LLENA TU CUERNO DE ACEITE - Ministerio Palabra de Inspiración

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LLENA TU CUERNO DE ACEITE
TEXTO: 1 Samuel 16; 1-13
PREDICADOR: Rev. Gustavo Martínez.
En el primer libro de Samuel capítulo 16, 1 al 13 dice: “Dijo Jehová
a Samuel: ¿Hasta cuándo llorarás a Saúl, habiéndolo yo desechado
para que no reine sobre Israel? Llena tu cuerno de aceite, y ven, te
enviaré a Isaí de Belén, porque de sus hijos me he provisto de rey. Y
dijo Samuel: ¿Cómo iré? Si Saúl lo supiera, me mataría. Jehová
respondió: Toma contigo una becerra de la vacada, y di: A ofrecer
sacrificio a Jehová he venido. Y llama a Isaí al sacrificio, y yo te
enseñaré lo que has de hacer; y me ungirás al que yo te dijere. Hizo,
pues, Samuel como le dijo Jehová; y luego que él llegó a Belén, los
ancianos de la ciudad salieron a recibirle con miedo, y dijeron: ¿Es
pacífica tu venida? El respondió: Sí, vengo a ofrecer sacrificio a
Jehová; santificaos, y venid conmigo al sacrificio. Y santificando él
a Isaí y a sus hijos, los llamó al sacrificio.
Y aconteció que cuando ellos vinieron, él vio a Eliab, y dijo: De
cierto delante de Jehová está su ungido. Y Jehová respondió a
Samuel: No mires a su parecer, ni a lo grande de su estatura,
porque yo lo desecho; porque Jehová no mira lo que mira el
hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero
Jehová mira el corazón. Entonces llamó Isaí a Abinadab, y lo hizo
pasar delante de Samuel, el cual dijo: Tampoco a éste ha escogido
Jehová. Hizo luego pasar Isaí a Sama. Y él dijo: Tampoco a éste ha
elegido Jehová. E hizo pasar Isaí siete hijos suyos delante de
Samuel; pero Samuel dijo a Isaí: Jehová no ha elegido a éstos.
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Entonces dijo Samuel a Isaí: ¿Son éstos todos tus hijos? Y él
respondió: Queda aún el menor, que apacienta las ovejas. Y dijo
Samuel a Isaí: Envía por él, porque no nos sentaremos a la mesa
hasta que él venga aquí. Envió, pues, por él, y le hizo entrar; y era
rubio, hermoso de ojos, y de buen parecer. Entonces Jehová dijo:
Levántate y úngelo, porque éste es. Y Samuel tomó el cuerno del
aceite, y lo ungió en medio de sus hermanos; y desde aquel día en
adelante el Espíritu de Jehová vino sobre David. Se levantó luego
Samuel, y se volvió a Ramá”.
Como podemos darnos cuenta atraves de este capitulo que hemos
leído de primer libro de Samuel, el capitulo 16, nos habla de una
caída; de un hombre que Dios había llamado, había ungido con su
Espíritu Santo, a quien Dios había puesto como rey sobre la nación
de Israel; un pueblo escogido para gloria y alabanza de su nombre.
Un hombre que Dios había privilegiado de entre todos los demás,
escogiéndolo para que reinara allí y gobernara al pueblo de Dios.
Pero lo encontramos en varias partes de las Escrituras; que empezó
bien, pero luego (después de aproximadamente dos años) se desvío
su corazón; su corazón no fue recto para con Dios, nunca estuvo
para servir con una conciencia limpia, sino que dejo cosas en su
vida que más tarde le desubicaron y le tuvieron que sacarle de donde
Dios le había ubicado.
