“EL EJE DEL MAL”

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“El eje del mal”
Un artículo de
Jorge Rachid
Desde que el ex presidente de EE.UU. declarase que existía un conjunto de
países llamados el eje del mal, desde una apreciación mística, emparentada
con la fe religiosa y evocando a las imágenes del Dante en la “Divina Comedia”, condenándolos al fuego eterno del infierno, comenzó en esta nueva
etapa imperial posterior al atentado del 2001, una nueva masacre de pueblos, en nombre del dios supremo del occidente cristiano llamado mercado.
Así sucesivamente ocurrieron las invasiones de Afganistán e Irak en nombre de las democracias occidentales –como nuevas cruzadas del siglo XXI–
que esconden los intereses económicos petroleros y del complejo militar
industrial, necesitado de guerras impulsadas por los países centrales. No les
ha ido bien. Los pueblos se resisten a ser dominados, invadidos o violados
en nombre de supuestas culturas superiores que se arrogan los derechos
universales de admisión en el mundo de los “buenos”.
Hemos asistido a testimonios inobjetables de violaciones a los derechos
humanos en los territorios ocupados, matanzas de civiles presentadas como
efectos “no deseados”, destrucción de patrimonios de la humanidad bombardeados, ciudades destrozadas y por supuesto los recursos naturales –
entre ellos el petróleo– explotados por los invasores. El resto del mundo
observa y algunos participan para no quedar fuera del festín caranchero del
nuevo colonialismo.
La lista de los países participantes de este llamativo club son casualmente
aquellos países que se han atrevido a explorar caminos propios de autodeterminación y soberanía política. La mayoría de ellos lo hacen a través de
elecciones democráticas y con amplia participación popular. Pese a ello se
los amenaza por los medios, con declaraciones altisonantes, se los intenta
condicionar a través de organismos internacionales, se les intenta prohibir
el acceso a determinadas tecnologías, se les cuestiona el manejo del espacio
audiovisual, se les condicionan hasta sus relaciones exteriores, se los somete a bloqueos, se los bombardea preventivamente, se acusa a los partidos de
organizaciones terroristas aunque tengan diputados y ministros. Todo sucede en la marea mediática globalizada tratando de influir sobre las conductas
sociales del conjunto de la comunidad internacional.
Lo hicieron con el tratado de Yalta en la posguerra mundial del 45. Condenaron a nuestro país, a los países árabes, se repartieron el mundo en áreas
de influencia y determinaron quién era quien en el mundo bipolar que crea“EL EJE DEL MAL”
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ron. Ahora en un mundo supuestamente unipolar, los bloques se van uniendo: Latinoamérica es testimonio de ello, la UNASUR es un hecho. La
unión con los países del Caribe es otro hecho. La reivindicación de Malvinas es inédita, frente al fracaso de los organismos manejados por los dueños del poder como la OEA o la OTAN o la UE o las Naciones Unidas, en
donde conservan un vergonzoso poder de veto que ignora las mayorías
asamblearias.
Los llamados analistas políticos de los grandes medios nacionales, al servicio del Virrey, llámese “la embajada”, catalogan las relaciones institucionales del país en función de esa óptica. Venezuela, Bolivia, Ecuador, Franja
de Gaza y Palestina en su conjunto con Cisjordania, Irán, Libia, Nicaragua,
Yemen, Siria, Cuba –entre muchos otros– son el largo listado de países indeseables, aquellos que no pueden decidir su destino ni planificar su desarrollo al margen de la cultura dominante del mercado. Otros presidentes de
otros países amigos como Brasil o Francia, no se privan de desarrollar su
comercio internacional con estos Estados ni de recibir a sus presidentes ni
intercambiar tecnología. Los argentinos –en cambio– somos etiquetados si
lo hacemos en un mecanismo de permanente denigración de nuestra actitud
soberana de explorar caminos, establecer relaciones, estrechar vínculos y
acrecentar nuestro propio comercio exterior.
No existen países probos ni otros demoníaco;, sólo existen procesos políticos soberanos, con identidades nacionales diferentes y procesos alternativos a los que pretenden marcar lo “políticamente correcto”, que llevó a la
Argentina en su momento a los mayores dolores de muerte de compatriotas
y destrucción del patrimonio nacional de su historia, pese a lo cual hemos
podido salir recuperando la democracia y consolidando la justicia junto a
las instituciones de la Nación.
Debemos abandonar la autoflagelación y la denigración como ejercicios
permanentes del devenir político para poder construir un destino común,
nacional y popular –transformador y revolucionario– que nos permita mirar
de frente a nuestros compatriotas en el marco de un modelo social solidario
con justicia social. Si lo hacemos, será sin dudas el eje del bien argentino,
más allá de los detractores y cipayos.
JORGE RACHID
CABA 25-2-2010
“EL EJE DEL MAL”
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