótesis anteriormente formulada. Aquí ya se empieza a vislumbrar la inteligencia en
sí, el pensar, el razonar, y entra en juego la reflexión, las hipótesis y las teorías, la lógica y el poder manipular
no sólo objetos, sino también proposiciones. Esto da paso a la investigación inteligente, podríamos llamarla
así puesto que investigamos basándonos en hechos, en ideas, en hipótesis... jugamos con la carta del
razonamiento, en definitiva, y esto sí es inteligencia. Por ejemplo, ya en cursos más avanzados del colegio o
en el instituto, al ponernos un problema de matemáticas a resolver nos están dando pie a utilizar nuestro
cerebro, a ponerlo en práctica y a prueba o cuando nos hacen hacer una redacción o un ensayo, es ahí donde
hemos de demostrar hasta dónde podemos llegar, cuánto podemos dar de sí. Con el paso del tiempo nos
iremos dando cuenta de que unas materias se nos dan mejor que otras, por ejemplo, en mi caso las
matemáticas no puedo decir que sean mi fuerte, pero en cambio, Inglés o Lengua y Literatura sí, y poco a
poco iremos desarrollando aquellas cualidades que sobresalgan en nosotros. De esta forma, desde mis
primeras palabras (si no antes) hasta hoy en día, pasando por diferentes cursos del colegio e instituto y
distintos conocimientos que he ido adquiriendo (esenciales en el día a día y en la vida en general de una
persona, aunque algunos no sean más que por cultura general), he llegado a desarrollar la capacidad de, por
ejemplo, escribir cuentos en mi infancia y ahora, poemas y relatos cortos.
Otros tipos de aprendizajes, que también influyen en nuestro camino del aprendizaje y la adquisición de
conocimientos, son el aprendizaje por observación, el aprendizaje cognitivo, aprendizajes conductuales, el
aprendizaje social, aprendizajes verbales y aprendizajes procedimentales. A continuación, expondré las
características y ejemplos de alguno de ellos.
El aprendizaje por observación u observacional sucede cuando un individuo observa la conducta de otro
sujeto (modelo), aunque esta conducta aprendida no tiene por qué llevarse a cabo. Este tipo de aprendizaje se
da mucho en los niños, es cierto que lo que éstos ven hacer a sus mayores, familiares más cercanos, lo imitan.
Por ejemplo, si el niño ve que su padre rompe cigarrillos en repetidas ocasiones, por ejemplo, que lo haga
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todos los días después de comer, es muy probable que el niño termine haciendo lo mismo excusándose con la
frase es lo que hace papá , y por ello, hemos de tener cuidado de lo que les podemos llegar a enseñar.
Un ejemplo personal, es mi hermana pequeña de 7 años: Ella cuando era menor, aunque ahora a veces
también, decía: quiero llevar pulseras como lleva la tata. Esto quiere decir que al verme llevar ciertos
accesorios, ella al igual que yo también quería llevarlos. Una mera imitación por simple observación. Y un
ejemplo en el ámbito del estudio puede ser por ejemplo, un estudiante mediocre con presión ejercida por sus
padres, cuando ve a otro estudiante mejor, con mejores notas y facilidades para el estudio, su deseo (el del
estudiante mediocre) es imitar al buen estudiante, por lo que se esforzará y hará todo lo que esté en su mano
para poder llegar a ser tan buen estudiante como el otro. Este aprendizaje es uno de lo más influyentes en
nuestra educación y comportamiento.
En el aprendizaje cognitivo se distinguen dos clases de aprendizaje por asociación que no sólo se dan en
seres humanos, sino también en animales: el condicionamiento clásico (en el que se relacionan dos estímulos),
y el condicionamiento operante o instrumental (que es la relación entre un estímulo y la conducta del
organismo). Este tipo de aprendizaje (el cognitivo) se da, por ejemplo, en las aulas y hay cuatro formas de
aprender en éstas: mediante el aprendizaje receptivo con el que el estudiante no descubre ningún tipo de
conocimiento, sino que lo comprende. Es el más frecuente en el ámbito escolar; mediante el aprendizaje por
descubrimiento, en el que el estudiante sí que descubre los conceptos y sus relaciones; mediante el aprendizaje
repetitivo, en el que el alumno únicamente repite lo que se le dice o enseña hasta memorizarlo, y no tiene por
qué comprender el contenido de la enseñanza; y mediante aprendizaje significativo, con el que el alumno a
partir de preconceptos reorganiza sus esquemas cognitivos y transfiere ese conocimiento a nuevas situaciones
o realidades. En mi caso, en un principio lo que más utilizaba era la repetición y memorización de los
conceptos, y no necesariamente siempre los entendía. Sin embargo, con el paso del tiempo y mi maduración,
aprendí a comprender, a estudiar comprendiendo los contenidos de cada materia, de esta forma apenas los
tenía que memorizar, pues al entenderlos y comprenderlos bien, encajaban en mi mente y se quedaban
grabados en ella. Esto facilitaba y facilita bastante el estudio y amplía mis conocimientos sobre el mundo.
Y, por último, hablaré sobre el aprendizaje social, también llamado aprendizaje cognitivo social o vicario. Se
basa en una situación social en la que al menos participan dos individuos: el modelo, que realiza una conducta
determinada, y el sujeto que realiza la observación de dicha conducta, y cuya observación determina el
aprendizaje. En este tipo de aprendizaje, el refuerzo recae sobre el modelo, no sobre el sujeto como ocurre en
los dos tipos de condicionamiento. El aprendizaje vicario tiene varias ventajas para el sujeto porque amplía
sus habilidades en el control del medio y hace el aprendizaje menos costoso que el mero condicionamiento.
Este tipo de aprendizaje permite que las habilidades adquiridas por el individuo puedan ser transmitidas a los
demás, sin ser necesario que cada uno las adquiera a partir de su propia experiencia. Como podemos ver,
quizás no sea el típico aprendizaje de conceptos que hay que memorizar, o tampoco se trate de una enseñanza
determinada, pero es igual de importante e influyente en nuestra vida diaria y social.
Para concluir este ensayo diré que desde el primero de nuestros días hasta el último estamos continuamente
aprendiendo, ya sea estudiando, observando o escuchando, aprendiendo de otras personas con más experiencia
que nosotros. La cuestión es que muchas veces no somos conscientes de este aprendizaje, sin embargo
debemos fomentar dicho aprendizaje puesto que el hombre puede llegar a ser, si se lo propone, una increíble
fuente inagotable de conocimientos.
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