En primer lugar vemos que Samuel tiene dolor por la caida de Saúl,
parece que esto había afectado la vida de Samuel tanto que había
descuidado llenar su cuerno de aceite, porque Dios le dice: “¿Hasta
cuando lloraras a Saúl, habiéndolo yo desechado?” Aunque ya
Dios había desechado a Saúl, no quería tener nada que ver con este
hombre. Dios es misericordioso, Dios es amor, pero también es
fuego consumidor y tenemos un Dios fuerte y celoso, que no puede
admitir el pecado delante de él, que no puede tolerar el pecado, y
aunque Dios nos concede oportunidad tras oportunidad llega un
momento cuando ya no quiere Dios tratar más con la vida de ese
hombre que no ha querido arreglar su vida con Dios. Dios le dio
oportunidades a Saúl, pero él nunca aprovecho esos momentos que
el Señor le brindó, nunca reconoció que había pecado y eso es
gravísimo. Cuando no reconocemos el pecado; nuestra condición,
cuando llegamos a un punto de creer que todo lo que hacemos está
bien y tratamos de llenar, y tranquilizar nuestra conciencia y nuestra
alma diciendo: “¡no hemos pecado!”, aunque sí hemos pecado,
aunque hemos violado la Palabra y hemos hecho lo que no
debemos hacer. Cuando eso sucede, el Señor tiene un día que dejar
de tratar con nuestra vida, porque quiere decir que estamos
obstinados de oír a Dios. Saúl, aparte que no quería reconocer el
pecado que había cometido, quiso justificarse delante de Dios. Y es
que el pecado no se puede justificar, no hay nada humano habido ni
por haber que pueda justificarlo delante de Dios, lo único que nos
puede justificar delante de Dios es aquel sacrificio provisto por
Dios, esto es Cristo, de resto nada, ni nuestras obras, ni nuestros
sacrificios, cualquier cosa que nosotros hagamos no nos puede
justificar delante de la presencia de Dios. Cuando Samuel le dice:
“que balido de ovejas es ese”, él dice: “ah, me habla del ganado,
me habla de estas cosas, pues mire yo lo he traído, no crea que es
para mí-, porque yo no lo he tomado para mí”, aunque si lo había
tomado para él. Pero es que cuando él es enfrentado por la presencia
de Dios y el profeta; él dice para justificar su pecado: “¿ah, me habla
de esto? Pues es que el pueblo lo ha tomado para ofresércelo en
sacrificio a Jehová”. Y entonces Dios viene atraves del Espíritu
Santo y entra en la vida de Samuel y le dice: “ah, piensa que Dios se
complace más de que se le ofrezca un sacrificio, a que se le
obedezca y se lleve la Palabra tal y conforme él a hablado y ha
enseñado; no piense así Saúl, porque ciertamente el obedecer es
mejor que los sacrificios y el prestar atención más que el cebo de
los carneros. Eso es lo que Dios le habla a este hombre. Ahora Saúl
se dio cuenta que no había podido justificar su actitud, que de todas
maneras ya había sido desechado, pero él le pide un favor;
pudiéramos decir el último que le pide al profeta y es: “hónrame
delante del pueblo, sube conmigo a adorar a Jehová, hónrame
delante de los ancianos, delante del pueblo”. Que tremendo es
cuando uno no obra conforme a la Palabra, y no la vive, cuando uno
no es íntegro, cuando uno no tiene un corazón sensible para
obedecer la voz de Dios, ni se tiene un corazón dócil, cuando la
Palabra no ha podido penetrar, cuando todavía nuestra mente esta
oscurecida, cuando no tenemos un espíritu abierto para recibir la
voz; la Palabra de Dios. Y preferimos mejor la honra de los
hombres, que la honra de Dios, pero la Biblia dice: “yo honro a los
que me honran y me dejo hallar de los que temprano me buscan”.
De que nos sirve que los hombres nos honren, de que nos sirve que
los hombres nos tengan encuenta, de que talves los hombres nos
rindan pleitesía y que digan de nosotros cuantas cosas quieran decir,
pero si Dios no dice nada, si ante los ojos de Dios pasamos
desapercibidos, no somos conocidos, para que esas cosas es mejor
que los hombres: nos desprecien, nos sepulten, nos pongan en el
olvido, y no nos tengan en cuenta. Pero que Dios nos tenga en
cuenta, que cuando nos arrodillemos a clamar Dios este atento con
sus oídos para oír el clamor de los justos, porque la Biblia dice:
“claman los justos y Jehová los oye”. Así que este hombre Samuel,
ahora está afectado, porque era un hombre de Dios, y los hombres de
Dios se duelen mucho cuando alguien cae, falla, no permanece en la
Palabra, ni en la doctrina, ni en el fundamento de las Escrituras,
cuando alguien no es leal para con Dios y este hombre se había
dolido al extremo, al punto que había descuidado llenar el cuerno
de aceite, y Dios tubo que venir, y hablarle, y amonestarle y decirle:
“hasta cuando Samuel, deja tu dolor y deja de llorar a quien yo ya
he desechado”. Dios quiere que nosotros estemos intercediendo por
los hombres, pero a este hombre se le prohibe seguir orando e
intercediendo por un hombre ¿Por qué? Porque ya lo había
desechado, ¿y por qué lo había desechado? Porque Dios que conoce
el corazón sabia que Saúl no se iba arreglar nunca. Porque él sabe, si
usted ha cometido una falta o yo he cometido una falta y ¡él sabe!, si
al hablarnos la Palabra, si al darnos la oportunidad la recibimos, la
tenemos en cuenta, nos arrepentimos, nos apartamos del mal y
vivimos para Él. La Biblia dice: “así que si alguno se limpia de
estas cosas será instrumento útil santo, santificado y útil para toda
buena obra”. Pero también Él sabe de aquellas personas que no
quieren sacar de su corazón aquellas cosas que le perjudican, que no
dejan que la gloria de Dios permanezca en sus vidas. Que aunque se
llenan de la bendición, y de la unción y de la gracia de Dios, esas
mismas cosas les hacen perder esa bendición que en algún momento
Dios les da. Así qué Dios les dice: “hasta cuando, hasta cuando
lloraras a Saúl”. Samuel se había quedado en el muro de las
lamentaciones llorando a uno que no quería servir a Dios. Como es
que nosotros a veces nos quedamos llorando en nuestras ruinas,
llorando nuestra miseria únicamente, pero no con una aptitud de
levantarnos, de enderezarnos, y de servir, sino que nos quedamos
todo el tiempo amargados, sirviendo ahí en las ruinas,
lamentándonos y llorando entristecidos. ¡No¡ Dios quiere que se
levante, Dios le dijo: “levántate de allí, no llores más, deja de llorar,
reprime tu llanto; en lugar de estar llorando al que yo he desechado,
llorando sobre sus ruinas, llena tu cuerno de aceite.
Cuantas personas hoy en día están en esa condición, lamentándose
de lo que a ocurrido, de las situaciones que han vivido atrás, del
pasado, y de muchas otras cosas -o quizás lamentando a otros que no
han querido servir a Dios-, y han descuidado su cuerno espiritual y
su cuerno está vacío, no tienen aceite, pero Dios nos dice: “llena tu
cuerno de aceite”. ¿Por qué le dice llena tu cuerno? Porque había
algo más adelante. Samuel no podía quedarse ahí porque la obra de
Dios no se puede detener y estancar, si alguien no quiere servir, si
alguien no sirve, sencillamente Dios se busca a otro, pero su obra
sigue adelante, no pensemos que porque usted no quiera o yo no
quiera servir, la obra de Dios se va a estancar, se va a limitar. ¡No¡ el
problema no es ese, Dios se busca a otro, la obra sigue adelante a
través de tantas luchas y dificultades, la obra del Señor siempre a
avanzado, no se puede estancar, no puede frenarse, así usted ande
lamentándose en sus ruinas, así ande postrado por allá en otras
cosas, la obra del Señor irá adelante con aquellos hombres que
estén dispuestos a obedecer, con aquellas mujeres que estén
dispuestas a vivir una vida agradable y una vida llena de aceite
espiritual. Entonces aquí le dice: “llena tu aceite y ven y te enviare”.
Aquí había una comisión para Samuel; ve y te enviare, pero Dios
no podía enviar a ministrar vacío al profeta, y Dios no quiere que
vallamos a ministrarles a otros estando vacíos. El Señor le dijo a los
discípulos: “quedaos en Jerusalén hasta que haya venido sobre
vosotros la promesa de mi Padre, hasta que hayan sido investidos
del poder de lo alto, y entonces me seréis testigos en Jerusalén en,
Samaria, en Judea y hasta lo ultimo de la tierra”. Pero Dios le dijo:
“llena tu cuerno”, él les dijo que llenaran sus vidas, que no fueran a
salir vacíos, que debían llenar su cuerno de aceite para poder ir a
ministrar -no se puede ir a ministrar con el cuerno vacío- no amado
esta es una hora de tener el cuerno lleno, esta es una hora de que el
pueblo, de que cada ministro del Señor debe de tener aceite
abundante en su vida, no puede andar con una vida descuidada, no
son los días para vivir, o para ministrar estando vacíos. ¡No!
tenemos que ir llenos del aceite. Así que Dios le da una orden de
que vaya y que llene su cuerno; porque hay una tarea importante que
él debe cumplir, que él debe llenar y es ir a ungir a quien iba a
suceder a Saúl, -que no había permanecido fiel- y para ello, para
ungir a quien iba a suceder a Saúl, a quien seria el futuro rey de
Israel, Samuel tenia que ir con el cuerno lleno de aceite. Ya Dios
había llamado; Samuel no sabia que Dios había llamado, porque
Dios llama de diferentes maneras, Dios llama con solo una mirada,
en el caso de los discípulos dice que él se acerco a la orilla donde
ellos estaban remendando las redes y los miro y les dijo ven
sígueme, en el caso de Elíseo no necesito decirle ven; solamente
paso por el lado de él y Elíseo entendió que Dios lo llamaba. Es que
Dios llama allá en lo profundo del corazón a cada hombre, sin
necesidad de escándalo, sin necesidad de publicarlo tanto, pero
cuando
pasa por el lado de alguna persona; esa persona es
motivada servirle, a seguirle, no puede quedarse igual, no puede
quedarse indiferente, cuando uno tiene un vivo llamado de parte
Dios uno no puede como los israelitas colgar sus arpas en los sauces
y comenzar a lamentarse, no uno debe mantener la calidad de un
profeta, de un hombre de Dios, de un hombre activo, de una persona
que tiene una responsabilidad, y que tiene un llamado y que tiene
una llama encendida en su vida, en su corazón. Yo no se como hay
personas que dicen que Dios los ha llamado y viven indiferentes, no
se preocupan, no les interesa nada de la obra del Señor, ven las
almas perdidas y no hacen nada por ellas, no tratan de trabajar, de
evangelizar, de ganar a otros, de motivar a otros, son indiferentes
totalmente y dicen que Dios los ha llamado. No amados; cuando
Jeremías quiso quedarse callado y quiso quedarse tranquilo dice la
Palabra: “no obstante un fuego estaba en mi corazón que yo no
pude resistir que yo no pude quedarme callado, que yo no pude
serrar mis labios, no yo tuve que hablar, yo tuve que gritarle al
mundo, aunque me esperaban momentos difíciles pero tuve que
anunciar que él es el Señor y que él merece santidad y que debemos
vivir en la Palabra”. Así que cuando Dios nos llama; Dios puede
estarlo llamando ahora a usted, el Espíritu Santo puede estar
pasando ahí por su lado, los ojos de Dios pueden estar puestos sobre
su vida y quizás aunque los demás no nos estemos dando cuenta allá
hay algo en su vida que te hace vibrar y te hace entender que Dios te
necesita para esta hora, porque somos los obreros de la última hora,
para este momento agónico del mundo, para este momento cuando
el mundo está en tinieblas; Dios te está llamando y ahí está pasando
a tu lado, y está redarguyendo tu corazón y te está haciendo
entender que te necesita para esta hora. Debes limpiarte, debes
santificarte, debes llenar con aceite tu cuerno -tu vida espiritual-, no
debes seguir hay vacío, tienes que llenar tu vida espiritual, tienes
que volcarte a buscar a Dios, tienes que reconstruir tus ruinas,
tienes que dejar tu pasado; el día de ayer y vivir el día de hoy
conforme a la Palabra. Ahora Samuel no sabía como hacer. A veces
nosotros no sabemos como entrar, ni como salir, ni como ir a
ministrar, pero ese no es el problema nuestro, ni eso debe ser un
impedimento, el Señor le dijo: “no se preocupe, yo allá le diré lo
que debe hacer”. Ahora el tenía temor y él dijo: “si supiera esto
Saúl; me matara”. Entonces el Señor le dice: “toma contigo una
becerra de la vacada y di: a ofrecer sacrificios a Jehová he venido”.
En este ministerio no se puede estar sin sacrificio, este ministerio
debe llevarse a cabo a base de sacrificio, esta obra es de sacrificio,
de entrega, esta obra es para renunciar a todo lo que es del mundo; a
nuestra impiedad, a todos los deseos carnales y a vivir en este
mundo santa y piadosamente. No podemos ir de cualquier manera
es a través de un sacrificio. Él tenía que ir a través de un sacrificio,
el Señor le dijo: “es que así no puede ir, así lo van a matar, es a
través de un sacrificio; toma una becerra de la vacada y ve di a
ofrecer un sacrificio he venido”, el Señor dijo: “es andando y
llorando”, quien le a dicho a usted que servir al Señor es lo más
placentero de la vida, aunque es un privilegio, es una bendición.
Pero en medio de este camino, en el ministerio del servicio al Señor
a medida que nos negamos, nos entregamos, aparecen en el camino
cantidad de obstáculos, dificultades, de espinas; cosas que nos sacan
dolor en el corazón, nos sacan sangre, nos hacen venir al altar como
herido, y derramar nuestro corazón y derramar nuestra alma, porque
no es fácil; es andando y llorando, es ofreciendo sacrificio a Jehová.
En este ministerio hay que pasar días de agonía; días y noches;
noches oscuras, difíciles; como aquellas noches que tuvo que pasar
Moisés, pero especialmente aquella noche cuando Coré y Natán se
levantaron contra el y su hermano y querían que Dios quitara a
Moisés. Entonces por Palabra de Jehová le fue iluminado a Moisés
llamar y decirle que cada uno de los príncipes, de las cabezas de
familia trajese una vara por tribu y que estaría allí en el altar en la
presencia de Jehová una noche y que la vara que reverdeciera, y que
echara hoja, floreciera y echara fruto esa sería la tribu y ese sería el
hombre que Dios quería al frente del pueblo. Aunque fue una noche
bien terrible de oscuridad, una noche, de muchas lágrimas, de mucha
aflicción allí, al otro día fueron allí al campamento y se dieron
cuenta que la vara de Aarón que representaba a Moisés había
reverdecido y había echado renuevos. Allí estaba representado el
ministerio de un hombre que Dios había llamado, que no lo pudo
ocultar la sombra de una noche de: desvelo, angustia y aflicción,
porque había reverdecido ese ministerio. Aquí está en la presencia
del Señor ofreciendo un sacrificio -es a base de sacrificio que
nosotros podemos vivir para Dios-. Sacrificando como dice
Romanos 12-1 “os ruego pues hermanos por la misericordia de
Dios que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo y santo
agradable a Dios porque este es vuestro culto racional”, esa clase
de sacrificio es la que hay que venir a traerle y ofrecerle al Señor.
Renunciando al pecado, a la impiedad y no solo esto, sino también
ofreciendo sacrificio de alabanza al Dios todo
poderoso
diariamente; quiere decir una vida de devoción, una vida de entrega,
una vida de comunión, una vida adherida a su Palabra y a Él.
Ahora no podemos estar mirando la apariencia de este mundo; hay
quienes están mirando la apariencia de este mundo, hay quienes
están mirando los títulos, las filosofías, el modernismo, el
humanismo en los hombres. Y eso quizás Samuel estaba mirando.
Creía que es la apariencia que hace al hombre de Dios. Este hombre
que Dios ungió no tenia una apariencia tan atractiva como la que
tenia Elíat, pero Dios le dijo: “no es lo que usted cree, no es la
apariencia de rostro, no es la apariencia de ser un intelectual, no son
las capacidades humanas las que yo quiero; lo que yo quiero es un
corazón dispuesto, conforme a mi, obediente, dócil y sensible, es lo
que yo busco”. Porque Eliat tenía un corazón arrogante, era del
mismo calibre de Saúl, pero como el lo vio un hombre corpulento,
alto, y tal vez bien parecido , mas todavía que David dijo:
“ciertamente delante de Jehová esta el ungido” y Dios tubo que
exhortar y decirle: “Samuel que le pasa porque se equivoca así,
porque coloca tu mirada en los hombres, porque se detiene a
contemplar los talentos de los hombres que no son nada que son
basura, no si yo ya me he provisto de rey y yo no he mirado la
apariencia de los hombres; quien es más fuerte y quien no, yo he
mirado el corazón de los hombres.” El estaba mirando con los ojos
físicos y el señor le dice no mires con tus ojos físicos mira con los
ojos del espíritu. Hoy en día hay que mirar con los ojos del espíritu,
no se puede mirar con los ojos físicos, porque ellos hacen que nos
desviemos de Dios, nos hacen admirar los hombres, nos hacen
admirar las cosas del mundo y podemos caer y perecer.
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